Loe raamatut: «Conservación en la Patagonia Chilena», lehekülg 4

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Para la toma de decisiones de conservación informada en la Patagonia chilena es esencial recopilar y sintetizar la evidencia sobre la distribución de la biodiversidad, los procesos ecológicos y el conocimiento de las dimensiones humanas de los problemas ambientales más urgentes (Rozzi et al., 2012). Esto se debe a que las principales causas de la degradación de los ecosistemas, desde las amenazas del cambio climático, las especies invasoras, la pérdida de hábitats, la sobrepesca y el cultivo de salmón (Molinet y Niklitschek, 2021; Buschmann et al., 2021; Marquet et al., 2021; Astorga et al., 2021; Reid et al., 2021; Rozzi et al., 2021), son más evidentes en la interfaz entre los ecosistemas costeros de fiordos, canales y de los mares interiores y las comunidades humanas. Abordar estos problemas requiere un marco interdisciplinario sustentado en diferentes fuentes de información. De particular importancia son disciplinas como la ecología, conservación, pesquería, economía, ciencias políticas, derecho ambiental, geografía, antropología y psicología, para comprender plenamente la diversidad de relaciones de las personas con la naturaleza, especialmente aquellas basadas en el conocimiento tradicional y local (Bennett et al., 2017; Rozzi et al., 2012; Tallis y Lubchenco 2014).


Vista panorámica sobre Puerto Aguirre e islas Huichas, Región de Aysén. Fotografía de Javier Godoy.

Figura 1

Ecorregiones marinas de la Patagonia chilena según Rovira y Herreros (2016) y mapa de las formaciones vegetales terrestres, compilado de varias fuentes, incluyendo descripciones y mapas publicados por Pisano (1977), Veblen et al. (1983), Arroyo et al. (1996), Luebert y Pliscoff (2017) y Martínez-Tillería et al. (2017).


Para contribuir a la conservación integrada en la Patagonia chilena, caracterizamos y sintetizamos la evidencia disponible en la literatura sobre la región. Para ello, recopilamos y analizamos los estudios publicados aplicando el enfoque de mapeo sistemático (James et al., 2016), que se define como una síntesis fiable de la cantidad y calidad de la evidencia, en relación a una pregunta de investigación de amplia relevancia (Haddaway et al., 2018). En este estudio la pregunta que nos planteamos fue conocer cuál es el estado del conocimiento sobre conservación y manejo de los ecosistemas de la Patagonia chilena. Este proceso facilitó describir y catalogar la evidencia disponible en estudios publicados de conservación regional, cubriendo la amplitud de la ciencia necesaria para abordar preguntas que tienen impacto en políticas públicas. El equipo de trabajo de este estudio fue liderado por dos expertos senior, los cuales fueron apoyados por una secretaría técnica, quienes tuvieron el rol de recolectar, compilar y catalogar sistemáticamente la evidencia, utilizando el método de mapeo sistemático (Martínez-Harms, 2021). Un panel científico nacional conformado por un grupo interdisciplinario de 8 expertos supervisó la revisión temática y geográfica de la región.

En los 17 capítulos de este libro se analiza la biodiversidad marina, terrestre y de agua dulce de la Patagonia chilena, la aceleración de las presiones de los cambios globales y locales sobre los ecosistemas, los impactos de la acuicultura y las pesquerías, la interrelación de la interfaz tierra-mar, la conservación de glaciares, turberas, estepas y bosques primarios, la conservación liderada por los pueblos indígenas, la conservación basada en la evidencia, así como el manejo de áreas protegidas y tendencias socioeconómicas en la región. Los capítulos recopilan la información disponible en la literatura, revisan críticamente los temas claves de conservación y formulan recomendaciones específicas para una gestión integrada de la conservación patagónica. La evidencia se codificó con un análisis semántico utilizando el programa informático R Bibliometrix y cada publicación se clasificó en cada uno de los cinco sistemas de estudio: i) terrestre; ii) marino; iii) agua dulce; iv) social; v) otra categoría (Mazor et al., 2018). Consideramos los cinco forzantes directos del cambio de la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas identificados por la Evaluación de Ecosistemas del Milenio (Millennium Ecosystem Assessment, 2005) e IPBES, 2018. Los cinco forzantes son: i) cambio climático; ii) cambios del hábitat; iii) especies invasoras; iv) sobreexplotación; v) contaminación (Mazor et al., 2018).

