Loe raamatut: «La suerte de conocerte»
ADOLFO TORRECILLA
LA SUERTE DE CONOCERTE
Diarios, 2018-2020
EDICIONES RIALP
MADRID
© 2021 by ADOLFO TORRECILLA
© 2021 by Ediciones Rialp, S. A.,
Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid
Realización ePub: produccioneditorial.com
ISBN (versión impresa): 978-84-321-5342-6
ISBN (versión digital): 978-84-321-5343-3
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
A mi madre, mis hermanos y mis amigos.
«El hombre embustero suscita querellas,
y el chismoso divide a los amigos»
Proverbios 16:28
«Los libros se parecen a una ventana cuando de noche se enciende la luz
y se ilumina suavemente la estancia, centelleando con intermitencia
los dibujos dorados de los cristales, de las cortinas, de los tapices y de alguien,
invisible desde el exterior y oculto en el entreclaro de la comodidad,
que constituye el secreto de sus moradores»
Andréi Siniavski, La voz del coro.
ÍNDICE
PORTADA
PORTADA INTERIOR
CRÉDITOS
DEDICATORIA
CITA
PRÓLOGO
1. DEAMBULANDO POR VALLECAS
2. DOS SORPRESAS
3. UN FORTUITO DESCUBRIMIENTO
4. GORRONES DE LIBROS
5. LA REVOLUCIÓN DE INTERNET
6. MI GUÍA VALLECANO
7. CON LOS DEMÁS
8. CHINO CARPETOVETÓNICO
9. UNA MENTIRA TOTAL
10. HABLAR Y HABLAR
11. HIJO DE JUDAS
12. LA MENTIRA BOLIVARIANA
13. LA MODA DE LOS THRILLERS
14. LOS AGUJEROS DE LA REVOLUCIÓN
15. POR SAN FERNANDO DE HENARES
16. MI LIBRO Y LOS GULAG
17. LA PELUQUERÍA, ESCUELA DE VIDA
18. OBSESIÓN POR GARCILASO
19. REIVINDICAR EL SILENCIO
20. UNA ACTITUD ANTE LA VIDA
21. MÁS NOVELAS IDEOLÓGICAS
22. EN TUS TIERRAS BAILARÉ
23. OBSESIÓN POR LOS LIBROS
24. COMPAÑEROS Y COMPAÑERAS
25. SIEMPRE EN BUEN PLAN
26. UNA CANCIÓN DE NAT KING COLE
27. LOS VIAJES A RUSIA DE TERESA LEÓN
28. LA EDUCACIÓN, DEVALUADA
29. DE GOLPE
30. UN REFERENTE
31. HEAVY HASTA EL FINAL
32. PRESTIGIOSA FALTA DE SUSTANCIA
33. E. G. M.
34. SOBRAN LAS SOFLAMAS
35. EL DRAMA DE CAZALEGAS
36. EXCELENTE LECTORA
37. EL MICROCOSMOS DE LAS PALOMAS
38. MÁS SOBRE LAS PALOMAS
39. LIBROS SOBRE LIBRERÍAS
40. SENCILLAMENTE, UN GENIO
41. VÍCTIMA DEL TOTALITARISMO
42. QUE VIENEN LOS ZÍNGAROS
43. LA POTENCIA DE ISAÍAS
44. EN EL METRO
45. ENÉSIMA DECEPCIÓN PLANETARIA
46. BUENA GENTE
47. VOLVER A LA INFANCIA
48. MÁS DE LA INFANCIA
49. UN VARAPALO PLANIFICADO
50. DE GRADUACIÓN
51. DE MAL EN PEOR
52. DELFINES Y NEOPRENO
53. KEN FOLLETT Y LAS CATEDRALES
54. UN GALLEGO SOLIDARIO
55. EÇA DE QUEIRÓS, UN CLÁSICO
56. UN TROZO DE LA HISTORIA DE VALLECAS
57. LA FUERZA DE UNA OBSESIÓN
58. TURISTAS COSMOPOLITAS
59. EN EL BAR HANNOVER
60. EL MARKETING LITERARIO
61. ÚNICO FENÓMENO ANTROPOLÓGICO
62. HUIR DE LO OBVIO
63. NO HACÍA FALTA SER TAN PELOTA
64. VOLVER A LOS CLÁSICOS
65. FIJAR LOS PENSAMIENTOS
