Cirilo Antonio Rivarola

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Cirilo Antonio Rivarola
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Vicente Arrúa

cirilo antonio rivarola

El hombre detrás de los decretos

colección

protagonistas de la guerra guasu

grupo editorial atlas

Prólogo

La biografía de Cirilo Antonio Rivarola es la de un hombre que cumplió un rol central en el proceso de transición hacia la posguerra. Sin duda su labor como integrante del Gobierno Provisorio mientras aún seguía en funciones el legítimo jefe de Estado fue una de las pesadas cargas que tuvo que sobrellevar cuando en diversas circunstancias tuvo que negociar con los partidarios de López en los años de la azarosa y violenta década de 1871 a 1880.

Rivarola puede ser catalogado como el hombre que fue devorado por las circunstancias en las cuales le cupo actuar. Sus altas pretensiones políticas en cuanto a las ideas que sostenía no se pudieron realizar. Su corto gobierno tuvo una serie de obstáculos que fueron minando su credibilidad tanto para sus soportes internos como externos. Es así que los actos de corrupción al igual que las crisis políticas desatadas por creer en sus aliados en menos de un año de gobierno lo condujeron a la llanura y la proscripción.

El historiador Vicente Arrúa realizó una documentada investigación con fuentes primarias y secundarias, cuyo resultado es una obra que presenta a un paraguayo que pertenecía a una familia comprometida con la construcción de la República del Paraguay como una nación independiente, pero que sostenía discursivamente un proyecto diferente al que implementaron Rodríguez de Francia y los López.

Rivarola fue un protagonista indudable de la etapa final de la guerra, en la que las consecuencias del conflicto se sentían en todos los rincones del país.

Herib Caballero Campos

Mayo de 2020

Introducción

El periodo de posguerra de la Triple Alianza es una etapa de la historia del Paraguay que se presenta como un ejemplo genial para explicar esas divisiones que le gusta hacer a la historia, principalmente porque es un periodo que aparentemente marca de manera drástica el fin de una etapa y el inicio de otra. Sin embargo, al mirar más de cerca se puede ver que al final no existe ese cambio drástico donde termina una etapa y se inicia otra totalmente nueva, sin ningún vínculo con la anterior.

Algunos estilos y formas de hacer política, algunas costumbres, virtudes y vicios seguirán siendo comunes en el nuevo periodo y deberán convivir o luchar con las nuevas ideas.

El presente trabajo intentará comprender parte de ese periodo a través de uno de sus personajes más importantes, pero poco estudiado, Cirilo Antonio Rivarola, hijo de un prócer de la independencia del Paraguay, perseguido durante la presidencia de Francisco Solano López y soldado del ejército paraguayo, prisionero de guerra, miembro del primer Gobierno instalado tras la ocupación de Asunción, denominado Gobierno Provisorio y luego presidente de la República, el primero de la era constitucional.

capítulo i

El hijo de un prócer

El 25 de mayo de 1810 se produjo en Buenos Aires el pronunciamiento que liberó a la capital virreinal del dominio español. Los miembros de la Junta de Buenos Aires, con la intención de mantener la integridad territorial del antiguo Virreinato, decidieron enviar una expedición armada a la Provincia del Paraguay, al mando de Manuel Belgrano. Sobre los objetivos de esta expedición, el historiador Julio César Chaves expresa que estos debían auxiliar a los pueblos del Paraguay, lograr el envío de un representante de la provincia ante la Junta de Buenos Aires, sacar del Paraguay a todos los vecinos sospechosos y, en caso de resistencia armada, debían matar al gobernador, al obispo y a los cabecillas de la resistencia. La noticia de la llegada de la expedición armada exacerbó el ánimo popular, se produjo una gran movilización y superando todas las expectativas unos 6000 hombres se alistaron.

Las Compañías de Urbanos eran las fuerzas preparadas para defender a la provincia y estaban formadas por jóvenes en edad militar de todos los partidos y pueblos. La Compañía de Urbanos de Barrero Grande se encontraba al mando de José Fortunato Acosta y formaba parte de esta compañía el capitán Juan Bautista Rivarola, quien participó activamente en las batallas de Paraguarí y Tacuary.

