Futbolera

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COMITÉ EDITORIAL COLECCIÓN HISTORIA UCRafael Gaune, Pontificia Universidad Católica de ChileEugenia Palieraki, Université de Cergy-PontoyseMiguel Ángel Puig-Samper, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, EspañaRafael Sagredo, Pontificia Universidad Católica de ChilePatience Schell, University of AberdeenMaria Rosaria Stabili, Università Roma TreVerónica Undurraga, Pontificia Universidad Católica de ChilePablo Whipple, Pontificia Universidad Católica de Chile

EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

Vicerrectoría de Comunicaciones

Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile

editorialedicionesuc@uc.cl

www.ediciones.uc.cl

FUTBOLERA

Historia de la mujer y el deporte en

América Latina

Brenda J. Elsey y Joshua H. Nadel

© Inscripción Nº 2021-A-5078

Derechos reservados

Junio 2021

ISBN Nº 978-956-14-2825-6

ISBN digital Nº 978-956-14-2826-3

Traducción: English UC

Diseño: Francisca Galilea R.

Diagramación digital: ebooks Patagonia

www.ebookspatagonia.com

info@ebookspatagonia.com

CIP-Pontificia Universidad Católica de Chile

Elsey, Brenda, autor.

Futbolera: historia de la mujer y el deporte en América Latina / Brenda J. Elsey y Joshua H. Nadel.

Incluye bibliografía.

1. Atletas mujeres – América Latina – Historia.

2. Fútbol para mujeres – América Latina – Historia.

3. Fútbol – América Latina – Historia.

I. t.

II. Futbolera: a history of women and sports in Latin

America. Español.

III. Nadel, Joshua H., autor.

2021 796.082098+DDC23 RDA

Originally published as FUTBOLERA: A history of Women and Sports in Latin America. Coyright © 2019 by The University of Texas Press. All rights reserved.


Para Sofía, Rafael y Evanthia, σ’αγαπω πολυ.

Para Maya, con todo mi amor.


Contenidos

Agradecimientos

Introducción

PRIMER CAPÍTULO. Por el bien de la nación: La educación física y el deporte femenino en Argentina y Chile entre 1902 y 1971

SEGUNDO CAPÍTULO. La vigilancia del género: El fútbol femenino en Brasil entre 1910 y 1940

TERCER CAPÍTULO. Desafiando la prohibición: El deporte femenino brasileño entre 1940 y 1980

CUARTO CAPÍTULO. Formando a las niñas para que sean madres: La educación física y el deporte en Centroamérica y México

QUINTO CAPÍTULO. El auge y el colapso del fútbol femenino mexicano entre 1968 y 1975

Epílogo

Bibliografía

Agradecimientos

Este libro, que estuvo durante largo tiempo en gestación, no solo recoge la experiencia de distintos lugares, también abarca varias décadas. Su creación, además de demandar mucho tiempo, llevó a los autores a distintas partes del mundo, desde lugares aparentemente lógicos como México, Costa Rica, Brasil, Chile y Argentina, hasta lugares menos probables como Atenas. Si bien escribir en este estado de constante movimiento ha sido desafiante y complejo, también ha sido muy entretenido. Hay muchas personas a las que nos gustaría agradecer. En primer lugar, Kerry Webb, de la Universidad de Texas Press, quien se unió al proyecto desde el comienzo y nos alentó en todo el camino. También nos gustaría agradecer al Instituto Lozano Long de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Texas, al equipo de la Colección Latinoamericana Nettie Lee Benson, y Daniela Alfonsi, directora del Museu do Futebol, quien nos ayudó enormemente con los archivos del museo. También queremos agradecerle a la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, uno de los lugares más tranquilos para investigar en Ciudad de México, con un equipo humano muy atento y simpático. No podemos dejar de agradecer a Mónica de la Vega, no solo por su ayuda durante la investigación, sino también por su sentido del humor y su gusto por la buena comida. También queremos agradecerle a Dominik Petermann, del archivo de la FIFA, quien ha trabajado con nosotros en dos proyectos y, por alguna razón, sigue respondiendo todos los correos electrónicos que le enviamos.

