De las brasas a las llamas

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De las brasas a las llamas
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DE LAS

BRASAS

A LAS

LLAMAS

LA FORMA EN QUE DIOS PUEDE

Revitalizar

SU IGLESIA

HARRY L. REEDER III

CON DAVID SWAVELY

Publicaciones Faro de Gracia

P. O. Box 1043

Graham, NC 27253

www.farodegracia.org

Publicado por Publicaciones Faro de Gracia P. O. Box 1043; Graham, NC 27253 www.farodegracia.org ISBN 9781629461410

© 2004 por Harry L. Reeder III

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro podrá ser reproducida, almacenada en ningún sistema de recuperación, o transmitida de ninguna manera o por ningún medio—electrónico, mecánico, fotocopias, grabación u otra manera—excepto para breves citas en reseñas con el propósito de revisión o comentario, sin el previo permiso de la editorial.

Citas bíblicas tomadas de la versión Reina Valera 1995 y La Nueva Versión Internacional.

Traducido al español por: Luigina Pedrotti Johnson.

Las letras cursivas en las citas bíblicas indican el énfasis adicional.

El diseño y la composición tipográfica de las páginas por Tsur y Asociados S.A. de C.V.

Primera Edición.

Library of Congress Cataloging-in-Publication Data

Reeder, Harry L., 1948–

Originalmente publicado en inglés con el título: From Embers to a Flame: How God Can Revitalize Your Church / P&R Publishing Company, P.O. Box 817,

Phillipsburg, New Jersey 08865-0817.


Contenido

Agradecimientos

Introducción

Capítulo 1: La Necesidad de la Revitalización en las Iglesias

Preguntas

Capítulo 2: El Paradigma Bíblico para la Revitalización

Preguntas

Capítulo 3: El Evangelio de la Gracia Divina

Preguntas

Capítulo 4: El Papel de la Oración

Preguntas

Capítulo 5: El Ministerio de la Palabra

Preguntas

Capítulo 6: La Multiplicación de Líderes

Preguntas

Capítulo 7: La Misión y La Visión

Preguntas

Capítulo 8: El Discipulado de La Gran Comisión

Preguntas

Conclusión ¿Qué Hacemos Ahora?

Sobre los autores

Agradecimientos

¿Cómo puedo, en tan breve espacio, agradecer a tantas personas?

Gracias a P&R Publishing por concordar conmigo en que este es un libro necesario, y a Dave Swavely, el gran artesano de este libro.

Debo mis agradecimientos a la membresía y al liderazgo de la iglesia Briarwood Church, por permitir y apoyar este esfuerzo, y a mi asistente administrativa, Marie Gathings, por su apoyo eficiente y alentador. También quisiera agradecer a las iglesias Pinelands Presbyterian Church y Christ Covenant Church, donde tuve el privilegio de servir.

Me gustaría agradecer a mis hermanas Vickie, Beth y Amy, junto a sus maridos. Además es una enorme bendición haber sido apoyado por mis hijos Jennifer, Ike y Abigail, junto a mis nietos Brianna, C.J. y Mack.

En forma especial, quiero dedicar este libro a mi esposa, Cindy, a través de quien vine a Cristo y con quien he podido servir a Cristo; y a mi papá y mamá, quienes querían ver terminado este proyecto pero en la providencia divina ambos partieron a la presencia del Señor este año recién pasado.

Por último, agradezco a todos esos fieles pastores que están sirviendo a la iglesia sagrada de Cristo en medio de situaciones difíciles, angustiosas y desafiantes. Les saludo y les respeto. Más que eso, el Señor les dará un lugar de honor mientras siguen siendo fieles a Él. Espero que este libro les ayude a guiar a Su iglesia hacia la vitalidad y que puedan influir mientras recuerdan, se arrepienten y recuperan las “primeras cosas.”

Introducción

Imagínese que usted recién se acaba de graduar del seminario y que acaba de comenzar su primer ministerio pastoral. La iglesia a la que fue llamado a servir se encontraba entre las más grandes y con el crecimiento más rápido de la región. Había alcanzado una membresía de casi novecientas personas, con cuatro grandes servicios de adoración y un vital programa de escuela dominical. Se conocía por tener ministerios creativos y eficaces, un innovador programa de jóvenes, un colegio cristiano diurno que estaba creciendo muy bien y un compromiso importante con las misiones internacionales.

Ahora, veinticinco años más tarde, el promedio de asistencia los domingos en la mañana es inferior a ochenta. La escuela dominical ha caído a menos de veinte adultos sin ningún niño. La edad promedio de los miembros es de aproximadamente sesenta y nueve. A los treinta y tres, usted es el miembro más joven de la congregación, a excepción de su esposa e hijos. Los servicios de los domingos por la noche han sido cancelados y se considera una gran victoria si vienen cinco personas al servicio de oración a mediados de semana. El vandalismo es pan de todos los días en los terrenos de la iglesia y cantidades mínimas de dinero están yendo ahora para las misiones y para las obras de benevolencia. El prekinder ha sustentado a la iglesia con su excedente cada vez más escaso, sin embargo, ni siquiera ni una de las familias ni miembros del docente académico asiste a la iglesia.

En su primera semana en la iglesia, usted recibe una llamada telefónica de un representante de la denominación y le dice: “Yo formo parte del comité de crecimiento de la iglesia y a nosotros nos gustaría que considerara una sugerencia nuestra. Ahora yo sé que usted es nuevo acá y sé que este es su primer pastorado en nuestra denominación, pero nos gustaría que considerara la posibilidad de que hable con sus líderes para vender el edificio y la propiedad de la iglesia, que tome los dineros recaudados de la venta y que plante una iglesia en algún otro lugar.”

-“¿Perdón?”, dice usted.

-“Nos gustaría que cerrara. Hemos querido que esta iglesia cierre por más o menos diez años, y ahora que usted está aquí, ¿consideraría la posibilidad de guiarlos a que cierren?” Él le hace recordar que tres pastores anteriormente habían sido expulsados y que otros se habían ido en completa frustración. De hecho, la iglesia ha desmoralizado a la mayoría de sus pastores anteriores.

También durante su primera semana, usted recibe otra llamada telefónica, esta vez de uno de esos previos pastores frustrados.

-“Estamos tan contentos de tenerlo en nuestra denominación,” dice él, “pero debo decirle que he estado preocupado desde que supe que venía a esta iglesia en particular. Yo fui pastor ahí y preferiría verlo servir en cualquier otro lugar.”

-“¿Por qué?”, pregunta usted.

-“Bueno, yo creo que esa iglesia tiene la marca de Satanás sobre ella.”

¡Esas no son exactamente las palabras más alentadoras que quisiera oír durante sus primeras semanas!

El comité financiero le informa que puede que sea difícil que cumplan con la cifra que le prometieron para pagarle su sueldo porque la iglesia no ha logrado cumplir con su presupuesto en años.

La tienda de artículos para oficinas ha marcado su cuenta, y de todas las iglesias de la zona, la suya es la única a la que no se le permite acceder a crédito; solamente se le permite pagar en efectivo.

Usted comienza un servicio de domingo por la noche. La primera noche, la asistencia es de once personas, siendo esa la parte más alentadora de todas. La parte desalentadora es que cinco de ellas pertenecen a su familia inmediata. Otro de los que asiste es un anciano de la iglesia, quien le pide que vayan a comer después del servicio, pero usted le dice que debe regresar a casa después del servicio porque debe hacer algunas cosas, ya que un hombre va a ir a reparar su refrigerador al día siguiente.

-“Mire, ¿por qué no salimos esta noche de todas maneras?”, le dice a la entrada de la iglesia, cuando usted está a punto de comenzar el servicio. “No se preocupe del “@#$% refrigerador.”

En su primera reunión con el directorio, se le informa que hay dos ancianos que han estado haciendo turnos y que van a tener que ser reemplazados.

 

-“Yo creo que tal persona debiera ser anciano”, dice uno de los hombres. “Yo lo nomino.”

-“¿Es miembro de esta iglesia todavía?”, pregunta otro.

–“No lo sé”, contesta él.

-“¿Viene los domingos?”

-“No, no lo he visto, pero si lo nombramos para el cargo de anciano, quizás venga.”

A medida que usted va conociendo mejor a los ancianos, se da cuenta de que algunos probablemente no conocen al Señor. Y dentro del primer mes, usted pierde a dos hombres de Dios, uno se cambia de casa y el otro muere de leucemia.

Esta no fue la imagen que nos presentaron en el seminario y usted está a punto de renunciar antes de siquiera comenzar.

Lo que le acabo de pedir que imaginara no es un escenario hipotético. Es la verdadera historia de mi primer ministerio pastoral en la iglesia Pinelands Presbyterian Church de Miami. Tiempo atrás, ese cuerpo había sido encendido por miembros entusiastas, ministerios eficaces y conversiones frecuentes. Pero para cuando me llamaron ahí, solamente quedaban las brasas. Yo quería desesperadamente que Dios encendiera esas brasas para convertirlas en llamas otra vez, lo que me hizo investigar Su palabra para encontrar los principios bíblicos relacionados con la revitalización de las iglesias. Por la gracia de Dios, pusimos esos principios en práctica, si bien con muchos errores. Y por la gracia de Dios, la iglesia volvió a la vida.

Dentro de un período de tres años crecimos a una asistencia promedio de más de cuatrocientas personas. Más de la mitad de los que se habían incorporado fueron conversiones o nuevas dedicaciones a Cristo. Pero casi tan gratificante como el crecimiento por conversión fue el hecho de que solamente una familia de la congregación original se había perdido y se había ido a otra iglesia en el proceso de la revitalización. En vez de sentirse privados de privilegios o desguarnecidos, los miembros antiguos pasaron a ser parte fundamental de la “nueva obra” del Señor en Pinelands, regocijándose en lo que el Señor estaba haciendo y mostrando un genuino interés en el ministerio de la iglesia y en la nueva visión para la comunidad a la que servíamos.

Desde entonces, he tenido el privilegio de guiar a otra iglesia por el proceso de la revitalización. La iglesia Christ Covenant Church en Charlotte, Carolina del Norte, creció de treinta y ocho miembros a más de tres mil en el transcurso de diecisiete años. El Señor también permitió que la iglesia impactara grandemente a su comunidad, mientras se convertía en “la sal y la luz” de distintas maneras alrededor de la zona de Charlotte. Lanzamos una cantidad de nuevas congregaciones en la región y también tuvimos el privilegio de apoyar y participar en muchos ministerios misioneros a través del mundo, enviando a muchos de nuestros miembros al campo misionero.

Por supuesto, no toda iglesia exitosa va a crecer tanto como Christ Covenant Church, pero toda iglesia exitosa ciertamente va a experimentar el poder del Espíritu Santo en ella y a través de ella en muchas maneras visibles. Estoy convencido de que este tipo de revitalización, cuando verdaderamente es de Dios, sucede sólo cuando los líderes de las iglesias aplican sabiamente los principios bíblicos relacionados con la salud de una iglesia. En este libro usted aprenderá esos principios, y gran cantidad de la sabiduría, que nuestro Señor usa para llevar a cualquiera iglesia ¡desde las brasas a las llamas!

Capítulo 1
La Necesidad de la Revitalización en las Iglesias

El pueblo de Dios necesita una estrategia bíblica para revitalizar las iglesias, ya que muchos de nosotros somos o seremos parte de un cuerpo que lo necesita. Consideremos la siguiente información:

• Aproximadamente el 95 por ciento de todas las iglesias en Estados Unidos cuentan con un promedio de cien personas o menos en las reuniones.1

• Más del 80 por ciento de las iglesias estadounidenses establecidas permanecen con la misma asistencia o van en disminución.2

• Anualmente entre 3.500–4.000 iglesias mueren en este país.3

Lyle Schaller escribe lo siguiente: “Un promedio de cincuenta a sesenta congregaciones dentro del protestantismo estadounidense se disuelven semanalmente, comparado con quizás cinco a diez que son capaces y están dispuestas a redefinir su rol.”4 Escribe también Kirk Hadaway, especialista en la investigación del crecimiento eclesiástico de la Convención Bautista del Sur: “La iglesia típica en casi cualquier denominación norteamericana permanece con la misma asistencia o disminuye con respecto a la membresía y a la participación. El crecimiento rápido es atípico y entre las congregaciones más antiguas el modelo es aún más pronunciado, donde la regla es permanecer con la misma asistencia o disminuir; el crecimiento es la rara excepción.”5

Mi denominación, la Iglesia Presbiteriana en América, está considerada como uno de los grupos de crecimiento más rápido en nuestra nación. Usted puede entender esto cuando ve nuestras estadísticas, las que indican, por ejemplo, que se establecieron veintiocho nuevas iglesias dentro de la denominación durante un año reciente. Eso es más per cápita que la mayoría de las otras denominaciones. Sin embargo, si vemos más allá, también encontrará que durante el mismo año, se “disolvieron” o cerraron veinticuatro iglesias. Por lo que solamente podemos decir que hubo un crecimiento neto de cuatro iglesias durante ese año en particular. Si eso es lo que ocurre con uno de los grupos de crecimiento más rápido, ¡puede imaginar las luchas a las que se ven enfrentados muchos de los otros grupos!

Permítame sugerir que es inevitable que muchas iglesias se encuentren “enfermas” o “se estén muriendo.” Los principios que analizaremos en este libro ayudarán a que los líderes y los miembros de esas iglesias vuelvan a encender las llamas del crecimiento divino en sus cuerpos. Al mismo tiempo, éstos servirán como medidas preventivas para las actuales iglesias saludables, evitándoles la disminución en asistencia a la que seguramente se verán afectadas a menos que experimenten la gracia continua de la renovación. Sin embargo, antes de comenzar con el aprendizaje de la sanidad, primeramente debemos diagnosticar la enfermedad.

LOS SÍNTOMAS DE UNA IGLESIA ENFERMA

¿Qué ocurre cuando una iglesia no crece, está detenida, se está muriendo, o la asistencia va disminuyendo? O ¿qué problemas le gustaría evitar para que una iglesia no se deslice hacia el camino de la ineficacia y del arrepentimiento? Los signos de enfermedad normalmente se dejan ver cuando las cifras bajan en la asistencia y en las finanzas, por cierto. Sin embargo, existen otros síntomas, menos obvios, que he observado en las iglesias que necesitan un ministerio de revitalización.

El Enfoque en los Programas

Las iglesias que se están muriendo tienden a enfocarse en los programas. Así como uno que apuesta va en búsqueda de un boleto ganador, ellas buscan un programa que les “transforme la iglesia.” Están depositando su esperanza en lograr el éxito con el ministerio organizado más reciente o con el plan preempacado de crecimiento de la iglesia, evaluando la salud de la iglesia de acuerdo a la cantidad y qué tan impresionantes son dichos programas. De hecho, no me sorprendería si más de alguien lee este libro en búsqueda exclusivamente de eso, un nuevo programa que se pueda implementar en sus iglesias. Sin embargo, se van a desilusionar porque este libro no se trata de un programa que usted pueda usar para transformar su iglesia. Más bien, este libro contiene principios diseñados por el Señor, principios que él mismo utilizará para dar más vida al cuerpo, desarrollándolos dentro de Su plan soberano.

Es importante que entendamos la diferencia porque cuando un programa es exitoso, normalmente se le atribuye la eficacia del plan o la astucia a su autor. Así mismo, cuando uno falla, tendemos a ir en búsqueda del siguiente programa, esperando que éste funcione mejor. Pero cuando experimentamos la salud y el crecimiento por medio de los principios que Dios ha provisto en Su Palabra, toda la gloria va para Él solamente. Si esos principios no parecen estar “funcionando”, sabemos que la culpa no es de Dios; esto nos hace volver a las Escrituras para encontrar qué es lo que debemos entender y qué debemos hacer mejor. Como veremos con más detalles en el siguiente capítulo, no debiéramos estar buscando algo nuevo como modelo de revitalización, sino que debiéramos estar aprendiendo más acerca del modelo que Dios ya nos ha entregado en Su Palabra.

La Nostalgia y La Tradición

Con frecuencia las iglesias que se están muriendo viven en el pasado. De hecho, muchas veces no se le pide a un pastor que lleve a la iglesia hacia adelante, como debiera ser el caso, sino que más bien la gente espera que él la lleve hacia atrás, para volver a vivir “los días de gloria.” Es importante recordar el pasado de una iglesia (veremos esto con mayores detalles en el siguiente capítulo) pero existe una gran diferencia entre recordar el pasado y vivir en él.

Hace unos pocos años atrás se me pidió que visitara una iglesia en Louisiana para aconsejar a los líderes sobre su ministerio que estaba pasando por dificultades. Durante una pausa que tuvimos en nuestra reunión, uno de los diáconos me llevó hacia un pasillo que estaba lleno de fotografías de todos los pastores que habían tenido antes. Había bastantes en este “salón de la fama”, ya que la iglesia existía desde el siglo XVIII. A medida que íbamos caminando, el diácono me comentaba sobre muchos de los hombres, pero cuando llegamos a donde se encontraba uno en particular, se detuvo y permaneció en silencio reverentemente. Cuando volvió a hablar, lo hizo en un tono suave. El pastor en la fotografía había llegado a la iglesia a mediados del siglo XX y había permanecido en ella veinticinco años. Rápidamente entendí que este lugar en el salón representaba “los días de gloria” de la iglesia, cuando había sido guiada por el pastor. ¡Casi pensé estar viendo velas en cada costado de la fotografía con una llama eternamente encendida por debajo!

A medida que fui conversando con los líderes de esa iglesia, me di cuenta que todo lo que estaba sucediendo ahora estaba siendo juzgado por lo que había sucedido en el pasado. Por lo tanto, esto me llevó a preguntarles: “Si todo fue tan bueno en el pasado, ¿por qué se encuentran en la situación que están ahora?” Les animé a que siguieran el principio de Filipenses 3:13, en el que Pablo dice: “olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante.” El pasado es importante y se debiera celebrar, como lo veremos con mayor detalle en el próximo capítulo. Sin embargo, debemos darnos cuenta que el placentero río de la nostalgia puede intensificarse y convertirse en una corriente arrebatadora que se lleva a la iglesia hacia atrás y hacia la profundidad de la destrucción.

Otra forma en que el pasado puede andar rondando una iglesia es el énfasis exagerado en las tradiciones. Por ejemplo, en la Iglesia Pinelands, encontré que había un grupo de ni siquiera ochenta personas que quería mantener las tradiciones que habían comenzado cuando la iglesia tenía novecientas personas fieles. No volaban ni moscas en el servicio de la mañana en la iglesia pero igual algunos querían tener cuatro servicios los domingos por la mañana. ¿Por qué? ¡Porque tener cuatro servicios era algo simbólico de los días de gloria! ¿Cuál era la lógica? Los cuatro servicios devolverían aquellos días. Pacientemente intenté explicarles que no eran los cuatro servicios los que traían a la gente, sino que el crecimiento hacía necesario tener cuatro servicios.

La Dependencia en la Personalidad

Las iglesias que se están muriendo tienden a depender en ciertos tipos de personalidades, haya o no tales tipos de personas en la iglesia. Si es que cuentan con un líder de carácter fuerte, puede que lo (o la) vean como el o la que hace todo el trabajo o el o la que toma todas las decisiones. Por otra parte, si es que están buscando un pastor, puede que piensen que existe solamente un tipo de persona que los puede guiar hacia el crecimiento. Recuerdo haber conversado con un comité de púlpito que me dijo: “Podríamos resolver todos nuestros problemas si usted nos encuentra un buen predicador que tenga una alta personalidad tipo D.” Con esto, ellos querían decir que el hombre tenía que ser un extrovertido que fuera un “verdadero líder agresivo.” Sin embargo, se encontraban bajo el malentendido que Dios utiliza solamente un tipo de personalidad en Su obra dentro del liderazgo de las iglesias.

 

Les pregunté si alguna vez habían tenido la oportunidad de conocer a Frank Barker, quien es en la actualidad el pastor emeritus de la Iglesia Presbiteriana Briarwood en Birmingham, Alabama, donde ahora sirvo como pastor principal. Frank fue el pastor que fundó la iglesia y quien la guió por cuarenta años, durante los cuales fue muy exitoso bajo cualquier punto de vista. Sin embargo, difícilmente es extrovertido o con una personalidad “altamente tipo D.” Dos anécdotas sirven para ilustrar ese hecho. Primeramente, un hombre al que conozco se sentó una vez por un momento en la biblioteca de la iglesia y empezó a conversar con un hombre que él pensaba era el ayudante de la iglesia, tan solo para descubrir que se trataba de Frank Barker. Así mismo, uno de sus miembros del personal de la iglesia decidió una vez que iba a probar una pequeña teoría, acompañando a Frank en un viaje de dos horas hacia Atlanta. Decidió que no diría nada, sino que simplemente esperaría ver cuánto se demoraría Frank en iniciar una conversación. Dos horas más tarde, finalmente dijo Frank: “¿Ya estamos en los límites de la ciudad?” Sin embargo, este hombre callado y modesto guió una iglesia muy exitosa durante muchos años.

D. James Kennedy es otro ejemplo de un eficaz líder de iglesias que ciertamente no es ningún extrovertido. Hay muchos otros también. Por lo tanto, tenga cuidado de no caer en la trampa de pensar que Dios puede desarrollar su obra solamente a través de ciertos tipos de personalidades. Él es quien le ha otorgado a la iglesia una gran variedad de dones y ha usado una gran variedad de personas en la construcción de Su reino. (cf. 1 Cor. 12:4–6).

Una Mentalidad de Mantención

¿Se acuerdan de los antiguos dibujos animados donde el Coyote perseguía al Correcaminos en un barranco y luego se daba cuenta que estaba suspendido en el aire a punto de morir? El Coyote se afirmaba lo mejor que podía del borde del barranco y se lograba sostener hasta que sus dedos ya no lo soportaban más y por fin se deslizaba y quedaba aplastado en el suelo como una tortilla. Esa es la manera en que muchas iglesias consideran al ministerio en la actualidad. “Sostengámonos”, piensan. “Es de esperar que reemplacemos la cantidad de personas que perdimos el año pasado”, dicen, o “Con suerte lograremos nuestro presupuesto”. En realidad sí tienen una visión por el ministerio, pero la visión es como si dijeran: “Sosténganse y afírmense”. Es una mentalidad de mantención, donde simplemente le están sacando brillo a un monumento, en vez de estar construyendo un movimiento de la gracia divina. Se están sosteniendo con un sistema de salvavidas en vez de ejercer una misión salvadora de vidas. Sus únicas esperanzas y sueños son mantener las puertas abiertas, en vez de traer una cosecha de almas a través de las mismas puertas.

Las Excusas y una Mentalidad de “Víctima”

Otra actitud que pareciera invadir a las iglesias que están enfermas o que se están muriendo es la que dice: “Nunca funcionará aquí porque…” Los líderes y miembros ya cuentan con una lista bien ensayada de razones por las que no resultaría una idea de un nuevo ministerio. Dos razones clásicas son las siguientes: “Ya lo hemos intentado antes” y “Va a costar demasiado dinero”, pero otras pudieran ser “Ha cambiado el vecindario”, “Nuestro edificio está en el lugar equivocado”, o “Esta es una comunidad difícil, donde nadie asiste a ninguna iglesia.” La iglesia se ha convertido en algo similar a un equipo de deportes que ha perdido todos sus partidos durante diez años y ya cuenta con una lista de excusas para las derrotas que espera tener en la siguiente temporada.

La hipótesis detrás de esas excusas es que la iglesia es la víctima de algún factor externo, la que le está impidiendo ser grandemente usada por Dios. Ya sea la falta de dinero, un lugar difícil, o lo que sea, existe una leve pero peligrosa mentalidad que la iglesia está condenada a la mediocridad o al fracaso por causa de sus circunstancias. Estas iglesias no tienen ninguna verdadera esperanza porque se están dejando dominar por las circunstancias negativas, un problema que la Biblia dice que debemos tratar de evitar a toda costa. (cf. Santiago 1:2–4). En realidad, las Escrituras nos enseñan que incluso nuestras debilidades permiten que Dios obre en y a través de nosotros. Considere lo que el apóstol Pablo dice en 2 Corintios 12:8–10:

… respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en insultos, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.

Los creyentes de Uganda en África, ilustran bien este punto. He tenido el privilegio de ministrar el evangelio durante seis viajes a ese país, sin embargo, nunca olvidaré mi primer viaje. Fue a mediados de la década de los años ochenta, no mucho después que la Guerra de Idi Amin por el poder y el reino del terror abandonaron a la nación y su gente en una miseria abominable. Entre las víctimas de esa época se encontraban muchos miles de creyentes cristianos quienes fueron torturados y muertos por su fe. Mientras me encontraba allá en ese primer viaje, por cierto, el nuevo régimen descubrió los cadáveres de quinientos cristianos que habían sido usados como relleno y pavimento para construir un camino. La inflación de la economía en Uganda en ese tiempo se encontraba entre el 600 y el 800 por ciento, y la gente vivía bajo la ley marcial con el constante temor de una nueva guerra o del surgimiento de un nuevo dictador que robara sus terrenos.

No obstante, hubo (y en realidad todavía existe) un gran movimiento de Dios en medio y a través de las iglesias en Uganda. Recuerdo que se me pidió que predicara un día en una catedral que había sido bombardeada, y luego volver a predicar una vez que hubiera terminado. ¡Después se me volvió a pedir que predicara otra vez! Les dije: “¿Quieren que predique más? Ya lo he hecho dos veces.” Por medio del intérprete me respondieron: “Sí, por favor, hoy hemos caminado muchas horas.” Fue así que buscando entre las páginas de mi Biblia encontré algo para enseñarles, ¡porque estaban tan deseosos de escuchar la Palabra de Dios! Les predicaban a sus amigos, incluso durante mis cortas visitas, vi venir a cientos de personas a Cristo.

Por lo tanto, en medio de gran persecución y dificultades prosperaban las iglesias en Uganda. No se consideraban víctimas sin esperanzas ni usaban sus circunstancias como excusa para la derrota. De la misma manera, muchas iglesias en nuestro país necesitan darse cuenta que Dios es capaz de darles nueva vida, sin importar cuán sombrías parezcan sus perspectivas ahora.

Es tan fácil crear excusas, las que se pueden convertir en tal hábito, que podemos engañarnos a nosotros mismos, perdiendo así el contacto con la realidad. Una vez hablé con los líderes de una iglesia que querían vender su edificio y cambiarse a otro lugar porque, decían: “Ya no podemos ministrar más acá.” Sus razones se basaban en que la comunidad había cambiado con el paso de los años. Decían: “Antes podíamos alcanzar a la comunidad porque eran personas como nosotros pero ahora son todos hispanos.” Les pregunté cómo sabían eso, me respondieron que una iglesia de habla hispana les arrendaba su edificio los domingos en la tarde y que tenían una asistencia de más de cuatrocientas personas. La iglesia dueña del edificio, por otra parte, tenía aproximadamente cuarenta personas los domingos en la mañana.

No obstante, revisamos los registros del censo y encontramos que la comunidad alrededor de la iglesia estaba compuesta en realidad por un 88 por ciento de angloamericanos, ¡y que menos del 12 por ciento era hispano! Por lo tanto, le dije a la iglesia: “Les tengo buenas y malas noticias.” Las buenas noticias son que el 88 por ciento de las personas alrededor suyo hablan el mismo idioma que ustedes, lo que significa que no tienen que cambiarse. Las malas noticias son que la iglesia que les está arrendando está alcanzando al otro 12 por ciento y están llenando el edificio todos los domingos por la tarde.” Les sugerí que no se preocuparan de cambiarse ahora sino que debían preocuparse de lo que estaban haciendo mal y lo que debieran hacer mejor para alcanzar a la gente con el evangelio. Yo solo esperaba que aumentara su sentido de responsabilidad ahora que su excusa había sido eliminada.

Una Mala Reputación en la Comunidad

Otro síntoma que es evidente en una iglesia que se está muriendo es la percepción que tienen otras personas alrededor de ella. Mientras más tiempo se encuentre una iglesia en decadencia, peor será la reputación y la imagen pública. La comunidad en general y las iglesias vecinas se empiezan a formar sus propias opiniones de la condición de la iglesia. Las personas que mayor daño hacen en este sentido son frecuentemente las mismas personas que se han ido de la iglesia y que se han unido a otras. Se les hace difícil dejar de compartir sus informaciones “internas” y sus “historias de terror” del por qué decayó la iglesia, la falta de recursos en la congregación, o cómo fueron maltratados por las personas en la iglesia. En realidad, como pastor, varias veces me he encontrado con gente que ni siquiera pone atención a nada de lo que digo por causa de informes dañinos que han escuchado acerca de la iglesia, los que han escuchado de otros exmiembros de la iglesia. A medida que han pasado los años, va creciendo la lista de rumores mal intencionados, lo que dificulta la tarea de la revitalización.