Sobre su participación en la recordada batalla de Tacuary, el periódico El Semanario, en su número 620 del 10 de marzo de 1866, publicó un extenso artículo conmemorando el 55 aniversario de la victoria de Tacuary, recordó a los protagonistas y destacó el arrojo y la valentía de estos:

Se ha hecho expectable por su valor, intrepidez y prudencia el general de División D. Juan Manuel Gamarra, y así mismo se ha distinguido el comandante de vanguardia D. Fulgencio Yegros, el intrépido comandante de Caballería D. Gerbacio Acosta y su 2.º D. Carlos Santos, el comandante de Caballería D. Fortunato Acosta, el valeroso capitán D. Amancio Insaurralde, el comandante de Caballería D. Sebastián Taboada, el capitán de Caballería D. Francisco Barrios, el capitán de Caballería D. Juan Bautista Rivarola y su teniente D. José Antonio Sosa. [Se ha actualizado la grafía en los textos].

De esta forma, el periódico El Semanario recordaba a héroes de una época en la que el Paraguay independiente se estaba gestando, justo en momentos en los que nuevamente el país se encontraba luchando por mantener su independencia y entre los héroes de la primera gesta apareció la figura de Juan Bautista Rivarola.

Juan Bautista Rivarola fue oriundo de Barrero Grande, nació en el año 1782, según lo expresado en el censo realizado por el obispo Basilio López en 1846. Inició sus estudios primarios en la escuela local y como la mayoría de los miembros de la élite colonial continuó su formación en el Real Colegio Seminario de San Carlos, donde compartió aula con Mariano Antonio Molas, Vicente Ignacio Iturbe, Sebastián Martínez Sáenz, Vicente Antonio Matiauda, todos ellos con gran participación en el movimiento de la independencia.

Respecto a la participación de Juan Bautista en los sucesos de mayo, Carlos Centurión afirma: “Pedro Juan Caballero, a los 25 años, en la noche del 14 de mayo de 1811, apareció como el brazo armado de la revolución. Se apoderó del Cuartel de la Rivera, juntamente con Juan Bautista Rivarola, Vicente Ignacio Iturbe y otros compañeros”. Por su parte, Fulgencio R. Moreno expresa: “En la Capital dirigía los preparativos de la revolución el capitán don Pedro Juan Caballero, a quien secundaban activamente otros oficiales, que como los capitanes don Juan Bautista Rivarola y don Vicente Ignacio Iturbe habían tenido una brillante participación en la última victoria. El Dr. don Pedro Somellera, asesor del gobernador Velasco, estaba también en el secreto de la conspiración”.

Tras los acontecimientos de los días 14 y 15 de mayo de 1811, el gobernador Bernardo de Velasco aceptó los términos establecidos en la intimación realizada por los conjurados y se conformó un Gobierno Provisorio, donde además del citado gobernador estarían acompañándolo dos representantes. El 16 de mayo se estableció el Triunvirato y el acta de conformación fue firmada por Juan Bautista Rivarola, el documento expresaba cuanto sigue:

En la ciudad de la Asunción del Paraguay mayo diez y seis de mil ochocientos onze años, habiendo nombrado este quartel por deputados adjuntos de gobierno al doctor don Gaspar José de Francia y al capitán don Juan de Zevallos para providencia interinamente hasta tanto se arregle la forma de gobierno que sea más conveniente en virtud de lo convenido con el Señor Gobernador Intendente: comparecieron los sobredichos adjuntos y enterado del nombramiento hecho verbalmente en sus personas, dixeron que lo aceptaban y juraron por Dios y una cruz obligándose a usa de este oficio fiel y legalmente atendiendo a la tranquilidad y felicidad de la Provincia en fe de lo qual firmaron conmigo y los oficiales principales de este quartel de que certificamos. Firman Pedro Juan Cavallero, Dr. José Gaspar de Francia, Juan Baleriano de Zevallos, Juan Bautista Ribarola, Carlos Arguello, Vicente Ygnacio Yturbe, Juan Baptista de Acosta, Juan Manuel Yturbe [sic].

