Loe raamatut: «Los grandes mitos de Occidente»

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© del texto y las ilustraciones: Ana-Grace Avilés Martínez

© de la fotografía: Michelle Pacheco Martínez

© diseño de cubierta: Equipo Mirahadas

© corrección del texto: Equipo Mirahadas

© de esta edición:

Editorial Mirahadas, 2021

Fernández de Ribera 32, 2ºD

41005 - Sevilla

Tlfns: 912.665.684

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www.mirahadas.com

Primera edición: febrero, 2021

ISBN: 978-84-18649-80-6

Producción del ePub: booqlab

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o scanear algún fragmento de esta obra»


A mi hija, con gratitud y cariño

Índice


Compendio

El estado de nuestro Planeta Tierra

El ser humano en el mundo

Las sociedades humanas

Los sistemas socioculturales

Occidente

Civilización

Mito número 1

Mito número 2

Mito número 3

Mito número 4

Mito número 5

Mito número 6

Mito número 7

Mito número 8

Mito número 9

Mito número 10

Mito número 11

Mito número 12

Mito número 13

Mito número 14

Mito número 15

Mito número 16

Mito número 17

Mito número 18

Mito número 19

Mito número 20

Mito número 21

Mito número 22

Mito número 23

Mito número 24

Mito número 25

Mito número 26

Mito número 27

Mito número 28

Mito número 29

Mito número 30

Mito número 31

Mito número 32

Mito número 33

Mito número 34

Mito número 35

Mito número 36

Mito número 37

Mito número 38

Mito número 39

Mito número 40

Mito número 41

Mito número 42

Mito número 43

Mito número 44

Mito número 45

Mito número 46

Mito número 47

Mito número 48

Mito número 49

Mito número 50

Mito número 51

Mito número 52

Mito número 53

Mito número 54

Mito número 55

Mito número 56

Mito número 57

Mito número 58

Mito número 59

Mito número 60

Mito número 61

Mito número 62

Mito número 63

Mito número 64

Mito número 65

Mito número 66

Mito número 67

Mito número 68

Mito número 69

Mito número 70

Mito número 71

Mito número 72

Mito número 73

Mito número 74

Mito número 75

Mito número 76

Mito número 77

Del pensamiento dualista a la comprensión sensible del Todo

La vigencia del mito

La leyenda del colibrí

Epílogo

Documentos de consulta

Tabla de materias

Compendio


En este libro se han recopilado y analizado un vasto número de creencias gracias a las cuales ha sido edificada la mitología de la modernidad; esas creencias sirven para describir, sostener e incluso defender, el desarrollo y el progreso de un tipo de sociedad concebido en Occidente desde épocas remotas. El análisis de los mitos de Occidente, aquí enumerados, nos permitirá entender la pertinencia y la profundidad de las críticas que se han hecho, desde siempre, a ese modelo. La deconstrucción de la mitología occidental nos abrirá el camino hacia otros paradigmas con el fin de inspirar en cada lector, en cada lectora, ideas distintas ligadas a formas de vida diferentes, sin duda posibles, y, sobre todo, deseables, en este período de finales de civilización.

Buena lectura.

Introducción.
El estado de nuestro Planeta Tierra


El pacto por un suicidio global

El hombre occidental, tomando las palabras de Descartes como consignas, se ha creído en el deber de dominar a la Naturaleza y no ha parado de someterla y de someter todo lo que proviene de ella a cada uno de sus caprichos. Hoy, sin embargo, se pueden mirar las cosas desde otras perspectivas; la tecnología actual nos permite ver lo que Descartes y sus congéneres eran incapaces de observar. Gracias a las numerosas imágenes que circulan en la red, podemos ser testigos de lo que el modelo occidental provoca: sobre las aguas del océano Pacífico flota una isla artificial de ¡100 millones de toneladas de basura! Es más grande que la isla de Cuba; esa isla de 4,5 millones de kilómetros cuadrados, es el resultado del modelo industrial del desperdicio y de lo desechable, de la obligación cotidiana de botarlo todo para volver a comprar, para que las industrias del mundo sigan fabricando aquello que nos sentiremos en la obligación de tirar el día de mañana, todo bajo el pretexto de generar riquezas para que funcione la economía.

