Loe raamatut: «Sexo, violencia y castigo», lehekülg 3

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1.3. Derechos

Los derechos de los niños son nuevos. Surgen menos en términos de teoría moral que de precedente judicial y práctica del derecho. ¿Cuál es la relación entre los derechos de los padres, o tal vez los derechos de la familia, y los derechos de los niños? Si el abuso de niños no hubiera adquirido la importancia que tuvo durante la década de 1960, la cuestión de los derechos de los niños hoy sería casi desconocida. Esto lleva a otro tipo de reflexiones. Suponga que en nuestra sociedad los hombres tienden a pensar en resolver los problemas humanos en términos de derechos y obligaciones, mientras que las mujeres lo hacen en términos de necesidades y cuidado. Aquí se puede reconocer una manera en la que un tema que ha sido abanderado por las mujeres, se frena en la arena pública por los hombres y su entusiasmo por los derechos. Los niños no necesitan “derechos” creados para ellos por ingeniosas mentes legales. Necesitan que los cuiden.

1.4. Jurados

Se han presentado obviamente muchas preguntas legales específicas, por ejemplo, sobre los testimonios de los niños. ¿Tienen los acusados el derecho a confrontar los niños que los acusan? El 27 de junio de 1990, la Corte Suprema de los Estados Unidos emitió una decisión (con 5 jueces a favor y 4 en contra) que permitía el testimonio de un menor por televisión por cable. El derecho a la confrontación cara a cara no era “indispensable”. Este tipo de jurisprudencia no debería alejarnos de las realidades cotidianas. Un jurado casi nunca condena cuando considera que las penas son desproporcionadas. La larga historia de los jurados británicos que se negaban a condenar el infanticidio es un clásico ejemplo de esto. Más recientemente en Quebec, aún considerado como un bastión del catolicismo romano, tres jurados absolvieron sucesivamente a médicos por el delito de aborto, aunque no demostraron haber satisfecho el criterio médico de necesidad. Esta decisión de los jurados, en ese momento, estaba manifiestamente en contra de la ley. Los jurados volvieron la ley irrelevante. Aun así, en las condiciones actuales, a pesar de las penas altas, es posible obtener condenas. En Nueva Jersey “tocar mal” a un niño puede llevar a condenas de hasta diez años de cárcel y una multa de 100.000 dólares. Los jurados tienden a condenar cualquier tipo de abuso sexual así no involucren violencia o consumación del acto (14). El caso de Margaret Kelly, quien fue condenada a 47 años de prisión en Maplewood, Nueva Jersey, por abusos sexuales en el Wee Care Day Nursery es impactante. Nunca es posible confiarse del periodismo para evaluar a un jurado, pero en este caso, a primera vista y sin haber tenido acceso a los documentos del juzgado, quedan dudas de que se haya impartido justicia en absoluto (15). Independiente de lo que realmente sucedió en el Wee Care Nursery, podemos estar seguros (y tengo confirmación de esto por parte de alguien que sirvió como jurado en un caso similar en Nueva Jersey hace veinte años) que este tipo de decisiones de los jurados son recientes.

1.5. Causalidad

Al pensar en una conexión más abstracta, la explicación tradicional y más bien positivista de los conceptos es la siguiente: formamos un concepto y escogemos la clase de objetos o eventos que entran dentro de tal concepto. Si nos importa, entonces nos preguntamos por las causas de los eventos y, también, por lo que deberíamos hacer si quisiéramos fortalecerlas o eliminarlas. Primero clasificar y luego encontrar conexiones de causalidad, porque ¿cómo podríamos encontrar conexiones causales si antes no tenemos clases bien definidas? Muchos filósofos dirían que esto es una visión demasiado simplista, pero en ningún caso es más sorprendente su fracaso que en el del abuso de niños. Si se exagera podría decirse que las ideas sobre las causas preceden las ideas sobre aquello de lo que son causas. Las personas tienen visiones distintas sobre las causas del abuso de niños: algunas enfatizan la pobreza, algunas la enfermedad, algunas la violencia endémica y algunas la crueldad patriarcal. Estas visiones sobre las causas y la prevención del abuso de niños han determinado, en una gran medida, los tipos de eventos que se etiquetan como maltrato.

