Robándole Un Beso A Un Pícaro

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Robándole Un Beso A Un Pícaro
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ROBÁNDOLE UN BESO A UN PÍCARO

Índice

Otras Obras de Amanda Mariel

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Epílogo

Sigue leyendo un extracto de

CAPÍTULO 1

Sigue leyendo un extracto de

Prólogo

Acerca de Amanda Mariel

Postfacio

Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, organizaciones, lugares, eventos, e incidentes, son producto de la imaginación de la autora o son usados ficticiamente.

Derechos de autor - © 2018 Amanda Mariel

Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación, o transmitida de ninguna forma, o a través de ningún medio, electrónico, mecánico, grabado, o de otra manera, sin el expreso permiso escrito del editor.

Publicado por Brook Ridge Press

TRADUCIDO por ALICIA TIBURCIO

Otras Obras de Amanda Mariel

Títulos de Amanda Mariel

Series de Damas y sinvergüenzas

Esfuerzos escandalosos

Intenciones escandalosas

Redención escandalosa

La tímida escandalosa

Relación escandalosa

Series de amor legendario

Encantada por el Conde

Cautivada por el Capitán

Tentado por Lady Elianna

Maravillada por el Duque

Series del credo de Lady Archer

**Amanda Mariel escribiendo con Christina Mc Knight**

Teodora

Georgina

Adelina

Josefina

Series del escándalo conoce el amor

Ámame sólo a mí

Encuéntrame amor

Si es amor

Extrañezas del amor

Navidad en el salón Fortuna

Cree en el amor

Chance de amor

Series de beso de un pícaro

Su perfecto pícaro

Próximamente en la serie de beso del pícaro

Su perfecto sinvergüenza

Su perfecto canalla

Títulos solitarios

Una cita iluminada por la luna

Un beso encantador

Navidad con el abrazo del Duque

Una Navidad perversa

Series de las nieblas de Babilonia

El legado del amor

Una apuesta sin sentido

Próximamente en la serie de nieblas de Babilonia

Por siempre en tus brazos

El Club del Conde maldito

** Títulos de Amanda Mariel**

El Conde de Grayson

El Conde de Edgemore

Condenada por un pícaro

La locura de una tímida

Próximamente en la serie de Condenada por un pícaro

Un fatídico día de mayo

Conectada por un beso

** Estos títulos han sido diseñados para poder ser leídos solos **

Cómo besar a un pícaro (Amanda Mariel)

Un beso en la limpieza de Navidad (Christina Mc Knight)

El beso de una tímida en Navidad (Dawn Brower)

Robándole un beso a un pícaro (Amanda Mariel)

El beso de Navidad de una gitana (Dawn Brower)

El beso de Navidad de un Duque (Tammy Andresen)

Set de libros y antología

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Capítulo 1

Londres, Inglaterra

Uno, dos, tres, cuatro...Lady Daphne Rosamond contó sus pasos, mientras caminaba a lo largo de su salón de retiro. Debería estar en el salón de baile de Hawthorne. Los caballeros deberían estar prestándole atención. Ciertamente, ella debería estar bailando y flirteando.

Tres estaciones – durante tres largas, tediosas estaciones, Daphne había estado sentada al margen, esperando y rogando que algún caballero digno notara su presencia.

“Ahí estás. Te estaba buscando,” la prima de Daphne, Natalie St. Vela, entró a la habitación con la señorita Lulia Vasile a su lado. Natalie se detuvo, frunciendo el ceño mientras observaba a Daphne. “¿Pasa algo?”

“No...sí...no sé,” Daphne tartamudeó, tratando de ordenar sus pensamientos.

Natalie la miró fijo.

Las mejillas de Daphne se ruborizaron ante la mirada de Natalie. “He crecido cansada de estar siempre al margen. Tal vez es hora que acepte mi destino y me rinda a ser una vieja solterona.”

Lulia se acercó, sus ojos color violeta escépticos. “¿Cómo sabes que destino te espera?”

Daphne deslizó su mano por todo su cuerpo. “Mírame. Soy robusta y tímida, para nada el tipo de mujer a la que los caballeros le prestan atención. En mis tres temporadas, sólo he bailado unas pocas veces. Nadie ni siquiera se ha acercado a mí, mucho menos me ha cortejado.”