La red de futboleras también ayudó a que nuestra investigación fuera mucho más rica y cálida. Le enviamos muchos abrazos a Fabiola Vargas, Andrea Rodebaugh, Elvira Aracén, Mercedes Rodríguez y Ruby Campos. Mónica González nos dio información y nos orientó cuando lo necesitamos. Lucía Mijares y Mariana Bernárdez nos ayudaron a comprender el funcionamiento de la Federación Mexicana de Fútbol y sus cambios con respecto al juego femenino. Gaby Gartón, Ruth Bravo, “Marina” y Las Pioneras, en Argentina; Sisleide do Amor Lima y Márcia Taffarel, de Brasil; Camila García, Fernanda Pinilla e Iona Rothfeld, en Chile, compartieron sus historias con nosotros.

Muchos amigos nos ayudaron a convertir los borradores del manuscrito en un libro mucho más pulido, tanto directa como indirectamente. Jean Williams y Shireen Ahmed, hermanas en armas, su apoyo y aliento fueron muy importantes para nosotros. Matthew Brown y James Green nos enseñaron a ampliar nuestros argumentos. Los lectores anónimos del manuscrito nos sugirieron fuentes importantes y nos ayudaron a desarrollar nuestro enfoque. Peter Alegi, Matt Andrews, Amy Bass, Claire Brewster, Keith Brewster, Bernardo Buarque, Laurent Dubois, Alex Galarza, Roger Kittleson, Lindsay Krasnoff, Belinda Monkhouse, Jaime Shultz, Shawn Stein, Diego Vilches, Jonathan Weiler y David Wood, todos nos hicieron comentarios precisos.

También queremos agradecer de manera individual.

Palabras de Josh: Me gustaría agradecerle a Brenda. Es muy raro encontrar a alguien que sea capaz de mantenerte más o menos concentrado en lo que haces y que comprenda también que las vicisitudes de la vida a veces crean otras prioridades. Tengo la suerte de contarte entre mis amigos y como colega siempre haces que mi trabajo sea mejor. También me gustaría agradecer a mis colegas de la Universidad Central de Carolina del Norte, tanto dentro como fuera del departamento de Historia, pero especialmente a Lydia Lindsey, Baiyina Muhammad y la fallecida Sylvia Jacobs. En el Triángulo de Investigación, tanto real como psíquico, gracias a Matt y Lisa, Gustavo y Gracie, Todd y Erika, Ethan y Blain, Matthew y Leah, Layla y Josh, Claire y Jonathan, Mariola, Susan, Laura Wagner, la multitud de CSL, especialmente Marc y Drew (¿o Drew y Marc?) y Ascary Arias, Randall, Lisa, Molly, Charlie, Jeff y Stephanie, Sam Amago, William Thomas, Sophie Adamson, Alchemy y la fiambrería de Neal. Todos ustedes juegan un papel importante en mi cordura. La academia de Sporting Clube Portugal en Chalandri, Grecia, me dio un lugar para trabajar mientras mis hijos practicaban un deporte que aman y aprendían a maldecir en griego. A la administración y entrenadores, muchas gracias. Un agradecimiento especial a Mario Gavalas y Stavros Raptis. Ευχαριστω Tzeni por esos deliciosos cappuccinos freddo. El patriarcado es fuerte en Grecia, donde es más común que sean los padres y no las madres quienes llevan a los niños a las prácticas de fútbol.

Gracias a todos los padres y amigos griegos (demasiados para nombrarlos individualmente) por escucharme destruir su idioma y tener tanta paciencia. Muchos hicieron lo posible por ayudar: Antonis, Dino y Penny, Thanos y Ntina, Ariti, Giannis y Ntina, Elias y Roma, y Giannis. Gracias a Victoria Kalonarou por proporcionarme un excelente lugar donde vivir, pensar y trabajar.

A los gatos de Kalisperi Sevastis, especialmente a Isaiah, Steph y Berry. La familia de Eva en Grecia (los Drellas, Zaxaropoulos y Tiggelis) ευχαριστουμε πολυ por cuidarnos tan bien. Y, por supuesto, Evanthia, Sofía Ariadne y Rafael Nikolaos: me mantuvieron concentrado y me ayudaron de descansar cuando era necesario; sin ustedes todo esto hubiera sido mucho menos divertido, los quiero. Finalmente, a Ginger y Helen, las amo… ojalá, Bill estuviera aquí para esto.

