Loe raamatut: «Caballeros del rey», lehekülg 7

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Hasta la realización de las mostres, los nobles debían hacer frente a los gastos que suponía la puesta a punto del equipo completo del hombre de armas, ya fuera su mantenimiento o su compra. Sin embargo, ello no siempre se afrontaría con las garantías monetarias oportunas dado el alto coste del equipamiento, entre los 3.500 y 5.000 ss. (estimando un arnés completo y dos o tres caballos, uno de ellos de calidad). De hecho, para los nobles, la necesidad de preparar el costoso equipamiento (compra de caballos, recambio de piezas del arnés, etc.), podía convertirse en un problema financiero de primer orden, máxime para unas economías domésticas nobiliarias sometidas a un endeudamiento crónico y dotadas, generalmente, de poca solvencia para soportar dispendios onerosos.[53] Los acorriments, las soldadas anticipadas, facilitarían al menos parte de la liquidez necesaria para la preparación del equipo. En primer lugar para la reposición o compra de monturas. En los protocolos notariales en los periodos previos a las campañas documentamos casos de nobles comprando caballos y comprometiéndose a pagar el precio de la montura en fechas cercanas a las de recepción del acorriment: por ejemplo, el 26 de marzo de 1429, el noble Pere Maça de Liçana recibe de Joan Roís de Sanctaclara, ciudadano de Valencia, una montura de guerra (ronchini cosseri) prometiendo pagarle los 145 flor. de precio durante el mes de mayo,[54] mes en el que recibiría el acorriment de los tres meses de servicio en el ejército real.[55] Pero también podían destinar el acorriment a la reparación o encargo de fabricación del arnés: en los contratos de fabricación de armaduras, los artesanos estipulaban unos 20 días para la entrega de la pieza completa a los clientes;[56] en esas condiciones, los nobles con acorriments a tres o más meses vista de las expediciones, disponían de tiempo para dedicar a ello parte del capital recibido.

Por otra parte, los acorriments también podían ser invertidos en la formación de las compañías. Los nobles podían pagar por adelantado a quienes iban a integrar sus comitivas ordinarias (companyies ordinàries de cavall), asegurándose así el concurso de miembros de su casa y clientela o de su linaje, como de nuevo confirman los protocolos notariales en los momentos previos a la articulación del ejército. Por ejemplo, el noble Ramon de Riusec, alias Bernat Centelles, contratado por la administración real en mayo de 1429 a cargo de una compañía de 95 caballos (67 hombres de armas y 28 patges), nueve días después de recibir el adelanto íntegro de su soldada de tres meses de servicio,[57] comienza a distribuir la cantidad recibida entre los caballeros y líderes de comitivas que integran su nutrida compañía, uno de ellos el caballero Gracià de Montsoriu: el 14 de mayo el donzell Francesc de Riusec, procurador de Gracià de Montsoriu e integrante de su comitiva de 10 caballos (8 hombres de armas y 2 patges), confiesa recibir de Bernat Centelles 5.520 ss. como solido et patrocinio del citado grupo armado.[58] Los nobles y caballeros podrían, pues, invertir parte del acorriment en la contratación de nuevos efectivos para organizar sus respectivas compañías. Ello también quedaría confirmado por el hecho de que algunos de los caballeros o nobles que recibieron un adelanto de soldada por una comitiva determinada, volverían a las taules d’acordament para recibir nuevos desembolsos al haber ampliado el grupo armado que ponían en servicio con más efectivos.[59]

La inyección de capital de los acorriments se trataba de un starter, un capital anticipado imprescindible para poner en funcionamiento la maquinaria militar, para adquirir el equipamiento o reclutar las comitivas. Un buen testimonio de la importancia de los acorriments lo encontramos en las respuestas de los caballeros y nobles a los cortesanos reclutadores, como, por ejemplo, en las convocatorias en el reino de Valencia para la armada de 1420, en la que no se ofertó soldada alguna. El 1 de julio de 1419 desde Valencia, los reclutadores que sondeaban la disponibilidad de servicio de la nobleza valenciana, los uixers d’armes Francesc Maça y Aznar Pardo, informaban al rey que aunque habían encontrado en los convocados una gran voluntad por participar, algunos excusaban comprometerse alegando estar ocupados en otros menesteres; sin embargo, el motivo que aducían la mayor parte de ellos era la inexistencia de soldadas (gatges), reconociendo explícitamente que si el monarca las ofreciese, librándoseles los correspondientes acorriments, se comprometerían muchos más pudiéndolos invertir en la compra de caballos.[60] El acorriment bien hubiera podido servir para la adquisición de unas monturas, la parte más cara del equipo, que por entonces escaseaban.[61]

