La Oración Intercesora de Cristo

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La Oración Intercesora de Cristo
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Copyright © 1.997 por Warren W. Wiersbe

Originalmente publicado en inglés bajo el título The Intercessory Prayer of Jesus

por Baker Books, una division de Baker Publishing Group

Grand Rapids, Michigan, 49516, U.S.A.

Todos los derechos reservados.

Esta edición es publicada por

Ediciones Berea

para el mundo hispano.

Todos los derechos reservados.

A menos que se especifique, todas las citas bíblicas son tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional 1.999 por la Sociedad Bíblica Internacional.

Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de este libro puede ser duplicada, copiada, transcrita, traducida, reproducida o almacenada, mecánica o electrónicamente, sin previa autorización de

Ediciones Berea

Editor General: Héctor Hernán Gómez Iriarte

Traducción: Adriana Marcela Aranguren Medina

Diseño de Carátula: Germán Arenas

Diagramación: Catherine Niño

Primera edición en castellano: 2.014 por

Ediciones Berea.

Calle 100 No.49-97 Int. 12-418. Tel.: (571) 257 8886

www.edicionesberea.com

ISBN: 978-958-44-1040-5

Impreso en Colombia

DEDICATORIA

Dedicado a la memoria de mi amigo Philip R. Newell, por muchos años el director de la Liga de Oración por la Gran Comisión, un hombre de oración que animó a muchos de nosotros a pedirle a Dios las cosas más importantes.

Contenido

PREFACIO

Capítulo 1

LA ORACIÓN MÁS GRANDE DE TODOS LOS TIEMPOS

Capítulo 2

LA ORACIÓN: EL ENTRENAMIENTO BÁSICO

Capítulo 3

TRES DONES EXTRAORDINARIOS

Capítulo 4

LO QUE SUCEDIÓ "ANTES DE QUE EL MUNDO EXISTIERA”

Capítulo 5

LA DINÁMICA DEL DISCIPULADO

Capítulo 6

SALVO Y SEGURO

Capítulo 7

EL HOMBRE QUE NUNCA DEBIÓ NACER

Capítulo 8

¿CÓMO QUE EN EL MUNDO?

Capítulo 9

LOS SANTOS SON MUY ESPECIALES

Capítulo 10

LOS CRISTIANOS… ¿UNIDOS O DESUNIDOS?

Capítulo 11

EL MUNDO, LA IGLESIA Y EL PADRE

Capítulo 12

LAS PRIORIDADES

PREFACIO

La hora ha llegado para que la Iglesia ponga sus prioridades en orden, y una de las mejores maneras de hacerlo es descubrir lo que era importante para Jesucristo. Juan 17, la Suprema Oración Sacerdotal de nuestro Señor, nos enseña sus prioridades en ese entonces y que son aplicables en nuestros días.

Este libro no es una exposición detallada de Juan 17, sino un estudio práctico de los principales temas de esta profunda oración. Mucho de este material fue presentado en la radio, en el programa “La Biblia dice” (durante febrero y marzo de 1982). Sin embargo, yo he notado que es posible escribir cosas en un libro que no pueden ser expresadas al aire.

Mi oración es que Dios utilizará estos estudios para llevar a la iglesia a retornar a su curso. Hay un precio que pagar, pero habrá un precio mayor si continuamos a la deriva.

Cada uno de nosotros debe hacer su parte, sin importar el costo.

Warren W. Wiersbe

Capítulo

1

LA ORACIÓN MÁS GRANDE DE TODOS LOS TIEMPOS

"Algunos hermanos oran largamente; pero la verdadera oración es medida por su peso y no por su longitud."

Así habló el predicador bautista británico Charles Haddon Spurgeon; ¡y tiene razón! La oración más grande de todos los tiempos está en Juan 17, y se toma aproximadamente seis minutos para leerla de manera reverente y en voz alta. ¡No es muy larga, pero ciertamente tiene mucha profundidad y peso! Según el Dr. Herbert Lockyer Sr., hay 650 oraciones registradas en la Biblia, pero ninguna de ellas ni otra alguna registrada fuera de la Biblia, se compara a "La Suprema Oración Sacerdotal" de nuestro Señor Jesucristo en Juan 17.

