Loe raamatut: «Claves secretas de la historia»
Índice
Claves secretas de la historia
Dedicatoria
Prólogo
Agradecimientos
Introducción
PRIMERA PARTE
Historia de las sociedades secretas
1. Las primeras sociedades secretas europeas
2. Rastreando la huella de los templarios
3. Los Illuminati y los saboteos
4. El gran secreto de la masonería
SEGUNDA PARTE
Presente de las sociedades secretas
5. Las sociedades secretas derivadas de los Illuminati
6. Las elites del dinero
7. La Reserva Federal de Estados Unidos
8. La última meta de los templarios: el hundimiento de la economía estadounidense
9. El gran reino de Enlil: el Vaticano
TERCERA PARTE
Las tragedias modernas (1991-2005) y la política oculta desarrollada entre 1917 y 1948
10.Preparando el tablero de ajedrez para el gran final
11. La guerra del Golfo y la tragedia del uranio empobrecido
12. El atentado de Oklahoma: ¿terrorismo de Estado durante el mandato de Bill Clinton?
13. El 11-S
14. ¿Qué se buscaba realmente con el ataque a Afganistán?
15. La tragedia española del 11-M
16. El otoño de 2004 (ajuste final de las piezas del juego)
17. El tsunami de la Navidad de 2004
18. Objetivo Irán
Apéndice I
El diamante de los Illuminati y el 17 de enero de 2006
Apéndice II
Los atentados del 7 de julio de 2005 y su relación con un hipotético atentado el 17 de enero de 2006
Epílogo
Bibliografía
Robert Goodman
Claves secretas de la historia
© Robert Goodman
2020
© Ediciones Robinbook, s. l., Barcelona
Diseño e imagen de cubierta: Regina Richling con fotografías de Photos.com
ISBN: 978-84-9917-599-7
Dedicatoria
Dedico este libro a la memoria de las víctimas de las dos guerras mundiales, de los conflictos bélicos de todo tipo y los atentados terroristas, ya estén perpetrados por grupos de fanáticos o por Gobiernos despiadados. También a todas aquellas personas asesinadas por servir los intereses ocultos de los Gobiernos, sean éstos democráticos o no. En mi lista de víctimas no puedo olvidar las bajas producidas en las fuerzas armadas enviadas a conflictos bélicos que sólo sirven a los intereses de unos pocos.
Tampoco olvido a los más indefensos: los niños. Son nuestro futuro y no podemos tolerar que se les explote y se abuse de ellos como si fueran meros objetos de consumo. En la actualidad existe una guerra permanente contra la infancia, no sólo en el Tercer Mundo sino también en Occidente. Estamos frente a una de las últimas etapas en el camino hacia el Nuevo Orden Mundial, el objetivo de algunas sociedades secretas desde hace muchos años.
Prólogo
En mis conferencias hay una analogía que suelo utilizar y a la que con el tiempo he llegado a coger cariño, sobre todo por el encendido debate que suele provocar entre los asistentes. Imaginemos el devenir de la historia como si se tratara de una representación teatral. Frente a nosotros hay un escenario y sobre él un reducido grupo de actores que dan vida a los personajes de la obra. Ellos serían los políticos y personalidades públicas cuyos nombres y vidas acaban pasando a los libros de texto. En el patio de butacas estamos nosotros, el público. Somos la inmensa mayoría de los que participan en la representación, pero nuestro papel es fundamentalmente pasivo. Contemplamos lo que hacen los actores y ello condiciona en aquel momento nuestra existencia, nos alegra o nos entristece. A veces, si la situación lo requiere, podemos mostrar nuestro agrado o desagrado ante lo que ocurre. Podemos aplaudir y vitorear a los actores, o patear y abuchearlos, incluso hasta sacarles del escenario.
Pero eso no es todo. Existe algo sumamente importante en lo que rara vez pensamos. Tras los decorados se mueve una laboriosa legión de personajes, invisibles para nosotros, pero sin los cuales sería imposible la representación. Son los tramoyistas, iluminadores, encargados del vestuario y el maquillaje. Los podemos llamar poderes fácticos. A pesar de ser desconocidos para el público, su capacidad de actuación es impresionante. Pueden arruinar la actuación de un actor con un mal maquillaje o un vestido incómodo. Si lo desean, pueden bajar el telón y dar por concluida la representación. Incluso podrían apagar todas las luces de la sala, dejando a oscuras el patio de butacas, provocando el pánico entre los espectadores.
