Loe raamatut: «Población y envejecimiento», lehekülg 2

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El cuidado frente a los desafíos de la salud

Uno de los temas que las Naciones Unidas ha posicionado en sus reuniones intergubernamentales es el cuidado. Ello como resultado de la ausencia de protección social y el cambio en los procesos de salud-enfermedad-incapacidad y sus interrelaciones con las necesidades de cuidados. Las investigaciones sobre economía del envejecimiento tanto en México, como en el resto de los países de América Latina y el Caribe, identifican tres fuentes básicas de cuidados en la vejez: la familia, el Estado y el mercado, con una concentración de las responsabilidades en las primeras (Huenchuan, 2009). Sin embargo, como Huenchuan y Roque (2009:08, tomado de Entorno Social, 2005) señalan “la familia no puede continuar actuando como una ong cuya labor se caracteriza por la falta de apoyo económico, social y asistencia. Existe una imperiosa necesidad de reorganizar los recursos económicos y asistenciales potenciando los cuidados domiciliarios tanto sociales como sanitarios e incluso aportando económicamente a aquellas personas que asumen directamente como cuidadores de sus familiares”. Los tres documentos que se presentan en esta sección abordan esta temática.

En el capítulo “La crisis del cuidado: terror por un futuro demográfico incierto”, Leticia Robles-Silva, pionera mexicana en el estudio sobre el cuidado, presenta una revisión crítica sobre la crisis de los cuidados, donde combina elementos de una visión pesimista en contraste con una de tipo optimista. La autora enfatiza en la necesidad de plantear un análisis por generaciones y establece una tipología que incluye siete cohortes de estudio: gran generación; generación silenciosa o del silencio; generación de baby boomers; generación X; generación Y; y generación Z o generación Net o iGen. Además, presenta un ejercicio hipotético encaminado a advertir sobre las necesidades de cuidado en cada una de estas generaciones en el periodo 2010-2050. Robles-Silva desarrolla tres ejes analíticos de cómo el análisis de generaciones puede contribuir a identificar las necesidades de cuidados en el futuro, éstos son: la condición de dependencia, los futuros cuidadores y las expectativas sobre el cuidado. Se trata de elementos relevantes que permiten anticipar una agenda de investigación y de políticas públicas sobre cuidados.

El análisis de los cuidados en la vejez se complementa con el capítulo “Un acercamiento al cuidado visto a través del uso del tiempo de las personas mayores” de María Viridiana Sosa Márquez y Alfonso Mejía Modesto. El objetivo es analizar las actividades que realiza la población con 60 años y más, así como visibilizar las diferencias en el uso del tiempo entre la población en edades avanzadas y quienes se encuentran en las edades 12-59. Para realizar este análisis los autores utilizan la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (enut) del 2009, estiman tasas de participación y tiempos promedio semanales dedicados a distintas actividades de trabajo remunerado, trabajo no remunerado y cuidados personales. Particular atención ocupan las actividades de cuidado a menores de seis años, menores de 15 años, adultos mayores e integrantes del hogar. Los hallazgos de Viridiana Sosa y Alfonso Mejía confirman la presencia de patrones diferenciados en el uso del tiempo entre la población en edades avanzadas y el resto de las personas. Además, encuentran que en las edades avanzadas las brechas entre sexos se reducen, pero las mujeres se mantienen como las principales responsables de las actividades de cuidado. También, como parte del uso del tiempo en la vejez los autores destacan el espacio de solidaridad bidireccional. Así, si bien es cierto que la población en edades avanzadas es receptora de cuidados, también proporciona apoyos a los integrantes de la familia; por ejemplo, a través del cuidado a menores de seis años y a otros integrantes del hogar. Estos hallazgos permiten un mejor entendimiento sobre los procesos de apoyo intergeneracional en el último tramo de la vida y visibilizan la contribución de las personas en edades avanzadas a la sostenibilidad de la vida humana.

