Loe raamatut: «Diarios»
DIARIO
ÉDOUARD LEVÉ
La ambigüedad del título de este libro queda rápidamente resuelta en cuanto se ve su estructura. Si bien es un registro del paso del tiempo, no se trata de un diario íntimo sino de un objeto hecho a semejanza de un periódico. Sus partes reproducen las secciones de un diario: Cultura, Policiales, Economía, Pronóstico del tiempo, Guía de cine, teatro y música, Deportes.
Si en Obras, su libro anterior, Édouard Levé inventa quinientas treinta y tres obras/proyectos que en su mayoría nunca fueron realizados, en Diario ningún material de la composición le es propio. Se trata de una particular selección de fragmentos de notas periodísticas efectivamente publicadas en distintos medios a las cuales les borra toda referencia: no hay nombres propios de personas ni de lugares, tampoco fechas ni títulos de libros o de películas. Mediante este procedimiento formal, con claras reminiscencias oulipianas, Levé muestra la construcción de la noticia, dejando ver su esqueleto y, por lo tanto, poniendo en evidencia su artificialidad.
Un libro deslumbrante que genera un efecto de lectura inesperado, porque si de los hechos narrados no conocemos lugar, protagonista ni tiempo, pueden haber sido realizados en cualquier lugar, por cualquier persona y en cualquier momento.
Diario
ÉDOUARD LEVÉ
Traducción de Matías Battistón
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INTERNACIONAL
Unas veinte personas mueren en un atentado suicida perpetrado en un hotel de una localidad turística costera. Un hombre con una mochila llena de explosivos logra acceder al hall de entrada y detona la carga cuando se encuentra en medio de un grupo que se prepara para salir de excursión. La mayoría de las víctimas son turistas, pero se ignora tanto su identidad como su número exacto. La violencia del estallido impide la reconstrucción precisa de los cuerpos.
En un barrio popular, la explosión de una bicicleta cargada con diez kilos de dinamita provoca la muerte de cuatro policías y una niña de cinco años. Las autoridades atribuyen inmediatamente el atentado a un grupo de guerrilleros. Otros dos paquetes bomba son desactivados en la capital. Sin embargo, la guerrilla y el gobierno han convenido una fecha para firmar un alto el fuego. Un recrudecimiento de los atentados guerrilleros, en particular contra las torres eléctricas en las cercanías de la ciudad, ha acompañado el acuerdo, obtenido gracias a los buenos oficios de una organización internacional de naciones.
Un ataque contra el centro cultural de un país extranjero deja un saldo de cuatro policías muertos y veinte personas heridas. El atentado, que ninguna facción reivindica, lo ejecutan cuatro hombres en dos motos, que abren fuego contra los policías durante el cambio de guardia. Los terroristas logran escapar. A partir de la ola de ataques, se ha reforzado considerablemente la seguridad delante de todos los edificios oficiales del país extranjero. Como se aproxima la fiesta nacional, la policía multiplica los controles. El ministro del Interior afirma que este atentado es obra de facciones de extrema izquierda, muy presentes en el este del país.
La policía declara haber arrestado a seis hombres supuestamente vinculados con una red terrorista. Las escuchas telefónicas revelan su proyecto de asesinar al presidente. Uno de ellos es arrestado al bajar del avión, pero la policía lo libera al otro día por falta de pruebas. Los otros cinco son arrestados en un garaje que les sirve de lugar de culto. La policía confisca cintas de video, agendas y varios planos de embajadas.
Cuatro hombres son arrestados en posesión de una cantidad industrial de cianuro y de los planos de varias embajadas de la capital. Durante el allanamiento, la policía encuentra un plano de la red de distribución de agua de la ciudad.
