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—¿Qué problema de seguridad? —preguntó Kevin con el ceño fruncido.

—El que va a pasar en un par de minutos. Justo cuando alguien va a decidir que sería una buena idea que uno de los IAs jugara a ajedrez con él. A propósito, ¿podrías hacerme un favor, Kevin?

Kevin lo miró.

—¿Qué necesitas?

Phil sacó lo que parecía mucho una llave de tarjeta.

—Al Profesor Brewster se le cayó esto. ¿Te importaría devolvérselo cuando lo veas? Estoy seguro de que aparecerá para exigirte respuestas en algún momento.

Kevin la cogió.

—Lo haré —dijo—. Y Phil… gracias.

—¿Por qué? —preguntó el investigador—. Yo no hice nada. De hecho, es bastante importante que recuerdes esa parte.

—Lo haré —prometió Kevin.

Cuando Phil se marchó, Kevin se forzó a esperar, contando los segundos en voz baja. Vio que las luces de las cámaras de al lado de la puerta se debilitaban y, rápidamente, pasó la tarjeta por la puerta.

Salió del edificio, se sentía extraño de estar al aire libre por primera vez en días. El aire dentro del edificio era tan impoluto, tan cuidadosamente filtrado, que parecía casi viciado en comparación. También se hacía extraño estar andando así, cuando había pasado tanto tiempo sentado o tumbado, sin hacer nada aparte de transmitir los contenidos de ese hilo dorado de información. Continuó caminando, y después corriendo, cuando oyó un ruido tras él. Miró hacia atrás y vio a un guardia de seguridad, que parecía inseguro sobre qué hacer a continuación y que hablaba por una radio.

Kevin continuó hacia la valla, sin estar seguro de cuánto tiempo más tendría.

Ahora el Profesor Brewster estaba en algún lugar detrás suyo, gritando para que volviera. Kevin sonrió ante eso. Esto solo hacía más probable que la gente creyera lo que iba a hacer a continuación. Eso podría significar que la gente realmente escucharía.

Corrió hasta la valla y se detuvo, miró a la gente que había allí, miró a las cámaras. Algunas eran de canales de noticias locales. Por lo menos un par parecían ser nacionales. Ante eso, Kevin tragó saliva nervioso. No sabía qué decir.

—Um… hola, me llamo Kevin. Seguramente han oído algunos rumores sobre lo que está pasando aquí, ¿verdad? Bueno, pues son ciertos.

CAPÍTULO NUEVE

Kevin estaba sentado en el despacho del Profesor Brewster, con la sensación de que al científico le encantaría gritarle, si tuviera el tiempo suficiente. Desde luego, parecía lo suficientemente enfadado para hacerlo. Honestamente, ahora mismo, parecía lo suficientemente enojado para explotar. Sin embargo, no tenía suficiente

tiempo, pues estaba demasiado ocupado respondiendo llamadas e intentando hablar con Kevin y la Dra. Levin entremedio.

—Sí, señor. Estoy seguro de que sí. Sí, es verdad que el chico parece… sí, sí, por supuesto. Pero señor, este es nuestro proyecto y… sí, señor, por supuesto que soy consciente de las consecuencias. —Colgó el teléfono—. Era el director de la NASA. ¿Puedes entender lo difícil que es, Kevin? Lo complicado que esto está a punto de…

Volvió a coger el teléfono cuando sonó.

—¿Sí? ¿Quién? No, lo siento. No. He dicho que no, no acepto que se lleven al chico bajo custodia del FBI por su propia seguridad.

Colgó el teléfono.

—Esto solo es el comienzo —dijo. Miró a Kevin—. Kevin, ¿comprendes que parte de la razón por la que quería mantenerlo en secreto era porque sabía cómo reaccionarían algunas personas? La noticia de vida alienígena es algo grande para este país, para el mundo. Quería protegerte de toda la gente diferente que que quería querer controlar una parte de ello.

