Loe raamatut: «Visiones interdisciplinarias de la justicia terapéutica en México», lehekülg 3

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3. Drogas: perspectiva criminológica de su consumo

Los vicios vienen como los pasajeros, nos visitan

como huéspedes y se quedan como amos.

Confucio.

A. Aspectos preliminares

Desde un punto de vista criminológico: “el tráfico de estupefacientes no es, en primer plano, un delito contra la salud pública como lo es para el Derecho penal. Tiene su razón de ser en la explotación de la dependencia que el consumo de las drogas causa, con el fin de conseguir, casi siempre, un lucro económico”. Por tal motivo, inicia este análisis criminológico especificando los puntos fundamentales del referido consumo:

A partir de las últimas cuatro décadas gobiernos de todo el mundo, legisladores, juristas, higienistas, moralistas, policías, psiquiatras y sociólogos han insistido sobre el progresivo aumento del consumo de drogas en la población.64 Tal reclamo lo han hecho a través de conferencias, elaborando informes, dictando leyes, fundando instituciones y diseñando programas, con un único propósito: “terminar con la nueva amenaza de la droga”.65

Si bien el consumo de drogas no es un fenómeno propio de nuestra época, pues en todas las sociedades que han existido se pueden encontrar evidencias del uso social de sustancias,66 si lo es la dimensión criminal que, hoy, ha tomado este fenómeno dentro de la sociedad.67 Según valoraciones del Programa de las Naciones Unidas para la Fiscalización Internacional de Drogas (PNUFID) alrededor de 185 millones de personas consumen sustancias ilícitas (prevalencia anual 1998-2000). Eso incluye 147 millones de consumidores de cannabis, 13 millones de consumidores de cocaína y otros 13 millones de consumidores de opiáceos (de ellos nueve millones consumen heroína).68 Por si estos datos no fueran suficientes, la tendencia durante el año 2000 en Europa no registró bajas en el consumo de ninguna sustancia, si acaso una estabilización. En algunas regiones, en el consumo de anfetaminas, opiáceos y éxtasis, está aumentando; en otros lugares de Europa el consumo cocaína, cannabis y éxtasis se ha acrecentado.69

A pesar de la información anterior, es difícil determinar con exactitud el incremento proporcional del consumo de drogas de la sociedad contemporánea, esto en comparación con los colectivos humanos que le precedieron,70 aunque se cuente con estadísticas respecto del consumo actual de sustancias ilícitas estas en todo momento son aproximadas y deben ser tomadas con reserva.71 No obstante, resulta fácil especular sobre el evidente peligro que representa el consumo de drogas para el bienestar social.72 Hoy en día, el consumo de sustancias ilícitas se erige como un espinoso conflicto sanitario, económico y social, originado —casi siempre— por las secuelas que la farmacodependencia acarrea tanto en el individuo que consume las sustancias como en su entorno.73 Este hábito genera graves repercusiones en el sujeto, la sociedad, la familia y la salud pública (enfermedades como hepatitis, patología mental, muertes súbitas).74 Por otra parte, el tema del consumo de drogas obtiene particular interés cuando se vincula con otros espacios de nuestra sociedad, de manera concreta con la delincuencia.75

B. El consumidor de drogas y sus principales patrones de consumo

Dentro del estudio criminológico es de gran utilidad conocer en profundidad a la víctima de la acción ilícita.76 En gran medida esta es un elemento vivo del delito que no solo aporta aspectos descriptivos que ayudan a su propia comprensión, sino que también es un punto de partida para encontrar posibles soluciones a los problemas criminales.77 Hay quien afirma que la disciplina especializada en su estudio, la victimología, debe contribuir —en un futuro cercano— con respuestas que ayuden a solventar algunos de los conflictos que se asientan en puntos esenciales del derecho penal,78 la criminología y la política criminal.79 Después de precisar lo anterior, surge la duda de cuál o cuáles serían las víctimas en los delitos de tráfico de drogas. De entrada, se está ante el hecho de que estos son considerados, desde el punto de vista penal, como delitos sin víctima,80 es decir, nuestra ciencia jurídica estima que como quien compra la droga lo hace voluntariamente y no denuncia, no se le puede considerar como tal. Dicha denominación puede ser cuestionable desde otra perspectiva en la que se opta por denominar a estas acciones ilícitas como delitos con víctimas colectivas. Si bien es cierto que en los comportamientos de difusión de droga no hay una víctima aparente, desde un segundo enfoque parece claro que —en la dinámica criminal del comercio ilícito de sustancias tóxicas— el consumidor es la víctima inmediata del traficante de drogas,81 puesto que no se debe ignorar que este puede sufrir, debido al consumo de sustancias ilegales, diversos tipos de trastornos en su esfera física o conductual.82 Está comprobado que los individuos que se propasan en la utilización de sustancias psicoactivas son proclives padecer una notoria afectación a su salud general, tanto por la acción inmediata de la droga como por otros incidentes que rodean al consumo, (v.gr., el uso de agujas contaminadas, la inadecuada utilización de materiales para cortar la droga o su mala calidad, el abandono y la negligencia que tiene las personas consigo mismas, entre otros).83