El segundo presidente en funciones, autoproclamado hace tres meses, se hace fotografiar en los peldaños de la sede de su municipio, rebautizada “palacio presidencial”, rodeado de doscientos oficiales de uniforme que vinieron a ofrecerle su apoyo. En su mayoría provienen de la administración. No se conocen las preferencias del ejército local a favor de un presidente u otro. No es un factor decisivo, ya que su peso es más simbólico que real: el ejército es menos rico en hombres (treinta mil) que en generales (unos cien). No posee ningún buque de guerra, y el director de las “fuerzas navales” no navega desde hace quince años. Tampoco cuenta con aviones de combate ni helicópteros, solo ochocientos aviones de transporte. Para los desplazamientos importantes, las tropas recurren a la aviación civil. Los doce blindados tienen más de cuarenta años y sirven más que nada para los desfiles. La mitad de los militares son gendarmes. Reciben un trato preferencial, porque llevan adelante el combate más importante del país, contra los ladrones de cebúes, organizados en facciones armadas.
Una región independentista es aplastada por el ejército ante la indiferencia de la opinión internacional, más preocupada por ganarse el favor del gobierno que por el respeto de los derechos humanos en una zona de nulo interés económico. Los testimonios de los rebeldes confirman las declaraciones de las asociaciones humanitarias: las operaciones de limpieza se multiplican después de la ola de atentados que justifica, según las autoridades, una severa represión. En esta zona, los observadores internacionales tienen prohibido moverse libremente. Una mujer comenta: “Dijeron que volverían y que matarían al resto de la familia si hablábamos. Así que nos fuimos”. En la zona donde se ha refugiado, como miles de sus compatriotas, esta mujer teme menos al frío y al hambre que a las misiones punitivas de las brigadas especiales, que ya han vaciado la mitad de las aldeas de la región. “Los que se quedan no se atreven a mirarse a los ojos, porque temen que alguien los delate. Nadie sabe lo que les cuentan los demás a los torturadores”. Dos meses antes, la encierran en su casa durante una semana con lo que queda de su familia, mientras usan una casa vecina como sala de interrogatorio y tortura. Solo escucha gritos. Más tarde, descubre que a uno le cortaron una oreja, a otro los testículos, y que a otro lo obligaron a comérselos. A una mujer la dejaron desnuda sobre una pila de cadáveres durante días. Nadie sabe la cantidad exacta de víctimas, porque los habitantes son amenazados con represalias si llevan la cuenta de sus muertos. Les creen a los militares cuando, después de martirizar a toda una aldea durante cinco días, estos juran que van a volver. Todas las noches hay escuadrones de hombres con pasamontañas, altos y fuertes, que conducen borrachos vehículos sin matrícula, van a las casas y exterminan a todos los que encuentran adentro. Los acompañan colaboradores locales, también con pasamontañas. Estos escuadrones son formados en unidades especiales, que desde hace décadas les enseñan a matar, torturar y ocultar cualquier rastro de sus intervenciones. Se acuartelan en casas en la periferia de las aldeas, torturan sin descanso durante varios días, y arrasan la aldea para concluir sus operaciones relámpago. La primera cámara de tortura provisoria se inauguró hace tres años, en presencia de varios generales. Uno posaba en la televisión delante de los cadáveres, que según él eran “bandidos caídos en combate armado”. Justificaba el hecho de que se atacara a gente inocente escudándose en “la necesidad de hacerles entender a los habitantes que si sufren es por culpa de los terroristas. Les convendría colaborar”.
El ejército se retira de un área metropolitana enemiga después de haberla ocupado completamente la noche anterior, durante la operación más grande desde su levantamiento. Los tanques siguen rodeando otra ciudad y no se mueven de ciertas zonas. El ejército efectúa también una nueva incursión en una ciudad insumisa, durante la cual son abatidos cuatro rebeldes. Estas operaciones de represalia tienen lugar luego de un atentado en el que murieron seis personas, atentado motivado a su vez por el asesinato, tres días antes, de un responsable del brazo armado de un movimiento no oficial de resistencia.
