La memoria

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La memoria
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La memoria. Una breve introducción se publicó originalmente en inglés en el año 2009. Esta traducción es publicada en acuerdo con Oxford University Press. Ediciones UC es responsable de la traducción de la obra original y Oxford University Press no es responsable por ningún error, omisión, imprecisión o ambigüedad en esta traducción o por cualquier daño causado por la dependencia al respecto.

EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

Vicerrectoría de Comunicaciones

Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile

editorialedicionesuc@uc.cl

www.ediciones.uc.cl

LA MEMORIA

Una breve introducción

Jonathan K. Foster

© Inscripción Nº 2021-A-82

Derechos reservados

Diciembre 2020

ISBN 978-956-14-2490-6

ISBN digital 978-956-14-2491-3

Traducción: English UC Language Center

Ilustración de portada: Antonia Daiber

Diseño y diagramación: versión productora gráfica SpA

Diagramación digital: ebooks Patagoonia

www.ebookspatagonia.com info@ebookspatagonia.com

CIP – Pontificia Universidad Católica de Chile

Foster, Jonathan K., autor.

La memoria : una breve introducción / Jonathan K. Foster.

Incluye bibliografía.

1. Memoria.

2. Memoria – Fisiología.

I. t.

2020 153.12 + DDC23 RDA


Contenido

Capítulo 1: Eres tu memoria

Capítulo 2: Mapa de recuerdos

Capítulo 3: Sacando conejos del sombrero

Capítulo 4: Imprecisiones en la memoria

Capítulo 5: Deterioro de la memoria

Capítulo 6: Las siete edades del hombre

Capítulo 7: Mejorar la memoria

Pensamientos finales

Lista de ilustraciones

Lectura adicional

CAPÍTULO 1

ERES TU MEMORIA

Parece que hay algo más claramente incomprensible en el poder, en los fracasos, en las irregularidades de la memoria, que en cualquier otro aspecto de nuestra inteligencia.

Jane Austen

Este capítulo enfatizará lo importante que es la memoria en todo lo que hacemos. Sin ella, seríamos incapaces de hablar, leer, identificar objetos, navegar nuestro entorno o mantener relaciones personales. Para ilustrar este punto, se presentarán observaciones y consideraciones anecdóticas, junto con observaciones de importantes pensadores de otras áreas relacionadas como la literatura y filosofía. Luego, consideraremos una breve historia de investigaciones científicas sistemáticas sobre la memoria, que comenzaron con Ebbinghaus a fines del siglo XIX y luego avanzaron con Bartlett en la década de 1930 a una investigación experimental controlada y grupal realizada en el contexto de modelos recientes de procesamiento de información de memoria. Al finalizar consideraremos cómo estudiamos la memoria en la actualidad y los principios del buen diseño en la investigación de la memoria contemporánea.

La importancia de la memoria

¿Por qué esta facultad absolutamente dada por Dios habría de conservar mucho mejor los acontecimientos de ayer que los del año pasado y, aun mejor, los de hace una hora? ¿Por qué, además, en la vejez se han de evocar con más nitidez los sucesos de la infancia? ¿Por qué, repitiendo una experiencia, hemos de reforzar nuestro recuerdo? ¿Por qué las drogas, la fiebre, la asfixia y la excitación han de resucitar cosas hace tiempo olvidadas?… Tales peculiaridades parecen casi fantásticas; y debieran ser, en cuanto podemos decir a priori, precisamente lo contrario de lo que son. Evidentemente, pues, la facultad no existe en absoluto, sino que obra bajo ciertas condiciones, y la cuestión de las condiciones llega a ser la tarea más interesante del psicólogo.

