Prepararlos para pastorear

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Prepararlos para pastorear
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Elogios para Prepararlos Para Pastorear

La iglesia posee una responsabilidad única de identificar líderes entre el pueblo de Dios y equiparlos para el ministerio entre todas las naciones. Mientras el Espíritu Santo es responsable de apartar a los hombres para el ministerio, la comunidad local de fe es responsable ante Dios de entrenarlos y enviarlos de manera que glorifiquen a Cristo. Estoy agradecido con Brian Croft por este recurso inmensamente útil, completamente bíblico y extremadamente práctico que será de gran utilidad para aquellos llamados por Dios, para sus pastores, y para sus iglesias.

David Platt, pastor principal de la Iglesia de Brook Hills, Birmingham, Alabama, y autor de Radical

Vivimos en un mundo individualista donde las experiencias subjetivas y privadas a menudo se consideran indiscutibles. Si alguien afirma que ha sido llamado al ministerio, ¿quiénes somos nosotros para cuestionarlo? Sin embargo, Brian Croft demuestra que todo llamado interno al ministerio debe estar acompañado de un llamado externo. El pueblo de Dios, la iglesia de Jesucristo, debe desempeñar un papel importante al evaluar si alguien es llamado al ministerio. En ese sentido, Prepararlos Para Pastorear tiene fundamentos bíblicos y está lleno de sabios consejos pastorales. De manera que, yo lo recomiendo con mucho entusiasmo.

Thomas R. Schreiner, Profesor James Buchanan Harrison de Interpretación del Nuevo Testamento en el Southern Baptist Theological Seminary

Brian Croft ama al Salvador, y ama a la iglesia. Eso se puede notar en cada página de este libro. Para aquellos a quienes les preocupa que la cosecha sea abundante y quieren que el Señor de la mies envíe obreros, este libro les ayudará a asegurarse de que los obreros estén a la altura de sus salarios. Croft nos dice qué es lo que debemos buscar y cómo debemos cultivarlo una vez que lo encontremos.

Thabiti Anyabwile, pastor principal de la First Baptist Church, en Gran Caimán, y autor de Miembro Saludable de la Iglesia, ¿Qué significa?

El pastor Croft ha llevado a su iglesia a desarrollar un enfoque intencional para evaluar el sentido del llamado de un hombre. Si tienes responsabilidades de liderazgo espiritual en tu iglesia local, querrás tener este libro, ya que te será útil cada vez que un hombre declare que siente el llamado de Dios al ministerio.

Donald Whitney, profesor asociado de espiritualidad bíblica en el Southern Baptist Theological Seminary

Lo que Brian Croft ha escrito ayudará a los pastores, iglesias, profesores de seminario y estudiantes a incluir un paso importante, que a menudo se omite, en el viaje de un hombre que va desde un misterioso llamado al ministerio hasta el llamado de una congregación local para convertirse en pastor. Los líderes vocacionales y laicos deben tener este libro a la mano cuando un hombre profese un llamado interno al ministerio.

Eric C. Redmond, asistente pastoral ejecutivo y profesor residente de Biblia en la Iglesia Bautista New Canaan, Washington, DC.

Cuando Pablo les escribió a los Gálatas, esperaba que esas iglesias pudieran discernir si el verdadero evangelio estaba siendo predicado o si lo que estaban escuchando era otro evangelio; ¡incluso si el predicador era el mismo Pablo o un ángel del cielo! Brian Croft llama a las iglesias a asumir responsabilidades que Pablo esperaba que ejercieran, y a los pastores los llama a hacer el tipo de trabajo que Pablo les encargó a Timoteo y Tito.

Jim Hamilton, profesor asociado de teología bíblica en el Southern Baptist Theological Seminary y pastor principal de Kenwood Baptist Church

En Prepararlos Para Pastorear, Brian Croft proporciona un discernimiento bíblico muy necesario para los pastores ordinarios como yo. Pastor, lee esto para el beneficio de tu alma. Léelo para equipar a tu iglesia. Léelo para quedar asombrado por el hecho de estar sirviendo al Príncipe de los pastores.