Continúa la espiral de violencia entre dos países. Un soldado de uno de los dos bandos, herido hace unos días, muere a causa de sus heridas. El ejército del mismo bando procede a realizar nuevas incursiones en las zonas donde habitan los refugiados enemigos. Varios son ultimados, entre ellos uno de los líderes de las brigadas insurgentes.
Luego de una sangrienta ola de atentados, el gobierno decide confiarle a una empresa de tecnología de defensa la construcción de un nuevo buque espía. A partir de un casco construido en el extranjero, este nuevo barco, tripulado por treinta marinos y ochenta especialistas en el análisis y uso estratégico de las señales interceptadas, movilizará tres mil toneladas y transportará importantes medios de investigación electromagnética para fines militares.
En un lapso de veinte años, el presidente que gobierna la antigua colonia se convierte en el sangriento dictador de un país a la deriva. La economía y la agricultura están arruinadas, el hambre hace estragos. Uno de cada dos residentes está desempleado, y uno de cada cuatro ha contraído sida. Los servicios públicos son inoperantes, la justicia es corrupta y los medios de comunicación se encuentran bajo un férreo control. Los investigadores, docentes y médicos han escapado. El naufragio del país se debe a la obsesión del presidente-dictador por mantenerse en el poder. No soporta ninguna oposición, y se niega a otorgarle al electorado el derecho al voto. “Los opositores, si los hay, no gobernarán jamás, ni mientras yo viva ni después de mi muerte. Mi fantasma vendrá a perseguirlos. Serán atormentados por demonios y brujos. Tengo un diploma en violencia”, declara. Su método de terror consiste en intimidar a sus adversarios, cuando no los secuestra o sencillamente los mata. Los fraudes electorales, las falsas declaraciones, las falsas acusaciones y los arrestos arbitrarios son moneda corriente. Estos trabajos siniestros son realizados por gente sin empleo a cambio de una remuneración diaria o por malvivientes reclutados en los bares. Los enemigos son los antiguos colonos o los miembros de la minoría étnica. Los granjeros ricos, un blanco recurrente, son despojados de sus propiedades en beneficio del dictador y sus allegados. A pesar de que los presidentes vecinos le han desaconsejado empujar a los antiguos colonos al exilio, a riesgo de arruinar el país, él los persigue sin piedad. Tampoco se olvida de la otra etnia, contra la cual ordena crear especialmente una sexta brigada, formada por exoficiales de un país extranjero conocido por un genocidio a gran escala. Las atrocidades se multiplican: campesinos quemados vivos, niños ensartados en la espalda de sus madres, familias obligadas a cantar sobre la tumba de sus seres queridos. Una especialidad de la sexta brigada es preguntarles a las víctimas: “¿Manga corta o manga larga?”, para saber si prefieren que les corten el brazo o la mano.
La municipalidad de una pequeña ciudad abre un centro de estudios y de documentación sobre la dictadura que, durante la última guerra, temporalmente estableció allí su capital. En un principio, la idea es inaugurar un museo abierto al público en honor al dictador. Bajo la presión de los antiguos opositores al régimen, el proyecto se transforma en un centro de investigación reservado a los universitarios. Los archivos se nutren de la adquisición de dos fondos distintos, uno de los cuales pertenecía al antiguo ministro de Defensa del régimen totalitario. Se hace un llamado a los habitantes de la ciudad para que sus donaciones completen la colección. El antiguo dictador vuelve a ponerse de moda. La municipalidad, de común acuerdo con el sindicato hotelero, aprovecha su imagen para atraer turistas. Su residencia, usurpada a una familia adinerada cuyo hijo en su momento prefirió suicidarse antes que cooperar con la dictadura, se convierte en un hotel de cinco estrellas, donde los turistas más acomodados pagan el equivalente a un salario mensual promedio para pasar una noche en la “suite del gran hombre”. A poca distancia, el antiguo château del poeta nacional, que escribía todos los discursos del dictador, recibe a doscientos veinte mil visitantes por año. El recorrido continúa a lo largo de los cuarteles generales de la milicia, la residencia del comando de las camisas oscuras, la sede de la división Siempre Más, columna especializada en realizar ataques sorpresa de una gran crueldad, y por último la morada de un “ciudadano modelo”, que hizo masacrar a numerosos miembros de una misma religión entregándolos a un país aliado para ser exterminados industrialmente. “La verdadera historia de la ciudad aún está por descubrirse. Esperemos que el centro de estudios ayude a lograrlo”, dice la guía editada por la oficina de turismo.