Palabras de Brenda: Nunca hubiera escrito este libro sin Josh, en los últimos años solía recordarme las implicancias contemporáneas que tenía nuestro trabajo, lo que me ayudó a continuar. Estoy eternamente agradecida por su inteligencia, buena naturaleza y amistad. En Hofstra, me gustaría agradecer a todos mis colegas en el departamento de historia, quienes me han alentado de una manera increíble. También quiero agradecer especialmente a Benita Sampedro y Vimala Pasupathi.

 

También a Simon Doubleday y Susan Yohn, quienes, siempre que podían, me aconsejaban con la redacción de este libro y me ayudaban a equilibrar la enseñanza y la investigación. Hay tantos amigos en los que me he apoyado a lo largo de los años, Ernie Capello, Chandler Carter Melissa Connolly, Enrique Garguín, Paul Gootenberg, Alberto Harambour, Jorge Iturriaga, Zilkia Janer, Ana Julia Ramírez y Angie Thompson. Para los chicos del “shark crew”, saben quiénes son, sigan haciendo lo suyo. J. Edward Durrett, gracias por hacerme reír, casi a diario, durante tantos años. Jessica Stites, por varias razones ha sido una hermana del alma. Los Bardfield-Mañons, los Kramers y los Rose-Cortinas han hecho del Valle del Hudson un hermoso lugar para vivir. Todas las semanas, Shireen Ahmed, Lindsay Gibbs, Jessica Luther y Amira Rose Davis me ayudan a mantener mi ánimo y mi cerebro trabajando como parte del podcast “Burn It All Down” sobre el deporte y el feminismo. Chicas, las amo.

Gracias a mi familia, los Browns, los Steeles, los Elseys y sus respectivas familias, especialmente a mi madre, Joan y mis hermanos.

Si bien mis hijos no me ayudaron a escribir este libro, me llenaron de alegría y risas durante el proceso. Todo mi amor para Julieta, Luna y Maya, tres realmente es un número mágico. Y a su padre, Enrique, estoy eternamente agradecida por su apoyo. Nos vemos en la canoa, de una u otra forma.


“¿Por qué seguiste jugando?, toda la homofobia y la humillación, sin ganar un peso, ¿por qué?, ¿por qué no te dedicaste a algo más fácil?”, le pregunté a Marina, una exjugadora del equipo nacional de fútbol femenino argentino. Estábamos en un café en Queens, Nueva York, en un frío día de invierno. Había emigrado a Estados Unidos en 2010 para buscar oportunidades de jugar fútbol a nivel profesional. Aunque su sueño de una carrera pagada no se habían hecho realidad, Marina seguía jugando y arbitrando cuando no limpiaba oficinas en su trabajo nocturno. Ella me respondió: “mientras más dificultades había, más lo quería. No tenía educación, ni dinero, mi única arma era mi talento para el fútbol. Es todo lo que quería hacer”1. La reacción de Marina refleja la de miles de mujeres que han practicado deportes organizados en América Latina desde finales del siglo XIX. Su exclusión es clave para entender cómo se desarrolló el género y la sexualidad en la región. Las comunidades y actividades femeninas dentro del deporte también son clave para comprender la historia social. Este libro se centra en las relaciones de las mujeres con las asociaciones cívicas, incluidos los clubes deportivos, los equipos de educación física y las ligas sindicales, y la importancia que el deporte tiene en sus vidas.