Kevin miró fijamente al hombre. No había pensado que al Profesor Brewster le interesara algo más que el éxito de su instituto. Era extraño pensar que podría haber estado intentando cuidarlo. Los adultos, decidió, eran demasiado complicados.

El teléfono sonó de nuevo.

—¿La CIA? Pero estamos en terreno… Sí, admito que el espacio está más allá de las fronteras americanas, pero…

Mientras estaban ocupados discutiendo sobre eso, la Dra. Levin le puso una mano sobre el hombro.

—¿Y si vuelves a tu habitación, Kevin? —sugirió—. Estoy segura de que aún estarán discutiendo durante un rato.

Kevin asintió y salieron a escondidas. No estaba seguro de si el Profesor Brewster se había dado cuenta, pues estaba muy ocupado respondiendo a las llamadas. Brevemente, se preguntó qué pasaría si saliera otra vez del edificio y continuara caminando, sin regresar. ¿Haría algo para detenerlo el científico? ¿Podría hacerlo?

Una mirada a través de la ventana insinuaba que no sería fácil. La multitud de reporteros ya había crecido hasta parecer una plaga intentando entrar, la seguridad in situ apenas parecía suficiente para retenerlos. Sin embargo, parecía que esa seguridad iba a ser reforzada, pues iban llegando vehículos militares, que se extendían alrededor del perímetro del edificio, con hombres armados que saltaban al exterior.

—¿Todo esto es porque yo hablé de extraterrestres en la televisión? —dijo Kevin. Le parecían muchos, dada la cantidad de personas que lo hicieron.

—Todo esto es porque les probamos que hay extraterrestres —le corrigió la Dra. Levin y Kevin imaginó que mucha menos gente lo había hecho—. Habrá mucha más.

—¿Cuánta más? —preguntó Kevin. No estaba seguro de sentirse cómodo con la idea de que lo rodearan solo porque había dicho algo.

—Sígueme.

Lo llevó hasta una de las salas de juegos. La tele estaba encendida, los científicos miraban con atención uno de los canales de noticias.

«El chico, identificado como Kevin McKenzie de Walnut Creek, California, afirmó estar en contacto con una fuente de información extraterrestre, y dio detalles exhaustivos sobre el sistema planetario Trappist 1, que muchos expertos creían que estaba…»

La Dra. Levin cambió de canal, y ahora había una entrevista con un hombre con los ojos desorbitados que llevaba una camiseta mugrienta de una banda que Kevin no conocía.

«Todo es una mentira —dijo—. Es una distracción. ¡El gobierno quiere que miremos a eso para que no miremos a la verdad! ¡Es una excusa, para que cuando empiecen a envenenar el agua potable, todo parecerá normal!»

La Dra. Levin volvió a cambiar de canal. Ahora, había un pastor en una pantalla hablando frente a una gran congregación.

«Está claro que el chico en realidad está oyendo la voz de Dios, ¡preparándonos para el Rapto! Debemos estar…»

Apagó la televisión, ignorando las protestas de los científicos cuando lo hizo.

—Ya es suficiente —dijo—. Todos vosotros tenéis trabajo que hacer, y ya será bastante complicado ahora sin escuchar toda esta basura. Vosotros sabéis la verdad. Lo habéis visto. Volved al trabajo.

Para sorpresa de Kevin, lo hicieron, a pesar de que la Dra. Levin no era su jefa. Tal vez solo buscaban a alguien que les dijera lo que tenían que hacer. Ahora mismo, él lo buscaba. Puede que él comprendiera los mensajes de los extraterrestres, pero no estaba seguro de entender realmente la mitad de lo que querían decir.

—Las cosas van a ponerse difíciles —le dijo la Dra. Levin—. Ahora habrá gente que intentará distorsionar lo que tú digas, y usarlo para sus propios fines.

—Entonces, ¿qué hago yo? —preguntó Kevin.

Ella encogió los hombros.

—Sigue diciendo las cosas exactamente como as ves. Estás en el centro de algo grande, pero tienes que decir la verdad, hazlo lo mejor que puedas. es lo único que cualquiera de nosotros puede esperar hacer ahora mismo.

