Transgénero

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Transgénero
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El mundo está cambiando con rapidez.

No solo la política, la tecnología y la comunicación, sino toda nuestra cultura, moral y actitudes. Los cristianos que vivimos en la cultura occidental hemos tenido la ventaja de vivir en un mundo que compartía, en gran medida, nuestras ideas sobre lo que está bien y lo que está mal; pero ya no podemos dar por hecho que esto sigue siendo así.

En tan solo dos generaciones hemos pasado a adoptar de forma generalizada los valores liberales, muchos de los cuales entran en conflicto con la enseñanza bíblica. Cada vez más, los creyentes se ven como la minoría incomprendida, sintiéndose incómodos con la dirección en la que el mundo avanza.

Pero no seamos ciegos, pues parte de ese cambio ha sido bueno. A veces los cristianos no hemos sabido diferenciar entre nuestros valores culturales y aquellos establecidos por las Escrituras. Somos tan susceptibles a caer en el fanatismo como los demás. Tenemos mucho de lo que arrepentirnos si pensamos, por ejemplo, en nuestra actitud hacia la libertad de la mujer y su papel en la sociedad, o nuestra falta de compasión y comprensión hacia los que luchan con la atracción por el mismo sexo.

Y cada vez más nos encontramos en territorio desconocido, sin estar capacitados para caminar por él. A veces resulta más fácil protestar y quejarnos por el transcurso de la historia, que volver a la Biblia y reflexionar sobre lo que Dios dice, contrastando los puntos de vista de la sociedad y los nuestros propios con la verdad que encontramos en la Palabra de Dios.

En nuestros mejores momentos, los cristianos hemos estado al frente de las reformas sociales. Pensemos en los grandes reformadores del siglo XIX que lucharon contra la esclavitud, la pobreza y el sistema de prisiones: William Wilberforce, Elizabeth Fry y Lord Shaftesbury. Pero hoy nos encontrarnos casi siempre en las últimas filas, incapaces de articular una respuesta clara ante los temas candentes. Y cuando sí entendemos qué piensa Dios sobre un tema en concreto, no sabemos aplicarlo con compasión ni a nuestro discurso ni a nuestras relaciones.

Esta breve serie pretende ayudar a los cristianos a pensar de forma constructiva sobre varios temas —de carácter moral, ético y cultural— que suponen un desafío para aquellos que seguimos a Cristo como Señor. También pretende animar a los creyentes a hablar entre nosotros de estos temas, mientras profundizamos juntos en las Escrituras. El objetivo de estos libros es ayudarnos a pensar de forma bíblica, constructiva y compasiva, y a no sentirnos intimidados o quedarnos callados cuando nos pregunten o nos acusen.

LO QUE ESTE LIBRO NO ES...

En un libro tan breve no podemos dar respuesta a todas las preguntas que puedas tener en cuanto a cómo acercarnos a este tema. Tampoco podemos abordar los muchos desafíos prácticos a los que un familiar, un amigo o tú mismo os podáis estar enfrentando.

En ningún momento hemos pretendido presentar de forma exhaustiva todo lo que la Biblia dice sobre este tema. Si eso es lo que buscas, existen otros libros más extensos e incluso más técnicos que te ayudarán a profundizar.

LO QUE ESTE LIBRO ES…

Más bien, nuestra intención es ofrecerte una introducción a las muchas cuestiones que rodean el tema del transgénero, analizándolas a la luz de la gran historia de la Biblia: la historia de la creación, la caída, la redención y la eternidad.

Por otra parte, también esperamos que este libro te lleve más allá del debate: que te lleve a amar de forma compasiva y genuina a aquellos que de alguna forma se encuentran estancados con estas preguntas. Puede que sean preguntas muy personales para ti. Puede que sean preguntas que alguien te lanza de forma orgullosa, incisiva y hostil. O pueden ser preguntas muy reales porque afectan a un familiar o a un amigo cercano. Sea cual sea tu situación, nuestra oración es que este libro sea un primer paso para entender los entresijos de este tema, y te anime a conocer y compartir el amor y la esperanza que tenemos en Cristo.

Tim Thornborough

Editor de la serie | Agosto 2016

Transgénero

Adjetivo:

Dicho de una persona cuya identidad de género no se corresponde con el sexo biológico asignado al nacer.

Dicho de una persona que no cumple con los roles de género establecidos en su sociedad.

Sustantivo:

Una persona que es transgénero.

[Fuente: dictionary.com]



CAPÍTULO UNO

Ha habido un enorme cambio cultural en las últimas décadas. El matrimonio homosexual era impensable hace 20 o 30 años; hoy está aceptado en casi todo el mundo occidental. Ahora, el tema transgénero es la nueva cuestión social, ética y cultural de moda que ocupa todos los titulares.

