Loe raamatut: «El verdadero sexo seguro»
El verdadero sexo seguro
Lo que la Biblia y la ciencia dicen acerca de sexo virtual, sexo casual, noviazgo, pornografía, virginidad, ETS.
Thais Souza y Michelson Borges
Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.
Índice de contenido
Tapa
El origen del sexo
1 - Sexo fácil, consecuencias complicadas
2 - Las mentiras que nos cuentan
3 - Amor y sexo, ¿son lo mismo?
4 - Virginidad: Preservando el presente (y el futuro)
5 - La ilusión de la pornografía
6 - Principales tentaciones del hombre y de la mujer
7 - Sexo antes, problemas después
8 - Lee el prospecto
9 - Lo que la Biblia dice acerca del sexo
10 - Lo que Elena de White dice acerca del sexo
11 - Inmoralidad en la frontera
12 - No todo está perdido
Apéndice A - Preguntas para analizar y reflexionar
Apéndice B - Conociéndote a ti mismo/a y a tu novio/a
El verdadero sexo seguro
Michelson Borges, Thais Souza
Dirección: Pablo M. Claverie
Traducción: Claudia Blath
Diseño de tapa: Mauro Perasso
Diseño del interior: Carlos Schefer
Ilustración de tapa: Shutterstock
Libro de edición argentina
IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina
Primera edición, e - Book
MMXX
Es propiedad. © Asociación Casa Editora Sudamericana 2020.
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.
ISBN 978-987-798-313-5
Borges, MichelsonEl verdadero sexo seguro / Michelson Borges ; Thais Souza / Dirigido por Pablo M. Claverie. - 1ª ed . - Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2020.Libro digital, EPUBArchivo digital: OnlineTraducción de: Claudia Blath.ISBN 978-987-798-313-51. Sexualidad. I. Souza, Thais. II. Claverie, Pablo M., dir. III. Blath, Claudia, trad. IV. Título.CDD 649.65 |
Publicado el 20 de noviembre de 2020 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).
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“El adúltero, el fornicario y el incontinente no gozan de la vida. No hay placer auténtico para el transgresor de la Ley de Dios. Sabiendo esto, el Señor ha puesto restricciones al hombre. Él dirige, comanda y categóricamente prohíbe [...]. El Señor sabe muy bien que la felicidad de sus hijos depende de la sumisión a su autoridad, y de vivir en obediencia a su norma de gobierno santa, justa y buena” (Elena de White, Testimonios acerca de conducta sexual, adulterio y divorcio, p. 112).
Introducción
El origen del sexo
Nuestro principal órgano sexual es, sin duda, el cerebro. Es él quien maneja todas las funciones, acciones y reacciones involucradas en esta actividad biológica aparentemente común pero extremadamente compleja. En el “momento clave”, es él quien ordena la producción de adrenalina, la hormona que aumenta la frecuencia cardíaca, al duplicar la cantidad de latidos cardíacos. Para dar más energía a los músculos, se le dice al pulmón que trabaje más rápido, aumentando el número de respiraciones de catorce a veinte por minuto. Otra orden cerebral estimula la producción del neurotransmisor del placer, la dopamina. Los genitales, que tienen sensores especiales (el clítoris, por ejemplo, tiene más de ocho mil terminaciones nerviosas), envían más mensajes de placer al cerebro, lo que estimula aún más el sistema nervioso. Durante las relaciones sexuales, se quemarán entre tres y cuatro calorías por minuto (más que durante una caminata normal). La descarga intensa de estímulos y sensaciones podría provocar el colapso del sistema nervioso, si no fuera por la producción de otras sustancias calmantes, esta vez, endorfinas. Y en ese punto, la relación culmina con el orgasmo (¡el cerebro de quien está experimentando el orgasmo se parece en un 95 % al de una persona que se acaba de inyectar heroína! ¡Con la diferencia de que los efectos en el cuerpo serán positivos en el caso del sexo, por supuesto!)
Cuando hay una liberación máxima de endorfina durante el orgasmo (en ese momento, el corazón pueden alcanzar los 190 latidos por minuto), las células nerviosas del cerebro descargan su contenido eléctrico, lo que promueve la relajación física total. En las mujeres, durante el clímax, también se libera otra hormona, llamada oxitocina (u ocitocina), responsable de la contracción del útero y otras cosas de las que hablaremos más adelante.
Por cierto, hablando de orgasmo, la historia de la portada de la revista Ciência Hoje de septiembre de 2010 publicaba el artículo “Los secretos evolutivos del orgasmo femenino”. Aunque recuerda mucho a las portadas de revistas femeninas, el artículo intenta abordar el tema desde una perspectiva científica. Intenta.