1.6. Múltiples personalidades

No hay un acuerdo sobre las “causas” del abuso de niños, pero hay un consenso sobre algo que el maltrato causa: el trastorno de identidad disociativo (o trastorno de personalidad múltiple). Las múltiples personalidades, que jugaron un papel fascinante en el desarrollo de la psicología francesa y americana entre 1875 y 1926, desaparecieron efectivamente hasta 1970, cuando volvieron a aparecer con ímpetu. Una vigorosa escuela de psicoterapia ahora concluye que el desorden de personalidades múltiples no es raro y que una persona puede tener hasta cien alter distintos. El movimiento del desorden de personalidades múltiples ha viajado en la espalda del abuso de niños gracias a este nuevo conocimiento: el desorden de personalidades múltiples es causado por el abuso de niños, especialmente por el abuso sexual infantil. Hay “una importante asociación etiológica con el trauma infantil, especialmente con el abuso severo en la infancia” (Braun, 1985, p. 136) (16).

1.7. Psicohistoria

Un argumento causal todavía más sorprendente es histórico: La historia de la raza humana es la historia del abuso de niños y sus efectos. Cada generación maltrata a sus niños y de esta forma moldea las mentes de la próxima generación. La única forma de entender la historia del mundo es haciendo la historia de la infancia, que termina siendo la historia del maltrato. Esta es la magnífica tesis de Lloyd deMause (1974) y su escuela.

1.8. El Estado

Para volver sobre un tema histórico menos grandioso, recordamos que los derechos de los niños se han presentado como límites a los tradicionales derechos de los padres o la familia. Pero de pronto esta rivalidad esconde un tipo de confrontación distinto, no la de niños versus padres sino la de las familias versus el Estado. “La policía de las familias” de Jacques Donzelot (1979) es uno de muchos estudios sobre la manera en la que el emergente Estado de bienestar y la red de protección social aumentaron radicalmente el control del Estado sobre las familias en el siglo XIX. Podría argumentarse en este sentido que no ha habido un aumento mayor de la intervención del Estado que la que ha permitido la legislación, las ordenanzas y las agencias relacionadas con el abuso de niños en los últimos treinta años. El cínico diría que la “función” real de esta legislación y de estas agencias no es la protección de los niños, sino el incremento del poder estatal.

1.9. El dinero

Esta visión cínica puede combinarse con el hecho de que, durante la década de 1980, en Estados Unidos disminuyeron los recursos disponibles a nivel federal y estatal para niños y padres solteros pobres. El Estado de bienestar gradualmente retiró una forma de intervención y la reemplazó por otra. Una versión tímida de esta observación es que el movimiento en contra del abuso de niños sirve para esconder la caída en la protección social para niños a falta de apoyo social a la infancia. La versión más fuerte sugiere que la legislación sobre maltrato es una forma de controlar a las familias desviadas que resulta mucho menos costosa y más efectiva que el bienestar social.

1.10. Extensiones

Una vez establecida una poderosa legislación en materia de abuso de niños, fue posible su uso. El abuso fetal es un claro ejemplo. Las madres que usan drogas o abusan del alcohol les hacen daño a sus bebés. Desde 1985, algunos oficiales de policía han intentado, y algunas veces han tenido éxito, acusar formalmente a estas madres por abuso de niños; el maltrato fetal se considera aquí como incluido en dicha categoría. (En vista de que la ley no es clara frente a esto, la alternativa ha sido acusar formalmente a las madres, justo después de que dan a luz, por administrar drogas a otro, vía el cordón umbilical). Obviamente, los antiabortistas del movimiento provida siguen muy de cerca estos casos. La mayoría de estos ha tenido que ver con el crack y se ajusta bien al marco del crack-como-problema-social. Las movidas que se han hecho son bastante bajas, pero un efecto positivo ha sido llamar la atención sobre el alcoholismo materno y el síndrome del espectro alcohólico fetal. Este último ya era conocido, pero quizás como producto de haber sido incluido en el movimiento en contra del acoso de niños, ha sido posible asociar estos síndromes con la destrucción de comunidades amerindias, especialmente en el norte de Estados Unidos. No es que alguien sepa cómo se puede ayudar.

