Loe raamatut: «Raíces de Sentido»
© COMUNICACIONES NORESTE LTDA.
INSCRIPCIÓN Nº: 157.748
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A Sofía
ÍNDICE
I. INTRODUCCIÓN
II. EL MUNDO SEGÚN LOS EGIPCIOS
1. CONTEXTO INICIAL
2. UN POCO DE HISTORIA
3. LOS MITOS EGIPCIOS DE LA CREACIÓN
A. Dos primeros mitos de la creación: Elefantina (Aswan) y Hermópolis (Khemnu)
B. El mito de la creación de Heliópolis (Inun)
C. El mito de Osiris, Isis y Horus
D. La Piedra Shabaka
E. El mito de la creación de Menfis (Men-Nefer)
4. EL PODER DE LOS NOMBRES
5. LA MAGIA DE LOS NÚMEROS
6. LA MUERTE, EL JUICIO FINAL Y EL RETORNO DEL CORAZÓN Y LA LENGUA
7. EL ARTE FUNERARIO
8. EL CARÁCTER CÍCLICO DE LA VIDA
9. EL OCULTISMO EGIPCIO
BIBLIOGRAFÍA
III. LOS GRIEGOS
1. EL MUNDO MITOLÓGICO DE LOS GRIEGOS
A. Introducción
B. El panteón olímpico
Del caos a los Titanes
La emergencia del orden olímpico
Zeus
Hera
Poseidón
Deméter
Hefaísto
Afrodita
Ares
Atenea
Apolo
Artemisa
Hermes
Hestia
Hades y el mundo de las tinieblas
La creación de los humanos: Prometeo, Epimeteo y Pandora
C. Dionisos, el dios extraño
El nacimiento de Dionisos
Niñez y adolescencia del dios
Algunos rasgos de Dionisos
Relación de Dionisos con otros dioses
Ariadna
Algunos episodios en la vida de Dionisos: los enojos del dios y la presencia de la muerte
