La noche de los asombros

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La noche de los asombros
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RAMÓN LÓPEZ REINA

LA NOCHE DE LOS ASOMBROS

Leyendas, mitos y superstición en la ciudad antigua


ANTEQUERA 2017

LA NOCHE DE LOS ASOMBROS

© Ramón López Reina

Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric

Iª edición

© ExLibric, 2017.

Editado por: ExLibric

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artística o científica.

ISBN: 978-84-16848-87-4

Nota de la editorial: ExLibric pertenece a Innovación y Cualificación S. L.

Índice de contenido

Portada

Título

Copyright

Índice

Nota aclaratoria

Dedicatoria

AGRADECIMIENTOS

“Cada cual crea lo que quiera creer y vea lo que quiera ver…”

Introducción

Antiguos pozos, túneles y pasadizos ocultos

Aquella sesión de ouija

Asombros en la sierra

Cuando el perro aúlla

Desnuda al alba

El curandero sabio

El ermitaño

La ermita corrompida por el Diablo

El fantasma del barrio de san Miguel, Antequera

El ligamento

El mal de padrío

El peñón del Negro

El reloj de san Marcos

El rezo a las ánimas benditas

El viejo Cementerio Moro

Extrañas luminarias

Fantasmas en un antiguo cine de verano

La batalla de los cuernos

La beata Marina de Alonso

La casa derruida

La huida del renegado

La iglesia del horror

La niña aparecida al pequeño pastor

La niña sensitiva

Las apariciones en el palacio del conde de Colchado

Las torturas sufridas por santa Eufemia

Los artistas del mal fario

Los tres avisos

No rompas esta cadena

Un ente maligno

Una apuesta de valor

Bibliografía

NOTA ACLARATORIA DEL AUTOR

Ruego me disculpen si algún lector o lectora se siente identificado con algún capítulo, hecho o caso determinado. Siempre he velado por la privacidad de las personas que protagonizan los artículos, es por ello que nunca se nombran ni se dan datos específicos. Salvo los que fueron de índole publica al ser divulgado en diferentes medios de comunicación.

A mis mayores y a los testigos del misterio por el conocimiento aportado.

A mis padres por su apoyo.

A Mónica por su cariño.

A Iker Jiménez y su programa

Cuarto Milenio por ser tan evocador.

Y a mi Hermana Rosa María por su ayuda y su inconmensurable amor a los libros.

AGRADECIMIENTOS

Al grupo de Facebook “Cosas Antequeranas que se han perdido con el paso del tiempo”, a todos sus respetables miembros y especialmente a Juan Campos Rodríguez y Manuel Rodríguez García por su labor de aportación al grupo y ponerme sobre la pista del misterio.

“Cada cual crea lo que quiera creer y vea lo que quiera ver…”

Introducción

Podríamos imaginarnos en el salón de una vieja y humilde casa de Antequera, ¿o por qué no?, cualquier pueblo que sintamos como nuestro. En una tarde noche fría y lluviosa de invierno, al calor de una mesa camilla y su brasero de cisco o picón sentados frente a una amable persona mayor que nos habla de relatos y vivencias en tiempos antiguos degustando un café. En esa entrañable velada no se enciende aquel televisor aún en blanco y negro, que poco menos servía de mero elemento decorativo. Tan solo se escuchaba el agua de lluvia caer por los canales y las ráfagas de viento pegando en los cristales de las ventanas que casi parece que se fueran a romper.

Aquel anciano o anciana nos brinda una paz especial al hablar y nos cautiva con la magia de sus palabras. En el transcurso de la noche podemos escuchar todas aquellas historias fantásticas, inverosímiles, que en nuestros días de plena era tecnológica ya no tienen razón de ser. Historias o leyendas que ya no se cuentan, que parece ser que a nadie interesan y, que por desgracia se pierden en la noche de los tiempos.

Esa es precisamente la esencia de este nuestro libro, estimado lector. Recuperar todos los relatos que pude oír de mis mayores y que con fundamento documental o no, con veracidad histórica o tratándose de simple tradición oral formaron parte del folklore y la vida de nuestros antepasados.

Podemos sumergirnos en la historia olvidada, en algunas supersticiones y supercherías que nadie recuerda, en extraños sucesos que se contaban al fuego de la hoguera, narraciones de fantasmas, aparecidos y hechos insólitos.

Todo por volver a ponernos en la piel de un niño al que le fascinaban estos relatos causándole no menos inquietud y miedo.