No obstante, incluso entre estos detentadores del poder invisible existe una elite. Son los que dictan a los actores lo que tienen que hacer y decir, los que trazan, diseñan y supervisan el desarrollo de la obra. Son el director, el autor y el apuntador, cuyas instrucciones son seguidas puntualmente por los actores.
Pues bien, a lo largo de los próximos capítulos Robert Goodman nos va a desentrañar todo lo que sucede detrás de ese escenario que es la historia contemporánea. Les aconsejo que no pierdan detalle porque están ustedes a punto de embarcarse en un viaje apasionante y estremecedor guiados por el mejor cicerone posible. A lo largo de los años que llevo dedicado al periodismo más o menos heterodoxo, he tenido el privilegio de conocer a muchos colegas, algunos de ellos con gran renombre. Con algunos de ellos mantengo una buena amistad, con otros me he llevado tremendas decepciones y puedo decir que hay muy, pero que muy pocos, que despierten mi admiración. Robert Goodman es uno de ellos.
Me suele molestar mucho el peloteo indiscriminado del que se suelen poblar los prólogos de los libros, así que considero necesario razonar los motivos de esa admiración. Robert Goodman es un investigador riguroso y tenaz aparte de un escritor ameno e inteligente. Sin embargo, lo mismo se puede decir de muchos de los que compartimos con él las estanterías de las librerías. Lo que le distingue son dos cualidades que, por desgracia, se no se encuentran en la actualidad en sus horas más altas: la honradez y el valor.
Sé por propia experiencia que los temas de los que escribimos Robert y yo se prestan más que otros a la tentación del recurso fácil y el sensacionalismo barato, a «decorar» los hechos para hacerlos parecer más interesantes o estremecedores, a tratarlos en un tono truculento, de fogata de campamento, para provocar el miedo o la indignación por el camino más corto, o a utilizar el relato a mayor gloria del autor, que se acaba presentando a sí mismo como un nuevo James Bond acechado que ha sorteado toda clase de peligros para traernos la información de su libro. Quien busque algo de esto en la obra de Robert Goodman no lo encontrará. En las siguientes páginas sólo hay mucho trabajo de investigación bien realizado, cuyos resultados son presentados al lector para que éste interprete por sí mismo lo que son sólo hechos.
En cuanto al valor de Robert Goodman es la cualidad que más admiro de él. Cuando se camina sobre el filo de la navaja, sacando a la luz los secretos que otros han querido mantener ocultos, a veces durante siglos, desentrañando misterios cuya solución bien podría cambiar para siempre nuestra imagen del mundo tal y como lo concebimos actualmente, es lógico que el autor en ocasiones contenga su pluma y no dé a conocer todo lo que sabe ni todo lo que sospecha. Es algo que se hace no por el miedo a las represalias, sino por otro temor más insidioso, el de lo políticamente correcto. Uno teme que revelando hechos especialmente desestabilizadores, apuntando hipótesis demasiado apartadas del consenso, su imagen se vea dañada en un mundo presidido por la dictadura de lo políticamente correcto. Robert Goodman, en cambio, tira del hilo hasta el final, con todas sus consecuencias y, como los realmente grandes, si los hechos y las pruebas le indican una dirección, no abandona el camino por mucho que se aparte de la ruta que siguen los demás.
Yo les aconsejo que sigan a Robert por ese camino. No va a ser un viaje fácil y es posible que algunas de sus ideas preconcebidas comiencen a desmoronarse. Probablemente, aquellos que tengan una profunda fe en el sistema y en las instituciones sociales vean mermada esa confianza y, en consecuencia, tal vez su vida se vuelva un poco más incierta. Ahora bien, aquellos que sean rebeldes de corazón, que no contemplen la realidad que se nos plantea a través de los medios de comunicación como un mero espectáculo diseñado para distraer la atención del público de las cosas realmente importantes, a esos les aseguro que van a disfrutar mucho con esta obra.