Brian Chesemore, pastor de Sovereign Grace Church, Louisville, Kentucky

Brian Croft ha contribuido positivamente al llamado de las iglesias locales para que vuelvan a hacerse cargo del discipulado pastoral. Prepararlos Para Pastorear te aportará mucha claridad con respecto a la gran confusión que se ha producido en los últimos años.

Eric Bancroft, pastor principal de Castleview Baptist Church, Indianápolis, Indiana

Brian Croft destaca la responsabilidad de la iglesia de llamar y confirmar a los individuos que reclaman una atracción personal y divina al ministerio. Esto socava el sentido altamente individualista del llamado que la gente expresa hoy en día, que se considera como inmune a la evaluación o la crítica. Este libro cambiará la forma en que nosotros, como cuerpo de Cristo, confirmamos el ministerio pastoral de los individuos.

D. Jeffrey Mooney, pastor principal de First Baptist Church, Norco, California, y profesor asistente de Estudios Cristianos en California Baptist University



Publicaciones Faro de Gracia P.O. Box 1043 Graham, NC 27253 www.farodegracia.org

ISBN 978-1-629462-90-5

Originally published in English in the U.S.A. under the title:Prepare them to shepherd: test, train, affirm, and send the next genaration of pastors.

Copyright © 2014 by Brian Croft and Phil Newton. Previously published in 2011 by Day One Publications under the same title. Spanish edition © 2021 by Publicaciones Faro de Gracia with permission of Zondervan, 3900 Sparks Dr. SE, Grand Rapids, Michigan 49546. All rights reserved. Represented by Tyndale House Publishers, Inc.

©2021 Publicaciones Faro de Gracia. Traducción al español realizada por Victor Velasco; edición de texto, diseño de la portada y las páginas por Benjamin Hernandez. Todos los Derechos Reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio —electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro— excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor.

©Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina–Valera ©1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas, a menos que sea notado como otra versión. Utilizado con permiso.

A mi hermano, Scott, que fue el

primero en desafiarme a buscar y

valorar el llamado externo

Contenido

Prólogo

INTRODUCCIÓN

Capítulo 1 – LLAMADO: ¿A QUÉ ES LLAMADO UN PASTOR?

Capítulo 2 – RESPONSABILIDAD: ¿QUIÉN ES RESPONSABLE DEL LLAMADO?

Capítulo 3 – CUALIFICACIÓN: ¿QUIÉN PUEDE RECIBIR EL LLAMADO?

Capítulo 4 – EXPECTATIVA: ¿QUIÉN HACE EL LLAMADO?

Capítulo 5 – APLICACIÓN: ¿CÓMO PROCEDER EN EL LLAMADO?

Capítulo 6 – FIDELIDAD: ¿QUÉ ESTÁ EN JUEGO CON ESTE LLAMADO?

CONCLUSIÓN

Agradecimientos

Apéndice 1: Formato de pasantía pastoral

Apéndice 2: Evaluación de la revisión del servicio

Apéndice 3: “El llamado externo”: un sermón predicado en la Auburndale Baptist Church, Louisville, Kentucky, el 14 de diciembre de 2018

¿Te ha llamado Dios al ministerio? Aunque todos los cristianos son llamados a servir a la causa de Cristo, Dios llama a ciertas personas a servir a la iglesia como pastores y ministros. En su carta al joven Timoteo, el apóstol Pablo confirmó que, si un hombre aspira a ser pastor, “buena obra desea hacer” (1 Timoteo 3:1 LBLA). De la misma manera, es un gran honor ser llamado por Dios al ministerio de la iglesia. Así que, ¿cómo puedes saber si Dios te está llamando?