Kevin asintió, pero dudaba que fuera tan fácil. Al menos una razón por la que nos ería fácil era su madre, que ahora lo esperaba al otro lado de la sala de juegos. Se dio cuenta de que estaba asustado. ¿Qué le diría? Sabía que ella había estado tan ansiosa por mantener todo esto en secreto como el Profesor Brewster y, aun así, él lo había contado todo.

Ella fue corriendo hacia él para abrazarlo.

—Kevin, ¿estás bien? Pensé que te traerían de vuelta a tu habitación, y después fui al despacho del Profesor Brewster y estaba hablando por teléfono con el Papa, y…

—Estoy bien, mamá —la tranquilizó Kevin. Ahora mismo, lo hubiera dicho aunque no lo estuviera, solo para quitar algo de la mirada de preocupación de su rostro.

—Ahora hay mucha gente allí fuera —dijo ella—. Kevin, solo intentábamos que estuvieras a salvo.

Kevin negó con la cabeza. Era importante que la gente supiera lo que estaba sucediendo. No importaba si él estaba a salvo.

—Tenía que decírselo.

—Y ahora creo que allá fuera van a volverse locos si alguien no les cuenta más —dijo su madre.

La Dra. Levin inclinó la cabeza a un lado y, a continuación, miró a la multitud que había fuera del edificio.

—Tu madre tiene razón, Kevin. Alguien tiene que explicar todo esto a la gente.

—¿Qué tenía en mente? —preguntó Kevin.

—Creo que tenemos que organizar una rueda de prensa.

***

—Debemos ser muy cautelosos con esto –dijo el Profesor Brewster mientras él, Kevin y la Dra. Levin entraban juntos en una de las salas de conferencias del instituto—. Solo acepto hacer esto porque la alternativa es dejar que la gente invente lo que quiera en lugar de la verdad.

Kevin imaginó que tampoco le gustaba la idea de que la gente intentara entrar a la fuerza en su centro de investigación para descubrir la verdad.

—Así que les diremos la verdad —dijo Kevin.

Ante su sorpresa, vio que el Profesor Brewster decía que no con la cabeza.

—Lo ideal, Kevin, creo que es que digas lo menos posible. tenemos que gestionar las expectativas de la gente con todo esto y lo que podría significar para ellos.

—Pero los extraterrestres existen —dijo Kevin.

—Y eso asustará a mucha gente —explicó el Profesor Brewster—. Tenemos que ir con cuidado. Créeme, yo he estado metido en anunciar muchos descubrimientos científicos. Es importante recibir bien el mensaje con estas cosas, de manera que la gente pueda entender las posibles consecuencias de todo esto.

Se dirigieron hacia una pequeña plataforma, donde algunos de los investigadores habían preparado una pequeña mesa. Kevin se sentó en el medio, flanqueado por los dos adultos. Delante de él había lo que parecía ser un mar de gente, muchos de ellos con cámaras. Empezaron a gritar preguntas casi tan pronto como Kevin y los demás se sentaron.

—Profesor Brewster, ¿realmente ha encontrado pruebas de vida extraterrestre?

—¿Podemos esperar que nos visiten los alienígenas en un futuro cercano?

—¿Todo esto es una broma?

—¿Quién es el chico?

Kevin hacía todo lo que podía por estar sencillamente allí sentado, mientras el Profesor Brewster se inclinaba hacia delante y empezaba a responder, con aspecto oficioso.

—Bien, todas estas son preguntas muy complejas —empezó el director del instituto y Kevin podía imaginar cómo iba a ir todo esto.

Al parecer, la Dra. Levin también.

—Sí —dijo ella—. Hay extraterrestres. No, no es una broma, y la mayoría de vosotros ya conocéis a Kevin. Por lo que he visto en las noticias, la mitad ya habéis empezado a rastrear en su vida. Realmente no tiene ningún sentido. No estamos intentando esconder nada. Para demostrarlo, vamos a llevar a cabo ruedas de prensa regulares aquí, explicando lo que descubramos.

