Loe raamatut: «El arte de argumentar: sentido, forma, diálogo y persuasión», lehekülg 7

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La nueva teoría de la argumentación

Preámbulo

Desde 1947 a la fecha, el desarrollo de la teoría de la argumentación moderna puede describirse a partir de dos movimientos epistemológicos distintos: por un lado, las teorías que en la contemporaneidad establecieron o restablecieron —en un sentido racional y, también, un tanto histórico— los acercamientos lógicos, dialécticos, retóricos y lingüístico-discursivos; en segundo lugar, las teorías de la segunda ola que continuaron el trabajo fundador o propusieron nuevas evaluaciones de la argumentación, y que acabaron de configurar el actual conjunto de posiciones dentro del campo, en un periodo de expansión, contacto e integración.

El periodo anterior a 1947 como totalidad, contrasta con la nueva teoría de la argumentación surgida tras la segunda posguerra mundial en cuanto se presentan en ésta, entre otras, las siguientes características distintivas con relación al enfoque grecolatino, medieval, renacentista y posrenacentista:

• Lógica: aplicación de la lógica no silogística a la argumentación (además, claro, de la continuidad de la silogística) en medio de un estallido, con raíces en el siglo XIX, de la lógica formal en diversas lógicas no tradicionales, algunas específicamente argumentativas: lógica formal, lógica dialéctica, lógica propedéutica, teorías del malentendido.

• Dialéctica: el tratamiento del debate dialéctico desde perspectivas inéditas: criterios de juicio e interpretación relativamente novedosos de los productos argumentativos (relevancia, adecuación y suficiencia, principio de caridad interpretativa, etcétera), tratamiento pragmático y formal moderno de las falacias, definición de criterios contemporáneos en las consideraciones sobre la argumentación en tanto procedimiento racional que recorre determinadas etapas y responde a determinados principios compartidos.

• Retórica y semiótica no verbales, así como argumentación multimodal: creación (en curso) por vez primera de una retórica de lo visual y de lo no lingüístico en general; inicio de las reflexiones sistemáticas sobre elementos no «lógico-lógicos» de la argumentación y de la racionalidad (es decir, sobre lo emocional, lo intuitivo, las creencias y el contexto físico y social) dentro de la teoría de la argumentación.

• Lingüística y discurso: creación de escuelas de análisis de la argumentación que cubren desde la sintaxis (el orden) y la semántica (el sentido) hasta la pragmática (el uso), la interpretación (como en las reflexiones de Gadamer, Ricoeur o Thompson, un poco por fuera del campo mundial, que se desarrolla bajo la hegemonía lógico-dialéctica) y el discurso (estudio de la argumentación en su contexto de producción, circulación y recepción).

• Orientación pragmática: reencuentro paulatino pero decisivo del discurso argumentativo natural, de su complejidad y de su dimensión contextual e interactiva, pragmática (del uso) en oposición a una lógica o una dialéctica descontextualizadas.

• Géneros: interés en nuevos géneros discursivos, en especial los propios de la era de los medios masivos, como la publicidad.

• Aplicaciones tecnológicas: el estudio de la argumentación computacional, que hoy comprende incluso aspectos mecanizables de la descripción emotiva.

La división entre la antigua y la nueva forma de la teoría de la argumentación en realidad no es tajante en todos los aspectos, conlleva la existencia de eslabones intermedios, de antecedentes, de mediaciones ampliamente matizadas en el curso del trabajo y susceptibles de rastrearse, como en el caso del aporte de los modistas medievales al estudio argumentativo-lingüístico.

La primera ola: de la senso-propaganda a la ratio-propaganda

En lo que podemos llamar la primera ola de la argumentación son distinguibles tres etapas: 1947-1958, que es un periodo germinal; 1958-1970, que es una etapa de desarrollo de propuestas lógicas, dialécticas, erísticas y retóricas fundantes; y los años 70 en que aparecen los primeros enfoques lingüísticos y discursivos modernos.