En cierto sentido podemos considerarnos privilegiados. El material al que vamos a tener acceso rara vez es mencionado siquiera de pasada en los medios de comunicación o en los libros pretendidamente «serios». Es demasiado inquietante, demasiado apartado de la corriente del pensamiento único. Son datos, hechos, pruebas e indicios que han sido arrinconados en el desván de la historia. De haberse podido, hace tiempo que habrían sido erradicados, pero la verdad tiene la facultad de ser sumamente obstinada y empeñarse en salir a la luz a toda costa.
Santiago Camacho
(Periodista y Escritor)
Agradecimientos
Quiero dar las gracias a las personas que me han animado a escribir este libro. En primer lugar a mi esposa, Isabel, que con su paciencia y dedicación ha corregido este texto como hace con todos mis artículos antes de ser entregados a los editoriales.
Gracias también a Enrique de Vicente, director de la revista Año Cero, que me presentó a Manuel Martínez, director de Ediciones Robinbook. Agradezco, además, a Javier Sierra, director de la revista Más Allá de la Ciencia, que siempre me ha estimulado para escribir sobre muchos de los temas que entran en este libro; a Bruno Cardeñosa, autor de libros sobre el 11-S y el 11-M, que comparte conmigo el mismo viaje crítico con el «pensamiento único»; a las redacciones de Más Allá y Año Cero, por su amistad, solidaridad y apoyo; a Gerry Cannon, buscador incansable del Arca de la Alianza que me ha animado a escribir este libro y otros desde hace muchos años; a Hugh Emil de Cruz, incansable luchador contra las religiones establecidas; a mister Taylor, amigo desde la infancia que me inculcó la necesidad de revisar la historia ortodoxa; a Juan Miguel Fernández, presidente de la Asociación de Estudios Espiritistas de Madrid, que me apoya en todas las charlas que doy en su sede y que me anima a escribir obras de esta naturaleza, y a José Antonio Campoy, director de la revista DiscoveryDSalud, luchador nato contra las injusticias cometidas en nombre de la medicina.
También quiero dar las gracias a mis padres, que lucharon contra carros y carretas en la posguerra británica para darme la mejor educación posible. Gracias a su sacrificio he podido desenvolverme en todo tipo de ambientes.
Por último, a mi gran amiga y colaboradora Isolde Stein, toda una experta en cábala e infatigable investigadora sobre Egipto e Israel, sin su ayuda muchas de mis conclusiones habrían quedado incompletas.
Introducción
La consecuencia de vivir en un universo dual es que el género humano incorpora rasgos de carácter contradictorio. Se acepta tácitamente que en este mundo hay buenos y malos, una división simplista que sirve para el entendimiento común. Ser bondadoso depende en gran medida de la cantidad de amor y bondad que recibimos desde pequeños, y también de la capacidad individual para asimilarlo. De este modo se establecen pares inseparables como el hoy tan debatido de maltratado/maltratador. Aunque estos axiomas valen quizá sólo para el primer mundo, porque en los países pobres o en guerra permanente, como la Palestina del ya desaparecido Arafat, por mucho amor que reciba un niño de su madre, si vive en una sociedad empapada de muerte, desarraigo y odio, es difícil que llegue a ser un adulto sano y amoroso. De ahí a que ese niño se convierta en un terrorista sólo media el tiempo, cada vez menos tiempo, ya que los terroristas se involucran en las organizaciones terroristas cada vez a más temprana edad. Este tipo de maldad es fruto de la injusticia social y los intereses de los poderosos. Si en las sociedades ricas ya es difícil mantener una visión positiva y solidaria del mundo, en un entorno tan enrarecido es poco menos que imposible.
La dificultad para desarrollar una personalidad sana empieza pronto en contacto con un mundo competitivo, consumista y discriminador. Se puede adoptar una actitud conformista y engrosar el lado política y socialmente correcto o quedar fuera, en brazos de la disidencia o la anormalidad. El tomar un camino u otro puede depender de rasgos intrínsecos del carácter de cada uno. Hay personas activas y ambiciosas, y otras pasivas y relajadas. Unos quieren ser ricos y otros buscan calidad de vida o refugio en los libros, el arte y la cultura en general. Hay un dicho en inglés que reza «el dinero es la raíz de todos los males», y parece ser que, salvo excepciones, no se llega a rico sin trepar y explotar a otros. Los pisados y explotados entrarían en dos grupos distintos, o bien intelectuales pasivos o bien aquellos que, por su carencia de formación, proveen de mano de obra no cualificada y barata a las sociedades opulentas (y no sólo a ellas).
