Loe raamatut: «Un pueblo en tiempo de misión»

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Sinopsis

El rostro bautista es, desde la década de 1930, una de las manifestaciones de la presencia y testimonio de los evangélicos en el Perú. En este libro el autor busca mostrar el ser, pensar y hacer de los bautistas. Nos ofrece, en primer lugar, un relato de su propio peregrinaje como bautista, esforzandose por recuperar la memoria histórica de su denominación. En segundo lugar, presenta un bosquejo de la práctica misionera y de la teología de los bautistas. Completa su obra con una serie de semblanzas de varias personalidades que encarnan la vivencia actual de la herencia bautista en diferentes lugares del mundo.


Un pueblo en tiempo de misión

Samuel Escobar Aguirre

© 2016 Samuel Escobar Aguirre

Primera edición digital, enero 2021

Categoría: Vida de la iglesia - Misiones - Historia

ISBN N° 978-612-4252-96-9 | Edición digital

ISBN N° 978-612-4252-09-9 | Edición impresa

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ISBN N° 978-612-4252-96-9

Dedico este libro a Ruth Escobar Aguirre de Padilla, Débora Escobar Aguirre, y Sara Dueñas Aguirre de Becerra, mis hermanas en la carne y en la fe, y todas ellas militantes en el servicio al Señor Jesucristo en nuestro querido Perú.

Prefacio

He reunido los escritos que conforman este libro con profunda gratitud al Señor por la bendición que representa para el Perú la presencia de un pueblo bautista. Los presento ahora como mi pequeño aporte a la celebración de cincuenta años de existencia de la Convención Evangélica Bautista del Perú (cebp). En las páginas que siguen doy cuenta de lo que ha significado para mí ser parte del pueblo evangélico y bautista en el Perú y el mundo.

En la primera parte, el capítulo inicial es un trabajo autobiográfico escrito especialmente para este libro. En la segunda parte exploro algo de la práctica misionera y la teología de los Bautistas Una versión anterior de los capítulos 2 y 3 fue multicopiada por la Profesora Ruth Escobar de Padilla como texto para su curso de Historia de los Bautistas en el Seminario Bautista de Lima, segundo semestre del año 2009. Estos capítulos han sido revisados cuidadosamente y puestos al día para la presente edición. La tercera parte del libro es una colección de semblanzas de personalidades bautistas que he conocido a lo largo de mis años de peregrinaje, y que en mi opinión dan una idea de la variedad de formas en que los creyentes bautistas de diferentes partes del mundo viven su fe y dan testimonio de su Señor. Aparecieron primero en publicaciones evangélicas de España: la revista denominacional El Eco Bautista, y la página web Protestantedigital, en las cuales colaboro regularmente. La excepción es el capítulo 5, la semblanza del general peruano Ronald Román Caballero fue escrita especialmente para la presente ocasión.

Por muy breve que sea un libro, su autor incurre en deudas de gratitud con muchas personas. Quiero agradecer al misionero Gary L. Crowell, cuya tesis de maestría en el Seminario Teológico Bautista Southwestern de Texas, Estados Unidos, es una valiosa fuente de datos y fechas del trabajo misionero Bautista del Sur en el Perú. Asimismo agradezco al pastor Segundo Rosario Vásquez quien años atrás escribió también una tesis sobre historia de los Bautistas en el Perú, tuvo a bien obsequiarme un ejemplar, y desde entonces ha continuado tratando de ayudar a los bautistas peruanos en la recuperación de su memoria histórica. Agradezco en especial el estímulo recibido para este libro de parte de los pastores Pepe Flores, Jacob Padilla y Herbert García y su esposa Elena, quienes con un grupo de pastores y líderes veteranos han venido trabajando en la recuperación de la memoria histórica de la denominación. Como contribución a ese proceso escribí unas páginas cuyo texto, con algunas modificaciones, he incluido en mi relato autobiográfico del primer capítulo. Agradezco a la hermana Milagros Peláez por haberme hecho llegar material histórico y pedagógico publicado por las Asociaciones Bautistas de La Libertad y de Lima y Callao. Mi gratitud también para las hermanas Tita y Janet Román por su valiosa ayuda para la preparación de la semblanza del General Ronald Román Caballero.

