Loe raamatut: «Caballeros del rey», lehekülg 6

Font:

[148] A. Ryder, «La politica italiana...», cit., pp. 85-97; Ryder, pp. 319-320.

[149] Zurita, vol. VI, lib. XV, pp. 347-349; A. Ryder, «La politica italiana...», cit., pp. 89-91; Ryder, p. 320.

[150] ARV, MR, n.º 9.385, s. f.

[151] ACA, CR, n.º 2.698, fol. 98r, citado en Itineriario, p. 219; A. Ryder, El reino..., op. cit., p. 311.

[152] Los pagos de las soldada de la caballería constan el 11, 12 y 17 de septiembre y los de la infantería el 14 y el 17; en octubre los pagos se realizaron los días 7, 8, 5 15, 22 y 30: ARV, MR, n.º 9.385, s. f.

[153] ACA, CR, n.º 2.699, fols. 33v-35r, citada en A. Ryder, El reino..., op. cit., p. 312; id., «La politica italiana...», cit., p. 98.

[154] Los días 2 de febrero y 21 y 24 de marzo en Nápoles; algunos de los pagos se efectuaron per mans de Joan de Miraball, es decir, utilizando créditos del banco de Giovanni Miroballo: ARV, MR, n.º 9.407, fols. 102v-104v, 120r-v, 125v-126r, 130v-131r.

[155] Los días 6, 12, 18 y 26: ibid., 134v, 142v, 145r-v, 144v y 147v.

[156] Ibid. fols. 193v-196v y 198r-v. Se trata de los capitanes y hombres de armas que figuran en ese pago pero no del conjunto de tropas que dirigió Boïl ya que sumando las incluidas en pagos posteriores (ibid., n.º 8.791, fols. 248v-250r) cifran un total de 2.137 caballos (713 lanzas y 1 tercio de lanza) en 60 comitivas.

[157] W. Küchler, Les finances..., op. cit., pp. 218-219; A. Ryder, «La politica italiana...», cit., p. 100; Ryder, p. 320.

[158] ACA, CR, n.º 2.940, fol. 7r-v, carta real transcrita en A. Ryder, «La politica italiana...», cit., pp. 104-105.

[159] Ibid., p. 101.

[160] Los pagos de agosto los días 7, 9, 10, 12, 23 y 28: ARV, MR, n.º 9.408, fols. 24v-25r, 28r-29r, 36r-37r, 39r-v.

[161] Los pagos de septiembre en los días 10, 15, 19, 23, 29 y 28: ibid., fols. 49v-51r, 52r-54r, 57r-59v, 61v-64v.

[162] Como informaba el 14 de octubre: ACA, CR, n.º 2.940, fols. 19v-20r, transcrita en Itinerario, pp. 237-239.

[163] ARV, MR, n.º 9.407 fols. 102v-104v, 120r-v, 125v-126r, 130v-131r, 134v, 142v, 145r-v, 144v y 147v, 193v-196v y 198r-v; ibid., n.º 9.408, fols. 24v-25r, 28r-29r, 36r-37r, 39r-v, 49v-51r, 52r-54r, 57r-59v, 61v-64v.

[164] Sólo en soldadas el desembolso que tuvo que hacer frente la tesorería ascendió en concreto a 39.172 duc.: ibid.

[165] En octubre los días 14, 16, 17, 18, 19, 21, 28 y 30 en moneda y el día 31 en draps: ARV, MR, n.º 8.791 fols. 190v-193v, 194v-198v, 202v, 204v-206v, 208r-209v, 210r-212r, 235r-239r, 240r; ibid., n.º 9.385, s. f., también contiene al final del registro las cédules de la tesorería de octubre a diciembre de ese año.

[166] Entre el 22 de octubre y el 28 de noviembre: ibid. fol. 248v-251r.

[167] A. Ryder, «La politica italiana...», cit., p. 235.

[168] Ryder, pp. 340-341; id., «La politica italiana...», cit., p. 249.