En definitiva, los nobles disponían en los acorriments de una fuente de liquidez rápida para la preparación de su comitiva y a varios meses vista de su presencia en los ejércitos. Mediante estas libranzas anticipadas del sou o acorriments, el Estado se aseguraba que quienes aceptaban servir en el ejército dispusiesen del capital necesario y con la antelación oportuna para mantener operativa la comitiva armada que habían aceptado aportar. La mecánica de pago progresiva de las soldadas hacía que la función de las mismas no fuera la mera retribución por participar en el ejército. Iba más allá ya que también suponía una capitalización monetaria a los linajes nobiliarios proveedores de hombres de armas. De esta forma la administración estatal intervenía, aunque indirectamente, en la propia formación de compañías de caballería.

Detrás de las condiciones de servicio asoldado ofertadas por la monarquía en las convocatorias y de los propios asientos de pago de soldadas de las administraciones financieras, subyace una relación contractual que, a falta de una denominación concreta, podríamos catalogar como contrato de acorriment. Los caballeros, nobles u hombres de armas cerraban compromisos contractuales de servicio militar con la monarquía tras aceptar las ofertas recogidas en las convocatorias y tras percibir sus respectivas soldadas. Ahora bien, formalmente no vamos a encontrar contratos de acorriment ya que la regulación del compromiso de servicio de los nobles y caballeros súbditos del rey no se fijaría por escrito sino, con toda seguridad, mediante compromisos verbales que éstos cerrarían con el monarca o con los cortesanos que les convocaban, aprobando las condiciones de servicio ofertadas. De hecho, los únicos contratos escritos que podemos encontrar son aquéllos que regulan el servicio de nobles extranjeros, en forma de capítols firmados por éstos y el rey, donde se recogen las condiciones del servicio armado aceptadas por ambas partes (características de las tropas, cuantía y mecánica de pago de la soldada, duración del servicio, distribución de ganancias de botín y excepciones del servicio), muy próximas a las propias condiciones ofertadas por los cortesanos en las convocatorias.[62] Los nobles y caballeros de los reinos y principados del rey, tras ser informados de la oferta, aceptarían verbalmente esas condiciones de servicio, sin mediar capitols o contratos escritos y sólo podría fijarse por escrito al percibir los pagos de soldada, en el tenor de las àpoques y los albarans d’escrivà de ració que generaba la administración financiera, originando la vinculación contractual de acorriment.

Este modelo de reclutamiento a sueldo de gente de armas guarda gran sintonía con otros ejemplos europeos. El contrato de acorriment es asimilable a los contratos de servicio armado de diferentes Estados europeos, desde las condotte italianas hasta las lettres de retenue francesas y las indentures inglesas.[63] El mayor grado de formalización de todos ellos, recogiendo in extenso cláusulas relativas a la dimensión, caracteres y armamento de la compañía, duración del contrato y posibilidad de prórroga, soldada, etc., no impide su similitud con los contratos de acorriment. Así aunque las administraciones financieras catalano-aragonesas no generaron documentación análoga, en último extremo, tanto esos contratos franceses, ingleses e italianos como el acorriment catalano-aragonés atienden al mismo objetivo: enrolar a sueldo combatientes en el ejército capitalizándolos previamente para el ejercicio de su servicio. Las diferencias formales existentes no impiden que las disposiciones que definían a los contratos de acorriment en las instrucciones de convocatoria sean las mismas que las de los otros contratos europeos. Semejanza que es muy evidente en la mecánica de pago anticipado de la soldada: el acorriment de sou es funcionalmente lo mismo que el prest de la indenture inglesa[64] o el prêt a compter de la lettre de retenue francesa;[65] pero también es idéntico a la prestanza o imprestanza de la condotta italiana,[66] como demuestra la asimilación en los registros de la tesorería en Italia de ambos términos (acorriment o emprestança).[67] Las similitudes entre la condotta italiana y el acorriment catalano-aragonés son todavía más estrechas, desbordando el ámbito de la contratación de tropas ya que los pagos en acorriment también eran extensibles a una variada gama de servicios civiles y bélicos al Estado (como la construcción y equipamiento de embarcaciones), como ocurría en tierras italianas con las condotte.[68]