Parece que cada semana sale alguna historia sobre este tema en las noticias (y seguirán apareciendo). Se ha hablado de la transición de Bruce Jenner, ahora Caitlin Jenner, el ex-deportista ganador del récord mundial de decatlón. También se ha debatido sobre qué baños deberían usar, dónde enviar a los presos transgénero, si pueden servir en el ejército y qué deberían indicar sus pasaportes. Se han hecho varios documentales en la televisión, incluyendo uno de Louis Theroux sobre niños transgénero. Y en la gran pantalla La chica danesa nos ha contado de forma dramática la vida de la artista Lili Elbe, una de las primeras personas en someterse a una operación de cambio de sexo.

¿Cómo deberíamos responder ante todo esto los cristianos, no solo en los medios y la sociedad en general, sino de forma más cercana, en nuestros círculos, familias e iglesias? ¿Cómo deberíamos relacionarnos con alguien que está en proceso de cambio de género o que ya ha pasado por él? ¿Qué pasa si somos nosotros los que no nos identificamos con nuestro sexo de nacimiento? ¿Cómo deberíamos responder?

Creo que tenemos que empezar recordando que no estamos hablando solamente de “asuntos”, sino de personas; personas preciosas, creadas y amadas por Dios. La mayoría no tiene ningún tipo de intención política ni el deseo de librar una “guerra cultural”; muchos solo están intentando afrontar sentimientos que les están provocando una gran angustia. Estas personas acaban siendo dañadas por el fuego cruzado de un debate que se ha acalorado demasiado. Como aclararé más adelante, creo que los cristianos deberíamos participar en este debate, pero es esencial que lo hagamos con mucha sensibilidad y compasión. No nos olvidemos de aquellos que más sufren por este tema y asegurémonos de intentar entender por lo que están pasando.

¿QUÉ ES SER TRANSGÉNERO?

Cuando nace un bebé, lo primero que se dice es: “es un niño” o “es una niña”. El sexo de una persona siempre ha sido asignado en base a la biología, según sus cromosomas y su anatomía. Sin embargo, algunas personas sienten que su género —su percepción interna de ser hombre, mujer o ambos— no siempre coincide con su sexo.

Mucha gente tiene ideas erróneas sobre lo que es ser transgénero, pues fundamentalmente no tiene que ver con operaciones o vestirse de una forma u otra. Se trata de cómo se siente la persona por dentro; no es lo mismo que la sexualidad o la orientación sexual. La gente suele confundir transgénero con homosexualidad, quizá porque ambos términos están incluidos en el acrónimo LGTB (lesbianas, gais, transgénero, bisexuales). Pero quienes se identifican como transgénero pueden, de hecho, ser heterosexuales, homosexuales o bisexuales (o incluso pansexuales, polisexuales o asexuales), como el resto de la gente puede serlo también.

Transgénero tampoco es lo mismo que intersexual (la I en LGTBI). La intersexualidad es una condición física que afecta a un pequeño porcentaje de personas cuyos cromosomas, genitales o gónadas no les permiten ser identificados como mujer u hombre al nacer. La gran mayoría no se identifica como transgénero, sino como hombre o mujer. Sin embargo, ser transgénero tiene que ver con cómo la persona piensa o siente. Nacen hombre o mujer, pero su percepción de su género no encaja con su sexo.

MUCHAS PERSONAS:

MUCHAS EXPRESIONES

Transgénero es un término general que abarca experiencias muy diversas. La historia de cada persona es única y su viaje es muy personal. Algunos dicen que son el género opuesto al que se les asignó al nacer; otros sienten que son hombre y mujer a la vez; otros, por su parte, no se identifican con ningún género.

La naturaleza e intensidad de los sentimientos de cada persona pueden variar. Hay personas cuyas preguntas y dudas, habiendo estado en un segundo plano, pasan a ser urgentes en ciertos momentos o situaciones concretas de la vida.

Otras, sufren una gran confusión durante la niñez que después desaparece. De hecho, para la mayoría de los niños que experimentan esto, esas sensaciones tan fuertes desaparecen por completo en la adolescencia.1

Sin embargo, otras personas sufren de forma prolongada esa sensación de discordancia en su interior y les produce mucha angustia. Los profesionales llaman a esto “disforia de género”. Normalmente, estas personas dicen sentirse atrapadas en el cuerpo equivocado y a menudo aseguran tener esa sensación desde los 5 o 6 años. Muchos describen también un sentimiento de profundo aislamiento en los años posteriores y de dificultad para compartir cómo se sienten con los demás por miedo a no ser comprendidos y al rechazo.

 

Cada experiencia es diferente, pero también varía la manera en la que se expresan los sentimientos, o si estos se exteriorizan o no. Algunos viven conforme a las normas de su sexo de nacimiento; otros se travisten de forma ocasional, ya sea en privado o en público. Algunas personas piden que se use otro pronombre para referirse a ellas (pueden escoger “él”, “ella” o incluso “elle”); otras se someten a terapia hormonal y cirugías de cambio de sexo.