Lo que verdaderamente da valor al dinero es el poder que destila, el cual actúa como una droga cuyo poder adictivo es superior a cualquier otra sustancia psicotrópica. Un instrumento eficaz para la perpetuación del poder es la actividad de sociedades o elites que velan por los intereses de sus socios o «controladores» siguiendo el axioma según el cual «el fin justifica los medios». La perversidad de éstos no tiene límites, y el coste social está bien medido aunque fragmenten pueblos y aumenten hasta lo impensable las diferencias sociales. Por su parte, los intelectuales pasivos también cuentan con sociedades para proteger unos conocimientos que van mucho más allá de las preocupaciones meramente terrenales. Estos grupos, a diferencia de las sociedades de los controladores, siguen una filosofía que busca la felicidad e igualdad de todo el mundo.
Tras este preámbulo, puedo definir otra diferencia entre el «bien» y el «mal». Lo que tiende a fragmentar la sociedad en beneficio de un grupo privilegiado reducido es algo siempre negativo para el bien general. Según este razonamiento, aquello que busque el consenso, el diálogo y la distribución equitativa de la riqueza sería positivo.
En su libro Illuminati, Paul H. Koch llama tendencias del bien y del mal a la tradición y antitradición, respectivamente. Los miembros de la primera buscarían el espíritu, la naturaleza esencial que trasciende la ilusión del cuerpo humano y el apego a las posesiones y deseos terrenales. Por su parte, la segunda tendencia niega la existencia del espíritu y persigue sus fines mediante el poder y el control sin importar la cantidad de opresión necesaria para ello. Koch dice: «Uno de los instrumentos favoritos de la antitradición es la mentira. No sólo el engaño defendido con vehemencia, sino sobre todo, la inducción al error a partir de todo tipo de especulaciones y de la mezcla de medias verdades con falsedades». Tristemente, al considerar todas las tragedias que han sucedido desde el 11 de septiembre de 2001, es obvio que los antitradicionales del mundo intentan engañarnos continuamente con sus mentiras para que entreguemos nuestras libertades individuales al sistema a cambio de vivir «a salvo» de un enemigo creado a tal fin.
El Enuma Elisha es uno de los muchos textos traducidos de las tablillas cuneiformes descubiertas en Mesopotamia a finales del siglo XIX. Su contenido habla de una pretendida colonización de almas en nuestro sistema solar que habría comenzado mientras aún estaba en formación. Es decir, describe la época anterior a la creación de la Tierra; una época en la que el enorme abismo del cosmos estaba poblado por dioses y demonios, dos tipos de alma buscando un lugar para residir. Este intrigante manuscrito de los pueblos antiguos incluye una crónica que narra la migración de «grupos de almas» que querían controlar la tierra después de un cataclismo. William Henry, el autor estadounidense del libro One Foot in Atlantis (Un pie en la Atlántida), dice que esta antigua crónica de la creación permaneció enterrada en las arenas calientes de Irak durante siglos, esperando una inflexión en la historia para ser recordada, reinterpretada y entendida de nuevo.
El alienígeno libro del Génesis describe un enorme doceavo planeta en nuestro sistema solar, conocido por los sumerios como Nibiru o An, morada de los An-nun- aki, o dioses de la Atlántida. Se cree que An describe una orbita elíptica que tarda 3.600 años en dar la vuelta al sol y se conoce también como el «planeta de la encrucijada».