[169] ARV, MR, n.º 8.791, dates de abril, junio y julio, fols. 322r, 338r-340r, 347r-v, 358r-361v, 362v373v, 376r-384r, 394r-401v, 405r-408r, 410r-414v, 423r.

[170] A. Ryder, «La politica italiana...», cit., pp. 260-262, Ryder, p. 322 y del mismo autor. «Alfonso d’Aragona e l’avvento di Francesco Sforza al ducato di Milano», ASPN, (1961), pp. 9-45.

II. LA ORGANIZACIÓN MILITAR Y EL PAPEL DE LA CASA REAL

Los registros administrativos y financieros de la monarquía permiten acercarnos al modelo de reclutamiento y encuadramiento de los ejércitos reales de la Corona de Aragón en la primera mitad del siglo XV. Examinaremos la organización militar desde el punto de vista de la élite del ejército, las tropas de caballería. En primer lugar, la movilización y convocatorias (ampraments). En segundo lugar, los caracteres de las modalidades de servicio existentes (gratuito o contratado), deteniéndonos en la modalidad dominante, el servicio voluntario a sueldo a partir de los pagos y contratos de acorriment. En tercer lugar, el encuadramiento y estructuras de mando y la fisonomía de la administración militar con el crucial papel de la Casa Real, base de una clientela militar del rey.

1. EL PESO Y LA ORGANIZACIÓN TÁCTICA DE LA CABALLERÍA EN LOS EJÉRCITOS

El siglo XV es la época por excelencia de los hombres de armas (hòmens d’armes, hommes d’armes, men at arms, homines armati), los tiempos de una caballería pesada mucho mejor equipada que en épocas anteriores, gracias, por lo general, al arnés blanco, la armadura blindada de placas con junturas articuladas que cubría por completo el cuerpo repartiendo equitativamente el peso. Una caballería pesada polivalente y adaptada a las diferentes manifestaciones de la guerra, a las batallas campales y cabalgadas pero también a la guerra de asedio, a los asaltos y defensas de puntos fortificados. Esa realidad choca con el doble tópico existente respecto al papel militar de la caballería medieval: su supremacía absoluta entre los siglos XI-XIII y su irreversible decadencia entre los siglos XIV-XV. Dos imágenes exageradas –fruto de una escasa reflexión sobre la práctica cotidiana de la guerra medieval y sobre la transformación social y militar de los ejércitos– que dificultan la comprensión de la amplia capacidad de adaptación de la caballería como élite militar.[1] Lejos del mito de su decadencia militar, en la Europa de fines del XIV y del siglo XV, la caballería pesada vivía realmente su máximo prestigio en la guerra, coincidiendo, precisamente, con el florecimiento de todos los elementos de la cultura caballeresca, (símbolos, rituales –torneos, justas, pasos de armas, etc.–, literatura y tratadística) estrechamente conectados con la guerra y, todavía, con una función militar formativa.[2]

La Corona de Aragón no fue ajena a todos esos fenómenos europeos. Desde fines del Trescientos y durante la primera mitad del XV, en una Corona de Aragón más vinculada militarmente en escenarios franco-italianos, se detecta una revalorización de la caballería pesada, los hòmens d’armes, y una significativa reducción de la caballería ligera (los cavalls alforrats), de presencia destacada en el siglo XIV, en claro contraste con Castilla donde la importancia de esta última se mantuvo estable.[3] Las campañas de Alfonso el Magnánimo confirman esta tendencia, como la guerra de Castilla de 1429-1430 donde la caballería pesada (caballeros armats a la guisa, con armadura completa) aparece claramente mayoritaria respecto a la ligera (los armats a la gineta).[4] También es destacable el peso del conjunto de fuerzas de caballería sobre las de infantería entre 1420-1448: en los ejércitos de Alfonso V las fuerzas de infantería suponían menos de una cuarta parte del total de combatientes a sueldo en los ejércitos del rey.[5]