El autor teoriza que el placer obtenido en el momento de la eyaculación fue un regalo de la selección natural para el hombre. Pero también admite que “el papel biológico del orgasmo femenino, sin embargo, se considera un gran misterio. Para empezar, no hay sincronización entre el momento del orgasmo femenino y la liberación de óvulos por parte de los ovarios. [...] Esta ‘ovulación oculta’ contrasta fuertemente con lo que les sucede a las hembras de muchos otros mamíferos, quienes anuncian su estado fértil a través de colores brillantes, olores especiales y solicitudes ostensivas”. Eso suena más a una constatación de que los seres humanos son humanos; y los animales, animales.
Después de una explicación relativamente larga de la selección sexual (sin aclarar aún el misterio del orgasmo femenino), el artículo menciona que “la hipótesis más ampliamente aceptada hoy para explicar la evolución del sexo sostiene que la reproducción sexual ayuda a las especies a escapar de sus parásitos. La tasa de evolución de una bacteria, que vive unos veinte minutos, es mucho más rápida que, por ejemplo, la de un ser humano. Por lo tanto, a lo largo de nuestra vida, las bacterias tienen mucho tiempo para desbloquear los secretos de nuestro sistema inmunológico, lo que nos hace más susceptibles a sus ataques. Si nuestra reproducción fuera asexual, tendríamos hijos, nietos y bisnietos genéticamente idénticos, y cada generación tendría menos defensas contra estos parásitos. La reproducción sexual nos permite producir hijos e hijas genéticamente únicos en cada generación, lo que nos da una buena ventaja en la carrera evolutiva contra los parásitos”.
Es la vieja “explicación” de la ventaja de la reproducción sexual sobre la asexual; sin embargo, esto no explica cómo este tipo de reproducción pudo haber “surgido”, ya que depende de una doble mutación en distintos organismos, en las mismas generación y región, para que dos seres se encuentren, perciban que son perfectamente compatibles, sientan atracción, copulen y, ¡voilà!, generen otro ser a partir de la combinación de material genético también distinto. El texto se aleja del tema, ya que no hay una explicación satisfactoria para este “doble milagro evolutivo”. Pero ¿y el orgasmo femenino?
Después de algunas líneas más, el autor del artículo vuelve al tema: “Se han propuesto varias hipótesis adaptacionistas para explicar el orgasmo femenino. El zoólogo inglés Desmond Morris, en el libro clásico The Monkey Naked (1967), argumenta que la evolución de la postura erguida en humanos habría dificultado la fertilización, ya que en las mujeres humanas actuales el orificio externo del cuello uterino, a través del cual los espermatozoides deben penetrar, se encuentra en la posición superior de la vagina. Según esta hipótesis, la relajación muscular resultante del orgasmo induciría a la mujer a permanecer acostada después del acto sexual, lo que aumentaría sus posibilidades de fecundación. Sin embargo, la aparición del orgasmo en varios animales cuadrúpedos sugiere que esta hipótesis no es correcta. Otra hipótesis adaptacionista se basa en el hecho de que, dado que el bebé humano nace más indefenso que las crías de la mayoría de los animales, su supervivencia solo está asegurada por el cuidado de la madre y del padre. Según esta propuesta, los orgasmos, tanto masculinos como femeninos, serían un incentivo placentero para sellar la alianza de la pareja y fomentar la supervivencia de sus hijos. El problema con esta hipótesis es que el orgasmo, así como puede ayudar a crear un vínculo a largo plazo en una pareja, también puede ser un estímulo para que una pareja “salte la valla” y tenga relaciones sexuales extramaritales.
Como puedes ver, estos supuestos son insuficientes. No explican, solo complican. Y el autor vuelve a rodear Jericó: después de hablar sobre diferentes comportamientos sexuales en diferentes especies, escribe: “La hipótesis adaptacionista más intrigante sobre la evolución del orgasmo femenino [finalmente, ¿la revelación del secreto?] fue propuesta en 1970 por el inglés Cyril A. Fox y sus colaboradores, del Hospital St. Bartholomew de Londres, después de un estudio de presión intravaginal e intrauterina durante el coito. El estudio mostró que las contracciones de los músculos genitales femeninos durante el orgasmo crean una diferencia de presión que absorbe y transfiere parte de los espermatozoides desde la vagina hasta el canal cervical, lo que aumenta la posibilidad de fertilización. Es la llamada ‘hipótesis de succión’, que obtuvo un fuerte respaldo científico en 1993 cuando los biólogos Robin Baker y Mark Bellis, de la Universidad de Manchester (Inglaterra), estudiaron la transferencia de esperma en 35 parejas inglesas y entrevistaron a miles de mujeres sobre sus experiencias sexuales. Por lo tanto, el orgasmo femenino sería un mecanismo sofisticado que permite a las mujeres elegir, consciente o inconscientemente, cuándo quedar embarazadas. Es decir, un mecanismo típico de elección darwiniana para la mujer”.