Las publicaciones se agruparon en uno o múltiples forzantes y para validar su clasificación, inspeccionamos manualmente la clasificación de los artículos (n= 986) en cada sistema ecológico. El 100% de ellos fueron clasificados en uno de los cinco sistemas de estudio y el 56% de los artículos fueron clasificados por su foco en uno o más de los forzantes de cambio.

4.1. Tendencia temporal

Compilamos una base de datos sobre la Patagonia chilena que documenta claramente el aumento en el número de publicaciones durante la reciente década (ver base de datos en Martínez-Harms, 2021). La mayoría de las publicaciones compiladas se refieren a los sistemas ecológicos terrestres y marinos (Figura 2). El mapa sistemático mostró un aumento exponencial de la evidencia durante los últimos 10 años, distribuida en sistemas marinos (325 artículos; 33%), sistemas terrestres (282; 29%), sistemas sociales (205; 21%), de agua dulce (148; 15%) y otros (26; 3%). Un creciente número de publicaciones recientes incluyen variables sociales y dimensiones humanas de la conservación (Figura 2).

Figura 2

Número acumulado de estudios sobre la región de Patagonia chilena (publicados entre 1980-2017) clasificados por el sistema de estudio. El eje X representa los años y el eje Y representa el número de publicaciones por año. En términos relativos se destaca el bajo número de trabajos en sistemas dulceacuícolas durante el período, además del crecimiento en décadas recientes en el número de trabajos que incluyen variables sociales.


4.2. Distribución de la evidencia por forzantes de cambio

La clasificación por forzantes de cambio global (Figura 3) mostró que la mayoría de los estudios se han enfocado en el cambio climático (191 estudios; 19%), seguidos por estudios de especies invasoras (131; 13%), que abordan especialmente los impactos de la salmonicultura y el castor; seguidos por estudios de contaminación (102; 10%), cambios de hábitat (79; 8%) y sobreexplotación de recursos marinos y terrestres (53; 5%). En cuanto a los sistemas terrestres propiamente tales las publicaciones se ocupan principalmente del cambio climático (56; 6%), las especies invasoras (49; 5%) y cambios del hábitat (34; 3,4%).

4.3. Distribución espacial de la evidencia

Al georreferenciar los estudios de las publicaciones de la base de datos (2.059 sitios de muestreo para 986 registros), se observó que el 72% de los sitios analizados corresponden al sistema terrestre y solo un 28% al marino (Figura 2). Al codificar luego la evidencia compilada por forzantes de cambio (Figura 3) y por su distribución espacial en la Patagonia chilena, en sus 11 provincias administrativas actuales y las tres ecorregiones marinas (Rovira y Herreros, 2016), obtuvimos los resultados que se describen a continuación (Figura 4).

Figura 3

Distribución del número de publicaciones por forzante de cambio directo en los distintos ecosistemas (eje X) y por ecosistema de interés (colores de barras). El eje Y representa los números de publicaciones acumuladas en el período 1980-2017.


El cambio climático ha sido el tema más estudiado en la provincia de Última Esperanza (108 sitios; 5%) y Capitán Prat (101 sitios; 5%), donde se localizan los campos de hielo, con estudios que documentan el retroceso de los hielos. Para el caso de especies invasoras, el mayor número de publicaciones se concentra en Coyhaique (115 sitios; 6%), Palena (60 sitios; 3%) y Aysén (53 sitios; 3%). Los efectos de la contaminación han sido poco estudiados a nivel de provincias terrestres debido a su escaso impacto relativo en la región; sin embargo, el mayor número de estudios se concentra en Llanquihue con 33 sitios. El cambio del hábitat y la sobreexplotación de recursos naturales también han sido escasamente estudiados en la literatura referida a los sistemas terrestres, considerando la clasificación administrativa de provincias (Figura 4).