El crecimiento económico se funda sobre los recursos naturales que parecían, hasta hace unas décadas, ser fuentes inagotables, eternas. Ese modelo económico basado en el consumo está llevándonos hacia un desastre enorme. Los gobernantes y poderosos del mundo, en su gran ignorancia, siguen pactando por un suicidio global y, al parecer, aún no han podido darse cuenta. Ese modelo de sociedad, ese sistema, ese mundo no son solamente una terrible amenaza para las generaciones futuras, ese sistema es injusto también para la gente de hoy, negativo y malsano incluso para aquellos que detentan el poder y dominan. A muchos les cuesta entender que son gigantes montados sobre torres de arena; a muchos les cuesta creer que nosotros y nosotras, los seres humanos, no somos si no una parte muy pequeña del inmenso tejido natural del ecosistema y que no podremos sobrevivir sin naturaleza porque somos naturaleza. A muchos les cuesta entender que la tecnología, tan moderna y avanzada, no habría podido ser inventada sin la observación humana del mundo vivo y, sin mundo vivo, no habrá más ni humanidad ni tecnología.

Muchísimos estudios, de muchísimos investigadores y científicos de muchos países del mundo y de varias disciplinas, afirman el carácter preocupante del estado de nuestro Planeta Tierra y de su biosfera. ¿Tendrá que ocurrir un drama para que los seres humanos logren restablecer contacto con su propia sensibilidad y volverse paradójicamente «humanos»? ¿Tendrá que suceder una catástrofe para que surja un cambio real? ¿Tendrán que estallar muchas más guerras para que sintamos el deseo de vivir como seres vivos en este mismo Planeta?

El final de esta era

Las tragedias que podemos evitar y las injusticias que somos capaces de reparar tendrían que mantenernos alerta. Estamos asistiendo al final de un mundo, no del mundo, estamos presenciando el final de una civilización, de un tipo de sociedad, de un sistema; eso nos obliga a cuestionar todas las creencias, todas las certezas, todas las representaciones mentales, todas las ideas, todos los conceptos. Examinar cada una de las creencias puede conducirnos a maneras muy distintas de comportamiento.

Los colibríes

Un estudio realizado en los primeros años del siglo XXI por sociólogos y antropólogos de la universidad de Michigan en los Estados Unidos de América, consistió en preguntar a un número de personas sobre sus valores. Los investigadores que realizaron el estudio notaron que, además de la gente que vive totalmente sumergida en la corriente dominante —publicitada y difundida por los medios masivos de información— hay gente que vive de modos muy diferentes. A estas personas las llamaron «mutantes», en este libro hemos preferido llamarles «colibríes», ya veremos más tarde por qué. Lo que más atrajo la atención de los investigadores de tal estudio, es que aquellos «colibríes» habían pasado a la acción dado que sus hábitos de vida cotidianos eran la puesta en práctica de sus maneras de pensar1.

La célula de prospectiva de la comisión europea, a principios del año 2000 realizó el mismo estudio, constatando a su vez que había un buen número de «colibríes» en Europa, en una proporción similar a la encontrada en los EE. UU., es decir, alrededor del 20 % del total de la población2. Sorprendidos con tales resultados, los investigadores quisieron saber por qué esas personas no habían creado un nuevo partido político, el partido de los «colibríes». Las personas interrogadas respondieron diciendo que no se puede reemplazar un sistema con las mismas reglas que ese sistema utiliza: «Si creásemos un partido político, caeríamos en la lucha egocéntrica de poder y nos perderíamos. Lo único que podemos hacer es dar testimonio de nuestras convicciones al interior del entorno en el que vivimos, siendo testimonios vivos de nuestras ideas. No queremos ser solamente teoría, queremos ser la encarnación misma de nuestros principios y valores, contagiando poco a poco al resto, en las sociedades en las que vivimos»3 4.

Aquellos que vivimos distinto sabemos que el sistema industrial sometido a las máquinas y al mercado, no durará eternamente. El 20 % de la población mundial sabe que los seres humanos deben utilizar su inteligencia no para dominar la naturaleza, sino para aprender a vivir en ella. Vivir mejor con la naturaleza es vivir mejor consigo mismo, consigo misma, porque los seres humanos somos naturaleza. Los seres humanos suelen sentirse mal consigo porque sus valores son en general animados por el miedo, por la necesidad de protegerse y, en consecuencia, por la necesidad de poseer, de controlar, de dominar. Un mundo basado en valores ligados a la confianza no posiciona a los seres humanos al exterior ni debajo ni por encima de la naturaleza, sino al interior mismo de ella, porque de ella somos y ella nos hace, sin naturaleza no hay humanidad posible, de ella hacemos parte, somos naturaleza. No se puede vivir en solitario, es por eso, que sería maravilloso que todos los colibríes del Planeta lograran comunicarse, aún mejor sería que los colibríes del mundo logren inspirar y transformar a todas aquellas personas que detentan poder, tarea difícil…