Importancia cuantitativa pero también cualitativa ya que la caballería pesada era la espina dorsal de los ejércitos, el arma más cara y valorada y, por tanto, la que concentraba el grueso de la inversión militar del Estado. Así puede comprobarse examinando los gastos en soldada de tropas gestionados por la Tesorería General en tiempos de guerra, en 1429-1430 (guerra con Castilla) y en 1446-1447 (preparativos e inicio de la campaña centro-italiana). La estructura y peso del gasto en soldada en esos bienios puede verse en la tabla 1 (1429-1430), con cantidades indicadas en sueldos[6] y la tabla 2 (1446-1447), referidas en ducados y su correspondencia en sueldos.[7]

TABLA 1

Estructura y peso del gasto en soldadas de la Tesorería general de la Corona de Aragón

(marzo 1429-octubre 1430): preparativos y desarrollo de la guerra con Castilla (en ss.)


Fuente: ARV, MR, n.º 8.774, 8.777, 8.778 y 8.779.

TABLA 2

Estructura y peso del gasto en soldadas de la Tesorería general de la Corona de Aragón

(septiembre 1446-diciembre 1447): preparativos y desarrollo campaña (en duc. / ss.)


Fuente: ARV, MR, n.º 8.791

Como se aprecia, la contratación de tropas de caballería, tanto en 1429-1430 como en 1446-1447, concentraba cerca del 90 % del desembolso en soldadas y absorvía un tercio del gasto gestionado por la Tesorería General durante los conflictos armados.[8] Resalta la coincidencia en el porcentaje que supone la contratación de tropas de caballería entre ambos periodos de guerra, aunque en 1446-1447 el dispendio de la caballería se ha duplicado respecto a 1429-1430, de 1’4 a 3’5 millones de sueldos, un fiel reflejo del aumento de las dimensiones del ejército real en Italia respecto al movilizado en las campañas hispánicas (de cerca de 7.600 caballos frente a sólo 2.500 caballos). Pero también nos acerca al propio crecimiento del presupuesto y volumen de recursos manejados por el Estado por la presión de la guerra, que también se ha duplicado, de algo más de 4’5 millones de sueldos en 1429-1430 a 9 millones en 1446-1447. Ahora bien, en ambos bienios, tanto en las campañas hispánicas como en las italianas, reclutar y mantener contratadas compañías de gente de armas, de caballería pesada, sigue siendo, de largo, la partida de gasto más elevada a la que deben hacer frente las finanzas reales.

Unas fuerzas de caballería, articuladas en compañías a cargo de la nobleza, que en los registros financieros constan con una tipología variada en función de la naturaleza de las campañas. En las operaciones navales las comitivas están organizadas a partes iguales por hòmens d’armes, los soldados con armadura completa, y por pillarts, combatientes auxiliares con equipo ligero.[9] En las campañas hispánicas (en 1425 y 1429-1430) las compañías constan sólo por el número de caballos u hombres de armas a caballo (rocins y/o hòmens d’armes a cavall, hòmens a cavall armats), especificándose en ocasiones por hòmes d’armes y patges (servidores auxiliares del hombre de armas).[10] La «lanza», la característica unidad táctica en la que se organizaban las fuerzas de caballería en los ejércitos europeos, es prácticamente testimonial en las campañas hispánicas[11] y parece concentrarse en los territorios donde su presencia es hegemónica, en la frontera catalana con Francia, en Castilla y, sobre todo, en las campañas en Italia.[12] Para esos casos conocemos que la lanza en los ejércitos del rey de Aragón se componía, como la lancia italiana o la lance francesa de ese periodo –décadas de los 20 y 40 del XV– de tres hombres a caballo (el hombre de armas, combatiente principal con armadura completa y a cargo de una montura de guerra, el auxiliar armado más a la ligera y un servidor desarmado) que se corresponden con el home d’armes, el pillart y el patge.[13] La lanza catalanoaragonesa de tres hombres también comparte con la lancia italiana y con las lances que comanda el rey en sus campañas italianas, el carácter de ser una unidad organizativa de fuerzas de caballería, dejando al margen a tiradores o ballesteros, quienes aparecen entre las compañías de infantería.[14]