En El doceavo planeta, el filólogo hebreo Zechariah Sitchin, que interpretó el Enuma Elisha, escribe que los sumerios estaban convencidos de que el planeta An era el portador de la vida y lo llamaban NAN.TIL.LA.KU, que puede traducirse por «el dios que mantiene la vida». Después de más de treinta años de investigación, Sitchin nos cuenta sus conclusiones y afirma que hace unos 450.000 años los An-nun-aki aterrizaron en las orillas del golfo Pérsico, estableciendo una colonia llamada E.RI.DU. Su líder era Enki —el creador de la humanidad mediante ingeniería genética—. Estos extraterrestres venían a la Tierra para explotar sus yacimientos de oro, una sustancia que necesitaban para la supervivencia. Ya que no traían suficiente mano de obra para sus fines, Enki y su hermano mayor, Enlil, decidieron crear un esclavo no pensante, mezclando genes suyos con los del Homo erectus. Esta fuerza de trabajo fue llamada LU.LU. Al parecer, Enki tenía sus propios planes que ocultó a Enlil, ya que sabía que una anterior catástrofe cósmica consecuencia de la colisión de la Tierra con el planeta Tiamat había dejado atrapadas en el «vientre de la tierra» a muchas almas evolucionadas. Pensaba diseñar una «máquina de resurrección» para estos seres, a la que llamaría ADAPA. El resultado de esta resurrección sería el Homo sapiens, capaz de pensar y contribuir a la evolución de la especie humana en la Tierra.
Al conocer el carácter de los experimentos de su hermano, Enlil se opuso frontalmente ya que consideraba que los experimentos genéticos no tenían otra función que conseguir esclavos. William Henry afirma que esta característica de Enlil conforma el aspecto controlador de Yahvé, envidioso del progreso espiritual de la humanidad y destructor de la torre de Babel, así como responsable de la expulsión de Adán y Eva del jardín del Edén. Por otra parte, Enki sería el aspecto de un dios amoroso y no controlador que terminaría transformando al Homo sapiens en Homo angelis. Según Sitchin, el atrevimiento de Enki, pretendiendo que el Homo sapiens fuera portador de alma, fue el origen de la enemistad con su hermano, e incluso de la desaprobación temporal de su padre, Anu. Posteriormente, padre e hijo se reconciliarían cuando Enki le mostró la calidad espiritual de los primeros híbridos, es decir, Adán y Eva. Resentido, Enlil no sólo expulsó a Adán y Eva del E.DIN, sino que hizo lo propio con su hermano Enki, que sería la serpiente bíblica.
Esto es, pues, según Henry, el origen de la división en la humanidad. Por una parte, un grupo dispuesto a admitir la diversidad en su seno para que todos juntos alcancen las estrellas o la «corriente Enki», mientras que la otra parte, era más conservadora, racista y contraria al progreso, la «corriente Enlil». El gran desacuerdo entre las dos corrientes ha estado en la gestación de todos los conflictos importantes de la historia y son las sociedades secretas «enlilianas» las que están detrás de las grandes tragedias políticas, en el pasado, en el presente y, probablemente, a lo largo del siglo XXI.
El 11 de septiembre de 2001 fue una fecha crítica para los arquitectos del Nuevo Orden Mundial. El ataque terrorista y la masacre de miles de inocentes en las Torres Gemelas y el Pentágono representó la señal esperada para escribir el último capítulo de un libro diabólico que se comenzó a redactar hace unos cien años.
Para las personas que quieren indagar e investigar más allá de lo meramente obvio en los acontecimientos dramáticos que se han ido sucediendo a ritmo vertiginoso desde esa fecha fatídica, incluso las tragedias del 11 de marzo, en Madrid, y del 26 de diciembre de 2004, en el sureste asiático (el tsunami), encontrarán muchas claves de una conspiración global. El objetivo último de este complot sería dominar el mundo y el espacio para establecer una dictadura planetaria con una religión, un Gobierno y unos pensamientos únicos.
La reelección de George Bush, hijo, como presidente de Estados Unidos ha sido una tragedia anunciada. Para muchos analistas, esta situación tiene su precedente en 1972, cuando la potencia más grande del mundo estaba paralizada en Vietnam. Por entonces abundaban las pruebas de torturas y bombardeos contra civiles, así como de las mentiras continuas del Pentágono, tan abrumadoras como las que han acompañado la invasión ilegal de Irak. El candidato demócrata era entonces el pacifista George McGovern, que perdió las elecciones ante el «guerrero» republicano Richard Nixon, el cual extendió la guerra a Laos y Camboya, sembrando este último país de minas antipersona. Bush ha ganado las elecciones por una amplia mayoría, y es posible que extienda su holocausto a todo Oriente Medio.
Es muy probable que esta victoria de Bush estuviera planeada con anterioridad por las grandes corporaciones y bancos que manipulan los acontecimientos detrás de la escena, especialmente considerando que tanto Bush como Kerry son miembros de la misma sociedad secreta, «Skull and Bones» que promueve el establecimiento del Nuevo Orden Mundial sobre la base de la ideología de los Illuminati.