En un portafolio negro, el antiguo dictador lleva los documentos que le permiten responder a las acusaciones en su contra. Tres semanas después del comienzo del juicio ante el tribunal internacional, parece estar menos defendiéndose a sí mismo que construyendo su imagen para la historia venidera. Se dirige a sus compatriotas, a quienes busca seducir después de que estos lo pusieran en manos de la justicia internacional, más que a las víctimas, a los jueces o a la opinión mundial. El exdictador permanece sentado y tranquilo mientras los testigos, todos pertenecientes a la misma etnia diezmada, describen los crímenes y las deportaciones de civiles. Les hace preguntas para intimidarlos. Después saca de su portafolio testimonios que contradicen lo expuesto por la fiscalía, para probar que fueron militares de las organizaciones internacionales y el ejército de otra etnia, distinta de la suya, los que cometieron las atrocidades. Su estrategia es eficaz: en su país, un sondeo reciente muestra que a la mitad de la población le parecen convincentes sus palabras. Juega con el miedo de la clase dirigente de su país frente al tribunal internacional. Algunos de sus integrantes siguen en sus cargos desde el fin de la dictadura. Cuando un hombre de la etnia perseguida declara que dos de sus hijos fueron asesinados delante de su puerta por la policía del exdictador, que no venía a confiscar armas en manos de los “terroristas”, sino a matar hombres, mujeres embarazadas y niños, este se limita a responder: “Usted pertenecía a la misma etnia. Y sin embargo, no lo mataron”.
La erupción de un volcán destruye una ciudad. Casi todos sus habitantes huyen y regresan más tarde, lo que complica los operativos humanitarios en la zona, partida en dos por un río de lava. La erupción misma provoca la muerte de veinte personas y deja un saldo de cuatrocientos heridos, según estiman por el momento los hospitales de la ciudad vecina. El accidente más grave sucede cuando los depósitos de una estación de servicio estallan luego de entrar en contacto con la lava. Decenas de personas que intentan llevarse el combustible en bidones son alcanzadas por la explosión y el incendio subsiguiente. Saldo: ochenta muertos. Se preparan varios operativos de emergencia con el fin de abrir un camino a través de la corriente de lava, ya fría, y volver a conectar las partes este y oeste de la ciudad. Largas filas de espera se forman delante de los pocos puntos donde hay agua disponible, pero no puede organizarse ningún reparto de alimentos. Según fuentes militares, al menos trece saqueadores son abatidos en la urbe. Algunos, entre ellos siete soldados, son arrestados mientras desvalijan un almacén. “Quien sea sorprendido en un saqueo con las manos en la masa será juzgado directamente en el más allá”, anuncia una radio local.
En un pequeño país, recientemente víctima de bombardeos de represalia por parte de una gran potencia, un terremoto deja un saldo de alrededor de cincuenta muertos. El programa humanitario mundial habla de cien desaparecidos. La gran potencia continúa sus bombardeos en el este del país, donde aún habría combatientes rebeldes. Más de cinco mil soldados participan de la operación.
Una epidemia de peste pulmonar deja cuatro muertos en el sur del país. Después de distribuir antibióticos a diecisiete mil personas, las autoridades sanitarias estiman que la epidemia ya está bajo control.
Doscientas personas mueren al incendiarse un tren repleto de gente.