Cabe destacar igualmente que en las compañías de lanzas de Alfonso V en Italia no existe mención alguna a ballesteros o tiradores a caballo, a diferencia de lo que ocurrirá en las compañías de Francia o Borgoña.[15] Sí que se constata la presencia caballos que no forman una lanza, a cargo de uno o dos auxiliares o servidores, que la documentación denomina como un terç o dos terços de lança.[16] Detrás de la contabilización de esos terços de lances quizás se apunte la ampliación numérica de la lanza italiana, fenómeno documentado en los ejércitos transalpinos de la segunda mitad del XV por la agregación de más servidores y combatientes auxiliares pero no de tiradores a caballo.[17] Los ballesteros del ejército del Magnánimo, como en otros ejércitos italianos, se integran entre la infantería y en condestabilías de ballesters: los tiradores, desde infants de peu a infants provisionats (infantería vinculada al rey) se contabilizan en comitivas de paghes dirigidas por condestables.[18] Algunos de estos condestables, los de mayor prestigio y continuidad de servicio, percibían soldada por sus compañías de infants y por pequeñas comitivas de lanzas, aunque por separado.[19] Pero a pesar de no integrarse entre las lanzas de caballería, las fuerzas de infantería participaban en las operaciones en estrecha coordinación con los hombres de armas.

De hecho, las tropas de caballería de Alfonso V demostraron su eficiencia y polivalencia militar combatiendo tanto a caballo como a pie. Así lo podemos apreciar en algunos episodios narrados en las crónicas y en la información que la Tesorería nos aporta sobre el despliegue de tropas en operaciones concretas. Por ejemplo, el Dietari del capellà recoge la organización de las fuerzas catalano-aragonesas que combatieron en la ciudad de Nápoles en agosto de 1423, donde se aprecia la coordinación de caballería (hombres de armas y pillarts) e infantería (ballesteros) en la distribución de efectivos en los turnos de guaytes de portals de la ciudad y en las diferentes barricadas de combate (barreres) al castillo de Capuana.[20] Una organización semejante la encontramos en el asalto final a Nápoles en mayo de 1442, como lo recogen las cèdules de la Tesorería: consta la acción combinada de tropas de infantería (356 combatientes) y caballería (78 efectivos) que estan en la bastida de Campovechio contra Nàpols.[21] Las fuerzas de caballería combatían a caballo pero, cuando era necesario, desmontaban y tomaban parte en los asaltos y asedios de fortalezas y posiciones fuertes.[22] La práctica cotidiana de la guerra confirma que frente a escasos enfrentamientos de tropas en campo abierto (en batalla campal), predominaba la defensa o asalto de posiciones fuertes: una guerra de asedio, en castillos o en fortificaciones campales (barreres, bastides), que exigía la acción coordinada entre infantería ligera (infants, equipados con espada, escudo y lanza corta, diferentes a los lanceros), tiradores especializados (ballesteros y también contingentes de escopeteros)[23] y los hombres de armas, que desmontaban para el combate y mantenían su papel de élite armada.

2. LA MOVILIZACIÓN Y LA HEGEMONÍA DEL RECLUTAMIENTO A SUELDO

En la Corona de Aragón de la primera mitad del XV la participación de tropas de caballería en las expediciones ofensivas del rey era de carácter voluntario bajo una doble modalidad de servicio: por una parte contratada (acordament), sujeta al pago de soldadas (acorriments de sou) a los líderes de comitivas armadas por el número de combatientes que ponían en servicio; y por otra gratuita, sin percibir soldada alguna al ser costeada por quien concurría en el ejército (servicio militar a sa despesa). Las modalidades tradicionales de servicio obligatorio, tanto el servicio armado de feudatarios como la movilización general defensiva (host), habían perdido su eficiencia en la dotación de efectivos armados a los ejércitos.[24]