66. MALA SUERTE
67. BUSCADORES DE LIBROS
68. ESCUCHAR Y MIRAR
69. OTRA NOVELA CHINA
70. NOSTALGIA DE DIOS
71. UN DESTINO: CASA JUAN
72. ADEMÁS QUE SÍ
73. PURA POESÍA NARRATIVA
74. MI AGITADA VIDA SOCIAL
75. BLANQUEAR A UN DICTADOR
76. SUBIRSE AL CARRO DE LA MODA
77. DESTINO, PORTUGAL
78. PRESENTACIÓN DE DOS NOVELAS
79. SUERTE, MUCHA SUERTE
80. EL RESUMEN DEL MUNDO
81. EN UN POZO
82. DECÁLOGO DEL PERFECTO DOMINGUERO
83. A GOLPE DE TÓPICOS
84. MÁS QUE UNA PASIÓN
85. NI IDEA DE LOS CLÁSICOS
86. UN SER AUTÉNTICO
87. UNA REVOLUCIONARIA DE VERDAD
88. TODOPODEROSA TELEVISIÓN
89. MONUMENTO A LA CONDICIÓN HUMANA
90. LIMPIA Y DA ESPLENDOR
91. AUTOAYUDA POR UN TUBO
92. EXAGERACIONES
93. DEJARSE SORPRENDER
94. A LO LUENGO DE LOS LAPSOS
95. CERRAR EL HIPOGEO
96. EL SUBRAYADO ES MÍO
97. EL LECTOR DE JEREMÍAS
98. SEGUIMOS VIVOS
99. UNA NOCHEVIEJA MÁS
100. LEVANTAR LA VOZ
101. BUENA COSECHA
102. PALABRAS Y PALABRAS
103. EL PASO DE LOS AÑOS
104. MORALISMO GUAY
105. EL VIOLINISTA DEL SUBTERRÁNEO
106. LA DECADENCIA DE UN CRONISTA
107. REPORTERISMO DE BARRIO
108. UN PALO
109. CHAPOTEAR EN EL ALMÍBAR
110. MÁS ALMÍBAR
111. LA MODA DE LA AUTOAYUDA
112. LA VOZ DEL CORO
113. ESCRIBIR UN DIARIO
114. OTRA MANERA DE CONOCER LA INDUSTRIA EDITORIAL
115. ANTE TODO, SINCERIDAD
116. EL FIN DE UNA ILUSIÓN
117. HARTO DE POLÍTICA
118. VIDAS BIPOLARES
119. ADIÓS A CHECHU
120. LA LEVEDAD
121. PASEANDO POR EL PUENTE
122. CARPE DIEM
123. CENTENARIO DE MIGUEL DELIBES
124. PRESTIGIAR, O NO, LA NOVELA HISTÓRICA
125. UN ESTILO DE PERIODISMO
126. LA RONQUERA DEL FILIPINO
127. CENA DE PROMOCIÓN
128. AY, SOMOS POLVO
129. UN TESTIMONIO ESTREMECEDOR
130. EMILIO Y ANTONIO
131. UN COCIDO LITERARIO
132. FRAY DAMIÁN
133. ANIMALES Y BETÚN DE JUDEA
134. MERECIDA JUBILACIÓN
135. PERIODISMO Y LITERATURA
136. UN PUNTO NEURÁLGICO: EL BAR GUERRERO
137. LA DISIDENCIA DE JAN ZABRANA
138. LA LUCHA POR LA VIDA
139. PERSONAJES MUY ESPECIALES
140. LAS PIEDRAS DE TOURMANI
141. SENCILLAMENTE UN ESCRITOR
142. EL DELIRIO DE LOS JEMERES ROJOS
143. EL ESOTERISMO, UN FILÓN
144. SIEMPRE ACTUAL
145. CODORNICESCO
146. ESCRITORES ESPABILADOS
147. ESCRIBIR COMO SI TAL COSA
148. EL DEDO EN LA LLAGA
149. ADOPTAR UN PUEBLO
150. GAUCHE DIVINE
151. La CHINA DE MAO
152. OTRA VEZ ISAÍAS
153. CONVERSACIONES INOPORTUNAS
154. LEVEDAD INSÍPIDA
155. REDESCUBRIR A GABRIEL MIRÓ
156. DESCENSO A LOS INFIERNOS
157. EL FINAL DE LA GUERRA
158. EN LA VIRGEN DE ATOCHA
159. NOSTALGIA ESENCIAL
160. UNA PERIODISTA DE RAZA
161. HAY QUE LEER MÁS HISTORIA
162. INESPERADO ENCUENTRO CON SHAKESPEARE
163. SIGUE ATRAPANDO
164. PONERNOS AL DÍA
165. EL FANATISMO DE LENIN
166. LA HUMANIDAD DE DELIBES
167. LOS RETOS DE ISAÍAS
168. DE TURISMO EN URGENCIAS