El periodo germinal. Después de la segunda guerra mundial, el reino de la lógica formal tradicional fue desafiado desde distintas trincheras. Contribuciones como las de Arne Naess1 y Crawshay-Williams2 nos ayudaron a comprender la forma de poner en claro qué es lo que se está debatiendo con exactitud en una disputa, así como la manera de establecer el propósito preciso de un acto asertivo, de una proposición. Estas contribuciones ampliaron el alcance de la lógica formal hacia un punto de vista dialéctico. A partir de ellas la lógica dejó de ser una cuestión de monólogo. A Naess y Crawshay-Williams les dedicaremos el primer capítulo de esta sección segunda, ya que son los pioneros y trataron un problema nuclear para establecer el límite inferior de la argumentación (el malentendido).

Lefebvre, por su parte, intentó en aquellos años defender una perspectiva marxista para el estudio del silogismo, que se concebía como algo formal (lógico) y substancial (de contenido de la praxis) inductivo y deductivo a la vez, como en Hegel. Escribió al respecto: el que la forma pueda abstraerse del contenido, y el contenido de su forma, no quiere decir que sean indiferentes.3 Defendía la posibilidad del tercio excluso (un valor neutro) en la lógica y un tratamiento no aristotélico que hiciera coherente el tratamiento de la negación; es decir, se adhería a la posibilidad de considerar una lógica de más de dos valores opuestos. También pugnó por el reconocimiento de las mediaciones entre lógica y dialéctica, que en su caso remiten a la lógica dialéctica hegeliano-marxista que pone en el centro la dinámica de la realidad y el pensamiento. Cito este caso porque a pesar de no haber tenido consecuencias en desarrollos argumentativos ulteriores, hoy resulta claro que la lógica se expande en las direcciones defendidas por Lefebvre y que, frente al estudio formal de los argumentos, resulta indispensable poner también en el centro el qué de la argumentación, su contenido. De igual modo, en filosofía, no basta estudiar la forma sino que también hay que reconstruir un proyecto humano liberador, capaz de captar lo complejo natural y cultural; argumentos injustos pueden sostenerse con adecuación lógica, y ello se hace en detrimento del saber y del ser humano.

El periodo de desarrollo. El término «lógica informal» (por demás equívoco, ya que la lógica es el estudio de la forma, pero a la vez sostenible, en tanto se preocupa por los argumentos substantivos) apareció en 1953, lo que señaló el nacimiento de una nueva corriente de análisis lógico interesada en los argumentos cotidianos. Cinco años más tarde, Chaïm Perelman y Olbrechts-Tyteca publicaron, en 1958, su obra capital: Traité de l’argumentation. La nouvelle réthorique (Tratado de la argumentación. La nueva retórica). Este trabajo estableció una sólida reflexión contemporánea sobre la herencia de la teoría de la argumentación desde Aristóteles, por lo cual ocupará el centro de nuestra reflexión sobre la retórica, en el apartado «Recorrido mínimo por la nueva retórica». La argumentación en general y la dialéctica en particular fueron vistas por el tratado de Perelman y Olbrechts-Tyteca desde una perspectiva retórica para persuadir a la audiencia; se colocaron en el centro las técnicas para lograr la adhesión a un punto de vista en la resolución de incompatibilidades, punto que nos resultará de interés para discutir no sólo la retórica sino también la erística, en el apartado «Entre la erística y la coalescencia».

El mismo año que Perelman y Olbrechts-Tyteca, Toulmin4 trabajó en un pretendido esquema universal y dialéctico de los argumentos y en la noción de dependencia de los mismos con relación al campo; dicho de otra manera, este filósofo inglés buscó la forma lógica que seguimos en forma pretendidamente invariable en el proceso de argumentar y el condicionamiento de las garantías y soportes que validan un punto de vista de acuerdo a la historia y convención específicos de, por ejemplo, el arte, los negocios o las matemáticas. El punto de vista de Toulmin subyace a la mayor parte de las discusiones del campo de la teoría de la argumentación, por lo cual le dedicaremos in extenso el apartado «La mayéutica de Toulmin».