El reclutamiento a sueldo con contratos de acorriment era, pues, el modelo hegemónico de movilización de gente de armas. Las campañas italianas a partir de 1436, en la medida en que la continuidad de la guerra exigía un estado de movilización de efectivos casi permanente, provocarían algunos cambios. El reclutamiento asoldado en Italia presenta unas características propias que exigen un examen más detallado. A diferencia de las campañas hispánicas de 1425 y 1429-1430 o las armadas navales de 1420 y 1432, el ejército real en tierras italianas no es contratado ex profeso para las operaciones ya que se encuentra en permanente servicio. La inmensa mayoría de quienes sirven a Alfonso V en la guerra de conquista del reino napolitano (1436-1442) militan en un ejército real en movilización continua; lo que vemos, pues, es una periódica renovación de contratos de servicio a capitanes y líderes de comitivas armadas. Tras la conquista del reino, la persistencia de la guerra entre 1443 y 1448 consolida contingentes de caballería en servicio permanente del rey. El Magnánimo en los años 40 del Cuatrocientos dispondrá del servicio regular de compañías de caballería pesada lideradas por cortesanos, caballeros y hombres de armas vinculados a la Casa Real, por capitanes y condottieri estabilizados a su servicio o por hombres de armas directamente enrolados por la administración real (lanze spezzate), al igual que otros estados italianos en las décadas centrales del siglo XV, como Venecia o Milán.[69] Los pagos de acorriment o emprestança suponen, en la práctica, la renovación de un ejército ya contratado, una mecánica rutinaria que sirve para mantener operativas las tropas e iniciar una operación. Podemos comprobarlo si examinamos la remuneración a lo largo de más de un año de dos combatientes del ejército, los caballeros valencianos Lluís Pardo y Lluís de Montagut.

Entre enero de 1441 y julio de 1442, en las campañas finales de conquista de Nápoles, el caballero valenciano Lluís Pardo, a cargo de una comitiva de 4 lanzas (12 caballos), percibió las siguientes cantidades. El 18 de enero en Benevento, tras finalizar las operaciones de rendición de dicha localidad, recibe 6 duc. en acorriment del sou de los 6 caballos que consta que entonces dirige.[70] Al mes siguiente, el 19 de febrero en Sessa, liderando sus 4 lanzas, es remunerado con 12 duc.[71] Ambos pagos de pequeña cuantía (1 ducado por caballo o 3 duc. por lanza) suponen un pequeño adelanto de ayuda, un acorriment, previo al total de la emprestança de 60 duc. por lanza. La emprestança de sus 4 lanzas, un total de 240 duc., la recibe a lo largo del mes de abril fraccionada en cuatro entregas, dos en moneda (120 duc., 40 duc. por lanza) y dos en paños (por valor de 80 duc., 20 duc. por lanza): en metálico percibe el 5 de abril, en Gaeta, 120 duc. (30 duc. por lanza) y el 16, en Aversa, 40 duc. (10 duc. por lanza);[72] en draps, el 6 de abril, en Gaeta, dos entregas de partidas de draps de lana y de seda por valor de 10 duc. cada una.[73] El resto del año, durante el desarrollo de las operaciones militares, será remunerado con dos libranzas más de pequeña cuantía, 3 duc. por lanza: el 18 de julio en el camp reial prop Ursara se le pagan 5 duc., sin especificarse la cuantía de su comitiva;[74] y el 15 de octubre en el camp contra Ponticorvo 8 duc. por su comitiva de 8 caballos (2 lanzas y 2 tercios de lanza).[75] Finalizadas las campañas, el 21 de diciembre en la localidad de Presenzano, donde está junto al monarca, percibe otro pequeño pago de 4 duc.[76] En la primavera del año siguiente, para contratar su participación en las operaciones de toma final de la ciudad de Nápoles, la tesorería le retribuye con media emprestança: 30 duc. por lanza (120 duc. por sus 4 lanzas), que percibe fraccionados en dos pagos de 15 duc., recibidos el 15 de abril en Pozzuoli y el 28 de mayo en el camp de Mazzaria de la Reina.[77] Finalmente, tras la toma de la Nápoles y su presencia en la batalla de Carpenone (25 de junio), el 26 de septiembre, en el camp de la praderia prop Pintola, recibe una libranza de 4 duc. por lanza.[78]