“Oh, Daphne,” Natalie apoyó su mano en su hombro, “tú eres hermosa y perfecta. Cualquier caballero se sentiría afortunado de tenerte. No seas tan dura contigo misma.”

Daphne cerró sus ojos, haciendo un esfuerzo por no llorar. Como deseaba que las palabras de Natalie fueran verdad, pero no lo eran.

Seguramente, Daphne poseía una naturaleza reservada y amable, pero carecía de todas las otras cualidades que un hombre buscaba en una esposa. Nunca había sido una belleza inglesa, ni tampoco se sentía cómoda en un salón lleno de gente.

Ella meneó su cabeza. “Estás equivocada.”

“Quítate tu guante,” Lulia se tomó su barbilla. “Déjame ver tu palma.”

Daphne tragó saliva, mientras miraba a la mujer, con la confusión embrollando sus pensamientos. “¿Mi guante?” preguntó ella, con escepticismo en sus palabras.

Lulia asintió, con sus rulos negros meneándose. “Sí, tu guante.”

Natalie tomó la mano de Daphne, luego comenzó a desabotonar el guante de seda blanco, que la cubría. “Lulia lee las manos. Deja que las mire, y te dirá que te depara tu destino.”

Daphne quitó su mano, su mirada dirigiéndose a una mujer y otra. Ella no creía en esas tonterías.

Los adivinos no eran más que fraude – eso es lo que su madre le había dicho siempre.

“¿Qué tienes que perder?” Natalie le tomó su mano nuevamente.

Daphne entrelazó sus dedos tratando de zafarse. “Madre dice –“

“Blah, blah,” Natalie interrumpió. “Deja de poner excusas y quítate tu guante.”

Lulia sonrió, sus ojos brillando. “Tu madre dice que los adivinos son un fraude. Tiene razón, ¿sabes?”

Daphne la miró en shock. ¿Cómo podía admitir tal cosa al tiempo de estar tratando de leerle las manos?

“La mayoría de ellos lo son,” Lulia continuó, “pero una gitana bien preparada, perfecciona su oficio. He pasado años, trabajando en el mío.” Ella tomó su mano, y comenzó a observar las líneas de su palma. “Esta es la línea de la vida. Esta es la línea del amor. Nuestras manos revelan mucho de nuestros destinos.”

Una chispa de esperanza recorrió todo el pecho de Daphne. Quizás Lulia poseía un talento real. Tal vez podía predecirle su futuro realmente. Si fuese así, ¿no querría escucharla?

Daphne dejó caer su guante, dejando su mano libre de la presión del satén.

Lulia tomó la mano de Daphne en la suya y comenzó a estudiar sus líneas. Ella deslizó su dedo por una de ellas, hacia abajo.

Daphne trató de relajarse, pero su corazón latía fuerte mientras miraba. ¿Qué ocurriría si Lulia le decía sólo lo que quería escuchar?

¿Qué ocurriría si seguía sus sospechas?

De todas maneras, Daphne temía lo que le podía decir. Ella retiró su mano. “Esto es un error. No quiero saber.”

“Tonterías,” Natalie cruzó sus brazos sobre su pecho. “Sólo temes lo que Lulia pueda encontrar. Saca tu cabeza del pozo y toma control de tu vida.”

La sangre de Daphne ardió, llenándose de furia ante las palabras duras de Natalie.” No tienes idea de lo que estás hablando. Te ruego que mantengas tus opiniones para ti.” Daphne le arrancó el guante a Natalie y volvió a ponérselo.

Qué raro que ella actuara de una manera tan temeraria. Ella nunca alzaba la voz. Nunca se había enojado tanto, que no pudiera contener sus emociones. Daphne respiró hondo.

“¿Estás segura que no quieres escuchar lo que tengo para decirte?” Lulia preguntó.

Daphne dudó, su mente girando con incertidumbre. Una parte de ella desesperadamente quería escuchar lo que Lula había visto, otra parte temía el resultado.

 

Ella desvió la mirada. Natalie tenía razón; Daphne era una cobarde.

“Claro que quiere saber,” dijo Natalie.

Lulia le brindó una sonrisa amable. “¿Daphne?”

Daphne dio un suspiro suave, exhalando aún más suave. “Sí. Dime.”