En las ecorregiones marinas patagónicas (Rovira y Herreros, 2016) el cambio climático ha sido abordado con más frecuencia en la ecorregión de Chiloé-Taitao (42 sitios), seguido por la ecorregión Kawésqar (37 sitios) y Magallanes (24 sitios). Los estudios de especies invasoras se concentran por igual en Chiloé-Taitao (30 sitios) y Magallanes (30 sitios), con un número menor en la ecorregión Kawésqar (10 sitios). La contaminación industrial ha sido abordada casi en su totalidad en la ecorregión de Chiloé-Taitao (60 sitios), con muy pocos estudios en las ecorregiones Kawésqar y de Magallanes. El cambio de hábitat ha sido escasamente abordado en las diferentes ecorregiones marinas, mientras que los estudios de sobreexplotación de recursos se han concentrado principalmente en la ecorregión de Chiloé-Taitao (41 sitios), con escasos estudios en Kawésqar y Magallanes.

Después de espacializar los sitios de estudio a partir de los registros de la base de datos (2.059 sitios de muestreo para 986 registros), se superpuso el mapa de las áreas protegidas terrestres (Tacon et al., 2021) y marinas (Tecklin et al., 2021) con el mapa de evidencia para la región de la Patagonia chilena. Encontramos que menos del 27% de la evidencia se basa en información recopilada dentro de la red de áreas protegidas terrestres y marinas. La mayoría de los estudios se concentraron sólo en los tres parques nacionales más extensos: Bernardo O’Higgins, Laguna San Rafael y Torres del Paine, revelando que una fracción sustancial de esta región permanece escasamente explorada.

Figura 4

Distribución espacial del número de publicaciones por provincia administrativa y por ecorregión marina (Rovira y Herreros, 2016) de la Patagonia chilena para el caso de la evidencia codificada por sistema de estudio (A) y por forzante de cambio directo (B).


5. OPORTUNIDADES Y RECOMENDACIONES PARA LA CONSERVACIÓN DE LA PATAGONIA CHILENA

La visión integrada e inclusiva del manejo de los ambientes terrestres, marinos, dulceacuícolas y de interfaz mar-tierra, representa una enorme oportunidad para impulsar en la Patagonia chilena un proceso de uso del paisaje distinto al resto del territorio chileno. El pasivo ambiental que ha dejado el modelo de desarrollo extractivista de otras regiones de Chile podría ser evitado en la Patagonia chilena con el impulso de una nueva propuesta de conservación integral mar, tierra y sociedad (Glavovic et al., 2015; Nahuelhual et al., 2021).

5.1. Bases para un sistema integrado de áreas protegidas en la Patagonia chilena

La Patagonia chilena cuenta con parques nacionales, reservas nacionales y monumentos naturales (e.g., Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado), muchos de ellos colindantes con sistemas costeros, los cuales cubren aproximadamente la mitad de la superficie terrestre (Tecklin et al., 2021; Tacón et al., 2021; Pliscoff et al., 2021). Esta plataforma de conservación representa una oportunidad única para Chile, e inusual a nivel mundial, para integrar la conservación de grandes ecosistemas terrestres y marinos. Las numerosas áreas protegidas terrestres y marinas (Tacón et al., 2021; Pliscoff et al., 2021, Tecklin et al., 2021) cuentan con reducidos niveles de implementación, particularmente las marinas, y una ausencia total en sistemas de agua dulce; entre sus déficits se cuenta por lo general la ausencia de planes de manejo bien desarrollados, insuficientes monitoreos, limitados recursos financieros y humanos para alcanzar una protección real.

A fin de avanzar y superar la actual situación de conservación de la Patagonia chilena, frente a esquemas de investigación y conservación fragmentarios y competitivos, en este capítulo (ver más adelante) estimamos de alta relevancia la creación de un Centro Interdisciplinario de Conservación de la Patagonia chilena, con connotación público-privada, incluyendo el desarrollo de incentivos para la colaboración binacional Chile-Argentina.

El desarrollo de mecanismos para alcanzar un adecuado balance entre la protección de sistemas marinos y terrestres en la Patagonia chilena es una oportunidad y a la vez un importante desafío que puede contribuir también a la propuesta de conservación global para el futuro de los océanos (Jones et al., 2018). Una visión de conservación integrada e inclusiva mar-tierra-sociedad permitirá anticiparse a los desafíos nuevos y crecientes, como son la expansión de la acuicultura, el nuevo interés minero por los fondos marinos, el desarrollo de proyectos costeros de energía renovable, la expansión regional del turismo y la ampliación de derechos de uso y actividades productivas en los maritorios costeros. Estos desafíos están presentes hoy en la Patagonia chilena y llaman a fortalecer un sistema de conservación regional integrado, que vaya más allá de la situación actual de parques y reservas, en su mayoría de papel, es decir sin respaldo real (Tecklin et al., 2021).