William James (1890), cita extraída de Principios de psicología

En la cita anterior, William James menciona algunos de los muchos aspectos interesantes de la memoria. En este capítulo, veremos algunas de sus fascinantes características. Sin embargo, en un capítulo de esta extensión y alcance, solo seremos capaces de raspar la superficie de lo que ha sido una de las áreas de investigación psicológica más estudiadas. La razón del rango de trabajo que se ha realizado en las preguntas de qué, por qué y cómo recordamos debe ser evidente: la memoria es un proceso psicológico clave. Según lo declarado por el eminente neurocientífico cognitivo Michael Gazzaniga: “Todo en la vida es memoria, salvo el delgado filo del presente”. La memoria nos permite recordar cumpleaños, días festivos y otros eventos importantes que pueden haber tenido lugar hace horas, días, meses o incluso años. Nuestros recuerdos son personales e “internos”, pero sin la memoria no podríamos realizar actos “externos”, como mantener una conversación, reconocer las caras de nuestros amigos, recordar citas, actuar sobre nuevas ideas, tener éxito en el trabajo o incluso aprender a caminar.

La memoria en la vida cotidiana

La memoria es mucho más que simplemente recordar la información encontrada en algún momento previo. Cuando la experiencia de un evento pasado influye posteriormente en alguien, la influencia de la experiencia anterior es un reflejo de la memoria de ese evento pasado.

Los vaivenes de la memoria se pueden ilustrar con el siguiente ejemplo. Sin duda, ha visto miles de monedas en su vida. Pero, reflexionemos sobre qué tan bien puede recordar una moneda típica que pueda tener en su bolsillo. Sin mirarla, tómese unos minutos para intentar extraer de la memoria una moneda específica. Ahora compare su dibujo con la moneda. ¿Qué tan preciso fue su recuerdo de la moneda? Por ejemplo, ¿estaba la cara mirando hacia el lado correcto? ¿Cuántas de las palabras (de haberlas) recordó? ¿Puso estas palabras en el orden correcto?

En las décadas de 1970 y 1980, se llevaron a cabo estudios sistemáticos sobre este mismo tema. Los investigadores descubrieron que, de hecho, la mayoría de las personas tienen muy malos recuerdos de cosas familiares, como las monedas. Esto representa un tipo de memoria que tendemos a dar por sentado (pero que, en cierto sentido, ¡en realidad no existe!). Inténtelo con otros objetos familiares en su entorno, como sellos, o trate de recordar los detalles de la ropa que normalmente usan otras personas en su lugar de trabajo o con quienes socializa con frecuencia. El punto clave aquí es que tendemos a recordar la información que es más importante y útil para nosotros. Por ejemplo, podemos recordar mucho mejor el tamaño, las dimensiones o el color típicos de las monedas que la dirección en que mira la cara o el texto en la moneda, ya que el tamaño, las dimensiones o el color pueden ser más relevantes para nosotros cuando estamos usando dinero (es decir, con el fin principal de pago e intercambio por el cual se ideó el dinero). Y cuando recordamos a las personas, generalmente recordamos sus caras y otras características distintivas que no cambian (y, por lo tanto, son más útiles para identificarlas), en lugar de elementos que pueden cambiar (como su ropa).

En lugar de pensar en monedas y ropa, tal vez sea más sencillo para la mayoría de las personas considerar el papel de la memoria en el caso de un estudiante que: i) asiste a una clase, y ii) luego recuerda exitosamente en el examen lo que se enseñó en la clase. Este es el tipo de “memoria” que todos recordamos de nuestros días escolares. Pero, puede ser menos obvio que la memoria pueda desempeñar un papel efectivo para el estudiante, incluso cuando la persona no “recuerda” la clase o la información en sí misma, sino que utiliza la información de la clase de manera más general (es decir, posiblemente sin pensar en la clase en sí, o recordando la información específica que se presentó en ese contexto; esto se denomina memoria episódica).

En el caso del uso más general que hace el estudiante de la información presentada en la clase, nos referimos a esta información como ingresada en la memoria semántica, que es ampliamente análoga a lo que también denominamos “conocimiento general”. Además, si ese estudiante desarrolla posteriormente un interés (o un desinterés marcado) en el tema de la clase, este interés puede reflejar la memoria de la clase anterior, aunque el estudiante no pueda recordar conscientemente haber asistido a una clase sobre el tema en cuestión.