El servicio militar de los beneficiarios de feudos de bolsa hacía prácticamente un siglo que había perdido su vigencia militar: los feudos-renta había ido convirtiéndose en pensiones monetarias con una función militar secundaria y marginada en la organización militar al recurrir la monarquía, prioritariamente desde mediados del siglo XIV, a la contratación a sueldo como principal mecanismo para dotarse de gente de armas para sus ejércitos.[25] Por su parte, la movilización general defensiva, restringida a los casos de necesidad urgente, nunca daba los resultados deseados, obligando a la administración real a recurrir a la contratación a sueldo para articular contingentes operativos. Un ejemplo de la ineficiencia de la convocatoria de host fue la defensa del reino de Valencia en agosto de 1429 frente a las cabalgadas castellanas, recién iniciada la guerra con Castilla. El día 11 de ese mes Francesc Corts, regent de la governació del reino de Valencia, informaba al rey de que el Parlamento reunido para organizar la defensa, ante el acoso constante de tropas castellanas al reino, que realizaban entradas y salidas, había decidido no convocar hosts generals sino lograr fondos para reclutar a sueldo gente de armas e infantes, reconociendo explícitamente que «lo convocament dels hosts dessús dites sería molt dampnós al regne e de poch profit».[26] De hecho, tanto las convocatorias de hosts para los reinos de Aragón y Valencia, como la movilización general para el principado de Cataluña (por el usatge Princeps namque), sólo eran operativas en un breve periodo de tiempo, en las propias fronteras y nunca como base esencial para dotarse de contingentes relevantes para el ejército. Por ejemplo, en la guerra con Castilla en el frente aragonés del verano de 1429, la movilización de hosts en Aragón sólo resultó útil como medida a corto plazo (durante el mes de agosto) para dotar de infantería (ballesteros y lanceros de milicias locales costeadas por las propias villas) a un ejército cuyo grueso provenía de la gente de armas e infantería contratada. Unas milicias obligatorias que no siempre concurrieron, ya que algunas localidades conmutaron su débito armado por un pago.[27] Las modalidades dominantes eran, pues, de naturaleza voluntaria bien fuera percibiendo soldadas (acordament, acorriments de sou) bien fuera de forma gratuita, a costa de los propios nobles y caballeros (a ses despeses).

La movilización de contingentes de tropas de caballería era una operación compleja y de larga duración.[28] Una operación que comenzaba con las convocatorias o ampraments, fase previa de la reunión de un ejército para cuya planificación y coordinación se ponían en funcionamiento las redes clientelares del rey. De hecho en la Corona de Aragón, como cualquier Estado monárquico bajomedieval, el rey disponía en su clientela inmediata, en la domus regia, de los recursos humanos necesarios para la movilización armada.

En principio, el monarca y su consell reial regulaban las condiciones de la oferta de servicio armado (destino y duración de la expedición, soldada o gratificaciones, etc.) y establecían la nómina de individuos y linajes a convocar (recurriendo a los listados disponibles en la cancillería real). La planificación de las expediciones quedaba, pues, en manos de los consells reials: una red de consejos integrada por nobles y caballeros con la dignidad de consellers y por burócratas profesionales, y formada por el consell reial que seguía la persona del monarca y sus apéndices territoriales en los reinos o principados.[29] Pero para operaciones militares concretas, sobre todo navales, el consell reial central generaría comisiones específicas, unos consells militares (como el Consell dels fets de la armada) documentados para las campañas navales de 1420 y 1432.[30] En esos consells militares se planificarían globalmente las campañas y se tomarían las primeras medidas de movilización: estipular las condiciones del servicio y ordenar la tramitación de las cartas de convocatorias (ampraments).[31]

