Cómo desarrollar una Pastoral Social desde la Iglesia Local

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Cómo desarrollar una Pastoral Social desde la Iglesia Local
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Contenido

Agradecimientos

Acerca del autor

Acerca del libro

Prólogo

Introducción

1. Cuando la idea se instala en la iglesia

¿Desde dónde surge la idea?

¿Cuáles son las motivaciones?

¿Cuál será el ámbito de trabajo?

2. Condiciones básicas para embarcarse en un proyecto de visibilización social

¿Cómo está la salud de la iglesia en relación con su propósito?

¿Cómo está la salud de la iglesia en relación con su identidad?

¿Cómo está la salud de la iglesia en relación con su liderazgo?

¿Cómo está la salud de la iglesia en relación con otras organizaciones?

3. La definición del modelo de organización

¿Por qué la definición del modelo es importante?

¿Qué modelos de organización existen para el propósito social?

¿Qué debería considerar la iglesia en relación con qué modelo seguir?

¿Existen ventajas y desventajas según el modelo que se implemente?

¿Cuáles son las claves de la definición del modelo a seguir como iglesia?

4. La aventura de confiar en un equipo

¿Quién o quiénes guiarán el trabajo?

¿Sobre quiénes descansaremos las tareas operativas?

¿Cómo nos relacionaremos con aquellos que persiguen nuestros mismos objetivos?

¿Cuáles deben ser los principios que guían nuestras alianzas?

5. Las complejidades de orden estratégico

Cuando sirves en una organización social creada por una iglesia, ¿para quién trabajas? ¿Para la organización o para la iglesia?

¿Cómo se resuelve el conflicto estratégico de tener una organización social y una iglesia funcionando en paralelo?

¿Cómo responder cuando nuestras acciones interesan al Estado?

¿Cuándo es el momento para contratar personal?

¿Cuándo cobrar por los servicios ofrecidos?

6. La fe que moviliza

7. Reflexiones finales

8. Apéndice para apoyar la reflexión en la iglesia

Índice de tablas

Tabla 1.

Posibles modelos para desarrollar acción social.

Tabla 2.

Características de conformación de las organizaciones sociales de interés para las iglesias.

Tabla 3.

Ventajas y desventajas para una iglesia sin persona jurídica que hace acción social a través de un ministerio.

Tabla 4.

Ventajas y desventajas para una iglesia con persona jurídica que hace acción social a través de un ministerio.

Tabla 5.

Ventajas y desventajas para una iglesia que hace acción social a través de una organización comunitaria o una corporación.

Tabla 6.

Ventajas y desventajas para una iglesia que hace acción social a través de una fundación, de la que es fundadora.

Tabla 7.

Claves para la definición del modelo a seguir.

Tabla 8.

Conceptos que transmiten la idea de compartimentación entre la iglesia y la organización que crea para desarrollar su acción social.

Tabla 9.

Contextos que pudieran generar la necesidad de un cobro por servicios.

A todas aquellas personas y comunidades de fe que buscan respuestas sobre cómo crear y desarrollar una pastoral social desde la iglesia y que cuentan con el entusiasmo y

la precaución para evitar equivocarse.

Agradecimientos

En la medida que avanzan los años, la mirada en retrospectiva nos permite observar la contribución que han hecho tantas personas a nuestras vidas. Si de ministerio se trata, el número de ellas se hace imposible de medir, ya que todo suma al propósito que Dios trazó para nosotros.

Fue exactamente así como se fueron sumando personas para ayudarnos a constituir nuestra fundación. En primer lugar, están aquellos que, sin proponérselo, nos mostraron una realidad que era posible alcanzar a través de la iglesia. Luego, aquellos que se dispusieron para escuchar nuestras dudas y quienes se tomaron el tiempo para explicarnos cómo proceder. Entre estos últimos quiero agradecer de manera especial a Roberto Contreras Eddinger, quien nos iluminó con su aporte en un momento específico cuando intentábamos comprender qué camino seguir.