Este libro pretende proporcionar algunas claves contando una historia oculta no escrita por los vencedores de las grandes contiendas mundiales. No quiere ser «conspiranoico», pero denuncia cómo las sociedades secretas manipulan la historia para conducirla por un camino previamente trazado hacia un final que afectaría negativamente a casi todo el mundo.
Los lectores tienen que decidir por sí mismos si prefieren cruzarse de brazos y optar por un futuro bajo una dictadura global paternalista o luchar por sus derechos sabiendo utilizar los instrumentos de protesta que las democracias proporcionan. Ha llegado el momento de la solidaridad y la lucha por un mundo mejor para todos. En otras palabras, entre todos tenemos que evitar que se escriba el último capítulo de la historia de nuestra civilización, e incluso tenemos que favorecer que pueda ser reemplazado por otro distinto, el que nos pueda dirigir hacia una Nueva Conciencia Universal.
PRIMERA PARTE
Historia de las sociedades secretas
EN ESTA PRIMERA PARTE se aborda el tema de las sociedades secretas desde los templarios del siglo XII, pasando por el Priorato de Sión, los rosacruces, los primeros masones y los Illuminati (iluminados). Desde la creación de los Illuminati de Baviera, en el siglo XVIII, todas las sociedades secretas occidentales, en su nivel superior, son de la «corriente Enlil» y su fin último es controlar el planeta, estableciendo el Nuevo Orden Mundial.
1. Las primeras sociedades secretas europeas
Desde el amanecer de las civilizaciones han existido sociedades secretas, pero en el contexto que propongo me referiré a las que han tenido más influencia en Europa. Por lo tanto, empezaré con los nueve «voluntarios», hijos de familias nobles europeas, que fueron a Jerusalén a principios del siglo XII. Estos atrevidos jóvenes respondían a la petición del gobernador de la Ciudad Santa, Godfrey de Bouillon, que quería formar un cuerpo especial para proteger a los peregrinos que visitaban Tierra Santa. El pequeño grupo contó con la presencia de Hugo de Payens, futuro fundador y líder de la orden del Temple y Enrique St. Clair, barón de Rosslyn. Antes de hablar de la verdadera misión de estos nobles en Jerusalén, es importante profundizar en la palabra «Rosslyn».
El secreto de Rosslyn
Rosslyn es un pueblo de Escocia, cerca de Aberdeen, y se conoce por su famosa capilla. Tessa Ransford, experta en lengua gaélica escocesa y directora de la Biblioteca de Poesía Escocesa de Edimburgo afirma que la palabra Ross significa «conocimientos antiguos» y lynn, «generación». En su opinión, por tanto, Rosslyn debe traducirse así: «conocimientos antiguos trasmitidos de generación en generación». Tessa y sus colegas creyeron que, de ser así, el lugar habría sido premeditadamente escogido para albergar manuscritos. Esta conclusión pasó antes por averiguar desde cuándo se empleaba la palabra Rosslyn para el pueblo y el castillo del mismo nombre.
Esta información ha generado estudios más concienzudos sobre la historia de la familia St. Clair (actualmente Sinclair) en Escocia, ya que William Sinclair fue el inspirador de la construcción de la capilla, alrededor de 1447. Según los mismos, el iniciador del árbol genealógico inglés fue un caballero venido de Normandía (Francia), William de St. Clair, al parecer acérrimo enemigo del rey Guillermo I el Normando, quien conquistó Inglaterra en el 1066. Ya instalada la familia en Escocia, el primogénito de la familia, Enrique, recibió el título de Barón de Rosslyn al volver de la primera cruzada, hacia el año 1100. Parece ser que Enrique había entrado en Jerusalén con Hugo de Payens, fundador de la orden del Temple (los templarios) y responsable de escoger la palabra Rosslyn para su título. Poco después, Hugo de Payens, que se había casado con su sobrina, le regaló una amplia extensión de tierra en Escocia. Cabe preguntarse si aquél escogió ese nombre intencionadamente por poseer una conocimiento especial de alguna tradición antigua. En caso afirmativo, se confirmaría la hipótesis de que los nueve que formaron la orden templaría sabían lo que estaban buscando en Jerusalén, y serviría para localizar la fuente de esta teoría. La verdad es que durante sus nueve años en Jerusalén, alojados en los antiguos establos del templo de Salomón, no se dedicaron a otra cosa que a excavar y buscar ciertos objetos, manuscritos y reliquias.