Parecía que el Profesor Brewster se había tragado algo desagradable, pero las preguntas ya estaban llegando de nuevo.

—Pero ¿el chico, Kevin, se comunica de verdad con una civilización alienígena? —gritó un reportero—. ¿Está hablando con ellos?

Cuando la Dra. Levin miró hacia él, Kevin se levantó, intentando no parecer tan nervioso como se sentía ahora mismo.

—Yo no estoy hablando con los alienígenas –dijo él—. Yo he tenido… algunas visiones, supongo… y puedo traducir su señal cuando la oigo. Eso es todo.

—¿Eso es todo? —dijo un reportero, riéndose—. Eso parece bastante. ¿Podremos oír estas señales?

—No estoy seguro de que alguien las entendiera —dijo Kevin. Aunque, ¿y si alguien lo hacía? ¿Y si había alguien más por allí como él? ¿Eso sería bueno o malo? Ahora mismo, Kevin no lo sabía.

—Pero te tenemos a ti para traducir, ¿verdad? —exclamó otra reportera—. ¿El público no tiene derecho a oír estos mensajes?

—Así es —dijo la Dra. Levin y, de nuevo, Kevin tuvo la impresión de que hablaba antes de que el Profesor Brewster pudiera decir algo—. Es por lo que llevaremos a cabo ruedas de prensa regulares a partir de ahora, donde Kevin intentará descifrar las señales que hemos grabado de esa región.

El Profesor Brewster se levantó. Tenía una sonrisa inamovible que parecía que se podría resquebrajar en cualquier momento.

—Está bien, amigos. Creo que no deberíamos agotar demasiado a Kevin. Es suficiente para un día.

***

Esta vez, el Profesor Brewster tuvo más que tiempo suficiente para gritar.

—¡Me tendiste una emboscada, Elise! —dijo el Profesor Brewster—… ¿Ruedas de prensa regulares?

—Venga, David —dijo la Dra. Levin—. Sabes que es lo correcto y de esta forma vas a mantenerlo todo organizado, en lugar de tener a la gente intentando forzar la entrada para conseguir información. Eres científico. No creo en esconder las cosas.

—Yo tampoco creo en que nos corten el financiamiento porque alguien del Congreso piense que estoy revelando algo que deberíamos guardar —dijo el Profesor Brewster, y Levin oyó algo de preocupación bajo la furia.

Kevin se preguntó cómo sería tener el trabajo del Profesor Brewster. Supuestamente, había querido ser científico cuando tenía la edad de Kevin, había querido descubrir cosas. Ahora, parecía que más que nada pasaba el tiempo organizando las cosas y preocupándose por el dinero. Parecía el tipo de cosa que haría alguien que fuese gerente o algo así, no científico. No era algo que a Kevin le hubiese gustado hacer.

—Ahora las hemos anunciado —dijo la Dra. Levin.

—Las has anunciado —dijo el Profesor Brewster—. Todavía podemos…

Una llamada lo interrumpió y, al responder, algo en su expresión dio a entender que esta era diferente a las llamadas que había recibido hasta ahora por esto.

—¿Diga? Sí, es él… Perdón, ¿le he oído bien?… Sí, enseguida. —Parecía cenizo al colgar—. Tenemos que ir al vestíbulo ahora.

—¿Por qué? —preguntó Kevin.

—Porque dicen que el Presidente está aquí.

Kevin podría haber preguntado si estaba bromeando, pero una mirada a la cara del Profesor Brewster hacía evidente que no era así. El corazón de Kevin se tensó en el pecho al pensarlo. ¿El Presidente iba a venir aquí, a verle? De algún modo, incluso la presencia de los alienígenas parecía más posible que eso. De repente, Kevin se preguntó si acababa de hacer lo correcto, los nervios crecían en su interior. De algún modo, no parecía correcto que fuera a conocer al mismísimo Presidente.