De manera similar, la memoria juega un papel, ya sea que tengamos o no la intención de aprender. De hecho, comparativamente, pasamos muy poco tiempo tratando de “registrar” los eventos para recordarlos más tarde, como en un estudio formal. Por el contrario, la mayoría de las veces simplemente vivimos nuestras vidas cotidianas. Pero si, en esta vida cotidiana, ocurre algo sobresaliente (que, en nuestro pasado evolutivo como homo sapiens, bien podría haber estado asociado con amenaza o recompensa), los procesos fisiológicos y psicológicos establecidos se activan, y generalmente recordamos estos eventos bastante bien. Por ejemplo, la mayoría de nosotros hemos olvidado dónde dejamos nuestro automóvil en un gran estacionamiento. Pero si tenemos un accidente mientras estacionamos y dañamos nuestro automóvil y/o el automóvil de la persona estacionada a nuestro lado, se inician mecanismos específicos de “miedo, retiro o retracción”, lo que garantiza que recordemos esos eventos (y la ubicación de nuestro automóvil) muy bien.

 

Figura 1. Nuestro recuerdo de objetos muy familiares,

como las monedas, suele ser mucho peor de lo que creemos.


Entonces, la memoria no depende, de hecho, de la intención de recordar eventos. Además, los eventos pasados tienen que influir en nuestros pensamientos, sentimientos o comportamiento (como lo consideramos en el ejemplo anterior del alumno que asiste a clases) para que esto proporcione evidencia suficiente de nuestra memoria sobre estos eventos. La memoria también desempeña un papel, independientemente de nuestra intención de recordar o utilizar eventos pasados. Muchas de las influencias de eventos pasados son involuntarias, y pueden “aparecer en la mente” de manera inesperada. La recuperación de información puede incluso ir en contra de nuestras intenciones, como se muestra en el trabajo realizado por investigadores durante las últimas décadas. Este tema se ha vuelto muy actual en el contexto de fenómenos como la recuperación de recuerdos traumáticos.

Modelos y mecanismos de memoria

Ha habido muchos modelos diferentes de cómo funciona la memoria, que se remontan a los tiempos clásicos. Por ejemplo, Platón consideraba que la memoria era como una tableta de cera, en la que las impresiones se realizaban o codificaban, y luego se almacenaban, de modo que podíamos regresar y recuperar estas impresiones (es decir, los recuerdos) en un momento posterior. Esta distinción tripartita entre codificación, almacenamiento y recuperación ha persistido entre los investigadores científicos hasta nuestros días. Otros filósofos en tiempos clásicos compararon los recuerdos con los pájaros en una pajarera o con los libros en una biblioteca, subrayando las dificultades de recuperar la información después de haberla almacenado, es decir, capturar el pájaro correcto o localizar el libro indicado.

Los teóricos contemporáneos han llegado a reconocer que la memoria es un proceso selectivo e interpretativo. En otras palabras, hay más en la memoria que solo el almacenamiento pasivo de información.

Además, después de aprender y almacenar nueva información, podemos seleccionar, interpretar e integrar una cosa con otra, a fin de hacer un mejor uso de lo que aprendemos y recordamos. Es probable que esta sea una de las razones por las que a los expertos en ajedrez les resulta más fácil recordar la posición de las piezas en un tablero de ajedrez, y a los aficionados al fútbol les resulta más fácil recordar cada uno de los resultados de fútbol de un fin de semana, es decir, gracias a su amplio conocimiento y a las interconexiones entre los diferentes elementos de este conocimiento.

Figura 2. Pájaros en una pajarera: a veces se compara recordar algo específico con la captura de un pajaro específico en una pajarera llena de aves.


Al mismo tiempo, nuestra memoria está lejos de ser perfecta. Según lo resumido por el escritor y filósofo C. S. Lewis:

Cinco sentidos; un intelecto incurablemente abstracto; una memoria azarosamente selectiva; un conjunto tan numeroso de prejuicios y supuestos que nunca puedo examinar más que una minoría y jamás llegar a ser siquiera consciente de todos ellos. ¿Cuánto de la realidad total puede captar ese aparato?