En 1963, Kotarbinski renovó la tradición erística.5 El autor polaco presentó un modelo para analizar la argumentación en contextos polémicos, por lo que nos referiremos a él en el apartado «Entre la erística y la coalescencia», relativo al tema. Este autor, además, desarrolló la lógica y la lógica dialéctica. Lorenzen6 por su parte, avanzó en una formalización del debate y un fundamento de la lógica propedéutica, que es una propuesta importante, pero al igual que otras teorías, se centran de manera fuerte en la dimensión lógica, que no es nuestro foco de interés en este libro. Algunos años después, Hamblin7 reformuló el llamado (y cuestionado objeto teórico) «tratamiento estándar» de la teoría de las falacias para darle un giro dialéctico al estudio de los esquemas argumentativos. Hamblin es una referencia ineludible, sin embargo se enfoca sobre todo en la herencia aristotélica, en las falacias y en el estudio formal, por lo cual para el tratamiento dialéctico hemos preferido escoger a Toulmin, cuya propuesta es más abierta, aunque cabe recomendar a los interesados en un estudio sistemático hacer una revisión del libro Fallacies.

En suma, hacia los años 70, la importancia contemporánea de la argumentación fue establecida con claridad. Teníamos ante nosotros una nueva concepción del silogismo y las falacias, un nuevo modelo de análisis, un interés en los «argumentos naturales» y nuevos acercamientos a la lógica, la retórica, la dialéctica y la erística de la argumentación. Simultáneamente, libros como los de Curtius,8 Lausberg9 y Johnstone10 nos ofrecían una visión general del campo de la teoría de la argumentación. Curtius rescató y desarrolló la idea de topos (lugar, elemento repetido y acepta do en el discurso — v.gr., el refrán, las concepciones del «sentido común» o las referencias cuasi-lógicas como la del valor excedente de lo más sobre lo menos—) mientras que Lausberg trabajó en la retórica literaria.

El periodo lingüístico pragmático y discursivo. En Neuchâtel, Grize,11 Vignaux, Miéville, Borel, Apothéloz y otros trabajaron la lógica natural. Formularon una serie de operaciones de esquematización de los objetos del discurso (especies de temas o asuntos centrales), ya remitan estos a nombres («libertad», «comida») o a predicaciones («matar», «cantar»). Desde entonces, la argumentación no es comprendida sólo como justificación de esquemas argumentativos, sino también como esquematización de aquello de lo que se habla: cómo se vinculan nuestros conceptos con la lengua y cultura respectivas, cómo determinamos su sentido a lo largo del discurso, cómo organizamos tales determinaciones y cómo nos involucramos con respecto a lo dicho. Su renovador acercamiento descriptivo se basó tanto en la lógica de Lesniewski como en la teoría de la enunciación de habla francesa y en la epistemología y lógica operacional de Jean Piaget. Incluye en la teoría de la argumentación el lugar del sujeto y el anclaje de las nociones empleadas para su esquematización en las diversas culturas. Los lógicos naturales estudiaron los argumentos de modo literal y tomaron en cuenta su cotexto o texto que acompaña a los argumentos en un discurso completo. Propusieron su descripción desde un punto de vista constructivista y «teatral». Este enfoque remite a la forma en que el lenguaje «construye» y «pone en escena» la esquematización de la realidad descrita. Abarca elementos diversos de las distintas subdisciplinas. Se ubica en la frontera entre la pragmática y el análisis del discurso, entre la consideración del solo texto y la ampliación del análisis hacia el extradiscurso, hacia el contexto social que rodea, determina y deja sus huellas en la argumentación. Este enfoque es de gran relevancia, abrió la teoría antes restringida a los esquemas hacia el estudio de los objetos y es el más próximo a un interés discursivo social, por lo cual nos referiremos a él en «Argumentación, lengua y discurso», dedicado al enfoque lingüístico, y en los capítulos dedicados al análisis de los funcionamientos discursivos y a la semiosis.