La historia de Licurgo, rey de Tracia
La historia de Penteo, rey de Tebas
Reflexiones sobre el significado de Dionisos
D. El mito de Teseo y el Minotauro 159
Minos, Pasifae y el Minotauro
Dédalo e Ícaro
Egeo, Medea y Teseo
Teseo, Ariadna y el Minotauro
La muerte de Egeo
Teseo, Fedra e Hipólito
E. El mito de Edipo y su respuesta a la Esfinge
Tiresias y el nacimiento de Edipo
Edipo huye del destino: la muerte de Layo
El encuentro de Edipo con la Esfinge
El destino sigue su curso
Antígona y los dos tipos de leyes
F. Reflexiones finales
Los mitos y sus imágenes
El carácter de los dioses
La estructura arquetípica de los mitos
Los mitos y la estructura del alma
Politeísmo y polifonía del alma: Nietzsche y Jung
Coaching ontológico: una interacción entre Hermes y Dionisos
Picasso Minotauro
Láminas: PICASSO MINOTAURO, obras e imágenes
BIBLIOGRAFÍA
III. LOS GRIEGOS (Segunda parte)
2. EL NACIMIENTO DE LA FILOSOFÍA EN GRECIA
A. Antecedentes
B. Los filósofos naturales
Tales
Pitágoras
Anaximandro
Parménides
Heráclito
C. Los sofistas
Protágoras
Gorgias
D. Sócrates, una figura sin precedentes
E. El nacimiento del programa metafísico
Platón
Aristóteles
BIBLIOGRAFÍA
IV. EL MUNDO RELIGIOSO DE LOS JUDÍOS
1. BREVE RESEÑA DE LA HISTORIA DEL PUEBLO JUDÍO SEGÚN SUS TEXTOS SAGRADOS
A. La creación
B. La crisis moral y el diluvio: Noé
C. La alianza de Dios con Abraham: el período de los patriarcas
D. La esclavitud en Egipto y el Éxodo: Moisés
E. El período de los jueces
F. El período de los reyes: David y Salomón
G. El cisma y los profetas: los reinos de Judea y de Israel
H. El cautiverio de Babilonia y la subordinación al imperio persa
I. El período helenístico
J. El período romano
K. La diáspora y el judaísmo rabínico
La sinagoga y el rabino
Sefarditas y ashkenazis
Los trabajos de compilación
Maimónides
La cábala
La expulsión de España y Portugal
El holocausto
L. El Estado de Israel
2. LA HIPÓTESIS EGIPCIA
A. La inquietud original de Freud
B. Recapitulación histórica: el dominio de los hicsos en Egipto y el reinado de Akenatón
Láminas: XVIII Dinastía egipcia, siglo XIV a.C
Reyes de la XVIII Dinastía de Egipto en el siglo XIV a.C
C. Algunas interpretaciones posteriores
3. RASGOS BÁSICOS DEL JUDAÍSMO
A. La noción de Dios de los judíos
La instauración del monoteísmo
El judaísmo, una religión revelada
Un Dios sin nombre y sin cara
El temperamento de Dios
B. Un pueblo elegido por Dios
C. La Tierra Prometida
D. La Ley
E. El libro sagrado
F. El Templo y el sacerdote
G. La figura del Mesías
H. Una religión encarnada en la historia: la noción de tiempo del judaísmo .
I. La importancia del padre y la familia
J. El poder de la palabra
4. PALABRAS FINALES:
Algunas diferencias entre el judaísmo y el cristianismo
BIBLIOGRAFÍA
V. LOS ORÍGENES DEL CRISTIANISMO
1. INTRODUCCIÓN
La crisis espiritual del Imperio Romano y el nacimiento del cristianismo
2. EL PROBLEMA DEL ANACRONISMO
3. LA FIGURA DE JESÚS
A. Juan Bautista
B. El advenimiento inminente del reino de Dios
C. El anuncio de la reaparición del profeta Elías
D. Juan y el rito del bautismo
E. Juan bautiza a Jesús
F. La relación entre Juan Bautista y Jesús
G. La visión de Jesús durante el bautismo
H. La reclusión en el desierto y las tentaciones del diablo
I. El inicio del apostolado de Jesús
J. Algunos hechos de la vida de Jesús
K. Jesús y sus apóstoles
L. El juicio final
M. El Sermón de la Montaña
N. Los días finales
O. La resurrección de Jesús
4. PABLO, FUNDADOR DEL CRISTIANISMO
A. Sobre la vida de Pablo
B. La doctrina de Pablo
5. DESARROLLOS EN LA CRISTIANDAD TEMPRANA: EL MOVIMIENTO GNÓSTICO
A. Tomás, el apóstol
B. Simón Magus
C. Pablo
D. Valentín
E. La reacción contra los gnósticos
F. El gran descubrimiento de Nag Hammadi
G. La doctrina gnóstica
H. Algunos desarrollos posteriores
6. PALABRAS FINALES
A. Fortalezas y debilidades del cristianismo primitivo
B. Un imperio en decadencia
C. Una nueva Pompeya
D. Dios y el sentido de la vida
E. Dos responsables, según Nietzsche
F. Más Dios
G. Dos elementos de la crisis: Iglesia y Fe
H. Crisis del concepto de Iglesia
I. Crisis del concepto de fe
J. El renacimiento del espíritu gnóstico
BIBLIOGRAFÍA
I. INTRODUCCIÓN
Este es un libro que he venido incubando desde hace algún tiempo. La realización durante 2005 de un Programa Avanzado para quienes ya disponían de la certificación básica que otorga Newfield Consulting me brindó la oportunidad de darle a este proyecto un impulso final. Muchos de los materiales que aquí recogemos fueron parte de dicho Programa, conformando uno de sus múltiples módulos, ya fuera como material escrito o como base para presentaciones orales. Sólo partes de la última sección de este libro, aquella referente al cristianismo, fueron escritas con posterioridad al término de este Programa. El objetivo que se proponen los materiales recogidos en esta obra es profundizar en las raíces más antiguas y profundas de nuestro ser occidental. Si deseamos comprender cómo somos y la manera como encaramos la vida, es imprescindible mirar al pasado y conectarnos con nuestras raíces históricas. Somos el producto de una larga historia, donde confluyen múltiples corrientes culturales. Las que recogemos en este libro no son obviamente todas. Pero sí creemos que son las más importantes. Profundizar en ellas nos permite no sólo entendernos mejor, sino también retomar contacto con aspectos que marcaron nuestra historia y que pudieran sernos muy útiles para sortear el futuro que hoy encaramos.
