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1.1.2. La globalización, proceso histórico actual de los Estados

Dado el carácter histórico del Estado, comprenderlo en la épica contemporánea requiere actualizar los planteamientos de las perspectivas teóricas a la luz de uno de los procesos más importantes de la actualidad: la globalización. Con fines analíticos, se puede entender a la globalización en diferentes sentidos. Por un lado, se le suele referir como un proceso histórico inacabado de integración entre los países del orbe. De acuerdo con Mauricio Lascurain y Jesús López, el mundo ha vivido diferentes etapas de la globalización.19 La primera data de 1870 a 1914. Así, se puede remontar

al trabajo de muchos intelectuales del siglo XIX y principios del XX, desde Karl Marx y sociólogos como Saint-Simon, hasta especialistas en geopolítica como MacKinder, los cuales reconocieron que la modernidad estaba integrando al mundo.20

En tanto proceso histórico, el doctor Nayef Al-Rhodan define a la globalización como “un proceso que engloba las causas, curso y consecuencias de la integración trasnacional y transcultural de las actividades humanas y no humanas”.21 En esta primera acepción se puede reconocer que, al ser un proceso, no remite a un fenómeno acabado, finito o estático, sino a uno en permanente construcción. Por ello, el autor relaciona la globalización con los fenómenos que se vinculan con la integración de los países.

Siguiendo a Al-Rhodan, entre los acontecimientos que favorecen a la globalización pueden aludirse a una serie de fenómenos acontecidos durante la segunda mitad del siglo XX. Particularmente, la globalización comenzó a adquirir sus características actuales desde la década de 1960, tanto en debates académicos como en espacios institucionales.22 A partir de entonces y con el fin de la Guerra Fría, cada vez más, en el sistema internacional comenzaron a ganar importancia espacios de concertación y organismos supranacionales, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU). De igual modo, se intensificó con políticas económicas de apertura de mercado, popularizadas con las administraciones de Margaret Thatcher y Ronald Reagan en la década de 1980.23 Estas situaciones maximizaron la integración de los países.

A partir de tales acontecimientos, se puede precisar que la globalización es un proceso histórico con características particulares. Al respecto, se puede retomar la propuesta de Bokser y Salas-Porras, para quienes este fenómeno tiene un carácter multifacético, multidimensional y contradictorio.24

En esencia, las autoras advierten la complejidad inherente a la globalización contemporánea. Por un lado, implica los diferentes ámbitos —como el político o el económico— que ya se perfilaban desde 1960. Por otro, implica tanto a instituciones nacionales como internacionales. Finalmente, puede tener consecuencias no intencionadas.

Con base en lo anteriormente expuesto, para la presente investigación, a la globalización se le entiende como un proceso complejo, histórico e inacabado que, en su etapa contemporánea, tiene un alcance multidimensional —pues un mismo fenómeno puede impactar en diferentes niveles, como el local, nacional o global—, un carácter multifácetico —dado que se despliega en aspectos económicos, políticos y socioculturales—25 y de consecuencias contradictorias —ya que algunas medidas consideradas positivas en un nivel y ámbito, como lo global y lo económico, tienen repercusiones adversas en otro, como en lo local y lo cultural—. Cabe precisar que no se trata de atributos mutuamente excluyentes, sino convergentes, dado que la globalización es un proceso complejo. A continuación, se expresa el sentido de cada atributo, así como su relación con el Estado.

Con respecto de su alcance multidimensional, es uno de las características más controversiales de la globalización para los teóricos del Estado. Como se revisó, bajo la modernidad, esta institución política fue definida a partir de elementos como la territorialidad y la soberanía. Sin embargo, la globalización altera este orden por su alcance, dado que los fenómenos bajo este periodo histórico son extraterritoriales. Por tanto, los problemas sociales bajo la globalización tienen “un carácter indeterminado, ingobernable y autopropulsado de los asuntos mundiales; la ausencia de un centro, una oficina de control, un directorio, una agencia general”.26

En las relaciones internacionales, se ha planteado el concepto de porosidad de las fronteras para explicar esta situación. Con este término, se alude al hecho de que “las fronteras territoriales tienden a ser más porosas, pues los fenómenos son cada vez más transnacionales”.27 En esencia, lo poroso se trata de una metáfora para expresar el hecho de que el alcance de los fenómenos trasciende a las fronteras territoriales de los Estados. En términos epistemológicos y prácticos, se trata de un reto para los Estados-nación, ya que implica abandonar los límites territoriales como una característica distintiva —adoptada desde la Paz de Westfalia en 1648—. Por el contrario, los Estados actuales apuestan por la integración regional y la cooperación internacional como principios de política exterior,28 gracias a que los problemas y retos de los países cada vez más trascienden sus fronteras e implican a otros actores. Con esto, es posible advertir que los Estados apuestan por defender sus intereses y soberanía al reconocer el alcance multidimensional de los fenómenos contemporáneos.