Sin embargo, hay cosas que debemos recordar para funcionar con eficacia en el mundo, y otras cosas que no necesitamos recordar. Como ya hemos señalado, las cosas que debemos recordar a menudo tienen un significado evolutivo: en situaciones de “amenaza” o “recompensa” (real o percibida), se invocan mecanismos cerebrales y cognitivos que nos ayudan a recordar mejor.

Pensar en esta línea ha llevado a muchos investigadores contemporáneos a considerar que los mecanismos que subyacen a la memoria se caracterizan mejor como una actividad o proceso dinámico en lugar de una entidad o cosa estática.

Figura 3. Ebbinghaus notó que la tasa de olvido para los trigramas consonante-vocal-consonante que él mismo se enseñó fue aproximadamente exponencial (es decir, el olvido fue rápido al principio, pero la tasa a la que se olvidó la información disminuyó gradualmente).


La tradición de Ebbinghaus

Aunque las observaciones personales y las anécdotas sobre la memoria pueden ser esclarecedoras y entretenidas, a menudo se originan a partir de una experiencia específica de un individuo determinado. Por lo tanto, es cuestionable en qué medida son a) objetivamente “reales” y b) se pueden generalizar universalmente a todos los individuos. La investigación científica sistemática puede ofrecer una visión única de estos temas. Parte de la investigación sistemática clásica en memoria y olvido se llevó a cabo a finales del siglo XIX por Hermann Ebbinghaus. Ebbinghaus se enseñó a sí mismo 169 listas separadas de 13 sílabas sin sentido. Cada sílaba comprendía un trigrama de consonante-vocal-consonante “sin sentido” (por ejemplo, PEL). Ebbinghaus volvió a aprender cada una de estas listas después de un intervalo que oscilaba entre 21 minutos y 31 días. Estaba especialmente interesado en la magnitud en que se había producido el olvido durante este período de tiempo, utilizando el “puntaje de retención” (es decir, cuánto tiempo le tomó volver a aprender la lista) como una medida de cuánto había olvidado.

Ebbinghaus notó que la tasa de olvido era aproximadamente exponencial: es decir, el olvido es rápido al principio (poco después de que el material ha sido aprendido), pero la tasa en la que se olvida la información disminuye gradualmente. Entonces, la tasa de olvido es logarítmica más que lineal. Esta observación ha resistido bien la prueba del tiempo y se ha demostrado que se aplica en una variedad de diferentes materiales y condiciones de aprendizaje. Entonces, si deja de estudiar francés después de salir de la escuela, en los primeros 12 meses mostrará un rápido descenso en su vocabulario francés, pero la velocidad a la que olvide este vocabulario irá disminuyendo gradualmente con el tiempo. De modo que, si estudia francés de nuevo cinco o diez años después, se sorprenderá de cuánto ha retenido (en comparación con lo que recuerde unos años antes).

Otra característica interesante de la memoria señalada por Ebbinghaus es que, al haber perdido información, como parte de su vocabulario francés, puede volver a aprender esta información mucho más rápido que alguien que nunca ha aprendido francés en primer lugar (es decir, el concepto de “retención”). Este hallazgo implica que debe haber un rastro residual de esta información “perdida” en su cerebro. Este punto también confirma la importante cuestión relacionada con el conocimiento consciente frente al conocimiento inconsciente que consideraremos en capítulos posteriores: obviamente no somos conscientes de este vocabulario francés “perdido”, pero los hallazgos de la investigación con respecto a esta información conservada indican que debe haber cierta retención del registro de la memoria a un nivel inconsciente. El eminente psicólogo B.F. Skinner denota algo muy relacionado cuando escribe que “La educación es lo que sobrevive cuando lo que se ha aprendido ha sido olvidado”. Podríamos añadir… “conscientemente olvidado pero retenido en alguna otra forma residual”.