Quiero advertir que muchas de las narraciones no tienen base documental y que al ser fruto de la tradición oral, pudieran ser ciertas o no. Cada cual juzgue de la manera que crea oportuna. Siempre he intentado buscar algún fondo o fuente documental que avale la narración en sí, muchas veces sin conseguirlo, ya que mi investigación al caso no dio para más.

Todos los relatos, aunque no se produjeran en Antequera, sí que se contaban como si hubieran ocurrido en la localidad haciéndose eco en ella, de hecho es muy probable que se tomaran como nuestras narraciones pertenecientes a otros lugares de Andalucía y España. Así que no es raro encontrar hechos insólitos similares acaecidos en distintos lugares.

 

He puesto todo mi empeño e ilusión en este libro sobre todo para que no se pierda la memoria de la tradición, para que no se pierda todo aquello que no se quiere o no se sabe contar y que un día fue perdido en la memoria.

Bienvenido a este viaje a través del tiempo, ¡muchas gracias!

¡Qué fluya la energía!

Antiguos pozos, túneles y pasadizos ocultos

«… en la dicha çibdad ay algunas casas que tienen balcones e salidas sobre las calles publicas a cuya cabsa las fasen oscuras e paresçen mal para el ornato e bien publico desa dicha cibdad. Por ende… derribasedes los dichos balcones e salidas que salen sobre las dichas calles, e mandase qe se puedan tomar a justo preçio algunas casas pequennas… para ensanchar… desta manera la dicha çibdad será mas noblecida… que agora ende aquí adelante… non edifiquen en las calles publicas… pasadizos ni saledizos, corredores ni balcones, ni otros edificios algunos que salgan a la dicha calle fuera de la pared en que estuviese el tal edificio… por manera que las dichas calles principales queden esentas… de ningun pasadizo ni saledizo y esten alegres y limpias e claras e puedan entrar y entren por ellas el sol e claridad…».

(Doña Juana, reina, en Segovia a 27 de noviembre de 1515).

(Tomado de Francisco Alijo Hidalgo).

(Cortesía de Juan Campos Grupo de Facebook Cosas Antequeranas que se han perdido con el paso del tiempo).

Así se instaba al cabildo civil de la ciudad de Antequera a no utilizar ni construir pasadizos, para la salida hacia los arrabales, y adecentar el viejo recinto amurallado con motivo de ennoblecer la ciudad y darle amplitud. No me cabe la menor duda que al ser Antequera ciudad protegida por la alcazaba no existiesen vías de escape o subterfugios ocultos utilizados por las huestes militares en la misma. Así como también podríamos encontrarnos antiguos pasadizos entre edificios eclesiales o religiosos. Todos ellos ya destruidos o desparecidos en su mayoría.

Cierta vez expuse en el grupo de Facebook Cosas Antequeranas que se han perdido con el paso del tiempo tal tema y era muy curioso cómo la gente opinaba sobre los pasadizos ocultos de la ciudad según leyendas infundadas o no.

Pasemos a conocer según las creencias populares algunos de ellos, debo aclarar que tales afirmaciones pudieran no ser exactas o simplemente tratarse de una leyenda sin fundamento ni rigor histórico o veracidad:

Los pasadizos de la alcazaba

El pasadizo que comunicaba la alcazaba con la zona conocida como Fuente de la Mora. Donde se dice que por las noches una mujer árabe se aparecía cuan espectro para recoger agua de alguna fuente aledaña. Un túnel encontrado gracias a unas reformas en una vivienda de la calle Cuesta Infante, y que supuestamente llevaba a las murallas del castillo, obviamente fue tapado inmediatamente por el dueño. Se dice que se encontraron restos de diversa índole.

Se tiene constancia, al menos por la tradición oral de las gentes que viven desde mucho, de aquella zona de túneles ocultos comunicantes entre la alcazaba y barrio de san Juan, Cuevas de Jesús y barrio del Carmen.

Los pasadizos de conventos e iglesias

Alguna fuente comentó que existían pasadizos descubiertos tras las obras de calle el Plato —esquina Taza y Porterías— una vez que se hundió el terreno salió a la luz un embovedado que comunicaba la iglesia de la Trinidad hasta la iglesia de san Isidro, actualmente desaparecida y que se encontraba en la esquina de la calle Taza con Vega.

El pasadizo del palacio de los marqueses de la Peña hasta el convento de la Victoria

Una leyenda urbana que se comentaba entre los antiguos alumnos del colegio de los Carmelitas y que desataba la imaginación de los jóvenes al creer que pudieran haber sido utilizados por los religiosos para cualquier fin.