En buena medida, la asimilación de principios como la integración y la cooperación regional implica el reconocimiento de uno de los ámbitos sobre los que se despliega la globalización: el político. Bajo esta faceta de la globalización, se alude al hecho de que la política ya no se realiza solo en el Estado, sino de manera multilateral. Por algún tiempo, se pensó lo contrario. Esto quiere decir que, bajo la globalización, la actividad internacional se desarrollaba bajo una suerte de des-orden mundial, ya que no había un régimen político para reglamentar los flujos sociales y económicos que acontecieron desde finales del siglo XX.29

Sin embargo, actualmente, se puede comprender que hay toma de decisiones entre diferentes Estados, bajo un sistema de relaciones internacionales, en el cual hay actores y estructuras para desplegar procesos de concertación multilateral.30 Justamente, este régimen de política internacional es lo que atrapa el aspecto político de la globalización; o sea, la interacción de un Estado con otro, a partir de ciertos mecanismos, organismos y reglas. A partir de esta relación, los países definen su política interna, de manera armónica con la comunidad internacional.

Por otro lado, el aspecto económico de la globalización implica apertura de mercados e intensificación de intercambios comerciales a nivel internacional.31 Así, “la globalización económica representa el fin del Estado como el principal regulador de la actividad económica y del mismo mercado”.32 Como se advierte, la administración de la economía se trata de otro de los aspectos que se le despoja al Estado-nación. En su lugar, toma protagonismo la defensa del libre mercado, a través de la reducción de barreras arancelarias entre países, en aras de intensificar las relaciones comerciales.33 34

Al interior del Estado, la dimensión económica de la globalización implicó una serie de reformas para modernizarlo. Con esta idea, se alude a abrir la economía nacional a capitales internacionales. Como se mencionó con anterioridad, el Estado se encargaba de abastecer servicios sociales. Así, con la entrada de inversionistas extranjeros, se replegó el Estado de bienestar en aras de incentivar la participación de capitales privados. Asimismo, su entrada en la administración de servicios permitió que se implantaran principios de gestión racional de recursos, como la eficacia y la eficiencia, en los planes y programas del Estado.35

También, la globalización se despliega en un ámbito sociocultural. Con esta idea, se ha reconocido que este proceso histórico ha dado paso a revalorizar las minorías identitarias, en lugar de privilegiar un ethos cosmopolita.36 Así, se ha dado paso a privilegiar las diferencias dentro de un mismo territorio. De este modo, se puede entender que bajo la globalización se ha dado paso a crear “vínculos y espacios sociales transnacionales, revaloriza culturas locales y trae a un primer plano terceras culturas”.37

Para los Estados-nación, el aspecto sociocultural implica otro cambio fundamental. Bajo la modernidad, estos buscaron legitimarse al recurrir a la nación. Sin embargo, bajo la globalización, se han podido privilegiar las diferentes naciones que habitan dentro de un mismo territorio. Por lo que, autores como Bokser y Salas-Porras plantean la idea de que los Estados requieren entenderse como multinacionales. 38

Finalmente, se puede decir que los fenómenos que acontecen bajo el periodo de la globalización tienen efectos contradictorios. Con esta idea, se alude al hecho de que no hay un solo sentido en las consecuencias de la integración de los países. Con una serie de ejemplos, Zygmunt Bauman refiere que

Lejos de homogeneizar la condición humana, la anulación tecnológica de la distancia de tiempo y espacio tiende a polarizarla. Emancipa a ciertos humanos de las restricciones territoriales a la vez que despoja al territorio, donde otros permanecen confinados, de su valor y su capacidad para otorgar identidad. Para algunos augura una libertad sin precedentes de los obstáculos físicos y una inédita capacidad de desplazarse y actuar a distancia. Para otros, presagia la imposibilidad de apropiarse y domesticar la localidad de la cual tendrán escasas posibilidades de liberarse para ir a otra parte.39

En esencia, la experiencia de la globalización no es única. Por el contrario, cada elemento que se entremezcla puede llevar consecuencias adversas para otros actores, en un nivel y ámbito distintos. Esta idea ha sido una de las más importantes para comprender la desigualdad social en regiones como Latinoamérica. Así,

La primera globalización y la crisis de la deuda de los años 1980 han generado efectos distributivos desfavorables para los países latinoamericanos, como también lo han hecho los impactos iniciales de la liberalización económica de fines del siglo XX.40

En esencia, los procesos de apertura económica de países como Estados Unidos e Inglaterra no se tradujeron en beneficios positivos para esta región.