El artículo también establece que “los orgasmos múltiples que ocurren después de la eyaculación serían un mecanismo femenino para asegurar el éxito reproductivo del acto sexual”. Conclusión: el orgasmo favorece la reproducción. Ok, eso no se discute. Pero el secreto anunciado permanece sin ser revelado: ¿Cómo surgió este “mecanismo sofisticado” de placer? No se puede ignorar el hecho de que, para que el orgasmo se “active”, se necesitan varios elementos interconectados: nervios, músculos, hormonas específicas, señales electroquímicas, etc., etc. Traduciendo: complejidad irreductible.
Desde el punto de vista darwiniano, el secreto del orgasmo femenino sigue siendo eso: un secreto. Desde un punto de vista creacionista, además de un regalo extra del Creador (ya que va más allá del mandato de reproducción), el orgasmo revela una gran cantidad de diseño inteligente. Pero también implica la concepción de una nueva vida: otro milagro planeado por el Creador.
Después de la eyaculación, los espermatozoides viajan hacia el óvulo a una velocidad de 11 centímetros por hora, ¡lo que equivale a un atleta que nada 10 metros por segundo! El viaje al sitio de fertilización dura 50 minutos. El óvulo es la célula humana más grande, mientras que el esperma es la más pequeña. Alrededor de 300 millones de espermatozoides son expulsados en cada eyaculación. En la vagina, su misión no es fácil, ya que tienen que sobrevivir a las duras condiciones ácidas del medio ambiente. Millones de espermatozoides son destruidos allí. Los más fuertes que sobreviven y alcanzan el cuello uterino se benefician por las contracciones musculares leves. Solo unos pocos millones se acercan al óvulo y un solo espermatozoide lo fertiliza: el más preparado y saludable. Un verdadero control de calidad.
En el exterior, el embarazo es inicialmente imperceptible. En 40 semanas, una sola célula se especializa en diferentes tipos de células, tejidos, órganos... y se convierte en un bebé. A través de una membrana, la madre pasa los nutrientes al niño. Gana más de 850 gramos en 10 semanas. El útero se agranda para poder alojar al feto. El cuerpo materno tiene que reorganizarse para poder albergar al bebé en crecimiento. Los órganos se reorganizan: están apretados en la espalda o presionados contra el pecho. También tienen que trabajar el doble, como los pulmones o el corazón.
Los músculos de la espalda se relajan y se doblan. El estómago gira y queda “aplastado”. La madre puede comer poco por vez, incluso si el bebé le exige muchos más nutrientes que antes.
Después de nueve meses (en promedio), un bebé de más de tres kilos será expulsado. Los músculos pélvicos se relajan y el cuerpo del bebé gira para pasar a través de los huesos de la pelvis de la madre, especialmente diseñados para esta función.
Por lo tanto, la concepción, la gestación y el nacimiento de una nueva vida dependen de una serie de factores que deberían funcionar correctamente desde el principio o, de lo contrario, el primer bebé nunca habría llegado al mundo. Es un proceso que debía diseñarse de manera inteligente para funcionar correctamente la primera vez. Este pensamiento llevó a Ken Taylor a escribir, en su libro Believe To See [Creer para ver]: “Parece ser mucho más fácil creer en un Dios que creó al hombre y a la mujer que en una mutación simultánea que [hubiera producido] un macho y una hembra en una misma generación en un mismo lugar”.
De hecho, el sexo es una de las mayores evidencias del diseño inteligente en la Creación. Desde un punto de vista evolutivo, la existencia de la reproducción sexual es realmente una gran paradoja, como admite el biólogo evolutivo Richard Dawkins en El relojero ciego. A pesar de algunas sugerencias ingeniosas de los darwinistas ortodoxos, no hay una explicación darwiniana convincente para la “aparición” de la reproducción sexual.
En la reproducción asexual, todos los descendientes son clones de un pariente, distintos de él solo en detalles provenientes de la mutación. Por otro lado, la reproducción sexual genera diversidad y ayuda a eliminar mutaciones dañinas.