Tacón et al. (2021) señalan que el SNASPE de la región patagónica chilena establece protección legal para ca., el 83% de la superficie de nieves y glaciares (29.784 km2), el 40% de la superficie de los bosques nativos (36.168 km2) y matorrales, un 68% de la superficie de turberas (22.042 km2). Esta proporción de los distintos ambientes sugiere que aún existen desafíos de conservación relevantes, especialmente en las zonas menos intervenidas, que han sido identificadas tanto dentro como fuera de áreas protegidas (Astorga et al., 2021; Pliscoff et al., 2021; Reid et al., 2021). Una omisión importante de la conservación pública son las vastas zonas de humedales y turberas, que son particularmente frágiles a los impactos del cambio climático e intervención humana (Mansilla et al., 2021).

La mayor parte de los estudios de servicios o beneficios ecosistémicos para la sociedad realizados en Chile se centran en aguas continentales, pero existe escasa información sobre el valor de los ecosistemas de agua dulce de la región patagónica (Reid et al., 2021). Los escasos estudios del tema en la Patagonia occidental austral provienen de la cuenca de Aysén y de isla Navarino/Tierra del Fuego (Bachmann-Vargas et al., 2014). Para comprender mejor la relación entre la provisión de agua para los seres humanos y el bosque bien conservado, se necesita suplementar una red de estaciones pluviométricas en arroyos de cabeceras (que también proveen agua potable a muchas comunidades rurales), distribuidos a lo largo del gradiente bioclimático de la Patagonia occidental. Junto con el monitoreo de los flujos, es importante proteger estas cabeceras de cuenca con alguna figura legal que evite su mal manejo y degradación (Astorga et al., 2021).

Diversas iniciativas de conservación privada (ICP) han contribuido a mejorar la representatividad, cobertura y conectividad entre los ecosistemas terrestres y acuáticos en la Patagonia chilena. Al año 2014 se identificaban 47 iniciativas de conservación privada entre las regiones de Los Lagos y Magallanes, abarcando una superficie aproximada de 9.640 km2, un área equivalente a ca. 57% del total nacional (Núñez-Ávila et al., 2013). Lamentablemente, hoy no se cuenta con una actualización de este catastro para la Patagonia chilena. Algunas de las ICP más extensas del país se han establecido en la Patagonia occidental: Parque Tantauco en Chiloé insular (2003) con 1.180 km2 y la Reserva Natural Karukinka en Tierra del Fuego (2004), con 2.700 km2. A pesar de que las ICP se han ido consolidando de facto como una figura complementaria de conservación a nivel nacional, estos territorios aún permanecen en una posición incierta a nivel oficial (Tecklin y Sepúlveda 2014), ya que los avances en la materia han sido lentos. Recién en el 2020 se cuenta con una propuesta formal de estándares para la conservación privada en Chile (Ministerio del Medio Ambiente, MMA 2020).

Otro tipo de áreas de protección de la biodiversidad patagónica que han intentado integrar investigación, educación y participación social en la gestión son las Reservas de la Biósfera (RB). Las primeras dos RB presentes en la Patagonia chilena fueron declaradas el año 1978: Torres del Paine y Laguna San Rafael. Las RB declaradas después del año 2000 se ampliaron para seguir la lógica propuesta por UNESCO de constituir paisajes de conservación, incluyendo áreas núcleo, zonas de amortiguación, corredores biológicos y áreas de manejo de recursos naturales, con apoyo científico en la toma de decisiones y participación ciudadana en la gestión. Sin embargo, en la mayoría de las RB en Chile no se han concretado estos propósitos y no es clara su real inserción en el sistema nacional de áreas protegidas.

