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Loe raamatut: «La alhambra; leyendas árabes», lehekülg 36

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VIII

El ambicioso infante Muhamad habia hecho que sus intrigas y la ayuda de sus parciales, prevaleciesen sobre la voluntad de su padre, que habia dejado el reino á su hermano mayor Juzef, y le proclamasen en su lugar rey los mas poderosos del reino.

Su primer decreto fué el que reducia á prision á su hermano Juzef, que inmediatamente fué llevado á Jalubania (Salobreña) y encerrado en una torre, con órdenes rigorosísimas para que fuese bien guardado.

Permitióle, sin embargo, llevar consigo su familia y su harem, y dió órden para que nada faltase á su comodidad y regalo.

Era Muhamad hermoso, de buen ingenio, valiente, afable, y muy apropósito para ganarse la voluntad del pueblo.

Queriendo evitar un rompimiento con los cristianos, tomó una resolucion audaz. Partió de Granada sin pompa de ningun género, como un caballero particular, y de incógnito, fingiéndose embajador de sí mismo, acompañado de veinte y cinco valientes y esforzados caballeros, pasó á Toledo y se presentó al rey de Castilla, que le honró, y renovó con él las paces que habia tenido con su padre.

Al mismo tiempo escribió al rey de Fez escusándose de la determinacion que habia tomado de encerrar á su hermano, por el bien de la paz y la tranquilidad del reino.

Poco tiempo despues, los fronteros de Andalucía entraron en tierra de Granada adelante, talándola contra lo concertado en las treguas.

Muhamad prefirió tomar el desagravio por sí mismo, á quejarse al rey de Castilla, y entró á su vez en tierra de cristianos por el Algarbe, talando y saqueando, y apoderándose de la fortaleza de Ayamonte, que á pesar de las reclamaciones del rey de Castilla no devolvió, por lo que se rompió de todo punto la tregua.

Suspendió la llegada del invierno esta guerra en su principio, y cuando el rey de Granada esperaba que viniese sobre él en persona con un poderoso ejército el de Castilla, murió éste, dejando el reino a su hijo Yahye (Juan el II) que era muy niño, y la gobernacion, en su nombre, á su tio el infante don Fernando, conocido mas adelante con el renombre de el de Antequera.

Don Fernando continuó la guerra que no habia podido proseguir su difunto hermano don Enrique III, y tomó á Zahara y la fortaleza de Azeddin, y la de Setenil, y las de Ayamonte, Priego, Lacobin y Ortegicar.

En vez de salir Muhamad al encuentro de este ejército vencedor, y para dividirle y fatigarle, entró por el reino de Jaen talándolo todo y obligando á los cristianos á acudir al reparo, y á dejar sus recientes conquistas.

A principios del año siguiente, Muhamad marchó contra Alcalá con un ejército de siete mil caballos y doce mil infantes, con el cual sostuvo con los cristianos tantos y tan reñidos encuentros, que entrambas huestes perdieron sus principales capitanes, y se vieron obligadas de comun acuerdo á pactar una tregua de ocho meses, que fué ratificada por el rey de Castilla, á quien Muhamad envió sus mensageros.

Durante esta tregua se sintió tan enfermo Muhamad, que los médicos desconfiaron de curarle, y declararon que el término de aquella enfermedad era su muerte.

Creyólo al fin Muhamad, y por asegurar la corona en su heredero, determinó dar muerte á su hermano Juzef, que estaba preso en Jalubania, y escribió la siguiente carta al gobernador de aquella fortaleza.

«Alcaide de Jalubania, mi servidor, luego que de mano de mi arraez, Ahmed-ebn-Jarac recibas esta carta, quitarás la vida á Cid Juzef, mi hermano, y me enviarás su cabeza con el portador: espero que no hagas falta en mi servicio.»

Cuando el arraez llegó con esta funesta carta á Jalubania, Juzef, el príncipe sentenciado, jugaba al ajedrez con el alcaide de la fortaleza, sentados sobre preciosos tapices bordados de oro y en almohadones de oro y seda.

Cuando el alcaide leyó la órden, se inmutó y tembló, porque Juzef por sus escelentes prendas, se ganaba los corazones de todos.