Una mecánica parecida se aprecia en la remuneración del caballero Lluís de Montagut entre noviembre de 1445 y julio de 1447. El 4 de noviembre de 1445, en las operaciones del ejército desplegado en la frontera de los Abruzos y a cargo de una comitiva de 3 lanzas, percibe un pequeño pago de 4 duc. por lanza (12 duc.).[79] De regreso a Nápoles el 2 de febrero, formando parte de los hòmens d’armes de la esquadra de les banderes del senyor rey, recibe otra libranza de igual cantidad, un acorriment de 4 duc. por lanza (12 duc.).[80] Siete meses más tarde, el 25 de octubre, en vísperas de la partida del ejército real hacia el norte, ingresa 90 duc. por su comitiva: un pago que, como el conjunto de los hombres de armas de la escuadra real de la que forma parte, lo recibe «en acorriment del sou e per la emprestança del present any de certes lanses a raó de XXX ducats per lança que deven tenir en sou e servey del dit senyor».[81] Al año siguiente, entre mayo y julio, se renueva su servicio en el ejército esta vez al mando de un grupo de 5 lanzas, pagándosele un total de 40 duc. por lanza (200 duc.) fraccionados en dos libranzas: el 31 de mayo una entrega de draps de lana por valor de 10 duc. por lanza y el 13 de julio un pago en moneda (150 duc.) a razón de 30 duc. por lanza.[82]

La retribución del servicio armado de la inmensa mayoría de los capitanes y hombres de armas del ejército se acogía a las pautas expuestas en los ejemplos citados. Los líderes de comitivas de lanzas del ejército, tanto si se encontraban acuartelados como si estaban en campaña, recibían regularmente sus emprestançes durante la primavera, mediante pagos fraccionados, en moneda (duc.) o en especie (en draps), en función de la liquidez de las finanzas reales, como una condición previa para su movilización armada, a fin de costear la preparación de su servicio a lo largo del año.[83] Aunque conocemos la cuantía de la soldada mensual pagada por las finanzas reales, 8-10 duc. por lanza,[84] las compañías del ejército son remuneradas no por su servicio mensual, sino a partir de una emprestança establecida de 60 duc. por lanza que retribuía por anticipado el ejercicio de las operaciones militares a realizar a lo largo de un año, generalmente durante seis meses (entre mayo y octubre) y que permitía la preparación y puesta a punto de las comitivas (adquisición de monturas, armas, subcontrata de combatientes, etc.).[85] Ahora bien, en el transcurso de las operaciones y, sobre todo, durante los periodos de inactividad militar, al finalizar las campañas y acuartelarse las tropas, la tesorería continuaba pagando a las comitivas pequeñas cantidades para su mantenimiento (3 o 4 duc. por lanza equivalentes a 1 duc. por caballo). Tanto en los pagos de las emprestançes como en esos pequeños desembolsos, resulta prácticamente imposible establecer qué cantidades percibían respectivamente los líderes de las comitivas y los combatientes integrantes, ante la ausencia de información documental al respecto.[86] La escasa documentación vinculada al reparto de cantidades, en las cèdules de pago de la Tesorería, nos informa únicamente cómo los capitanes de escuadras del ejército podían distruibir las cantidades recibidas entre los jefes de las comitivas de lanzas que las integraban, al igual que harían los líderes de comitivas armadas distribuyendo las remuneraciones entre sus combatientes (hombres de armas y auxiliares).[87]