¿Qué tiene esta oración que la hace tan grande? Permítame sugerirle cuatro razones:

1. Es grande debido a quién hizo la oración.

Esta persona no es ninguna otra que Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios. Él no sólo es el Hijo de Dios, sino que es Dios Hijo, Dios eterno que vino a la Tierra en carne humana, pero sin pecado.

Cada uno de los cuatro Evangelios tiene un énfasis propio: el de Mateo es Cristo como Rey, el Mesías prometido en las Escrituras del Antiguo Testamento; el de Marcos, es el Evangelio del Siervo y Lucas, describe al compasivo Hijo del Hombre; pero el propósito de Juan al escribir su Evangelio, fue presentar la deidad de Cristo Jesús. "Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre, tengan vida" (Juan 20:30-31).

Esto explica por qué Juan incluyó esta oración en su Evangelio, pues ella magnifica la imponente verdad de que Jesucristo es Dios eterno y casi cada versículo de Juan 17, expresa esa gran verdad.

Solamente Dios Hijo podía pedirle al Padre que lo glorificara (v.1). Moisés pidió ver la gloria de Dios (Éxodo 33:18), pero Jesús pidió recibirla y se refirió a ella como la misma gloria que Él tenía "antes de que el mundo existiera" (v.5). Sólo una persona desequilibrada o el mismo Dios Eterno, exigiría tener la gloria o cualquier otra cosa que hubiera "antes de que el mundo existiera".

Además, solamente Dios puede darle la vida eterna a los pecadores (v.2). Y note en el v.3, que Jesús se puso al mismo nivel de Dios. El pecador recibe la vida eterna cuando él llega a conocer por fe al "único Dios verdadero, y a Jesucristo..." Usted puede intentar poner allí el nombre de cualquier otro y ver si eso tiene sentido. En esta sencilla declaración, Jesús afirmó ser Dios.

Cuatro veces en esta oración, Jesús afirmó que fue Dios Padre quien lo envió (v.3, 18, 21, 25). Cualquier apóstol o profeta puede afirmar ser enviado por Dios, pero ningún ser humano podría declarar haber venido de Dios mismo (v.8; cf. Juan 16:28). Cualquier cristiano puede orar, "todo lo mío es Tuyo", pero sólo el Hijo de Dios podía agregar "y lo Tuyo mío" (v.10). ¡Jesús declaró poseer todo que el Padre poseía! Él también afirmó ser uno con el Padre (v.11 y 21).

La misma manera en que Jesús oró revela que Él es Dios. Él no empezó diciendo "Padre nuestro", sino simplemente "Padre". Jesús nunca oró diciendo “Padre Nuestro”. Jesús le dijo a María Magdalena esa primera mañana de Pascua, "ve más bien a mis hermanos y diles: 'Vuelvo a mi Padre, que es Padre de ustedes; a mi Dios, que es Dios de ustedes'" (Juan 20:17). Dios es nuestro Padre por la gracia, pero Él es el Padre de Jesús por naturaleza. Y la palabra que Jesús usó para "rogar, orar o pedir" (vv.9, 15 y 20), no es la misma utilizada para tal fin en el Nuevo Testamento; la palabra usada por Jesús significa "pedir como de un igual". Usted y yo no podríamos usarla porque no somos iguales a Dios. ¡Pero Jesús la usó tres veces! ¿Por qué? Porque Él es Dios Eterno.

En el v.24, Jesús dijo audazmente, "Padre, quiero..." (en la Versión Reina Valera, el texto se tradujo con el sentido de "querer" o "desear" desde el punto de vista de la voluntad personal). No fue una petición, sino una exigencia. Ningún creyente podría orar con ese tipo de autoridad; no sería una oración fruto de la fe sino de la presunción. Sólo Dios Hijo puede dirigirse a Dios Padre de esa manera, porque son iguales: ¡Jesús es Dios!

Hay otras evidencias de la deidad de nuestro Señor en esta oración, pero nos detendremos en el v.24: "Me amaste desde antes de la creación del mundo." Es verdad que Dios ama a su pueblo "con un amor eterno" (Jeremías 31:3), pero Él no podía expresar ese amor hasta que ellos existieran realmente en la Tierra. No obstante, el Padre amó al Hijo desde la eternidad. En el v.24 se reúnen la gloria y el amor eternos.