Asimismo, firmó el bando del comandante y los oficiales del Cuartel General que anunció la detención del Gobernador Bernardo de Velasco y los miembros del Cabildo, que en su parte final dice:

Por eso ha sido preciso tener por ahora suspensos de sus oficios y en un lugar de seguridad a don Bernardo Velasco e individuos del Cabildo hasta la resolución de la Junta General que ya está próxima a celebrarse. Entretanto y hasta la misma resolución ejercerán la jurisdicción de gobierno interina y unidamente los mismos dos consocios con quienes se actuaba el despacho y por lo mismo serán también los presidentes de la Junta General. Y para que llegue a noticia de todos se publicará este manifiesto por bando en la forma ordinaria fijándose los correspondientes ejemplares. Fecho en el Cuartel General del Paraguay a nueve de junio de 1811.

Pedro Juan Cavallero, Fulgencio Yegros, Antonio Tomás Yegros, Mauricio José Troche, Juan Bautista Rivarola, Vicente Ignacio Iturbe, Francisco Antonio González, Juan Manuel Iturbe, Mariano del Pilar Mallada, Pedro Alcántara Estigarribia, José Joaquín León, José Agustín Yegros, Blas Domingo Franco.

Otro momento en el que apareció la figura de Juan Bautista Rivarola fue como secretario del Congreso de 1814 que eligiera a José Gaspar Rodríguez de Francia dictador temporal de la República.

En marzo de 1841, es convocado un Congreso General para establecer un nuevo Gobierno tras la dictadura del Dr. Francia; Juan Bautista Rivarola acudió al mismo representando a Barrero Grande, dando fin a un retiro que él mismo se impuso tras la conspiración de 1820. El historiador Julio César Chaves relata que, para este congreso, Rivarola trajo consigo un proyecto de Constitución y tenía intención de presentarlo al pleno para de esta forma reinstalar el eco de los ideales de mayo de 1811.

 

Sigue manifestando Chaves que primeramente se mostró disconforme con la premura con que se intentaba formar un nuevo tipo de Gobierno y expresó que el personalismo y la arbitrariedad son la causa de los males que sufría el país, es por ello que consideraba que una Constitución abriría el paso a un régimen más tolerable después de una larga tiranía. Sobre la propuesta, Carlos Antonio López manifestó que no era el momento oportuno para dictar una Carta Magna debido a la situación crítica en la que se encontraba el país, fundamentalmente por la escasez de personas instruidas y que era más bien el momento para establecer un Gobierno fuerte que logre mantener el orden y la tranquilidad. Ante esta afirmación, Juan Bautista se llamó a silencio, entendiendo que su propuesta no tendría aceptación alguna, no imaginando que en el futuro un descendiente suyo tendría la misma intención, que lograría establecer la primera Constitución del Paraguay y que, incluso, sería el primer presidente paraguayo de la era constitucional.

El entorno familiar

Juan Bautista Rivarola contrajo matrimonio con Gregoria Acosta, con quien tuvo ocho hijos: María Inés, Manuel María, Juan Vicente, Mercedes, Marcelina, Juan Bautista, José León y Juan José. En 1824 enviudó y se volvió a casar, esta vez con Felipa Acosta, hermana de Gregoria, y con ella tuvo otros cinco hijos: Cirilo Antonio, Fernando, Juan Blas, Rosa Catalina e Isabel.

En 1843 llegó a Paraguay el naturalista sueco Eberhard Munck af Rosenschöld, con el objetivo de estudiar la fauna y la flora de zonas desconocidas del Río de la Plata. Al poco tiempo de arribar, el científico entabló amistad con la familia Rivarola y una de las cartas escritas por Munck al ornitólogo sueco C. J. Sundevall relata algunos aspectos interesantes de la familia Rivarola:

Cuando llegué a Asunción conocí en seguida a algunos de los hijos de una de las mejores familias del país y me alojé al momento en una de las casas que tiene en esta ciudad. El padre vive con el resto de la familia en el campo y es propietario de varias estancias, es decir, propiedades con cría de ganado y de caballos. Era antes una de las personas más ricas del país, pero durante el gobierno de Francia sufrió grandes pérdidas, que dejaron muy reducidas estas riquezas. Es padre de 7 hijos y 5 hijas, teniendo estas últimas, todas con una salud delicada, especialmente una de ellas, que iba perdiendo fuerza cada día. En vano habían recurrido a los médicos del país, los cuales con excepción de los de la capital, no son más que curanderos, la mayoría de los cuales no saben leer ni escribir y a quienes uno muchas veces tomaría por mendigos. Con conocimientos de diferentes clases de hierbas, que era lo único que entonces sabían emplear, la enfermedad no hacía más que agravarse, de manera que, pasados unos meses de mi estadía en la capital, me invitaron a una propiedad que está situada a 10 millas de aquí, en una región que llaman Las Cordilleras, por atravesarla una sierra que tiene por un lado ramificaciones cubiertas de bosques, entre los que alternan prados y cenagales. Como esto era una buena ocasión para mí de conocer las especies animales y vegetales de aquella parte del país, no me hice mucho de rogar para ir allá, sobre todo porque los alrededores de la capital, como es el caso de todas las grandes ciudades, están muy cultivados, por lo cual hay que hacer largas excursiones para encontrar algo especial, cosa que trae consigo gastos y pérdida de tiempo.

