Enigmas de la historia de Barcelona

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Enigmas de la historia de Barcelona
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Enigmas de la historia de Barcelona


Enigmas de la historia de Barcelona

José Luis Caballero


© 2020 José Luis Caballero Fernández

© 2020, Redbook Ediciones, s. l., Barcelona

Diseño de cubierta e interior: Regina Richling

Fotografía de cubierta: Shutterstock

ISBN: 978-84-9917-620-8

Producción del ePub: booqlab

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.»

Índice

INTRODUCCIÓN

1. DOS MIL AÑOS DE HISTORIA

Un recorrido misterioso y a veces increíble

Soldados y colonos

Una gente encantadora

Carlomagno y Sant Pere de les Puel·les

Guillem, el conde ejecutado

El conde desaparecido

Barcelona arrasada

Un pergamino histórico

La primera peste

Cuando éramos esclavos

La reunión del Tinell

Expertos en la ballesta

Una batalla naval

Asegurar el negocio

El antipapa en Barcelona

¿Qué fue de los judíos barceloneses?

Leones en Barcelona

Iglesias y terremotos

Joan Fiveller, Conseller

Un torneo y una negociación

Una boda real e irreal

El rey más longevo

La joven y el clérigo

San Sebastián contra la peste

Felipe, heredero de la Corona

Un conflicto superficial

El torneo acuático

La plaga

¡Piratas!

Los desastres de la guerra

La primera república

Auto de fe

La visita de Felipe V

La venganza de un rey

El general humiliado

Matrimonio peculiar

El Rebombori del pa

El francés con sable y bigote

Bodas sí, pero sobrias

La Creu Coberta

Una espía en guerra

Un desastre social

El caso del mariscal Basa

Incendio de Bonaplata

El infame bombardeo

Un derribo interrumpido

El Primero de mayo

Importador de tecnología

El Corpus y los anarquistas

Esclavistas y comerciantes

El primer partido

Jaussely y Cerdà

La noche del ¡Cu–Cut!

Foto para la posteridad

El primer asalto

... y el último

No todas somos católicas

Otra fotografía histórica

Soldados y milicianos

El Clot obrero y anarquista

Arús, la biblioteca

2. CALLES, EDIFICIOS Y RECUERDOS

Una ciudad que crece, desaparece y se transforma

La labor de la protección de las murallas

El fantasma seductor

Justo y Pastor… o Cástor y Pólux

Un ángel y un fraile

Contra la ocupación

Sant Cugat del Rec

La calle dedicada a Massanet

Exorcistas y fabricantes de espejos

El asno y el gitano

El rey y la joya

La reina Amalia y el garrote vil

El Plà de l’Àngel

Regomir y el Temple

Convertir a los judíos del Call

Primera fuente pública

La Plaça Nova y el mercado de muebles

El burdel más antiguo

Inquisición en la calle Dels Comtes

 

El Rec Comtal, vía de agua

El hospedaje de los embajadores

Lugar de reunión y celebración

La lucha de los Casas

Don Miguel de Cervantes y el taller del impresor

El hogar de Ramon Llull

Más allá del Ateneu

Una de brujas

El brujo de la calle Estruc

El milagro del pozo

Abaixadors

Un antecedente de la Cruz Roja en la calle Elisabets

Las huellas de los judíos

La plaza de la mala suerte

Una plaza que desapareció

Bigorra y el recibimiento apoteósico

Igual que Abu Simbel

El Portal de la Pau

Una calle sin historia

Los Campos Elíseos

La calle que no existió

Aceite y madera

Donde conspiraban los frailes

¿Qué fue de la reprodución de la Santa María de Cristóbal Colón?

El barrio de los ciegos

Regomir, una calle con historia

El fantasma y la viuda

Dulce tradición

Otro teatro desaparecido

La armería Estruch

La primera peluquería femenina

También caen los castillos

Donde se alojaron los reyes

Els Tres Tombs

Núria Torray y el Candilejas

Las termas romanas

Un portón o un pedrusco

El templo de Augusto

Una comisaría con clase

Otra vez Serrallonga

La calle y la plaza de Basea

El burdel de la calle Comerç

La Flor desaparecida

3. EL COMERCIO Y LA INDUSTRIA EN UNA CIUDAD VIVA

Un faro de innovación y modernidad en el Mediterráneo

El día de Sant Martín

El coral, ese tesoro rojo

El correo en Barcelona

Los cambios de moneda

El primer banco público

La patente de Joan Pujol

Bellcaire y los judíos

La aventura de Antoni Matzini

Una industria fallida

El reloj y la campana

Barcelona farmacéutica

La primera fábrica de indianas

Can Culleretes, una originalidad

La Boquería, centenaria

El hombre de Ibiza

Lo que el banco se llevó

El político y el progreso

El gas, un buen elemento

La primera fotografía

Galletas Montes

¿Navarra o Euskadi?