Ducrot y Anscombre12 históricamente ya fuera de la primera ola, que se cierra hacia 1979, son incluidos en ella porque tuvieron un nuevo acercamiento lingüístico a la argumentación (Argumentation dans la langue, «Argumentación en la lengua», ADL) que resultó fundante. El argumento se definió en esta escuela de pensamiento como una cuestión de lengua. Propusieron el estudio «polifónico» del argumentar a partir de formalizar la manera en que ponemos en juego varias voces, varias posiciones de enunciación al expresarnos (v.gr., al decir «ya dejó la cocaína» se pueden suponer dos enunciadores: uno que afirma que la dejó y otro que potencialmente lo niega). Realizaron estudios sobre elementos que orientan el argumento hacia cierta conclusión preferente: conectores («aunque», «en consecuencia», «por el contrario»), frases evaluativas («es un pésimo médico») y escalas que nos pueden colocar ante gradaciones argumentativas. Todos estos elementos funcionan como marcadores discursivos del argumentar (que revisaremos un poco en «Argumentación, lengua y discurso»).

Ducrot y Anscombre analizaron igualmente la presuposición y la retórica o pragmática «integrada a la lengua». Sus contribuciones se centraron en el microanálisis de la argumentación —las palabras, frases y conexiones entre frases— aunque no dejaron de atender el discurso en sentido más amplio. La ADL nos hace reflexionar sobre la profunda relación que existe en lenguas occidentales entre razón y sentido (el viejo logos, unidad de pensamiento y palabra). El vocablo «sentido» tiene también, a partir de la ADL, un valor relacionado con los elementos argumentativos: la dirección hacia la que apuntan, lo que favorecen o bloquean, orientándose a favor o en contra de determinada conclusión.

Tanto la ADL como la lógica natural representan una continuidad, pero también una ruptura con la tradición clásica, porque logran crear perspectivas de estudio más detalladas y novedosas, aunque tienen antecedentes como la lógica de la consecuencia (la ADL) y la teoría de Peirce sobre las palabras como argumentos (la lógica natural).

En resumen, los hitos dentro de la «primera ola» de la teoría de la argumentación pueden sintetizarse de la siguiente forma:

• Acercamientos lógico-dialécticos: Arne Naess y Crawshay Williams (malentendido), Toulmin (esquema universal y campos de la argumentación), Lorenzen (lógica propedéutica) y Hamblin (falacias)

• Retórica: Perelman y Olbrechts-Tyteca (técnicas de persuasión)

• Erística: Kotarbinski

• Lingüística-pragmática-discurso: Ducrot-Anscombre (conectores, frases evaluativas, escalas argumentativas, presupuestos y polifonía); Grize-Vignaux (lógica natural de las esquematizaciones de los objetos discursivos)

Además de Naess, Crawshay-Williams, Perelman y Olbrechts-Tyteca, Toulmin, Hamblin, Lorenzen, Kotarbinski, Grize-Vignaux y Ducrot-Anscombre, quienes configuraron lo que podemos denominar la teoría moderna de la argumentación, en las últimas décadas se han sumado otras contribuciones al campo. Dada su diversidad, sólo podemos delinear brevemente, con afán enciclopédico más que descriptivo, las teorías del movimiento de la «segunda ola» con respecto a sus afinidades regionales.

Hacia la integración, la interdisciplina y la complejidad

La tradición de habla inglesa. Después de 1968 y sobre todo a partir de la década de 1980, que constituye históricamente el punto de demarcación de la segunda ola, Blair y Johnson, Govier, Enis, Lipman, Woods, Walton, Weinstein, O’Keefe y muchos otros, sobre todo en Estados Unidos y Canadá, continuaron el desenvolvimiento de la lógica informal, el pensamiento crítico, la epistemología y la epistemología aplicada. Johnson y Blair fundaron un campo al oponer la «lógica informal» a la lógica formal, aunque en realidad ambos enfoques son complementarios.13 Los demás autores citados han hecho contribuciones básicas a la teoría y evaluación del argumento, así como a la teoría de las falacias14 en oposición al análisis formal situado fuera de contexto. Walton además, en sus últimos años, se abrió hacia la erística (el combate argumentativo), la pragmática (el estudio del contexto y uso de las falacias) y la emoción. Otros estudiosos norteamericanos renovaron la tradición del debate y desarrollaron perspectivas retóricas para abordar la argumentación (Michael Leff). Willard15 trabajó en la relación entre argumentación y epistemología social; amplió el alcance teórico de los aspectos lingüísticos hacia la interacción y el simbolismo no discursivo, otorgando además un rol central a los agentes y campos de la argumentación.