“Tú no estás destinada a estar sola. El amor puede llegar a tu vida, el verdadero amor. El tipo de amor profundo que inspira poemas y dura durante mucho tiempo.” Lulia recuperó la mano de Daphne, luego le quitó el guante. “¿Ves esto?” Ella deslizó su dedo a través de la línea, debajo del meñique de Daphne.

Daphne asintió, las lágrimas cayendo de sus ojos una vez más. La esperanza brotando desde dentro de ella era tanta que no podía manejarla.

“Esta es tu línea del amor. Es derecha y larga, indicando un amor profundo y duradero.”

Natalie posó su mano en su cadera, ladeándola un poco, mientras una sonrisa se extendía en sus labios. “Ves, Daphne, te dije que no había nada que temer, sólo debes salir de tu propio encierro. Deja de esconderte en los rincones y dale la bienvenida al amor.”

Daphne no podía discutir porque había sido muy tímida durante mucho tiempo.

Su prima la entendía bien y la conocía aún más. De todas maneras, Daphne no se sentiría cómoda rodeada de mucha gente. No de la forma en que Natalie se relacionaba con la gente. Ella, simplemente, no era una mariposa social extrovertida, como su prima.

Lulia le dio una mirada amable a la mano de Daphne antes de soltarla. “Me temo que tu situación no es tan simple. El amor no aterrizará en tu regazo directamente.”

Daphne mordió su labio inferior. Toda la conversación era una locura. No debería estar involucrada en ella.

Su madre no lo aprobaría, y la consecuencia emocional lo estaba probando.

Lulia dijo, “Tu tiempo se está acabando. Si no recibes un beso durante las celebraciones de Navidad, continuarás soltera el resto de tu vida.”

“¿Las celebraciones de Navidad?” las manos de Daphne se contrajeron, su corazón latía fuerte, al sentir que no tenía ninguna esperanza. “Eso es imposible. Sólo quedan quince días, y no tengo ni un solo admirador. Peor aún, me estaré yendo al campo inmediatamente.”

Natalie tomó su codo y se acercó. “Deja de ser tan dramática. No es que debas comportarte de esa manera.”

“Tienes razón, y lo siento, pero tú sabes que digo la verdad.” Daphne pasaría las vacaciones en la casa de Natalie, Harrington Gardens. Su tío, el Duque de Sheridan, había insistido que toda la familia lo complaciera con su presencia, y su madre y su padre habían aceptado.

No es que a Daphne le importara. A ella le gustaba pasar tiempo en la enmarañada hacienda, tanto como con Natalie, pero encontrar un pretendiente parecía imposible.

No podía pasearse alrededor de la villa, esperando encontrar extraños al azar para que la besaran, y la hacienda estaría llena de sus parientes. Era muy improbable que pudiera conseguir lo que buscaba.

“Te estás rindiendo antes de comenzar,” Natalie deslizó su brazo alrededor de Daphne, acercándola. “Pero no todo está perdido, ya verás.”

Lulia brindó una sonrisa comprensiva. “Cree en tu futuro, y haz que las cosas ocurran. Te sentirás complacida de haberlo hecho.”

Daphne asintió, demostrando una confianza que definitivamente no sentía.

Ella temía que lo único que ellas vieran fuera lo rápido que se podía convertir en una solterona. De todas maneras, se quedaría con la poca esperanza que Lulia le había brindado, junto con el ánimo y la ilusión de Natalie de esperar algo más.

Una quincena, quince días...Pronto conocería su futuro.

Capítulo 2

Harrington Gardens, Inglaterra

Daphne descendió del carruaje de su familia, siguiendo a sus padres, como la hija obediente que era. El viaje desde Londres había sido insoportablemente largo, sin ninguna otra compañía, excepto su Madre y su Padre.

A Daphne se le había hecho casi imposible sacarse de su cabeza la predicción de Lulia y deseaba desesperadamente discutirlo con alguien. Pobre de ella, se había mantenido en silencio acerca del tema sabiendo que su madre no lo aprobaría.

¿Había llegado Natalie ya? Daphne esperaba que sí, así tendría alguien con quien discutir acerca de su fortuna. Estiró su espalda y giró sus hombros, observando a los carruajes cercanos.