El trabajo clásico de Ebbinghaus en el campo, Sobre la memoria: Una contribución a la psicología experimental, se publicó en 1885. Este trabajo abarca muchas contribuciones duraderas de Ebbinghaus a la investigación de la memoria, incluida la sílaba sin sentido, la identificación del olvido exponencial y el concepto de retención (más los diversos problemas de memoria en los que Ebbinghaus trabajó sistemáticamente en su investigación, como los efectos de la repetición, la forma de la curva del olvido, y la comparación de la poesía y el aprendizaje sin sentido de sílaba). La gran ventaja de la metodología experimental practicada por Ebbinghaus es que controla muchos factores extraños (y potencialmente distorsionantes) que pueden influir en la memoria. Ebbinghaus describió sus sílabas sin sentido como “uniformemente no asociadas”, lo que consideraba una fortaleza de su enfoque.

No obstante, el autor podría ser criticado por no usar materiales de memoria más significativos. Algunos investigadores del campo han argumentado que el enfoque de Ebbinghaus tiende a simplificar en exceso la memoria, reduciendo sus sutilezas a una serie de componentes matemáticos artificiales. El riesgo de este enfoque es que, aunque estamos empleando rigor científico y somos capaces de dividir los mecanismos de la memoria en trozos manejables, es posible que estemos eliminando aquellos aspectos de la memoria humana que son más intrínsecos (y definitivos) a la manera en que nuestra memoria funciona en la vida cotidiana. Por lo tanto, una pregunta importante se refiere a lo siguiente: ¿hasta qué punto los hallazgos de Ebbinghaus son generalizables para la memoria humana en su conjunto?

La tradición Bartlett

La segunda gran tradición en la investigación sobre la memoria se ejemplifica en el trabajo de Frederick Bartlett, realizado en la primera mitad del siglo XX, es decir, varias décadas después de Ebbinghaus. En su libro El recuerdo: Estudio experimental y social, publicado en 1932, Bartlett desafió la tradición de Ebbinghaus, que en ese momento era preeminente en el campo. Bartlett argumentó que el estudio de las sílabas sin sentido no nos dice mucho sobre la forma en que funciona la memoria humana en el mundo real. Planteó una pregunta importante: ¿cuántas personas pasan la vida recordando sílabas sin sentido? En contraste con Ebbinghaus, quien intentó eliminar el significado de sus materiales de prueba, Bartlett se enfocó en lo opuesto: materiales significativos (más específicamente, materiales a los que tratamos de dar algún significado). Estos materiales fueron aprendidos y recordados por los participantes de Bartlett en condiciones relativamente naturales. De hecho, parece ser un elemento fundamental de la “condición humana” que, en nuestro estado natural, por lo general buscamos imponer un significado a los eventos que tienen lugar en nuestro entorno. Este principio resalta en gran parte el trabajo de Bartlett. Por ejemplo, en algunos de los estudios más influyentes de Bartlett, se pidió a los sujetos que leyeran una historia (la historia más conocida que leyeron fue “La guerra de los fantasmas”); luego intentaron recordar la historia más tarde.

Bartlett descubrió que los individuos recordaban cada historia de manera idiosincrásica, pero también descubrió algunas tendencias generales entre sus hallazgos:

• las historias tendieron a ser más cortas cuando eran recordadas;

• las historias también se volvieron más coherentes: es decir, la gente parecía dar sentido a material desconocido al vincular este material con sus ideas preexistentes, conocimientos generales y expectativas culturales;

• los cambios que las personas hicieron al recordar una historia tienden a estar asociados con las reacciones y emociones que experimentaron cuando la escucharon por primera vez.

Bartlett argumentó que lo que la gente recuerda está, en cierta medida, mediado por su compromiso emocional y personal con el evento original que se recordará. En las propias palabras de Bartlett, la memoria retiene “un pequeño detalle sobresaliente”, mientras que el resto de lo que recordamos representa una elaboración que está meramente influenciada por el evento original. Bartlett se refirió a esta característica clave de la memoria como “reconstructiva”, en lugar de “reproductiva”. En otras palabras, en lugar de reproducir el evento o historia original, derivamos una reconstrucción basada en nuestras presuposiciones, expectativas y nuestro “conjunto mental” existentes.