169. ICONO DEL BEST SELLER ACTUAL
170. UN MITO AL QUE SIEMPRE VOLVER
171. EL CRISTIANISMO Y LA CULTURA OCCIDENTAL
172. VIAJE A ZAMORA
173. BEETHOVEN, SIEMPRE
174. L.G. 1
175. L.G. 2
176. L.G. 3
177. L.G. 4
178. SAUDADES DE PORTUGAL
179. APRENDIENDO DE UNA LIBRERÍA
180. COMO UN PIANO
181. LA PROFESIONALIDAD HECHA RETÓRICA
182. REIVINDICAR A DOVLÁTOV
183. LECCIONES DE GASTRONOMÍA Y DE VIDA
184. POLÍTICAMENTE INCORRECTO
185. DRAMATISMO PERSONALIZADO
186. EN SEGOVIA
187. NO ES PARA TANTO
188. MÚSICA HORTERA
189. UNA AUTÉNTICA SALVAJADA
190. UNAS CAÑAS PARA EL REENCUENTRO
191. DAR DE COMER AL HAMBRIENTO
192. ENTRE LA BASURA
193. DEPRIMIRSE EN ALBANIA
194. Y EN BULGARIA
195. PIENSO LO MISMO
196. CON SU CATÁLOGO DE EXPRESIONES
197. CADA VEZ MÁS SORDOS
198. VÍDEOS CASEROS
199. AMOR Y DOLOR
200. TELEVISIÓN DE MUCHO NIVEL
201. APOCALIPSIS EZEQUIEL
202. LA SABIDURÍA DEL MUNDO
203. CULTURA EN EL BULEVAR
204. CARTAS DESDE EL GULAG
205. POR LAVAPIÉS
206. EL MISTERIO DE LAS ANGUILAS
207. PROFESIONAL DE VALLECAS
208. DE LA SOLANA
209. TOMADURA DE PELO
210. SOBRE LA MEMORIA
211. UN MAYORDOMO
212. UN CORAZÓN DE CARNE
213. SINIESTRO TOTAL
214. ME GUSTAN LAS URGENCIAS
215. SABIDURÍA ENCICLOPÉDICA
216. UNA AGUDA OBSERVACIÓN
217. LA SEÑORA ESTUPENDA
218. UN TRABAJO DE HÉRCULES
219. COMIDA EN LAS 3R
220. MIS AÑOS DE PROFESOR
221. UNA SINCERA DESPEDIDA
222. SE LE VE VENIR
223. TIEMPO Y TIEMPO
224. MANOLO, UN GRAN LECTOR
225. CUIDAR LAS APARIENCIAS
226. ANSIADA JUBILACIÓN
227. CHAVES NOGALES, RECUPERADO
228. CASI UNA OBSESIÓN
229. OLVIDARSE DE LA HISTORIA
230. MI BARRIO ES MI CIUDAD
PRÓLOGO
HE REUNIDO EN ESTE VOLUMEN las notas que he ido tomando y escribiendo, de manera poco metódica, desde 2018 a 2020. Unas veces me daba por escribir mucho; otras, he apuntado de manera telegráfica algunas cosas que me han servido después para recordarlas y elaborarlas. Como Fernando Pessoa, una referencia inevitable, «en estas impresiones sin nexo, ni deseo de nexo, narro indiferentemente mi autobiografía sin acontecimientos, mi historia sin vida», aunque reconozco que no soy tan pesimista como el autor portugués. Muchos meses de estos diarios transcurren en medio de la pandemia del COVID-19, pero los he vivido igual que tantísima gente: me he limitado a estar encerrado en casa, a trabajar online casi todo el día, a enterarme de cómo estaba mi madre, mi familia y mis amigos a través de las redes sociales y a leer lo que podía. Un rollo. Eso sí, durante esos meses evité de manera radical la obsesión televisiva y la radio. He intentado salvaguardar una cierta tranquilidad espiritual. Poco se habla de estos meses en estas páginas, a no ser referencias de refilón. Me sorprende que hayan salido después de esta experiencia —insólita, es verdad— tantos libros, la mayoría repletos de filosofía barata.