El arraez daba prisa al alcaide para que cumpliese la órden del rey, y el alcaide no se atrevia á dar parte al príncipe de tan cruel decreto.

Pero Juzef, conociendo por la turbacion del alcaide la importancia de la órden, le dijo:

– ¿Qué manda el rey? ¿trata de mi muerte? ¿pide mi cabeza?

Entonces el alcaide le dió la carta, y despues de leerla dijo al arraez:

– Permíteme algunas horas para despedirme de mis doncellas y distribuir mis alhajas entre mi familia.

– Señor, dijo el arraez: no puede detenerse la ejecucion, porque he traido por horas el tiempo de mi vuelta.

– Pues á lo menos, dijo Juzef, acabemos el juego, y acabaré perdiendo.

Era tanta la turbacion del alcaide, que no movia pieza que no cometiese un desacierto, y tanto el valor y la serenidad del príncipe, que le avisaba de sus equivocaciones.

Seguia el juego, y el arraez se impacientaba, cuando llegaron dos caballeros de Granada á rienda suelta, aclamando á Juzef y pregonando la muerte de su hermano Muhamad.

Dudaba de ello Juzef, y apenas creia lo que pasaba, cuando la llegada de otros caballeros principales confirmó la noticia, y Juzef fué llevado apresuradamente á Granada.

IX

La entrada fué magnífica: le salió á recibir toda la nobleza; las calles estaban adornadas de arcos de triunfo y cubiertas de flores; las paredes entapizadas de ricos paños de seda y oro, y por todas partes resonaban las aclamaciones populares.

Paseó la ciudad dos dias, manifestando su agradecimiento y amor á los habitantes, y cada vez las demostraciones del afecto popular crecian, porque sus virtudes y su afabilidad eran muy conocidas.

Fué proclamado con el nombre de Juzef III.

Inmediatamente envió un embajador al rey de Castilla don Juan II, participándole su advenimiento al trono, y para darle á conocer sus pacíficas intenciones, y cuánto era su deseo de establecer una paz sólida y duradera entre Granada y Castilla.

Recibieron favorablemente en la corte de Castilla al embajador, y se convinieron las treguas como en tiempo del difunto rey Muhamad.

Pasado el tiempo de la tregua, Juzef envió á su hermano Alí á Castilla, á que la prorogase, pero los gobernadores de Castilla pretendian que el rey Juzef se declarase vasallo de su rey.

El infante Cid Alí se negó á esta humillacion, y dijo que no tenia licencia de su hermano el rey para obligarse hasta tal punto, y se tornó á Granada sin concertar las treguas.

Por lo tanto, en el momento que terminaron las anteriores, el infante don Fernando, gobernador de Castilla, entró poderosamente en el reino de Granada, y puso sitio á la ciudad de Antequera.

Acudieron al socorro de la ciudad los infantes hermanos del rey Cid Ahmed y Cid Alí, pero el infante don Fernando habia mandado levantar una cerca muy alta al rededor de la ciudad, y estrechados los habitantes por el hambre, se avinieron á entregar la ciudad, saliendo salvos con todos sus haberes.

Desde entonces el infante de Castilla se llamó don Fernando el de Antequera.

Despues de la rendicion de esta ciudad, rindió á Hins-Híjar, y otras fortalezas de la comarca.

Por este tiempo, oprimidos los moros de Gibraltar por las tiranías y las exacciones de su walí, y cansados de su sujecion al rey de Granada, escribieron al emir de Fez, y se le ofrecieron por sus vasallos si les socorria.

El emir Abu-Sayd, recibió con gozo este embajador, y envió á su hermano Cid Abu-Sayd con dos mil hombres á que ocupase á Gibraltar.

Pasó el infante de Fez el estrecho, llegó á Gibraltar, abriéronle los de la ciudad las puertas, y el walí se retiró á la fortaleza, y viendo que no le acudia socorro de Granada, estaba á punto de entregarse cuando llegó el infante Cid Ahmed con un fuerte escuadron de caballería y rescató la ciudad.

Insistió de nuevo Juzef en sus treguas con el rey de Castilla, y las pactó por dos años.