Siguiendo nuestra ruta de entendimiento, el aporte del pastor Freddy Paredes Gallegos resultó altamente valioso. Su experiencia en proyectos sociales vinculados a la iglesia constituye un verdadero tesoro del cual muchas veces hemos extraído sabiduría. Por toda su ayuda, su orientación y su disposición a colaborarnos, quiero ofrendar una palabra de agradecimiento para su vida, familia y ministerio.

Sin perjuicio de todo lo anterior, un libro como este requiere voluntades técnicas que el suscrito no posee. De allí la importancia del aporte de personas como el abogado y hermano Natanael Landaeta Sánchez, quien revisó parte de este libro y consignó sus importantes aportes en él. Por su pronta ayuda y consejo, deseo dedicar palabras de agradecimiento para un hombre que está ayudando a cambiar la realidad de la iglesia evangélica nacional.

De manera particular, deseo agradecer al pastor Freddy Villarroel Gallegos, quien aceptó el desafío de la dirección ejecutiva de nuestra fundación. Su dedicación, servicio y sensibilidad social le han otorgado a nuestra organización el carácter que posee y un testimonio que la ha llevado a ser conocida nacional e internacionalmente.

Así también deseo expresar mi agradecimiento a la Iglesia Bautista Betesda, que ha oficiado de laboratorio de este emprendimiento que va caminando a su adultez. Crear una fundación al amparo de una comunidad de fe ha sido y sigue siendo un desafío por explorar. Tengo mucha gratitud por cada hermana y hermano que ha sumado su voluntad y entusiasmo en este proyecto de amor.

Como siempre, una mención especial merece mi familia, que me ha provisto el soporte emocional para dedicarme al ministerio de manera sana. En esto deseo destacar el rol de mi esposa Gilda, quien me cubre con su amor y dedicación. Así también el de mis hijos, Matías y Daniela, quienes me ayudan a abrir mis ojos a nuevas realidades de ministerio cada día.

Finalmente, doy gracias a Dios por guiarnos en este caminar. Gracias por hacerlo a través de personas, que son finalmente la razón de su amor y la expresión misma de nuestro servicio.

Acerca del autor

Pastor de la Iglesia Bautista Betesda en Santiago de Chile y Presidente de la Fundación para el Desarrollo Humano Integral Betesda (Fundación Betesda). Además, es Presidente del Consejo Comunal de Pastores de la comuna de Lo Prado de Santiago y Presidente de la Fundación Educacional Diego Thompson. Casado con Gilda Zúñiga, con quien comparte el ministerio pastoral, y padre de dos hijos, Matías y Daniela.

 

Acerca del libro

¿Para qué crear y desarrollar una organización social desde la iglesia local? ¿No basta con la que esta ya posee? ¿Existen razones fundadas para suponer que este hecho pueda derivar en división? ¿Pierde la iglesia el control de una organización que crea para fines sociales? ¿El modelo a desarrollar podría conducir a esa condición o fija solo un riesgo bajo ciertos supuestos? ¿Se puede crear una organización que junto con administrarse se pastoree? Estas y otras preguntas dan cuenta de la creciente necesidad por parte de las iglesias de hacer acción social, pero, al mismo tiempo, de hacerlo de manera sana. La experiencia muestra hermosas iniciativas que nacieron en iglesias, pero que terminaron en quiebres y divisiones. ¿Motivos? ¿La salud de la iglesia? ¿La unidad de sus dirigentes? ¿La elección de un modelo organizacional que no se condice con la forma como la iglesia se conduce?

Este libro intenta responder estas y otras muchas preguntas, de tal manera que la acción social de la iglesia se pueda hacer correctamente desde el punto de vista pastoral; pero, de manera adicional, de hacerlo correctamente desde el punto de vista organizacional.