A nuestro parecer, si se cumplieran sus objetivos teóricos, las RB podrían constituirse en modelos de gestión para toda la región patagónica bajo el paradigma de conservación integrada mar-tierra-sociedad, porque se enfocan en paisajes con alta complejidad de ambientes y usos y porque sus habitantes juegan un papel central. Se ha considerado (Rozzi et al., 2012) la adopción de este modelo de RB para conectar los extremos norte y sur de la región patagónica chilena, donde el área actualmente dedicada a la conservación pública y privada alcanza la proporción relativa más alta del país y donde es prioritario extender la conservación, desde el borde costero hacia los océanos que conforman el entorno de archipiélagos y canales. En este esquema se debe considerar que todas las áreas protegidas de la Patagonia chilena albergan actividades turísticas y emprendimientos que impulsan el desarrollo de localidades y comunas aledañas (Guala et al., 2021; Nahuelhual et al., 2021).

5.2. Resumen de las principales recomendaciones transversales para la conservación de la Patagonia chilena

A continuación, se presenta una síntesis de las principales recomendaciones transversales para la Patagonia chilena, a escala regional y a distintos niveles de análisis, partiendo con las más urgentes y generales hasta las más específicas o que requieren mayor gradualidad. Las recomendaciones particulares por ecosistema o socio-ecosistema patagónico se encuentran detalladas en cada uno de los 17 capítulos del libro:

• Recomendaciones para prevenir pérdidas de biodiversidad y servicios ecosistémicos. En nuestra visión, y la contenida en los capítulos del libro, es urgente completar la evaluación de los estados de conservación en la Patagonia chilena, y especificar con nitidez las líneas de base con respecto a las amenazas, oportunidades, desafíos y prioridades de conectividad de los diferentes ecosistemas patagónicos. Las acciones más urgentes son: i) la protección de la biodiversidad amenazada de los sistemas de agua dulce; ii) medidas concretas de prevención del impacto de la salmonicultura masiva en la región, en especial en Magallanes; iii) limitación y regulación del impacto de la actividad turística intensiva en áreas remotas; iv) prevención del riesgo de incendios de bosques y matorrales. Proponemos realizar un análisis integrativo de las estructuras y dinámicas de todos los socio-ecosistemas patagónicos a fin de conectar más adecuadamente las interacciones tierra-mar-sociedad con la protección de los servicios ecosistémicos. Tal evaluación no ha sido utilizada para el diseño y selección de áreas protegidas en Chile. En la Patagonia chilena su implementación es una necesidad urgente, debido a su intricada geografía, singularidades y múltiples actividades productivas (Nahuelhual et al., 2021).

Una amenaza latente en el margen costero de la Patagonia chilena es el rápido el avance de la industria de la salmonicultura hacia el sur de la ecorregión Chiloé-Taitao, con un creciente número de concesiones en zonas de canales, archipiélagos y fiordos. Es urgente legislar e implementar un sistema de responsabilidad ambiental que norme y penalice el daño ambiental causado por los masivos escapes de salmones de las balsas de cultivo, aplicando medidas y tecnologías preventivas (Buschmann et al., 2021). En este modelo es preciso internalizar los costos ambientales de las descargas de nutrientes e implementar medidas de mitigación, como el cultivo integrado con algas y/o filtradores. Bajo un enfoque precautorio, sería razonable congelar el avance de la salmonicultura en Magallanes hasta que se cuente con medidas de mitigación y un sistema regulatorio que permita prevenir los impactos del crecimiento en biomasa y descargas de nutrientes.

• Recomendaciones de planificación de la conservación mar-tierra-sociedad. Es urgente fomentar una planificación y gestión integrada de los ecosistemas marino-terrestre-agua dulce para optimizar los esfuerzos de conservación y la transferencia de capacidades ya instaladas en la Patagonia chilena. Uno de los problemas del sistema de áreas protegidas actual es que el análisis de los costos y acciones de conservación relacionadas con las interfaces mar-tierra no han sido integradas en la gestión ni en las prioridades de conservación (Ban et al., 2013). El modelo actual de selección de reservas marinas y terrestres asume usualmente que cada sitio es un sistema ecológico independiente. La intervención humana en el manejo y la extracción de recursos de los sistemas terrestres costeros (bosques y humedales) pueden alterar gravemente las cuencas hidrográficas conectadas con el océano, afectando la biodiversidad marina (Álvarez -Romero et al., 2011; Rozzi et al., 2021). Es importante que el reconocimiento de la conectividad entre agua, bosques y suelos se integre en el concepto de cuenca hidrográfica, como instrumento de políticas públicas y/o de planificación de la conservación y cambios de uso del suelo a nivel regional. Se recomienda diseñar un sistema de incentivos a los propietarios, para conservar las áreas más prístinas o valiosas, junto con mejorar la gestión en el manejo de las mismas. Los bosques antiguos de la Patagonia chilena ocupan importantes cuencas hidrográficas. La consideración de las interacciones (flujos de agua, materia y energía) entre ecosistemas acuáticos y terrestres y su focalización en planes de conservación podría marcar una diferencia con el resto de Chile. Proponemos poner en el primer plano la necesidad de monitoreo y reconocimiento del valor patrimonial de la fracción de bosques intactos que protegen las cabeceras de las cuencas de la región (Astorga et al., 2021; Reid et al., 2021).