Mientras vivió el rey Juzef, Granada gozó los beneficios de la paz, y la corte era el refugio de los caballeros agraviados de Castilla y Aragon: allí iban á concluir sus diferencias, eligiendo por juez al rey Juzef, y este les daba campo para sus desafíos y combates de honor; siendo al mismo tiempo tan conciliador, que despues de darles campo, y apenas principiada la lid, los daba por buenos caballeros y los hacia volver amigos y vivir juntos y honrados de su corte.

Amábanle, pues, propios y estraños, y especialmente la reina doña Catalina de Lancaster, madre del rey de Castilla, con quien mantenia correspondencia muy familiar, y se hacian mutuos presentes.

Este buen rey murió de una manera súbita en 1425.

X

Inmediatamente fué proclamado su hijo Muley103 Muhamad-Nazar-ebn Juzef, conocido con el sobrenombre de Al-Hayzarí ó el Izquierdo, á causa de que lo era, ó mas bien, segun algunos quieren, tenia este sobrenombre no por defecto natural de las manos, sino por su aviesa y contraria fortuna.

Su nombre, cronológicamente considerado, fué el de Muhamad VII.

Despues de haber sepultado con gran pompa á su padre en el palacio de Djene-al-Arife, escribió á las ciudades y pueblos de cada tah, para que celebrasen su proclamacion con la solemnidad acostumbrada.

No imitó el buen gobierno de su padre sino en un solo punto, que fué en el de mantener la paz con los reyes de España y los emires de Africa; pero se cuidó muy poco de adquirirse el amor de sus vasallos; era vano, soberbio y déspota; los wazires, los cadíes y los walíes de su corte y de su ejército, los mas respetables magnates del reino, eran tratados por él como esclavos, creciendo de momento en momento su altanería hasta hacerse insoportable. Pasaba largos períodos de tiempo sin dar audiencia á sus vasallos, ni aun á los walíes que le buscaban para consultar con él los mas graves negocios.

Circunscribíase á mantener á todo trance la paz con los cristianos y con los de Africa, y á no dar por su parte ocasion á un rompimiento. Desdeñaba el trato con sus ciudadanos, y no consentia justas ni torneos ni otras fiestas guerreras á que estaba acostumbrada la belicosa nobleza de la corte. Solamente tenia influencia con él su wazir y kadí de Granada, Juzef-ebn-Zeragh104, caballero ilustre de la mas noble y poderosa familia del reino, que pudo contener por algun tiempo con su prestigio el que estallase el ódio de los descontentos que pretendian la deposicion de Muhamad; pero al fin, ni su prudencia, ni su valor, ni su influencia, pudieron evitar que estallase una insurreccion popular en que fué proclamado Muhamad-al-Zaquir, primo del rey, y que algunos entrasen violentamente en el alcázar, de cuyo furor solo pudo escapar el rey, merced al valor de algunos guardias leales que protegieron su fuga por los jardines.

Una vez en salvo Muhamad Al-Hayzarí, pasó disfrazado de pescador en una barca á Africa, y se acogió al amparo de su amigo el emir de Túnez Abu-Faris, que le prometió su ayuda en el dia en que fuese para él probable la vuelta al trono.

XI

Muhamad-al-Zaquir fué proclamado bajo el nombre de Muhamad VIII, en 1427.

Reconociéronle por su rey las principales ciudades del reino; hubo magníficas fiestas en Granada, y él mismo, que se jactaba de ser buen justador, entraba en las parejas y contiendas, y hacia notables gallardías arrojando las cañas con singular acierto y ligereza, evitando los tiros con facilidad, y volviendo y revolviendo con sin igual destreza su caballo.

Observando una conducta enteramente opuesta á la de Al-Hayzarí, frecuentaba el trato de sus caballeros, comia con ellos, les hacia ricos presentes, captándose su voluntad por todos los medios imaginables.

Del mismo modo cuidó de inutilizar á los partidarios del depuesto Al-Hayzarí, y el wacir Juzef-Ebn-Zeragh se vió obligado á salir de Granada con la mayor parte de los caballeros de su linage, que avisados á tiempo de las aviesas intenciones del rey hácia ellos, huyeron al reino de Murcia, donde tenian amigos que los ocultaron.