1.1.3. Problemas de legitimidad y crisis de gobernabilidad del Estado en la globalización

Al comprender la globalización como el proceso histórico bajo el cual se ciñen los Estados contemporáneos, se pueden identificar cambios fundamentales en la concepción moderna que se desarrolló de esta institución. Por un lado, su alcance multidimensional desancló al Estado de los límites territoriales y lo introdujo a una dinámica de integración con la comunidad internacional. Asimismo, el aspecto político de la globalización evidencia que la toma de decisión de política interna ya no es producto de la voluntad de clase política, sino que también emerge de la concertación multilateral.

Por sobre todo, los aspectos económico y sociocultural de la globalización despojaron al Estado de dos de sus principales fuentes de legitimidad; a saber, la administración económica y la nación. Por un lado, la apertura de mercado no solo permitió intensificar los intercambios comerciales de un Estado con el exterior. También implicó la entrada de actores de la iniciativa privada en actores que anteriormente eran competencia del Estado de bienestar; como el abastecimiento de servicios sociales y la economía en general. A su vez, la dimensión sociocultural de la globalización ha permitido revalorizar a los grupos minoritarios para comprender que un Estado no posee una sola nación, sino que es multinacional.41 Se trata de un cambio radical para el Estado-nación, ya que se le despoja de la oportunidad de justificar sus acciones al interpretarlas a la luz de referentes culturales de una nación.

En esencia, el arribo de la globalización ha colocado al Estado en una situación crítica. Por un lado, ya no puede definirse por sus límites territoriales o por su entera soberanía en la toma de decisiones al interior de una comunidad. Tampoco puede recurrir al abastecimiento de servicios sociales y los referentes nacionales para legitimarse. Ante este escenario, ¿qué consecuencias vive la clase política para asegurar la dominación política sobre los ciudadanos? En este sentido, se puede sostener que los Estados en la globalización se encuentran bajo una crisis de legitimidad.

Se trata de un concepto introducido por Jürgen Habermas en el marco del capitalismo tardío. Para el autor, este se trata de una modalidad contemporánea del capitalismo en el que la gestión de la economía y la política ha cambiado con respecto de cómo ocurrió bajo el capitalismo liberal del siglo XIX. 42 En específico, el sistema económico se ha politizado, en la medida en que el Estado comenzó a atribuirse tareas económicas, bajo la idea del Estado benefactor. Esta situación hizo que aumentara la necesidad del Estado de justificar su incidencia en otros ámbitos que no eran tradicionalmente los suyos, como lo es el de la economía. Así,

la ampliación del campo de materias manejadas administrativamente exige lealtad de masas para las nuevas funciones de la actividad estatal; más aún: en el curso de esa ampliación se desplaza también el límite del sistema político en detrimento del sistema cultural […]. En suma, la planificación administrativa genera una necesidad universal de justificación en una esfera que se había caracterizado, precisamente, por su poder de autolegitimación.43

En esencia, el filósofo alemán advierte que en el capitalismo tardío el Estado aumenta considerablemente su necesidad de legitimarse, dada su intervención en otros ámbitos de servicios sociales. En este tenor, Ruidiaz García reconoce que, en el fondo, el Estado se atribuyó tareas administrativas de repartición de recursos económicos. Sin embargo, “los gobiernos actuales encuentran muchas dificultades para generar los recursos que les permitan llevar a cabo las tareas de redistribución de los recursos sociales y asistenciales”.44

Si bien la interpretación habermasiana del capitalismo tardío alude, más bien, a los Estados de bienestar, sus planteamientos permiten reconocer una situación que se agravó con el desmantelamiento de esta institución, gracias a la dimensión económica de la globalización. En esencia, los Estados al legitimarse con los servicios sociales generaban expectativas en la sociedad sobre ciertas prestaciones que los ciudadanos recibirían sin algún costo. Sin embargo, la apertura de mercado público interno se encargó de que al Estado se le dificultase cumplir con tal expectativa. Así,