En el trabajo titulado “Obesity and Mortality Risk over the Life Course: Evidence from Costa Rica”, Beatriz Novak analiza los riesgos de mortalidad asociados con el peso corporal a lo largo del curso de vida de la población adulta mayor en Costa Rica. La base de datos que utiliza es el estudio creles (Costa Rica: Estudio de Longevidad y Envejecimiento Saludable) 2005, 2007 y 2009. Como parte de la metodología define siete variables categóricas para comparar las diferentes trayectorias de peso corporal. Respecto a los resultados Novak encuentra que la presencia de obesidad en las edades adultas jóvenes y en las edades avanzadas aumenta el riesgo de mortalidad en comparación con haber tenido un peso normal todo el tiempo. Además, la presencia de obesidad en las edades adultas tempranas y mantener esta condición hasta las edades avanzadas son predictores independientes de la mortalidad. La autora concluye con un elemento que es relevante y es que la pérdida de peso puede tener efectos negativos en las personas mayores, porque promueve la pérdida de masa ósea y la sarcopenia. Sin embargo, los recientes hallazgos muestran que la pérdida de peso saludable se puede lograr y por lo tanto mejorar las complicaciones médicas relacionadas con la obesidad, el funcionamiento físico y la calidad de vida en general.

Características socioeconómicas de los hogares con personas mayores

Las aristas sobre el proceso de envejecimiento demográfico previamente analizadas se encuentran estrechamente relacionadas con los aspectos socioeconómicos de las personas, los hogares y la sociedad. Al envejecer los patrones de gasto en consumo se modifican, mientras que el gasto de salud suele incrementarse, algunos otros rubros como el gasto en vestido disminuyen e incluso el consumo en algunos bienes y servicios desaparece. Al mismo tiempo los patrones de ingresos también se modifican. La dinámica propia del proceso de envejecimiento y del mercado de trabajo lleva a la necesidad de retirarse de la actividad económica. La experiencia mexicana y latinoamericana muestra que frente a la escasa cobertura de la seguridad social las principales fuentes de recursos en la vejez provienen de las ayudas familiares (Guzmán, Huenchuan y Montes de Oca, 2003). Se trata de elementos que requieren revisarse con mayor detalle ya que la forma de financiar el consumo de las personas en edades avanzadas es una decisión importante para las sociedades. Estos aspectos se analizan detalladamente a lo largo de los tres capítulos que integran esta sección.

El capítulo “Personas mayores en México: perfiles de consumo y otros efectos económicos en sus hogares” de Owen Eli Ceballos Mina tiene como objetivo central estimar perfiles de ingreso, consumo, ahorro y crédito de los hogares con población en edades de 65 años y más. Para ello Ceballos utiliza la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (enigh) 2000-2012 e identifica los perfiles de consumo de los hogares a lo largo del ciclo de vida. El autor estima modelos semiparamétricos sobre los patrones de consumo de bienes durables, no durables, salud y financiamiento. Enseguida, estima el efecto promedio de la presencia de personas mayores sobre cada variable económica mediante la técnica Propensity Score Matching (psm), que realiza un pareo de los hogares con población en edades avanzadas y de aquellas unidades sin personas mayores. Entre los resultados destaca que la presencia de población en edades avanzadas tiene efectos negativos sobre las variables económicas. En particular encuentra que los hogares con población en edades 65 y más tienen un ingreso diez por ciento menor que las familias sin personas en estas edades. Los efectos más significativos se presentan en la reducción del gasto en consumo de bienes durables y el incremento del gasto en salud.

Uno de los objetivos fundamentales del Plan de Acción Internacional de Madrid es la “lucha contra la pobreza de las personas de edad con miras a erradicarla” (Naciones Unidas, 2003:24). Sin embargo, en México y América Latina aún se mantienen niveles elevados de pobreza en la vejez (Huenchuan y Guzmán, 2006). Por lo tanto, es importante analizar la presencia de los mecanismos que fortalecen la capacidad económica de las personas en edades avanzadas. Particular atención requiere la población con recursos económicos insuficientes, ya que es una condición que representa un obstáculo para garantizar un envejecimiento decente y seguro. Estos son algunos de los elementos que se abordan en el capítulo “Determinantes de la privación de bienestar económico en la población adulta mayor en México” de Isalia Nava Bolaños y Sebastián Antonio Jiménez Solís. El objetivo del documento es identificar los principales factores que influyen en la ausencia de bienestar económico en la vejez, de acuerdo con los autores este último se refiere a las necesidades asociadas a los bienes y servicios que puede adquirir la población a través del ingreso. El capítulo se basa en los microdatos del Módulo de Condiciones Socioeconómicas (mcs) de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (mcs-enigh) 2014 y en la estimación de modelos de regresión logística. Los hallazgos de Nava y Jiménez muestran que el factor determinante más importante de la privación de bienestar económico en la vejez entre la población femenina es la ausencia de seguridad social, mientras que entre la población masculina es la ausencia de programas gubernamentales.