Si cualquier otra persona orara de esta manera e hiciera estas exigencias, concluiríamos que tal vez esté confundido o mentalmente perturbado. Sólo Jesucristo, Dios Hijo, podía orar de esta manera. Pero esta gran verdad de que Jesucristo es Dios, plantea un pequeño interrogante: ¿Por qué Dios tendría la necesidad de orar? Los Evangelios nos presentan a Jesús como un hombre de oración. Yo he contado en los Evangelios al menos diecinueve ocasiones en las que Jesús está orando. ¿No hay una contradicción aquí? No, porque durante su ministerio en la Tierra, Jesús en todo dependió totalmente del Padre. Él dijo, "Así como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por el Padre,...." (Juan 6:57). Sus obras y sus palabras vinieron del Padre (Juan 5:36 y 14:24). Día tras día, Jesús dependió del Padre. Satanás tentó a Jesús para que usara su poder divino en Él mismo, pero Jesús no se rindió (Mateo 4:1-11).

 

En otros términos, nuestro Señor vivió por fe y dependió de la oración durante su vida y ministerio en la Tierra. Ahora, si Jesucristo, con todo su poder y perfección tenía que depender de la oración, ¡cuánto más usted y yo, con nuestras múltiples imperfecciones y debilidades, necesitamos depender de la oración!

El ensayista francés Montaigne escribió: "Hay pocos hombres que se atreven a publicar a todo el mundo las oraciones que ofrecen al Dios Omnipotente." ¡Jesucristo nos ha dado esta oración, y gracias a Dios que lo hizo!

2. Es grande debido al momento de la oración.

"Éste es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad." Si Neil Armstrong hubiera hecho esa declaración mientras jugaba a la rayuela con los niños del barrio, nadie le hubiera prestado atención. Pero él hizo esa declaración cuando saltó de su nave espacial para ser el primer hombre en caminar sobre la Luna. La situación le dio peso a sus palabras.

¿En qué situación se encontraba nuestro Señor y qué tenía qué ver con esta oración? Para empezar, Jesús apenas había terminado de instruir a sus discípulos (Juan 13-16). Ahora Él rogaba por ellos, porque la oración y la Palabra de Dios van juntas. Si conocemos toda la Biblia pero no nos ejercitamos en la oración, podemos tener una gran cantidad de verdad pero nada de poder. Seríamos "luz sin calor." Por otro lado, si sólo nos dedicáramos a la oración sin la enseñanza de la Biblia, estaríamos en peligro de volvernos fanáticos, "calor sin luz"! El celo es algo bueno, pero el celo sin conocimiento es generalmente destructivo.

Un balance apropiado de oración y estudio de la Biblia es muy importante para una vida cristiana equilibrada. El profeta Samuel dijo: "que el Señor me libre de pecar contra Él dejando de orar por ustedes. Yo seguiré enseñándoles el camino bueno y recto" (1 Samuel 12:23). Observe el balance entre la oración y la Palabra de Dios. "Ahora los encomiendo a Dios (la oración) y al mensaje de su gracia, que tiene poder para edificarlos y darles herencia entre todos los santificados" (Hechos 20:32). Pablo sabía la importancia del balance espiritual y también los demás apóstoles: "Así nosotros nos dedicaremos de lleno a la oración y al ministerio de la palabra" (Hechos 6:4).

La única manera en que la Palabra de Dios puede hacerse realidad en nuestras vidas es a través de la oración y la obediencia. Una razón por la que tenemos cristianos desbalanceados en nuestras iglesias es la falta de oración que refuerce el estudio de la Palabra de Dios. Es mucho más fácil lograr que los cristianos asistan a un estudio Bíblico que a una reunión dedicada a la oración, pero las dos son necesarias. Jesús enseñó a sus discípulos y después oró por ellos.