Realmente parece que la mejor explicación para el origen del sexo radica en un diseño inteligente: el libro del Génesis afirma que Dios creó el sexo como un regalo para la primera pareja, para ser disfrutado dentro del matrimonio, en una relación de amor y compromiso (volveremos a este tema en el capítulo 10). El sexo, según la Biblia, sirve tanto para proporcionar placer y satisfacción en la relación (y simplemente basta con leer Cantares para averiguarlo, ya que no se habla de hijos), como para permitir la reproducción de la especie (recuerda que los seres humanos no dependen del celo y pueden disfrutar del sexo en cualquier momento).
Y, si el sexo tiene que ver con un diseño inteligente, la actitud humana más inteligente sería disfrutarlo de acuerdo con las pautas del Diseñador, tanto científicas como bíblicas. De esto se trata este libro.
* Todas las citas bíblicas de este libro han sido extraídas de La Biblia, Nueva Versión Internacional.
Capítulo 1
Sexo fácil, consecuencias complicadas
Hace algún tiempo, cuando escribí un artículo científico sobre cómo las actitudes desarrolladas en la etapa del noviazgo afectan la calidad y la satisfacción del futuro matrimonio, me hallé con la inmensa dificultad de encontrar publicaciones científicas acerca del noviazgo entre adolescentes y jóvenes. Me pareció extraño. Después de todo, el noviazgo entre adolescentes y jóvenes ¿no es una realidad totalmente difundida, incluso a una edad temprana? ¿Por qué no hay casi nada sobre esto? Entonces, se me ocurrió que tal vez podría ser un buen comienzo la idea de buscar algo sobre ficar, término portugués que se refiere a las relaciones informales y fugaces, a menudo de solo una noche. ¡Y me sorprendió cuando encontré mucho material sobre este tipo de relación! De hecho, no debería haberme sorprendido tanto, ya que recibo muchas solicitudes de asesoramiento de jóvenes que hacen preguntas sobre sus experiencias con esta clase de relaciones efímeras.
Y ¿qué tiene que ver esto con el hecho de que el sexo es tan común hoy en día en las relaciones prematrimoniales? Estas relaciones informales, sin componente afectivo, se caracterizan por la falta de compromiso, la brevedad de la relación y la presencia no obligatoria de un sentimiento, digamos, “serio” por parte de otra persona. En otras palabras, es una relación libre. Las dos personas involucradas no necesitan tener algún tipo de afecto mutuo (recuerda que el afecto es diferente de la atracción física o el interés; es más elaborado, más profundo, más sólido). Finalmente, en esta clase de relaciones informales, debe haber atracción física o sexual, y el deseo de satisfacer sus deseos en cuestión de minutos u horas, y puede extender esta relación por unos días, pero manteniendo las reglas de desconexión.
Más allá de esta descripción, es un tipo de relación en la que las dos personas involucradas buscan el placer a partir de la seducción, y lo que suceda a partir de allí dependerá del deseo común de los dos: besos, abrazos, “toqueteos”, caricias sexuales, o incluso sexo casual.
Cierta vez, un grupo de jóvenes definió estas relaciones informales como “la oportunidad de besarse y estimularse mediante toqueteos solo por una noche, solo para ‘disfrutar’ sin compromiso. Y luego podemos encontrarnos nuevamente para hacer lo mismo o no. Dependerá de si ‘hay química’ o si nos gustaron los ‘toqueteos’. Si no nos gustó, no hay problema. Actuamos como si nada hubiera pasado.”
“Toquetearse” sin querer tener relaciones sexuales o, al menos, estimularse sexualmente, es muy difícil. Nuestro cuerpo reacciona muy bien ante los estímulos, especialmente en zonas erógenas (senos, muslos, glúteos, órganos sexuales, cuello, etc.). Se trata de “acción y reacción”. A menudo, incluso podemos pensar que un beso en la boca no representa ningún peligro para la relación de noviazgo. Por supuesto, hay besos y besos. Pero un beso largo, “acalorado” y bien dado produce sensaciones y deseos sexuales. No es de extrañar que las relaciones sexuales generalmente comiencen a partir de un beso, que tomará nuevas proporciones hasta que la pareja tenga relaciones sexuales. Por lo tanto, es importante, de hecho, cuidar la intensidad del beso cuando la pareja decide no participar sexualmente en el período del noviazgo. De lo contrario, es como poner leña al fuego, sin querer que se encienda.
