Loe raamatut: «Miradas de la vejez: calidad de vida, identidad, violencia y trabajo», lehekülg 2

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Vida familiar: configuración del tejido parental, anclaje de convivencia y cuidado.

Con base en los relatos de participantes se describen dos dinámicas de convivencia familiar como panorama de su vida cotidiana: una desde la delegación de tareas y la otra a partir de acuerdos establecidos. Dos asuntos que expresan el paisaje que traen las transformaciones demográficas y los cambios en su vida familiar, con el envejecimiento poblacional y la amplia presencia de grupos poblacionales de adultos mayores.

La vida familiar para las personas adultas mayores ocupa un lugar central en sus relatos cotidianos; es el tema de conversación diaria, en torno a lo que hacen o han dejado de hacer. Expresiones que contienen movilizaciones emocionales de un recuerdo de su pasado y una adaptación a las realidades presentes. El desplazamiento o giro en sus capacidades, actividades y lógicas de vida asociado a las situaciones de salud o a la disposición de tiempo diario en su vejez, los enfrenta a un tiempo familiar de presencia o ausencia de sus parientes más próximos (pareja o hijos) y a la redefinición de acuerdos de convivencia, participación y cuidado. Es decir, la vida cotidiana de las personas viejas participantes presenta una relación directa con los movimientos de las redes parentales y sociales.

Cuando la pareja llega a la vejez, se evidencia una redefinición de convivencia, compartiendo más tiempo en el hogar y la participación directa de los hombres en la “domesticidad” a través de la compra del mercado, el pago de facturas y otras diligencias que mantienen su vinculación a espacios públicos; y la conservación del lugar de las mujeres en la preparación de alimentos, el cuidado y la atención del hogar. Y con relación a los hijos, quienes ya salieron del hogar parental, se conserva la práctica cultural filio parental de una línea de atención y comunicación generalmente diaria y de presencia directa en el ritual de una “comensalidad” en los fines de semana, especialmente los domingos.

Ante la muerte del cónyuge o salida de los hijos e hijas del hogar, se produce una ruptura en el ritmo de la cotidianidad familiar, al detonarse la configuración del hogar unipersonal por decisión o imposición. Respecto a la primera, la persona adulta mayor asume el vivir sola en su hogar. Una decisión que se encuentra asociada con su trayectoria de vida, su concepción y realidad presente de vida autónoma e independiente y confronta, desde esta decisión personal y subjetiva, la generalización cultural de la soledad y el abandono. Y con relación a la segunda por imposición, la muerte de la pareja y la salida o ausencia de los hijos e hijas también puede configurar la presencia de hogares unipersonales, marcados por la connotación emocional de débiles o inexistentes vinculaciones parentales. Además de relacionarse con equipajes culturales y emocionales de dependencia hacia las personas ausentes y de cierto sentimiento de victimización.

Un paisaje que permite vislumbrar una resignificación de las relaciones y vínculos emocionales y afectivos hacia y desde la persona adulta mayor. Los rituales de comunicación con una temporalidad diaria o permanente le brindan certeza y confianza para afinar el sentimiento de sentirse cuidado y conservar un lugar de atención entre sus redes parentales y sociales.

En otras palabras, a través de las narraciones de las personas mayores participantes en la investigación, se puede identificar un umbral de cambios en las condiciones y calidad de vida en la vejez. Los giros en la cotidianidad familiar por ausencia de figuras parentales próximas y significativas; la decisión o imposición de estilos de vida doméstica en el hogar compartido o no y el despliegue de movimientos emocionales importantes para garantizar, conservar, sostener o mantener sus condiciones de salud física, emocional y social.

Además, una cotidianidad marcada por la inclusión de la tecnología virtual. A partir del computador, su aprendizaje como mediador de la comunicación familiar y el uso del chat como dispositivo tecnológico, le presentan al adulto mayor una nueva lógica del mundo, a través de la descorporización de las relaciones, el acortamiento de las distancias, la presencia ausente de quienes están en otros lugares y las imágenes virtuales de sus próximos, conservan y mantienen el anclaje a la vida familiar. No obstante, enfrentar dificultades en la asimilación e interiorización de códigos de comprensión, vinculados a dichos procesos tecnológicos, reconocen con asombro la asistencia y participación de estos movimientos de la vida contemporánea.

Cuando los adultos mayores hablan de familia y vida familiar atraviesan asuntos como la maternidad, la paternidad y los enlaces intergeneracionales. Las dos primeras nociones expresan relaciones parento-filiales y desde las subjetividades enunciadas en las narraciones, movilizan una amplia emotividad y afectividad, relacionada con la distancia y la proximidad. Un tema que se constituye en la columna vertebral de su vida cotidiana. Las conversaciones en torno a la historia familiar expresan el reconocimiento del anclaje, la valoración de una trayectoria marcada por avances y retrocesos, el significado de la identidad y la perseverancia de la pertenencia.

Una voz que desde los adultos mayores enuncia su lugar como padre o madre con relación a sus descendientes, como también desde éstos hacia ellos mismos. Entrelazan su auto reconocimiento, con la responsabilidad, el sacrificio y la lucha que desplegaron para sacar a sus hijos adelante y la compensación que reciben en este tiempo, mediada por los cambios generacionales y con cierta añoranza entre la expectativa que tenían y la realidad que enfrentan.

Por otra parte, estos relatos ponen la proyección de la vida familiar como un escenario de enlace intergeneracional. El entrelazamiento que, a través de los procesos de crianza y cuidado, trenza los tiempos sociales y configura los umbrales donde se gestan los cambios y transformaciones de la sociedad. Los relatos de las personas consultadas incluyen la mirada de estos enlaces, señalando como puntos de descripción sus ideas sobre la transmisión de valores y conocimientos, la percepción sobre el tiempo actual y las opciones a las que se enfrentan. Estos relatos también consideran que los tiempos actuales los sitúan ante el desgaste de los valores, el señalamiento de la pérdida del respeto hacia las personas mayores, la debilidad de las normas sociales, la incertidumbre de la protección y seguridad familiar, el desorden de las buenas costumbres especialmente referidos al vestido, los comportamientos sexuales y las libertades de las mujeres.

Estos relatos no evidencian diferencias significativas por género ni estrato socioeconómico, pero permiten disponer de cierta arquitectura social sobre las condiciones y calidad de vida de las personas adultas mayores consultadas y situadas en la ciudad de Manizales y su manera de significar los cambios sociales y generacionales.

Discusión y conclusiones

Las personas mayores le otorgan un significado a la CV en la enunciación de un bienestar o estar bien a través del entrecruzamiento de dos vértices: uno material y físico y el otro simbólico. El primero, alude a la disposición de condiciones que les garantizan la autonomía y la independencia; y el otro, se refiere a la valoración y reconocimiento que reciben como personas y como adultos mayores y la confianza que sienten y brindan.

En lo que respecta a la autonomía y la independencia y desde el punto de vista de los derechos, se consideran conceptos interdependientes y términos que se suelen usar indistintamente en diversos ámbitos y marcos jurídicos. Mientras la autonomía consiste en la capacidad de ejercer la libertad de elección y el control sobre las decisiones que afectan a la propia vida, la independencia consiste en vivir en sociedad sin asistencia, o al menos con un grado de asistencia que no someta a las personas mayores al arbitrio de otros (Naciones Unidas, 2015). Como lo expresa Huenchuan (2012, 2014), desde una perspectiva de derechos humanos, la autonomía supone, por un lado, una dimensión pública que tiene que ver con la participación activa en la organización de la sociedad y, por otro, una dimensión personal que se expresa en la posibilidad de formular y realizar los propios planes de vida. En ambos casos, la autodeterminación y la libertad para decidir por uno mismo son la base de su ejercicio.

Se habla con naturalidad de vidas y personas independientes que pasan a ser dependientes, de personas autónomas que dejan de serlo, como es el caso de las personas mayores. Ellas a menudo son despojadas de manera arbitraria de su autonomía, es decir, de su capacidad de responder a sus propias necesidades, expresar sus deseos, tomar decisiones, optar entre distintas posibilidades y alcanzar sus metas, lo que limita cualquier posibilidad de mantener un control sobre sus vidas (Huenchuan, 2018).

En el escenario actual del envejecimiento poblacional, la capacidad de vivir de forma autónoma e independiente en la comunidad constituye un objetivo prioritario para la persona mayor y para la sociedad (Huenchuan, 2016, 2018). En palabras de las personas mayores, la calidad de vida se expresa, en primera instancia, en la posibilidad de continuar viviendo de esta manera: con autonomía e independencia.

El proceso de envejecimiento implica una serie de cambios que influyen en la calidad de vida de la población adulta mayor, cuando su entorno es discriminatorio y cuestiona las capacidades de las personas mayores, la calidad de vida se deteriora (CEPAL, 2017). Las personas mayores están expuestas a elevados niveles de exclusión por la falta de reconocimiento que las afecta y por la obstaculización que enfrentan para ejercer sus derechos y contar con oportunidades fundamentales (Huenchuan, 2013).

Así, desde la perspectiva de los participantes, la calidad de vida como bienestar desde una perspectiva simbólica, se conecta con la satisfacción y la necesidad de ser reconocidos y valorados, especialmente en su ámbito familiar, social y vecinal.

La marca cultural del lenguaje del déficit sobre la vejez se somete a una confrontación: desde la propia experiencia se ve como bienestar, pero a partir de la mirada ajena, sobre una otredad generacional, se señala un malestar de la vejez. Esta frontera entre la percepción individual y subjetiva de la propia experiencia, expresa la conciencia del ser y estar en el mundo y los imaginarios sociales que se trazan en la mirada hacia la otredad en los demás. En otras palabras, los relatos presentan un límite entre la propia condición y situación y la de otros adultos mayores. En las narraciones se encuentra una línea de referencia que distingue la percepción de la propia vejez de la de otros adultos mayores. Un asunto que pone un giro lingüístico en la enunciación de la vejez como situación individual a la de condición como categoría social. Además, existe una gran diferencia entre ser viejo y sentirse viejo. La valoración subjetiva sobre la experiencia de la propia vejez se distancia del señalamiento deficitario al significar el bienestar que se tiene. No desconocen los cambios que se dan con el envejecimiento, pero señalan la compensación de satisfacción y gratificación de su propia autonomía e independencia. Se encuentran narraciones que revelan la manera como las personas adultas mayores se saben a sí mismos, esta percepción está acorde y es coherente con el concepto de viejo que se maneja, la vejez es pérdida, deterioro, declinación; así, si estas condiciones no están presentes no se es viejo. En palabras de la vejez se relaciona principalmente con la enfermedad, la falta de capacidades, el deterioro y la finitud material.

De otro lado, la centralidad de la vida familiar de las personas mayores aún continúa vigente. El estudio SABE Colombia (2016) muestra que alrededor de una tercera parte de los ancianos vive en familias nucleares, igual proporción, en familias extensas, una quinta parte vive en familias compuestas y uno de cada diez adultos mayores vive en familias unipersonales. Estos hogares unipersonales merecen especial atención, es un indicador por excelencia de la tensión entre la individualización, la autonomía e independencia del espacio cotidiano y la dependencia de residencia y doméstica del grupo familiar. Alternativas que se producen ya sea por elección (decisión personal), por situación (separación, divorcio, muerte) o por condición (migración, desplazamiento, trabajo o educación).

Emerge un nuevo paradigma sobre la vejez que hace visible la paradoja social y cultural entre las viejas reglas del sentimiento de vulnerabilidad, déficit y pérdida hacia unas nuevas demandas sociales en torno al individualismo, la autonomía y la independencia. Un paradigma que enfrenta tensiones y conflictos, avances, retrocesos y escollos culturales, sociales, económicos y políticos por los contenidos de obligaciones, responsabilidades y decisiones que contienen. Una realidad que está presente cada día, con mayor fuerza para hacerse innegable e ineludible. Los acelerados cambios demográficos, que se traducen en la vida familiar, en la consistencia y garantía de redes parentales, sociales, vecinales e institucionales para el cuidado y auto cuidado de las personas que diariamente envejecen y con su proyección certera de ser viejas, ponen el lente al Estado y la Sociedad ante el compromiso de una vida digna y de construir una conciencia sobre el vivir, la finitud de la vida y el compromiso de su continuidad.

“La vejez es experimentar, adquirir sabiduría, amar y perder, y estar más cómodos en la propia piel, por mucho que se torne ajada. La vejez es muchas otras cosas. Para muchas personas tendrá que ver con los remordimientos, la preocupación, la acumulación de objetos y la necesidad. También puede tener que ver con el voluntariado, la comprensión, la guía, el redescubrimiento, el perdón y, cada vez con más frecuencia, el olvido” (Nussbaum y Levmore, 2017:11).

Agradecimientos

Este estudio se llevó a cabo gracias al patrocinio de Colciencias y el Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia.

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Capítulo 2
Envejecimiento en un grupo de académicas del Instituto Politécnico Nacional (IPN)

Guadalupe Estela Zavala Pérez

Centro Interdisciplinario de Ciencias de la Salud Milpa Alta

Instituto Politécnico Nacional

Gloria Berenice Rodríguez Belmonte

Centro Interdisciplinario de Ciencias de la Salud Milpa Alta

Instituto Politécnico Nacional

María Fernanda Guerrero Zavala

Escuela Nacional de Antropología e Historia

Introducción

En las últimas décadas se vive una transición demográfica como consecuencia del crecimiento de la población de 60 años y más, resultado del aumento en la esperanza de vida, el descenso en la tasa de mortalidad y de fecundidad. El envejecimiento demográfico involucra un cambio en la estructura por edad que se expresa en un aumento de las personas en edad avanzada. En el 2012 de acuerdo con el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés) reportó que el 11.5% de la población mundial corresponde a este grupo etario, mientras que en las regiones más desarrolladas llega a ser de 22.6% y sus proyecciones indican que para el 2050 uno de cada cinco habitantes en el planeta (21.2%) tendrá 60 años y más y en las regiones menos desarrolladas será de 19.5%, es decir, casi el nivel que actualmente se observa en las regiones más desarrolladas, en éstas, una de cada tres personas (32%) será un adulto mayor. En México, la tendencia actual de envejecimiento poblacional apunta que para el 2030 habrá 15.3 millones de mexicanos mayores de 65 años (INEGI, 2013).

El proceso de envejecimiento tiene un orden jerárquico establecido por los niveles de organización celular, tisular, orgánico y sistémico, entre otros, que conlleva a un envejecimiento estructural y funcional, visión eminentemente biologicista, sin embargo, este proceso está en interacción con aspectos socioculturales y psicológicos, lo que permite pensar que el envejecimiento va más allá de la perspectiva anatómica y/o fisiológica (García, 2012). La industrialización y la modernización han impactado en la forma en que la sociedad mira a este grupo asignándole sentido de desvalorización y discriminación por su deterioro físico, mental y social, viviendo en abandono y con sentimientos de soledad, condición que ha sido naturalizada socioculturalmente. Esta condición puede variar en el caso de las mujeres académicas trabajadoras ya que generan diversas expectativas frente a la construcción de su vejez asociada a la jubilación.

Es importante resaltar que el término “vieja o viejo” es una categoría sociocultural cuyo significado es cambiante en su historicidad, de esta manera se ha decidido utilizar en esta investigación el término de mujeres mayores, para eliminar cualquier clase de connotación negativa que reafirme el temor a la vejez, a la enfermedad, a la soledad y a la muerte. De acuerdo con Osorio (2006), al referirnos a envejecimiento resulta inevitable ligarlo al círculo de vida en el cual se denomina “viejos y viejas” en función de cómo se ha vivido en el sentido de “hacerse así mismo”, es decir, que el sujeto se va apropiando de los cambios, significados y experiencias de la vida cotidiana que conforman su trayectoria de vida. Con base en lo anterior, surge el interés en conocer cómo ha impactado la trayectoria académica y laboral en las mujeres trabajadoras politécnicas en la construcción de su vejez a más de 30 años de servicio.

El acceso de las mujeres a la ciencia ha sido un camino difícil de conquistar, fundamentalmente antes de finales del siglo XIX; sin embargo, a pesar de las prohibiciones que tuvieron para su acceso a las universidades, es innegable que han participado en la transferencia y construcción del conocimiento científico y tecnológico, ya que son poseedoras del saber, un saber de vida y para la vida, un saber que pocas veces ha sido reconocido por la ciencia oficial (Solsona, 2003), la ciencia está tradicionalmente ubicada en el ámbito androgénico y por tanto son los hombres los que “hacen y estudian ciencia”; en México, la incorporación de las mujeres al campo de la ciencia y la tecnología se fortalece en 1936 con la creación del Instituto Politécnico Nacional donde se privilegia la coeducación (Ballarín, 1993). El ingreso de las mujeres a las Instituciones de Educación Superior (IES) representa un capital académico expresado en conocimientos, habilidades, destrezas y valores en las tareas de docencia, investigación, y difusión del conocimiento. A pesar de esto, las mujeres han tardado en ocupar cargos de decisión en el campo laboral debido a las desigualdades, jerarquías, y por tanto, relaciones de poder, producto de un largo proceso histórico de construcción social (Scott, 2000); adicionalmente, algunas mujeres perciben una barrera invisible en la carrera laboral difícil de atravesar, que les impide seguir avanzando profesionalmente, constructo sociocultural, al que Burín (2003) denominó “techo de cristal” en el siglo XX. El ingreso de las mujeres a las IES no aseguró su individualidad y autonomía, al quedar inscritas bajo el tutelaje de los hombres, y por tanto, subordinadas tanto en el ámbito público como en el privado, perpetuándose en el imaginario social el sistema mujer-hogar-privada, hombre-trabajo-público; es hacia los años 70 del siglo pasado, con el movimiento de la mujeres en la búsqueda al reconocimiento de sus derechos universales que van logrando alejarse del tutelaje de los hombres, basando su autoestima en su autonomía e independencia (Fernández, 1993).

Contexto

La investigación se realizó en el Centro Interdisciplinario de Ciencias de la Salud-Unidad Milpa Alta (CICS-UMA) unidad académica del área médico-biológica perteneciente al Instituto Politécnico Nacional el cual se crea por decreto presidencial en la década de los 70 del siglo XX ofertando seis programas académicos: Enfermería, Medicina, Nutrición, Optometría, Odontología y Trabajo Social, asignándole 700 hectáreas en el kilómetro 39 de la carretera Xochimilco-Oaxtepec en los linderos de los estados de México, Morelos y Ciudad de México (el Distrito Federal) con el propósito de descentralizar la educación superior. El horario de trabajo sería de las 8:00 a las 14:00 horas. Su estructura curricular se sustentó en un Sistema de Enseñanza Modular para superar la falta de integración de las tres actividades sustanciales: investigación, docencia y servicio, para abordar los problemas concretos de la comunidad. El profesorado sería guía y facilitador del proceso enseñanza-aprendizaje, integral e interdisciplinario, razón por la cual el profesorado recibió una formación y/o actualización docente. Este centro representó una fuente de trabajo para jóvenes recién egresados de universidades, que vieron en él una oportunidad de desarrollo profesional y personal obteniendo desde su ingreso tiempo completo y exclusivo en una institución de vanguardia en materia de salud (IPN, 1979). La presente investigación, con perspectiva de género, es producto del interés por explorar la experiencia del envejecimiento de un grupo de mujeres académicas de 60 años y más, con una antigüedad laboral de más de 30 años en el CICS-UMA. La pregunta que guía es: ¿Por qué las académicas de 60 años y más no se han jubilado?