Literatura, electricidad y canadienses

Industria textil, cultura y electricidad

4. ARTE Y CULTURA QUE HAN DEJADO HUELLA

Una ciudad conocida y admirada en todas partes

San Martín y el dragón

Llibreteria, libreros y editores

La prensa y los héroes

Constructores

Pinturas de clausura

Un pintor desconocido

Un lance de amor y literatura

Barcelona y Lepanto

El faro y las coordenadas barcelonesas

La primera guía urbana

Diseño, dulces e imprentas

A propósito de Chopin

Rapsodia barcelonesa

El viejo Hotel Colón

Llegó el diluvio

El histórico Teatro Principal

5. BARCELONA NEGRA Y CRIMINAL

La otra ciudad, rebelde, dura y violenta

El librero asesino

El asesino redimido

El joven y el cementerio

Un triste suceso

El primer ejecutado

Escuela de virtud

Se acabó el espectáculo

El atentado contra Cambó

Las moscas, testigos de un crimen

Criminales y espías

Un crimen político

El crimen de la gaseosa

Crimen pasional

Atracadores, anarquistas y fantasmas

El caso de La Criolla

El crimen del Ritz

Un plan sencillo

Criminal y mito

Ni en la cárcel se está seguro

Una bucólica plaza

El día que el Barça perdió la Liga

Muerte de un policía

El crimen del extraterrestre

Venganza

El primer incendio del Liceo

Falta de pruebas

6. BARCELONESES

Dejaron su huella

Catalanes ilustres

Hércules, fundador de Barcelona

Jesús de Nazaret en Barcelona

El centurión que amaba Barcino

 

Publio Daciano

Eulàlia de Barcino

Bartomeu, una leyenda de importación

El primer obispo barcelonés

La primera monja mercedaria

Araseri, brujo o rabino

Juan Garín, Riquilda y el demonio

Montjuïc y Berenguer Oller

El caso de Bonanat Mir

La guerra y la lana

Francisco y Simón de Tauris

Dos genoveses perdidos

Hasdai, el filósofo de Barcelona

Lluís Borrassà

Mossèn Esborra

Un extraño robo

Embajada o aventura

Los piratas de Mataró

Conseller contra la crisis

El marinero rebelde

El caso del comandante Cortines

El Corpus de sang

Un Conseller olvidado

San Ignacio y Sant Cebrià

Un destacado transeúnte

La reliquia de Ignacio de Loyola

Una leyenda

El caso del embajador veneciano

Cervantes, sí o no

Los Médici y Barcelona

Cagliostro, un hombre misterioso

El general Álvarez de Castro

El caso del general Duhesme, azote de Barcelona

Xifré, siete puertas y siete porches

Francesc Derch, el héroe de Gràcia

Los Milans del Bosch

El caso Antonio López

Verdaguer, el poeta rebelde

Un cuento danés

El Lawrence español

Acompáñeme al cementerio

Banquero y conocido

El ladrón arrepentido

Josep Fonrodona i Riva

Lesseps y Barcelona

Carmen Amaya, los gitanos barceloneses

Martí Borràs

El contable dibujante

Escultor o yesero

En recuerdo de los caídos por Francia

Orwell y el Hotel Continental

¿Quién fue el autor del Laberinto de Horta?