1.11. Reacciones conservadoras

Hay mucho de esto. Las preocupaciones por la aplicación dudosa de la ley (como en el ejemplo del maltrato fetal), condenas discutibles (Wee Care), y reflexiones abstractas sobre el Estado, pueden ser llamativas para algunos intelectuales. Pero es mucho más importante la resistencia al uso del abuso de niños en casos de custodia. Muchos padres se divorcian cuando sus hijos son pequeños; muchos divorciados se pelean por sus hijos. Por un tiempo, nada parecía más decisivo que alegar que uno de los padres, usualmente el padre, estaba maltratando a su hijo. La percepción de una aparente injusticia o exageración en estos casos ha llevado a un rechazo comprehensivo de la legislación sobre abuso de niños. Entre los más sofisticados, la retórica evoca inmediatamente a Salem. El movimiento contra el abuso de niños está involucrado en una cacería de brujas (17). Esta comparación en mi opinión es absurda, pero es ciertamente efectiva.

1.12. Advertencia

Para que lo que voy a explicar ahora no parezca parte de las reacciones conservadoras, voy a apartarme de ellas. Es cierto que ha habido abusos de la idea misma del abuso de niños. Las pasiones que despiertan los intentos por ayudar a los inocentes que han sido lastimados, también han dañado seriamente a quienes no eran culpables. Pero en un análisis exclusivamente utilitarista, se ha hecho más bien que mal. La sola existencia de reacciones conservadoras, ellas mismas excesivas, es un correctivo suficiente para el celo desmesurado. También nos recuerda que el movimiento sobre el abuso de niños es abiertamente moral y político. Nadie debería esperar de él el tipo de integridad superficial que despliega la ciencia que se basa en registros de laboratorio.

2. La crueldad hacia los niños

El abuso de niños fue un tema importante en una ocasión anterior: a finales de la época victoriana. Se cristalizó alrededor de eventos ocurridos en Nueva York, de donde se movió rápidamente a Liverpool y Londres. Algunas de las cosas que pasaron hoy nos parecen normales: la creación de sociedades filantrópicas para la prevención de la crueldad hacia los niños, la presión constante sobre los legisladores, las medidas para hacerse cargo de los niños maltratados, y un aumento significativo en las investigaciones penales de las conductas de los padres que maltrataban a sus hijos. Otros aspectos han sido olvidados. Por ejemplo: los primeros en expresar las preocupaciones por la crueldad en contra de los niños fueron las sociedades protectoras de animales y, muy cercanos a estas, el Water Foundation Movement (cuya principal línea de acción era impulsar a las ciudades a tener fuentes de agua de tres niveles: una para las personas, una para los caballos y una para los perros). Entendemos mejor, así los hayamos olvidado, los movimientos de los albergues y los niños repartidores de periódicos. La reforma estaba en otra parte: la prohibición, la antivivisección, el abolicionismo y los movimientos de mujeres. Quienes decían hablar por uno, generalmente en realidad hablaban por otros.

A pesar de esto, algunas de las cosas que les preocupaban parecen extrañas para nosotros: por ejemplo, casos como el del Dr. Barnardo en el este de Londres quien, con la ayuda de luchadores y corredores, recogía niños en carruajes para que fueran llevados a “hogares” en los que recibirían albergue y una educación protestante, en contra de las fuertes protestas por parte de la Iglesia Católica Romana –la mayoría de las familias afectadas eran católicas–. Más de ciento cuarenta mil niños de estos fueron enviados a Toronto, muchos de los cuales fueron directamente secuestrados (18). Este tipo de filantropía no estaba desligada de intereses personales. “La idea de convertir, lo que en Inglaterra solo era una fuente de llanto y debilidad, en una fuente de riqueza en Canadá es una de proporciones y urgencia imperiales” (Batt, 1904, p. 129).

Los fundadores, en 1853, de la primera Sociedad de Ayuda a los Niños –Children’s Aid Society– en Nueva York tenían preocupaciones similares. La mitad de los pequeños infractores que se encontraban en las cárceles eran niños de veintiún años. Los niños debían ser salvados, de lo contrario “influenciarán las elecciones, cambiarán la política de la ciudad, y seguramente, de no ser corregidos, contaminarán la sociedad que los rodea. Ayudarán a formar una gran multitud de ladrones, pícaros y vagos” (19). La Sociedad Neoyorquina para la Prevención de la Crueldad en contra de los Niños –New York Society for the Prevention of Cruelty to Children– fue fundada por la siguiente generación, en 1874. Su preocupación era menos política. Surgió con el caso de un niño que regularmente era golpeado por su madrastra. El niño fue rescatado mediante el uso del derecho común inglés del siglo XV de manera creativa. Inmediatamente después, la sociedad inició el cabildeo para la aprobación de leyes nuevas. En el Reino Unido, la Sociedad Nacional para la Prevención de la Crueldad en contra de los Niños (National Society for the Prevention of Cruelty to Children) se ubicó como el mayor servicio de bienestar social existente en el mundo durante cincuenta años.