Dada la velocidad del crecimiento turístico, se requiere con urgencia vincular la gestión de las áreas protegidas con la planificación del desarrollo regional (Guala et al., 2021, Nahuelhual et al., 2021). Entre otros espacios, esto puede ocurrir en los procesos de generación de los Planes Regionales de Ordenamiento Territorial y de la Zonificación de Usos del Borde Costero. El crecimiento del sector turístico podría generar efectos adversos sobre el medio ambiente y algunas formas de biodiversidad, al aumentar el consumo de recursos, la producción de residuos, la construcción de caminos que acelera la introducción y propagación de especies exóticas y aumento de la probabilidad de incendios forestales en zonas apartadas (Belsoy et al., 2012). Por ello es importante avanzar en la planificación del manejo de actividades humanas dentro y alrededor de las áreas protegidas, identificando zonas con diversas oportunidades para promover en conjunto el desarrollo humano, a través de la conservación de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos (Hull et al., 2011). Es necesario que la Corporación Nacional Forestal (administradora del SNASPE hasta hoy) y organismos que en el futuro cautelen el patrimonio ambiental de Chile, como el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, sean invitados a participar en las entidades que regulan el uso de las zonas costeras, incluyendo las Comisiones Regionales de Uso del Borde Costero.

• Consolidación financiera del sistema de áreas protegidas. Considerando que las áreas protegidas terrestres, marino-terrestres y marinas son uno de los instrumentos fundamentales para la conservación de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, y que la Patagonia chilena tiene una alta cobertura de áreas protegidas, con bajos niveles de gestión e inversión pública, se recomienda un plan de inversión pública y privada orientado a establecer los cimientos de una gestión coordinada entre todas las unidades de conservación patagónicas. Es prioritario avanzar hacia un financiamiento estable y de largo plazo del sistema de áreas protegidas de la Patagonia chilena que cree incentivos para su evaluación y mejoramiento continuo (Tacón et al., 2021; Tecklin et al., 2021). Los presupuestos anualizados deben asegurar un piso mínimo para la protección de todas las áreas, reduciendo así la presión por los ingresos derivados del turismo local canalizados a la conservación. Los mecanismos de financiamiento de la conservación patagónica deben considerar la gran brecha que existe entre la extensa superficie protegida y la magnitud de la inversión que hace el país, o el correspondiente pago por los servicios que la naturaleza protegida presta a los habitantes y a la sustentabilidad global. La incorporación explícita de los centros académicos regionales, de las comunidades indígenas y grupos de ciencia ciudadana en las tareas de gestión y conservación es esencial. Además, es necesario diseñar mecanismos públicos y público-privados de financiamiento y apoyo técnico para todas las figuras de protección marina, incluyendo las áreas marinas protegidas convencionales, como SNASPE, ECMPO y AMERB.