Hay, sin embargo, ausencias que es importante advertir. Mucho me hubiese gustado haber podido incluir algún trabajo sobre las antiguas culturas de Mesopotamia: asirios, babilónicos, persas y los pueblos que los antecedieron. Dadas las restricciones de tiempo con las que encaré este proyecto, ello no fue posible y, por tanto, lo que presentamos lleva esta importante laguna. De otra parte, si de lo que se trata es el desplegar una mirada al ser occidental de hoy, evidentemente era imprescindible haber explorado también el mundo del Islam. Esta ausencia me duele. Estamos enfrentando actualmente un peligroso distanciamiento con el Islam y me parece de la máxima importancia reconocer que éste forma parte de nuestra misma genealogía occidental. Se trata de una parte con la que tenemos la obligación de reencontrarnos.
Muchos sitúan al Islam en el Oriente: con ello sólo expresan el carácter crítico que ha alcanzado nuestro distanciamiento. El Islam es tan occidental como lo es Europa. Se trata tan sólo de una rama diferente de aquella que nosotros terminamos por seguir. Es importante, por ejemplo, no olvidar que fue gracias al Islam que durante el Renacimiento nos reconectamos con el mundo griego. Éste había sido un mundo en gran medida olvidado durante nuestra Edad Media, mundo que la cultura islámica había preservado mientras nosotros le dábamos la espalda.
Problemas prácticos, de plazos y urgencias impidieron que el Islam fuera parte de este libro. Pero es importante advertir también su ausencia, y los efectos que ésta tiene, si queremos contar con un cuadro más completo del ser occidental. Todo ello implica que los temas finalmente abordados remiten a nuestras raíces occidentales directas, aquellas que dan cuenta de la rama del Occidente que termina instalándose en Europa, y que desde allí conduce a nosotros. El Islam no forma parte de esas ramas. Aunque estamos con él emparentados, no forma parte del árbol de nuestros antepasados directos.
Parte de la urgencia que he sentido en publicar este libro surge de mi convencimiento de que hoy los occidentales estamos enfrentando una aguda crisis. Se trata de una crisis en el nivel más profundo de nuestro ser: en sus dimensiones espirituales. El alma occidental se ha ido vaciando progresivamente, generando una sensación de honda alienación. Nuestro propio mundo se nos muestra cada vez más pobre en su capacidad de proporcionarnos el sentido de vida que requerimos para conducirnos y establecer modalidades de convivencia que nos resulten a todos satisfactorias. Nuestras tradiciones nos dan la impresión de haberse secado y de ser incapaces de entregarnos el alimento espiritual que requerimos para conferirle a la vida un sentido de plenitud.
Algunos han descrito esta crisis con el término de nihilismo. Un gran malentendido ha rodeado la noción de nihilismo. Algunos acusan de nihilistas precisamente a quienes han levantado la acusación de que hemos caído en él, como si éstos lo estuvieran defendiendo. Pero, ¿quiénes podrían defender ese agudo desgarramiento, en el que nada pareciera tener sentido, que llamamos nihilismo? Esos acusadores parecieran no percatarse de que son ellos mismos los responsables de él. No logran darse cuenta de que esa acusación se dirige contra ellos mismos. Son las instituciones que tradicionalmente sostuvieron nuestra espiritualidad, y que nos proveían el sentido de vida que nos resultaba necesario para vivir, las responsables de haber generado este fenómeno, al mostrarse crecientemente incapaces de cumplir con su misión.
Evidentemente no se trata de que ellas quieran promover el nihilismo. Sin embargo, independientemente de sus deseos, eso es precisamente lo que han estado haciendo. Estas instituciones han entrado en una fase de agotamiento y dan inequívocas señales de decadencia. Algunos posiblemente hablen de fracaso. Sus debilidades, sus insuficiencias, no son directamente reconocibles entre quienes todavía reciben su influjo y siguen sus preceptos.
Pero no puede ser de otra forma. Es la masa creciente de los que se alejan de ellas la que nos revela cómo estas instituciones han perdido su poder de convocatoria y cómo su vigencia histórica pareciera estar en cuestión. El nihilismo no es la expresión de lo que estas instituciones hacen, sino de lo que no son capaces de hacer. De allí que lo percibamos no entre quienes todavía adhieren a ellas, sino en quienes se han alejado y, al hacerlo, han perdido la fe en la vida. Es absurdo culpar a los que no creen por su falta de fe. Son las instituciones a las que corresponde promover la fe y sostenerla, a estas debemos exigir cuentas por los que han dejado de creer.