Desde hace ya muchos años, me atrae el género de los diarios y me gustan los escritores que escriben sobre sí mismos, bien en forma de autoficción o en libros de viajes y en ese tipo de libros tan original que forma parte del periodismo literario. En el fondo, carezco de imaginación para inventar historias alejadas o en las antípodas de la realidad. Prefiero agarrarme a lo que conozco, a mis experiencias, a lo que me ha pasado, y a partir de ahí que salga lo que salga. Como escribe Antonio Martínez Sarrión, un asiduo de la literatura memorialística: «Me gusta la ficción, pero me parece más verídica la persona que cuenta su existencia».
He leído de manera constante a autores de diarios clásicos y contemporáneos. Pero me convencen más los autores actuales, que han sabido dar al género una variedad literaria que ha liberado a los diarios de la agobiante y a veces prepotente presencia del yo. Los diarios clásicos, estilo el de Henri-Frédéric Amiel, excepcional, se ciñen demasiado a la vida del autor, que es el principio y fin de todo. En la literatura contemporánea, en la española, el escritor de diarios es más un observador de la realidad, aunque sea su realidad. Analiza las cosas de una manera más distante.
Tengo que reconocer mi gran afición por los diarios de Andrés Trapiello, para mí los que mejor resumen las potencialidades del diario actual. Sé que es muy leído y que ha hecho escuela. En mi caso también. No me extraña. Trapiello es una persona empapada de vida y de literatura y ha acertado en la consolidación de un narrador que es testigo y protagonista de lo que cuenta. Yo siento lo mismo que él: «La literatura sirve para la vida, nos enseña a mirarla, a comprenderla». Trapiello no está obsesionado con la ortodoxia del género, el famoso “pacto de lectura”, que parece ser la principal preocupación de otros escritores de diarios. También destaco a José Luis García Martín, autor de unos diarios cultos, directos, a menudo sangrantes y punzantes, donde la literatura y lo que la rodea es el principio y fin de sus entradas. He disfrutado con otros muchos autores, como Iñaki Uriarte, José Carlos Llop, José Jiménez Lozano, Enrique García-Máiquez, Miguel Sánchez-Ostiz, Guadalupe Arbona, Gabriel Insausti, Ignacio Peyró, José Mateos, Miguel d’Ors, Laura Freixas… y con los de Ricardo Piglia, Christian Bobin, Karl Ove Knausgard y los de Julio Ramón Ribeyro, quizás de los más conseguidos de todos, aunque no estoy de acuerdo con esta afirmación suya: «Todo diario íntimo nace de un profundo sentimiento de soledad. Soledad frente al amor, la religión, la política, la sociedad…».