Prólogo

Recuerdo claramente el día en que nos reunimos con el pastor Iván Tobar para iniciar la Fundación Betesda, la cual era un sueño en nuestros corazones. También recuerdo el día en que me di cuenta de que esto era mucho más que simplemente servir o extender la mano, ya que también incluía visión, economía, estatutos, legalidad, testimonio y una serie de actividades que no eran lo que primordialmente me habían traído a levantar estos proyectos. Yo quería servir, entregar un plato de comida a quien lo necesitara, jugar con niños con infancias complicadas y una serie de actividades en las cuales no se incluían estatutos, finanzas y trámites legales. Pero todos estos trámites eran muy necesarios.

Tuvimos reuniones con abogados, con otras fundaciones, con autoridades gubernamentales y con quien nos pudiese ayudar. Muchos nos ayudaron y muchos otros nos confundieron aún más. Fueron meses de búsqueda, de reflexiones, de reuniones y de visionar la fundación. Todo esto lo encontrarás en este libro.

Obviamente todo esto valió y mucho, ya que día a día veo cómo llegamos a mujeres violentadas, niños vulnerados y adultos mayores con el deseo de ser bien tratados. Cada tramite, cada reunión y cada entrevista valió la pena, ya que hemos podido visionar más allá del trabajo local de una iglesia; más bien hemos podido extendernos al resto del país, bendiciendo a miles de personas, a cientos de iglesias y hemos podido apoyar a más de un centenar de organizaciones sin fines de lucro en su búsqueda de consolidar sus proyectos y programas.

El llamado de Dios a su pueblo desde los inicios es a ser de bendición a las naciones.1 A través de Abraham, este fue tomado por el pueblo de Israel y, a pesar de su cosmovisión localista y de guerra, generó leyes a favor de los pobres,2 de las viudas, de los huérfanos y de los extranjeros.3 Estos aspectos fueron la base de la justicia social en el Antiguo Testamento, al punto que una gran cantidad de teólogos los tratan como el “Cuarteto de Dios”, ya que en múltiples partes de la ley israelita vemos cómo Dios se preocupa de ellos como prioridad.

Esta inquietud social no solo la vemos claramente en el Antiguo Testamento, sino que también en el Nuevo Testamento, a través de la preocupación constante de Jesús por relacionarse con quienes fueron los desechados, despreciados y discriminados de la época. Vemos a Jesús hablando con mujeres extranjeras,4 con leprosos,5 con los que estaban más abajo en la escala social, como los publicanos y las rameras.6

En la Gran Comisión de Juan, Jesús resume todo el llamado diciendo: “Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío”.7 El padre envía a Jesús como el primer misionero, “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.8 Este primer misionero no solo se preocupó de predicar dentro del templo, sino que sirvió, tuvo misericordia, repartió comida y se preocupó de cada necesidad de las personas (no solo las espirituales), recalcando que “en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”.9

Este libro te ayudará a llevar a cabo ese llamado de vestir al desnudo, alimentar al hambriento y abrirle los brazos al extranjero de una forma más articulada, profesional y estratégica; de la mano de un presidente de fundación que me ha impulsado a levantar cada proyecto; de la mano de un ingeniero que ha dirigido la parte administrativa de una organización con objetivos cristianos y sociales; pero, por sobre todo, de la mano de un pastor que en conjunto con un gran equipo pastorean una iglesia sana, con visión de reino y con valores cristianos y sociales.

Freddy Villarroel Gallegos

Pastor del área social de la Iglesia Bautista Betesda. Director Ejecutivo de la Fundación Betesda y Director de Testimonio Social de la Unión de Iglesias Bautistas de Chile. Autor de los libros “El que no sirve, no sirve: Bases para el ministerio social cristiano”, “Como vaso frágil: Violencia contra la mujer en el ámbito eclesial” y “Guía de trabajo para grupo de jóvenes sobre ministerio social cristiano”.