Tengo una deuda inmensa de gratitud especial a mi hermana Ruth Escobar de Padilla de cuya generosa hospitalidad disfruto en mis visitas al Perú. Para este libro hemos pasado juntos muchas horas rememorando con gratitud nuestra adolescencia y juventud, marcadas por la amistad y el ministerio de misioneros y pastores a quienes Dios usó para nuestra formación como creyentes que tratan de servir al Señor y a su pueblo.

Agradezco a Ediciones Puma, que ha venido publicando varios trabajos de historia de los evangélicos en el Perú, por haber accedido a la publicación del presente volumen. Lo publico ahora con la esperanza de contribuir a que los evangélicos y bautistas del Perú conozcan su historia y se afirmen en el fundamento bíblico y teológico de su fe y testimonio, para mayor gloria de Dios.

Lima, enero de 2016

Primera parte

Mi peregrinaje bautista


Capítulo 1

Mi peregrinaje bautista

Considero un especial privilegio haber sido invitado a participar con mis hermanos y hermanas bautistas peruanos en la celebración de los primeros cincuenta años de existencia de la Convención Evangélica Bautista del Perú (cebp). Esta celebración es evidencia de que el Señor ha querido bendecir la tarea de siembra del Evangelio y plantación de iglesias que empezó en 1950, y es un buen momento para hacer memoria del camino recorrido, de cara al futuro. El presente trabajo quiere ser una contribución a esa tarea de recuperación de la memoria histórica que las nuevas generaciones de bautistas peruanos deben emprender.

Quiero destacar el hecho de que este trabajo es fundamentalmente autobiográfico y no tiene pretensiones de ser un ensayo histórico de nivel académico. Lo escribo para compartir mis vivencias en el seno del pueblo bautista y reflexionar acerca de ellas. Sin embargo, en mi reflexión hago uso de conceptos y criterios misiológicos cuando me parece necesario (los cuales estarán impresos en cursiva), ya que esas herramientas ayudan a entender mejor el sentido y el valor de las experiencias personales. También en algunos momentos ofrezco resúmenes históricos que ayudan a entender mi peregrinaje personal, utilizando mis propios recuerdos anotados a veces en diarios personales y por otra parte los datos de actas, fechas y hechos reunidos por el misionero Gary Crowell en su tesis de maestría.1 En este trabajo inicial me limitaré a la primera década de la historia de los Bautistas en el Perú (1950–1960), ya que en el año 1960 salí con mi esposa hacia la Argentina para realizar un trabajo misionero interdenominacional entre universitarios de ese y otros países. Desde entonces sólo pudimos acompañar desde lejos, aunque con permanente interés, el avance de la obra bautista en nuestra patria.

Mi peregrinaje bautista empezó el último domingo de agosto de 1951, el día en que a mis diecisiete años visité por primera vez la Iglesia Bautista Ebenezer de Miraflores, y tuve la experiencia de una bienvenida acogedora y fraternal de parte de los pastores David Oates y Antonio Gamarra. Quien me llevó a la iglesia fue Jaime Dávila, mi compañero de habitación en un cuarto de estudiantes que alquilábamos en el centro de Lima, a dos cuadras del local central de la Universidad de San Marcos.

Jaime Dávila de Puno y yo de Arequipa habíamos viajado a Lima para estudiar en la universidad en ese año de 1951. Nos conocimos en la Iglesia Evangélica Peruana (iep) de la Calle Mandamientos (hoy Maranatha en la Av. Brasil). Aunque queríamos participar activamente en la vida de dicha iglesia, sentíamos la falta de apoyo pastoral y buena predicación, porque la iglesia en ese momento no tenía pastor. Yo había crecido y me había formado en la iep de Arequipa, y recibí formación bíblica en el Colegio Internacional de la misión Enlace Latino. Visitas esporádicas de los misioneros Leslie Hoggarth, Alex Jardine y David Milnes me llevaron a apreciar la buena exposición bíblica y el consejo pastoral. Por su parte Jaime había conocido el Evangelio en Puno gracias a la presencia y ministerio de bautistas irlandeses, en especial Samuel Sloan. Fue por eso que cuando escuchó que se había formado una Iglesia Bautista en Miraflores me animó a que fuéramos a visitarla. Lo que ambos apreciamos en esta iglesia naciente fue precisamente la orientación pastoral y la buena predicación.