Estos son, para mí, los autores que han dotado al género de la ductilidad de la que ahora mismo goza. El diario es un género de géneros en el que cabe absolutamente todo. En unos domina el ensayo filosófico, en otros el relato literario o las observaciones agudas sobre la vida y la literatura; caben también poesías, críticas literarias, aforismos, retratos, perfiles, anécdotas, estampas costumbristas, análisis sociológicos, ajustes de cuentas con el pasado y con el presente, hachazos contra el sistema y el mundo literario… Uno lee los diarios como se cruzan esos ríos donde alguien ha preparado un intermitente camino de piedras irregulares: ahora un salto para acá, otro más largo para allá, ahora me escurro y meto un pie en el agua, un pequeño salto mortal… Se pasa de una cosa a otra a gran velocidad, sin detenerse, sin explayarse, sin tener que contar todo y dar todas las explicaciones. Uno va dejando en el diario retazos de su vida, de su intimidad, de sus relaciones sociales, de sus opiniones literarias, de su manera de ver y juzgar el mundo. Unos solo miran para el interior; otros se desarrollan en el exterior. Unos se pasan el día encerrados en su mesa de trabajo diseccionando sus emociones; otros salen a la ventana a ver qué pasa. Pienso que en mi caso me gusta más salir a la ventana y hablar con el vecino que también ha salido a mirar o cotillear. Por eso me identifico con esta cita de Josep Pla, otro de mis escritores favoritos: «Tengo una tendencia al racionalismo matizada por la ironía».
En estos diarios hay muchas referencias a mis lecturas. No me dedico a eso, profesionalmente. Una vez que dejé la enseñanza en activo, gracias a la confianza de José Luis F. S., trabajo desde hace más de dos décadas en la comunicación de un sindicato, la Federación de Enseñanza del sindicato USO, una atalaya para analizar lo relacionado con el mundo de la enseñanza y los problemas de los profesores. Sobre todo por cuestiones políticas, me he saturado del tema educativo al comprobar lo difícil que es alcanzar un Pacto de Estado por la Educación para que los temas educativos no se conviertan en tráfico de intereses ideológicos por parte de los políticos, unos más que otros. Ahora mismo, visto lo visto, mi actitud es escéptica, realista y negativa: es imposible solucionar nada si todo sigue igual; y nada parece que vaya a cambiar (y si cambia es manifiestamente a peor). Seguiremos empantanados en los mismos conflictos educativos porque a una parte de los políticos le interesa imponer como sea su verdad, sin respetar la necesaria libertad de la sociedad y de las familias, como se está demostrando con la tramitación de la última ley de educación, la polémica LOMLOE. Las cuestiones generales relacionadas con la educación me aburren hasta la extenuación y prefiero centrarme, siguiendo el ejemplo de los libros de Rafael G. P., que sale a veces en estos diarios, en los problemas concretos que tienen personas y profesores concretos.
Un sindicato se basa sobre todo en la calidad de la atención individual de sus afiliados y simpatizantes, en proporcionarles soluciones para su situación laboral, en aportarles los medios específicos que necesiten para que puedan ejercer de la mejor manera posible su actividad profesional. A eso me dedico: informar sobre lo que les concierne y contar lo que hace el sindicato a nivel estatal y en las Comunidades Autónomas para mejorar de verdad el clima educativo. Pero tengo que reconocer que de esto apenas hablo en estos diarios porque mi trabajo es sota, caballo y rey. Lo único que destaco, y aquí lo quiero hacer de una manera muy especial, es la calidad del equipo humano de mis compañeros de trabajo en las oficinas de Madrid y en otros muchos lugares de España. Lo mejor de todo es el ambiente que se ha conseguido. Hay que valorar lo que uno tiene y el trabajo de Antonio, José Carlos, Paco, Imma, Carlos y Pablo es de una gran categoría y profesionalidad. Da gusto, de verdad. No creo que mucha gente pueda hablar así de su trabajo y de sus compañeros, que son para mí la clave del buen ambiente que reina en la Federación. Pero, salvo algún detalle, he dejado de lado mi actividad sindical en estos diarios.