1 Génesis 12:2-3.

2 Deuteronomio 15:7-11.

3 Deuteronomio 26:13.

4 Mateo 15:21-28.

5 Lucas 17:11-19.

6 Mateo 21:28-32.

7 Juan 20:21.

8 Filipenses 2:6-8.

9 Mateo 25:40.

Introducción

El libro que tienes en tus manos surge de una necesidad observada en las múltiples charlas, conferencias y seminarios en los cuales participa nuestra fundación Betesda. Es recurrente recibir consultas sobre cómo logramos constituirnos y cómo ha sido la experiencia de llegar a ser lo que hoy somos como institución.

En este sentido, llama la atención la manera en que nuestra organización se conduce. En esta es posible observar el ejercicio permanente de una entidad que, además de administrarse, se pastorea. Es decir, que los planes y programas que se desprenden de ella se desarrollan poniendo el foco en la necesidad pastoral de las personas. Esta modalidad de actuación, que bien podríamos llamar pastoral social, le corresponde por definición a la iglesia. No obstante, concretar esta tarea desde las comunidades de fe no resulta simple. Primero, por la razón pastoral propiamente tal y, segundo, por la razón organizacional. Si el ejercicio pastoral se ejecuta desde la iglesia, entonces, ¿para qué desarrollar una organización?, ¿basta con la organización que ya posee? Así como nosotros lo experimentamos, el temor de equivocarnos, mientras reflexionábamos en la etapa de diseño de nuestra fundación, estuvo siempre latente. El miedo manifiesto es que la organización social sea algo externo a la iglesia y, por tanto, que esta pierda el control de ella. ¿Lo pierde? ¿El modelo a construir podría conducir a esa condición o fija solo un riesgo bajo ciertas condiciones? Estas y otras preguntas que se tratan en los siguientes capítulos, dan cuenta de la creciente necesidad por parte de las iglesias de hacer acción social pero, al mismo tiempo, de hacerla de manera pastoral; y, de manera adicional, hacerlo correctamente desde el punto de vista organizacional.

Encontrar respuesta a estas interrogantes no es simple, especialmente respecto a información sobre cómo proceder. En este contexto, me refiero a aquella que haga sentido a la iglesia como comunidad de fe, es decir, sobre aquellos elementos que suelen preocupar a su dirigencia y hermandad en general. En efecto, los mecanismos para constituir, por ejemplo, personas jurídicas para tales motivos, están profusamente documentados en las instituciones gubernamentales afines. Sin embargo, los mecanismos para constituir organizaciones desde otras organizaciones, como las iglesias, no resultan claros desde esta base de información.

Aunque para la mayoría de las personas las iglesias son un tipo de organización más, quienes servimos en ellas sabemos que poseen sus propias lógicas de trabajo y un entendimiento particular de cómo deben conducirse ciertos procesos. De allí, entonces, que la forma en que se ordenan o articulan, por ejemplo, para enfrentar la acción social, no tiene por qué ser entendida de la misma manera por otras congregaciones o comunidades de fe. Aun más, ni siquiera para aquellas que comparten la misma raíz histórica y/o denominacional.

Esta variedad de entendimiento ha permitido el surgimiento de muchas iniciativas de tipo social por parte de las iglesias, siendo cada una de ellas una experiencia particular dentro del mar de posibilidades que se pueden dar. Sin perjuicio de lo anterior, me parece que las preocupaciones que suelen manifestar en relación con lo señalado se podrían agrupar en un conjunto acotado. Tal hecho solo busca ser un recurso metodológico para simplificar y dar respuesta a aquellas preguntas que tienen el potencial de definir qué camino podrían recorrer para lograr su cometido social. Pero también tiene el objeto de llegar a conformar una entidad que se condiga con el tipo de iglesia que son.