En cada pago de soldada se aplicaba una comisión de descuento del 4 %, el dret d’elatge o elagio, cuya finalidad sería la retribución del personal de la administración militar (sobre todo el escrivà de ració y su equipo), al igual que ocurría en otros ejércitos italianos del Cuatrocientos.[88] El dret d’elatge o alage se deducía como mínimo sobre una de las entregas fraccionadas de la soldada, como consta en los asientos de la Tesorería al ser descontada con regularidad en los pagos conjuntos a diferentes capitanes y jefes de comitivas; también afectaba incluso a aquéllos que eran contratados por primera vez o que servían ocasionalmente en las filas del ejército real.[89] No obstante, el rey dispensaba de su cobro en algunos pagos a hombres de armas de la Casa Real o a determinados capitanes con cargos en la administración militar, quedando reconocida su exención (quitis del dret d’elatge).[90]

Aunque el pago de las libranzas fraccionadas de soldada dependía, en buena medida, de la disponibilidad de numerario de las finanzas reales, también hemos de pensar que el monarca priorizase el orden y forma de pago a determinados hombres de armas y capitanes. Los combatientes favorecidos eran los hombres de armas de la Casa Real y los integrantes de la escuadra real (la esquadra de les banderes del senyor rey), la mayoría de los cuales también estaba vinculado a la domus regia. La tesorería les libraba el grueso de sus emprestançes antes que a otras secciones del ejército y, para el caso de los hombres de armas ibéricos, en pagos muy próximos.[91]

En definitiva, en el reinado del Magnánimo la modalidad dominante de reclutamiento de gente de armas era el contrato de servicio a sueldo, el contrato de acorriment, asimilable a la condotta. Un modelo de reclutamiento a sueldo que había experimentado cambios respecto a su consolidación en la Corona de Aragón de la segunda mitad del XIV.[92] La continuidad de la guerra entre 1420 y 1448 amplió el servicio de las tropas de caballería. Si en las campañas hispánicas entre 1425-1430 o las expediciones navales de 1420 y 1432, las compañías estaban en activo un máximo de tres o cuatro meses, durante las operaciones, la situación cambió durante las guerras italianas, fruto de una movilización casi permanente: acabó contratándose así tropas a partir de desembolsos anuales (emprestançes) que remuneraban su servicio al menos durante medio año, el semestre característico de campañas, mientras que a lo largo de éstas o en los periodos de inactividad, continuaban librándose pequeños pagos para el mantenimiento de las tropas. Tras la conquista del reino de Nápoles, los integrantes del ejército real irían regularizado sus contratos y dispondrían ya de condotte fijas: veremos tropas permanentes, profesionales y organizadas en unidades de cierta uniformidad, como más adelante analizaremos, a pesar de que su regularidad de pago dependía de la disponibilidad de capital de la Tesorería y de su movilización para diferentes operaciones, como en otros ejércitos italianos de mediados del XV.[93]

3. UNA ADMINISTRACIÓN MILITAR CENTRALIZADA DESDE LA CASA REAL

Para coordinar los diferentes niveles de la administración militar (desde la convocatoria, movilización y reclutamiento hasta el encuadramiento y mando de los efectivos), el rey disponía de los recursos humanos necesarios en su clientela inmediata, en la Casa Real: se trata de los cortesanos (desde oficios palatinos como camarlencs, cambrers, copers, uixers d’armes, a cargos de competencias militares como el condestable, el senescal, el marescal) y también algunos oficiales administrativos de su corte (como el escrivà de ració y el tresorer). Las funciones administrativas de los cortesanos del rey con competencias militares (condestable, senescal, alguzirs, uixers d’armes, etc.), apoyados por oficiales de la domus regia investidos de tales competencias (como el escrivà de ració) pueden seguirse en diferentes ordinacions reales desde el reinado de Pedro IV.[94]

Los oficios cortesanos vinculados a la administración militar eran tres: el condestable, el senescal y los alguzirs.[95] El condestable asumía las mayores competencias de jurisdicción militar por delegación del monarca.[96] Por él pasaba la deliberación, como miembro del consell reial y junto al escrivà de ració, senescal y alguzirs, de la cantidad y cualidad de compañías de caballería y de infantería a contratar, pero también la inspección y control de las mismas (mostres). Se ocupaba, en general, de coordinar cuatro ámbitos fundamentales para formar el ejército: a) la dirección de los servicios logísticos, desde el abastecimiento y alojamiento de las tropas (provisions de viandes, mercat dels viures, alotjament de la host) hasta la provisión de artefactos e ingenios de sitio y sus especialistas (engins e altres artelleries); b) la articulación de las tropas (ajustament de companyies soldejades, campaments) y la ordenación de los efectivos en movimiento (en orden de marcha –ordre com deuen anar los hòmens de peu e de cavall e adzembles–, vigilancia –guaites–, espionaje –descubridors–, etc.) y en combate (setges, batalles); c) la supervisión de la disciplina y deserción de los combatientes; y d) finalmente, la distribución de los beneficios de la guerra (el botín de cabalgadas y de fortificaciones o ciudades asediadas y rendidas). Una amplia y variada labor por la que el condestable percibía unos substanciosos derechos, a través de porcentajes sobre el botín y la soldada de las tropas, y para la cual había contado, hasta la reordenación de sus funciones en 1369, con el apoyo directo de tres oficiales de la Casa Real: escrivà de ració, alguzirs y senescal.[97]