Un diputado ecologista viaja a un país pobre para exigir la liberación “inmediata e incondicional” de una senadora secuestrada por facciones revolucionarias armadas. “No quiero ningún intercambio, porque el ser humano no es una mercancía”, agrega. Al llegar, trata de organizar una misión de negociación, pero el único contacto que tiene es una casilla de correo electrónico de los insurgentes. El mensaje que les envía queda sin respuesta. Vuelve entonces a su país y declara: “Sigo estando a favor de un proceso para negociar la paz con las facciones revolucionarias, sobre todo considerando que los primeros contactos parecen prometedores”.
Se nombra a un nuevo ministro de Asuntos Exteriores. Diplomado en Economía y Comercio, continuó su formación en el extranjero antes de entrar en una institución monetaria internacional, hace ya cuarenta años. Al volver, es nombrado director general del banco de la nación. Luego de una larga carrera en el mercado financiero, durante la que se acostumbra a trabajar a la sombra del poder, se lanza a una carrera política hace dos años, pasando a formar parte del gobierno como ministro de Finanzas. Poco habituado a las negociaciones políticas, defiende un proyecto de reforma jubilatoria que desencadena una movilización de un millón de manifestantes. Más tarde, aprende a ceder ante los sindicatos. Si bien adhiere al liberalismo, consigue en ese momento el apoyo de la izquierda. Durante las elecciones, en su última campaña política, crea un partido liberal, pero termina uniéndose a la coalición de centro-derecha, lo que le granjea un cargo de ministro de Asuntos Exteriores durante la constitución del gobierno. Rápidamente se convierte en el líder del sector diplomático, a pesar de su aspecto severo y su rostro demacrado, razones por las cuales el electorado lo conoce en una época como “el sapo”. Se opone con éxito a la creación de nuevos cargos permanentes en el consejo de seguridad de una institución internacional. Es el artífice de las exitosas negociaciones entre la nación y una dictadura que alberga campos de entrenamiento de terroristas internacionales. Da los primeros pasos para volver a entablar relaciones con una excolonia, y encabeza los esfuerzos multinacionales destinados a restablecer la paz en una región azotada por genocidios étnicos. Está casado con una mujer de negocios muy rica, que dispone de importantes bienes en el extranjero.
Las poblaciones de dieciséis países pobres de una misma región participan de un ejercicio a gran escala para entrenar a las fuerzas militares locales, que deberán controlar el ingreso simulado de refugiados en la zona, dentro del marco de una operación de mantenimiento de la paz dirigida por un país rico e influyente de otro continente. El ejercicio tiene lugar después de que decenas de miles de exiliados de uno de los países participantes murieran durante el éxodo provocado por una reciente guerra interétnica.
Un país dividido en dos luego de la última guerra ahora busca un acercamiento entre ambas partes, enemistadas desde entonces. El presidente de una gran potencia extranjera, que respalda a una de ellas, la pone en una situación incómoda cuando afirma que la otra pertenece al “eje del mal”. Lo dice luego de una ola de atentados en su país, a cuyos autores aún no han podido ubicar. Sus declaraciones echan por la borda varios años de delicado trabajo diplomático.
Un candidato a presidente inicia una demanda por invasión a la intimidad contra un periodista que acaba de publicar un libro donde le atribuye, erróneamente, detalles biográficos que en realidad le pertenecen a uno de sus aliados políticos, cuando ambos integraban el mismo partido, hace veinte años. Su abogado estima que los lectores podrían creer que el candidato se atribuye una ascendencia familiar más gloriosa de la que tiene en verdad. Por otra parte, el periodista hace eco de rumores y confidencias referentes a las violaciones colectivas y los asesinatos cometidos por los miembros de ese mismo partido en aquella época. El abogado del periodista reconoce los errores de su cliente, pero estima que no invaden la intimidad del candidato. El editor se compromete a suprimir los fragmentos en disputa en eventuales reediciones, pero no considera factible expurgar los libros que ya están en circulación. “Obligar a retirar los ejemplares a la venta constituiría una censura económica particularmente injusta”, concluye el abogado.