La gestión de las convocatorias en cada uno de los reinos y principados de la Corona quedaba a cargo de nobles y caballeros vinculados a la Casa Real con cargos cortesanos (cambrers, copers, camarlencs, majordoms, uixers d’armes, cavallerissos, alguzirs, etc.). Al dirigir la movilización a nivel territorial se constituían en reclutadores del rey. Se encargaban de hacer cumplir localmente las instrucciones establecidas por el monarca y su consell (identidad de los convocados y condiciones del servicio), contando para ello con el apoyo de oficiales reales de cada reino (batles, governadors, procuradors, etc.). Su presencia está ampliamente documentada en todos los preparativos de expediciones armadas, siendo el ejemplo más relevante, por la magnitud y alcance territorial, la convocatoria de los 993 miembros de linajes nobiliarios y, en menor medida ciudadanos, de los reinos de Valencia, Aragón y el principado de Cataluña que fueron requeridos, entre mediados de 1424 e inicios de 1425, a participar en la operación militar de presión política contra Castilla del verano de 1425. En la gestión de convocatorias en esos territorios encontramos a nueve cortesanos (tres camarlencs, tres cambrers, un majordom, un coper y un cavallerís), apoyados por diferentes oficiales reales.[32] De igual forma en las movilizaciones entre 1419-1429 en el reino de Valencia, podemos ver a los mismos cortesanos, demostrando hasta qué punto el monarca confiaba en quienes más disponían de la experiencia y competencia organizativa al respecto.[33]

Los cortesanos reclutadores dirigían todo el proceso de convocatorias. Recibían las instrucciones del rey en memoriales con las condiciones del servicio (su duración, el destino, las gratificaciones en concepto de soldadas o de participación en el botín), así como pliegos de cartas credenciales del monarca a su favor dirigidas a quienes debía convocarse.[34] Informaban de las condiciones y debían inducir a los convocados a servir voluntariamente en las campañas, contactando personalmente con ellos o coordinando el reparto de las lletres d’amprament mediante la red de porteros y correos de las administraciones reales locales.[35] A continuación debían sondear las disponibilidad de servicio de los convocados y recoger la cuantía e identidad de quienes aceptaban y el número aproximado de combatientes que aportarían, como consta en las instrucciones que el monarca enviaba a sus reclutadores.[36] El objetivo, no siempre cumplido, era informar al rey y su consell, a fin de que acometiesen con antelación las medidas logísticas y financieras necesarias (preparación del avituallamiento, construcción o contrata de naves y galeras, recluta de tropas, embarque de las mismas y las monturas, etc.). El cumplimiento de todas esas órdenes puede seguirse para casos concretos, como la expedición naval de 1420 en el reino de Valencia.[37] Unas labores que los cortesanos realizaban en sus propios reinos, apoyados a veces por caballeros o escribanos reales comisionados al efecto y asesorando a los oficiales locales del rey (governadors, procuradors reials, batles, etc.).

Las convocatorias (ampraments) a nobles, cavallers, donzells, gentilshòmens e ciutadans, dejaban la posibilidad bien de acogerse al servicio a sueldo (la inmensa mayoría) o bien de servir gratuitamente (liberalment servir a lurs despeses).[38] Sólo para la armada 1420 se ofreció servicio gratuito en exclusiva.[39]

La expedición naval de 1420 fue la que, por sus particularidades, presentó un mayor servicio gratuito, a sa despesa. Tratándose de la primera campaña que Alfonso V realizaba como rey, confió atraer a aquellos integrantes de linajes nobiliarios o del patriciado urbano de sus reinos que deseasen servirle sin soldada, ofreciéndoles sólo «degut sguart a vostres servirs ab effusió de gràcies e favors».[40] La doble oferta de gràcies e favors suponía una oferta pecuniaria y socio-política, normalmente a posteriori de su servicio. Económica al percibir algunos de los participantes subsidios (ajudes o gràcies) por seguir la armada real;[41] o beneficios y recompensas por los servicios prestados.[42] Pero, en segundo lugar, ofrecer favors también equivalía, en cierta medida, a abrir la puerta de una posible promoción social a quienes iniciasen una trayectoria de vinculación personal en las guerras del rey. La oferta no era despreciable y explicaría la alta participación nobiliaria en esta primera armada real.