 

Como ejemplo, piense en la forma en que dos personas que apoyan a dos países diferentes (Inglaterra y Alemania) informan los eventos de un partido de fútbol que acaban de ver (el equipo inglés que juega contra el equipo alemán). Los mismos eventos objetivos tuvieron lugar en el campo de juego, pero es muy probable que el partidario de Inglaterra informe los eventos de una manera marcadamente diferente del partidario del equipo alemán. Al igual que cuando dos personas ven la misma película, sus recuerdos de la película serán similares, pero también habrá diferencias significativas. ¿Por qué podrían ser diferentes sus relatos? Estos dependerán de sus intereses, motivaciones y reacción emocional, cómo captan la narrativa presentada. Del mismo modo, alguien que votó por el gobierno actual en la última elección general bien puede recordar eventos relacionados con un evento nacional importante (una guerra, por ejemplo) de una manera bastante diferente a alguien que votó por el actual partido de la oposición. (Estos ejemplos también sugieren la manera en que los factores sociales, incluidos los estereotipos, pueden influir en nuestra memoria de los acontecimientos).

Por lo tanto, existe una diferencia crucial en el enfoque de la memoria que consideraron Ebbinghaus y Bartlett. La esencia del argumento de Bartlett es que las personas intentan imponer un significado a lo que observan en el mundo, y que esto influye en su memoria de los eventos. Esto puede no ser importante en un experimento de laboratorio que utiliza materiales relativamente abstractos y sin sentido, como las sílabas sin sentido empleadas por Ebbinghaus. Pero Bartlett argumentó que, en un contexto más natural, este esfuerzo por significado es una de las características más significativas de la forma en que funciona nuestra memoria en el mundo real.

Construyendo memoria

Como hemos visto en el trabajo de Bartlett, la memoria no es una copia verídica del mundo, a diferencia de un DVD o grabación de video. Quizás sea más útil pensar en la memoria como una influencia del mundo en el individuo. De hecho, un enfoque constructivista describe la memoria como las influencias combinadas del mundo y las propias ideas y expectativas de la persona. Por ejemplo, la experiencia de cada persona mientras mira una película será algo diferente porque son individuos distintos, que tienen diferentes pasados personales, y distintos valores, pensamientos, metas, sentimientos, expectativas, estados de ánimo y experiencias pasadas. Podrían haber estado sentados uno junto al otro en el cine, pero en un sentido importante en realidad experimentaron películas subjetivamente diferentes. Entonces, un evento, tal como ocurre, es construido por la persona que lo experimentó. Esta construcción está muy influenciada por el “evento” de la memoria (en este caso, la proyección de la película), pero también es un producto de las características individuales y las idiosincrasias personales de cada persona (las cuales desempeñan un papel importante en la forma en que se experimenta, codifica y almacena el evento posteriormente).

Más tarde, cuando tratamos de recordar ese evento, algunas partes de la película vienen a la mente, mientras que otras partes podemos reconstruir en función de las partes que recordamos y de lo que sabemos o creemos que debe haber ocurrido. (Es probable que este último se base en nuestros procesos inferenciales sobre el mundo, combinados con los elementos que recordamos de la película). De hecho, somos tan buenos en este tipo de reconstrucción (o “rellenar las lagunas”) que a menudo no somos conscientes de que lo estamos haciendo. Esto parece especialmente probable que ocurra cuando se cuenta y se vuelve a contar un recuerdo, con diferentes influencias presentes en cada momento de recuperación (lea la referencia a las técnicas de reproducción en serie y repetida de Bartlett citadas en el recuadro de la página 21). En tales situaciones, la memoria “reconstruida” a menudo parece tan real como la memoria “recordada”. Esta es una consideración especialmente preocupante cuando reflexionamos sobre el grado en que las personas pueden sentir que están “recordando” características cruciales de un asesinato presenciado o un asalto de la infancia con experiencia personal, cuando, en cambio, pueden estar “reconstruyendo” estos eventos y llenando la información faltante según su conocimiento general del mundo (véase el capítulo 4).