En una situación de estancamiento económico, pero masivo y crisis de los presupuestos públicos, se ponen de manifiesto los límites estructurales dentro de las naciones y se desarrolló el Estado social [...]. El Estado social corre el peligro de perder su base de apoyo popular y de que las capas con movilidad ascendente (sus más directas beneficiarias), formen un bloque defensivo junto a los conservadores y las antiguas clases medias contra los menos privilegiados.45

En consecuencia, se presenta una crisis de legitimidad cuando el Estado “no alcanza a cumplir con las exigencias programáticas autoimpuestas; [por tanto] es castigado entonces con un déficit de legitimación”.46 En este primer sentido, se puede entender que se trata de una crisis que surge cuando las expectativas de los ciudadanos son más que las que se pueden cumplir por el gobierno. De manera complementaria, Ruidiaz García extiende la premisa habermasiana al señalar que las crisis de legitimidad ocurren cuando

el Estado debe asumir tareas de redistribución de los ingresos que aportan las empresas privadas y los individuos. Pero se da la paradoja de que estos últimos tienen poco interés en colaborar con el Estado. El resultado es lamentable. Los gobiernos no pueden afrontar adecuadamente las demandas de mayor bienestar para todos y los ciudadanos no reciben lo que esperan de él.47

A partir de tal situación crítica, la crisis de legitimidad puede interpretarse como una pérdida de reconocimiento de las instituciones administrativas, aunque posean la autoridad legal, como producto del incumplimiento de las funciones esperadas por el Estado. Así,

una crisis de legitimidad es un tipo crucial de crisis de identidad en la conciencia de los actores sociales (individuales y colectivos), que cuestionan, con más o menos radicalismo, la validez de un sistema político dado.48

Para la clase política de los Estados en la globalización, la crisis de legitimidad implica la dilución de los dos componentes principales de la legitimidad: justificación y reconocimiento. Por un lado, no logran justificar las decisiones tomadas, ya que los ciudadanos no reconocen su autoridad para conducir al Estado. Así, los Estados en la globalización entran en crisis de legitimidad “tanto por la ineficacia del Estado para conseguir lo que se espera de él, como por su incapacidad para motivar la lealtad”.49 Con respecto del primero, esto ocurre como consecuencia de la apertura de mercados, ya que la clase política deja de garantizar el cumplimiento de algunas expectativas, como la prestación de servicios sociales. Mientras, el Estado se vuelve incapaz de cohesionar a la sociedad en las decisiones tomadas porque ya no hay elementos nacionales únicos que se puedan retomar para generar lealtad.

Finalmente, los Estados en la globalización experimentan crisis de legitimidad por las consecuencias contradictorias de la globalización. En específico, hay lugares del mundo, como México, donde la integración de los países no ha resultado benéfica para todos. Por el contrario, ha generado condiciones de desigualdad social y pobreza. Al respecto, Victor Keegan comenta que la redistribución de los recursos mundiales es

una nueva forma de piratería. Apenas el 22% de la riqueza global pertenece a los llamados ‘países en vías de desarrollo’, que comprenden el 80% de la población mundial. Sin embargo, este difícilmente será el límite de la polarización actual, ya que la parte de los ingresos globales que reciben los pobres es aún menor: en 1991, el 85% de la población mundial recibía el 15% de los ingresos. No es casual que el paupérrimo 2.3% de la riqueza global que recibía el 20% de los países más pobres haya caído actualmente al 1.4%.50

A manera de síntesis, se puede plantear que el Estado es un concepto histórico, por lo que adquiere particularidades de acuerdo con el contexto en que se le piense. En la época contemporánea, se le puede interpretar bajo la globalización. Este es un proceso complejo, implica reconocer que los fenómenos sociales tienen un alcance multidimensional —o sea, no suceden o impactan en un solo territorio—, un carácter que trastoca ámbitos económicos, políticos y socioculturales; como consecuencia de ello, se pueden presentar efectos contradictorios.

Bajo tal panorama, los Estados pierden elementos que los caracterizaron en la modernidad como la territorialidad. Por sobre todo, los Estados entran en una situación de crisis de legitimidad, ya que pierden capacidad económica de cumplir las tareas que se les atribuye, y se les dificulta cohesionar a los ciudadanos bajo un solo proyecto nacional. En tal sentido, los ciudadanos dejan de reconocer la autoridad de la clase política, a pesar de que esta sea la autorizada legalmente para conducir al Estado. En consecuencia, la clase política pierde capacidad de justificar sus decisiones ante el resto de los ciudadanos.