El servicio gratuito (a sa despesa) continuó en las expediciones posteriores a 1420 en todos los dominios del rey de Aragón.[43] Pero se trataba de una modalidad que perdería fuerza al hilo de la permanencia de la guerra: operaciones napolitanas de 1421-1423, expedición a Castilla de 1425, guerra de Castilla de 1429-1430, campaña naval de 1432 y guerras italianas. En la continuidad de la guerra, la necesidad de mantener tropas sólo podía ser cubierta mediante la contratación a sueldo centralizada desde la Tesorería y no con una participación irregular y gratuita de nobles y caballeros que dejaba en sus manos la iniciativa de servir en el ejército. El recurso a compañías gratuitas devino cada vez más ineficiente al dificultar que la monarquía comprometiera el servicio continuo de quienes combatían a sus costas. Por ello, el servicio a sa despesa nunca supuso para el ejército más que un flujo minoritario de combatientes y siempre subsidiario respecto al reclutamiento a sueldo, como demuestra la cuantía de gente de armas documentada a sueldo en campañas como las de 1425 y 1429.

El reclutamiento a sueldo suponía la forma dominante de movilización de tropas. Una modalidad contractual cuyos caracteres pueden seguirse en dos series de fuentes: por un lado, las condiciones de servicio reflejadas en los registros de cancillería (como en 1425 o en 1428) y por otro, los asientos de pago de soldadas recogidos en las contabilidades financieras de la monarquía (entre 1425 y 1432).

En los memoriales de convocatoria consta el destino y duración de las campañas (generalmente, tres meses con posibilidad de prórroga) y la cuantía y mecánica de pago de la soldada. En principio se ofrecía pagar soldada mensual por el número de combatientes que comprometiera poner en servicio quien aceptaba participar en el ejército. La soldada mensual variaba según el tipo de operaciones (terrestres o navales). En las campañas a Castilla de 1425 y 1429-1430, las lanzas de tres combatientes (el hombre de armas, el pillart y el patge), recibían 30 flor.[44] Sin embargo, la tasa más generalizada para estas campañas era el pago de 15 flor. por hombre de armas con armadura pesada a caballo ya que las compañías se organizaban en hòmens d’armes u hòmens a cavall armats o a veces sólo en caballos o rocins.[45] La oferta de una soldada mensual menor a 15 flor. no encontró buena acogida entre los combatientes, como ocurrió en el frente valenciano de la guerra con Castilla en el verano de 1429.[46]

Para expediciones navales, como la de 1432 o la frustrada armada de 1428, la soldada quedaba fijada en 10 flor. mensuales por el hombre de armas dotado del arnés blanco o armadura de placas (que la documentación denomina home d’armes armat de cap fins al peus, o ab arnès complit) y 5 flor. por pillart, aunque en ocasiones, como en 1428, se ofertara 15 flor. por el hombre de armas con armadura de placas acompañado de otro hombre de armas con equipo más ligero (armat de cors davant braços e celada o barreta).[47] Como se ve, la unidad básica de cómputo de las soldadas era el hombre de armas completamente equipado.[48] También conviene destacar que la cuantía de la soldada descendía en las campañas navales (10 flor.) respecto a las operaciones terrestres (15 flor.). Ese descenso estaría relacionado con el aumento de los servicios logísticos ofrecidos por el Estado a las tropas, en el ámbito armamentístico y alimentario (lanzas, bescuit, etc.), vinculado al carácter de expediciones navales exteriores, un descenso que también se documenta en ejércitos como el navarro o el veneciano del Cuatrocientos.[49]