A la luz de estas consideraciones, el acto de recordar se ha comparado con la tarea de un paleontólogo que reconstruye un dinosaurio a partir de un conjunto incompleto de huesos, pero que posee un gran conocimiento general sobre los dinosaurios. En esta analogía, el evento pasado nos deja con acceso a un conjunto incompleto de huesos (a veces con huesos “extraños” que no derivan del evento pasado en absoluto). Nuestro conocimiento del mundo luego influye en nuestros esfuerzos para volver a ensamblar esos huesos en algo que se asemeje al episodio pasado. Los recuerdos que reunamos pueden contener algunos elementos reales del pasado (es decir, algunos huesos reales), pero, en conjunto, es una reconstrucción imperfecta del pasado ubicado en el presente.

Cómo estudiamos la memoria hoy en día

La memoria puede ser estudiada de muchas maneras y en muchas situaciones. Puede ser manipulada y estudiada en el “mundo real”. Sin embargo, la mayoría de las investigaciones objetivas sobre el tema de la memoria realizadas hasta la fecha han comprendido trabajos experimentales, en los que se comparan diferentes manipulaciones en condiciones controladas (generalmente, en un entorno de laboratorio) que involucran un conjunto de palabras para recordar u otros materiales similares. La manipulación puede incluir cualquier variable que se espera que influya en la memoria, como la naturaleza del material (por ejemplo, estímulos visuales y verbales), la familiaridad del material, el grado de similitud entre las condiciones de estudio y de prueba y el nivel de motivación para aprender. Tradicionalmente, los investigadores experimentales han estudiado la memoria con los siguientes tipos de estímulos: listas de palabras, estímulos verbales inarticulados, como los utilizados por Ebbinghaus, y otros materiales comúnmente disponibles, como números o imágenes (también se han utilizado otros tipos de materiales; textos, cuentos, poemas, citas y acontecimientos de la vida).