Pero esta oración no fue sólo por los discípulos; también fue por Jesús. Recuerde que Él estaba enfrentando la cruz. Cuando nuestro Señor empezó su ministerio y fue bautizado, Él oró al Padre (Lucas 3:21). A través de todo su ministerio, Él oró al Padre. Durante todo su ministerio, Él dependió de la oración. Se levantaba temprano en la mañana para orar (Marcos 1:35) e incluso oró durante toda una noche (Lucas 6:12). Él oró en el Monte de la Transfiguración (Lucas 9:28). Ahora Él estaba orando al enfrentar la agonía del Calvario.

En los primeros cinco versículos de Juan 17, Jesús ruega por Él mismo, pero eso no significa que fuera una oración egoísta. Esta es la diferencia: si Jesús no hubiera orado para que el Padre lo glorificara y lo recibiera de nuevo en el cielo, usted y yo no tendríamos hoy salvación. Al orar por Sí mismo, Jesús realmente oraba por nosotros.

Piense en lo que debe haber significado para el Salvador tener esa comunión con su Padre. La copa que Él estaba a punto de beber vendría de la mano del Padre (Juan 18:11). Llegaría la vergüenza, el dolor e incluso la muerte y la separación temporal del Padre; pero Jesús no tuvo miedo, pues con ese propósito había venido al mundo y el Padre lo vería en su gloriosa victoria.

Es interesante contrastar este tiempo de oración con algunos otros de intercesión registrados en las Escrituras. En Génesis 18, leemos que Abraham intercedió por la ciudad de Sodoma. Pero en Juan 17, Jesús intercedía por el mundo entero y moriría para salvar a los pecadores. Moisés intercedió por toda una nación, el pueblo de Israel (Éxodo 32), e incluso se ofreció a sí mismo para que ellos pudieran ser perdonados. Pero Jesús sí murió y por su muerte, todos los que confían en Él son perdonados y reciben la salvación eterna. Salomón hizo una oración extensa (1.050 palabras en algunas versiones) en su "dedicación del templo", pero la oración de nuestro Señor en Juan 17, significó la creación de un templo espiritual, la iglesia (1 Pedro 2:5).

Nuestro Señor nos da un gran ejemplo: la oración es esencial, no sólo en los asuntos cotidianos de la vida, sino sobretodo, en las crisis de la vida. Phillips Brooks dijo: "No oren por vidas fáciles, Oren por ser hombres más fuertes. No oren para que las tareas sean conforme a sus poderes. Oren para tener el poder que requieren sus tareas."

3. Es grande debido a las peticiones en la oración.

La oración que no pide nada, tampoco logra nada. Uno de los himnos populares dice:

Estamos llegando ante el Gran Rey,

Grandes peticiones hemos rogado.

Pero tales son su Gracia y Poder,

Que para Él nada es demasiado.

John Newton

Si alguna vez hubo una "oración digna de un rey", es esta de Juan 17. Aunque el bosquejo de la oración es sencillo, sus peticiones son profundas. La oración puede bosquejarse así:

1 Jesús rogó por Sí mismo (1-5).

2 Jesús rogó por sus discípulos (6-19).1. Por la seguridad de ellos (6-12).2. Por la santidad de ellos (13-19).

3 Jesús rogó por toda la iglesia (20-26).

Las peticiones en esta oración nos llevan de vuelta al principio de todo en la eternidad (v.5) y nos proyectan a la gloria futura en el cielo (v.24). Esta oración habla de la gloria del Padre y del Hijo (v.1) y de la iglesia glorificando a Dios en la tierra (v.10). Nuestro Señor menciona el amor del Padre por Él (v.24) y por los creyentes (v.23).

Cuatro palabras resumen las peticiones principales en esta oración: Gloria, Seguridad, Santidad, y, Unidad.

En los vv.1-5, Jesús pidió que el Padre le diera la gloria que le fue velada cuando vino a la tierra. Si Dios Padre no hubiera contestado esta petición, tampoco habría contestado las demás. En la siguiente sección de la oración (vv.6-19), nuestro Señor oró por sus discípulos. Él tenía dos preocupaciones: su seguridad (vv.6-12: "Protégelos") y su santidad (vv.13-19: "Santifícalos"). ¡Los discípulos serían los "pioneros" de la evangelización mundial (v.18) y necesitarían todo el apoyo en oración que pudieran tener! La última sección pone énfasis sobre toda la iglesia (vv.20-26) y la principal petición es que los creyentes puedan experimentar la unidad: "Para que todos sean uno..." (v.21).