Hay muchos íconos de mujeres poderosas en la historia de América Latina: la mexicana Adelita, la argentina Eva Perón, la brasileña Escrava Anastacia. Ya sean símbolos reales, imaginarios o mixtos, sirven como puntos críticos para comprender la vida de las mujeres en la región. Si bien estas figuras fueron excepcionales de una forma u otra, el enfoque tiende a centrarse en las actividades que las hicieron conocidas, más que en la experiencia común más mundana. Futbolera es una forma engañosamente directa de referirse a una niña o mujer que juega fútbol. Si bien las futboleras han desaparecido y reaparecido a lo largo de los siglos XX y XXI, en su mayoría, han sido ignoradas en las historias populares del deporte y en la historia latinoamericana en general. Como tales, sirven como metáforas para su aparición en la narrativa histórica. Cuando el término se utilizaba en el debate público, era una forma de referirse a una mujer que iba “demasiado lejos”, una farsante o monstruosidad. Las futboleras de hoy tienen hambre de su historia, que aún no se ha escrito y que este libro intenta reconstruir. Desde las federaciones internacionales hasta las nacionales, las organizaciones justificaban su falta de apoyo a las atletas en base a la supuesta falta de tradición que existía y porque se consideraban como recién llegadas al deporte. Esta obra discute la historia del papel de la mujer en otros deportes además del fútbol, pero está motivada por la intención de entender a las futboleras y a las deportistas más ampliamente, y meditar sobre su significado para entender el género, la clase, la raza y la sexualidad en América Latina.

La narración de la historia puede conferir legitimidad a los sujetos, al igual que puede negársela en la misma instancia. Descuidar la participación histórica de las mujeres en el deporte latinoamericano ha servido para naturalizar las diferencias de género en la sociedad y para justificar la negación de recursos para las atletas. Centrarse en las actividades de las mujeres dentro del deporte ilustra su creatividad y sentido de comunidad. El desinterés de los medios en el deporte femenino ha dejado a los historiadores con un rastro difícil de seguir.

Con frecuencia, son las propias atletas quienes conservan la historia del deporte femenino, al proporcionar sus recuerdos, fotografías, camisetas y recortes de prensa a los periodistas e historiadores. Al igual que la historia de los espectáculos de samba o drag, estas entusiastas conservan los detalles de sus actuaciones como materia prima que los historiadores luego tejen en la narrativa. Este no es un intento de dar voz a las que no tienen, ni de hacer un recuento exhaustivo de la historia deportiva de las mujeres, sino más bien registrar y situar los rastros disponibles y, con suerte, abrir nuevos caminos para la investigación.

Para entender a las futboleras, hay una historia más larga que entender, una que involucra la construcción del Estado en América Latina. Los programas de educación física fueron parte de la expansión de las agencias estatales que formaron nuevas escuelas e institutos para educar a los estudiantes en toda la región a fines del siglo XIX y principios del XX. Los regímenes de educación física diferían entre países y también se basaban en objetivos nacionales y adaptaciones locales. Este libro revisa el caso de América Latina con cautela y aspira a utilizar casos comparativos para resaltar la heterogeneidad de la región. Es fundamental tener en cuenta la crítica de Walter Mignolo a la idea de América Latina, quien demostró que el término supone una subyugación de los pueblos indígenas y africanos2. De hecho, los expertos de todo el continente americano diseñaron programas para reemplazar cualquier comportamiento indígena o africano por hábitos europeos. En las primeras décadas del siglo XX, trabajaron en gran medida bajo el supuesto de que solo los europeos habían adoptado tradiciones de cultura física dignas de la política estatal.

Es difícil imaginar una imposición más directa sobre los niños que los programas escolares que estipulaban cómo debían mover sus cuerpos. Aunque la educación física se percibía como voluntaria, e incluso agradable para los estudiantes, el Estado aún buscaba controlar la forma en que los estudiantes se estiraban, brincaban, corrían e incluso se paraban. La educación física reforzó las diferencias de género como inmutables y la creación de comportamientos heterosexuales adecuados fue primordial. Aunque las mujeres deportistas y las jugadoras de fútbol salían de los límites de lo que era socialmente aceptable, participaron en un espectro del deporte y la educación física. Sin embargo, las ideas que tenían las niñas y mujeres sobre la educación física a menudo diferían de los proyectos nacionalistas del Estado. Las comunidades que formaron a las mujeres y la intensidad de los intercambios a través de las fronteras nacionales merecen atención en cualquier estudio de deportes. Además de estudiar las relaciones transnacionales, este libro presenta casos comparativos que reflejan cómo distintas historias de género crearon diferentes paisajes para el atletismo femenino.