Años atrás,Tim Wallace-Murphy, historiador y escritor británico, relató a otros investigadores que, un día, tras finalizar una conferencia en Londres sobre los templarios, se le acercó un anciano de aspecto distinguido hablándole en francés. Se presentó como descendiente del templario Hugo de Payens, y se mostró dispuesto a facilitarle información para su investigación. El anciano le dijo que cuando cumplió veintiún años, su padre le llamó a su despacho para comunicarle el secreto de la familia, repitiendo la tradición familiar cuando cada heredero cumplía la mayoría de edad. Así fue como supo de una tradición oral que se remontaba miles de años atrás. La historia que su padre puso ante sus ojos le dejó atónito. Parece ser que antes del nacimiento de Jesús, los sacerdotes del templo de Jerusalén dirigían dos escuelas, una de mujeres y otra de hombres. Aquellos sacerdotes se hacían llamar por diferentes nombres de ángeles, como Miguel, Melquisedec o Gabriel, y parece ser que esas escuelas eran la vía de transmisión del linaje de David y Leví. Cuando las jóvenes vírgenes de la escuela de mujeres llegaban a la pubertad, los sacerdotes las dejaban embarazadas y las entregaban en matrimonio a un hombre de probada honradez para que el niño creciera en un hogar donde se respetaran las tradiciones. A los siete años, los niños volvían a las escuelas del templo donde se les educaba para el sacerdocio. Aquel caballero francés, informador de Wallace, afirmó que ése fue el caso de una virgen llamada María, cuya preñez se debe a la «visita» del sacerdote arcángel Gabriel. A continuación fue dada en matrimonio a José, un hombre mucho mayor que ella.
Después de la crucifixión de Jesús, los pilares de la Iglesia de Jerusalén eran Jaime, que junto a Pedro y Juan, constituyeron un triunvirato, la forma tradicional esenia de gobernar. Según el informador de Wallace, cuando mataron a Jesús, apenas hubo reacción en la gente, ya que no era muy popular. Sin embargo, cuando Jaime fue asesinado, la ciudad entera se rebeló, dando origen a una revuelta en contra de los romanos. Estos acontecimientos habrían provocado la huida de varios sacerdotes esenios, primero a Grecia y, desde ahí, a Europa. Parece ser que hicieron un corto viaje a Jerusalén para recuperar los restos de quien ellos llamaban «el Salvador» y conducirlos a Grecia. De nuevo, en el año 600, volvieron a la Ciudad Santa a un escondite debajo de las ruinas del Segundo Templo. Parece ser que sus cimientos son un complicado entramado de pasillos y galerías, sobre cuyas paredes están escritas las líneas genealógicas de los niños educados por los sacerdotes del templo, genealogías que se remontan incluso a la época de David y Aarón.
El grupo originario de sacerdotes esenios que se escapara tras la muerte de Jaime tomó el nombre de Rex Deus (Reyes de Dios) y sobrevivieron a la persecución de los judíos mediante la adopción de las prácticas religiosas monoteístas de los países donde se establecieron. Este grupo pretendía seguir la tradición del antiguo linaje sacerdotal, siguiendo a los dos primeros mesías, David y Aarón, en la confianza de que volverían para establecer el reino de Dios en la tierra.
Ésta fue la historia que el francés contó a Tim Wallace-Murphy. De ser cierta, estos sacerdotes esenios que emigraron a Europa podrían haber conservado intacto el antiguo linaje hebreo dentro de familias aristocráticas europeas. Así, la información relacionada con objetos ocultos bajo el Segundo Templo habría sido trasmitida por línea paterna. A algunas de estas familias pertenecerían los primeros nueve templarios que, desde 1118 a 1128, estuvieron excavando bajo el templo. La existencia de Rex Deus puede explicar por qué los nueve voluntarios sabían bien lo que buscaban en Jerusalén, y el por qué del nombre de Rosslyn para las tierras que Hugo de Payens regaló a St. Clair.