Loe raamatut: «Articular lo simple», lehekülg 3

Font:

La solución de Twardowski

La deuda husserliana con Brentano se puede apreciar en distintas cartas y manuscritos (cfr. 1962a: 354). Husserl le escribe en una carta del 11-15 de octubre de 1904, lo siguiente:

Como siempre estoy trabajando, y muchas veces con una persistencia desesperada, como para saldar algo de mi infinita culpa de vaguedad, confusión e ignorancia. Infructuosos no son mis trabajos, eso creo. En su mayoría son continuaciones de sus estímulos. ¡Qué tan profundamente se grabaron en mí un día sus ideas! ¡Qué fuerte ha sido su efecto en mí! […] Sin embargo sus escritos, los cuales datan ya de hace mucho tiempo, siguen teniendo efecto bastante vivo. Uno depende de lo que uno combate [...] (1994: 21-s.).

A pesar de que el combate, como el mismo Husserl lo refiere, fue contra Brentano, el impulso directo lo recibió a partir de otros alumnos de Brentano, a saber Stumpf y Twardowski.

Stumpf fue quien dirigió, en 1887, la tesis de habilitación de Husserl sobre el «Contenido y origen del concepto de número», la cual en 1891 apareció bajo el título Filosofía de la aritmética. En 1873, Stumpf había publicado el texto Acerca del origen psicológico de la representación del espacio, que en cierta manera motivó a Husserl a escribir sobre el espacio, en donde, valiéndose de la estructura brentaniana, buscaría describir el concepto de espacio de la geometría para, posteriormente, abordarla desde su génesis. Dicho trabajo para él significaba investigar la representación del espacio a partir de su contenido y su génesis.

No obstante, él se enfrenta al problema de la representación del espacio derivado de las propuestas kantianas, en el cual sopesa la posibilidad de una intuición de tipo directo, la intuición Anschauung, y una de tipo indirecto en el caso de la referencia al espacio infinito. Este problema lo llevó a aclarar los diversos sentidos que podría tener el término Vorstellung, representación, de su maestro Brentano en 1893.

Husserl tematiza dos ideas de representación y la relación entre ambas en uno de los textos redactados en ese mismo año, pero publicado hasta 1894 en el Philosophische Monatshefte bajo el título «Estudios psicológicos sobre lógica elemental». Dicho trabajo será caracterizado posteriormente por el autor como «un fragmento de psicología descriptiva», hasta el punto de que, en 1906, dirá que este escrito fue «un primer esbozo de las IL, especialmente de la III y la V» (cfr. Xolocotzi, 2007a: 122). Su atención en ese texto se enfoca principalmente en la ambigüedad que tiene el uso de Vorstellung:

Ciertas vivencias psíquicas, llamadas en general representaciones, tienen la peculiaridad de que no incluyen en sí sus “objetos” como contenidos inmanentes (es decir como contenidos presentes en la conciencia), sino [...] que simplemente intienden [... es decir], remiten con entendimiento a ellos mediante ciertos contenidos dados a la conciencia, ellos mientan, y de hecho sin que haya un conocimiento conceptual de la relación imperante entre el representante y el objeto intendido. Representaciones [Vorstellungen] en este sentido las caracterizo como representaciones funcionales [Repräsentationen]. En contraposición a estas hay otras vivencias psíquicas [...] que no intienden simplemente sus “objetos”, sino que los aprehenden en sí realmente como contenidos inmanentes. Representaciones en este sentido las llamamos intuiciones [Anschauungen] (1979: 107-s.)[6].

Pues bien, Vorstellung en un primer sentido refiere al acto que «coloca realmente un objeto frente a nosotros» (p. 103), aquí, representar algo es presentar o intuir. La intuición o presentación tiene su contenido en sí, por ello Husserl hablará también del contenido inmanente de la presentación. En este caso, al igual que Brentano, el contenido es igual al objeto de la presentación.