Con mi tratamiento racional salvé la vida de la muchacha y mejoré el estado de salud del resto de la familia, de modo que en seguida me gané sus simpatías y estimación. He contribuido también en parte a la educación de las hijas, pues, aunque parezca extraño y a pesar de que el padre es para este país un hombre instruido, que estuvo a punto de ser nombrado presidente, ni su mujer ni sus hijas hablaban el español, y era tal su timidez y cortedad, que nunca se atrevían a hablar conmigo. Cuando había de preguntarles por su salud, el padre tenía que hacer de intérprete, pues yo entonces entendía muy poco el guaraní. Conseguí poco a poco poner algún orden en los conocimientos de las hijas de Rivarola (que así se llama la familia), les hice perder la timidez y les enseñé el español, el cual hablan ahora con perfección. Me he ganado, finalmente, hasta tal punto, la estimación de esta familia, que casi me consideran como un miembro de ella, y quieren que me quede a vivir allí.


El joven Cirilo

Cirilo Antonio Rivarola nació en Barrero Grande (Typychaty) en 1832, aunque algunos historiadores sostienen que nació en 1833 y otros dicen que en 1836, aunque sin pruebas documentales, hijo del segundo matrimonio de Juan Bautista Rivarola con María Felipa Acosta.

Asistió a la escuela de su localidad donde aprendió a leer y escribir, posteriormente estudió en la Primera Escuela de Derecho Civil y Político a cuyo frente estaba Juan Andrés Gelly. Luego realizó estudios con Zenón Rodríguez e Ildefonso Bermejo.

Con los conocimientos de derecho adquiridos ejerció brevemente el oficio de abogado y llevó algunas causas en los juzgados de la capital y de Cordillera. Juan Silvano Godoi expresa que Rivarola se había propuesto conocer de memoria las Partidas castellanas. Las Partidas eran un cuerpo de normas jurídicas redactado por la Corona de Castilla durante el reinado de Alfonso El Sabio (1252-1284) y que fuera el código más aplicado en América en tiempo de la colonia e incluso en tiempos de la independencia.


Por su parte, el doctor Antonio Ramos relata que Cirilo Antonio Rivarola, oriundo de Barrero Grande, al igual que su padre, había recibido como herencia paterna su interés por las ideas liberales, tenía conocimientos de historia general y era portador de una memoria excelente, ya que recitaba con facilidad las leyes de partidas. Además del derecho también se dedicó al comercio de yerba, como lo podemos constatar en un documento escrito por su hermano, el juez Manuel María Rivarola, quien en un informe remitido a Francisco Solano López sobre sus hermanos, expresa:

Con este motivo fue cuando tuve el honor de saludar a V. E. personalmente y preguntándome V. E. de mis dos hermanos citados [se refiere a Juan José y Cirilo Rivarola], dónde vivían, en qué se ocupaban y de salud, con mucha franqueza respondí a V. E. que los dos estaban por bajar a saludar a V. E. como me habían escrito, a la estancia donde ambos residían, el uno gozando buena salud al cuidado de mis hermanas e intereses de ellas y de la testamentaria de mi finado padre y Sirilo [sic], aunque enfermizo, ocupándose en la carrera de la abogacía y comprando anualmente tabaco.

capítulo ii

Congreso de 1862

El 10 de setiembre de 1862 se produjo la muerte del presidente Carlos Antonio López, inmediatamente se puso en vigencia el pliego de reserva elaborado por el mismo Carlos Antonio López que establecía que el ministro de Guerra y Marina, el brigadier general Francisco Solano López, debía asumir el Gobierno Provisorio como vicepresidente, debiendo convocar a un Congreso Nacional para la elección de un presidente.