C. Frecuencias en el consumo de droga

La frecuencia en el consumo de drogas es un aspecto de esencial importancia dado que —a menudo— cuando se hace alusión al consumo existe una tendencia generalizada a definir como consumidor, e incluso drogadicto, a toda aquella persona que utiliza cierta sustancia (sobre todo si esta es ilegal), sin tener en cuenta la regularidad de los patrones de su uso. Esta predisposición ha deteriorado algunos estudios empíricos sobre el consumo de drogas y ha llevado a que determinados autores señalen la ineludible necesidad de distinguir entre los consumidores en función de la frecuencia de consumo, ya que esta asiduidad puede definir —y diferenciar— los distintos tipos de consumidores.84 En este sentido, la clasificación más difundida respecto de las distintas frecuencias de consumo es la que establece diferencias entre:85

1 Consumo esporádico y episódico: es el realizado con ocasión de alguna circunstancia especial (v.gr., en una fiesta). Puede alargarse por horas, pero no tiene continuidad temporal.

2 Consumo ocasional: conlleva probar una o más drogas que causan dependencia una o varias veces, sin que su utilización se haya convertido en una práctica frecuente. Es decir, dentro de este tipo de consumo no existe regularidad respecto del empleo de la droga.86

3 Consumo sistemático o habitual: es un patrón de comportamiento que acarrea el consumo de una o varias sustancias nocivas de forma habitual y durante un periodo relativamente largo. Este tipo de consumo es quizá el más común en las drogas que causan una fuerte dependencia física y psíquica.87 En este tipo de consumo se recurre a la droga con regularidad y periodicidad fijas, con un nivel de adicción que puede interferir en las actividades familiares, sociales y profesionales.88

Si se tuviera que seleccionar —dentro de los anteriores niveles de frecuencia— cuales son los consumidores de drogas —que por sus patrones de consumo— son más proclives a entrar dentro de un cuadro de toxicomanía —o adicción—89, sin duda, serían aquellos que recurren a estas sustancias nocivas con mayor habitualidad. Se dice que hay toxicomanía —o adicción— cuando la persona experimenta un estado de intoxicación periódica o crónica, provocado por su adicción a una sustancia tóxica, natural o sintética.90 En este proceso de afección se puede presentar la siguiente sintomatología: dependencia psíquica, dependencia física, dependencia social, tolerancia, síndrome de abstinencia.91

D. Cuadros y sintomatología que puede experimentar el consumidor habitual de drogas
a. Dependencia psíquica

Es la compulsión de usar una droga para obtener efectos placenteros.92 Constituye la exigencia psicológica que tiene el individuo de proveerse droga para disfrutar de sus efectos y, en ocasiones, para rehuir de molestias que le aquejan.93 Tal supeditación psíquica puede llegar al grado de que la persona requiera su uso para llevar a cabo todas sus ocupaciones.94 En ciertos casos, el arraigo psicológico es tan agudo que resulta complicado diferenciar entre la dependencia física de la psíquica.95

b. Dependencia física

Estado fisiológico provocado por el consumo repetido de una sustancia.96 Es una condición del organismo en que se presenta la necesidad imperiosa de que se le suministre cierta cantidad de droga para el sostenimiento de su normalidad,97 y cuya insuficiencia o carencia provoca graves trastornos mentales o físicos, que al agruparse constituyen lo que se conoce como el síndrome de abstinencia.98 En el desarrollo de dicha patología, conforme aumenta el consumo de drogas, el organismo se adapta de forma progresiva a la sustancia, tornándose necesaria para el cuerpo al llegar un determinado momento de crisis.99

c. Dependencia social

Consiste en la necesidad de consumir sustancias inocuas como afirmación de pertenencia —y/o identidad— a un grupo social que proporciona signos de identidad claros. El abstenerse al consumo de la sustancia puede provocar en el sujeto crisis en sus relaciones sociales, misma situación que le presiona a retornar a su uso para así restablecer el equilibrio social en el que la persona se sienta cómoda.100

d. Tolerancia

Es aquella que consiste en que: “la producción de determinados efectos por parte de una droga son cada vez menores a no ser que se aumente la cantidad de droga administrada”.101 Por lo que el individuo adicto a determinadas sustancias tóxicas tendrá que ampliar las dosis de suministro de droga si quiere lograr sus anhelados efectos que lo llevan al consumo crónico de una determinada sustancia.102 Parece ser que la tolerancia se produce por dos mecanismos diferentes:

1 En unos casos, la tolerancia se debe a una modificación de la farmacocinética del tóxico (el producto no llega al receptor con la misma facilidad o en la misma concentración que antes [v.gr., la tolerancia en el alcohol es debida a este tipo de mecanismo]).

2 En otros casos, puede deberse a un cambio farmacodinámico (el receptor resulta menos sensible a las mismas concentraciones del tóxico [v.gr., es el característico comportamiento de la morfina]103).

e. Síndrome de abstinencia

Es aquel estado fisiológico que se presenta después de la suspensión brusca del consumo de la droga a la que se es adicto, aparece como un trastorno conductual o físico vivido con angustia y dolor por el individuo.104 Tal padecimiento constituye un cambio de comportamiento con perturbaciones tanto mentales como fisiológicas que tiene lugar al disminuir la concentración en la sangre —o los tejidos— de una sustancia en una persona que la ha consumido por tiempo prolongado.105 A este trastorno se le conoce —en algunas latitudes— como: ir de mono, se deja de padecer cuando vuelve a administrarse la sustancia que ocasionó la dependencia.106El síndrome de abstinencia se presenta de forma diferenciada según la sustancia de que se trate (opiáceos, anfetaminas),107 de la frecuencia de consumo, de la calidad de las dosis suministradas y de la personalidad del consumidor.108

E. Factores endógenos que pueden incidir en el consumo de drogas

Existen varios factores atribuibles al individuo que pueden fungir como detonante para que este adquiera el hábito de consumir determinadas drogas.109 Tal es el caso de algunas características individuales del sujeto (agresividad, egocentrismo, indiferencia afectiva, labilidad, impulsividad) las cuales facilitan en gran medida la propensión al consumo de sustancias que representan un riesgo para su salud.110 Dentro de estas características se destacan las siguientes:

a. Personalidad

En un primer acercamiento se puede concebir a la personalidad, como el conjunto de elementos —por lo general— estables que rigen la forma de comportarse de una persona, así como las diversas reacciones ante ciertas circunstancias que se le presenten en su desarrollo vital.111 Es decir, las características fisiológicas, psicológicas y sociales que posee un individuo y que determinan su susceptibilidad ante el mundo que le rodea. Tales cualidades o rasgos de la persona, en determinado momento, lo pueden predisponer al consumo de drogas.112 Si bien es cierto que no es posible encontrar una tipología exclusiva del consumidor de drogas,113 sí es factible obtener algunas pautas que auxilien a describir los puntos más comunes que reseñan la personalidad del toxicómano:

 Poca tolerancia a la frustración.

 Sentimientos de inseguridad o inferioridad.

 Arrebato y busca de placeres inmediatos.

 Disposición al escape de toda complicación.Graves problemas para vincularse con los demás.114

Sin duda, tales elementos de la personalidad pueden ser un detonante que predisponga a la utilización de sustancias estimulantes. Dentro de este rubro se pueden encontrar valores orgánicos que marquen una tendencia a las toxicomanías, por ejemplo, algún problema físico.115 Asimismo, se puede decir que cualquier personalidad insegura que se forme y desarrolle solo ante el presente, es muy proclive a recurrir a la droga para disminuir el ansia provocada por una serie de problemas que le hostiguen en un determinado momento (v.gr., el desempleo).116

b. Edad

En muchos de los casos el consumo de drogas se inicia a edades tempranas. Sin pretender agotar todas las causas y motivaciones que llevan al joven a consumir sustancias tóxicas, se puede afirmar que la curiosidad, imitación y esnobismo, se encuentran entre las pautas más comunes.117 El consumo de drogas puede iniciarse como un acto de curiosidad porque el adolescente busca descubrir nuevos placeres, experiencias o emociones que le hagan sentir diferente e inclusive a encontrar un estado anímico hedonista. Cuando se refiere a que lo hace por imitación es porque existen —debido a las fases naturales de maduración— jóvenes con anhelos profundos por encontrar algo que les despoje de la tensión interior y la profunda insatisfacción, creyendo, al observar y escuchar a otros, que al consumir una droga se puede llegar al estado de confort mental que desea. Por último, al aludir a este tipo de esnobismo se hace un retrato del caso del joven que busca emular con afectación las maneras, opiniones, de aquellos a quienes considera distinguidos.118 Sin lugar a duda, en las edades tempranas se es más propenso a involucrarse con sustancias tóxicas,119 sobre todo, si de antemano hay en la persona un perfil psicológico con carencias afectivas o determinadas insuficiencias. Ya que si el joven cuenta con una estructura personal sólida será poco probable que se inicie en el consumo de estupefacientes. Aun así, en el dado caso de que lo hiciera, satisfecha su curiosidad y a pesar de encontrar elementos placenteros, podrá o no repetir la experiencia sin quedar sujeto a ella.120 Profundizando respecto a lo anterior, se acepta que la inmadurez y cambios vividos en la adolescencia son factores que pueden influir para que el consumo de drogas sea necesario en la vida de determinados jóvenes. Desde los 12 a los 16 años el adolescente experimenta un intenso proceso de cambios corporales, intelectuales y afectivos, que crean en él una cierta tensión cuyas causas en muchas ocasiones se encuentran en el propio adolescente. No obstante, si en este periodo psicológico de transición de la infancia a la madurez se mantiene una fuerte integración familiar y un entorno favorable esto actuará como agente de socialización permitiendo al adolescente practicar conductas, habilidades y roles que apoyarán a la cimentación de su identidad adulta.121Por último, es indispensable tomar en cuenta que no sólo esta serie de factores propios de la edad influyen para que un niño o adolescente se convierta en consumidor de tóxicos. También, hay que considerar que puede ser un elemento de gran influencia la existencia de una oferta muy agresiva de sustancias prohibidas. De hecho, cada vez es mayor la incidencia de traficantes que ven en esas edades un lucrativo caldo de cultivo.

F. Factores ambientales que inciden en el consumo de drogas

En sentido amplio son todos aquellos vínculos de interconexión entre los sujetos y su entorno que pueden ser determinantes para que un individuo adquiera el hábito de consumir determinadas drogas.122 Es decir, determinados elementos del ambiente inmediato (la familia, la escuela, las amistades)123 o en el ambiente social en general (circunstancias de la comunidad en su conjunto escasez de valores, crisis económicas, desempleo, por mencionar algunas)124, que llevan al individuo al tránsito por el mundo de las drogodependencias. Dentro de este apartado puede destacarse lo siguiente:

a. Empobrecimiento o declive de la estructura familiar

Gran parte de los estudios sobre la etiopatogénesis de la drogadicción indican que la falta de cohesión familiar —o su poca fortaleza— es uno de los factores que puede incidir, concluyentemente, para que se presente un agudo impulso por el uso y abuso de drogas.125 En este sentido, el abuso y malos tratos por parte de los padres a sus hijos; la falta de comunicación y comprensión entre los miembros de la familia; así como otras dificultades que se experimentan en una familia poco cohesionada, pueden llevar al joven a vivir la crisis de la adolescencia con particular intensidad y, de esta manera, orillarlo a incidir en el mundo de las toxicomanías.126 Por otro lado, los primeros estudios psicoanalíticos sobre adictos hacen alusión al hecho de que los consumidores compulsivos de drogas experimentan una regresión y fijación a la etapa oral. Otros más recientes, por su parte, expresan que esos comportamientos de dependencia hacia las sustancias tóxicas tienen como antecedente intensas anomalías emocionales. De hecho, se afirma que es difícil encontrar a un consumidor compulsivo de drogas que no presente problemas familiares generadores de su incapacidad para alcanzar estabilidad en un estilo de vida.127

b. Ambiente social inmediato y general

Junto a los conflictos en la familia el ambiente social inmediato (la escuela, amistades cercanas, entorno laboral, el sector social al que el individuo pertenece), así como el ambiente social general (deficiencia en los valores trasmitidos por lo sistemas educativos y sociales, condiciones laborales desfavorables, procesos de decadencia social, dificultades económicas), pueden jugar un papel decisivo para que un individuo incurra en el abuso de sustancias nocivas.128 Determinadas circunstancias que rodean a la persona pueden llegar a ser un factor que incida para su incursión en el mundo de las sustancias ilícitas,129 por ejemplo, el caso del consumo de drogas influenciado por su círculo cercano de amigos o de los adolescentes inmersos en pandillas, grupos o ambientes marginales.130 Si bien el grupo inmediato puede ser el que influya con mayor fuerza al sujeto con sus normas sociales y consuetudinarias, es también una realidad que el ambiente social en general puede presionar de alguna forma sobre el individuo y, en ocasiones, resultar la circunstancia decisiva en su degeneración personal.131