Y, si un beso puede producir reacciones físicas de placer y estimulación sexual (no es raro que los hombres tengan erecciones y que las mujeres tengan lubricación vaginal durante un beso prolongado en la boca), cuánto más si es acompañado por caricias en partes estimulantes del cuerpo. ¡No hay duda de que esto es delicioso! Pero, la precaución se hace necesaria, porque cuando se estimula el centro del placer, nuestra capacidad de razonamiento disminuye. Por eso, muchas parejas, después de tener relaciones sexuales, dicen esto: “Nos estábamos besando y acariciando mutuamente. Estábamos seguros de que no pasaría nada más. Pero, de repente sucedió. Cuando nos dimos cuenta, ya habíamos tenido relaciones sexuales”. Por lo tanto, no es prudente suponer que la decisión de no tener relaciones sexuales antes del matrimonio será suficiente para que no ocurra la intimidad sexual. Al mismo tiempo, debe haber actitudes de precaución de ambas partes de la pareja.
Pero, volviendo al tema de las relaciones informales efímeras, lo que generalmente está involucrado en motivar esta relación es la posibilidad de la satisfacción inmediata de los deseos. Y este carácter impulsivo casi siempre termina camuflando la necesidad de que, tanto el muchacho como la chica, evalúen racionalmente las características del otro, lo que sería interesante para tener en cuenta a la hora de elegir a alguien con quien ponerse de novio. Después de todo, si la intención es solo besarse, la pregunta que se hacen es: “¿Por qué considerar cómo es realmente la persona, qué religión tiene, qué piensa de la vida, cuáles son sus objetivos, cómo son sus amigos, qué estudia, etc.?
Resulta que no podemos garantizar que involucrarte con alguien en estas relaciones efímeras sea puramente superficial, y punto final. Las emociones nos engañan y, por mucho que una joven o un joven juren que “serán solo unos pocos besos”, puede ser que se genere más de un sentimiento y, como ya están juntos, el “tamiz”, el “filtro” requerido para evaluar a este candidato a novio ya no exista; el placer de los besos, las caricias físicas y, tal vez, la relación sexual, tienden a superponerse con el análisis racional de la supuesta relación.
Cierta vez, una joven me escribió, diciendo: “Thais, necesito ayuda. No puedo romper mi noviazgo. Veo en mi novio muchas cosas que no me convienen. No me puedo imaginar casándome con él. Somos muy diferentes. Peleamos mucho. Pero todo se me va de la cabeza cuando nos besamos. Sabes, ni siquiera nos conocíamos muy bien. Comenzamos con una relación informal y nunca imaginé que nos pondríamos de novios. Era tan bueno cuando nos besábamos y nos acariciábamos el uno al otro que, sin importar cuánto peleáramos, al día siguiente terminábamos encontrándonos y comenzando todo de nuevo. Y así sigue hasta hoy. Cuando vuelvo a casa después de salir con él, pienso: ‘No coincido con él. Me da vergüenza presentarlo como mi novio a otras personas. Necesito terminar’. Pero nunca tengo el coraje, porque parece que no podré estar sin esta pasión que me llena cuando me besa. ¿Eso es amor? Estoy confundida. Creo que tengo que terminar. ¿Qué hago?”
Eso no es amor. Nota que esta joven puede ver que la relación no funcionará, pero la pasión que proporciona la intimidad física y las reacciones físicas agradables le hacen pensar (al menos en el momento de la intimidad) que todo está bien con la relación y que quiere y necesita quedarse con él. Es decir, no es cierto lo que piensan muchos jóvenes (y también adultos solteros), que está bien comprometerse físicamente más profundamente con alguien, porque podrán separar racionalmente el placer físico si tienen que evaluar la relación real. Las emociones son fuertes y nublan el raciocinio.
Lo que esta joven siente por el muchacho es atracción física y deseo sexual. Pero, aparte de eso, no coinciden. Si fuera amor, ella tendría admiración por él (por lo que es, no por sus besos y sus caricias solamente); gustaría de su compañía, independientemente de los besos y las caricias; tratarían de resolver sus disputas con respeto y la voluntad de ayudarse a sí mismos; sentirían placer por conversar y por la amistad que el noviazgo también implica. Pero, tal como está, ¿qué será de ellos (si no terminan) cuando se casen, y los besos, las caricias y el sexo dejen de ser una novedad? ¿Qué otra cosa contribuirá a que permanezcan juntos? Son diferentes. No coinciden. Ella estará avergonzada de él. Probablemente no permanecerán juntos, porque lo que los une es el placer sexual o físico, no la intimidad afectiva, que es algo que analizaremos más adelante.