Algunos de estos abencerrages que se quedaron confiadamente en Granada, probaron el tiránico rigor de Al-Zaquir, que creyéndose ya asegurado en el trono, empezó á dar muestras de su condicion sanguinaria y cruel.

Con el wazir Juzef habian huido á Murcia veinte caballeros abencerrages, que habiendo recibido seguro del rey don Juan el II, pasaron á besarle la mano á la corte de Castilla.

Sabedor el rey, por la relacion de estos caballeros, de las tiranías de Al-Zaquir, y que huyendo de ellas habian pasado á Castilla y á África mas de quinientos caballeros, y movido á compasion por la desgracia de su aliado el rey Muhamad-Al-Hayzarí, ofreció al wazir Ebn-Zeragh restituir al trono al depuesto rey.

A este propósito acordó que el alcaide de Murcia, en compañía de Ebn-Zeragh, pasase á Túnez con cartas suyas para que el emir Abu-Farís ayudase á cobrar el reino de Granada y restituir al trono á su legítimo rey, y el de Castilla pedia al de Túnez que le enviase al destronado rey, que él haria de modo que fuese restituido á su anterior dignidad.

Recibido este mensage, el emir de Túnez dió órden para que Muhamad-Al-Hayzarí pasase á España con quinientos caballeros y muchas riquezas, y al mismo tiempo envió al rey de Castilla, con el alcaide de Murcia, telas de seda y oro, linos muy delicados, aromas, preciosidades, y una cria de leoncillos domesticados.

Al-Hayzarí pasó á Orán en compañía de Ebn-Zeragh y de sus caballeros, embarcóse en aquel puerto, saltó en tierra de Granada por la parte de Vera, cuya ciudad le recibió con aclamaciones de alegría, y Almería del mismo modo le recibió de nuevo por su rey.

Cuando estas novedades llegaron á oidos del usurpador Al-Zaquir se alarmó sériamente, y envió sin perder momento á su hermano con setecientos caballos escogidos, contra la gente del rey Al-Hayzarí, pero mas de la mitad de esta gente se pasó á la del rey, y el infante, no atreviéndose á acometer nada con los que le habian quedado, se volvió.

Facilitado el paso á los del rey Al-Hayzarí, desde Almería, adelantaron hasta Guadix, y esta ciudad abrió sus puertas y recibió por su señor al rey, jurándole obediencia en el mismo dia.

No tardaron en llegar á Guadix gran número de caballeros de Granada que animaron á Al-Hayzarí para pasar á ella, asegurándole tan buena acogida como en Almería y Guadix: así, pues, confiando en la fortuna, aunque con algun recelo, partió Al-Hayzarí á Granada, llevando consigo un gentío inmenso que de todas partes le seguia ávido de novedades, por las que sin otra causa ni motivo le aclamaba aquella muchedumbre.

Al ver el usurpador acercarse esta tormenta, tuvo miedo; se pasó de noche del Albaicin al alcázar de la Alhambra, y se fortificó en él.

Al dia siguiente entró Al-Hayzarí en Granada, que le recibió con grandes aclamaciones, y cercando á seguida la Alhambra, se apoderó de Al-Zaquir y le mandó cortar la cabeza.

Acaecieron estos sucesos en 1427.

XII

Restaurado en su primera dignidad Al-Hayzarí, repuso en su empleo de wazir al leal Ebn-Zeragh, y estrechó su alianza con el rey de Castilla y el emir de Túnez.

Hizo mas: sabiendo que el rey de Castilla andaba en guerras y en bandos civiles, envióle como embajador á un principal caballero de Granada, llamado Abd-el-Menam, privado suyo, ofreciéndole auxilios de tropas contra sus enemigos.

Don Juan el II agradeció, pero no aceptó este ofrecimiento, y solo se trató de treguas y de que el rey de Granada pagase al de Castilla cierta cantidad de doblas de oro cada año, á título de vasallage.

Resistióse a esto Al-Hayzarí, confiado en que el rey de Castilla tendria bastante con sus negocios para mostrarse exigente, y que se contentaria con lo que de su propia voluntad quisiera darle.

Retiróse, pues, Abd-el-Menam á Granada sin haber concertado nada con el rey de Castilla, que ofendido de esto, escribió al emir de Túnez quejándose de la ingratitud de Al-Hayzarí y rogándole que no le ayudase en la guerra que pensaba hacerle para obligarle á cumplir con lo que debia.