Estas cuatro peticiones – la Gloria de Dios, la seguridad, la santidad y la unidad de la Iglesia de Dios –, son las mejores directrices que podemos tener en nuestra propia vida de oración. Hay demasiada superficialidad y egoísmo en nuestra oración. Tener en cuenta estas peticiones nos ayudaría a profundizar nuestra propia oración. Al estudiar esta oración, descubriremos que Jesús nos ha dado tres maravillosos regalos: la Vida Eterna (v.2), la Palabra de Dios (v.8, 14) y la Gloria de Dios (v.22). Al tener la Vida Eterna, también tenemos la salvación; la Palabra de Dios hace posible nuestra santificación (v.17) y nuestra glorificación es segura, porque Él ya nos ha dado la gloria. ¡El pasado, el presente y el futuro del creyente están seguros!

Un evangelista amigo mío, me habló de un adolescente que arruinó el automóvil familiar y que junto a los restos, oraba: "¡Oh Señor, que este accidente no haya pasado!" ¡Qué oración tan tonta! Tal vez usted y yo hemos hecho algunas oraciones tontas y poco profundas. Sólo cuando crecemos en nuestro conocimiento de la Palabra de Dios, podemos profundizar en nuestra vida de oración. Cuando sometemos nuestras peticiones a la Palabra de Dios, descubrimos cómo orar en la voluntad de Dios.

4. Es Grande debido a la Victoria que puede darnos Hoy.

Un amigo mío escribió una tesis sobre la oración de Salomón cuando él dedicó el templo. Es una oración maravillosa, pero gran parte de ella no es aplicable hoy a los creyentes del Nuevo Testamento. Jesús hizo esta oración en Juan 17, para que sus discípulos pudieran oírlo (v.13) y oró refiriéndose a nosotros hoy.

Jesús cerró su enseñanza en el Aposento Alto con estas palabras: "Yo les he dicho estas cosas para que en Mí hallen paz. En el mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo" (Juan 16:33). En su oración, ¡Jesús usó la palabra "mundo" diecinueve veces! La oración de Juan 17 nos dice cómo podemos vencer al mundo. Unamos estos dos importantes versículos, Juan 16:33 y 17:13, para comprender todo el impacto de lo que nuestro Señor dijo:

“En En el mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense!

Yo he vencido al mundo.”

“... digo estas cosas mientras todavía estoy en el mundo,

para que tengan mi alegría en plenitud.”

¡Lo que aprendemos de su oración nos da el valor para vencer al mundo y la alegría de esta victoria llena y controla nuestra vida!

La palabra "mundo" es usada con varios diferentes sentidos en las Escrituras: algunas veces significa "el universo creado", como en Juan 17:5: "antes de que el mundo existiera." A veces, simplemente significa "gente o humanidad", como en Juan 3:16: "Porque tanto amó Dios al mundo..." Pero con frecuencia la palabra "mundo" se refiere a algo más allá de la creación y la humanidad y significa "la sociedad organizada sin Dios y contra Dios". Jesús le dio este sentido cuando oró: "[los discípulos] no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo" (v.14). Los teólogos llaman a esto, el "sentido ético" de la palabra “mundo”.

El “mundo" se refiere al sistema de cosas a las que usted y yo pertenecíamos antes de que fuéramos salvados. Vivíamos "conforme a los poderes de este mundo" (Efesios 2:2): nuestras normas eran las normas de este mundo y nuestros placeres y satisfacciones venían de este mundo. Cuando creemos en Jesucristo como Salvador, recibimos la ciudadanía del cielo (Filipenses 3:20-21), para que ya no pertenezcamos más a este sistema llamado “mundo”. Aunque físicamente estamos en este mundo, espiritualmente ya no pertenecemos a él. Es como un buzo en el suelo del océano: estamos fuera de nuestro elemento, pero podemos sobrevivir porque tenemos la ayuda que viene de afuera.

¿Cuáles son las características de este sistema llamado “mundo” del cual hemos sido rescatados, que permanece en contra de nosotros y con el que constantemente debemos batallar?