Ninguna llevaba la insignia Nightly, pero eso no significaba mucho, Natalie bien podría haber llegado el día anterior, o aún más temprano esa mañana. Preguntaría por su prima una vez que hubieran entrado.

Cerrando su capa para protegerse del aire frío del invierno, Daphne siguió a sus padres por las escaleras y dentro del vestíbulo. Le sonrió dulcemente al mayordomo, cuando él le hizo una reverencia de bienvenida, y después le entregó su capa a un lacayo.

“Dígame por favor, ¿está Lady St. Vella en la residencia?” Le preguntó al mayordomo.

Una voz grave le contestó desde el fondo. “Está en el salón rosa.”

“Gracias.” Daphne giró para ver de dónde provenía la voz, y su sonrisa se iluminó ante la vista del hermano de Natalie, Bradford. “Hola, primo,” le dijo al acercarse.

Bradford tomó su mano y le dio un beso fraternal en sus nudillos. “Te ves tan hermosa como siempre.”

Se inclinó ante sus padres, antes de besar la mejilla de su Madre. “Bienvenidos, Tía y Tío, espero que su viaje no haya sido muy tedioso.”

En su consiguiente conversación, la atención de Daphne giró al ver que se aproximaba Marcus Wentworth, el Conde de Clarendon. Vivía en una hacienda cercana y era un viejo amigo de Bradford.

Alguna vez, había sido su amigo, también. No es que hubieran pasado por alguna situación desagradable. No, simplemente habían crecido alejados, según habían pasado los años.

Un día, estaban patinando sobre hielo juntos. Luego, sin darse cuenta qué había pasado, Bradford y sus amigos se habían alejado de ella, incluso Natalie y sus amigas parecían no tener tiempo para ella.

Caramba, ella lo estaba mirando como si fuera el hombre más excitante, en que sus ojos se hubieran posado. Sus mejillas se sonrojaron al darse cuenta de lo que estaba pensando, y desvió su mirada. ¿Qué diablos le estaba ocurriendo?

Un momento después, ella lo miró, y su mirada se posó en sus pantalones grises ajustados de franela, un ajustado chaleco, antes de encontrarse con sus profundos ojos azules.

Se había vuelto muy buen mozo – extremadamente buen mozo. Era sabido que él se había ganado el título de sinvergüenza. Un hombre que se viera tan bien no podría evitar que las mujeres lo persiguieran. Pero, no debía tomarse libertades simplemente porque estuvieran rendidas a sus pies.

“Lady Daphne, tanto tiempo.” Él le hizo una reverencia.

Mortificada por la reacción ante él, tragó para sacarse el nudo que tenía en la garganta. “Es verdad, Lord Clarendon. Es un placer verlo aquí.” Ella presionó sus labios, reprendiéndose a sí misma por haber dicho la palabra placer.

¡Por supuesto, que iba a estar allí! Era el mejor amigo de Bradford y un vecino. Debería haber esperado o al menos considerado la posibilidad de que él estuviera presente.

Qué lío se estaba haciendo ella misma.

“Y es un placer verte aquí,” le dijo tomando su mano, para darle un beso en sus nudillos.

Sus mejillas pasaron de estar sonrojadas a arder, y sólo podía imaginar lo rojas que debían estar. Cuando él se incorporó para brindarle una sonrisa elegante, ella pensó que se prendería fuego por la vergüenza que sentía flameando dentro de ella.

Daphne se dirigió a sus padres. “Madre, ¿me excusa que voy a encontrarme con Natalie?”

Su madre asintió. “Por supuesto, querida.”

Daphne giró, luego dio grandes pasos hacia las escaleras. Hubiera corrido si pensara que podía escapar de un comportamiento tan impropio para una señorita.

Deseaba ser invisible, ya que seguramente los otros habían notado su reacción hacia Marcus. Era raro que hubiera estado tan nerviosa ante la presencia de un viejo amigo. Ellos seguramente pensaron lo mismo. Ella fervientemente deseaba que Marcus no lo hubiese notado.

No era que tuviera planes con él. En realidad, a ella ciertamente no le gustaba. Aunque así fuera, ellos no iban a congeniar. Él era un pícaro mundano, y ella era como un alelí marchito.

Aun en su juventud, ninguno de los dos había estado interesado en el otro, más allá de su amistad. Su relación había sido precaria, dependiendo del hecho de que Bradford compartía una conexión entre ambos. Él era el nexo que los mantenía juntos.