He preferido centrarme, como decía, en mi principal afición: el mundo de los libros. Colaboro en diferentes medios con artículos y reseñas de libros. Leo lo que puedo e intento estar al día de lo que se publica. Con el paso de los años voy perdiendo fuelle y cada vez soy más selectivo. Ya veo venir al superventas clónico y a la novela descarnadamente mal escrita. He acabado un tanto agotado de leer muchas novelas de “usar y tirar”, productos de temporada, best seller basados no en la literatura sino en la moda y la sociología. A pesar de todo, encuentro todos los años muy buenos libros porque, como suelo repetir, lo mejor del mercado literario español es precisamente la riqueza, extensión y variedad de ese mercado y esa industria. Hay de todo, bueno, malo y regular. Pero sigue habiendo muchos libros, más de los que parece, todo es cuestión de descubrirlos, que consiguen sorprender y transmitir calidad y buena literatura. Por eso tengo que advertir que no soy un profesional de la crítica, aunque lleve años escribiendo en algunos medios. La literatura es, pues, uno de los platos fuertes de estos diarios.
En principio, este iba a ser el hilo conductor, pero cuando llevaba ya escritas muchas entradas, me he dado cuenta de que el hilo conductor había cambiado. Y de ese cambio viene el título del libro: La suerte de conocerte. Tanto en el trabajo como en mi vida familiar, personal, vecinal… he tenido la gran suerte de encontrarme con mucha gente con cuyo trato se hace uno mejor. Quizás sea mi mirada literaria, que convierte lo que tengo alrededor en personajes de una novela o de un libro de diarios, pero lo cierto es que me encuentro rodeado de personas interesantes que poseen una envidiable actitud ante la vida. Nunca van a salir en los telediarios ni en las revistas, pero transmiten un sentido profundo de la existencia y de la amistad, cada uno a su manera. Ahí está X (Equis), del que hablo en estos diarios; Goyo, Pepe, Jaime, Reyes, Marga, Antonio, Emilio, Paco, José Manuel, Carmen y tantas y tantas personas que, escribiendo sobre ellas, he descubierto aspectos inéditos no solo de su vida sino también de la mía.
Y también tienen su peso en estos diarios algunas referencias de mi barrio, Vallecas, zona de resonancias populares y, por desgracia, a veces conflictivas. Vallecas es el lugar en el que he crecido, estudiado y trabajado; donde me he desarrollado y he conocido a la gran mayoría de las personas que entran y salen en estos diarios.
Adolfo TORRECILLA
Noviembre 2020
1. DEAMBULANDO POR VALLECAS
No suelo hacer mucho caso a lo que me recomienda Jaime, el enfermero del Centro de Salud de Martínez de la Riva al que voy muy de vez en cuando para que me eche una bronca por el colesterol y la tensión. No le hago caso en nada: ni en la comida —las puñeteras cinco pequeñas comidas al día se han convertido en una utopía—, ni en la necesidad de hacer ejercicio físico. El paso de los años, las lesiones, las secuelas, el cambio de trabajo me han llevado a una vida sedentaria, con escasas posibilidades de movimiento. Solo me muevo por las mañanas —el recorrido del metro al trabajo— y algunas veces al mediodía o por la tarde, cuando me vengo andando cruzando el Retiro hasta Atocha o Menéndez Pelayo, recorrido que, por cierto, nunca defrauda, pues el Retiro no es un parque unívoco sino que se va adaptando al fluir de las estaciones. Eso sí, el Retiro tiene un soberano peligro, y más si voy con Antonio hasta Atocha: el albariño del nuevo Florida Park.