Siguió al Profesor Brewster y a la Dra. Levin al vestíbulo del instituto de investigación, teniendo que acelerar para mantener el ritmo. Era evidente que no querían hacer esperar al Presidente. Cuando se acercaron más, Kevin echó un vistazo a través de las ventanas del edificio y vio allí un largo convoy, lleno de vehículos con las ventanas tintadas.

Para cuando llegaron al vestíbulo, el Presidente ya estaba en el edificio, y no era el único. Agentes del Servicio Secreto se dispersaron como si esperaran una amenaza en cualquier momento. Asesores y asistentes le seguían en un corrillo, algunos de ellos parecían un poco sorprendidos de estar allí. Kevin también vio a otras personas, con placas que indicaban que eran de las fuerzas armadas, la NSA, el FBI y más. Parecía que nadie había querido perderse ser parte de esto.

El Presidente se acercó cuando llegaron, dio la mano al Profesor Brewster y, a continuación, dirigió su atención a Kevin. Kevin tragó saliva nervioso mientras el hombre le miraba fijamente.

—¿Así que este es el chico? —dijo el Presidente, mirando a Kevin de arriba abajo como si esperara mucho más.

—Sí, señor —dijo el Profesor Brewster, sonando extremadamente respetuoso—. Este es Kevin.

—¿Kevin? Muy bien, Kevin, ¿tú sabes quién soy yo?

—Usted es el presidente —dijo Kevin. Por dentro, una vocecilla le repetía las palabras estás hablando con el Presidente una y otra vez. Hacía todo lo que podía por ignorarlo, porque si escuchaba demasiado, sospechaba que no podría ser capaz de decir nada.

—Buen chico. Ahora, sinceramente, dime ¿realmente puedes hablar con los extraterrestres?

—No señor —dijo Kevin.

—¡Ajá, lo sabía! —dijo el Presidente—. Dije al comité de contingencias de emergencia que…

—No puedo hablar con ellos, pero sí que recibo mensajes de ellos —continuó Kevin—. Mandan información sobre ellos y su planeta y yo puedo traducirla.

El gesto del Presidente cambió, como si no supiera muy bien qué decir a eso. Kevin ya se estaba acostumbrando a esa expresión de la gente.

—Bien, entonces —dijo el Presidente, moviendo el dedo—. Solo recuerda que esta información se nos dio a nosotros, a América. Evidentemente, iba dirigida a nosotros como la nación más avanzada de la Tierra.

—Señor —dijo el Profesor Brewster—, la señal alcanza a todo el mundo. Kevin solo es el que puede traducirla. También debería ser consciente de que hemos acordado ruedas de prensa para que no nos puedan acusar de ocultar información.

A Kevin le sorprendió que el hombre diera la cara de esa manera para compartir la información. Que diera la cara de esa manera por él. Un asesor se acercó al Presidente y le susurró algo al oído.

—Bueno –dijo el Presidente—, tal vez sea bueno. Los otros países verán que la compartimos y sabrán que no la hubieran conseguido sin nosotros.

—Sí, señor —dijo el Profesor Brewster.

—Pero ahora, me gustaría ver una demostración. Kevin, ¿puedes mostrarme lo que sabes hacer?

Kevin miró a los demás, que asintieron.

—Solo podemos hacerlo si hay una señal —dijo él.

Pero mientras lo decía, pudo sentir la presión en su cráneo que las precedía. Sonó una alarma y se apresuraron hacia la habitación donde hacían la traducción, se sentaron y esperaron. Kevin se sentó, mientras fuera el Presidente y sus asesores estaban por ahí, con apariencia de no saber lo que estaba sucediendo.

Las palabras se filtraban en su mente, la traducción sucedía automáticamente.

«Destruyeron nuestro mundo». —Las palabras sonaban planas, sin emoción—. «Tuvimos que huir. Muy pocos sobrevivimos».

Kevin repitió las palabras y vio que la expresión del Presidente cambiaba, primero a sorpresa y después a algo parecido al asombro.

«Escondimos todo lo que éramos» —dijo la voz, y Kevin lo repitió—, «tanto como pudimos sobre nosotros antes de que llegara el fuego. Se mandaron mensajes, para que la gente nos conociera. Mandamos cápsulas en todas direcciones, hacia todos los mundos habitados».