La disforia de género es definida como una “incongruencia pronunciada entre el género que una persona expresa o experimenta y el que se le asigna al nacer, durante al menos 6 meses”,2 lo que causa una angustia significativa. Algunos estudios sugieren que 1 de cada 10 000 a 13 000 hombres y 1 de cada 20 000 a 34 000 mujeres presentan esta condición.3 Otras muchas personas dicen sentir una discordancia, pero no hasta el punto de ser diagnosticadas con disforia de género (puede que 1 de cada 215 a 300 personas).4

No hay conformidad en cuanto a la causa de la disforia de género. Algunos dicen que se debe principalmente a causas naturales y promueven, por ejemplo, la teoría del “sexo del cerebro”, según la cual las personas transgénero tienen el cerebro de un hombre en el cuerpo de una mujer, o viceversa. Las evidencias para sostener esta idea son totalmente inconcluyentes.5 Para otros, la educación (el entorno psicológico durante la infancia) es el factor dominante. Tras haber estudiado exhaustivamente ambos puntos de vista, un autor admitió con sinceridad: “No sabemos qué causa la disforia de género”.6 Dada la variedad de la experiencia transgénero, parece que los factores que lo determinan varían según la persona y pueden incluir tanto elementos biológicos como sociales. En medio de toda esta incertidumbre, sin embargo, una cosa está clara: aquellos que experimentan disforia de género no han escogido sentirse así.

NUESTRA RESPUESTA COMO CRISTIANOS

Normalmente hay dos tipos de respuesta ante esta cuestión: un “¡qué asco!” o un “¡sí!” incuestionables. Hace años, cuando alguien se travestía en público, recibía casi siempre un “¡qué asco!” como respuesta.

“¡Puaj, es asqueroso!”. Una respuesta visceral, más que una respuesta sopesada.

Pero hoy en día la respuesta de mucha gente, sobre todo de los más jóvenes, suele ser una aceptación indiscutible:

“¡Qué bien, es genial que seas tú mismo!”. Una respuesta visceral, más que una respuesta sopesada.

Los cristianos deberían evitar estas dos reacciones. En vez de tratar con desprecio a las personas, tenemos que recordar que fueron hechas a imagen de Dios y que él las ama profundamente. Deberíamos tener compasión en medio de su sufrimiento y su confusión.

La mayoría no podemos ni imaginar el sufrimiento que puede provocar la disforia de género. Nadie acaba en una sala de quirófano para someterse a una operación tan radical e invasiva sin haberlo pensado bien. Tenemos que darnos cuenta de que detrás de esa decisión puede haber un largo tiempo de lucha y mucho dolor. Es vital que, como cristianos, tengamos cuidado de no pensar o hablar con desprecio de quienes sufren. Tenemos que hablar con compasión y afirmar la dignidad de todo ser humano. Todos fuimos hechos a imagen de Dios.

Una buena forma de conseguir esto es entendiendo mejor por lo que están pasando. Es importante también no decir cosas que puedan herir o humillar. Por eso mismo, para hacer el glosario de términos de las páginas 21-23, decidí usar las definiciones de la página web de Stonewall, una organización que lucha por los derechos del colectivo LGTB.

Como cristianos no deberíamos dejarnos llevar por nuestra primera respuesta instintiva, sea positiva o negativa, sino por la Palabra de Dios. Los capítulos del 3 al 5 nos ayudarán a entender mejor lo que la Biblia dice sobre este asunto. Es verdad que nos llama a responder con compasión ante el sufrimiento humano, pero también nos da respuestas que a veces chocan con lo que mucha gente piensa hoy en día, por lo que no podemos decir que sí sin más a todo lo que el mundo acepta.

Antes de ver lo que la Biblia nos enseña, en el siguiente capítulo vamos a hablar un poco más sobre cultura, que ha ido cambiando muy rápidamente. nuestra ¿Cómo puede ser que hayamos pasado de una repulsa a una aceptación incondicional? Veremos que esto es solo un síntoma de un cambio cultural aún más grande.

1. Cuando se siguieron los casos de niños que afirmaron sentirse transgénero sin tratamientos médicos o quirúrgicos en la Universidad de Vanderbilt y en la Clínica londinense Portman, entre el 70 % y el 80 % de los niños dejaron de sentirse así de forma natural. Dr. Paul McHugh, Wall Street Journal, 12 de junio de 2014.

2. Asociación Estadounidense de Psiquiatría, Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (American Psychiatric Publishing, 2013).

3. Mark A. Yarhouse, Understanding Gender Dysphoria (IVP, 2015), 92.

4. Yarhouse, 92.

5. Tras un análisis exhaustivo de las pruebas, Lawrence Mayer y Paul McHugh concluyeron: “Todas las interpretaciones, normalmente de medios de comunicación conocidos, que afirman o sugieren que la causa de ser transgénero se debe a una diferencia estadísticamente significativa entre los cerebros de personas transgénero y los que no lo son, carecen de justificación”. Lawrence H. Mayer, Paul R. McHugh, Sexualidad y género, The New Atlantis, Número 50, otoño 2016.

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