Un buen periodista

Subirachs y Gaudí

BIBLIOGRAFÍA

Introducción

Después de bucear en los secretos de las calles, las plazas y los barrios de Barcelona, le queda a uno la sensación de que ésta es una ciudad inacabable e inabarcable, que queda tanto por decir que no bastaría con una enciclopedia. Y no hablo de Historia con mayúscula que de eso ya se encargan los expertos, hablo más bien de la crónica periodística, del día a día de la vieja Barcino, de la Barchinona de los godos, de la Marca Hispánica, del Condado, la República o la parte que le corresponda de las Españas. Esta ciudad está llena de misterios, de preguntas por responder, de aspectos sorprendentes y desconocidos, vivos en cada esquina. Como decía un amigo mío es una especie de Jerusalén en la que no te puedes apoyar en una piedra sin remover alguna sensibilidad. ¡Cómo no emocionarse ante las huellas de balazos en la iglesia de Sant Felip Neri! Y sin embargo, no nos engañemos, esa plaza no es un recuerdo medieval… ¿Qué hay debajo de la Catedral? Pues probablemente las tumbas de los primeros condes. ¿Es o no es la Sinagoga Mayor la que hay en la calle Marlet? ¿Quién era el Cagliostro que estuvo en Barcelona o el francés con bigote y sable que se paseaba por el puerto en 1793? Y a todo esto cientos, miles de ciudadanos anónimos han construido murallas, han erigido (y destruido) iglesias, han pirateado por el Mediterráneo y han sufrido el bombardeo de sus propios gobernantes. Barceloneses, ciudadanos libres comparables a otros ciudadanos libres que han visto como la ciudad construía hasta tres murallas y las derribaba después para extenderse por sus alrededores hasta engullir todo un mundo que se fue. Esa es mi ciudad y esa es mi gente.

Lejos de nosotros, no obstante, la tontería de calificar a las personas según su lugar de nacimiento, nada de eso, pero las circunstancias geográficas y políticas han forjado un modo de actuar genuinamente barcelonés. Al lector le corresponde valorar, que no juzgar, cuál es ese modo de ser o de actuar.


Un recorrido misterioso y a veces increíble

Una ciudad con dos mil años de antigüedad tiene una Historia, con mayúsculas desde luego, y también una historia, minúscula, la de la vida cotidiana que implica tanto a ciudadanos corrientes como a transeúntes, autoridades, bufones, visitantes, príncipes y clérigos. De esas vidas a veces anónimas, de sus hechos heroicos y de sus miserias nacen los enigmas que se ocultan en cada esquina, en cada sótano y en cada una de sus viejas piedras. La densa historia de Barcelona desde su mítica fundación en el monte Táber hasta los fastos de la Ciudad Olímpica está repleta de acontecimientos y de curiosidades, algunas trágicas, otras divertidas, que hacen de ella un relato amable, excitante y a veces increíble. Piratas, músicos, deportistas, santos, esclavos, patriotas y traidores, artistas, negreros y reyes, de todo ha pasado por la la ciudad que ha visto crecer edificios, derribar murallas, cegar torrentes, pozos y rieras, abrir puertas en sus muros o asesinar a sus ciudadanos. Buceando en las bibliotecas, las hemerotecas y en los miles de archivos disponibles en la Red, como en una investigación periodística, la historia de la ciudad se puede vivir como un recorrido que solo precisa de unos cuantos paseos por sus viejos rincones para situar cada historia y cada recuerdo entre las luces y las sombras de sus calles. En cada calle un misterio, en cada casa una historia, en cada esquina un recuerdo, eso es Barcelona; como diría Joan Manuel Serrat: “Mil perfums i mil colors, mil cares té Barcelona”.

Soldados y colonos

En tiempos de la conquista romana, entre el año 218 a.C. y el final de las guerras cántabras en 19 a.C. posiblemente ya existía, como se ha dicho, un asentamiento layetano en el monte Táber, pero con toda probabilidad fue entonces cuando el poder romano decidió instalarse en ese lugar. Hay constancia de que veteranos de la X Legión Gémina se instalaron en ella y probablemente de ese momento data la fundación o refundación de la ciudad. Años después, en el 63 d.C. la Legión X Gémina abandonó la península con dirección a Germania, pero ya sus veteranos licenciados se había quedado en la colonia Barcino.