El segundo sentido de Vorstellung refiere lo contrario. El contenido es solo representante de otro contenido no dado, es decir, la representación de algo mediante otro contenido. En este punto señala que en la presentación nos hallamos frente al contenido, mientras que en la representación funcional se señala más allá del contenido. El hecho de que Husserl indique que la presentación y la representación funcional son géneros diferentes, lo que tienen en común es la presencia de cierto contenido, que en el caso de la representación tiene función solamente representativa. El término intención [Intention] es desarrollado por él por primera vez en estos textos para describir la Vorstellung en el sentido de representación, cuyo modo de ejecución también llama mentar [meinen]. Su aporte y descubrimiento en ese escrito es que la diferencia entre la presentación y la representación funcional no es una diferencia de contenidos, sino de modos de la conciencia, de actos, o de la apercepción de contenidos.

Así pues, en 1894, mismo año de la publicación del mencionado texto, Twardowski publica su tesis de habilitación Sobre la doctrina de contenido y objeto de la representación. Una investigación psicológica. Lo que busca el autor en ese texto es aclarar el doble sentido de representación que él ve en la tematización de Brentano. Por un lado, como acto psíquico, por otro, como contenido del acto. Para llevar a cabo tal cometido, Twardowski considera fundamental aclarar el significado de «representado» cuando se habla de que una representación representa algo.

Este parte de la propuesta que plantea Brentano en su texto Psicología desde un punto de vista empírico, de 1874, de que los fenómenos psíquicos son, o bien representaciones, o se fundan en representaciones. Al inicio del primer capítulo del libro segundo de la mencionada obra, indica determinaciones que conducen a la separación entre fenómenos psíquicos y físicos. La primera determinación es aquella de la que parte Twardowski: «tanto las representaciones como todos aquellos fenómenos cuyo fundamento está formado por representaciones […] Este acto de representar forma el fundamento, no del juzgar meramente, sino también del apetecer y de cualquier otro acto psíquico» (Brentano, 1924: 112).

Para aclarar esto, Twardowski hace la analogía entre ser representado y ser pintado:

Como es conocido se dice que el pintor pinta un cuadro, pero que también pinta un paisaje. Una y la misma actividad del pintor se dirige a dos objetos; el resultado de la actividad es solamente uno. Cuando el pintor ha concluido el cuadro y el paisaje respectivamente, tiene ante él un cuadro pintado y un paisaje pintado. El cuadro está pintado, [...] El paisaje también, pero no es un paisaje real, sino uno ‘pintado’. El cuadro pintado y el paisaje pintado son en realidad sólo uno; ya que el cuadro muestra un paisaje, ya que es un paisaje pintado; el paisaje pintado es el cuadro del paisaje (1894: 13).

El autor aclara que el paisaje no deja de ser paisaje, aunque es un paisaje pintado. «Pintado» tiene aquí dos sentidos, en lo que toca al cuadro es una determinación, pero respecto al paisaje es una modificación, ya que el paisaje pintado no es un paisaje, sino un cuadro. Según el autor, también se puede entender algo como representado en forma parecida al verbo pintar. Al verbo representar le corresponden dos cosas: un objeto que es representado y un contenido que es representado. El contenido es el cuadro y el objeto es el paisaje.

De manera que el paisaje pintado remite a algo que no es la cosa pintada, así que el contenido de la representación se dirige a algo que no es el contenido de la representación, sino precisamente el objeto. Por lo que el objeto inmanente es, para él, el contenido del acto. La relación entre contenido y objeto se vuelve clara a partir de que el contenido es la unión entre el acto y el objeto. Así pues, según el propio Twardowski se aclara el papel fundamentador de la representación, superando, a su juicio, los problemas derivados de la asimilación de objeto y contenido en Brentano.

Toda esta discusión se enmarca en la conciliación de dos perspectivas, una proveniente de Bolzano que planteaba la posibilidad de representaciones sin objeto, y la otra de Brentano que indicaba la necesidad de que toda representación esté dirigida a un objeto, es decir, que tenga un objeto.