La población en edades avanzadas se enfrenta a los vacíos de los sistemas de pensiones. Rossel y Filgueira (2015:235) revisan 16 países de América Latina y encuentran que “en 11 casos menos de la mitad de las personas mayores de 65 años reciben pensiones y, dentro de este grupo, hay nueve países donde la cobertura es inferior a 30%”. A ello se agregan los montos insuficientes y los altos grados de estratificación. De acuerdo con Rofman y Oliveri (2011) las personas que pertenecen a los estratos de ingreso más altos reportan pensiones más altas, en comparación con aquellos que se ubican en los estratos de menores ingresos. Frente a estos antecedentes desalentadores una opción para la población en edades avanzadas es la de mantenerse en la actividad laboral. Se trata de un tema relevante, ya que a partir de las prospectivas se estima que la población continuará participando en la actividad económica más allá de las edades de jubilación. Un caso particular, es el de la participación económica de la población inmigrante y sus diferencias entre la población nativa. En el capítulo “Las personas inmigrantes mexicanas adultas mayores y su participación laboral en Estados Unidos” de Telesforo Ramírez-García, Elmyra Ybañez Zepeda y Rafael Alarcón Acosta, se analiza la participación laboral de los inmigrantes mexicanos en edades avanzadas en Estados Unidos, un tema políticamente relevante ante el contexto actual, los autores contrastan las características de la población nativa y la de otros inmigrantes. El análisis se realiza con base en los datos de la Current Population Survey (cps). Entre otras características Ramírez-García, Ybañez y Alarcón revisan tasas de participación económica, patrones de inserción ocupacional y condiciones laborales. Los resultados de la investigación muestran que la población mexicana en edades avanzadas incrementó notablemente su participación en el mercado laboral estadounidense entre 2000 y 2014, al registrar tasas de participación económica superiores a las de los nativos y otros inmigrantes. No obstante, los resultados también revelan que la gran mayoría se emplea en trabajos de baja calificación, donde los salarios son bajos y existen pocas prestaciones laborales.

Estos capítulos muestran la ausencia de derechos económicos y sociales de las personas mayores tanto dentro como fuera del territorio mexicano. Sea desde el formato de pensiones, la seguridad económica se vuelve una prioridad que garantiza autonomía y promueve el autocuidado, pero también fortalece los vínculos que propician apoyos sociales y familiares. Sin embargo, aún hay otros temas nuevos que afloran en la discusión sobre el envejecimiento. Siguen nuevas ideas.

Temas emergentes en envejecimiento

El proceso de envejecimiento demográfico requiere del estudio de temas emergentes, abordados desde enfoques multidisciplinarios. El capítulo “Validación de la medición de la inseguridad alimentaria en personas mayores mexicanas con la Escala Latinoamericana y Caribeña de Seguridad Alimentaria” de Mireya Vilar-Compte, Ana Bernal-Stuart, Paola Pernas y Rafael Pérez-Escamilla analiza las propiedades psicométricas de la Escala Latinoamericana y Caribeña de Seguridad Alimentaria (elcsa) en una versión adaptada, con el objetivo de determinar si permite evaluar la inseguridad alimentaria en la población en edades avanzadas en México. Para ello, los autores trabajaron con una muestra de personas con 65 años y más en la delegación Álvaro Obregón de la Ciudad de México. Los resultados de Vilar-Compte, Bernal-Stuart, Pernas y Pérez-Escamilla muestran que la versión adaptada es válida y confiable para medir la inseguridad alimentaria reportada en las edades avanzadas.

Finalmente, el capítulo “La orfandad en la edad adulta de las hijas: una variable demográfica oculta” de Enrique Rivera Medina tiene como objetivo central estudiar el proceso de duelo que las hijas adultas experimentan frente a la pérdida de sus madres adultas mayores y los cambios en las configuraciones familiares. El autor utiliza una metodología cualitativa para indagar una temática sociopsicoafectiva que claramente provoca una reflexión multidisciplinaria. Con varios casos y narrativas, este capítulo cierra la publicación mostrando que el trabajo de algunas organizaciones de la sociedad civil, como en la que participa el autor, se enfrenta con temáticas emergentes aún poco analizadas por la demografía pero que pueden resultar interesantes dado el proceso de envejecimiento, la feminización del fenómeno, las relaciones intergeneracionales de cuidado entre mujeres y los significados que representan la muerte a nivel familiar. Este tipo de eventos sociodemográficos pueden ser más recurrentes si la mayor presencia de personas mayores aumenta y las tasas de mortalidad en las edades avanzadas se incrementan. Punto a reflexionar si tomamos en consideración las proyecciones de población del Consejo Nacional de Población (2010).