Recibimos allí una calurosa bienvenida y fuimos invitados a colaborar en la obra. Eso nos llevó a solicitar el bautismo y luego de recibir instrucción bautismal cuidadosa de los pastores Oates y Gamarra, Jaime y yo fuimos bautizados el 27 de octubre de 1951 por el pastor Oates. Desde esta experiencia inicial y en mi recorrido de más de sesenta años por varios países se ha confirmado para mí un principio muy importante: de que las iglesias que crecen y cumplen su labor misionera tienen que ser iglesias acogedoras. Tanto la iniciativa pastoral como el esfuerzo de la congregación tienen que procurar hacer de sus iglesias verdaderas comunidades acogedoras.

Lo que aprecié más de la enseñanza bautista específica que recibimos antes de nuestro bautismo fue la visión de la iglesia como comunidad de creyentes y el hecho de que el bautismo debía seguir a la profesión de fe. También me atrajo la enseñanza de que el gobierno de la iglesia tenía que ser congregacional y no episcopal o sea vinculado a una jerarquía que podía llegar al extremo de considerarse infalible. De mi pasado en la iep yo traía convicciones más o menos formadas sobre la autoridad de la Biblia, la salvación individual por fe en la obra expiatoria de Cristo y no en las propias obras y la obra de Dios en la creación. También traía convicciones acerca de la persona de Jesucristo y la obra del Espíritu Santo

Esta iglesia de Miraflores en la que fuimos bautizados fue la primera iglesia que los Bautistas del Sur habían fundado en el Perú, apenas unas semanas antes de nuestro bautismo. Fue la primera de las iglesias que años más tarde, en enero de 1966, iban a formar la Convención Evangélica Bautista del Perú (cebp). Buena parte de estas iglesias eran el resultado del impulso misionero que siguió a la llegada de misioneros enviados por la Convención Bautista del Sur de los Estados Unidos a partir de 1950. Sin embargo, estas iglesias no constituyen la única presencia bautista en tierras peruanas. Considero conveniente y necesario hacer una breve referencia a bautistas que precedieron o siguieron a quienes llegaron a formar la cebp.

Presencia bautista en el Perú

Fue bautista el gran pionero reconocido como precursor de la presencia evangélica en el Perú, el escocés Diego Thomson quien llegó al Callao el 28 de junio de 1822, y se estableció en Lima, donde trabajó hasta el 5 de setiembre de 1824 en que salió rumbo a Colombia.2 Thomson actuaba como representante de la Sociedad de Escuelas Británica y Extranjera, un organismo educativo basado en el método lancasteriano o monitorial, que en ese momento era la última palabra en materia pedagógica. Su anterior experiencia en Argentina y Chile y su amistad con el Libertador José de San Martín determinaron que éste lo invitara a organizar la educación popular y la formación de maestros en la república que se iniciaba. Así Thomson es reconocido como el fundador de la primera Escuela Normal del Perú. También estaba vinculado con la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera de manera que promovía la distribución de la Biblia al mismo tiempo que cumplía sus funciones como educador.

Thomson había nacido en un hogar presbiteriano en Escocia, pero en su juventud llegó a una experiencia de conversión bajo la influencia de los hermanos Haldane, quienes abrazaron los principios bautistas. Literatura y correspondencia de su época se refieren a él como Reverendo, lo cual hace pensar que debió haber sido ordenado como pastor bautista, y los Bautistas de Escocia lo reconocen entre sus personajes históricos destacados. Sin embargo Thomson tenía la convicción de que la difusión de la Biblia en el Perú traería un avivamiento y una reforma dentro de la propia Iglesia Católica, y no adoptó como agenda misionera la fundación de iglesias bautistas en el país. Thomson consiguió la cooperación de algunos sacerdotes interesados en la Biblia, entre los cuales destaca José Francisco Navarrete, quien continuó su obra educativa y de promoción bíblica.