Como señalamos al inicio, Husserl toma parte en esta discusión principalmente en el texto «Objetos intencionales», redactado en 1948 y que permaneció inédito hasta 1979. Ahí plantea el problema inicialmente de la siguiente forma:

Si toda representación representa un objeto, entonces hay un objeto para cada una, y por lo tanto: a cada representación le corresponde un objeto. Por otro lado se considera como una verdad indudable que no a toda representación corresponde un objeto; hay, para hablar con Bolzano, ‘representaciones sin objeto’ (1979: 303)[7].

Sin embargo, la solución que presenta Twardowski no es la mejor o la más adecuada a los ojos de Husserl, ya que, según él, este se mueve en una falsa duplicación de objetos al hablar de objeto y contenido como lo representado determinado y lo representado modificado. Husserl indica el problema en un esbozo de carta a Anton Marty (el 7 de julio de 1901):

El problema se halla en la multiplicación de dos cosas muy diferentes. La representación no es simplemente la existencia de un contenido en la conciencia, sino que es una vivencia intencional, un cierto mentar mediante el cual aparece un objeto. El problema está en que se confunde el carácter de acto de la aprehensión y el contenido psíquico, perteneciente al yo actual, contenido que funge como sustrato de la aprehensión, esto se confunde con la relación entre el acto, la vivencia psíquica, que llamamos representación y el objeto representado (1979: 422).

La contribución de Husserl en «Objetos intencionales»

Hasta este punto la pregunta es ¿cómo contribuye Husserl a la resolución de la problemática? Pues bien, el intento de solucionar la problemática se halla, para él, en el análisis del sentido del juicio, en el cual aparecen tales representaciones. Con ello se desliga de Bolzano, para quien el juicio es una actividad subjetiva, mientras que la representación es una parte de la proposición en sí. El juicio, como ya anticipamos, para Bolzano estaría en el ámbito ontológico, mientras que la representación en el ámbito del sentido; es decir, en la dimensión semántica. Para este sería inadecuado combinar el sentido y el juicio, por ello es que Husserl se apoya más bien en Brentano y en la diferenciación que este hace entre pensar y decir propio e impropio. En sus recuerdos de Brentano, el mismo Husserl indica la importancia de esto:

En las lecciones sobre lógica elemental trataba de manera especial­mente exhaustiva, y manifiestamente en una nueva estructuración creativa, la psicología descriptiva de los continuos con detallada consideración de las Paradojas de lo infinito de Bolzano; lo mismo las diferencias de las representaciones “evidentes y no evidentes”, “claras y no claras”, “distintas e indistintas”, “propias e impropias”, “concretas y abstractas” (1987: 304).

Esto le permite a Husserl hablar de la expresión impropia de un juicio cuando no se refiere a lo representado, sino a la representación que presupone algo no explícito en el juicio. En ese sentido se trata de un juicio en su carácter hipotético. Los ejemplos en el texto remiten a proposiciones sobre mitos griegos. Así, la expresión «Zeus es el más grande de los dioses olímpicos» es la forma abreviada de la expresión «los griegos creían que Zeus era el más grande de los dioses olímpicos» (1979: 317). Por ello, en el caso de los juicios en donde a la representación no le corresponda un objeto, más bien no se enjuicia «propiamente» sobre los objetos, sino sobre las representaciones de los objetos. En estos casos se trata pues de la expresión abreviada de juicios hipotéticos.