Lo que encontrarás a continuación es un conjunto de preguntas para las cuales se proponen respuestas. Las primeras han sido expresadas en la forma de una consulta que nos llegó en algún momento o que nosotros mismos formulamos. De las segundas, una parte fue encontrando respuestas en la medida que maduraba la idea de constituir nuestra propia organización social y las otras en la medida que esta se desarrollaba. Si bien las respuestas se fueron encontrando como resultado de nuestra experiencia particular, la mayoría se expone pensando en la variedad evangélica presente en el país. Es importante señalar que no se pretende dar una respuesta normativa, ya que la variedad eclesiológica lo hace imposible. No obstante, se busca con ellas guiar al lector para que vaya considerando aquellos aspectos que a nosotros nos resultaron relevantes. Quizá el mayor valor que posean algunas es que nacen de preguntas que se resistían a encontrar respuesta y de otras que llegaron luego del aprendizaje producto de una o varias equivocaciones.

1. Cuando la idea se instala en la iglesia

Por la Palabra de Dios sabemos que la fe sin obras está muerta.10 Todo intento de rehuir este hecho o minimizarlo, debido a las múltiples tareas que le competen a la iglesia del Señor, no hace sino socavar su testimonio y con ello reducir el impacto del evangelio como instrumento de transformación. Es por esto que todas aquellas comunidades de fe que comprenden la multiplicidad de sus acciones, se preguntan cómo hacer frente a esta tarea. Para ello buscan los medios para responder a lo que entienden es una forma de mostrar con hechos lo que se expresa con palabras desde las diferentes plataformas con que cuenta la iglesia. Este hecho sugiere una empresa colectiva, donde el conjunto de la congregación reflexiona sobre la tarea social y ejecuta las acciones que sean necesarias al interior de su comunidad. Con esto buscan dar forma a eso que entienden es una tarea ministerial, es decir, una manera de expresar a través del servicio el amor a las personas por las cuales murió nuestro Señor Jesucristo.

No obstante, la experiencia nos muestra que esta preocupación no se instala transversalmente en la iglesia, sino que suele venir como consecuencia del interés de una persona o un conjunto de ellas. Son estas quienes por diversas razones se sienten movilizadas a poner en obras las expresiones de amor que abundan en las palabras de Jesús. Estas personas suelen ser el resorte de diversas iniciativas, algunas de las cuales escalan a proyectos que movilizan a una parte o a iglesias completas, y otras incluso llegan a constituirse en organizaciones sociales de diversa naturaleza y complejidad.

 

Lo anterior pone en relieve lo que es común para cualquier tipo de proyecto, esto es, el origen de la iniciativa. Esto no es diferente en la iglesia, la cual suele responder al mismo patrón de actividad, ya que muchos de los ministerios que ejecuta son apalancados por personas que se sintieron impulsadas a llevarlos a cabo. No obstante lo anterior, tal hecho pone en relieve la motivación que hay detrás de tales iniciativas y el foco que estos proyectos persiguen, lo cual podría reflejar motivos confusos y, por tanto, poner en riesgo la nobleza de las obras de la fe. De allí, entonces, la necesidad del examen cuidadoso que los responsables de una comunidad de fe deben hacer antes de embarcarse en un proyecto social, ya que, independiente del resultado que produzca, evidenciará la realidad de la iglesia que está detrás y que le da sustento.

¿Desde dónde surge la idea?

Si tienes en tus manos un libro como este es porque algún ámbito de la acción social de la iglesia ocupa tu corazón. Este podría estar en un estado embrionario o quizá ni siquiera alcance para eso. A esto le llamamos una idea. Una idea es una representación mental que surge a partir del razonamiento o de la imaginación de una persona. Por lo tanto, es algo que se construye en su mente y cuyos límites están dados por los límites que nos impone la capacidad de soñar.