Muchos son aquellos que, desilusionados con lo que hoy nos lega nuestro propio pasado, se vuelcan hacia las tradiciones del Oriente en la búsqueda de aquel sentido que occidente pareciera ser incapaz de proporcionarnos. Personalmente creo que tal opción sólo resuelve parcialmente nuestros problemas. Lo hace quizás tan sólo a un nivel personal, y muchas veces de manera provisoria. El sentido que nos falta no es algo que pueda pedirse de prestado y traerse desde fuera. Y aunque respeto las búsquedas en el oriente, pienso que lo que ellas nos aportan será precario y obligadamente de corto aliento. Estoy convencido de que una crisis espiritual como la que estamos viviendo sólo puede resolverse de manera válida y duradera enfrentándonos a nosotros mismos. Una crisis del alma occidental no se resuelve sino al interior de esa misma alma. Importar remedios desde fuera no logrará producir la sanación que requerimos. El hecho de que sean tantos los que vuelven su mirada al oriente nos muestra la profundidad de nuestra propia crisis, pero no nos exime de la tarea de confrontarnos.
Quizás esté equivocado. Es una posibilidad que nunca podemos descartar. Con todo, pienso que los occidentales tenemos un problema pendiente, un problema urgente que resolver con nuestro propio pasado. No basta con salir a buscar fuera de nosotros mismos lo que nos hace falta. Debemos entender primero qué nos pasó, cómo fue que nos vaciamos de ese sentido espiritual que tanta falta hoy nos hace, dónde nos extraviamos. No nos es posible eludir la responsabilidad que tenemos con nosotros mismos, pues es en nosotros donde reside esta crisis. Mientras no entendamos cómo y por qué llegamos al punto en que nos encontramos, esa crisis no dejará de acecharnos. Podremos arrancar de muchos lugares, pero no podremos arrancar de nosotros mismos, pues donde vayamos allí estaremos de nuevo; porque independientemente de nuestros desplazamientos, siempre nos llevamos a nosotros dondequiera que nos dirijamos con una tarea pendiente por resolver.
Y aunque personalmente muchas veces me asomo a lo que nos proporcionan las tradiciones del Oriente, me he hecho el propósito en mis trabajos de no cruzar la frontera de la India. Tengo el mayor respeto por esas tradiciones y no descarto incluso que ellas puedan proporcionarnos algo de lo que hemos perdido. Pero estoy convencido de que nada que nos llegue de fuera logrará evitar que nos enfrentemos a nosotros mismos y a nuestro propio pasado. No podemos escapar de nuestras propias responsabilidades. Si el camino que tomamos nos ha conducido al sinsentido, al nihilismo, tenemos que ser capaces de identificar dónde y cuándo nos perdimos, para rehacer el camino equivocado. En ello es indispensable volver la mirada y desandar lo caminado. Es necesario reconectarnos con nuestras propias raíces.
Este libro expresa un intento en esa dirección. No pretende resolver el problema de la profunda crisis de nuestra alma occidental, pero busca al menos reconocernos, examinando las principales tradiciones de sentido que nos han constituido. Al desplegar esa mirada hacia el pasado tenemos la esperanza de encontrar no sólo algunas de las causas de nuestra alienación, sino también la savia que nos permita volver a orientarnos. Se trata, como esperamos mostrarlo, de una tradición de gran riqueza y diversidad.
Siempre hemos reconocido que el ser occidental se ha nutrido de dos grandes tradiciones: por un lado, aquella que viene del mundo greco-romano, y por otro, la que recibimos del mundo judeo-cristiano. Son tradiciones muy diferentes que, sin embargo, han confluido para convertirnos en el tipo de ser que hoy somos. Difieren con respecto al papel que cada una le confería a la razón y la religión, al concepto del tiempo y al vínculo con la historia, y por sobre todo cada una de ellas concluye en una manera muy diferente de concebir la vida y el ser humano. Con todo, estas dos tradiciones tan diferentes encontraron formas de confluir y converger en relaciones diversas y no siempre estables, con pesos y ponderaciones variables que además se modificaban en el tiempo.