Ya varios investigadores como Bernhard Rang (1975) y Karl Schuh­mann (1990-1991b) han destacado la importancia de este análisis para la obra posterior de Husserl, concretamente, para los planteamientos fenomenológicos de las Investigaciones Lógicas. La relación que se establece entre los mencionados juicios hipotéticos y la quinta de las Investigaciones Lógicas, es lo que él ahí nombra la irrelevancia de la existencia del objeto representado para la esencia de una representación en tanto vivencia intencional. Esto es así porque en «Objetos intencionales» estos juicios son planteados en términos de un «como si», que es precisamente en donde yace su decir impropio. Se trata de una presuposición que condiciona al juicio y lo hace hipotético. De esta forma se deja ver que quien entiende las presuposiciones de los mitos que están en juego en el enunciado expresado, lleva a cabo una especie de epojé (ἐποχή)de la existencia del objeto mentado. Eso, como puede verse, concuerda con los rasgos intencionales de la conciencia, desplegados en la quinta investigación.

El modo de proceder que aquí expone Husserl conduce a la introducción de la asunción como elemento determinante para la resolución de la paradoja. Se trata con ello de una especie de neutralización de la conciencia posicional con base en una mera representación. Así, la posición del sujeto del enunciado es «modificada», no se trata pues de una posición realmente efectiva, sino de una mera representación o una «posición representativa (asunción)» (1979: 318).

Sin embargo, la función primordial de la asunción remite al aspecto, ya señalado, en torno al carácter hipotético de los enunciados y su confusión en torno a un supuesto uso propio de los mismos. Eso ocurre, como él señala, debido a una economía del pensar.

El hecho de enfatizar el carácter impropio del decir y enunciar, contrasta con las posiciones derivadas de la escuela de Brentano y, de manera especial, con la propuesta de Twardowski, ya que como el mismo Husserl enfatiza, no se resuelve el problema si se sostiene la tesis de una existencia intencional a diferencia de una existencia real o verdadera. El rechazo a tal división anticipa claramente la idea de intencionalidad de las Investigaciones Lógicas.

Conclusión

La publicación de la obra póstuma deja ver, una vez más, aspectos centrales que apoyan la comprensión de problemas determinantes para el surgimiento de líneas filosóficas como la fenomenología y la filosofía analítica. Con cada aproximación al origen de estas tradiciones se refuerza la famosa analogía de Michael Dummett con el Rin y el Danubio: «nacen no muy lejos el uno del otro, un trayecto corren paralelamente, pero luego toman direcciones completamente diferentes y desembocan en distintos mares» (1988: 37).

El presente capítulo ha buscado aclarar aspectos de una problemática vigente a partir de la modernidad, pero actualizada y discutida vivamente en la escuela de Brentano en diálogo con otros contemporáneos como Gottlob Frege. En esa discusión encontramos diversas propuestas en donde el propio Husserl también se inserta. Por un lado, se deja ver la inmersión en las discusiones actualizadas por el propio Brentano, por otro, la discusión con contemporáneos de tal escuela, como Twardowski o Meinong, o ajenos a ella, como Frege.

Queda para otro momento, la tematización de aspectos derivados de esta discusión, como podría ser la propuesta husserliana de la asunción, en contraste con la propuesta posterior de Meinong en 1902. Lo que aquí se pretende mostrar yace en el hecho de la actualidad y relevancia de su obra póstuma, como es el caso de «Objetos intencionales». En primer lugar, para ejemplificar la discusión del momento y en segundo, para destacar la importancia del legado respecto de la obra publicada, que como sabemos, ha tenido un rumbo peculiar. Como podemos ver en la ejemplificación aquí esbozada, él hace suyo el lema de ir «a las cosas mismas» a partir de la discusión de los problemas heredados, sin pasarlos por alto en una mera presuposición. Así, las propuestas en torno al carácter intencional de la conciencia, delineadas especialmente en la quinta de las Investigaciones Lógicas, surgen de una discusión viva de Husserl con sus contemporáneos.

Notas

[1] A pesar de la amplia discusión en torno a las posibilidades de traducción del término Vorstellung, mantengo aquí la traducción acostumbrada «representación» y no sus variantes «presentación» o «(re)presentación», ya que a lo largo del presente artículo se mostrará el sentido específico de lo que se mienta con tal término.