Siempre he sostenido que la mente de un creyente nacido de nuevo es una fuente de ideas extraordinarias. No puede ser de otra forma cuando el Espíritu Santo viene a traer vida allí donde la mente se encuentra embotada y subordinada a la agenda que nos impone el mundo para su propio beneficio. Los pastores de las congregaciones bien haríamos en facilitar la instrucción de la mente de nuestros hermanos. Un proceso así permitiría que muchos encuentren en nuestras comunidades espacios propicios para dejar volar la imaginación de aquellas ideas que esperan algún día constituirse en proyectos y luego en definiciones de vocación. Para esto, basta con escucharnos y abrirnos a la posibilidad de que, si Dios trae gente a la iglesia, no es para llenar nuestros salones, sino para despertar en ellos el potencial que cada creyente trae por voluntad divina.11

Un caso recurrente y que es posible advertir sin mucha dificultad en las iglesias, resulta de creyentes que, poseedores de una idea con potencial de transformación social, no encuentran ni las herramientas ni a las personas que les ayuden a concretarlas en proyectos en sus comunidades de fe. Este hecho produce que se esfuercen por darle forma a aquello que sostienen como una idea nacida en el corazón de Dios o, en su defecto, terminan abandonando sus iglesias para trasladarse a otras donde sí encuentran los espacios para formularlas y transformarlas en instrumentos de servicio a la comunidad. Si tu caso es que no cuentas con las herramientas para formular tus ideas en proyectos, te sugiero estudiar cuanto encuentres a tu paso y que hagas conversaciones inteligentes con personas que ya hayan transitado por este camino. Existen instituciones que ofrecen tal ayuda por el solo hecho de ver incrementado el potencial de servicio en la sociedad y de buen agrado te apoyarán para estructurar lo que está en tu mente.

Ahora bien, si no encuentras dentro de tu iglesia el apoyo que, según evalúas, requiere tu iniciativa, tendrás que preguntarte si tu idea necesita primero de una tierra abonada para germinar. Si este es tu caso, te animo a seguir adelante. No pongas este hecho como excusa para abandonar tu comunidad de fe, al contrario, constitúyete en el instrumento de Dios para despertar este ámbito en tu iglesia. Si así haces, contarás con la bendición de ayudar en la preparación de la tierra y en la plantación de la semilla. Si otros cosecharán, amén. Si tú lo haces, amén también.

Recuerda: Si tienes una idea, tienes todo. Se cuenta la historia de que el día que se inauguró la Montaña Espacial en Disneylandia, el gobernador dijo a la viuda de Walt Disney mientras daba su discurso: “Es una lástima que el señor Disney no esté aquí con nosotros para ver esta montaña, pero nos da gusto que esté su esposa”.12 Luego, cuando la viuda tomó la palabra, señaló que el gobernador se equivocaba, ya que, según ella, su marido había visto esa montaña rusa muchos años antes. ¿Dónde?, te preguntarás. En la forma de una idea.

En este punto no puedo dejar de compartirte nuestro propio testimonio. Cierto día, mi esposa Gilda y yo visitábamos a un matrimonio de pastores en su iglesia en Córdoba, Argentina. Mientras visitábamos las instalaciones, llegó un camión cargado de verduras y una docena de personas comenzó la tarea de descargarlo y transformar la mercancía en paquetes, los cuales salían en diferentes direcciones en la forma de canasta de ayuda a familias en situación de precariedad económica. Mientras veía esto, vi la fundación Betesda. Desde ese día supe que ese sería su nombre y que se constituiría, algún día, en un instrumento de bendición para muchas personas. Tuvo que pasar mucha agua bajo el puente para que esta idea se materializara y comenzara a dar el fruto para el cual fue creada. ¿Por qué tantos años?, te preguntarás. De eso trata el capítulo dos. Por lo pronto, bueno sería revisar qué nos motiva a impulsar una idea y trabajar para verla concretada en aquello que ocupa nuestra atención.

¿Cuáles son las motivaciones?