Bibliografía

Bunge, Mario [2013]. La ciencia: su método y su filosofía. Pamplona: Laetoli.

Guzmán, J. M., Sandra Huenchuan y Verónica Montes de Oca [2003]. “Redes de apoyo a las personas adultas mayores: Marco conceptual”, en Notas de Población, 77, 35-70.

Huenchuan, Sandra [2009]. “Envejecimiento, familias y sistemas de cuidados en América Latina”, en Sandra Huenchuan y Mónica Roqué (Coordinadoras). Envejecimiento y sistemas de cuidados: ¿oportunidad o crisis?. Santiago de Chile: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal), 11-28.

Huenchuan, Sandra, y José Miguel Guzmán [2006]. “Seguridad económica y pobreza en la vejez: tensiones, expresiones y desafíos para el diseño de políticas”, Notas de Población, 83, 99-126.

Huenchuan, Sandra y Mónica Roqué [2009]. “A modo de introducción: los cuidados como una necesidad en aumento”, en Sandra Huenchuan y Mónica Roqué (Coordinadoras). Envejecimiento y sistemas de cuidados: ¿oportunidad o crisis?. Santiago de Chile: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal), 7-10.

Naciones Unidas [2003]. Declaración Política y Plan de Acción Internacional de Madrid sobre el Envejecimiento. Nueva York: Naciones Unidas.

Rofman Rafael y María Laura Oliveri [2011]. La cobertura de los sistemas previsionales en América Latina: conceptos e indicadores. Banco Mundial.

Rossel, Cecilia y Fernando Filgueira [2015]. “Vejez”, en Simone Cecchini, Fernando Filgueira, Rodrigo Martínez y Cecilia Rossel (Eds.). Instrumentos de protección social. Caminos latinoamericanos hacia la universalización. Santiago de Chile: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal), 127-170.

LA INVESTIGACIÓN SOBRE ENVEJECIMIENTO, AYER Y HOY

Capítulo 1

Tres décadas de investigación
en envejecimiento y salud

Luis Miguel Gutiérrez Robledo

El envejecimiento poblacional es un fenómeno mundial, con singularidades propias en cada país. Entre el inesperado mini baby-boom observado en el censo 2010 (Narro Robles, 2010), el crecimiento de la población activa y el acelerado envejecimiento, la sociedad mexicana presenta logros y vulnerabilidades específicas. Sin descuidar la experiencia generada en el extranjero, la investigación nacional contribuye a formular una respuesta original al desafío del envejecimiento en el caso de México (Gutiérrez, Arrieta y Ávila, 2014).

Hace 25 años se publicó un mapa de ruta para el desarrollo de la geriatría en México (Gutiérrez-Robledo, 1990). Es muy satisfactorio, al mirar atrás, ponderar el avance significativo ocurrido desde entonces en la investigación en envejecimiento y salud en nuestro país. No se puede decir lo mismo en lo que toca al desarrollo de los servicios. A 10 años de la publicación de una revisión sobre el tema (Gutiérrez, 2004), la frase con la que inicia el texto conserva su vigencia: “Lo esencial de la información epidemiológica relativa a la salud del adulto mayor en México no se ha tomado aún en consideración para la planificación de políticas y servicios específicos”.

El objetivo principal de este texto, es dar al lector una visión actualizada de los retos que enfrentamos en el tema de envejecimiento y salud, partiendo de la perspectiva que nos ofrece la información acumulada en 30 años de trabajo ininterrumpido. La evaluación crítica de la información disponible y una rápida aproximación a las fuentes de información recientemente generadas, y aún poco difundidas en nuestro país, contribuyen a esta tarea.

Antecedentes: una primera reflexión

Tanto a nivel científico como técnico e incluso en los medios de comunicación, el fenómeno del envejecimiento y sus consecuencias impregna nuestra realidad cotidiana. En nuestro país esto no ha significado ni significa que la sociedad en su conjunto haya reaccionado adecuadamente ante las demandas que el envejecimiento plantea. Es más, se puede afirmar que la respuesta ha sido en general tímida, a menudo exenta de una verdadera planificación y evaluación, y muy alejada todavía de los conocimientos científicos que sobre la vejez hemos generado, en particular, desde el campo de la salud.