Cuando volvemos a nuestra idea moderna de lo que es el abuso de niños, vemos que es extremadamente médica. Fue introducida por médicos y los médicos aún reclaman que les pertenece. Algunos médicos fueron importantes en el antiguo movimiento contra la crueldad hacia los niños, pero solo porque eran miembros prominentes de la sociedad. El Dr. Barnardo había querido ser un médico misionero, pero encontró su inspiración en casa. En ningún momento pensó que su trabajo filantrópico fuera parte del ejercicio de la medicina. Es normal que un médico trate a un niño que ha sido herido por su padre o cuidador, así como trataría las quemaduras causadas por un incendio premeditado. Pero el incendio es un tema para la policía y los bomberos. En el mismo sentido, la crueldad hacía los niños era un tema para la policía, las cortes y las sociedades de filantropía, no para la medicina. El abuso de niños es un concepto médico, la crueldad en contra de los niños no. Este es un punto fundamental para diferenciarlos.

A pesar del extraordinario fervor de los ochentas, la agitación contra la crueldad se fue apagando. Hay muchas razones específicas para explicar este declive. Hasta cierto punto, los objetivos trazados inicialmente por el movimiento se alcanzaron. La preocupación inicial también se desplazó. Apareció una nueva forma de caracterizar al niño problemático: el delincuente juvenil. El rescate de niños empezó separando a los niños de sus cuidadores o recogiéndolos de las calles. Luego se movió hacia un nuevo tipo de niño, el “delincuente”. Se introdujeron nuevos juzgados de niños –Chicago fue el modelo mundial de esto– y reformatorios (20). El niño no debía ser salvado de sus padres sino de él mismo.

La disminución de la movilización en contra de la crueldad en Gran Bretaña ha sido documentada por el libro Child Abuse and Moral Reform in England, 1870-1908 (21). Las fechas son precisas. En Estados Unidos, el surgimiento del trabajo social como profesión fue muy importante. La Sociedad de Massachusetts para la Prevención de la Crueldad en contra de los Niños (Massachusetts Society for the Prevention of Cruelty to Children) lideró el tema y presionó su discusión en la Primera Conferencia sobre el Cuidado de Niños Dependientes en la Casa Blanca en 1909. La Sociedad argumentó que era mejor que los profesionales ubicaran a los niños en casas individuales y no en albergues –aunque el asunto no estaba resuelto–. Los Estados de Nueva York y California habían insistido en que los niños fueran ubicados en instituciones estatales y no en hogares sustitutos, mientras que Michigan, Minnesota, Rhode Island y Wisconsin, opinaban lo contrario. Lo cierto es que la vieja tradición de filántropos aficionados fue desmantelada (Bradbury, 1962).

Vale la pena recordar que el término de “trabajo social” no existía antes de 1900. Sin embargo, para 1910 había escuelas de formación de trabajadores sociales en varios países (con Holanda como pionero en esto). En Estados Unidos, para 1912, la oficina de empleos del Intercambio Nacional de Trabajadores Sociales –National Social Workers Exchange– contaba con un número importante de categorías de posibles empleos. Un nuevo tipo de experto había nacido, y si alguien hubiese tenido que encargarse del asunto de la crueldad contra los niños sería, de acuerdo con la Primera Conferencia de la Casa Blanca, el trabajador social.

Se creó también una nueva agenda para aquellos preocupados por los niños. Después de nueve años de preparaciones, se fundó, en 1912, la agencia federal conocida como la Oficina de Niños –Children’s Bureau–. Su existencia fue asegurada en la Conferencia de 1909. Theodore Roosevelt declaró que la nación debía preocuparse por su cosecha de niños de la misma forma que se preocupaba por su cosecha agrícola. El primer problema que asumió la Oficina de Niños fue el de la mortalidad infantil y solo hacia finales de la década de 1950 empezó a pensar en el abuso de niños.