Contestó Abu-Faris al rey de Castilla que así lo haria, y en vez de enviar á Al-Hayzarí las galeras y gentes que le habia prometido, le escribió aconsejándole que pagase al rey de Castilla, á quien debia la corona, la concertada suma de doblas que le pedia, y que de no hacerlo así, no esperase su ayuda mientras viviese: escribió asimismo al rey de Castilla suplicándole que fuese moderado en su venganza, y que no fuese demasiado rigoroso con Muhamad-Al-Hayzarí su pariente.

El rey de Castilla envió órden á sus fronteros para que corriesen la tierra de Granada, á todo trance, talando y cautivando cuanto encontrasen.

Los fronteros entraron á este tiempo por dos puntos distintos: por Ronda y por Cazorla.

La suerte en estas dos entradas fué distinta: los castellanos que entraron por Ronda vencian: los que entraron por Cazorla, eran vencidos por Al-Hayzarí; pero como le llegase nueva de que el rey de Castilla adelantaba con un poderoso ejército, temiendo que con esta novedad se suscitase contra él alguna rebeldía en Granada, partió apresuradamente á ella, dejando el mando de su ejército á sus principales walíes, y llegando á la ciudad armó veinte mil hombres para que la defendiesen.

Entretanto los cristianos corrian la tierra de Granada y se apoderaban de Illora, Tajajar, Archidona y otros lugares, y el rey de Castilla se volvió con una numerosa presa á Ecija, y de allí á Córdoba.

Como Al-Hayzarí temia, se levantó contra él una terrible conjuracion en Granada: un caballero de la sangre real, Juzef-ebn-Al-Hhamar, ambicioso y rico, se propuso arrojar del trono al rey y apoderarse de la corona de Granada con la ayuda del rey de Castilla.

Con acuerdo de sus parientes y parciales envió de mensagero á los nobles á un caballero de la tribu de los Beni-Egas, Geleil-ebn-Geleil, que habia casado por amores con la infanta Ceti-Merier, era fuerte y bravo, de linage de cristianos, y el rey por temor ó recelo le tenia desterrado en Alhama.

A este caballero, pues, como hablaba perfectamente la lengua castellana, se le confió la embajada ante el rey de Castilla, á nombre de Juzef-Ebn-Al-Hhamar. Ofrecia este que luego que el rey de Castilla entrase en la Vega de Granada, se le uniria con mas de ocho mil hombres, cuya mayor parte eran caballeros de las principales familias del reino, y aun si se apoderaba de él con la ayuda del rey de Castilla, seria su mas leal vasallo.

Esta proposicion fué bien acogida por el rey de Castilla, como quien de todos modos pensaba entrar por la Vega.

Alentados con esta promesa los del bando del rebelde Juzef, salieron poco á poco de Granada con el pretesto de ir al ejército de la frontera, y cuando poco despues el rey de Castilla entró talando la vega, Juzef-Ebn-Al-Hhamar se le presentó, le besó la mano en señal de vasallaje, y despues llegaron los caudillos y gentes de su bando en número de ocho mil hombres, la mayor parte caballeros.

Al-Hhamar, desde la falda de sierra Elvira, donde habia acampado el rey de Castilla, señalaba á este los principales edificios y fortalezas de Granada, la Alhambra, Torres-bermejas, Generalife y el Albaicin.

El rey de Castilla miraba la hermosa ciudad con deleite.

A este propósito se escribió la siguiente poesía que insertamos, porque su belleza agradará sin duda á nuestros lectores:

 
Don Juan, rey de España,
cabalgando un dia,
desde una montaña
á Granada via.
 
 
Díjole prendado:
«Hermosa ciudad,
mírame afanado,
tras de tu beldad.
 
 
»De mi amor en muestra,
fé de caballero,
le ofrezco mi diestra
y la tuya espero.»
 
 
«Junta tus blasones
con los de Castilla,
y te traeré en dones
Córdoba y Sevilla.
 
 
»Mucha ofrenda de oro,
joyas muy preciadas,
si dejais al moro
te tengo guardadas.»
 