Dos candidatos a presidente consideran haber ganado las elecciones. Cada uno “gobierna” con sus ministros. Las negociaciones entre los representantes de la Asamblea para zanjar la cuestión y dictaminar quién resultó ganador en los comicios no tienen éxito. El portavoz evita hablar de un fracaso, y utiliza la expresión “primera vuelta”. Sin embargo, no hay ninguna segunda vuelta prevista.
Hay cacerolazos en las principales ciudades del país para protestar contra las restricciones bancarias y la corrupción de las clases dirigentes. En la capital, cientos de manifestantes convergen frente al palacio presidencial, protegido por cientos de policías y vallas. Mujeres y niños golpean sus cacerolas y entonan eslóganes para exigir que se eliminen las restricciones bancarias que impiden que los ciudadanos utilicen libremente su dinero. Se ven pancartas que reclaman elecciones presidenciales inmediatas. La calle considera que el presidente actual es ilegítimo, al haber sido elegido durante una reunión de urgencia del Congreso y no por voto directo de los ciudadanos. Una tormenta dispersa a la muchedumbre mientras la policía, armada de gases lacrimógenos y balas de goma, arremete contra los últimos manifestantes, que se están retirando pacíficamente. Antes de la protesta, el gobierno justificó la implementación del dispositivo de seguridad para evitar “desbordes que pongan en riesgo la vida y los bienes de la gente”. Hace algunos meses, las manifestaciones terminaron con varias decenas de muertos por la sangrienta represión policial contra un cacerolazo pacífico, lo que desencadenó la caída del presidente anterior.
Los electores deben designar en breve a los nuevos diputados. Los comicios tienen lugar por la renuncia del primer ministro socialista, luego de la derrota de su partido en las elecciones municipales. El partido de la oposición se queda con las ciudades más grandes. Este sufragio anticipado se da en un contexto difícil. El crecimiento económico pierde impulso y el déficit presupuestario aumenta. Para encabezar su lista, los socialistas designan a un economista, un exministro que cosechó una gran popularidad cuando implementó un ingreso mínimo garantizado. Se publican anuncios publicitarios en los diarios con la consigna: “Y pensar que antes todo esto eran puras promesas...”. Enumeran los compromisos que el gobierno cumplió durante sus seis años en el poder, bajo este eslogan: “Decirlo es fácil, pero nosotros lo hacemos”. En la oposición, el candidato de derecha multiplica sus visitas al extranjero y reúne a su eventual gabinete. Pero no está seguro de conseguir la mayoría absoluta. Teme que cuando tenga que gobernar termine encontrándose con las mismas dificultades que los socialistas: sin suficientes bancas en la Asamblea.
Un sondeo realizado el día de las elecciones legislativas indica que un primer ministro habría sido elegido en primera vuelta con el cincuenta por ciento de los votos si el escrutinio hubiera tenido lugar en esa fecha. El éxito de su partido lo ubica en una situación ideal: las elecciones legislativas son vistas como un anticipo de la elección presidencial. A los pocos meses, el primer ministro es quien se ocupa de los asuntos del país, aprovechando las ausencias del presidente, debilitado por su alcoholismo. Hasta ahora la suya ha sido una carrera heteróclita, con varias zonas oscuras. Empieza en el servicio secreto, con una misión de varios años en el extranjero, de la que nunca ha revelado nada públicamente. Luego ingresa al gobierno de una importante ciudad de provincia, antes de llegar a la capital como parte de un equipo de jóvenes ambiciosos vinculados al principal reformador. Su rápido ascenso le permite encabezar el servicio secreto, un año antes de ser nombrado primer ministro. Su popularidad, menor al uno por ciento al momento de su sorpresiva nominación por parte del presidente, aumenta a medida que avanzan las tropas en la región independentista, a la que se opuso ferozmente desde los primeros intentos de insurgencia. Tras varios meses de enfrentamientos violentos, pasa a ser el favorito de sus compatriotas. Después de una seguidilla de ataques islamistas y de atentados que dejan varios cientos de muertos, “el país necesita un héroe que lo salve de los terroristas”, explican los politólogos. Es entonces cuando reemplaza en la cúpula del gobierno a otro exjefe del servicio secreto, que ya no satisface las expectativas del presidente y de su entorno, ni en la política interna ni en el aspecto militar. Una serie de declaraciones y de gestos enérgicos, a veces burdos, como su promesa de “liquidar a los terroristas hasta en los baños”, o el corte de mangas que les dedicó ante las cámaras, le permiten ganarse el fervor del pueblo.