La lógica informal y el pensamiento crítico merecerían un tratamiento extenso, sin embargo contamos ya con textos diversos en español acerca de estas corrientes de pensamiento, que empiezan a impactar a diversos filósofos en México. Además de Kotarbinski, varios estudiosos más en la tradición inglesa han trabajado sobre diferentes aspectos de la refutación y la polémica. La dimensión erística ha sido tocada en trabajos de Walton16 y Gilbert.17 Este último autor propuso además las teorías de la argumentación multimodal y coalescente; en la primera rebasa la dimensión lógica para integrar en su perspectiva metafísica los modos emocional, intuitivo y de creencia («kisceral») y físico contextual («visceral»); en tanto que en la segunda formulación teórica trata de la búsqueda de la solución de las disputas en un proceso en que todos ganemos. Gilbert plantea pasar de lo ideal a lo real y considerar la dimensión no sólo de la resolución de conflictos sino también el acuerdo o arreglo (settlment). Tratamos tanto a Walton como a Gilbert en diversas secciones y adoptamos del segundo autor su idea de la necesidad de considerar la multimodalidad de la argumentación.

La tradición de habla francesa. En Francia, Oleron18 —a quien nos referimos en distintos momentos— describió la argumentación desde el análisis del discurso como un hecho social (de producción y recepción), un ejercicio especulativo (para modificar la opinión del otro) y un procedimiento racional de convencimiento que comprende lo verbal, visual y afectivo. Charaudeau19 desarrolló un acercamiento semiolingüístico a la argumentación y a la emoción desde el análisis del discurso, que trataremos, en forma breve, en «Argumentación, lengua y discurso» y «Emoción y argumentación», respectivamente. En Lyon se encuentra Christian Plantin,20 autor que citamos también en distintos momentos, en especial con relación a la interacción y la emoción. Estudió precisamente la relación entre argumento, interacción y discurso situado, además de que avanzó en forma sistemática en el estudio de las emociones en oposición a las teorías sobre el lenguaje normativo, alexitímico (libre de palabras emocionales) y descontextualizado.21 El belga Michel Meyer22 creó su «problematología», en donde contemplaba el lugar principal del problema y las preguntas (la questio) en la teoría de la argumentación, abriendo un debate con el logicismo que prosiguió en otras obras de menor reconocimiento. En Suiza, Moeschler23 estudió el vínculo entre conversación y argumento, uniendo teoría de la conversación y argumentación en la lengua.

La tradición en lengua alemana. En esta tradición, Wolfgang Klein24 investigó la exposición lógica de los argumentos y los clasificó en tipos:

• Públicos y privados, en contextos institucionales e informales, respectivamente. En los primeros se acota lo cuestionable y las posibles respuestas a las preguntas. En los segundos casi todo se vale y las respuestas pueden variar en grado sumo

• Cooperativos y polémicos, que suponen acuerdo o divergencia que conduce al antagonismo.

• Individuales y colectivos

Klein fundió lo lógico y lo pragmático. Lo pragmático remite al efecto social de la argumentación, al cambio que el argumentar produce en el otro. Lo lógico nos conduce a:

• La descomposición de los problemas generales en sus problemas parciales

• El desarrollo de los argumentos

• Los entimemas (silogismos incompletos)

• Y la coordinación entre argumentos

Al estudiar la lengua, la acción y la racionalidad, Habermas25 presentó su teoría de la acción comunicativa (TAC) que proponía una serie de normas racionales en la argumentación crítica. Debido al carácter filosófico fundante de la propuesta de Habermas y a que es el primero que propone un acercamiento pragmático, cuestión que constituye parte nodal del quiebre contemporáneo de la teoría de la argumentación, le hemos dedicado la primera parte del apartado «Diálogo, dialéctica y límites de la discusión crítica», aunque cuestionando su enfoque acerca del discurso crítico, que se aleja de las posibilidades del análisis del discurso natural tal y como éste es.

Kopperschmidt26 desarrolló el acercamiento habermasiano desde un punto de vista retórico y expuso el marco macroestructural para analizar cualquier argumentación, tanto consensual como de refutación polémica:

• Definición del problema en debate (la cuestión): «¿se debe o no atacar a Irak hoy, marzo de 2003?»

