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La casa intacta
Raamatust
Europa del Este, 1944. Un soldado holandés que lucha con un grupo de partisanos se refugia en una casa señorial durante un cese de hostilidades. La casa está casi intacta, ajena a los estragos de la batalla, y el partisano se instala en ella como si la guerra nunca hubiese tenido lugar: se baña, se viste con la ropa que encuentra en el armario, come algunos restos de comida. Cuando las fuerzas alemanas recuperan la plaza y unos soldados nazis llaman a la puerta, él decide hacerse pasar por el propietario de la casa. Pero ¿cómo se las arreglará para mantener el engaño?
La casa intacta es un clásico de la novela corta que, cuando se publicó en 1951, causó una enorme repercusión en la sociedad holandesa de la época, en los tiempos en que prevalecía el discurso de la heroica resistencia antinazi, donde se muestra —sin distinción de bandos— cómo la brutalidad de la guerra puede acabar con cualquier pátina de civilización.
La crítica ha dicho
«Qué descubrimiento más maravilloso, la Segunda Guerra Mundial en cien páginas, una obra maestra menor que parece un sueño.» Ian McEwan
«Una apoteosis de absurda crueldad sin precedentes en la literatura. Un universo sádico del que no es posible escapar con vida.» Cees Noteboom
«En la edición española de La casa intacta, una breve y brutal novela de Willem Frederik Hermans, el lector recibe 60 golpes, al menos uno por página. Es una de esas historias —bendita traducción española de Gatopardo— que perdura: un relato sobre la locura y la risa macabra de la guerra que incluye la bancarrota moral de sus protagonistas.» Luis M. Alonso, La Nueva España
«Son solo ochenta páginas, apenas sesenta si se tiene en cuenta lo que ocupa el epílogo de su compatriota Cees Nooteboom. Pero qué páginas. Sí, quizá un grito ahogado en el desierto, aunque no por ello pueda evitarse pensar que hace mucho tiempo que no aflora por estos pagos un libro así de contundente contra el sinsentido de la guerra.» Héctor J. Porto, La Voz de Galicia
«La casa intacta se levanta sobre la guerra y su concreción histórica para erigirse como una metáfora, como una fábula universal e intemporal: vivir —que, entre otras cosas, es sobrevivir— es estar en guerra, con todo el absurdo, con toda la falta de sustancia moral y con toda la desazón existencial que acompaña a tal situación.» Manuel Hidalgo, El Cultural
«Un relato profundo, ácido y duro que es capaz de sintetizar la devastación de la Segunda Guerra Mundial desenmascarando la crueldad de los dos bandos.» Matías Crowder, Diari de Girona
«Sensacional.» Manuel Marlasca