Han arreglado bastante bien las instalaciones, aunque para mi gusto algunas cosas son quizás demasiado modernas, como los camareros, las raciones y los aperitivos. Antes, el Florida era un almacén casposo para turistas tópicos que querían que se les enseñase lo obvio y trillado de Madrid y de España, sin complicaciones. Ahora está totalmente reformado. Han hecho un impresionante restaurante (caro), que incluye una coqueta sala de fiestas; también un bar de diseño (el de los albariños) y unas terrazas/chiringuitos donde pueden comprarse diferentes raciones y tapas para comer y acompañar. Me resulta casi imposible pasar de largo cuando voy acompañado y en el bar, o en las terrazas, tomamos un Ribera del Duero y un albariño acompañado de raciones bastante engañosas y caras para lo que ponen. Antonio, que conoce muy bien Granada, donde han vivido sus padres, siempre dice que la desgracia de ese bar es que no haya tomado como modelo los bares de Granada: si ya se forran (por el palo que te meten), se forrarían todavía más si tuviesen esas raciones y tapas.
Como decía, no hago caso a Jaime, el enfermero. Me dice que tengo que salir a andar todos los días una hora. Me gusta mucho mi barrio, el Puente de Vallecas, pero tengo que reconocer que no es precisamente un lugar para hacer turismo urbanita, ni para pasear melancólicamente, ni para solazarse con rincones bucólicos. No tiene, además, muchos sitios para pasear, salvo el consabido Bulevar, la Plaza Vieja y las calles más importantes, como la avenida de la Albufera, Peña Prieta, Monte Igueldo o Arroyo del Olivar. Sin embargo, para hacerle caso, he salido a pasear en alguna ocasión, paseos en los que te da tiempo a palpar la atrayente vulgaridad en la que uno, sin darse cuenta, está sumergido.
Suelo tirar por Monte Igueldo adelante, en dirección a Entrevías. Prefiero esta zona, más cercana a mi casa, a las también abigarradas calles que rodean Peña Prieta. Para pasear, intento esquivar el Bulevar. A esas horas, tanto el Bulevar como la Plaza Vieja, por lo general, están repletos de gente muy variada: señoras mayores, gente joven con perros, reuniones en las numerosas terrazas, personas que vienen de comprar del Mercado y muchos sudamericanos —que mi hermano Antonio llama “erasmus”—, que se concentran alrededor de los diferentes bancos que hay desplazados a lo largo del paseo. Al principio del Bulevar, al lado del Centro de Mayores, está la estatua de la vieja rockera. Y si cruzas Puerto Alto, pegado a lo que antes era una Casa de Socorro, hay una pequeñísima plazuela que a primeras horas de la mañana, en torno a las ocho, solía convertirse en centro de reunión de los que Javi, un amigo, llama las “Viejas Glorias”. Muy cerca debe haber un centro para toxicómanos a los que se les atiende y proporciona algo de metadona, aunque no lo sé seguro, pero tiene toda la pinta. Apenas hay jóvenes entre los que están sentados y amontonados en los bancos, tomando ya las llamadas yonkilatas de cerveza. Todos están de vuelta de la vida, con mucho recorrido lumpen a sus espaldas, con cicatrices que han hecho mella en su físico y en sus articulaciones. Un espectáculo triste que debería servir para que los que coquetean con las drogas de manera frívola y superficial —“yo controlo”— vean cómo pueden acabar. Este mismo espacio recoge los fines de semana a muchos borrachos que duermen en los bancos y a otros, en grupo, casi siempre sudamericanos, que todavía comparten las últimas litronas o lo que sea que están bebiendo. El otro día, estaban cinco o seis en un banco dando tumbos y cantando canciones de iglesia.