Sin embargo, de cara a definir el modelo contractual, más que en la cuantía de la soldada, interesa centrarnos en su mecánica de pago. Como recogen los memoriales de convocatoria, la administración se comprometía a entregar la soldada completa antes del servicio armado.[50] Esas entregas avanzadas de la soldada, denominadas acorriment, normalmente se fraccionaban en dos pagos –un anticipo (acorriment de sou) y un cumplimiento (acorriment de sou e paga complida)– y se efectuaban con gran antelación a las campañas, entre tres y cinco meses antes. Así lo vemos en los registros financieros entre 1425 y 1432. Un ejemplo para la armada de 1432 ilustra esa mecánica.[51] El 11 de septiembre de 1431, en Barcelona, el tesorero libraba al caballero mossèn Arnau March, 45 flor. en concepto de acorriment del sou de dos hòmens d’armes, uno de ellos él mismo, y dos «pillarts ab los quals (...) ha promés servir lo senyor rey per III mesos, en lo viatge que, Déu volent, entén fer prestament vers les parts marítimes». Cuatro meses más tarde, el 4 de enero de 1432, el mismo personaje recibía del tesorero otros 45 flor. en acorriment de sou e paga complida de los dos hombres de armas y dos pillarts. Finalmente, siete días antes de la partida de la armada, el 22 de mayo, el citado caballero obtenía un último pago de soldada de 30 flor. por su comitiva como «acorriment e paga complida (...) per un mes (...) ultra aquells tres mesos dels quals ja han tret albarà d’escrivà de ració». La tesorería real había contratado para servir en la armada de 1432 durante cuatro meses la compañía de cuatro combatientes de Arnau March pagándole 120 flor., a razón de una soldada mensual de 10 flor. por hom d’armes y 5 flor. por pillart, cuya entrega se le dividía en una libranza anticipada de 90 flor., fraccionada en dos mitades de 45 flor., y un pago final de 30 flor. La totalidad de compañías contratadas para la armada de 1432 seguiría este modelo en las tres series cronológicas de pagos de la soldada de cuatro meses consignadas en los registros de la tesorería entre septiembre y octubre de 1431, entre enero y febrero de 1432 y los días 21 y 22 de mayo. Como en 1432, la contratación de gente de armas para la operación sobre la frontera castellana de 1425 también fue progresiva. Los pagos de la soldada de los tres meses de servicio, previstos en su inicio para finales de junio de ese año, se efectuaron en dos entregas: un adelanto de la soldada de un mes entre marzo y mayo y un cumplimiento de los dos restantes a lo largo de la primera quincena de junio. Finalmente, para la primera entrada a Castilla de junio 1429, de nuevo vemos la anticipación de los pagos entre marzo e inicios de mayo, aunque esta vez en una única entrega por los tres meses de servicio.

Las instrucciones reales que los reclutadores debían comunicar a los convocados resumen el motivo de la entrega anticipada de las soldadas: debían explicar a los nobles que se preparasen a acudir a los centros de contratación previstos, grandes centros urbanos, donde, en las mesas públicas de reclutamiento a cargo de oficiales de la tesorería (las taules d’acordament), recibirían la soldada de un mes para que «se pusieran a punto» (per que·s puxen metre a punt); cuando fueran convocados a reunirse con el ejército real, percibirían la soldada de los meses restantes del servicio, comprometiéndose a continuar en el ejército, mientras la administración financiera mantuviese los pagos de soldada en la cuantía mensual estipulada.[52] Ponerse a punto para servir en los ejércitos o armadas equivalía a mantener operativa la comitiva armada que habían aceptado aportar en la fecha estipulada. El tiempo de servicio comenzaría el día previsto de concentración del conjunto de efectivos del ejército cuando, en el lugar señalado, se pasara revista a las compañías contratadas registrando las exhibiciones o mostres que los capitanes realizaban de sus comitivas, verificando que las mismas contaban con las unidades, armamento y monturas por las que el capitán había recibido la soldada, para así salvaguardar a la administración regia de posibles fraudes.