3. 1962

La crueldad hacia los niños, como “problema social”, se volvió invisible. Había casos individuales, que cada cierto tiempo eran investigados penalmente. Entonces, en 1962, en Denver, un grupo de médicos liderado por C. Henry Kempe publicó “The Battered-Child Syndrome” (el síndrome del niño golpeado). La publicación de este artículo en el Journal of the American Medical Association iba acompañada de un editorial que criticaba el largo silencio de la sociedad sobre ciertas heridas que debían ser reconocidas. Los editores especulaban que más niños habían muerto por el maltrato de sus padres y cuidadores que por leucemia, fibrosis quística o distrofia muscular (Kempe, 1962, p. 42) (22). Los medios entendieron el mensaje. Newsweek publicó la noticia. Kempe no había publicado todavía el artículo, pero en noviembre del año anterior había dado una conferencia en la Academia Americana de Pediatría sobre el “síndrome del niño maltratado”. La historia en Time fue publicada el 20 de julio, solo unos días después de la publicación del artículo en el Journal of the American Medical Association (7 de julio) y del comunicado de prensa que la Asociación Americana de Medicina divulgó antes de la publicación (23).

El Saturday Evening Post traía un largo artículo sobre el tema titulado: “Padres que les pegan a sus hijos: un trágico incremento de los casos de abuso de niños ha impulsado la búsqueda de nuevas formas para detectar los adultos enfermos que cometen estos crímenes” (24). Este es un artículo particularmente extravagante, en el que describen detalladamente las cosas que estos padres y cuidadores les hacían a sus hijos. El título indica temas recurrentes e, incluso, confusos. En primer lugar, el término “trágico incremento”. Para ese momento, nadie tenía información acerca de las cifras de niños maltratados, por lo que aún no era posible hablar de un aumento. En segundo lugar, los adultos son “enfermos”. Todos los artículos populares hablan de una nueva “enfermedad”, pero al mismo tiempo se refieren al abuso de niños como un “crimen”, lo cual es un poco dudoso. Es un crimen de acuerdo con las leyes existentes, pero ¿si es un crimen puede a la vez ser una enfermedad? Es en este momento en el que el término de abuso de niños queda grabado en la consciencia pública.

El grupo de pediatras de Kempe en Denver estaba en el centro de la discusión. Ahora, no estoy sugiriendo que toda la discusión haya surgido en su forma actual en el piedemonte de Colorado. Para ese momento, ya se habían dado varias discusiones, aunque poco conocidas, sobre el tema. En particular, la división infantil del American Humane Association (AHA) nombró un director nuevo en 1954. La AHA, comúnmente conocida como una asociación defensora de los derechos de los animales, tenía una división dedicada a los niños desde la época de los escándalos por crueldad en 1885. Esta división de la AHA se había desvanecido, de la misma manera que las discusiones sobre la crueldad, pero su animado director nuevo decidió lanzar una encuesta nacional de niños abandonados. La crueldad no era un problema en ese momento, pero la negligencia sí. La Oficina de Salud, Educación y Bienestar de los Niños –Children’s Bureau of Health, Education and Welfare– que como producto de una reorganización institucional había quedado sin muchas funciones, siguió los pasos de la AHA. Era una burocracia en busca de una tarea y la encontró en todo sentido. Se formaron comités y se propusieron proyectos de ley para reportar el abuso de niños y la negligencia. Todo esto sucedía mientras Kempe y su equipo se preparaban para publicar sus hallazgos. Sin embargo, lo más importante del artículo de Kempe era su fuente, algo que la Oficina de Niños no habría podido anticipar: los rayos x.

En 1945 el American Journal of Roentgenology había publicado un artículo sobre un “nuevo síndrome” al que se le había dado el nombre de “hiperostosis cortical infantil” (Caffey y Silverman, 1945). Los autores, quienes eran expertos en el desprestigiado campo de la radiología pediátrica, observaron que los niños que sufrían de una excesiva cantidad de sangre debajo del cráneo, también mostraban, en los rayos x, fracturas viejas o en proceso de cicatrización en los brazos o piernas –sin que hubiera una historia conocida de la lesión–. El artículo no traía conclusiones de ningún tipo; en todo caso ninguna se publicó. Era solo un fenómeno (aunque hoy se supone que todos los que notaron el artículo sabían lo que esta información implicaba, pero fueron demasiado cobardes como para decirlo). En todo caso, la inferencia “obvia” fue poco a poco descubierta y debatida. El artículo de Kempe era importante porque afirmaba lo que antes solo se susurraba. Los padres estaban golpeando a sus hijos hasta romperles los huesos. Un mal simultáneo: los médicos habían fallado en sus responsabilidades. Pero era el momento de cambiar el rumbo de la historia, desde ese momento los médicos no tratarían solo los síntomas, sino también la causa: el padre que cometía el maltrato. El padre estaba enfermo y necesitaba ayuda de los médicos.