El escrivà de ració intervenía en la decisión de las compañías que debían contratarse aunque su principal cometido era la inspección (mostra) y registro exhaustivo por escrito de los integrantes de las mismas, así como la expedición de órdenes de pago al tesorero sobre las soldadas de los combatientes (albarans d’escrivà de ració de acorriment de sou).[98] El senescal, hasta su asimilación al oficio de condestable, participaba en la elección de efectivos y compañías a contratar, aunque su especialización era el examen de las compañías de caballería y el control de las monturas militares (mostra de companyies y estimes de cavalls), la recepción de sagrament e homenatge de los combatientes a caballo contratados y, finalmente, la reposición o restitución de caballos inutilizados en combate. Por su parte, los alguzirs asumían idéntica labor sobre la decisión de efectivos a contratar, su inspección o mostra y la toma de sagrament e homenatge que debían prestar los mismos, aunque su principal tarea eran las competencias policiales en el orden y disciplina de los integrantes de la host.

Antes que profundizar en esas funciones del condestable, senescal, alguzirs y escrivà de ració, reguladas a mediados del XIV, es interesante ver hasta qué punto continuaban vigentes en la primera mitad del siglo XV.

Las competencias militares del escrivà de ració continuaban plenamente operativas. El escrivà de ració y su equipo de ayudantes (un lochtinent y seis escrivans) cumplían regularmente sus funciones en la administración de los pagos de soldada y en la inspección (mostra) de los contratados, estando siempre presentes en los momentos de articulación de los ejércitos y siguiendo a los mismos en campaña. También podemos confirmar la permanencia de las labores de los alguzirs, sobre todo su colaboración con el escrivà de ració en la revista o mostra de las tropas y en la recepción del sagrament e homenatge de éstas. La documentación analizada confirma la actuación de ambos oficiales, como en el reclutamiento asoldado por cuatro meses de la gente de armas sufragada por el brazo real de las Cortes valencianas (586 caballos), de la ayuda armada de 1.000 rocins concedida por las Cortes de 1429 al rey por la guerra con Castilla.[99]

El escrivà de ració y su equipo constituían una auténtica burocracia militar encargada del control de los pagos de soldada y la verificación de las compañías asoldadas. Sus funciones extra-curiales (control del conjunto de tropas asoldadas del ejército) superaban con creces su labores internas en la Casa Real (control de la remuneración del personal de ésta). El colectivo dirigido por el escrivà de ració reunía un conjunto de oficiales auxiliares (escrivans, ajudants de la escrivania de ració, del ofici de escrivà de ració) que oscilaba entre los 10 y 14 empleados, personajes de condición no nobiliaria, procedentes de las clases medias urbanas;[100] siempre presente en los momentos de pago y contratación de los efectivos –al lado de oficiales y escribanos de la tesorería– el personal de la escrivania de ració llevaba un riguroso control en libros-registro de las compañías de gente de armas a sueldo del rey (de su cuantía y calidad), emitiendo los certificados de pago de las soldadas y acompañando regularmente los ejércitos en campaña.[101] De la existencia de dichos registros tenemos constancia de forma indirecta, en las anotaciones al margen de los asientos de la contabilidad de la Tesorería real, donde el escrivà de ració certifica los correspondientes pagos de soldada.[102] Desgraciadamente, para todas y cada una de las expediciones armadas acometidas por el monarca no se ha conservado ninguno de dichos registros del escrivà de ració, desde los llibres de notaments, los llibres de acorriment a los llibres de mostres; estos últimos contendrían la nómina completa de las diferentes compañías armadas, especificando la identidad, armamento y montura de sus miembros, como se recoge en las mostres incluidas en el registro de las actas del brazo real de las Cortes valencianas de 1429-1430.[103]