• Formulación de la tesis en discusión: «se le debe atacar porque su nivel de armamentismo, su posesión de armas químicas y nucleares es un riesgo para la comunidad internacional»

• Segmentación de los argumentos e identificación de los mismos con base en indicadores lingüísticos: argumentos 1) «nivel de armamentismo», 2) «posesión de armas químicas» y 3) «posesión de armas nucleares»; 1ª conclusión: Irak «es un riesgo para la humanidad»; conclusión final: «se debe atacar a Irak»; conexión entre la primera secuencia y la conclusión final a partir del indicador «porque».

• Reconstrucción de los «hilos» argumentativos, de su lógica y sintaxis para dilucidar y evaluar su potencial: vemos que los argumentos 1, 2 y 3 están encadenados y que juntos permiten deducir que de acuerdo con George Bush «Irak es un riesgo para la humanidad»; debido a todo lo anterior («porque») se justifica en forma automática atacar a Irak.

• Reconstrucción de la estructura argumentativa global, formalizada a la manera de Naess (ver más adelante el apartado sobre el malentendido): el debate entre un proponente y un oponente que de una tesis básica derivan argumentos en pro y en contra progresivamente: por ejemplo, el argumento previo es rebatido por Francia y Rusia, porque «no se demostró que hubiera armas químicas, que hubiera posibilidad de desarrollo de armas nucleares y además se deben agotar las vías pacíficas en la búsqueda del desarme irakí».

Else Barth (alumna de E.W. Beth) y Krabbe, holandés, hicieron contribuciones a la teoría de Lorenzen y a la escuela de la lógica dialógica de Erlangen al formular su dialéctica formal,27 que desarrolla la visión matematizante de los argumentos. Krabbe ha continuado el desenvolvimiento de diversas propuestas con una sólida base dialéctica, al igual que la teoría de juegos. Distintos retóricos —Kienpointer, por ejemplo— han desarrollado las propuestas de Perelman.

La tradición holandesa. Además de Krabbe, en la escuela de Amsterdam, la pragma-dialéctica de Van Eemeren y Grootendorst (una derivación de la doctrina de E.M. Barth) nos proporcionó un modelo ideal de diez reglas para la discusión crítica.28 Estos autores también propusieron una visión general de la reconstrucción del argumento,29 estudiaron las etapas de una discusión crítica y el papel de los actos de habla en la argumentación30 y propusieron un estudio pragmático de las falacias.31 En su última fase, Van Eemeren y Houtlosser32 han comenzado a incorporar el estudio de la emoción y el «pensamiento estratégico» al meramente lógico dialéctico previo, llegando a dedicarle un libro entero a la relación entre dialéctica y retórica. En la propia Holanda, Van Dijk estudia también la argumentación desde el horizonte de la gramática textual.

Dedicamos la segunda parte del apartado «Diálogo, dialéctica y límites de la discusión crítica» a la pragma-dialéctica debido a que su enfoque es el más influyente en el nivel mundial. No le dedicamos toda la extensión que merecería porque es abundante la bibliografía sobre su obra (aunque restringida al idioma inglés) y porque las críticas nucleares efectuadas con relación a Habermas se aplican a la escuela holandesa.

La tradición italiana. En Italia, Lo Cascio33 ha trabajado en una gramática de la argumentación basada en el modelo lingüístico de Chomsky, mediante el cual reconstruye la formación de argumentos a partir de sus componentes básicos. Estudia hasta la fecha las relaciones sintaxis-argumentación, junto a otros italianos que se abren hacia lo visual y a distintas problemáticas argumentativas en la Universidad de Bologna. No tratamos su obra en detalle, porque nuestro centro de interés es la descripción, más que la producción de argumentos.