En primer lugar, vivimos en un mundo engañado. El mundo no conoce a Dios, a pesar de toda su sabiduría (Juan 17:25; 1 Corintios 1:18-31). Para el mundo, una religión es tan buena como cualquier otra y acepta la cruz como un "símbolo religioso", pero no tiene un concepto de ella, ni de su propósito y poder. "El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden" (1 Corintios 1:18).

El mundo está engañado porque Satanás, el príncipe de este mundo, engaña la mente y oscurece el corazón (2 Corintios 4:3-6; Juan 12:31; 14:30; y 16:11). "Sabemos que somos hijos de Dios y que el mundo entero está bajo el control del maligno" (1 Juan 5:19). Satanás es un falsificador que proporciona sustitutos religiosos a quienes no conocen a Jesucristo. El mundo dice: "¡Lo importante no es lo que usted crea, sino que crea en algo!"

En contraste con el engaño que domina a las personas en el mundo, el creyente ha recibido el regalo de la vida eterna y por consiguiente, él participa de la verdad. "Y ésta es la vida eterna", oró Jesús, "que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Tú has enviado" (v.3). ¡El único Dios verdadero! Hemos vencido al mundo y compartimos la alegría de Cristo porque en verdad, ¡conocemos al único Dios verdadero! Y al conocer al único Dios verdadero y a su Hijo Jesucristo, no necesitamos a los sustitutos que tanto entusiasman al mundo. Nuestra alegría se encuentra en aquello que viene del corazón del Padre.

Pero el mundo no sólo está engañado, sino que también es peligroso. "El mundo se acaba..." (1 Juan 2:17); "porque este mundo, en su forma actual, está por desaparecer" (1 Corintios 7:31). Quienes están atrapados en este sistema al que llamamos “mundo”, piensan que es seguro, sólido, perdurable y confiable, cuando en realidad el mundo es temporal y pasajero. Hay quienes dicen, "¡tan seguro como el mundo!" Pero nada podría ser más inseguro que este mundo. (Por esa razón, el mundo creado no es seguro. "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" [Mateo 24:35]).

 

Por ser engañoso, el mundo es también peligroso. Puede engañar al mismo pueblo de Dios e incluso conducirlos a problemas. "No amen al mundo ni nada de lo que hay en él", advirtió el Apóstol Juan (1 Juan 2:15). "No se amolden al mundo actual", escribió el Apóstol Pablo (Romanos 12:2). Santiago hizo la pregunta pertinente: "¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios?" (Santiago 4:4). Pablo escribió a Timoteo, "haz todo lo posible por venir a verme cuanto antes, pues Demas, por amor a este mundo..." (2 Timoteo 4:9-10).

Satanás, el príncipe de este mundo, ha declarado la guerra a todo el pueblo de Dios. "Practiquen el dominio propio y manténganse alerta: Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar" (1 Pedro 5:8). ¡Los leones son peligrosos! Satanás utilizará al mundo para incitar al creyente a desviarse de la voluntad de Dios.

El mundo en que vivimos además de engañoso y peligroso, también es un mundo manchado y profanado. El creyente debe tener cuidado para “conservarse limpio de la corrupción del mundo" (Santiago 1:27). La nueva naturaleza de la que participamos, genera nuevos deseos, pero a nuestro alrededor siempre están las tentaciones a las cosas más bajas. Debido a esta nueva naturaleza, los creyentes han escapado de "la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos" (2 Pedro 1:4), pero ellos aún pueden ser tentados y caer.

Cada vez es más difícil guardarnos "sin mancha del mundo." Los mensajeros de "los deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida" (1 Juan 2:16), constantemente nos invaden. Los anunciantes, al promover automóviles o alcachofas, parecen necesitar la ayuda del sexo y el orgullo para comunicar su mensaje. Modelos seductoramente vestidas que no saben nada sobre el producto intentan cortejarnos para comprar. O quizás es el hombre de negocios guapo y evidentemente adinerado, el que intenta inflar nuestro ego y doblegarnos. Stephen Leacock describió la publicidad una vez como "la ciencia de atrapar la inteligencia humana por el tiempo suficiente como para recibir su dinero".