En la administración y control de los pagos de soldadas también participaban oficiales, auxiliares o escribanos de la tresoreria, de tal forma que se puede afirmar que, en su práctica cotidiana, la administración financiera militar recaía tanto en el equipo del escrivà de ració como en el del tresorer.[104] Los tesoreros reales disponían a su servicio de un grupo de agentes de la tesoreria de entre 6 y 7 empleados como mínimo, que acometía todo tipo de labores relacionadas con la gestión del gasto militar.[105] Como se aprecia en los registros de cèdules de la Tesorería o en su contabilidad central, los escribanos de la tesorería, acompañados por personal de la escrivania de ració, eran los encargados de pagar las soldadas, remunerando a los integrantes del ejército, tanto en su momento de articulación como en campaña;[106] ahora bien, en ocasiones algunos oficiales de la tesorería eran comisionados para la recluta en diferentes territorios generando contabilidades paralelas a la Tesorería general a cargo de fondos específicos.[107]

En definitiva, el personal de la escrivania de ració junto con el de la tresoreria, constituía una burocracia militar que si bien emanaba de la Casa Real funcionaba con perfiles administrativos claros, asimilable tanto a los tresoriers des guerres de la organización militar francesa como a los collaterali y provedittori que fiscalizaban las compañías contratadas en los ejércitos italianos.[108]

Ello no ocurre, sin embargo, en otros cortesanos con competencias de administración militar. Es el caso, en primer lugar, del senescal cuyas funciones militares resulta difícil documentar. El cargo persistía sólo para los reinos de Sicilia y Nápoles ya que, desde la ordinació de Pedro IV de septiembre de 1369, el oficio había sido asimilado al de condestable como suprema autoridad militar tras el rey. Detrás del silencio documental es probable que esté su reconversión en un lucrativo cargo honorífico. En el reino de Sicilia ejerció el cargo en tiempos de Alfonso V el noble Guillem Ramon de Montcada, conde de Caltassineta y de Aderno y conseller del rey.[109] En el reino de Nápoles a la llegada del Magnánimo, en la corte de Juana II, el oficio de senescal (gran siniscalco), continuando la tradición local de origen normando y angevino, era el máximo cargo palatino y mando supremo del ejército real junto con el condestable (gran conestabile) ejerciendo el control del reclutamiento de tropas reales. Pero en la práctica ambos oficios carecían de operatividad como administración militar efectiva y se reservaban a grandes nobles locales y condottieri destacados como fuente de renta y vinculación a la corte regia.[110] Igual se puede afirmar respecto al oficio de marescal. Un cargo ausente en las ordinacions militares promulgadas desde mediados del Trescientos y que sólo funcionaba para el reino de Sicilia donde es probable que, en su tradición local, atendiese a competencias de justicia militar similares a las ejercidas por los maréschaux del reino de Francia.[111] El cargo de marescal quedó asociado al linaje altonobiliario valenciano de los Centelles: Bernat de Centelles (Ramon de Riusech) fue marescal y conseller sucesivamente de Martín el Humano y Fernando I, conservando sus oficios con el Magnánimo: en 1419 consta como marescal del regne de Sicilia, cargo que heredaría su hijo Francesc Gilabert Centelles.[112] Respecto al relevante oficio de condestable, la documentación nos indica que mantendría, aunque con carácter nominal, parte de sus funciones de administración militar, como vemos en la guerra de Castilla. Entonces el rey recriminaba a su condestable, el noble catalán Arnau Roger, conde de Pallars, su tardanza en acudir al punto de reunión del ejército en junio de 1429, aludiendo especialmente a su oficio;[113] también confirmaba la relevancia del condestable al referirse al conjunto de su ejército de forma jerárquica (condestable, marescal, capitanes y hombres de armas).[114] Con todo, la trayectoria de quien ejerce tal cargo, un conde de Pallars más vinculado a sus negocios feudales y patrimoniales, haciendo frente a bandosidades y problemas de endeudamiento, que a las guerras del rey, contrastaría con las necesidades de servicio como condestable.[115]