La tradición latinoamericana. En América Latina y México no existe una teoría peculiar, pero existen procesos de síntesis y puesta en diálogo que nos son propios. En esta región, aunque el foco es lingüístico y retórico figural, crece el número de interesados en la argumentación, como los siguientes: Luisa Puig34 que trabaja la ADL; Mauricio Beuchot, que es un conocedor de la argumentación analógica y semiótica, así como de los textos medievales; Gilberto Giménez,35 Lidia Rodríguez,36 Silvia Gutiérrez37 y Julieta Haidar38 que analizan la argumentación desde el análisis del discurso no inmanentista (es decir, estudian el texto en su contexto); los diversos analistas de la retórica en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, en México, en particular Helena Beristáin, pero también Paola Vianello o Gerardo Ramírez; estudiosos crecientes de Ducrot, Plantin y Charaudeau en el Distrito Federal y en Puebla (Raúl Dorra), México, así como en Argentina; estudios narrativos con acento en la argumentación, sobre todo desde la semiótica de Greimas en México y Brasil; el brasileño Villaça-Koch39 que hace un recuento detallado de diversas teorías; o los nacientes esfuerzos chilenos de Celso López y Ana María Vicuña en la pragma-dialéctica, por citar sólo algunos ejemplos cercanos al autor.

En suma, las teorías de la segunda ola introdujeron nuevos acercamientos a la retórica y a la dialéctica, muchas reflexiones sobre la filosofía y el lenguaje ordinario. Estas perspectivas establecieron la importancia del discurso y la comunicación (la interacción, lo conversacional, los argumentos extendidos y el contexto global de cada discusión) e introdujeron la sintaxis, las normas ideales, los aspectos no lingüísticos (visuales o paraverbales) del argumento, así como otras contribuciones importantes que expandieron el campo de la teoría de la argumentación. Sobre todo, desenvolvieron en conjunto la dimensión pragmática del estudio argumentativo.

Las teorías fundadoras y de la segunda ola son en su mayoría diferentes entre sí en grado considerable. Existe poco diálogo entre ellas. Perelman, Toulmin y Hamblin nunca hacen referencia uno al otro. Incluso en el reciente libro Fundamentals of Argumentation Theory (Fundamentos de teoría de la argumentación, 1996) se prefirió exponer cada teoría en aislamiento, sin ningún comentario sobre cómo articular las distintas contribuciones y sin establecer la compatibilidad básica y las incompatibilidades entre los principales acercamientos para el análisis de los argumentos. Sin embargo, ha comenzado a producirse un diálogo, patente incluso en ciertas formulaciones teóricas de la segunda ola. Así, por ejemplo, Gilbert adopta elementos retóricos y normativos, Tindale conjuga dialéctica y retórica, y Van Eemeren se abre hacia el estudio «estratégico» y emocional de la argumentación. Plantin integra el análisis de Toulmin, las técnicas de Perelman y el análisis lingüístico de Ducrot.

En el debate internacional sobre la argumentación, en las investigaciones más recientes y en muchas conferencias, como las bienales de Canadá y las efectuadas cada cuatro años en Amsterdam, se empiezan a tender cada vez más puentes entre subdisciplinas y teorías. Poco a poco se imponen los contactos (dialéctica-retórica, lógica-lingüística, dialéctica-erística, retórica-hermenéutica) y la integración, así sea parcial. Se abren los horizontes a la emoción y lo no verbal. Ya hoy suenan chocantes los términos iniciales de escuelas como la lógica «informal» por ser una contradicción en los términos y la pragmática integrada en «la lengua», término que constituye una especie de oxímoron, como dice Plantin,40 ya que une lo sistemático y el uso; necesitamos avanzar de una manera decidida hacia el estudio de lo informal, el uso, la descripción, la emoción, el conflicto y lo visual.

A mi juicio, la teoría de la argumentación está en el tránsito —desde una perspectiva epistémica— de una fase de desarrollo y llenado de los paradigmas parciales (lógico-dialécticos, retóricos y lingüístico-discursivos) que ocurrió en la primera ola a un periodo de complicación, integración y apertura favorecido por el estallido de la segunda ola. En este andar, el campo de la teoría de la argumentación se ha convertido en un campo internacional, que interesa a Italia, Alemania, los países de habla francesa e inglesa, América Latina, Europa del este e incluso, de forma ocasional, a estudiosos de África y oriente. El autor mismo del presente libro es producto de un diálogo, ya que fue alumno de Julieta Haidar en México, de Plantin en Francia y de Gilbert en Canadá.