 
Respondió Granada:
«Vuélvete á Toledo
que yo estoy casada
y amarte no puedo.»
 
 
«Tu ambicion modera,
vete mas despacio:
mira esa bandera
que ondea en Palacio.»
 
 
«Guarda tu presente,
y en vez de dinero,
si te crees valiente
prueba con acero.»
 
 
«Mil torres me guardan;
cien mil campeones
dispuestos aguardan
á tus infanzones.»
 
 
Así tú decias;
así tú mentias
Granada es perjura,
¡grande desventura!
 
 
Un infiel maldito
del Abencerrage,
tiene el heredaje:
¡así estaba escrito!
 
 
Raza de valientes:
¿Quién te esterminó?
ciudad de las fuentes
¿quién te cautivó?
 
 
Alhambra querida
mansion del placer:
¿para qué es la vida
si no te he de ver?
 

Al ver ante la ciudad el ejército de Castilla, los caballeros de Granada salieron contra él empeñando reñidas escaramuzas, hasta que al fin se empeñó una batalla campal que fué muy sangrienta, peleando con gran valor tanto los cristianos como los moros.

La matanza fué horrible por ambas partes, y la batalla se mantuvo igual todo el dia, hasta que á la tarde empezaron á ceder los moros, y al amparo de la noche dejaron el campo.

Aquella fué la batalla mas lamentable que tuvo el reino de Granada, que perdió en ella la flor de sus caballeros, y se vió combatida por sus propios hijos.

Llenáronse de tristeza los habitantes, pero la serenidad de ánimo del rey Al-Hayzarí, no les dejó tomar otro partido que el de la defensa.

Un fuerte temblor de tierra, coincidiendo con esta derrota, vino á aterrar á los de Granada, que supersticiosos de suyo, vieron en aquel accidente, puramente físico, el augurio de nuevas desdichas.

Pero el rey de Castilla se contentó con talar la vega, y levantó el campo con gran despecho del ambicioso Al-Hhamar, y se trasladó á Córdoba.

Allí, para consolar á Jusef-Ebn-Al-Hhamar de su despecho, y á sus gentes de la desconfianza en que habian caido, obligados á abandonar, por su rebeldía al rey Al-Hayzarí, sus haciendas y su patria, mandó proclamar rey de Granada á Juzef-Ebn-Al-Hhamar delante de su corte y de su ejército que solemnizó la proclamacion; ofrecióle de nuevo ponerle en el trono de Granada, y allí mismo encargó á los adelantados de las fronteras, que ayudasen á Al-Hhamar hasta conseguirlo.

Esta proclamacion de Al-Hhamar en la córte y campo del de Castilla produjo gran efecto en Granada en daño de Al-Hayzarí: muchos pueblos del rey se levantaron por Al-Hhamar, se le entregó Montefrío, y con la ayuda de los fronteros cristianos se apoderó de los pueblos y fortalezas de Illora, Cambil, Alabar, Ortejicar, Tajarja, Hins-Haleux, Ronda y la ciudad de Loja, de donde salieron para unírsele cuatrocientos caballeros; en Ardales otorgó su carta de vasallaje al rey de Castilla, obligándose á pagarle cada año cierta cantidad de doblas de oro, á ayudarle como vasallo en sus guerras con mil y quinientos caballos, y á acudir á sus cortes cuando las celebrase en cualquier lugar desde mas acá de Toledo hácia Granada.

Despues de este otorgamiento, Al-Hhamar marchó con un respetable ejército sobre la córte de Al-Hayzarí, que movió contra él á su wisir Juzef-Ebn-Zeragh, que llegando á las manos con los invasores, murió en la vega peleando como un leon, al decir de las crónicas árabes. La muerte de este bravo caudillo, causó la confusion y el espanto en el ejército de Al-Hayzarí, que entró en desórden en Granada, ponderando lo innumerable del ejército que los habia vencido, y que la mayor parte de los del rey Al-Hayzarí, habian sido muertos porque los enemigos no tomaban á prision.

Despues de esta victoria de Al-Hhamar, casi todas las taas del reino le proclamaron, y temiendo á las talas y desastres de la guerra, llegaban de todas partes á rendir homenage al vencedor.