La motivación es aquello que impulsa o moviliza a una persona para hacer algo. Sin este elemento movilizador, las personas ven mermadas sus posibilidades de alcanzar aquello que se ha instalado en sus corazones y que ha despertado su interés. El hecho de que tengas la idea, por ejemplo, de crear una casa de acogida para personas en situación de calle, es solo una primera imagen de aquello que ocupa un área de tu preocupación. Sin embargo, la motivación que hay detrás de tal intención podría esconder razones confusas.

Todo creyente verdadero y sano direcciona su amor a Dios y a las personas, poniendo con ello en práctica aquel mandamiento que nos dejó nuestro Señor Jesucristo al ser increpado por la clase religiosa de su tiempo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”.13 Lo anterior tiene aplicación práctica en todo cuanto hacemos, sea del ámbito que sea, ya que si el amor no es el motor que moviliza nuestras acciones, entonces podríamos descubrir que nuestra motivación quizá sea incorrecta.

Una iglesia que está pensando ocupar parte de su esfuerzo en el área social debe reflexionar sobre su motivación. Es decir, debe preguntarse qué mueve o qué impulsa el deseo de concretar una idea de acción social en un programa regular de esta. La respuesta a esta pregunta parece simple o de Perogrullo, casi tan obvia que podría parecer hasta absurdo formularla. La respuesta canónica es “las personas”, ya que todo cuanto hacemos, sea en la forma de acción social o relativo a aquello que podríamos llamar “ministerio”, tiene sentido solo si es motivado por el motor del amor a ellas. No obstante, tal hecho no inhibe otras motivaciones. Algunas podrían esconder razones no declaradas pero que revelan fallas en el corazón de quien se siente impulsado a traducir en un programa una idea de acción social que ocupa su mente.14 ¿Qué nos mueve a hacer acción social? ¿Las personas? ¿Las personas y algo más?

El punto es que la idea de acción social no tiene por qué venir desde la dirigencia de la iglesia, entiéndase el pastor, la junta directiva, sus diáconos, líderes o como se les denomine según su eclesiología. Sino, como lo veo regularmente, desde alguna persona que forma parte de tal comunidad de fe. Esta persona abriga una idea que se instala en su mente por diversas razones y por las cuales se siente sensiblemente motivada para traducirla en algo más que una acción aislada, más bien en un programa regular de su comunidad. Para escalarla a un ámbito de ministerio y, por tanto, dentro del conjunto de actividades que realiza la iglesia, deberá superar algunas barreras hasta concretar lo que anhela su corazón. Es en este punto donde suelen confluir motivaciones que podrían dañar la pureza de la razón original que mueve la acción social, esto es, el amor al prójimo.

Algunos ejemplos de motivaciones pocos claras podrían ser ver la iglesia llena, alcanzar notoriedad, aumentar el número de bautismos por año, incrementar las ofrendas y los diezmos, reconocimiento social, respeto de las autoridades, necesidad de valoración y otras. Cada una de estas motivaciones, y otras que no menciono, solo reflejan que nuestro corazón podría estar dañado y que la necesidad de la autoafirmación o las heridas asociadas a nuestra identidad como hijas o hijos de Dios podrían necesitar de un examen espiritual. Estoy consciente de que tales razones no se descubren sino cuando son muy evidentes. Sin embargo, la reflexión conjunta, seria, madura y espiritual de aquellos que tienen la prerrogativa de las decisiones en cualquier comunidad de fe, debería constituir un paso previo de evaluación. Es decir, antes de lanzarse a la concreción de un programa de acción social como un ámbito ministerial de sus iglesias. Si el examen muestra daños, ya sea personales o colectivos, la decisión no debería ser abandonar la intención social. Por el contrario, la idea es sanar las motivaciones erradas o confusas y lanzarse con ímpetu a hacer las obras de Dios que nos fueran encomendadas como expresión de nuestro amor a las personas.

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