El artículo de Kempe también logró resaltar una de las creencias más comunes sobre el abuso de niños: que los padres maltratadores habían sido niños maltratados, o de manera más general, que los maltratadores de niños fueron maltratados cuando niños. El artículo decía: “en muchos casos es posible que los padres estén repitiendo el tipo de cuidado que recibieron en su niñez” (Kempe et al., p. 24). Esta afirmación es lo suficientemente cauta, pero ha sido elevada a una generalización.

Igualmente, importante fue la afirmación de que el abuso de niños se extiende a todas las clases sociales. Esto lo convertía en algo más que un problema social o de “bienestar”; los médicos estaban ansiosos por declararlo su problema:

“El abuso físico, nutricional o emocional es una de las peores enfermedades que puede sufrir un niño pequeño (…) La profesión médica ha mostrado una falta total de interés en este problema hasta hace poco (…) Es responsabilidad de la profesión médica asumir el liderazgo en este campo” (Helfer, 1968, p. 25).

Aunque la mayoría de las lesiones podían ser tratadas de forma ambulatoria, se recomendaba la hospitalización como una manera de separar al niño del padre. “El médico no puede devolver al niño a un ambiente donde exista así sea un riesgo moderado de que se repita la conducta” (Kempe et al., p. 23).

Solo un escritor importante criticó públicamente esta actitud. Inevitablemente fue Thomas Szasz (1968), el crítico más abierto de la mayoría de los reclamos médicos de la psiquiatría. Para él, el niño maltratado claramente necesita de ayuda médica, pues ha sido lesionado. Pero Kempe y Helfer iban más allá de eso. El padre o cuidador también debía ser enfermo y, por lo tanto, necesitaba de ayuda médica. Con su caustico ingenio, Szasz ridiculizaba las afirmaciones que asumían que los padres buscaban “ayuda” para curarse y que, voluntariamente, acudirían a centros de salud si tuvieran la oportunidad de hacerlo. Siempre fue la opinión de Szasz que las cortes eran los lugares para lidiar con los infractores y que las ofertas de ayuda de los psiquiatras eran en gran medida un fraude. Puede que los lectores del Atlantic disfrutaran su artículo, pero no tuvo efecto alguno.

La explosión de la literatura de abuso de niños es notable. El Index Medicus registró el “abuso de niños” como una nueva categoría médica en 1965. Para la década de 1970, los artículos bajo esta categoría llegaban a cuarenta por año. Pero esta era solo una muestra de la preocupación de los profesionales. Por ejemplo, se fundaron nuevas revistas como Child Abuse and Neglect y The International Journal en 1976. Un ensayo escrito en 1975 sobre el tema resaltaba el increíble incremento en la preocupación académica sobre el tema: mientras que para 1965 no existían libros sobre el tema, para 1975 ya se habían publicado nueve. Una bibliografía entre 1975 y 1980 muestra que se publicaron 105 libros. De los repositorios de abstracts (como Criminal and Penology Abstracts, Social Abstracts, etc.) se destacan 1706 entradas. Actualmente, hay más de 600 libros escritos en inglés sobre este tema.

También, hay un número incontable de subespecialidades, cada una con su propia bibliografía. Si nos restringimos a la literatura médica, encontraremos varios síndromes. John Caffey en 1974 hablaba del síndrome del bebé zarandeado –Whiplash Shaken Infant Syndrome–. Una búsqueda de bibliografía sobre este síndrome, publicado en 1986, arroja 63 estudios posteriores (Dykes, 1986). Hasta el síndrome de Munchausen por interpuesta persona (Munchausen Syndrome by Proxy), introducido en 1977, tiene su literatura especializada (25).

El trabajo académico y científico es solo un aspecto de la explosión de la preocupación en Estados Unidos y en el mundo angloparlante. Aunque el abuso de niños ha sido asumido como un problema por congresistas, publicistas y medios de comunicación, por un lado, y por trabajadores sociales y la policía, por otro, no cabe duda de que el modelo médico fue central en la primera etapa de desarrollo del abuso de niños. Por ejemplo, la legislación estatal para reportar la incidencia en los Estados Unidos es similar a las ordenanzas para reportar enfermedades contagiosas. Lo mismo sucede en el Reino Unido, donde la notificación (palabra que se usa allí para el reporte), aunque no se exige en una ley, también está moldeada según las reglas de notificación para la enfermedad.

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