Robustecido ya, legitimado por la victoria (el Korán da el califato al vencedor) Juzef-Ebn-Al-Hhamar marchó desde Illora sobre Granada, que se alborotó á su aproximacion, y los nobles y los principales vecinos se presentaron á Al-Hayzarí, y le manifestaron que era imposible la defensa, que con la resistencia se provocarian nuevos desastres, y que no le quedaba mas tiempo que el necesario para ponerse en salvo.

Viéndose, pues, abandonado de la fortuna, Muhamad-Al-Hayzarí, acompañado de sus vasallos mas fieles, llevando consigo su familia, su harem, el tesoro del alcázar y los dos hijos del rey Muhamad-Al-Zaquer, que tenia presos, huyó á la ciudad de Málaga, en cuya adhesion tenia gran confianza.

Juzef-Al-Hhamar, tuvo el buen tacto de entrar en Granada con solos doscientos caballeros, mas como guardia necesaria á su decoro de rey, que como medio de intimidacion á la ciudad.

Esta conducta produjo muy buen efecto: aquietáronse los ciudadanos, y los xeques, wazires, walíes, cadíes y alcaides del reino, salieron á recibirle, le proclamaron solemnemente rey, le juraron y le pasearon en triunfo por la ciudad.

A seguida el nuevo rey envió embajadores al rey de Castilla, confesándose agradecido vasallo suyo, y con la carta siguiente:

«Juzef-Muhamad-Ebn-Al-Hhamar, rey de Granada, vuestro vasallo, beso vuestras manos y me encomiendo á vuestra merced, á la que suplico se digne saber como partí de Illora y fuí á mi ciudad de Granada, y me salió á recibir toda la nobleza y caballería de ella, y me besaron las manos por su rey y señor y me entregaron la Alhambra, y todo esto, señor, por la gracia de Dios y vuestra fortuna. El rey Al-Hayzarí se huyó á Málaga y llevó consigo al hermano del alcaide Ahnaf, su sobrino y dos hijos del rey Muhamad-Zaquer, que dicen ha mandado degollar, y antes de partir robó estos alcázares, y se llevó cuanto en ellos habia. Ahora, señor, con la ayuda y gracia de Dios, y con el auxilio de vuestra grandeza, que Dios prospere, vá contra él vuestro adelantado don Gomez Rivera, y mis caballeros llegarán á Málaga, donde él está, y espero en Dios, que con el favor de vuestra alteza yo le habré en mis manos.»

Esta carta fué muy bien recibida por el rey don Juan, que se alegró mucho del triunfo de su vasallo, y al mismo tiempo llegó un enviado del emir de Túnez, en que éste pedia al rey de Castilla mirase por su pariente Muhamad-Al-Hayzarí, y no quisiese arruinarle ni arrojarle de su reino.

Don Juan el II se escusó con Abu-Faris, y Juzef-Ebn-Al-Hhamar continuó pacíficamente en el trono de Granada.

Pero era anciano, y á los seis meses de reinado, achacoso y débil, no pudo resistir el gran peso de los negocios del gobierno que habia tomado con demasiado fervor, y murió.

Su muerte concluyó los bandos que dividian á los granadinos, y los de una y otra bandería se unieron y llamaron y proclamaron de nuevo unánimemente al fugitivo Al-Hayzarí.

Recibió éste la noticia en Málaga, que se le habia mantenido fiel, y volvió á Granada y á ocupar por tercera vez el trono.

Nombró su wazir á Abdelbar, principalísimo caballero de Granada, y envió embajadores al rey de Castilla y al emir de Túnez, renovando con ellos su alianza y concertando treguas con los cristianos por un año, que cumplido, se prorogaron por otro mas.

Pero espirado el plazo, los fronteros entraron por las tierras de Granada y se apoderaron de la fortaleza de Beni-Maurel, al mismo tiempo que por la parte de Murcia los fronteros castellanos eran desastradamente batidos por la caballería del Algarbe, mandada por el wazir Abdelbar.

A pesar de esta ventaja por la parte de Murcia, el rompimiento de la tregua fué desventajoso para Granada, puesto que la ciudad de Huesca cayó tambien en poder de los cristianos, á pesar de la bravura con que acudió á su socorro el arraez de Baza Alcawun, que entró alguna de su gente en el castillo, rompiendo por medio de los cristianos.