• Consolidación de una red integrada de áreas de conservación marina efectivamente protegidas en Patagonia chilena. El singular carácter archipelágico de la Patagonia chilena representa un desafío para la protección y conservación de los maritorios y las interfaces terrestres-marinas-dulceacuícolas, que difiere de las fórmulas de gestión en la mayoría de las áreas protegidas de Chile. En la Patagonia chilena, la conservación marina presenta aún muy serios déficits en términos de planes de manejo, monitoreo, seguimiento, fiscalización, financiamiento y comunicación hacia los ciudadanos. Actualmente, la gran mayoría de estas áreas marinas lo son solo en el papel y algunas de ellas aún conviven con actividades de acuicultura en su interior o están abiertas a las pesquerías artesanales y de mediana escala. En forma urgente se requiere pasar a la acción de conservación proactiva, tomando en cuenta los cambios ambientales globales que enfrenta la Patagonia chilena (Marquet et al., 2021). Además, se requieren nuevas aproximaciones metodológicas, como por ejemplo, el desarrollo de mapas de alta resolución (marinos y terrestres) de almacenamiento de carbono, en conjunto con mapas de biodiversidad y de servicios ecosistémicos, para identificar y proteger áreas con los mayores co-beneficios (Soto-Navarro et al., 2020). Se hace urgente estudiar y proponer una red de áreas marinas de conservación más integral y representativa que la actual, que por un lado diferencie, y por otro aúne la Patagonia norte, central y sur. La futura red de áreas patagónicas marinas de conservación debe contemplar el desafío, no solo de cubrir y representar adecuadamente los diferentes ecosistemas, sino que, además, compatibilizar con las actividades productivas actuales y futuras considerando las aspiraciones y derechos de los pueblos originarios.

Es una prioridad incorporar en los planes de manejo la porción del borde costeromarino de cada una de las unidades Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Estado (SNASPE) que contienen áreas legalmente reconocidas dentro de sus perímetros (Tecklin et al., 2021). Además, se propone el desarrollo de un protocolo y procedimientos legales para reconocer el carácter de áreas marinas protegidas de los Espacios Costeros Marinos de Pueblos Originarios y de las Áreas de Áreas de Manejo y Explotación de Recursos Bentónicos, cuando sus titulares así lo soliciten, y generar un sistema de apoyo estatal para tales gestiones, incluyendo la preparación e implementación de los planes de manejo y administración.

• Diseño y ejecución de sistemas estandarizados de monitoreo de biodiversidad y estado de conservación de ecosistemas y sus servicios ecosistémicos. Se propone diseñar y aplicar, en conjunto con los encargados de las áreas protegidas, un sistema de monitoreo de largo plazo, y bajo costo, con una red mínima de 40 sitios de seguimiento distribuidos en los diferentes ecosistemas terrestres, ambientes dulceacuícolas, maritorio y criósfera. Se estima necesario incorporar en estas actividades de monitoreo ambiental a los múltiples usuarios de la biodiversidad y de los ecosistemas, especialmente los relacionados con acuicultura, pesca, turismo, transporte, extracción de recursos, minería, y otros (Nahuelhual et al., 2021). Los sistemas de monitoreo a largo plazo del estado de los ecosistemas más frágiles o valiosos (e.g., turberas, bosques intactos) son fundamentales debido a que proyectos tales como: la construcción del Puente de Chacao, la pavimentación de la carretera Austral, la ruta que conectará el territorio continental con la bahía Yendegaia, así como los permisos de exploración y explotación minera, conllevan graves incertidumbres para el futuro de la conservación de estos ecosistemas.

• Políticas de conservación inspiradas en la construcción de capacidades. Es esencial generar políticas y mecanismos de integración de las comunidades locales y visitantes en la Patagonia chilena, a través de un programa de información, capacitación, integración y co-responsabilidad para una conservación efectiva y sostenida (National Research Council, 2002). Es urgente aumentar la incorporación de las comunidades locales en la planificación, gestión, implementación y cuidado de las áreas protegidas. Debido a la escasez de recursos y necesidades de capacitación, cautelar el patrimonio natural solo con personal de los parques y otras áreas protegidas es improbable a corto y mediano plazo. La gestión debe ser reformulada, con programas de capacitación, y con financiamiento para un horizonte de una década, incentivando la participación ciudadana coordinada (ciencia ciudadana, ver Hermoso et al., 2020). La construcción de capacidades debe estar asentada en especial en un conocimiento profundo del valor del territorio, patrimonios natural y cultural, y cómo éstos contribuyen al crecimiento sustentable de las economías locales, el bienestar humano y la sustentabilidad de la biósfera. Estas políticas deben potenciar el conocimiento integrando a los ciudadanos de todos los orígenes y promover la unificación de valores y comportamientos, bajo una ética de administración socioambiental (stewardship) colectiva y responsable de los ecosistemas y sus recursos (Bennett et al., 2018; National Research Council, 2008; Noble et al., 2003).