La guerra de los fantasmasCuando Bartlett siguió el ejemplo de Ebbinghaus e intentó realizar más experimentos con sílabas sin sentido, el resultado fue “decepcionante y muy insatisfactorio”. En su lugar, optó por trabajar con material de prosa común que “fuera interesante en sí mismo”, el tipo de material que Ebbinghaus había rechazado.Bartlett usó dos métodos básicos en sus experimentos: Reproducción en serie, similar al juego del “teléfono descompuesto”. Una persona le dice algo a otra persona, quien luego lo repite a una tercera, y así sucesivamente. La “historia” que le llega a la última persona del grupo se compara con la original.La reproducción repetida es cuando se le pide a alguien que repita la misma información en ciertos intervalos (desde 15 minutos hasta años) después de haberla aprendido por primera vez.La pieza de prosa más famosa que Bartlett usó para investigar los recuerdos es un cuento popular estadounidense llamado La guerra de los fantasmas:Una noche, dos jóvenes de Egulac bajaron al río a cazar focas. Estando allí se encontraron envueltos por la niebla y el silencio. Entonces oyeron gritos de guerra y pensaron: “Puede que se preparen para la guerra”. Se marcharon a la orilla y se escondieron detrás de un tronco. Aparecieron las canoas, escucharon los ruidos de los remos y comprobaron que una se dirigía hacia ellos. Los cinco hombres que venían en la canoa les dijeron:“¿Qué pensáis? Deseamos que vengáis con nosotros. Vamos a remontar el río para luchar contra la gente”. Uno de los jóvenes dijo: “No tengo flechas”. Él dijo: “Las flechas están en la canoa”. “Yo no iré, me pueden matar. Mi familia no sabe dónde he ido”. “Pero tú”, volviendo al otro “puedes ir con ellos”. Así que uno de los hombres se fue con ellos y el otro volvió a casa.Y los guerreros remontaron el río hasta una ciudad al otro lado del Kalama. La gente bajó al río y empezaron a luchar. Muchos murieron. En ese momento, el joven oyó a uno de los guerreros que decía: “Deprisa, vamos a casa; ese indio ha sido golpeado”. Entonces pensó: “Oh, son fantasmas”. No se sentía mal pero decían que le habían disparado.Así que las canoas regresaron a Egulac, y el joven regresó a casa y encendió el fuego. Y dijo a todo el mundo: “Escuchadme, acompañé a los fantasmas y fuimos a luchar. Muchos de nuestros compañeros murieron y muchos de nuestros atacantes también. Dijeron que fui golpeado pero no me siento mal”.Se lo contó a todos. Después calló. Al amanecer se desmayó. De su boca salió algo negro. Su cara se contorsionó. La gente saltó y lloró. Estaba muerto.Bartlett eligió esta historia porque no se relaciona con la cultura narrativa inglesa de sus participantes, y parece ser inconexa y algo incoherente para los oídos anglosajones. Bartlett anticipó que estas características de la historia exagerarían la transformación cuando sus participantes intentaran reproducirla.A continuación, y como ejemplo, se presenta el intento de una persona que repite la historia por cuarta vez, esta vez varios meses después de haberla escuchado por primera vez:
Dos jóvenes bajaron al río para cazar focas. Se escondían detrás de una roca cuando un bote con algunos guerreros se les acercó. Los guerreros, sin embargo, dijeron que eran amigos, y los invitaron a ayudarlos a luchar contra un enemigo al otro lado del río. El mayor dijo que no podía ir porque sus familiares se preocuparían si no regresaba a casa. Así que el más joven se fue con los guerreros en el bote.En la noche regresó y les dijo a sus amigos que había luchado en una gran batalla, y que muchos habían muerto en ambos lados. Después de encender un fuego se fue a dormir. Por la mañana, cuando salió el sol, cayó enfermo y sus vecinos vinieron a verlo. Les había dicho que había sido herido en la batalla, pero que no había sentido dolor en ese momento. Pero pronto se puso peor. Se retorció y chilló y cayó al suelo muerto. De su boca salió algo negro. Los vecinos dijeron que debió haber estado peleando con fantasmas.A partir de sus experimentos, Bartlett concluyó que las personas tienden a racionalizar el material que están recordando. En otras palabras, intentan facilitar la comprensión del material y modificarlo en algo con lo que se sientan más cómodos. La propia descripción de Bartlett de lo que estaba sucediendo es la siguiente:El recordar no es la re excitación de innumerables rastros fijos, sin vida y fragmentarios, es una reconstrucción o construcción imaginativa a partir de la relación de nuestra actitud hacia una masa activa y completa de reacciones o experiencias pasadas y organizadas, y a partir de un pequeño detalle que aparece comúnmente en forma de imagen o lenguaje. Por lo tanto, casi nunca es realmente exacto, incluso en los casos más rudimentarios de recapitulación de memoria…En este contexto, tal vez no sea sorprendente que las personas a menudo encuentren que sus recuerdos son poco confiables, o que los recuerdos de dos personas diferentes que han observado el mismo evento pueden ser algo distintas. Después de considerar dos de las figuras más influyentes en la investigación de memoria experimental, pasamos ahora a considerar métodos y hallazgos más contemporáneos.

Durante las últimas décadas, gran parte de la investigación empírica sobre la memoria que se ha llevado a cabo se ha interpretado típicamente en el contexto del procesamiento de la información y los modelos informáticos de memoria que fueron adoptados por la mayoría de los experimentadores después de la Segunda Guerra Mundial. Dentro de este marco, las propiedades funcionales que subyacen a la memoria humana (y otros aspectos del funcionamiento cognitivo) se consideran en términos generales para reflejar el tipo de procesamiento de información que incorpora la computadora moderna. (Tenga en cuenta que esta metáfora generalmente se refiere a las propiedades funcionales o al software de la computadora, en lugar de a su hardware). Los estudios de investigación más recientes generalmente involucran un mayor número de participantes que los del trabajo anterior realizado por Ebbinghaus y Bartlett, que a menudo se enfocaron en el examen detallado de casos individuales (incluido, en el caso de Ebbinghaus, ¡él mismo!). Los hallazgos de los estudios grupales se pueden analizar mediante potentes técnicas estadísticas inferenciales que nos permiten interpretar objetivamente el tamaño y la importancia de los hallazgos obtenidos.