Una gente encantadora

Entre los cimientos del Palau Episcopal y los del Palau Reial Major deben encontrarse los restos de lo que fue la primera residencia de los reyes visigodos que se instalaron en la vieja Barcino, llamada entonces Barchinona, después de retirarse del sur de Francia y dejar su sede en Narbona. Fue Ataúlfo, como se ha señalado, el primer rey visigodo instalado en la ciudad, pero su estancia como su reinado duró muy poco. Formó su corte en Barcelona en 415 y fue asesinado ese mismo año. Todo hace suponer que murió en el mismo palacio, hoy desaparecido, por una conjura de su corte de guerreros, obligados a vivir en paz y armonía con lo que quedaba del mundo romano. Las crónicas señalan a uno de sus generales más levantiscos, Sigerico, como la cabeza de la conspiración y a un enano, bufón de Ataúlfo, llamado Vernulfo como ejecutor. En una noche de copiosa cena, vino y diversión, Vernulfo cosió a puñaladas al rey. Otras versiones dicen que fue el mismo Sigerico el autor del magnicidio y aún hay una tercera que apunta a un criado llamado Dobbio, que había servido a otro general, Sarus, que Ataúlfo mandó asesinar. El caso es que Ataúlfo murió y su sucesor, Sigerico, cayó también asesinado, no unos meses después, sino al séptimo día de su reinado a manos de Walia, hermano de Ataúlfo.

Barcino: ¿un campo inundado?

Dice Víctor Balaguer, con conocimiento de causa, que en los documentos más antiguos Cataluña era conocida como Terrae Gothorum, es decir Tierra de los Godos; de ahí Gotholaunia y por corrupción de su pronunciación Cathalonia y de ahí Cataluña o Catalunya, según la grafía catalana. En cuanto a Barcelona, dejando aparte la leyenda de que tenga algo que ver con los Bárcidas (Amílcar Barca, Aníbal o Asdrúbal), parece ser que el nombre en su origen fue una bárcena o barciga, una voz prerromana que significa campo inundado y de ahí el nombre de la colonia romana: Barcino. De ahí se la fue llamando Barchinona (con la ch pronunciada como una k) Barcinona y finalmente Barcelona.

Carlomagno y Sant Pere de les Puel·les

Entre los años 781 y 801, Barcelona estuvo dominada por los árabes, desembarcados en la península apenas setenta años antes, en 711 y que habían ocupado la ciudad pacíficamente. De hecho, la población de Barcelona, sobre 8.000 habitantes, era de ascendencia hispanorromana, cristianos de la postrimerías del Imperio y del reino visigodo, donde solo el ejército ocupante y los gobernantes eran foráneos. Uno de estos ejércitos ocupantes fue el franco, del emperador Carlomagno, que asedió la ciudad en 801 y la incorporó a su reino como Marca Hispánica, expulsando a los árabes. Durante el asedio, los guerreros al servicio de Carlomagno levantaron una capilla para sus rezos en un montículo llamado El Cogoll, situado donde hoy se encuentra la plaza de Sant Pere. Esa capilla, bajo la advocación de san Sadurní, sobrevivió muchos años hasta que fue incorporada al nuevo convento femenino fundado por el conde Sunyer en 945. El convento, de la orden benedictina, fue dedicado a san Pedro, pero al ser ocupado por un grupo de doncellas, puellae en latín, el vulgo empezó a llamarle Sant Pere “de les puelles”. Almanzor lo incendió en 985 y esclavizó o asesinó a la monjas. En 1873 se derribó la mayor parte del edificio y en 1909, durante la Semana Trágica, ardió la iglesia, que, restaurada, volvió a ser incendiada en julio de 1936 y vuelta a restaurar en 1945.


Sant Pere de les Puel·les, monasterio benedictino femenino.

Guillem, el conde ejecutado

En el año 850, Guillem de Septimània, hijo de Bernat de Septimània que había sido conde de Barcelona en dos ocasiones, fue apresado por los nobles barceloneses (visigodos) y ejecutado en el mismo palacio donde debía gobernar, junto a la que hoy es la Plaça Nova, el que más tarde sería reconstruido y conocido como como Palau Reial Menor o Castell Vell, para diferenciarlos del Palau Reial Major. Guillem había entrado en la ciudad al frente de un ejército formado mayoritariamente por musulmanes, súbditos del emir Abderramán II de Córdoba y la ocupación había sido pacífica pues Guillem pretendía el Condado tras la derrota y muerte de Sunifred I. No obstante en Barcelona no fue bien acogido pues la nobleza era partidaria del rey de los francos, Carlos el Calvo, con el que Guillermo estaba enfrentado. Le sucedió como conde de Barcelona Aleran, pero como venganza por la muerte de su aliado, los cordobeses de Abderramán II, al mando de Abd al-Karim ben Mugith asaltaron la ciudad que fue sistemáticamente saqueada e incendiada y mataron a Aleran. No hay constancia, pero es muy probable que los restos de Guillem estén bajo la Catedral, enterrados en la primitiva cripta de la basílica paleocristiana.