Kevin intentó imaginarlo, naves espaciales enviadas en todas direcciones, intentando encontrar seguridad. ¿Cuánto esfuerzo habría sido necesario para organizarlo? ¿Cómo podrían haberlo organizado sin que un desastre los amenazara?

«Cada nave contiene una crónica de nuestra historia» —continuó la voz.

«Se mandarán coordinadas a través de esta ruta» —dijo la voz—, «pero el cierre de la nave será hermético para preservarnos. Debéis encontrarla. Debéis prepararos para recibirnos…»

Kevin respiraba con dificultad por el esfuerzo de traducir, el mundo se hizo nítido de nuevo a su alrededor cuando paró. Ahora veía que el Presidente le miraba fijamente y, a continuación, miraba al Profesor Brewster.

—¿Qué significa todo esto? —preguntó—. ¿Qué me estás diciendo?

Kevin podía responder a eso.

—Creo… —dijo Kevin—. Creo que los extraterrestres van a venir aquí.

El Presidente lo miró fijamente. Los otros hicieron lo mismo. Entonces empezó el caos, un montón de gente intentando hablar a la vez. El Presidente habló por encima de ellos.

—Es suficiente —dijo, haciendo un gesto para que se callaran—. Conozco todas vuestras preocupaciones. Profesor Brewster, en mi equipo hay quien piensa que Kevin no está seguro en su centro; que es vulnerable a que lo secuestren o lo ataquen nuestros enemigos. Quieren llevarlo a un lugar seguro.

—Quiere decir que quieren esconderme en una especie de búnker —dijo Kevin. Negó con la cabeza—. Yo no quiero hacer eso.

—A veces no se trata de lo que queremos, hijo —dijo el Presidente—. Se trata de lo que es bueno para el país.

—Con respeto, Sr. Presidente —dijo el Profesor Brewster—. Los deseos de Kevin en esta cuestión sí que deberían tenerse en cuenta. No ha cometido un crimen, así que sería incorrecto, incluso ilegal, encerrarlo. Este es un centro seguro y, si los demás que están aquí quieren contribuir a esa seguridad, esos ería muy útil. Pero deberían hacerlo aquí, donde está el conocimiento tecnológico para estudiar lo que está pasando.

A Kevin le sorprendió ver cómo el Profesor Brewster lo defendía de esa manera, incluso aunque supiera que en parte era porque no quería arriesgarse a perder la oportunidad de ser parte de todo esto. Parecía que el Presidente también estaba un poco sorprendido de oírlo.

—Ese es un… propósito muy convincente, Profesor —dijo—. Muy bien, el chico se quedará aquí. Proporcionaremos a su centro cualquier cosa que necesite, pero coordinará con mi oficina. Necesito que comprenda la gravedad de esto.

—Sí, señor —dijo el Profesor Brewster—. Gracias, Sr. Presidente.

Kevin no estaba completamente seguro de lo que acababa de aceptar el profesor. Sonaba como si acabara de donar mucho del control del proyecto.

—Necesito que tú también comprendas la gravedad de esto, Kevin —dijo el Presidente—. Antes de venir aquí, pensaba que esto era una tontería, y ahora no estoy tan seguro.

—Es verdad —insistió Kevin.

—La verdad es que esto no importa —dijo el Presidente—. Ahora no. Tenemos informes de que Rusia y China están movilizando a sus militares, llevando a cabo “ejercicios” por si hay algún tipo de ataque. En Filipinas ha habido disturbios, pues la gente piensa que esto significa el fin del mundo. Tenemos que ir con mucho cuidado con todo esto, Kevin. Voy a permitir que las cosas continúen por ahora, pero habrá gente aquí para vigilar lo que pasa.

Eso a Kevin no le importaba. Lo que importaba era que continuaban. Los extraterrestres estaban mandando algo a la Tierra y, fuera lo que fuera, Kevin estaba decidido a encontrarlo.