La aceptación del género, que subraya el proceso y la contingencia de las categorizaciones masculinas y femeninas, llega a las academias de Estados Unidos y Europa al menos desde el ensayo fundamental de Joan Wallach Scott, “Género: Una categoría útil de análisis histórico”, de 1986. El género abrió una amplia gama de metodologías y fuentes a los académicos interesados en la historia de cómo las sociedades construyeron, naturalizaron y reprodujeron la diferencia en función de la masculinidad y la feminidad. Con el tiempo, estos términos se han pluralizado (géneros, masculinidades, feminidades, sexualidades) para reconocer las ideas que los rodean. El género ha permitido a los historiadores dar cuenta de la importancia de las mujeres para el trabajo, la propiedad y la política, incluso cuando no están representadas “en persona”. Podemos entender cómo las leyes que no las mencionan, a menudo escritas sin su participación, se han diseñado tanto lingüísticamente como en la práctica para otorgar capital a los hombres. Es fundamental recordar que las identidades de género no existen en el vacío, también se relacionan con la clase, la raza, la nación y la sexualidad. En la medida de lo posible, hemos intentado dar cuenta de estas interseccionalidades. A medida que avanza la investigación en biología evolutiva y ética médica, los límites entre sexo y género se han vuelto más nebulosos al reconocer que los dos sexos se encuentran dentro de un espectro de características.

El crecimiento de la historia femenina y de género ha llevado a una serie de estudios importantes que nos han obligado a repensar las narrativas históricas tradicionales. La historia de las trabajadoras, por ejemplo, demuestra no solo sus experiencias en el lugar de trabajo, sino también su importancia para las economías latinoamericanas3. Las ideas de que los hombres y las mujeres merecían salarios y beneficios diferentes dieron forma a la política de los sindicatos, especialmente en términos de restricciones al trabajo femenino y a la organización laboral. Las nuevas interpretaciones de la participación de la mujer en los movimientos políticos, en todo el espectro ideológico, han demostrado tanto su importancia para la política como su marginación. Como trabajadoras sociales, maestras y funcionarias públicas, las mujeres tenían la responsabilidad de implementar proyectos estatales a diario4. Sus historias sociales también dieron profundidad y matices a la forma en que entendemos la importancia de los proyectos estatales como la reforma agraria5. Dada la superposición de las desigualdades en toda la región, la erudición feminista ha explorado la forma en que el racismo, el clasismo y la homofobia se han cruzado con el sexismo para dar forma a la vida cotidiana de las personas6.

La historia de género y la historia de la mujer dependen la una de la otra para comprenderse, pero no son lo mismo. A pesar de todo el progreso logrado en la década de 1990 y principios de 2000, la historia social de las mujeres en América Latina sigue siendo un área de investigación descuidada. Esto se debe, en parte, a un mayor enfoque en los estudios de género, lo que inevitablemente arroja más luz sobre los hombres a medida que aparecen con mayor frecuencia en los materiales originales. En otras palabras, si bien el género y la historia femenina no son dispares, tampoco pueden confundirse7. Las historias de género, muchas de las cuales son más sugerentes que definitivas, han generado ideas de gran importancia que también contribuyen a la historia de la mujer y sus contribuciones. La historia de la sexualidad nos ha obligado a reevaluar las prescripciones legales normativas, las vidas privadas y las comunidades alternativas8. Las historias de los fundamentos familiares, sociales, religiosos y productivos de gran parte de la historia de América Latina han sido revolucionadas por nuevas investigaciones sobre la historia de la sexualidad. Las historias sociales de las mujeres son muy necesarias para continuar este trabajo de comprender mejor cómo las construcciones ideológicas como la masculinidad y la feminidad influyen en la vida cotidiana.

El estudio de las mujeres en comunidades clandestinas y sus actividades en un tema como los deportes, que actualmente se considera políticamente importante, no puede basarse en el mismo tipo de base documental que la historia de organizaciones feministas formales u organizaciones benéficas de mujeres, por ejemplo. Desde un punto de vista metodológico, este estudio a ratos se lee como si fuera una historia de los medios de comunicación, porque a menudo mencionamos los rastros de participación femenina en la prensa. Argentina y Chile han tenido publicaciones deportivas estables, mientras que otros países, como México, presentan un desafío mayor. La atención desigual que el deporte femenino ha recibido en la prensa hace que la búsqueda de su historia, y la creación de narrativas coherentes al respecto, sea similar a buscar una aguja en un pajar. Además de periódicos y revistas, hemos utilizado documentos gubernamentales, particularmente de departamentos de educación física, historias orales, memorias informales, sitios de admiradores, fotografías y documentos de clubes.

 

En los capítulos sobre Brasil, hay que agradecer la ayuda entregada por el Museu do Futebol en São Paulo y su directora Daniela Alfonsi, y la entusiasta coleccionista Aira Bonfim. La escasez de material fuente es, por supuesto, exagerada dada las restricciones sociales impuestas al deporte femenino y su exclusión por parte de la mayoría de los coleccionistas. Estas historias sociales sobre el fútbol y el deporte en general, aunque rara vez se centran en las mujeres, han proporcionado análisis importantes sobre el papel del deporte en la identidad nacional, la formación política, étnica y social de la clase9.

Si bien los historiadores se dedican a circular por el tiempo, todavía no se han esbozado las cronologías básicas y los eventos deportivos femeninos de América Latina. Conscientes de las trampas y los problemas involucrados en este esfuerzo, hemos construido una cronología aproximada entorno a la cual el libro se estructura. En toda la región, la educación de las niñas comenzó formalmente en la década de 1880, especialmente en el Cono Sur, aunque en México, Costa Rica y otros lugares también se reconoció la importancia de la escolarización de las niñas. Poco después, los educadores comenzaron a crear programas de educación física al ver el vínculo que existe entre cuerpo y mente sanos. Estos programas abrieron oportunidades previamente no disponibles en los deportes y el ejercicio, especialmente para las niñas de la clase trabajadora. Los reformadores liberales, los oficiales militares y, en menor medida, los católicos conservadores, negociaron las líneas generales del plan de estudios de educación física. En todo el espectro político, la idea de que el deporte podía mejorar la salud eugenésica de la nación fue increíblemente poderosa e inherentemente involucró tanto a niñas como a niños. Al igual que con muchas otras corrientes ideológicas de la época, los estadistas latinoamericanos miraron hacia Europa para crear instituciones, políticas y planes de estudio que aportaran ideas “modernas” y científicas a sus programas. Las jerarquías raciales configuraron la forma en que los burócratas, los maestros y los reformadores entendían los objetivos de la educación física. La suposición de que las personas de ascendencia africana, indígena, asiática o mixta necesitaban copiar los movimientos y hábitos de los europeos para mejorar su composición racial se consideró “sentido común”. Influenciadas por las prácticas europeas, las mujeres dominaron los puestos docentes en la educación física de las niñas de esa época. Era común que extendieran su enseñanza más allá del aula y organizaran clubes y torneos.

A fines de la década de 1920, el feminismo latinoamericano surgió como un conjunto diverso de movimientos e ideologías. Esto coincidió con la creciente participación de las mujeres en la fuerza laboral y en las campañas de sufragio en la región. Al mismo tiempo, las actividades recreativas se expandieron rápidamente a las multitudes urbanas gracias a las nuevas tecnologías. La imagen internacional de la mujer moderna con cabello corto y ropa deportiva estaba estrechamente vinculada al deporte femenino. Los comentarios de las mujeres, la fanaticada y la participación en el deporte aumentaron notablemente. Los deportes asociados con las europeas de clase alta, como el tenis y la natación, tuvieron una amplia aceptación. Mientras algunos celebraban las nuevas tendencias, otros ridiculizaban a la “mujer moderna” como vanidosa y sexualmente promiscua. Los escritores de élite temían que estas nuevas tendencias desdibujaran los límites entre los géneros y las clases sociales y amenazaran la pureza de la mujer de clase alta que podría confundirse con cualquier callejera si apareciera en los estadios o con el pelo corto. Estos argumentos prosperaron más allá de las páginas de las revistas de élite y se extendieron a las calles. En México, en la década de 1920, por ejemplo, los hombres atacaron a las mujeres por adoptar el estilo emblemático de la “chica moderna”10. Por más que los educadores latinoamericanos hayan querido adoptar las normas europeas, reaccionaron sospechosamente a la tendencia global de la “chica moderna”, así como al nuevo modelo femenino: el cuerpo atlético. A medida que el deporte, particularmente el fútbol, se asoció fuertemente con la masculinidad y el nacionalismo, los periodistas y expertos encontraron que la presencia femenina era cada vez más aborrecible. Los líderes de los clubes, periodistas y educadores cuestionaron la sexualidad de aquellas que optaban por practicar deportes, particularmente de equipo.

En las décadas de 1940 y 1950, una mayor inversión estatal en cultura y recreación conllevó a una expansión en la construcción de instalaciones subsidiadas, educación física y amateurismo de élite, como los equipos olímpicos. También significó una mayor intervención estatal en la vida deportiva de los ciudadanos. Esta intrusión del Estado es más evidente en el caso de los deportes femeninos en Brasil, país que prohibió el fútbol, el rugby y la lucha (entre otros deportes) en 1941. En este país y en otras partes de la región, la profesionalización de la medicina deportiva, la educación física y los clubes deportivos restringieron aún más el atletismo femenino. Y, a medida que se fortalecieron las organizaciones deportivas femeninas, se enfrentaron a una mayor resistencia de quienes se oponían a estas actividades deportivas, tanto de hombres como de mujeres. Muchos estados latinoamericanos se expandieron significativamente a mediados de siglo, y en el proceso promovieron un patriarcado renovado. Una minoría logró capitalizar esta expansión, como los equipos de básquetbol femenino en el Cono Sur. El crecimiento del básquetbol y el voleibol en las décadas de 1940 y 1950 creó oportunidades internacionales para las jugadoras. Las mujeres viajaban, organizaban eventos para recaudar fondos y pasaban bastante tiempo juntas. Aunque los entrenadores hombres actuaban como chaperones, había libertades que normalmente no se otorgaban a las chicas involucradas en estos clubes. Sin embargo, los ataques de los expertos y las restricciones de los organismos estatales llevaron a muchas comunidades de deportes femeninos a la clandestinidad, así como a entrar en conflicto con la policía local. Pese a todo, lograron perseverar. Algunas atletas continuaron practicando los deportes que amaban sin tener acceso a los medios de comunicación, los subsidios estatales o el capital cultural. Debido a la escasez de fuentes, no tenemos cómo saber si las mujeres interpretaban su persistencia como feminista. No obstante, sabemos que en la práctica luchaban por tener tiempo libre y acceso al espacio público y promovían actividades que la burocracia profesional consideraba poco femeninas.

En los años sesenta y setenta, las mujeres que rechazaron el modelo doméstico se vieron en una posición desfavorable. La historiadora Valeria Manzano ha demostrado que las jóvenes, “prácticamente impugnaron las ideas predominantes sobre el ‘hogar’ al permanecer en el sistema educativo, participar plenamente en el mercado laboral, ayudar a dar forma a actividades recreativas juveniles, experimentar con nuevas convenciones judiciales y reconocer públicamente que habían tenido relaciones sexuales prematrimoniales y contraer matrimonio más tarde”11. De esta manera, desafiaron la ecuación de esposa y madre. El pánico moral generó discusión, recriminaciones y, en casos extremos (aunque no tan extremos como podría parecer) violencia contra la mujer. Los deportes, especialmente fuera de las escuelas y en equipos femeninos, desafiaron las normas y costumbres dominantes. Cuando, en la década de 1960, más mujeres comenzaron a ingresar a las universidades y sindicatos, empezaron a formar equipos. A medida que las selecciones nacionales se solidificaron y ganaron prestigio, los entrenadores masculinos desplazaron a sus contrapartes femeninas. Las dictaduras militares de la década de 1980 en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, que restringían las asociaciones civiles y prometían una vuelta a los roles de género tradicionales, dañaron el impulso del deporte femenino. En esa época, los organismos internacionales, especialmente el Comité Olímpico Internacional (COI) y la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) tuvieron que crear más oportunidades para las atletas. A medida que las atletas se reagruparon en la década de 1990 y principios de 2000, siguieron enfrentando discriminación, pero ahora con una nueva justificación: el mercado.