Monte Igueldo (el nombre es de 1952; antes se llamó avenida de José Antonio, Nicasio Méndez y a principios del siglo XX calle de la Amistad) siempre ha sido una calle populosa, con muchos comercios y hasta tiendas de moda de prestigio —como superviviente queda Modas Martínez— y zapaterías, sobre todo al principio, a la altura del Mercado, como la que existía de Los Guerrilleros, la más famosa de todas. A medida que avanzas, solo quedan algunas tiendas de barrio y bares que abren y cierran a una velocidad de vértigo (al lado de mi casa hay uno que lleva un chino muy espabilado), aunque se mantienen algunos muy sobresalientes, como Bodegas Frutos, que lleva abierto desde 1935. Conocí este bar hace muchos años gracias a José María G. M., profesor también del colegio que había nacido justo enfrente del bar, y su mujer, Pepi, un par de calles más atrás (cuando me vine a vivir a esta zona, veía a veces en la ventana de su casa y en el portal a la madre de Pepi y a veces coincidía con su hermano Ángel). Solíamos ir a Frutos después de los partidos de fútbol sala. José M. era nuestro prestigioso y revolucionario entrenador, con unos métodos y tácticas que deberían figurar en todos los manuales de entrenadores y que se condensaban en su sabia y repetida estrategia: «Todos para adelante, a ver si metemos gol; después, todos para atrás, para que no nos lo metan».
En la calle Monte Igueldo, por supuesto, había también un “Guarro”, el Penedillo, modalidad de bar/tasca que proliferan como hongos libertarios en los barrios populares (y escenario de encuentros románticos, como me contó Pablo L. que le pasó a él, aunque no parece el sitio más apropiado).
En esta zona conviven los viejos del lugar, ahora más viejos que nunca, con una fuerte presencia de inmigrantes, especialmente sudamericanos y árabes y una exquisita minoría de africanos y chinos. No he contado las peluquerías que hay, pero se reproducen por las noches, lo mismo que las fruterías, aunque no todas acaban encajando y cierran a las pocas semanas. También hay tiendas de móviles, de moda, ferreterías, estancos, lavanderías, doner kebap, locutorios, un negocio de alquiler de vídeos, algún tattoo, comercios de ropa y muebles de segunda mano, peluquerías para todos los gustos (el otro día vi que en una de ellas han metido hasta una mesa de billar), inmobiliarias, pastelerías, arreglos de ropa, gestorías, una carnicería árabe y varios supermercados de barrio. Últimamente han abierto diferentes restaurantes árabes y sudamericanos. Y hay varios comercios de chinos. En los últimos años, han cerrado muchos locales, algunos emblemáticos, como la discoteca en la que se reunían heavys próximos al Imserso. En algunas calles laterales hay una mezquita doméstica y una iglesia evangélica.
Casi al final de la calle permanece cerrado un sitio que merecería la pena se volviese a abrir. Está decorado con azulejos históricos y era en su tiempo el colmado de comestibles y licores de José Luque. Cerca, el bar Paulino. Y un colegio concertado, el San José, que realiza una gran labor en el barrio. Enfrente, unas pistas de deportes municipales y casi esquina con la avenida de San Diego, una gasolinera de las de antes, de las que te ponen la gasolina los empleados, como a mí me gusta. Próximo, el bar La Perla, otra institución. A los lados de Monte Igueldo, muchas calles pequeñas, reiterativas, sin apenas personalidad, con nombres apropiados para pasar desapercibidas, como Juan Navarro, Felisa Méndez, Teresa Maroto, Emilio Raboso, Eduardo Sanz o Lozano. En la calle Ramón Calabuig tengo el mecánico —hay muchos por la zona— y hay también un gimnasio de artes marciales, una de las especialidades de Vallecas. La calle Monte Perdido siempre ha tenido solera; esquina con Cachero tiene un bar-restaurante de calidad y estilo, La Cervecera, muy frecuentado. Luego, calles con nombres de puertos, siempre un recurso que viene bien para dar unidad a calles que no arrastran ninguna historia, como Puerto de la Mano de Hierro, Almansa y Pico Cebollera, y varios nombres que tienen una alegre sonoridad exótica: Quijada de Pandiellos.