Nada había cambiado. Daphne seguía siendo la prima de Bradford, y Marcus, su amigo.

Si no fuera por los lazos que tenían con Bradford, no se hubiesen hablado nunca. Aun ahora, Daphne estaba en Harrington Gardens, porque la hacienda pertenecía a su familia, y Marcus había venido a ver a Bradford.

Sólo había reaccionado así, porque hacía mucho que no lo veía – sin notar cuanto había cambiado con los años.

Él la había tomado con la guardia baja, y debido a su personalidad tímida, ella había reaccionado así.

Daphne se enfocó en su respiración, dio un profundo suspiro seguido de una constante exhalación, mientras recorría los pasillos de las habitaciones, que llevaban al salón rosa. Su pulso se calmó más con su respiración, y al momento de llegar a donde estaba Natalie, su cuerpo se había recuperado normalmente.

Daphne abrió la puerta. “Estoy tan complacida de verte.” Ella entró en la habitación y se sentó en el sofá enfrente de Natalie. “Recién llego, pero tenía que venir a verte inmediatamente.”

Natalie arrugó un pedazo de papel verde que tenía en su mano. “¿Cuál es la emergencia?”

“Oh, no, todo está como debería. Nadie está herido o desaparecido, yo simp –“

La carcajada de Natalie detuvo el embate de Daphne. Ella se tragó sus palabras y miró a su prima, no compartiendo nada de su diversión. “Deja de burlarte.”

Natalie trató de mantenerse seria, pero su sonrisa florecía en su rostro. “Nadie puede evitar hacer bromas cuando lo haces tan fácil.”

Tratar de advertir a Natalie, no le brindaría a Daphne ningún beneficio. Natalie siempre había sido una descarada, la más incorregible en toda la familia.

En vez de continuar hablando del tema, Daphne meneó su cabeza, y después giró su atención hacia la mesa que estaba entre ellas.

Tiras de papeles de colores, cintas, acebo y pedazos de hojas perennes, estaban desparramadas sobre ella. Decidida a ayudar a Natalie a hacer flores de papel, Daphne buscó un pedazo de papel rojo.

Durante varios minutos, ella y Natalie estuvieron en un silencio relativo concentradas en sus artesanías. El tic-toc del sonido del reloj de manto, el crujido del papel y el rechinar del fuego, eran los únicos sonidos que se oían además de sus respiraciones.

Al final, Natalie apoyó su flor en la mesa y le devolvió la atención a Daphne. “Estoy contenta que me hayas buscado.”

Daphne asintió. Era lo más cercano a una disculpa que podía llegar a recibir. Además, no quería quedarse en silencio. Había tenido suficiente durante su viaje.

Ella se colocó la rosa de papel en su solapa y le sonrió a Natalie. “El viaje hasta aquí fue extremadamente largo. Me pasé casi todo el tiempo pensando en lo que Lulia me había dicho en el baile.”

“Yo también he estado pensando en eso. Seguramente podemos encontrar a alguien aquí que te bese.” Natalie buscó una rama de muérdago. Sonriendo pícaramente, la sostuvo en el aire entre ellas. “Si no conseguimos nada, podemos atraer a alguien debajo de la rama del beso.”

Daphne suspiró, su frustración creciendo dentro de ella ante lo difícil que se presentaba su situación. “Aunque me parara allí toda la noche, con mis labios fruncidos, no hay ninguna garantía que nadie me bese.” Suspiró otra vez. “Y si lo hicieran, lo más probable es que fuera algún miembro de la familia. No creo que eso cuente.”

“Tonterías,” Natalie meneó el muérdago, sus ojos destellando. “Bradford tiene muchos amigos, que van a venir a la celebración de Navidad, Marcus ya está aquí, y el Sr. Ashe vendrá también.” Ella inclinó un poco su cabeza, con su mirada pensativa. “Además, Pippa estará aquí. Ambas te ayudaremos a encontrar un caballero que no esté comprometido.

Un sonido de una puerta arrastrándose, y Daphne giró para mirar. Un lacayo entró, dirigiéndose directamente a Natalie. “Lady Maddox desea verla.”

 

El lacayo se movió a un costado, y Pippa entró en el salón.

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