[2] El texto se publicó en dos partes: en Husserliana XXII (1979), pp. 303-338 y en Brentano Studien (vol. 3) (1990-1991), pp. 142-176. Este último forma parte de un artículo bajo la autoría de Karl Schuhmann: [Husserl Tratado sobre 'objetos intencionales'. Edición de la versión impresa original], pp. 137-176.

[3] Quizás aquí intervendrían los estados emocionales, pero como Descartes señala en una carta a Elisabeth del 21 de mayo de 1643, esto no lo ha trabajado suficientemente: «Pues de las dos cosas en el alma humana, de las cuales depende todo el conocimiento que nosotros podemos tener de su naturaleza, una que piensa; la otra que, en tanto unida al cuerpo, puede actuar y padecer con él; de esta última casi no he dicho nada y solamente intenté hacer bien comprensible la primera, ya que mi objetivo principal era demostrar la distinción entre el alma y el cuerpo […]» (1951: 290, AT III: 664). (Cursivas mías).

[4] En adelante la obra de Kant se citará con la versión canónica, sigla de la obra, en este caso KrV, año y paginación del original.

[5] En la Introducción a la Crítica de la razón pura Kant dice textualmente: «No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia. Pues ¿cómo podría ser despertada a actuar la facultad de conocer sino mediante objetos que afectan a nuestros sentidos [...]? Por consiguiente, en el orden temporal, ningún conocimiento precede a la experiencia y todo conocimiento comienza con ella» (KrV, 1983, B 1-2).

[6] La traducción de Repräsentation por representación funcional la tomé del mencionado texto de R. Rizzo Patrón de Lerner (2002).

[7] En la carta a A. Marty del 7 de enero de 1901, Husserl indica: «Una representación sin el objeto representado no puede pensarse, así pues, no hay representaciones sin objeto. Por otro lado, no a todas las representaciones les corresponden objetos reales, así pues, hay representaciones sin objeto. La contradicción, parece, sólo puede ser evitada si uno diferencia entre objetos representados y reales: no hay representaciones sin objetos inmanentes – hay representaciones sin objetos reales» (1979: 420). Esta crítica se dirige claramente al planteamiento de Twardowski respecto a objetos inmanentes e intencionales de representaciones (Véase Husserl, 2019).

II. La sombra conceptual. Conceptos operativos e indicadores formales en la fenomenología

Y no se puede juzgar el trabajo según lo que

uno acaba de decir en el seminario o en la clase.

Yo tenía que enfocarme de manera extrema en lo fáctico

para siquiera ganarme la facticidad como problema.

Indicación formal, crítica de la doctrina común del a priori,

formalización y cosas semejantes, todo eso

sigue ahí para mí, aunque no hable de ello ahora[iv].

Martin Heidegger / Karl Löwith,

Briefwechsel 1919-1973

[Correspondencia 1919-1973]

Toda reflexión filosófica tiene la posibilidad de relacionarse consigo misma a nivel expresivo; sin embargo, no toda filosofía admite como tarea la revisión de los conceptos con los que trabaja. Esta decisión depende de la noción de lenguaje que se tome como punto de partida. Si de entrada se considera la forma gramatical como una neutralidad invisible e improductiva, que se limita a reflejar los pensamientos en un registro lingüístico, y que, por lo tanto, tiene un papel pasivo en los procesos de reflexión, entonces la filosofía entendida como un decir verdadero se mantendría independiente de las modalidades fácticas de este decir. Por el contrario, las filosofías que parten del hecho de que sus «objetos» tienen lugar en el elemento del concepto, reivindican la necesidad de regresar a las operaciones lingüísticas mediante las cuales se expresan; motivadas, en gran medida, por la sospecha de que no existe un lenguaje neutral y transparente que sirva de herramienta para exteriorizar pensamientos y estados de ánimo, sino que todo lenguaje, en tanto que medio único del pensamiento, también interviene en los procesos de formación de sentido (cfr. Gadamer, 2004).