Un nuevo sondeo favorece a uno de los candidatos a una nueva elección presidencial, dándolo como vencedor en segunda vuelta contra el actual presidente. La noche anterior, este último se presenta en el principal canal de televisión como el candidato de la reconciliación y el compromiso. Un candidato minoritario lo critica fuertemente, describiéndolo como el “candidato de la ruptura con todos los grandes compromisos asumidos en el pasado”. Indiferente, el presidente-candidato ofrece al día siguiente un discurso sobre la necesidad de reforzar la seguridad del país ante el recrudecimiento de la violencia urbana.
Una mujer, senadora del partido liberal opositor, es asesinada mientras conducía su coche en las calles de la capital, una semana antes de las elecciones del Congreso. La policía acusa a las fuerzas revolucionarias armadas. Otras tres personas mueren durante el ataque.
Un gobierno renuncia y el primer ministro saliente forma un nuevo equipo ministerial. El nuevo gabinete, cuyo primer ministro es también ministro de Defensa, ya no cuenta con ningún vice primer ministro. Los ministerios del Interior y de Asuntos Exteriores cambian de titulares. El embajador en una gran potencia extranjera se convierte en el nuevo jefe del servicio diplomático, y el secretario general del Ministerio del Interior asume como ministro.
Un ministro de Asuntos Exteriores critica duramente a la oposición, declarando que su candidato introduce una cuota excesiva de nacionalismo en la campaña electoral. “Cuando escucho el debate sobre la inmigración, temo que esta campaña termine basándose en un enfoque nacional, cuando no nacionalista o incluso xenófobo”, declara ante un órgano de prensa. El jefe de la oposición sostiene que su país está al límite de su capacidad para recibir extranjeros.
Luego de la publicación de cifras negativas, un presidente acaba de reconocer que su país está atravesando un mal momento económico. El crecimiento no superaría el uno por ciento, cifra inferior a lo previsto y apenas superior al modesto resultado del año pasado. “En consecuencia, aumentará el desempleo”, reconoció el presidente, admitiendo implícitamente que no ha cumplido su promesa electoral de reducirlo. Los analistas esperan que aumente el empleo en el verano, cosa improbable, a menos que repunte el crecimiento de manera sostenida. Según la oficina de trabajo, la cantidad de desocupados representa el diez por ciento de la población activa. Los dos últimos trimestres del año pasado mostraron una retracción del producto bruto interno. El país entra en un ciclo de recesión. El estado precario de la economía afecta también la de los países vecinos, presiona el valor de la moneda, disminuye la recaudación y aumenta el déficit presupuestario. Las instituciones internacionales podrían hacerle una advertencia en breve al gobierno, cuyo déficit público alcanza el tres por ciento del PBI. Pero esto no surtiría ningún efecto: el margen de acción del presidente es muy acotado. Vuelve a lanzarse el pacto por el empleo, un foro de empleadores y sindicatos encargados de definir los medios más adecuados para crear trabajo, pero el resultado es decepcionante. Los integrantes no pueden acordar un programa, y las discusiones se estancan en la cuestión salarial. La federación metalúrgica exige un aumento para el año siguiente, que el empresariado juzga imposible. Ante el impasse, el presidente se muestra impotente, a pesar de sus llamados a “encontrar lo antes posible un equilibrio entre los intereses de las partes, para no socavar los evidentes signos de recuperación”.
Tasuta katkend on lõppenud.