Luego de la salida de Thomson, durante el siglo xix no hay noticia de la presencia de algún otro misionero bautista en el Perú. Ya bien entrado el siglo xx llegaron los bautistas irlandeses, los cuales estaban asociados en la Unión Bautista de Irlanda, la cual decidió formar una Misión Bautista al Exterior en 1924.3 Los bautistas irlandeses decidieron concentrar su esfuerzo misionero entre la población indígena de América Latina, a la cual consideraban un sector con tremendas necesidades espirituales y materiales. Con el tiempo se concentraron en dos países: Argentina y Perú. En Argentina enfocaron su actividad en la ciudad de Rosario, donde por iniciativa de un laico irlandés habían surgido cinco iglesias. En el Perú decidieron primero enviar misioneros a Urubamba en el Cuzco. Robert Bennett fue el primer misionero bautista irlandés que zarpó rumbo al puerto peruano de Mollendo en agosto de 1928. Un año más tarde le siguió William Creighton. Después de un tiempo de exploración y consulta con otros misioneros los irlandeses decidieron concentrar su trabajo en los tres departamentos sureños de Tacna, Puno y Moquegua.

Este territorio les fue asignado por otras misiones protestantes establecidas con anterioridad en el país, en particular por la misión británica Unión Evangélica de Sudamérica, conocida hoy como Enlace Latino, con la cual los irlandeses mantenían una relación amistosa. Por un acuerdo aconsejado por el Congreso Evangélico de Panamá en 1916, los misioneros protestantes en el Perú mantenían un sistema de consulta y cooperación y evitaban enviar misioneros nuevos a aquellas regiones donde ya había otras denominaciones trabajando, para evitar duplicaciones. Así los Nazarenos fueron al Norte (Lambayeque, La Libertad), los Presbiterianos al Noreste (Amazonas) aunque crearon un colegio en Lima, los Metodistas al centro del país (Lima, Huancayo), la Unión Evangélica al sur (Cuzco, Arequipa, Ica), aunque la concentración de su trabajo en Arequipa y Cusco había dejado Puno, Moquegua y Tacna sin presencia misionera evangélica. La consulta y cooperación fueron la base para la formación del Concilio Nacional Evangélico del Perú (conep) en el año 1940. Sin embargo, el primer misionero bautista del sur que llegó a Lima en 1950, el Sr. Marion Davis Oates, no aceptó esta política de asignación de un campo y siguió la estrategia que a él mismo y su misión le parecía adecuada, sin consultar a ninguna otra iglesia o denominación.

Los bautistas irlandeses tuvieron poco éxito en el sur peruano, a pesar de que sus misioneros trabajaron en forma intensa y dedicada y los creyentes peruanos de sus iglesias mostraron también una dedicación sacrificada a la evangelización. Más adelante entraron en un esfuerzo cooperativo con los bautistas argentinos. Conocidos pastores y evangelistas de la ciudad de Rosario, como Rodolfo Zambrano y Orlando Ávalos, cooperaron con los irlandeses pasando algunos años de servicio misionero en Tacna y la región vecina. Esta obra iba a tener repercusiones más tarde, en otras partes del Perú. Así don Ángel Murillo, quien llegaría a ser tesorero de la Primera Iglesia Bautista de Lima en la década de 1960, había conocido el Evangelio en Tacna, al ser atraído al equipo de fútbol que el argentino Zambrano organizó con el fin de guiar a la juventud tacneña hacia el Evangelio. Del mismo modo, el ingeniero Jaime Dávila, quien llegaría a ser miembro activo de la Iglesia Ebenezer de Miraflores se había convertido al Señor en Puno por el ministerio de un misionero bautista irlandés.

En la selva peruana, especialmente en Iquitos, algunos misioneros bautistas independientes realizaron también trabajos de evangelización y fundación de iglesias. Estos esfuerzos independientes estaban vinculados generalmente a iglesias de corte fundamentalista en Estados Unidos, y se mantuvieron distantes de cooperación con otras denominaciones e iglesias evangélicas. En 1960 llegaron al Perú misioneros de Baptist Mid Missions, organización vinculada al Concilio Internacional de Iglesias Cristianas del fundamentalista Carl McIntyre. En 1965, cuando se realizó en el centro vacacional de Huampaní la Asamblea del conep y luego un Retiro Pastoral apoyado por Visión Mundial, estos misioneros organizaron un evento rival de corte fundamentalista que no tuvo mayor trascendencia. Las Iglesias Bautistas Bíblicas derivadas de esta labor han ido evolucionando en los años siguientes.