Vivimos una era de cambios profundos en las creencias y representaciones sobre la sociedad y sobre aquello que la gente piensa y siente de sí misma. No estamos asistiendo al final de un tipo de sociedad, sino a una transformación más profunda, estamos presenciando el final de la civilización. Cuestionarnos nos hará parte del cambio, sin embargo: ¿qué cuestionar?, ¿por dónde comenzar?, ¿qué pensar?, ¿qué decir?, ¿qué hacer?, ¿qué sabemos de nosotras y de nosotros mismos?, ¿quiénes somos?, ¿cómo somos?, ¿cómo es el mundo en el que vivimos?, ¿cómo son nuestras sociedades?, ¿de dónde hemos venido y hacia dónde vamos?, ¿qué es lo que nos ha llevado al punto en el que estamos ahora? Estudiemos cada una de estas preguntas detenidamente.

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1 Janssen, 2013. Ver además: http://www.worldvaluessurvey.org/ «World Values Survey» Valores y cambios culturales en las sociedades de todo el mundo.

2 Ídem, 1. Se puede visitar el sitio: http://www.europeanvaluesstudy.eu, de la « Association pour la recherche sur les systèmes de valeurs », ARVAL, Asociación para la Investigación sobre los Sistemas de Valores, que está formada por un grupo de educadores e investigadores en ciencias políticas y sociología de diferentes universidades y laboratorios de toda Francia. Cada nueve años realizan una gran investigación a través de cuestionarios que son titulados: «Los valores de los franceses». Estas investigaciones se insertan al interior de un conjunto más grande sobre lo que han llamado: «Los valores de los europeos». El mismo cuestionario es utilizado en cada país, lo que permite lograr comparaciones muy interesantes. De una temporada a la otra, el cuestionario es, en gran parte, el mismo para identificar los cambios de valores a través de los años: http://valeurs-france.upmf-grenoble.fr

3 Ibidem, 1.

4 El número especial de la revista Futuribles N.º 200 de julio de 1995 se consagró al estudio titulado, «L’évolution des valeurs des européens», La evolución de los valores de los europeos. Estudios sobre el mismo tema fueron publicados en julio de 2013 por la revista Futuribles International N.º 395 en cooperación con la Asociación para la Investigación sobre los Sistemas de Valores, ARVAL: http://www.futuribles.com/fr/base/revue/200/levolution-des-valeurs-des-europeens-numero-specia/

El ser humano en el mundo


El mundo

El filósofo italiano Gramsci en la década de 1930 afirmaba vivir en una época muy extraña, en la cual el antiguo mundo estaba muerto, pero el nuevo tardaba mucho en venir y en ese contexto se produjo la Segunda Guerra Mundial. La catástrofe es un imperativo que nos empuja a reconocer que somos y hacemos parte del lugar en el que vivimos. Se ha podido demostrar a través de estudios antropológicos que después de una catástrofe las víctimas vuelven al lugar del drama o que, inclusive, se quedan allí. Durante una catástrofe y después de que ocurra, la gente busca espontáneamente las maneras de rehacer su mundo, eso sucede de modos muy concretos: construyendo lugares de refugio, buscando alimentos, buscando agua. Se hace mundo cada vez que construimos un sistema en el cual podemos existir. Los seres humanos necesitamos un mundo para existir, si por mundo entendemos el lugar en el cual nos es posible desenvolvernos; hacer mundo significa encontrar maneras para interactuar con la vida, con los seres y las cosas que hacen parte de nuestro entorno. Quienquiera que fuera, en una situación dramática, no se abandona a la suerte, no se deja morir cuando se siente necesario, cuando se siente útil porque sentirse parte de un todo, de un grupo, de un lugar, de un ecosistema, permite retomar aliento para mantenerse en vida.