Finalmente, el mundo presente es también un mundo dividido. El propósito de Satanás es precisamente dividir y conquistar y parece estar lográndolo. ¡Incluso los creyentes pasan por momentos difíciles en los que se apartan unos de otros! Ponemos etiquetas sobre cada uno ("liberal", "fundamentalista", "neo-evangélico", “fundamentalista militante", “neo-fundamentalista", etc.), pensando que eso basta para solucionar todas las diferencias. Normalmente, esto crea más problemas porque la mayoría de los cristianos durante su proceso de maduración, no permanecen por mucho tiempo en el mismo “casillero” y algunos son difíciles de clasificar. ¡Gastamos más tiempo en las etiquetas que en lo que hacemos con quienes estamos clasificando!

En conclusión, hay cuatro características de este mundo en el que nosotros vivimos: es un mundo engañado, peligroso, manchado y dividido. Uno de los mensajes de Juan 17 es cómo vencer al mundo. Veamos lo que esta oración nos dice acerca del mundo en el que vivimos.

Vivimos en un mundo engañado, pero en Jesucristo tenemos la verdad: conocemos y confiamos en el "único Dios verdadero". El don de la vida eterna nos ha puesto en contacto con la verdad. Nuestro Señor mencionó esta verdad en los vv.1-5. Entre más conozcamos a Dios Padre y a su Hijo Jesucristo, menos interés tendremos en las efímeras cosas de este mundo. "Si alguien ama al mundo, no tiene el amor del Padre" (1 Juan 2:15). Es nuestro amor por el Padre lo que llena nuestra vida de la realidad espiritual.

Vivimos en un mundo peligroso, pero en Cristo Jesús estamos seguros (vv.6-12); no tenemos miedo, porque Él nos ha revelado el Nombre de Dios (esto es, la naturaleza de Dios, el carácter de Dios). "Torre inexpugnable es el nombre del Señor; a ella corren los justos y se ponen a salvo" (Proverbios 18:10). Jesús rogó, "Padre santo, protégelos con el poder de tu nombre…” (v.11).

Vivimos en un mundo manchado, pero es posible mantenernos puros debido a nuestra relación con Jesucristo. Nuestro Señor rogó por nuestra santificación (vv.13-19) y nos dio el don de su Palabra para que pudiéramos caminar en santidad. "Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad" (v.17).

Vivimos en un mundo dividido, pero en Jesucristo, los salvos tenemos la unidad espiritual (vv.20-26). Para que pudiéramos conservar y promover esta unidad, Él nos dio el don de su gloria (v.22). No necesitamos fabricar la unidad espiritual: la unidad ya está aquí y todo lo que debemos hacer es mantenerla. Tal vez un esquema que resuma estas verdades, lo haría más claro:


El Mundo en el que VivimosLa Provisión de Dios en Cristo Jesús
Un mundo engañadoEl don de la vida Eterna.(1-5): Tenemos la Verdad.
Un mundo peligrosoLa revelación del Nombre de Dios.(6-12): Tenemos la Seguridad.
Un mundo manchadoEl don de la Palabra de Dios. (13-19): Tenemos la Santidad.
Un mundo divididoEl don de la Gloria de Dios.(20-26): Tenemos la Unidad.

El famoso predicador norteamericano, Henry Ward Beecher, dijo una vez: "No es bueno para un hombre orar con 'crema' y después vivir una vida 'descremada." Lo más importante de nuestro estudio de Juan 17, es que haga una diferencia en nuestra vida diaria. ¿Cuál es mi actitud hacia el mundo? Mientras estudiamos, debemos hacer un inventario de nuestra vida. La respuesta a esta pregunta prueba si estamos o no recibiendo personalmente el beneficio de este estudio:

 ¿Hay algo del mundo que nos engaña y nos aparta de la verdad en Cristo?

 ¿Nos hemos puesto en un lugar de peligro que podría arruinar nuestro testimonio, nuestro trabajo y nuestra casa?

 ¿Estamos dejándonos manchar en secreto por el mundo?

 ¿Estamos creando divisiones no bíblicas en lugar de animar la unidad espiritual?

Después de todo, no somos bendecidos por nuestro estudio de la Palabra, sino por nuestro actuar en la Palabra.

"Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla." (Santiago 1:25).

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