Avance inicial de los Bautistas del Sur

El primer misionero bautista del sur que se estableció en el Perú fue Marion Davis Oates, luego conocido como “David”, quien llegó a Lima con su esposa Clifford Belle Oates el 13 de setiembre de 1950. Era un hombre dinámico, predicador entusiasta, muy buen deportista, y poseedor de visión y espíritu de empresa. Alquiló una casa en el número 401 de la Avenida Angamos, en el barrio residencial de Miraflores, para local de reuniones, y la casa de al lado para vivienda propia y de su familia.4 Estableció contacto con el Dr. Herbert Money, Secretario del Concilio Evangélico del Perú (conep), quien le indicó que el mencionado conep le había asignado para evangelizar en la región de la selva sur cerca de la frontera con Brasil y Bolivia. Oates respondió que él traía sus propios planes y que iba a empezar una obra en el distrito limeño de Miraflores.

Luego de establecerse, Oates invitó al pastor argentino Antonio Gamarra a colaborar en el Perú. Gamarra y su esposa Mercedes Baldomir llegaron a Lima el 27 de febrero de 1951. Ambos habían estudiado en el Seminario Internacional Bautista de Buenos Aires, y luego habían trabajado en Ecuador y Bolivia. Gamarra era un predicador excelente, un trabajador incansable, y un obrero cristiano esforzado, dispuesto a evangelizar visitando casa por casa. Su esposa tenía una voz magnífica y se acompañaba ella misma en el piano u órgano cantando himnos de manera magistral. Oates y Gamarra empezaron con un plan de visitación en Miraflores y el 18 de marzo de 1951 tuvieron el primer servicio en el local alquilado de la Av. Angamos. Pocos meses después, el 19 de agosto de 1951 se organizó la que vendría a ser la Primera Iglesia Bautista con nueve miembros, algunos de ellos provenientes de otras denominaciones evangélicas. Con el tiempo la iglesia adoptó el nombre de “Ebenezer de Miraflores”.

El 31 de octubre de 1951 llegaron al Perú el misionero Robert Harris y su esposa Mary Lillian. Estos misioneros se destacaban por cultivar una vida espiritual profunda y disciplinada, y tenían un don de gentes muy especial que atraía el respeto y la simpatía de los creyentes peruanos. Oates y Harris con sus esposas se organizaron como Misión Bautista en el Perú y trabajaron juntos siendo los únicos misioneros bautistas hasta la llegada del misionero Randall Sledge en 1956. Oates y Harris formaban un equipo con el pastor Antonio Gamarra y su esposa. En 1954 se les unió Alejandro Tuesta, pastor presbiteriano proveniente de la selva, buen predicador y maestro, quien había decidido adoptar de manera explícita la teología y práctica de los bautistas. En febrero de 1955 se unieron al equipo el pastor cubano Luis Manuel Agüero Serrano y su esposa Julia Remedios de Agüero, quienes fueron invitados a iniciativa de Oates. Agüero tenía una personalidad extrovertida y atractiva y era un especialista en Educación Cristiana y experto en la organización de escuelas dominicales y uniones de jóvenes y adolescentes, mientras que su esposa era una pedagoga diplomada. La Misión Bautista sostenía financieramente a los pastores Gamarra, Tuesta y Agüero.

Como la iglesia de Miraflores crecía y avanzaba bajo el pastorado de David Oates, el pastor Antonio Gamarra decidió explorar la posibilidad de empezar otra iglesia más cercana al centro de Lima. Empezó un plan de visitación en el área cercana a la estratégica esquina de las Avenidas 28 de Julio y Wilson (hoy Garcilaso de la Vega), y fue estableciendo contactos en un esfuerzo constante y paciente de evangelización personal. De esta manera, en noviembre de 1952 el matrimonio Gamarra y seis personas más se organizaron como la Primera Iglesia Bautista de Lima en un local alquilado, en el segundo piso de una casa en la cuadra 17 de la Av. Wilson, en Lima. La predicación sistemática, en la cual Gamarra destacaba por la claridad y riqueza bíblica de sus exposiciones iba acompañada de un uso cuidadoso de la música en la cual su esposa se desempeñaba con talento y maestría. Por otra parte, gestiones de Oates y Gamarra ante el director de Radio Victoria, consiguieron que éste concediera espacios de quince minutos los domingos por la noche para un programa de predicación y música. La cercanía de los estudios de la radio al local de la iglesia permitió en algunos casos establecer contactos fructíferos.