Un pasadizo que atravesaba la ya desaparecida capilla de la humildad, que fue construida por orden de los marqueses de la Peña que fueron los que sufragaron parte de las obras del convento de la Victoria, así que como privilegiados tenían una tribuna propia para asistir a las misas celebradas en el convento sin necesidad de salir a la calle.

El arroyón de la plaza de san Sebastián

En principio un curso de agua natural que tras la expansión de la ciudad tuvo que ser encauzado al recibir aguas fecales. Así que se construyó un embovedado también denominado Madre Vieja entre los siglos XVII y XVIII, la antigua cloaca que desemboca en la calle Fresca. Esta canalización partía desde calle Nueva, atravesaba la plaza de san Sebastián, calle Encarnación y callejón Urbina. En la calle Talavera existía todavía un sumidero en la pared perteneciente a la red. Sobre esta red se construyó parte del convento de la Encarnación y otras construcciones. No se tiene constancia de que existieran edificaciones romanas situadas encima de este a no ser que fueran casas agrícolas. Se dice que lo único romano del embovedado eran los sillares extraídos de la ciudad de Singilia Barba.

Los pozos del Pinar de Hacho

He podido constatar que son cuatro los pozos u oquedades en la zona sur del parque periurbano. Cuatro pozos excavados en la roca con la misión de almacenar agua posiblemente, pero que muy poco se conoce de ellos. Conviene resaltar la existencia de yacimientos arqueológicos como el Arquillo del Porquero un acueducto del siglo XVI que conducía agua desde el arroyo de la Magdalena y la Torre Vigía del Hacho del siglo XIII declarada bien de interés cultural en las inmediaciones.

El Arquillo de los Porqueros conserva antiguas inscripciones realizadas por nuestros ancestros y que demuestran la predilección del hombre antiguo por esta zona desde la Edad de Bronce, donde tribus nómadas atravesaban estos parajes y posteriormente se asentaban en él. La torre vigía cubría el flanco sudeste de la alcazaba con marcado carácter defensivo de la ciudad.

Los chavales en los años 80 nos dedicábamos a bajar a ellos ayudados con cuerdas o aprovechando algunas oquedades que conformaban una especie de escalera bastante sinuosa, no sin antes aguantar algunas veces el olor nauseabundo de algún cadáver de animal en descomposición arrojado al mismo o también encontrarnos con restos de piezas de motocicletas.

Mi agradecimiento a:

Marina Espejo, Jorge PT, Juan Félix Luque, José Ángel Díaz Calle, Paco Mármol, Dolores Muñoz, Frank Tejada.


Aquella sesión de ouija

En la década de los 80 se pusieron de moda ciertos rituales caseros —Verónica, las tijeras y el libro— y ciertas prácticas espiritistas como la archiconocida ouija que tuvieron gran auge entre jóvenes de la época para invocar o contactar mediante supuestos juegos con el mundo sobrenatural. Con el único propósito de pasar un rato divertido, y no siendo conscientes de una posible repercusión posterior.

Yo no fui una excepción, así que si me lo permiten ustedes, les contaré mi experiencia personal con estos menesteres, la única que he tenido con la ouija hasta el momento. Es una licencia para narrar una reseña dentro de este blog a modo de paréntesis. Luego cada cual juzgue como quiera, como siempre…

Serían las 12 del mediodía aproximadamente en una mañana de verano. Todos los amigos y niños de mi calle disfrutábamos de vacaciones estivales y teníamos todo el tiempo habido y por haber. Nuestras edades comprendían entre los 10 a 16 años aproximadamente formando siempre un grupo numeroso para cualquier actividad o juego. No sé por qué pero aquella mañana al «jefe del grupo» se le ocurrió hacer lo que en aquella fecha denominábamos a secas espiritismo, que en definitiva no era ni más ni menos que hacer una sesión de ouija con materiales improvisados siguiendo un ritual aprendido en un campamento de verano. Es más que probable que quisiéramos o quisiera poner a prueba nuestro valor, así que nadie rechazo la oferta bajo pena de quedar como un «gallina» o cosa peor, y es que en aquellas edades tenía uno que defender su valentía a toda costa. Así que nos dispusimos a contactar con el mundo de los espíritus como aquel que se entretiene en poner y ver la televisión.