Faltaría a la verdad si dijera que nada se ha hecho, pero no hay duda de que resta aún mucho por hacer en el quehacer gerontológico y en particular geriátrico. Enfrentamos un desafío, hoy día, ya impostergable, al que hay que dar una respuesta desde muy diversos frentes, y por supuesto desde las ciencias de la salud. ¿Cómo responder al reto del envejecimiento desde la medicina? y ¿cómo la geriatría puede ayudar ante este desafío a otras ciencias y disciplinas? son preguntas absolutamente pertinentes en la actualidad.

Esta reflexión es una aportación frente al reto planteado y quiere en particular profundizar y dar respuesta al cómo contribuir a mejorar la calidad de vida de las personas mayores.

Si repasamos brevemente los modelos de intervención desde los que se ha trabajado en geriatría en los últimos cuarenta años, es clara la transformación de la atención a las personas mayores. Hemos pasado de modelos benéfico-asistenciales (décadas anteriores a los años ochenta) a los modelos paternalistas y de institucionalización que imperaban a principios y mediados de los ochenta, y de estos últimos a un modelo que progresivamente reconoce la importancia de la base comunitaria y los principios de la atención centrada en la persona, y que enfoca su atención hacia la preservación de la funcionalidad y la calidad de vida de la persona mayor y su familia como el objetivo principal en el que se debe fundamentar la atención a la vejez en este siglo xxi. Factores muy diversos, tanto políticos, como económicos, sociales y psicológicos han contribuido a ello.

El conocimiento geriátrico ha colaborado al reconocimiento de la singular diversidad de la vejez, y sus posibles trayectorias a lo largo del curso de la vida. Da cuenta de las amplias diferencias intraindividuales e interindividuales entre las personas mayores. Ha ocurrido, además, un cambio de paradigma en la práctica de la especialidad. La geriatría surge hace 70 años (Warren, 1996) de la necesidad de liberar los espacios asistenciales agudos de la ocupación “indebida” en los hospitales por los enfermos crónicos y discapacitados. Desde la publicación por la “Organización Mundial de la Salud” (oms) en 2002 del marco de referencia sobre envejecimiento sano y activo (Kalache, 2002), el enfoque cambia radicalmente, los geriatras pasamos de meros testigos y acaso profetas del deterioro; a promotores de un enfoque preventivo y proactivo. En este tránsito, dos elementos han sido claves: el concepto de fragilidad y el enfoque “ecológico” que reconoce la complejidad del fenómeno del envejecimiento y la necesidad de una perspectiva de curso de vida para su abordaje (Pickard, 2014).

Desde esta nueva óptica, cobra sentido la tipología de los subgrupos al interior de este colectivo (adultos mayores sanos, adultos mayores frágiles y adultos mayores enfermos y dependientes) para entender sus trayectorias y reconocer sus muy particulares necesidades. También es necesario tomar en cuenta el contexto en el cual viven, mismo que determina la potencial expresión de su capacidad intrínseca, posibilitando o no el óptimo desempeño funcional; lo cual a final de cuentas determina el bienestar. El tamaño de una comunidad y si ésta es urbana, semiurbana o rural, define la posibilidad de acceso a servicios y programas que pueden marcar una diferencia en todos los aspectos de la vida.

Más aún, hemos visto surgir el concepto de resiliencia y su inclusión en los modelos teóricos de la fragilidad; resta aún por demostrarse su valor predictivo (Witham y Sayer, 2015).

La imagen social que infantilizaba a las personas mayores ha quedado atrás, y avanzamos en una dirección que apunta hacia una revalorización de la vejez en todos sus aspectos. Esto nos permite, hoy en día, reconocer cada vez con mayor claridad, el capital social que representa.