El misionero Harris había conocido personas que vivían en el barrio de Lince y prosiguió los contactos con visitación y oración. Esta obra fue primero un anexo de la Iglesia Ebenezer de Miraflores pero en mayo de 1953 se constituyó en iglesia bajo el pastorado de Harris. De esta manera la obra bautista cuyo primer culto público se había dado en marzo de 1951 podía contar a mediados de 1953 con tres iglesias que permanecieron como fundamento y base del crecimiento de un pueblo bautista en el Perú.

Pronto la obra iba a extenderse partiendo de Lima en un nivel nacional. Contactos establecidos por la Primera Iglesia con un grupo de creyentes evangélicos en la Ciudad Blanca culminaron con la formación de la Primera Iglesia Bautista de Arequipa, que se organizó en noviembre de 1954. Como yo pasaba los meses de verano en Arequipa, a partir del verano de 1955 pude colaborar con predicación y enseñanza en esta etapa inicial junto a Vicente Rosas, joven arequipeño que se había convertido al Evangelio en Lima, y la familia Vilca. Junto con Vicente organizamos para nosotros mismos un curso de capacitación personal que empezó con un estudio sistemático del libro de John A. Broadus Tratado sobre la predicación.

En la ciudad de Trujillo había una iglesia bautista que había sido fundada por el misionero bautista independiente Oliver Bell. Éste entró en contacto con los misioneros bautistas del sur pidiendo unirse a la obra de ellos. Así surgió la Iglesia Bautista Central de Trujillo. En un relato autobiográfico inédito el pastor Herbert García ha contado su experiencia de conversión en aquella iglesia independiente, fruto del trabajo de diez años del misionero Oliver Bell, quien desde 1945 recorría a caballo el interior del Departamento de la Libertad anunciando el Evangelio en un trabajo intenso de evangelización personal.5

Entrada en la familia bautista mundial

En julio de 1953 se realizó en Río de Janeiro, Brasil, el Congreso Mundial de la Juventud Bautista. El misionero Oates nos avisó a los jóvenes de la Iglesia Ebenezer de Miraflores que había recibido una invitación a que los Bautistas del Perú enviasen delegados a dicho Congreso y que la misión estaba dispuesta a ayudar con el costo del viaje de un delegado. Luego de considerar la propuesta los jóvenes de la iglesia me eligieron por mayoría como delegado al Congreso. Así en julio de 1953 volé en un avión de la compañía Braniff desde Lima hasta Río de Janeiro y tuve el privilegio de participar en el Congreso, en lo que fue para mí una experiencia valiosísima para conocer a bautistas de otros países latinoamericanos, y de todo el mundo. Por primera vez los bautistas del Perú estuvieron representados en un encuentro global. Durante el Congreso pude conocer a los argentinos Jacobo Vartanián, Samuel Libert y Arnoldo Canclini; a los brasileños Werner Kaschel y Joarés de Azevedo; al venezolano Neftalí Prato, al español Pedro Bonet, y trabé amistad con algunos de ellos. Todavía recuerdo la claridad y pertinencia de la serie de estudios sobre el libro de Hechos de los Apóstoles que fue presentada por el Dr. Culbert Rutenber, bautista del Norte y profesor del Seminario Bautista del Este en Filadelfia, Estados Unidos, donde yo iría a enseñar en 1985.

Mi vuelo de regreso al Perú lo realicé pasando primero por Argentina, adonde llegué el 24 de julio de 1953. Me detuve en Buenos Aires por una semana alojándome en el Seminario Bautista. Ello me dio la oportunidad de conocer seminaristas argentinos y bolivianos y hablando de cerca con ellos, pude conocer también algo de la vida de las iglesias en ese país.