Objetivo general

Analizar la construcción social del envejecimiento-jubilación de las académicas mayores de 60 años del CICS-MA.

Metodología

Debido a la complejidad del sujeto/objeto de estudio recurrimos al uso de la metodología exploratoria mixta. Aplicamos una encuesta para obtener datos sociodemográficos, solicitamos información al Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) para conocer las condiciones académico-administrativas y tener una “radiografía” de las académicas (García de León, 2001). Realizamos una entrevista guiada para conocer su historia de vida (Bock, 2005), éstas permitieron la articulación de datos cuantitativos y cualitativos, para construir categorías de análisis. El universo de estudio fue de 12 académicas de 60 años o más con una antigüedad mayor a 30 años de servicio en el IPN.

La primera parte del estudio descansa en una serie de datos duros resultado de una encuesta aplicada a toda la planta docente del CICS-UMA, complementada con datos emitidos por el Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI, 2014) a partir de éstos seleccionamos al universo de estudio para las entrevistas. La segunda parte del estudio consistió en entrevistas guiadas que fueron grabadas y transcritas para descubrir la vida cotidiana y extraer los que parece invisible y hacerlo documentable (Calvo, 1990; Geertz, 1997). Con el propósito de cuidar rigurosamente los aspectos éticos de esta investigación las participantes fueron informadas sobre la naturaleza del estudio (consentimiento informado), aclarando que se trataba de un proyecto de investigación y garantizando que la información obtenida sería absolutamente confidencial y usada para fines estrictamente de investigación, omitiendo los nombres para guardar el anonimato sustituyéndolos por siglas, edad de las participantes y número de entrevista.

Resultados

Las 12 académicas nacieron en la década de los 50, en la posguerra, egresaron de escuelas de prestigio del IPN como la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas y la Escuela Superior de Medicina, así como de la Facultad de Ciencias de la UNAM, ingresaron al CICS-UMA en la década de los 70, siendo desde entonces su único trabajo, fueron tuteladas por los fundadores del centro para formarse como profesionales de la educación superior logrando tiempo completo, máxima categoría, condición que les favoreció para realizar estudios de posgrado y su ingreso al sistema de becas.

Cuadro 1. Datos Académico-Administrativos-Sociodemográficos de las académicas del CICS-UMA.


Fuente. Encuesta-Datos del INAI 2014. Sueldo mensual corresponde al concepto 07; Entrevista guiada 2014 y datos del INAI 2014.

En la actualidad cuentan con 60 años o más y han laborado en este centro por más de 30 años, en general son reconocidas por pares, estudiantes y autoridades. La edad cronológica promedio de este grupo de académicas es de 63 años, el 85% residen en la Ciudad de México, realizaron estudios de posgrado en dos periodos un grupo inmediatamente después de la licenciatura y el otro cuando terminaron con la crianza de sus hijos/as o bien cuando quedaron viudas o divorciadas, la mayoría se casaron con compañeros de trabajo cuando éstos ocupaban cargos administrativos como jefes de departamento o subdirectores, datos de la entrevista, todas son becarias y realizan actividades de docencia e investigación, en cuanto a su estado de salud, el principal padecimiento es dolor en articulaciones de la columna vertebral, cadera y extremidades inferiores (Véase Cuadro 1).

Categoría de Análisis. Narraciones

 Pasión o adicción por el trabajo académico

A mí me ofrecían trabajo en la superior de medicina… pero cuando ingresé a esta escuela me enamoré del proyecto CICS y me dije… eso es lo que yo quiero hacer… dar clases, ir a las comunidades y a los hospitales y no dudé en aceptar quedarme a trabajar en el CICS” (MM1, 68).

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