La consideración de la calidad de vida es una cuestión importante a lo largo de todo el curso de la existencia, pero en la vejez confluyen una serie de circunstancias que la hacen prioritaria y que son, entre otras: el aumento de las situaciones que generan dependencia en general, como es el caso de las enfermedades crónicas, en particular. Por ello se han venido dejando de lado los planteamientos en los que las intervenciones geriátricas se asemejaban a las intervenciones que se realizaban con cualquier otro grupo etario, en el que el paradigma subyacente a cualquier intervención en salud era siempre la plena curación. No es que ésta no sea un objetivo deseable, sino que el entendimiento de que “lo crónico” necesita un tipo de intervención propia y claramente diferenciada de “lo agudo” ha servido para reconocer a la calidad de vida de las personas mayores como un objetivo fundamental. Así pues, se reconoce cada vez más que en la atención geriátrica, lo importante no es sólo curar, sino también cuidar. Reconocemos más claramente los límites que la existencia humana marca (Gawande, 2014) y no pretendemos hacer de la vejez una segunda juventud, sino prolongar, hasta la “rectangularización” de la curva de supervivencia, la esperanza de vida en salud. El conocimiento más recientemente acumulado nos hace ver cómo más importante que el que una persona de ochenta y cinco años esté objetivamente bien de salud (en cuanto a que no tenga cifras elevadas de colesterol, o de triglicéridos, o de glucosa en sangre), es el que funcione y se sienta bien. La introducción del estudio de la subjetividad, la resiliencia y la capacidad funcional entre las variables relacionadas con la atención e intervenciones terapéuticas con personas mayores ha venido redituando. Todo parece indicar que sea más importante a una determinada edad, y sobre todo entre los más ancianos, la autopercepción del estado de salud, que las medidas objetivas del mismo.

La resiliencia merece mayor comentario. Importado de la ecología, este término se refiere a la capacidad de sobreponerse a la adversidad en términos generales. Baltes, Lindenberger y Staudinger (2007) a partir de sus hallazgos en el estudio longitudinal sobre envejecimiento de Berlín, lo integran en su modelo de selección–optimización–compensación. En el caso de la geriatría, me refiero al nuevo ámbito de la resiliencia como un recurso reconocible y susceptible de potenciación, para sobreponerse a la adversidad de la enfermedad.

El envejecimiento de la población es uno de los mayores logros de la humanidad y México participa ya de esta historia de éxito. Sin embargo, el envejecimiento y las enfermedades relacionadas con la edad suponen también un desafío creciente para las personas, para los sistemas de salud y para las ciencias médicas. Muchos científicos trabajan activamente en México, en el Instituto Nacional de Geriatría y a través de su red colaborativa, para entender mejor el envejecimiento y para hacer frente a los retos que plantea a los individuos y a la sociedad de nuestro tiempo.

Cada vez es más claro que no es posible afrontar este reto desde una perspectiva reduccionista. Para enfrentarlo se requiere un frente unido, activo y coordinado de varias disciplinas, y también una estrategia que, partiendo de la investigación, alcance todos los aspectos del envejecimiento. El enfoque interdisciplinario encuentra su mejor expresión en la investigación transnacional, que traduce sus hallazgos en conocimiento de aplicación práctica, como un requisito esencial, cuyos avances deben fluir rápidamente, por ejemplo: para influir en la promoción de estilos de vida saludables y para propiciar que la atención social y a la salud resuelvan las necesidades de las personas mayores. Podemos ya plantear estrategias con una perspectiva de curso de vida, basadas en la evidencia, adaptadas en su caso a las personas mayores, que permitan a éstas desarrollar la resiliencia necesaria para mantener la capacidad funcional y conservar la calidad de vida, a pesar de la enfermedad y de la eventual adversidad, en la última etapa de la existencia.

Un requisito indispensable para el diseño de nuevos modelos e intervenciones clínicos y de salud pública, que posibiliten la prevención o el diferimiento, y el manejo de las enfermedades y discapacidades relacionadas con el envejecimiento, es una mejor comprensión de los mecanismos biológicos del mismo (Kennedy et al., 2014). Por otra parte, el mayor énfasis puesto en la investigación en salud pública (incluyendo protección y promoción de la salud, prevención de enfermedades, discapacidad y fragilidad, mejoría de la calidad de vida, la calidad de la asistencia, la organización de los sistemas de salud y los aspectos económicos relacionados) hace posible, hoy, una mejor aplicación de los resultados de la investigación básica y clínica a la práctica diaria sumando a la eficacia la efectividad. La vinculación entre la investigación en salud pública y la investigación en otras áreas, permite la transferencia del conocimiento a las políticas sanitarias y los planes estratégicos relativos a las personas mayores y sus familias (Gutiérrez y Lezana, 2012).

La relevancia del tema de la salud del adulto mayor en la actualidad es insoslayable. Ello se desprende de su presencia en los medios de comunicación, en el discurso político y más importante aún, en las estadísticas de los indicadores de salud y de la utilización de servicios. De donde la necesidad de una aproximación sistemática, basada en la evidencia y sólidamente fundamentada para su adecuado análisis y eventual resolución a través de la generación de nuevos programas de acción orientados a necesidades específicas detectadas, y susceptibles de evaluación, a través de la medición de indicadores también específicos y fidedignos.