Por otra parte, en Buenos Aires tuve también oportunidad de conocer personalmente al teólogo presbiteriano Juan A. Mackay, quien había sido misionero en el Perú entre 1916 y 1924 y había fundado el Colegio San Andrés. Se encontraba en Buenos Aires dictando las Conferencias Carnahan en la Facultad de Teología, institución de corte ecuménico, que después pasaría a llamarse isedet. Yo había leído dos libros de Mackay que tuvieron influencia decisiva en mi formación: El sentido de la vida y luego el Prefacio a la teología cristiana. Desde el Seminario Bautista y con la ayuda de algún alma compasiva pedí por teléfono una entrevista al Dr. Mackay. Me la concedió y la experiencia iba a dejarme una huella profunda.

Aun me emociono recordando que pude ser recibido por el maestro escocés durante una larga y para mí preciosa hora. Le hice muchas preguntas a Mackay aquel día. Mi recuerdo de sus libros y la cuidadosa atención con que me escuchaba aquella tarde, con sus ojos azules fijos en mí, me llevaron a presentarle todo tipo de preguntas. Me habló Mackay de la teología cristiana, del ecumenismo, de las convicciones evangélicas y de su libro El otro Cristo español. Casi al término de nuestra conversación me preguntó con profundo interés por el líder aprista Haya de la Torre, que estaba entonces asilado en la embajada de Colombia, víctima del régimen militar y oligárquico del general Manuel Apolinario Odría. Poder pasar de la riqueza de la teología a los vaivenes de la historia actual era justamente lo que yo admiraba en Mackay y que me hizo disfrutar aquella tarde. Aun me arde el corazón con la memoria.

Puedo decir sin temor a equivocarme que esta inmersión en el Congreso, el conocimiento de tantas personas, el escuchar informes de la obra bautista en otras partes del mundo me dio una percepción de la realidad bautista que hasta entonces no había recibido de los misioneros y pastores con los cuales me había venido formando. Reflexionando sobre esta experiencia me di cuenta que había formas de ser bautista diferentes a las que representaban los misioneros estadounidenses en el Perú, y que a mí me resultaban atractivas.

El hecho de saber inglés fue también de gran ayuda para mí en mi formación como bautista, porque cuando llegaba al Perú de visita algún bautista de importancia el misionero Oates me pedía que le hiciese conocer la ciudad de Lima y lo entretuviese por unas horas. Fue así como en diferentes momentos pude conocer a Townley Lord, presidente de la Alianza Mundial Bautista y a E. H. Robertson, escritor e historiador, ambos británicos. En 1956 tuve el privilegio de hacer de cicerone para Kenneth Scott Latourette, profesor de la Universidad de Yale, el más grande historiador bautista, quien visitó Lima en camino a Buenos Aires, para dictar las conferencias Carnahan en la Facultad de Teología.

Los diferentes trasfondos nacionales de los cuales provenían los misioneros Oates y Harris, y los pastores Gamarra y Agüero influían en perspectivas diferentes de los énfasis que deberían acentuarse en la obra. Así por ejemplo, los bautistas argentinos provenían de una obra que fue empezada por bautistas suizos y británicos con un gran énfasis en la visitación en hogares y en una predicación de calidad. Por otra parte, los bautistas cubanos habían sabido asimilar el énfasis bautista estadounidense en las organizaciones de educación cristiana infantiles, juveniles y femeninas y adaptarlo a la realidad cubana.

Obra educativa y juvenil bautista

Como destaco en el segundo capítulo de este libro, un principio clave de la práctica misionera protestante fue el de acompañar la obra de evangelización y plantación de iglesias con obra educativa creando escuelas y colegios. Los Bautistas del Sur en el Perú intentaron seguir este principio. Al comienzo del año escolar en abril de 1953 la Misión Bautista puso en marcha dos escuelas primarias. El Colegio Angamos se abrió en Miraflores utilizando salones del local de la Iglesia Bautista Ebenezer. Yo fui una de las personas de la iglesia invitadas a colaborar en el colegio, y fui nombrado profesor del Primer Año de primaria. En ese momento yo cursaba ya mi tercer año de estudios en la Facultad de Educación de la Universidad de San Marcos. Por otra parte en el distrito de Lince se creó el Colegio San Juan, dirigido por el pastor y profesor titulado don Alejandro Tuesta, en un local alquilado por la misión para la iglesia, en la Av. Militar, a pocos metros de la plaza de Lince. En 1955 empezó a funcionar también el Colegio El Redentor, en el local de la Primera Iglesia Bautista.

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155 lk 10 illustratsiooni
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9786124252969
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