Esto último no quiere decir que un problema filosófico pueda resolverse mediante la puesta al descubierto de sus medios y condiciones materiales. La necesidad de preguntarse por el momento expresivo de una filosofía surge, más bien, de la relación que esta mantiene con sus propios límites. En el caso concreto de la fenomenología, la tarea de una revisión de los conceptos con los que se expresa, forma parte de la exigencia metodológica de trabajar sin presupuestos metafísicos, físicos, psicológicos y lingüísticos, pero no constituye una tarea previa, puesto que dichos conceptos deben surgir de la pregunta correspondiente, de modo que sea el problema, y no el lenguaje, el hilo conductor de sus desarrollos.

Así, lejos de reducir su campo de estudio al sentido lingüístico, el proyecto fenomenológico se define en primer lugar por la voluntad de expresar, de verbalizar, el sentido mismo de la experiencia silenciosa, intuitiva y silenciosa de la conciencia intencional. […] Si tiene sentido hablar de un lenguaje fenomenológico que se oponga al lenguaje natural y ordinario, es porque la fenomenología se encarga de expresar el “sentido” silencioso, silencioso y por tanto no lingüístico de la experiencia concreta […]. Y el reto es encontrar metáforas, analogías que nos permitan expresar, de manera lingüística, ese significado que, precisamente, está por encima y por debajo de cualquier lenguaje natural y ordinario (Grondin, 2004: 256-s.).

Esto quiere decir que cuando los conceptos de la fenomenología son puestos en tela de juicio, no se investiga únicamente cómo es que fueron formados o de dónde provienen; también y, sobre todo, se investiga aquello que se configura a través de ellos. En el caso de la propuesta heideggeriana –motivo central del presente trabajo–, la pregunta acerca de sus medios lingüísticos irrumpe en el plano de la confrontación con la fenomenología de Husserl al inscribirse, específicamente, en el proceso de crítica y transformación de sus contenidos. Dado que estos no son objetos o estados de cosas ya constituidos, sino que remiten a la vivencia del mundo circundante que nosotros mismos experimentamos de manera absorta en la ocupación cotidiana. La conceptualidad específica para abordarlos no puede estar orientada hacia el paradigma de una investigación pura y formal. En respuesta a las necesidades expresivas de sus propios hallazgos fenomenológicos, Heidegger hablará, entre 1920 y 1923, de los indicadores formales (formale Anzeige), es decir, de conceptos que no precisan del cumplimiento intuitivo, puesto que de entrada no comunican contenidos, sino que se llevan a cabo como una especie de praxis (πρᾶξις) fenomenológica, esto es, como un comportamiento de frente a lo dado.

En el presente escrito buscamos poner de manifiesto el proceso, mediante el cual, el joven Heidegger llega a tal decisión conceptual. Nuestra línea argumentativa toma como punto de partida la crítica que Eugen Fink dirige en contra de los conceptos de la fenomenología husserliana, pero se enfoca exclusivamente en la transformación hermenéutica de sus contenidos. Con ello pretendemos aclarar la transición de qué al cómo que caracteriza la propuesta heideggeriana, desde el punto de vista de su conceptualidad específica. El itinerario que seguiremos comprende, en primer lugar, la distinción entre los conceptos temáticos y operatorios de la fenomenología; para dar paso, en segundo lugar, a la integración de los escorzos o sombras operatorias de un nivel lingüístico a un nivel de contenido. Por último, buscamos reconectar dichos contenidos operatorios con su nivel expresivo mediante la búsqueda de los indicadores formales, es decir, de conceptos filosóficos capaces de traer al lenguaje aquello que tiende a ocultarse.

Vanusepiirang:
0+
Objętość:
321 lk 3 illustratsiooni
ISBN:
9786078683833
Õiguste omanik:
Bookwire
Allalaadimise formaat:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip