La estabilidad del contrato social en Chile

Tekst
Loe katkendit
Märgi loetuks
Kuidas lugeda raamatut pärast ostmist
Šrift:Väiksem АаSuurem Aa

Si bien las opiniones hechas al fragor de los eventos corren el riesgo de reflejar cosas que en un ambiente más frío alguien podría no expresar, también pasa lo contrario: se dicen cosas que se piensan, solo que en otras circunstancias se callan por cálculo o temor. La más famosa de esas frases es una que le confidenció la Primera Dama a una amiga y que, no se sabe cómo, salió a la luz pública: “Por favor, mantengamos nosotros la calma, llamemos a la gente de buena voluntad, aprovechen de racionar la comida, y vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”.

Otros líderes de opinión, en grupos de WhatsApp (razón por la cual omito revelar su identidad), emitieron opiniones que vale la pena reproducir, pues muestran lo amplia que es la crisis institucional:

“Habiendo estado tres años fuera, lo que mas me sorprendió volviendo es la agresividad en la calle, es realmente de locos. Sí la vi venir, porque esto era totalmente anormal. He tenido la suerte de viajar mucho y he estado en países mucho más pobres que Chile y mucho más desiguales y nunca había visto un nivel de tensión/stress/cansancio como en Chile y eso iba a explotar”. (Ejecutivo del sector financiero)

“La verdad es que la moral chilena es cuestionable. El robo masivo de familias enteras entrando a robar denota un gran problema. De la misma manera que empleados robando. O ejecutivos estafando (La Polar) o empresarios simulando forwards para hacerse plata libre de impuestos o teniendo a sus señoras y autos en sociedades para ahorrarse dos pesos con cincuenta (Los Pentas), o no pagando contribuciones (el mismo Piñera), a pesar de no tener la necesidad, es un síntoma ético que hay que empezar a atacar. Y eso parte por arriba. Porque si los de abajo ven que a los de arriba no les pasa nada, obviamente van a actuar acorde. Creo que esto es algo que tenemos que corregir urgentemente”. (Empresario)

“Creemos que es necesario generar una instancia de reflexión del empresariado, directorios y gerencias de cómo, errores del pasado, han contribuido al sentimiento de abuso que hoy nos tiene en este caos”. (Profesor de ingeniería comercial)

“Ustedes no tienen idea de la cantidad de gente que se sincera conmigo y me dicen abiertamente que quieren un Pinochet. Están saturados con todo lo que pasa en Chile. Y la inacción del gobierno. Y cuando les digo que en realidad habría que meter presos a todos estos revoltosos, la reacción prácticamente unánime es ‘presos no, hay que liquidarlos’. Y ojo, esto es muy transversal en cuestión de nivel socioeconómico”. (Líder de opinión radial)

“La legitimidad nace de un Orden General acordado democráticamente y no impuesto. Eso faculta a ejercer la fuerza para que haya imperio de la Ley y no de grupos fuera de ella por las causas que sea. Cuando falla sistemáticamente el Estado en eso, pasa a legitimar la defensa individual o grupal de derechos conculcados!”. (Empresario)

Restaurar la convivencia nacional es imperativo. Es imposible crecer en un ambiente de violencia y vandalismo y, como economista que soy, creo que el crecimiento es importante. Sin embargo, es urgente entender la naturaleza de esa violencia, porque reducirla, como algunos creen, a una dimensión delictual, no permitirá entender qué está pasando en Chile y qué es necesario cambiar. Este libro pretende iluminar ese debate.

Pensar antes de actuar

Las reformas procrecimiento son insuficientes. Debemos ampliar la mirada y analizar cómo vigorizar nuestro contrato social, cómo hacerlo recuperar la legitimidad que requiere una sociedad y una economía modernas.

La principal institución formal es la Constitución. Su primer objetivo es generar condiciones para el gobierno de una sociedad democrática. Gobernar es adoptar decisiones en nombre de los ciudadanos, repartiendo costos y beneficios de una manera equitativa. Dichos costos y beneficios operan sobre distintas dimensiones del espacio y del tiempo.

Cuando “ejercer la tarea de gobernar” implica tomar medidas cuyo costo es inmediato y afecta a comunidades específicas, mientras que los beneficios recaen sobre todo el país pero se verán en un tiempo más lejano (como ocurre cuando se trata de la aprobación de un gran proyecto de infraestructura), la oposición de los grupos afectados usualmente será efectiva en detener dicha iniciativa. A medida que las comunidades toman conciencia de sus derechos, aumenta su capacidad de organización y gobernar se vuelve más difícil. ¿Cómo implementar entonces medidas de beneficio para el país y distribuir adecuadamente los costos entre los ciudadanos? ¿Cómo hacerlo para que los ciudadanos piensen en las restricciones impuestas por el gobierno como opciones razonables que incrementan nuestra libertad sustantiva, aun cuando la coarten en el momento en que son impuestas? ¿Cómo hacemos para no perder la ilusión (en su doble sentido de espejismo y de aspiración) de la libertad?

Esta es la razón por la que la palabra clave de nuestra búsqueda de una institucionalidad moderna es legitimidad. La única forma en que los costos sean aceptados por la comunidad (aun cuando sea a regañadientes), es que sean fruto de un proceso de decisiones legítimo.

Según la Real Academia Española de la Lengua, legítimo puede entenderse como “conforme a las leyes” o “lícito”, es decir, “justo, permitido según justicia y razón”. El criterio de conformidad a las leyes es un estándar bajo, por cuanto las leyes mismas pueden ser ilegítimas. Una ley aprobada en dictadura no tiene por qué ser considerada legítima. El estándar que nos interesa, más bien, es el segundo: la legitimidad de una acción de gobernar se deriva de su apego a criterios de justicia.

Para el filósofo John Rawls (1971), “la justicia es la primera virtud de las instituciones sociales”. Y continúa: “Tal como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento. Tal como una teoría, por muy elegante y económica que sea, debe ser rechazada o revisada si es falsa, así entonces las leyes e instituciones, no importa cuán eficientes sean, deben ser reformadas o

abolidas si son injustas”.

Los actos de gobierno tienden a ser reactivos respecto de la realidad social y política. Usualmente, primero pasan cosas en la sociedad. Hay cambios de preferencias y de valores, cambios tecnológicos, nuevas aspiraciones y metas que se fijan los ciudadanos, nueva evidencia que afecta su percepción de lo que es bueno o malo, justo o injusto. Las leyes aparecen como una respuesta que intenta alterar un patrón de conducta o conducir un proceso por vías formales. En ambos casos, las leyes impondrán costos y distribuirán beneficios en la población. Si dicho proceso es cuestionado, si hay una desproporción entre costos y beneficios, diremos que esas instituciones son injustas. Las instituciones injustas pierden legitimidad y, más importante, pierden efectividad para lograr lo que buscan.

Desde el punto de vista económico, el énfasis que planteamos en el criterio de justicia nos plantea un dilema, pues veremos que en varias dimensiones el ideal de justicia puede entrar en contradicción con el de eficiencia. De hecho, esta tensión no puede no ser considerada al momento de analizar el problema institucional en Chile. ¿No habremos buscado en exceso metas de eficiencia (por lo demás, con un grado cuestionable de éxito), en desmedro del ideal de justicia?

Este libro tiene como objetivo esclarecer esta discusión. Pretendemos contribuir a dar al contrato social chileno un grado superior de legitimidad. Nuestro enfoque no será tanto desde la perspectiva de los principios filosóficos que subyacen a toda Constitución, sino desde la perspectiva del funcionamiento real de la economía. Nos interesa que la economía funcione mejor, para que el contrato social también lo haga.

Primera Parte

La paradójica crisis del contrato social en Chile

Capítulo I

La economía y la sociedad del Chile democrático

No podría estar más orgulloso del increíble progreso que hicimos juntos durante mi presidencia. (…) pero si corriera hoy, no correría la misma carrera ni tendría la misma plataforma que en 2008. El mundo es diferente.

Barack Obama, abril del 2020

Cualquier construcción de calidad, en particular si se trata de la construcción de una nueva institucionalidad, debe partir por un buen estudio del terreno en el cual se instalará la edificación. Es necesario ser precisos. En Chile hay cosas que están mal, pero muchas otras están bien. Es necesario identificarlas para que la nueva estructura fortalezca lo bueno y corrija lo malo.

Pinto Santa Cruz (1958) hizo famosa la teoría de que, entonces, el sistema político era más desarrollado que el económico. Las demandas distributivas que surgían de aquel no podían ser satisfechas por la economía y ello generaba presiones que lesionaban el crecimiento. Larraín (2005) plantea que la dictadura tuvo el efecto inverso: desarrolló el sistema económico por sobre el político. Esto fue ratificado en Atria et al. (2013), quien señala que, al analizar la política, la sociedad y la economía, el orden de gravedad de los problemas era precisamente ese.

La política desgraciadamente ya explotó: la aprobación presidencial llegó a mínimos históricos del 6% en enero del 2020, el prestigio de las instituciones democráticas continúa su descenso y el proceso constituyente comenzó con un rotundo éxito del Apruebo en el plebiscito del 25 de octubre, precisamente porque el sistema político no fue capaz de reformarse oportunamente.

Esta explosión de la política ha tenido otro efecto: ha consolidado una mayor autonomía de “lo social”, lo que era impensable en la época de Pinto. En su libro casi no hay sociedad: todo era político. Tal como discutimos en este libro, estas tres esferas son cada vez más autónomas pero interactúan y se afectan mutuamente. Un buen sistema institucional debe reconocer esa autonomía e interacción. Chile debe avanzar hacia un sistema que reconozca este fenómeno de simultanea autonomía y dependencia entre economía, política y sociedad.

 

El desempeño económico de Chile ha sido destacable no solo respecto del resto del mundo, sino también respecto de su propia historia. Sin embargo, ello ha ocurrido en una etapa en que la sociedad ha desarrollado patologías preocupantes. Entre ambos fenómenos hay una relación de causalidad. La lógica económica indica que la satisfacción de necesidades se realiza mediante un pago, y quien no paga queda marginado del consumo. Se promueve la competencia por sobre la cooperación, el individualismo por sobre la acción colectiva. En el mercado cada persona puede expresar sus preferencias y opiniones en función de su capacidad de generar ingresos más que por el hecho de ser ciudadano. Cuando esta lógica se universaliza, los individuos y la sociedad se atrofian. Esto es lo que ha pasado en Chile.

A los sectores de izquierda hay que recordarles que esta constatación no significa que haya que tirar la economía por la ventana. La satisfacción de necesidades materiales es ineludible para llevar una vida personal y comunitaria exitosa. Y la capacidad de la economía chilena de generar más bienes y servicios ha crecido de manera sustancial. Mantener tal capacidad de crecer es medular para el desarrollo de Chile.

La derecha, por su parte, debe entender que para que la economía sea sustentable se requiere una sociedad sana. El estándar de “sanidad” no la define un grupo de iluminados, sino los propios ciudadanos. Usualmente ello conlleva la aplicación de criterios de distribución de bienes y servicios públicos distintos al que espontáneamente busca la economía. Por lo tanto, dichos criterios, en general, distorsionan el funcionamiento de los mercados. Sin embargo, mientras se genere valor social, en ese mundo plagado de distorsiones, el resultado termina por ser positivo.

La fortaleza de la economía: Chile en perspectiva

Desde el punto de vista del crecimiento de la economía, de la disponibilidad de bienes y servicios, en los últimos 30 años Chile ha tenido un desempeño sobresaliente en comparación con el resto del mundo. Aun cuando es imperfecta, la variable que mejor capta esto es el nivel del ingreso per cápita.1

Utilizaremos como fuente de información la enorme base de datos recolectada durante toda su vida por el economista británico Angus Maddison. Esta contiene las mejores estimaciones de ingreso per cápita para todos los países del mundo con series que en algunos casos comienzan con observaciones puntuales en 1300, que es el caso del norte de Italia. En el caso de Chile, la serie comienza en 1870.

Los gráficos que siguen muestran el ingreso per cápita de Chile como porcentaje del ingreso de una serie de otros países. Es decir, graficamos la siguiente variable:


Supongamos que el país “j” es Francia. Como se ve en el gráfico 1, salvo los períodos de guerra, este cociente ha estado bajo 1. Esto quiere decir que en períodos de paz, Chile es más pobre que Francia. Cuando el indicador está por arriba de 1, como ha sido el caso en el siglo XIX y comienzos del siglo XX respecto de Portugal, eso indica que Chile era más rico que ese país.

Los países con los cuales haremos la comparación (la lista de países “j”) son:

•América Latina: Argentina, Brasil, Colombia, México, Perú y Uruguay.

•Europa “latina”: Francia, España, Portugal e Italia.

•Europa del norte: Alemania, Holanda, Suecia, Noruega, Suiza.

•Anglosajones: Reino Unido, Inglaterra, Canadá, Australia, Nueva Zelandia.

•Asia: Japón, Corea del Sur y Taiwán.

El primer gráfico muestra la situación del PIB de Chile en relación con un grupo diverso de países. Este gráfico nos permite identificar cuatro fases del desarrollo relativo de Chile desde 1870 hasta nuestros días y que, con matices propios de cada experiencia, son fases que se replican en casi todos los países de referencia. Los períodos de las dos guerras mundiales alteran las posiciones relativas de cada país. No haremos un análisis específico de cada caso porque lo que nos interesa son las tendencias económicas en tiempos de paz.

Las cuatro fases son las siguientes:

1.1870-1930, “estabilidad relativa”. Durante el siglo XIX, Chile tenía niveles de ingreso superiores a España y dicho diferencial fue ampliándose a favor de Chile hasta 1900, aproximadamente; luego se redujo. Con Francia, el diferencial fue estable a favor de Francia. Estados Unidos y Nueva Zelandia han tenido persistentemente un ingreso superior al chileno. Con cierta volatilidad, en este período hubo una cierta “estabilidad relativa” en el ranking de ingreso de los países.

2.1930-1975, “decadencia”. Todos estos países empezaron a crecer más rápido que Chile y, por lo tanto, el nivel relativo de ingreso de Chile empezó a bajar consistentemente. Es una fase que podríamos denominar de “decadencia”. Todos aquellos países que en siglo XIX tenían ingresos inferiores a Chile, nos superaron desde finales de los años 60.

3.1975-1988, “contención”. La decadencia de Chile se ralentizó y eventualmente se detuvo durante la dictadura. Chile no ganó posiciones relativas sobre estos países durante este período, solo se contuvo su caída.

4.1989-2010, “recuperación”. Se observa una clara y sistemática alza del ingreso relativo de Chile respecto de los países de la muestra.

Gráfico I.1. Fases del desarrollo de Chile


Fuente: Larraín, G. (2020), “Una mirada racionalmente optimista del proceso constituyente”, Mirada fen, marzo.

La fase 1, en el siglo XIX, es la época de gloria de la economía chilena. En 1850, en el Annuaire de Deux Mondes, un almanaque publicado por una editorial francesa, decía: “Chile es uno de los países más apacibles de toda la América del Sur (…) donde la existencia aparece en las condiciones más regulares y las más favorables. (…) Podemos explicar este fenómeno por la sabiduría de sus instituciones, por la feliz apropiación del régimen adoptado (…) estas explicaciones no son totalmente conclusivas, porque Chile se encuentra, en definitiva, sometido a las mismas influencias y disolventes que las otras repúblicas americanas —tradiciones coloniales, inexperiencia de libertad política y de trabajo”. El comercio entre Europa y California u Oceanía pasaba regularmente por Valparaíso, lo que transformó a esa ciudad en un polo de desarrollo global e hizo que Chile dispusiera de la mayor flota mercante de América del Sur. Es a esta época a la que se refiere nostálgicamente en 1900 Enrique Mac Iver en su “Discurso sobre la crisis moral de la República”.

En la segunda parte de esta primera etapa ocurren dos eventos importantes para Chile. A nivel interno, en 1891 Chile adoptó un mal llamado régimen parlamentario, el cual hizo que los gobiernos duraran menos que antes y hubiera gran inestabilidad política. A nivel internacional, el descubrimiento en 1914 del salitre sintético generó en Chile una crisis productiva de la cual no se pudo recuperar.2 A esto se refiere Francisco Antonio Encina en su libro Nuestra inferioridad económica.

La fase 2, “decadencia”, tiene como antecedente la aparición de la llamada “cuestión social”, con la fundación de la Federación Obrera de Chile en 1909 y, en 1912, con la fundación del Partido Obrero Socialista de Luis Emilio Recabarren, antecedente directo del Partido Comunista. La cuestión social generó, como en todo Occidente, tensiones políticas redistributivas mayores. La respuesta a este fenómeno coincidió con un mal ambiente internacional derivado de las sucesivas guerras mundiales y la gran crisis de 1929. En 1924 la crisis en Chile es de talla mayor y se produce el golpe de Estado, que alejará del poder al Presidente Arturo Alessandri Palma por seis meses, a la vuelta de los cuales se aprobará una nueva Constitución, la de 1925.

Todo esto, más las inestabilidades producidas por la Gran Depresión de 1930 y luego la II Guerra Mundial, derivó en que se adopten, a nivel de las políticas económicas, una estrategia de crecimiento orientada a la sustitución de importaciones, por la industrialización forzada, el desarrollo del rol empresarial del Estado y la inestabilidad macroeconómica. Esta es la fase de la larga decadencia que señala Pinto en Chile, un caso de desarrollo frustrado.

La fase 3 o de “contención” corresponde al período dictatorial, donde varias reformas macroeconómicas se llevaron a cabo, en particular la apertura comercial. Esta reforma venía siendo discutida desde 1950, por ejemplo en el libro de Jorge Ahumada En vez de la miseria, cuyo programa de trabajo inspiró al gobierno de Eduardo Frei Montalva. En aquel entonces, Frei intentó reducir los aranceles, disminuir las barreras paraarancelarias y mejorar la institucionalidad de fijación de las sobretasas. Los éxitos fueron parciales. La oposición desde el mundo empresarial y la izquierda imposibilitaron avanzar más. De hecho, desde 1968 el proceso de apertura se revirtió. La dictadura de Pinochet, en los hechos, logró abrir la economía al comercio exterior, eliminando casi todas las barreras no tarifarias y reduciendo unilateralmente los aranceles. La apertura económica, apalancándose en el desarrollo del sector financiero, en parte favorecido por la reforma de pensiones, logró detener la caída relativa en el PIB de Chile respecto de los países de referencia.

La fase 4, la de recuperación coincide precisamente con el retorno a la democracia. La mezcla de una economía abierta con estabilidad política y social, además de las sucesivas reformas que promovían el desarrollo económico, resultaron en un proceso sostenido de convergencia de Chile con todo el mundo desarrollado.

El gráfico I.2 muestra a Chile en función de los países de la Europa latina. Puede apreciarse que en el siglo XIX, Chile tenía un ingreso per cápita superior al de España y Portugal e incluso Italia. Solo Francia, salvo en los períodos de guerras mundiales, ha tenido ingresos consistentemente superiores al chileno. Las cuatro fases descritas anteriormente se aprecian con mucha claridad.

Gráfico I.2. Ingreso per cápita de Chile respecto de Europa “latina”


Fuente: elaboración propia a partir de Maddison (2018).

El gráfico I.3 muestra el mismo cuociente, pero esta vez los países de la comparación son de Europa del Norte. Aunque a niveles distintos, las cuatro fases antes señaladas se repiten nuevamente. Desde la perspectiva de este libro, se aprecia que el período democrático reciente es aquel en el cual sin ambigüedad alguna Chile inició un proceso de convergencia.

Gráfico I.3. Ingreso per cápita de Chile respecto de Europa del Norte


Fuente: elaboración propia a partir de Maddison (2018).

La historia del gráfico I.4 es nuevamente similar, solo que Chile siempre ha estado por debajo del nivel de ingreso per cápita de los países anglosajones. Aquí las fases 1, 2 y 3 son menos claras, pero sí es evidente el proceso de convergencia iniciado con el retorno a la democracia.

Gráfico I.4. Ingreso per cápita de Chile respecto de países anglosajones


Fuente: elaboración propia a partir de Maddison (2018).

Las cuatro fases antes mencionadas son claras también si nos comparamos con Japón en el gráfico I.5. En el siglo XIX, Chile tenía el doble del ingreso per cápita de Japón y era aún más rico que Corea, Malasia o Taiwán. Japón, con su exitoso proceso de industrialización y con la sola interrupción de la II Guerra Mundial, inició su convergencia hacia Chile que se logró en los años 50. La fase 4 nuevamente aparece nítidamente, con un sostenido proceso de convergencia esta vez a la inversa, de Chile hacia Japón.

 

El caso de Corea, Malasia y Taiwán, por tomar otros países asiáticos, son algo distintos. Se trataba de países muy pobres en el siglo XIX, los más pobres de los que hemos analizado aquí. La fase de decadencia de Chile coincide con que esos países adoptaron una política de crecimiento basado en exportaciones intensivas de mano de obra barata que detonó un período de alto crecimiento, el cual ha durado más de medio siglo. La fase de recuperación de Chile es clara respecto de Malasia; sin embargo, no lo es en comparación con Corea y Taiwán, países que siempre han crecido al menos a la misma velocidad de Chile.

Gráfico I.5. Ingreso per cápita de Chile respecto de países asiáticos


Fuente: elaboración propia a partir de Madddison (2018).

Hemos dejado la comparación con América Latina para el final, porque respecto de estos países, salvo México, no hay cuatro fases sino cinco. La fase 4 es idéntica a la que ya hemos discutido: el crecimiento relativo del ingreso per cápita de Chile respecto de todos los países de la muestra. Si en los años 80 Chile estaba por debajo del ingreso per cápita de Argentina, México y Uruguay, en los 90 se transformó en el país de mayor nivel de ingreso per cápita de la región.

Pero aparece una quinta fase en el caso latinoamericano, que corresponde al proceso que Argentina, Brasil, Colombia y Perú inician durante los años 2000 de convergencia hacia Chile. Es interesante destacar que, en parte, esta reversión de la fase 4 se debe a que estos países del continente abrieron sus economías. Esto es evidente en el caso de Colombia y Perú, menos obvio para Argentina y Brasil, aunque comparado con lo que esos países tenían en los años 80, existe un proceso de apertura.

Gráfico I.6. Ingreso per cápita de Chile respecto de América Latina


Fuente: elaboración propia a partir de Maddison (2018).

Algo hay que preservar: Tres fuentes históricas del desarrollo

Es claro que algo pasó en Chile en los años 80 y 90, algo que detuvo primero y terminó después con prácticamente un siglo de decadencia, un siglo de “desarrollo frustrado”, como diría Aníbal Pinto.

En Larraín (2005), se descomponen las reformas realizadas desde 1976 en adelante en tres áreas:

1. La apertura comercial. En 1974 existía una enorme varianza en los aranceles, cuyo promedio alcanzaba a 105%.3 A eso había que agregar una larga lista de restricciones no arancelarias al comercio exterior. Entre 1974 y 1976, se redujo la varianza y minimizaron las barreras no arancelarias. Hacia 1979, los aranceles eran homogéneos en 12% y había desaparecido una buena parte de las barreras paraarancelarias. Esto permitió que desde mediados de los 80 —y con un alto costo de ajuste, graficado en una disminución del empleo global de más de 20%—, el país se especializara en los productos en los cuales tenía ventaja comparativa. Esto se produjo por dos vías. Una, mediante una masiva reasignación de plantas existentes en sectores en decadencia hacia sectores en expansión. Dos, mediante el ingreso de nuevas plantas, de tamaño menor.

Esta apertura fue inicialmente unilateral, pero desde 1991 en adelante se convirtió en una política de integración comercial pactada que tuvo gran éxito. Desde 2000 en adelante, además, se ha ido produciendo una sistemática pero gradual integración a los mercados de capital.

2. Se logró estabilizar la economía. Si entre 1900 y 1970 el crecimiento per cápita fue de 1,5% al año, entre 1980 y 2014 fue de 3,2%. Pero además de eso, la volatilidad del crecimiento cayó sustancialmente: pasamos de una desviación estándar del crecimiento de 8,8% a una de 4,4% en los mismos períodos. Y si medimos la magnitud del cambio estructural operado por la inflación, vemos que para los períodos 1930-1970 y 1980-2014, la inflación promedio bajó de 19% al año a un 9,9%; y su volatilidad cayó estrepitosamente. Si consideramos el período desde 2001 en adelante, cuando se adopta el actual esquema de metas de inflación, los números son aún más impresionantes: la inflación promedio anual ha sido de 3,2% y la desviación estándar de solo 1,7%. El impacto positivo sobre la acumulación de capital humano y capital físico ha sido sustancial.

3. La tercera reforma consistió en el relativo desistimiento del Estado de intervenir directamente en la economía en tanto productor, salvo algunas áreas específicas como minería, banca y televisión. Esto se hizo mediante vastos programas de privatizaciones que duraron hasta los años 2000, y se extendió al área de las concesiones de infraestructura, lo que dura hasta nuestros días. Lo más controversial en esta materia ha sido la transferencia a privados de responsabilidades públicas tradicionales, en especial pensiones y salud.

Chile, fértil provincia señala que de estas tres macro áreas de reforma, solo la tercera es imputable íntegramente a la dictadura pinochetista, en el sentido de que no hay rastros en el debate intelectual previo al golpe de Estado de que se analizaran las privatizaciones como una alternativa de desarrollo. Ahora, incluso dentro de esta tercera área, la necesidad de una reforma de pensiones que evitara los abusos asociados al clientelismo y el comportamiento oportunista ya la señaló Aníbal Pinto en 1958, y en 1967 el Presidente Frei Montalva intentó crear el “Fondo de Capitalización de los Trabajadores”.

Las otras dos áreas de reformas (apertura comercial y la estabilidad macro) eran objetivos largamente añorados por buena parte del espectro político, en particular en la centroizquierda. Chile, fértil provincia argumenta que ello es claro en el primer intento de reforma económica moderna que, escarbando en la historia, se encuentra antes de la misión Klein & Saks —que es la enseñanza tradicional en las escuelas de economía en Chile—, sino en la denominada “gestión Frei” de 1954 y que tuvo como protagonistas impensados a Carlos Altamirano, Aníbal Pinto, Jorge Ahumada y al propio Eduardo Frei Montalva.

4. Chile frente al espejo (retrovisor). Díaz, Lüders y Wagner (2007) recopilaron, en la misma lógica de Maddison y usando una metodología similar, datos sectoriales y macroeconómicos de Chile desde 1810 en adelante. Esta información la hemos actualizado usando los datos de crecimiento de la Información Histórica del Banco Central de Chile y estimaciones de crecimiento de la población de la Organización de Naciones Unidas. El cuadro siguiente muestra, para las cuatro fases identificadas, el crecimiento y la inflación promedio del período y la volatilidad de ambas variables, medidas por la desviación estándar.

Cuadro I.1. Macroeconomía de Chile: 1870-2018


Fuente: elaboración propia basado en UC (2018), Banco Central (2019).

El cuadro I.1 es bastante elocuente: el crecimiento per cápita promedio desde 1870 hasta fines de los 80 era inferior al 1,8% por año, mientras que desde 1990 en adelante el crecimiento prácticamente se duplicó. Ello amerita una nota destacada. Pero esto va más allá porque la volatilidad del crecimiento se redujo prácticamente un 66%. No solo Chile ha crecido desde 1990 en adelante al doble de su tasa histórica, sino que también es mucho más estable. Hasta 1990, era común que hubiera grandes recesiones en nuestro país. Como parámetro, recordemos que en los últimos 30 años, desde el retorno a la democracia, ha habido dos recesiones en que el PIB cayó un 0,8% en 1998 y 1,0% en 2008. Pues bien, entre 1900 y 1990 hubo 19 años en los cuales el PIB cayó más de 2% en el año, 13 años en que el PIB cayó más de 5% en el año y nueve años en los cuales el PIB cayó más de 10%.

El bienestar que esta mayor estabilidad trajo fue enorme.

Una visión alternativa al problema de la inestabilidad es la inflación. En el siglo XIX Chile era conocido por ser un país de alta inflación. Se escribían libros sobre el problema inflacionario chileno, por ejemplo Fetter (1928). En las fases 2 y 3, la inflación fue creciente hasta 1974. Luego del ajuste macroeconómico, la dictadura solo estabilizó la inflación en 23,6% al año. Este número refleja bien la política inflacionaria durante todo el período. La inflación en 1989, último año de gestión íntegra de los militares, la inflación fue 21,4%. En democracia la inflación se redujo y, nuevamente, su volatilidad cayó de manera espectacular.