El 16 de octubre de 1862 fue realizado el Congreso Nacional, oportunidad en que se propuso al general Francisco Solano López para ocupar el cargo de presidente de la República; sin embargo, se dieron en dicho congreso algunas posturas que se oponían a la propuesta planteada, ejemplo de ello es el caso del diputado Varela, quien expresó al pleno del congreso sus dudas sobre lo que pensaba hacer y cómo esto se contradecía con el acta de ratificación de independencia establecida en tiempo del viejo López; sobre lo relatado, el periódico El Semanario n.º 444, del 18 de octubre de 1862, publicó:

En este momento, el presidente del Congreso declaró que era llegado el momento en que el cuerpo legislador procediese a poner en cumplimiento el objeto para el cual había sido convocado, es, para dar un presidente a la República; pero aquí ocurrió un incidente del cual necesitamos ocuparnos con algún detenimiento.

Antes que hubiese comenzado la votación, antes que se supiera sobre quién habría de recaer la presidencia, Sor. Varela, diputado del partido de los Ajos, pidió la palabra, que el presidente del Congreso le concedió.

El Sor. Varela haciendo uso de esta concesión, se dirigió a la Asamblea manifestando que quería que los señores diputados le desvaneciesen cierta duda que abrigaba, y le auxiliasen para ahuyentar de su conciencia ciertos escrúpulos que abrigaba respecto a la elección de presidente de la República.

Como si ya el voto unánime del Congreso hubiese recaído en el general López, dijo que era el primero de todos en reconocer las grandes cualidades que revestían a este ciudadano para ser presidente de la República, y hasta se permitió decir que no encontraba otro en la nación que pudiese ser elevado al poder; pero que el Acta de nuestra Independencia Nacional declaraba en su segundo artículo, que la República del Paraguay nunca jamás será el patrimonio de una persona o de una familia, y que esta ley que él había jurado le impedía dar su voto para presidente de la República al general López, por ser este hijo del presidente antecesor; que sustentando este escrúpulo en su conciencia, pedía a la Representación Nacional considerase su proposición o que interpretase esta ley para su aclaración.

Esta intervención generó, según El Semanario, un descontento generalizado. Varios diputados pidieron la palabra a fin de responder a lo manifestado por Varela y poder justificar el nombramiento del general López al frente de la presidencia de la República. Por su parte, el diputado por la Villa de Concepción, Miltos, propuso la reforma de las instituciones, planteando una Constitución, a lo que el presidente del Congreso respondió que estaban allí para elegir a un presidente y no para reformar las instituciones de la República.

Las expresiones contrarias a la elección de Solano López como presidente de la República tuvieron, poco tiempo después del Congreso, sus reacciones por parte del propio Gobierno; un ejemplo de ello fue el apresamiento del sacerdote Fidel Maíz, en ese entonces rector del Colegio San Carlos. Tras las acusaciones formuladas en su contra, en El Semanario fueron publicadas varias expresiones de adhesión al Gobierno y de protesta contra los “apóstoles revolucionarios” que deseaban sembrar principios sediciosos y subversivos; estas protestas estaban firmadas por varios ciudadanos. En ese contexto, los Rivarola prepararon por su parte también una nota de adhesión que solicitaron fuera publicada en El Semanario, hecho que no se produjo, presumiblemente porque ya lo habían expresado tardíamente, la nota decía lo siguiente:

Una consideración justa de ese amor al orden establecido: el espíritu de concordia que predomina en los corazones paraguayos: su propensión a cumplir cada uno con los deberes prescritos al hombre y al ciudadano, constituyéndose, respectivamente, al guardia de la felicidad pública como columnas de la sociedad que componen son ciertamente los motivos que hoy nos hacen levantar la voz de indignación ante el mundo entero, la Patria y el Supremo Gobierno Nacional, para justificar solemnemente nuestra sinceridad e inocencia en la causa de sedición de algunos hijos del país, extraviados del sendero trazado por la ley y la razón, protestando contra semejantes proyectos desesperados cuando se deja a la razón en libertad para combatir en detalle un desafuero semejante, resulta desde luego traducido el crimen en su verdadera estatura, como consecuencia de una combinación ilegítima queriendo establecer una época a contradicciones agonizantes de hombres enfurecidos, para buscar entre la sangre y los cadáveres lo que creerían acaso faltar a nuestra condición social y política, por medio de un asalto, basta minar lo que no pudieran, directamente destruir de otro modo. Desde que estos infelices, cuyos planes sediciosos causan estremecimiento han querido apelar de la razón a las armas, la violencia sería la primera condición hasta establecer un despotismo formal y permanente sobre las ruinas de la paz y tranquilidad pública que forman la brillante constelación que ha jurado a la República para avanzarse rápidamente a la altura de su gloria y prosperidad a que ha llegado como un pueblo reflexivo y virtuoso. El honor, la justicia y la humanidad nos constituyen en la obligación de transmitir a nuestra inocente posteridad, el patrimonio de la paz y del orden que nos han legado nuestros antepasados; prohibiendo que soportemos la infamia y el crimen de resignar esas mismas generaciones, a las consecuencias de una guerra civil, que no profiere condiciones más suaves que la muerte, y todas las calamidades complicadas del fuego del cuchillo y del hambre. Generados estos sentimientos nacionales, que se nos han inspirado en nuestra educación, y que nuestra razón ha confirmado, fuertemente para no olvidarlos jamás, declaramos solemnemente con toda firmeza, que lejos de apoyar en ningún sentido los planes subversivos de aquellos paraguayos acusados de ese crimen por la voz pública, y El Semanario de Avisos, reprobamos, como origen, que debieran ser de todos los males y abominaciones consiguientes a una revolución; declarando en los mismos términos nuestra adhesión al Gobierno, y a la digna persona del Exmo. señor presidente de la República ciudadano Francisco Solano López, escogido por la voz unánime del pueblo como el primer hombre de la República para suceder a su ilustre padre en el puesto que ha desempeñado con éxito admirable por más de cuatro lustros: comprehendiendo a la vez nuestro amor a las leyes patrias a cuya influencia nos sometemos con la completa confianza, resueltos siempre a resistir cuidadosamente a toda innovación ilegítima en sus principios, por más especiosos que parezcan ser los pretextos. Con este motivo y a fin de dar la publicidad nuestra espontánea declaración y protesta, de la manera que queda expresada, rogamos la publicación por la prensa de esta ciudad, al señor redactor de El Semanario, para que sirva de cabida en las columnas de su acreditado periódico, produzca sus efectos, anticipando nuestra gratitud y suscribiendo como que somos paraguayos, nos constituimos sus más atentos y S. S.

 

Barrero Grande, junio 18 de 1863.

Juan José Rivarola, Cirilo Antonio Rivarola.

Por mí, y a ruego del otro hermano Juan Blas Rivarola, ausente en este momento.

Fernando Rivarola.

Con relación al apresamiento de Cirilo Rivarola, la abogada María Angélica Pérez de Rivarola, en un libro de su autoría titulado Cirilo A. Rivarola y la posguerra del 70, cita una carta que Belisario Rivarola remite a Héctor Francisco Decoud, donde relata que el joven Rivarola tenía intención de presentar un proyecto de Constitución ante el Congreso Nacional de 1862. La Constitución habría sido redactada por su padre, Juan Bautista, y su plan era presentarlo a través de un diputado amigo.

Este plan se lo había comentado a Lizardo Recalde cuando Rivarola lo estuvo visitando en su vivienda en la localidad de Isla Pucú y le mostró el borrador de la referida Constitución. Sigue manifestando Belisario Rivarola que en la habitación contigua a la que estaban reunidos Lizardo y Cirilo se encontraba una persona de apellido Bazán, quien había escuchado todo lo conversado, y al percatarse Cirilo de lo ocurrido, lo hizo partícipe de la reunión. Tiempo después de esta reunión habrían sido arrestados Cirilo Rivarola, que fue enviado a Cerro León, y Lizardo Recalde, enviado a la capital.

Corroborando la carta de Belisario Rivarola sobre la intención de presentar el proyecto de Constitución, en 1862, Manuel María Rivarola, juez de Paz, hermano de Cirilo Antonio, en un borrador de declaración preparado por él mismo, presumimos que a solicitud del presidente Francisco Solano López, expresó lo siguiente:

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