En el año siguiente de ochocientos cuarenta105 el wazir Abdelbar acometió á los cristianos en unas angosturas en el término de Archidona, y los venció, los persiguió é hizo en ellos una gran carnicería. Habian intentado los fronteros sorprender la villa por caminos estraviados, y Abdelbar, que en las citadas angosturas los esperaba, los destrozó como queda dicho, tomándoles la bandera de la órden de Alcántara, cautivando á casi todos los cristianos que no fueron muertos, y logrando salvarse milagrosamente con unos pocos el maestre de Alcántara, gracias á la velocidad de su caballo.

A seguida Abdelbar se volvió contra los castellanos que cercaban la villa de Huelma, y los obligó á levantar el cerco y retirarse á Jaen.

En el año siguiente la suerte de las armas continuó siendo favorable á los granadinos.

En el subsiguiente los fronteros de Murcia, acaudillados por el adelantado Ebn-Fayard106, tomaron por avenencia las fronteras de Veladaviad y Veladalhamar107.

Los habitantes quedaron como mudejares108 ó mercenarios del rey de Castilla para evitar las talas y atropellos de que los hacian víctimas los bravos fronteros de Murcia, con sus continuas entradas. Con el mismo objeto solicitaron sujetarse al vasallaje del rey de Castilla las ciudades de Guadix y Baza; pero pretendiendo quedar libres, sin sujecion á los adelantados castellanos y sin tomar parte en las guerras que se hiciesen por el rey de Castilla; pero este queria que le rindiesen las fortalezas para hacer desde ellas la guerra al rey de Granada, á lo que no se convinieron, siguiendo por lo tanto las correrías y las talas de los cristianos todo aquel año, talas que fueron muy crueles, y durante las cuales los fronteros se apoderaron de Galera y otras fortalezas, obligando á los moradores á quedar por mudejares del rey de Castilla.

Por el mismo tiempo el conde de Niebla cercó á Gibraltar; pero los moradores salieron contra él, le desbarataron, y el mismo conde murió en la fuga ahogado con muchos de los suyos en el rio Palmones, que estaba crecido con la marea.

En el año siguiente de ochocientos cuarenta y dos109, don Iñigo Lopez de Mendoza, señor de Ita y Buitrago, y gran poeta, y mejor soldado, tomó á Huelma y dejó salir salvos á los moradores.

Por este tiempo el caudillo Ebn-Zeragh, hijo del wazir Juzef-Ebn-Zeragh, marchó contra los cristianos que recorrian la frontera acaudillados por el adelantado de Cazorla.

Encontráronse en una llanura entrambas huestes y pelearon reñidamente sin sacarse ventaja los unos á los otros; pero el bravo Ebn-Zeragh dió tales ejemplos de valor á los suyos, que estimulados estos desbarataron á los cristianos, costando sin embargo la vida esta victoria al generoso Abencerrage, que cayó desangrado por las muchas heridas: tambien murió como bueno el adelantado de Cazorla Perea, y casi todos los cristianos.

Esta victoria hizo que los castellanos escarmentados se contuviesen en sus correrías, y la frontera disfrutó de algun reposo. Pero como Castilla estaba dividida en bandos y parcialidades, cual si hubiese contagiado á Granada, muchos caballeros ofendidos del rey Muhamad, dejaron el seguro y se fueron al servicio del rey de Castilla, yendo á la cabeza de estos descontentos Ebn-Ismail, sobrino del rey Muhamad, ofendido de él porque le negó el casamiento con una dama, á quien amaba, y la entregó á otro.

103.Malek significa rey; Muley es la corrupcion de Malek.
104.De la tribu de los Beni-Zeraghs, ó Abencerrages.
105.1436 de J. C.
106.Fajardo, apellido español: arabizado, Fayard.
107.Velez Blanco y Velez Rubio.
108.Moros convertidos al cristianismo.
109.1438 de J. C.
Vanusepiirang:
12+
Ilmumiskuupäev Litres'is:
27 september 2017
Objętość:
691 lk 2 illustratsiooni
Õiguste omanik:
Public Domain