Nos encerramos cinco mozuelos dentro de una habitación, la cual dejamos totalmente a oscuras cerrando puerta y ventanas, tan solo era iluminada por una vela blanca que para más detalle procedía de algún resto de cirio procesional. Los cinco nos acercamos en torno a una mesa redonda donde además de la vela dispusimos un vaso de cristal boca abajo que serviría de planchette. Como no teníamos tablero, pero éramos muy recurrentes, dispusimos en todo el contorno de la mesa redonda las letras del abecedario y los números del 0 al 9, y cómo no el clásico SÍ NO, todos ellos escritos en papel, así que lo único que faltaba era tragar saliva y hacer de tripas corazón, poniendo suavemente cinco dedos índice en el vaso esperando a que el maestro de ceremonia paranormal invocara posibles espíritus errantes que hicieran mover el vaso para manifestarse. ¡Y sí!, tengo que reconocerlo… ¡Daba un cague de narices!

El maestro ceremonial repetía la clásica pregunta de apertura una y otra vez…

—¿Hay alguien ahí? ¡Si estás con nosotros haznos una señal!

En los primeros instantes no se movía nada pero a los escasos cinco minutos el vaso empezó a moverse sin accionamiento humano «aparente». Yo estaba como creo que casi todos, bastante inquieto y expectante. Me repetía a mí mismo… «¡Esto no puede ser verdad!». Pero el miedo me coaccionaba a intentar poner en duda todo aquello… «¡Ostia…!», pensaba para mis adentros totalmente desconcertado.

Se hacían preguntas y el vaso con nuestros dedos encima, muy levemente, se movía por toda la mesa transformándose en un mensaje del más allá. De todas las sesiones me acuerdo de dos en particular, dos sesiones con dos espíritus o almas diferentes…

En una de ellas pasamos un susto tremendo que nos hizo salir corriendo de la habitación dejando la vela encendida y todo dispuesto… luego ninguno quería entrar en ella para recoger, ni siquiera el dueño de la casa. Creo que fue la vez en la que el vaso decía cosas sin sentido o no paraba de moverse. Y el maestro de ceremonias no tiene otra pregunta que hacer que la siguiente:

—¿Eres un espíritu de la luz… del bien?

Lentamente el vaso se movió hacia el SÍ y casi cuando estaba llegando cambia bruscamente la dirección y se pone en el NO rotundo. Salimos como alma que lleva el Diablo, nunca mejor dicho. Pasamos bastante miedo, no queríamos ni entrar en la casa. A mí personalmente me aterraba la idea de que un espíritu maligno me atormentara por el resto de mis días, por no haber cerrado o despedido la sesión en condiciones y se trasladara ese ente a mi casa. Ahora una sonrisa vislumbra mi cara con este recuerdo… ¡Pero en aquel entonces!, era harina de otro costal.

En una de aquellas sesiones no niego que me abordaba el miedo y la inquietud, pero también había algo que no me cuadraba y decidí intervenir poniendo a prueba a aquella fuerza que venía del otro mundo. Como no podía interferir en la dirección del maestro de ceremonias, no se me ocurre otra cosa que hacer presión fuerte sobre el vaso para ver qué es lo que pasaba… El vaso empezó a rotar en círculos sin responder a ninguna de las preguntas del portavoz del juego, por contraposición de fuerzas, supuse… «¡Pues te pillé el rollo amigo!». Pensé para mis adentros, no queriendo que detectaran mi posible boicot. Así que alivie la presión de mi contacto sobre el vaso y le seguí la corriente como si nada. Pero he ahí que mi amigo y vecino detectó que le estaba haciendo trampas y, muy hábil e inteligente formuló una pregunta al espíritu que no había realizado en ninguna sesión hasta el momento:

—¿Hay alguien que te moleste o quieras que salga del grupo?

Pregunta inquietante sin duda, a mí me causó pavor en aquel instante. El vaso se movió lentamente hacia mí se quedó clavado en mi posición. Yo no sé si al espíritu le molestaba, pero desde luego a mi vecino sí. Me aparte del juego con una pequeña sonrisa de entre miedo y picardía aunque yo por lo menos estaba más tranquilo. No me acuerdo qué paso al final de esa sesión, solo recuerdo que algunos de los que jugamos a la ouija tuvimos muchas pesadillas y no podíamos conciliar el sueño durante días, y dando muestras de ello por sus acusadas ojeras, bolsas palpebrales inflamadas y la piel de rostro blanquecina. No volvimos a hacer espiritismo, máxime porque una mamá puso el grito en el cielo al saber qué es lo que habíamos hecho y alertó a toda la calle.

 

Pasó el tiempo, nos hicimos adultos y a día de hoy alguno de los que estuvimos allí me sigue diciendo que aquello fue real, que contactamos con espíritus del otro lado. Aunque en mi opinión el único ente con el que pudimos contactar era mi astuto vecino…

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