Lo que no siempre reconocemos es que esas dos tradiciones reciben una importante influencia del mundo cultural egipcio, que se desarrollara mucho antes que éstas. Los vínculos del mundo egipcio con la tradición griega son más conocidos, aunque no siempre suficientemente apreciados. Muchas veces pareciera creerse que el mundo griego surgió milagrosamente, de la nada, sin influencias culturales significativas. Ello no es así. En él confluyen muy diversas influencias, y la de Egipto es una de las que no es posible prescindir.
Los vínculos de los egipcios con la tradición judeo-cristiana, aunque no desconocidos, se suelen plantear a un nivel bastante más superficial del que defenderemos en este libro. Se supone que el judaísmo habría nacido en Mesopotamia, en el valle que conforman los ríos Tigris y Éufrates. Este libro se permitirá sospechar de esa interpretación. No es descartable que ella haya sido desarrollada en el período en el que fueron escritos buena parte de los textos que hoy componen los escritos sagrados de los judíos, período que nos sitúa durante el cautiverio de los judíos en Babilonia. En esos años haber enfatizado la relación con Egipto resultaba peligroso, pues éste era un polo de poder alternativo al que se había desarrollado en Mesopotamia. El papel de Egipto en los textos judíos tiende, por lo tanto, a reducirse al período asociado con el trauma de la esclavitud. Como apreciará el lector, nosotros levantaremos una hipótesis alternativa y exploraremos la idea de que la tradición judeo-cristiana podría ser heredera de corrientes que nacen en el Egipto antiguo.
Sin embargo, la presencia del mundo egipcio en el ser occidental actual no se restringe tan sólo a una cuestión genealógica. Parte de lo que argumentaremos es que hoy en día, más allá del pasado, los occidentales tenemos una capa en nuestra forma de ser que es propiamente egipcia, y que ella no nos llega a través de otras influencias mediadoras. El Egipto antiguo vive como parte de nosotros en el presente. Quienes conciben la historia sólo como cuestión del pasado prescinden de lo más importante. La historia nos es importante por cuanto ella vive en nosotros hoy en día. Somos lo que nuestra historia determinó que fuéramos y llevamos esa historia como parte de nuestra existencia presente.
Habiendo dicho todo lo anterior, estamos en condiciones de anticiparle al lector lo que encontrará en esta obra. La primera sección nos conducirá al Egipto antiguo. Lo que buscaremos en él no son los hechos de su historia; aquello que atraerá nuestra mirada serán los desarrollos de sentido que se generaron en ese mundo o, dicho de otra forma, la particular mirada al mundo, a la vida, a los seres humanos que nacerán alrededor del Nilo.
En seguida, penetraremos en el mundo de los griegos. Allí bifurcaremos la mirada. Por un lado exploraremos los rasgos más importantes de la mitología desarrollada por ellos. Sin ofrecer una mirada exhaustiva de la mitología griega, creo que nuestra incursión será lo suficientemente extensa para comprender los rasgos más sobresalientes de su mundo religioso. Advertimos que nuestra mirada estará marcada desde el inicio por nuestras predilecciones. Hay aspectos de la mitología griega que nos atraen más que otros, y nos dejaremos guiar por nuestras propias sensibilidades. Pensamos que al hacerlo servimos mejor al lector. Ello implica, por ejemplo, que le daremos una gran importancia a la comprensión de un dios griego que ni siquiera formaba parte del panteón olímpico. Nos referimos a Dionisos. Creemos que Dionisos tiene una importancia muy grande en permitirnos comprender aspectos centrales del alma humana, y que el significado que los griegos entonces le conferían mantiene una inmensa vigencia hoy en día. Como forma de exhibir esa vigencia haremos, al final de esa sección, un salto en la historia para culminar hablando de Pablo Picasso. Esperamos que el lector nos perdone esta licencia y que el resultado logre justificar nuestra imprudencia.