La realidad y la memoria

Nuestros cerebros sintetizan y reconstruyen la información percibida por cada célula de nuestros organismos. Aquello que solemos llamar realidad es algo subjetivo, lo real no son las cosas que percibimos, ni los sucesos que vivimos y que se impregnan en nuestras memorias, porque la experiencia es algo que se construye y reconstruye continuamente. Nuestra realidad es una realidad entre muchas otras; los seres humanos no podemos, por dar un ejemplo, ni ver los rayos ultravioletas, ni escuchar ultrasonidos. En la memoria de cada ser vivo se construye y se reconstruye información, es por eso por lo que cuando los recuerdos vuelven a la consciencia, nunca son lo que fueron. Todo va transformándose, todo está en constante movimiento, así es como toman forma en nuestras mentes uno u otro concepto, así toma forma la realidad que conocemos y que somos capaces de concebir.

Investigaciones actuales han demostrado que en el interior de un cerebro hay tanta información que se necesitan índices para encontrar lo que se busca; una fotografía, por ejemplo, puede ayudarnos a traer a la memoria consciente un evento remoto que será recordado gracias a las imágenes que se observan. La memoria nos ayuda a conservar recuerdos y a evocarlos, pero sobre todo nos ayuda a sintetizar información porque la memoria es también olvido. Todo organismo vivo se halla expuesto a muchísima información, al sintetizar la información, la memoria guarda solamente una parte, esto sucede de manera inconsciente y constante.

Para poder recordar es necesario ser capaces de sintetizar información, eso significa que es necesario que la memoria esté en la capacidad de seleccionar tanto eso que será recordado como aquello que deberá olvidarse, tal como se hace con las imágenes tomadas por una cámara fotográfica numérica. Con el fin de conservar el computador en estado eficiente es necesario proceder a una selección, de imágenes en el caso de las fotografías, conservando unas y borrando otras; un exceso de información almacenada hace que el computador deje de funcionar. Ese trabajo de síntesis y de organización es muy útil para poder hacer uso de la información almacenada, tanto en el caso de un computador como en el caso de un cerebro vivo. Sin embargo, antes de la invención y de la fabricación de los computadores, los documentos escritos, los documentos impresos, los libros, las revistas… funcionaron, y todavía funcionan, de la misma manera. Para sintetizar es necesario organizar, la organización implica conservar, pero también conlleva la capacidad de eliminar excesos. Para recordar algo, es necesario olvidar; cuando algo se recuerda, algo más ha debido de quedar en el olvido.

Las representaciones mentales

Toda representación mental es el resultado de una abstracción del entorno, dicha abstracción se reconstruye inmediatamente en el cerebro para ser interpretada. Los seres humanos aprendemos a leer las imágenes del mundo que nos rodea mucho antes de aprender a leer las letras, las palabras y las frases que hacen parte de nuestras respectivas lenguas. Ambas lecturas suceden gracias al mismo mecanismo: cualquier imagen, cualquier objeto, cualquier cosa, refleja la luz del sol que no absorbe, esa luz se impregna en las retinas de nuestros ojos, lo que despierta una serie de reacciones en cadena que permiten la construcción de representaciones mentales, de percepciones, ideas que surgen en nuestras conciencias. Nuestro cerebro no solamente percibe formas, colores y matices, también percibe temperaturas, distancias, sonidos, contornos, profundidades, volúmenes y todas las características que nos permiten conocer y reconocer uno u otro tipo de objeto, señal, fenómeno, suceso5.

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5 Ameisen, 2012.

Interpretar el mundo

Gracias a nuestras experiencias, base fundamental del aprendizaje, podemos y damos sentido a los estímulos constantes que recibimos del entorno. Mientras nuestros ojos miran, nuestros otros sentidos están a su vez percibiendo sonidos, sensaciones, olores, sabores, etc. Al contrario de lo que sentimos conscientemente, nuestros ojos no ven los objetos, ni entienden los sucesos, de modo directo. Ver un objeto, aprehender un suceso, es el resultado de una traducción cerebral. Nuestras mentes interpretan en formas, texturas, colores, etc., los rayos de luz que impactan en nuestras retinas, de manera que, al mirar —sin darnos cuenta conscientemente—, pintamos de colores el mundo que nos rodea, le damos además temperatura, textura, sonido... le damos también significados distintos. Ver el mundo es una operación de extracción y de reconstrucción compleja de una serie de formas, de volúmenes, de sombras, de colores, de matices, de movimientos, de superficies, de contornos... Percibimos todo eso y más, en momentos distintos, con luces diferentes, al interior de contextos versátiles que están en movimiento6.

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6 Ídem 5.