Habiendo abordado la mitología helénica nos mantendremos todavía en el mundo de los griegos, pero seguiremos esta vez un segundo camino. Si deseamos entender adecuadamente la influencia griega de la que somos portadores es imprescindible abordar el tema del nacimiento de la filosofía en Grecia. Es allí, es entonces que los occidentales encontramos las premisas más relevantes de la manera como concebimos a los seres humanos y, en consecuencia, de cómo nos concebimos a nosotros mismos. Pocos desarrollos serán tan determinantes en la conformación del ser occidental como aquellos que nos remiten al nacimiento de la filosofía griega. La importancia de lo que acabamos de señalar se incrementa cuando comprendemos, además, que nuestra actual crisis en Occidente nos obliga a volver la mirada y revisar las premisas que en ese entonces tomamos como parte central de nuestro sentido común. En Grecia se impuso lo que hemos llamado el programa metafísico, programa que devino hegemónico durante gran parte de nuestra historia y que consideramos que hoy ha llegado a los límites de sus posibilidades, obligándonos a ponerlo muy profundamente en cuestión. No creo posible, en consecuencia, comprender nuestra encrucijada actual sin vernos obligados a reconectarnos críticamente con lo que hicieran determinados filósofos griegos.
La cuarta sección de este libro trata de la tradición judía. El contraste que encontramos con el mundo griego es sorprendente. Y sin embargo esta tradición es una parte fundamental de nosotros. Nuestra historia confrontó permanentemente estos mundos tan radicalmente distintos. ¿Por qué lo eran tanto? ¿En qué consistían sus diferencias? Estas son preguntas que procuraremos responder. Al hacerlo, nuestras respuestas llevarán siempre el sello particular de nuestra propia mirada. Y aunque no puede ser de otra forma, me interesa que el lector sepa que estamos siempre muy conscientes de ello. Uno de los aspectos más destacados en los que esta mirada nuestra se expresa será la sección en la que desarrollaremos lo que llamamos la hipótesis egipcia, y que adelantábamos arriba. No se trata de una hipótesis nuestra; de hecho fue originalmente levantada por Freud. Pero permite un giro en la manera como observamos el mundo judío, giro que creemos interesante sopesar.
Por último culminamos con una larga sección sobre los orígenes del cristianismo, sección que, a pesar de advertir que posa la mirada en un pasado distante y que no realiza un seguimiento de todo el proceso de desarrollo histórico que luego lo acompaña, creemos que nuevamente nos permite volver con elementos de juicio que nos son útiles para mirar la encrucijada del presente con otros ojos. Ello implica que esta sección, luego de restringirse a los primeros siglos de la evolución del cristianismo, no puede dejar, al final, de saltar hacia el presente con el propósito de mostrarnos cómo en ese entonces escogimos algunos caminos que parecieran habernos conducido a callejones sin salida.
Me es importante advertir que esta sección sobre los cristianos me fue la más difícil. Para quienes venimos de la tradición cristiana, los egipcios, griegos y judíos se nos presentan con la gran ventaja de la distancia histórica. Abordar, sin embargo, el tema del cristianismo nos obliga a revisar muchos de los presupuestos que viven todavía en nosotros. Nuestro principal enemigo es el hecho de que ello nos hace creer que sabemos mucho más de lo que en realidad sabemos, y que a partir de nuestro conocimiento presente ya disponemos un conocimiento relativamente sólido del pasado. Uno de mis principales descubrimientos es que nuestros conocimientos presentes son el principal obstáculo que encontramos para comprender ese pasado. Para acceder realmente a éste requerimos pensar contra nosotros, poner en cuestión muchos de nuestros supuestos. Sólo una vez que lo hacemos descubrimos que disponemos de pistas para reconstruir nuestra mirada sobre nuestro propio presente. Espero que el lector tenga, a través de la lectura que le ofrecemos, una experiencia equivalente.
Todo lo que escribo se sabe una interpretación. Nada de lo que señalo busca quedar grabado en piedra. Ello implica que desde el mismo momento que entregamos este libro al público sabemos que es posible desarrollar miradas muy diferentes de las que yo propongo. Y no sólo diferentes, también más poderosas. No defendemos a brazo partido nada de lo que argumentamos. Desarrollar estos argumentos, tejer estas diferentes narrativas, ha sido una experiencia muy enriquecedora en lo personal. Nuestra expectativa no es entregar verdad alguna, sino abrir temas de discusión y promover debates sobre cuestiones que consideramos de máxima importancia. Si lo que planteamos sirve para llegar a conclusiones que nos permitan avanzar hacia la búsqueda de una salida para la crisis que enfrentamos, aunque tales conclusiones sean muy diferentes de las mías, aunque ellas me contradigan en mucho de lo digo, me declararía plenamente satisfecho.
Maitencillo, abril de 2006