En primer lugar, existe un llamado interno. A través de su Espíritu, Dios les habla a las personas que ha llamado a servir como pastores y ministros de Su iglesia. El gran reformador, Martín Lutero, describió este llamado interno como “la voz de Dios escuchada por la fe.” Aquellos a quienes Dios ha llamado conocen este llamado porque tienen un sentido de liderazgo, propósito y compromiso creciente.

Charles Spurgeon identificó la primera señal del llamado de Dios al ministerio como “un intenso y absorbente deseo por la obra”. Aquellos llamados por Dios sienten un creciente impulso por predicar y enseñar la palabra, y por ministrar al pueblo de Dios.

 

Este sentido de compulsión debe llevar al creyente a considerar si Dios puede estar llamándolo al ministerio. ¿Te ha dotado Dios con el deseo ferviente de predicar? ¿Te ha equipado con dones necesarios para el ministerio? ¿Amas la Palabra de Dios y te sientes llamado a enseñar? Cuando alguien buscaba el consejo de Spurgeon, él le recomendaba a la persona que, si le era posible resistir ese deseo, se abstuviera de predicar. “Pero”, agrega Spurgeon, “si no le es posible resistirlo, y siente que debe predicar o morir, entonces ése es el hombre indicado.” Ese sentido de urgencia es una de las marcas centrales de un llamado auténtico.

En segundo lugar, existe un llamado externo. Los bautistas creen que Dios usa a la congregación para “llamar a los llamados” al ministerio. La congregación debe evaluar y confirmar el llamado y los dones del creyente que se siente llamado al ministerio. Como familia de la fe, la congregación debe reconocer y celebrar los dones para el ministerio que se les da a sus miembros, y asumir la responsabilidad de animar a aquellos a quienes Dios ha atraído para responder a ese llamado con alegría y sumisión.

Sin embargo, en la actualidad, muchas personas piensan en una carrera profesional más que en un llamado. El cuestionamiento bíblico para “considerar tu llamado” debe abarcar desde el llamado a la salvación hasta el llamado al ministerio. John Newton, famoso por escribir el himno “Sublime Gracia”, una vez comentó que “nadie más que Aquel que formó el mundo es capaz de formar a un ministro del evangelio.” Sólo Dios puede llamar a un verdadero ministro, y sólo Él puede concederle los dones necesarios para el servicio. Pero la gran promesa de la Escritura es que Dios llama a los ministros, y presenta a estos siervos como regalos para la iglesia.

Un aspecto que es importante tratar en este contexto es el malentendido común acerca de la voluntad de Dios. Algunos ejemplos de piedad evangélica nos hacen pensar que la voluntad de Dios es algo difícil de aceptar. A veces hacemos que eso parezca todavía más confuso cuando hablamos en términos de “rendirnos” a la voluntad de Dios. Pero el apóstol Pablo en Romanos 12:2 aclara que la voluntad de Dios es buena, agradable, y perfecta. Aquellos que son llamados por Dios para predicar tendrán tanto el deseo de hacerlo, como los dones necesarios para la predicación. Además, el predicador llamado por Dios sentirá la misma compulsión que el gran apóstol, quien escribió: “¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9:16).

Así que, considera tu llamado. ¿Sientes que Dios te llama al ministerio, ya sea como pastor o como otro servidor de la iglesia? ¿Sientes el deseo ardiente de proclamar la Palabra, compartir el evangelio y cuidar del rebaño de Dios? ¿Este llamado ha sido confirmado y alentado por los cristianos que mejor te conocen?

En este nuevo e importante libro, Brian Croft presenta una audaz y bíblica comprensión del llamado al ministerio. A través de las siguientes páginas, Brian aclara muchos temas de confusión contemporánea, y su compromiso con la iglesia local asegura que su comprensión del llamado al ministerio nunca se separa del contexto del pueblo de Dios.

Pocos libros son más oportunos que este, y estoy agradecido con Brian Croft por su fiel y cuidadosa evaluación del llamado al ministerio.

R. Albert Mohler Jr., presidente del Southern Baptist Theological Seminary

AL PRINCIPIO DE MI MINISTERIO PASTORAL surgió una gran necesidad. La iglesia a la que servía experimentó un crecimiento constante en los primeros años, incluyendo la atracción de varios estudiantes de un seminario local. A medida que me relacionaba con estos jóvenes en el ministerio pastoral, descubrí que tenían muchas cualidades maravillosas. Cada uno de ellos amaba a Dios. Sus vidas habían sido transformadas por el evangelio. Amaban a la iglesia local. Cada uno de ellos sintió el llamado de Dios a seguir el ministerio ocupacional a tiempo completo. Y cada uno había tomado la decisión de inscribirse en el seminario con la expectativa de ser entrenado y equipado para la obra del ministerio pastoral.

Sin embargo, a medida que fui conociendo a estos jóvenes, también había algunos elementos comunes en sus historias que me preocupaban. La mayoría había llegado al seminario sin ningún tipo de confirmación corporativa por parte de la iglesia local. Al igual que la mayoría de los seminarios, como parte del proceso de admisión, la escuela a la que asistían requería una confirmación del llamado por parte de una iglesia local. No obstante, después de investigar, me enteré de que en la mayoría de los casos su confirmación eclesiástica no era más que una carta de aprobación para que asistieran a la escuela. Ninguno de ellos había experimentado una confirmación corporativa de sus dones para el ministerio. Ninguno de ellos había sido entrenado ni puesto a prueba por una iglesia local. Tenían el permiso para asistir, pero no tenían la confirmación ni el respaldo de un cuerpo local de creyentes.

También descubrí que estos estudiantes esperaban que el seminario se encargara de esta responsabilidad por ellos, ayudándoles a confirmar y prepararse para los retos y luchas del ministerio. Pero como Albert Mohler, presidente del Southern Baptist Theological Seminary, ha declarado en más de una ocasión, ese no es el papel o la responsabilidad de un seminario:

Creo enfáticamente que el mejor y más apropiado lugar para la educación y preparación de los pastores es la iglesia local. Deberíamos avergonzarnos de que las iglesias fracasen miserablemente en su responsabilidad de entrenar a los futuros pastores. Los pastores consolidados deberían avergonzarse si no están dedicándose a las vidas de los jóvenes que Dios ha llamado al ministerio de enseñanza y liderazgo de la iglesia.1

En otras palabras, los seminarios no son, ni deben considerarse, responsables de seleccionar, probar y confirmar los llamados ministeriales. De manera acertada, hay seminarios que consideran eso como el papel y la responsabilidad de la iglesia local. Así que, si los seminarios esperan que las iglesias locales hagan esto, y si las iglesias locales (y los estudiantes) pretenden que los seminarios se hagan cargo, ¿quién es realmente responsable (y en última instancia, responsable ante Dios) por todo esto? La falta de respuesta a estas preguntas esenciales ha ejercido una presión innecesaria sobre los seminarios y los institutos bíblicos, ha provocado una confusión generalizada entre los que buscan una vocación pastoral para el ministerio, y ha permitido que la iglesia local descuide su mandato divino de preparar a la próxima generación de pastores encargados de la grey de Dios.

Podría decirse que no hay un mejor trabajo acerca de la responsabilidad y acerca del proceso para evaluar el llamado de Dios que los escritos de Charles Bridges (1794 - 1869). En su libro The Christian Ministry [El Ministerio Cristiano], Bridges pone la responsabilidad de la determinación del llamado de una persona, tanto en la conciencia del individuo como en la de la iglesia local a la que ese hombre está comprometido. Bridges se refiere a estos dos aspectos del llamado como el llamado interno y el llamado externo de Dios:

El llamado externo es una comisión recibida y reconocida por la Iglesia (...) evidentemente, eso no cualifica al Ministro, pero sí lo acredita, y confirma que Dios lo ha cualificado interna y adecuadamente. Por lo tanto, este llamado indica únicamente la autoridad oficial. El llamado interno es la voz y el poder del Espíritu Santo, dirigiendo la voluntad y el juicio, y transmitiendo las cualificaciones personales. Sin embargo, ambos llamados (aunque sean esencialmente distintos en su carácter y fuente) son indispensables para el ejercicio de nuestra comisión.2

Bridges dice que un individuo debe recibir un llamado interno para saber que es verdaderamente llamado por Dios a servir en el ministerio. Este es un deseo dado por Dios para hacer la obra del ministerio, combinado con su propia convicción de que ha sido dotado y facultado por el Espíritu de Dios para hacer este trabajo.

Sin embargo, además del llamado interno, un individuo también debe poseer un llamado externo. Este llamado externo es la confirmación de una iglesia local de que posee los dones y el carácter piadoso adecuados para ser un ministro cristiano. En ese sentido, Bridges, Charles Spurgeon y muchos otros hombres piadosos, a quienes Dios usó en el pasado para preparar a los llamados al ministerio, todos están de acuerdo en que tanto el llamado interno como el externo son necesarios para que una persona entre a la obra del ministerio.

Desafortunadamente, muy pocos hombres hoy en día experimentan este tipo de llamado doble. Durante el último siglo, el papel de la iglesia local y la importancia del llamado externo han disminuido, y se podría argumentar que incluso la necesidad de un llamado interno es menos importante hoy en día, ya que la gente trata el ministerio pastoral como una mera elección de carrera profesional entre muchas otras. Necesitamos urgentemente recuperar la enseñanza bíblica acerca de estos asuntos, y esa es la razón por la que he escrito este corto libro.

Como verán en las páginas siguientes, la Biblia revela claramente que tanto el llamado interno como el externo deben estar centrados y fundamentados en el diseño de Dios y en sus propósitos para Su pueblo. Dios ha dado la responsabilidad de hacer un llamado externo a Su iglesia, y ha dado requisitos específicos en cuanto a quién debe recibirlo. Además de examinar la responsabilidad y los requisitos para hacer un llamado, también veremos la manera en la que una iglesia local cumple con el papel de entrenar y preparar a las personas; y lo que está en juego si una iglesia se rehúsa a hacerlo. Debido a que a menudo hay confusión al respecto, los subtítulos de cada capítulo han sido estructurados en forma de preguntas, para ayudarle al lector.

Así pues, el objetivo de este libro es desafiar tu visión del ministerio de la iglesia local y cambiar la forma en la que los individuos son preparados, entrenados, probados y enviados al ministerio hoy en día. El llamado de Dios para cada uno de nosotros es que seamos seguidores de Cristo. Este llamado común nos debería inspirar para servir y ministrar a otros en el cuerpo de Cristo. Pero también debemos tratar de ser fieles al examinar el llamado que Dios pone en los individuos para dirigir, enseñar y cuidar a su pueblo en la iglesia local como pastores, buscando la mejor manera de prepararlos y equiparlos para servir en las primeras filas de su gloriosa y eterna obra de la extensión de Su reino en la tierra.

Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella (...) Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.

1 Pedro 5:1-2, 4

EN LOS CAPÍTULOS SIGUIENTES veremos las preguntas acerca de quién recibe el llamado externo para pastorear, cómo se realiza ese llamado y quién lo lleva a cabo. Sin embargo, parece apropiado comenzar con la intención y el diseño de Dios para el cuidado de Su pueblo. Necesitamos saber cuál es exactamente la naturaleza de la obra a la que un pastor es llamado. ¿Cómo es que el ministerio pastoral encaja con el propósito más amplio de Dios de cuidar a Su pueblo?

El objetivo de este primer capítulo es examinar lo que la Biblia enseña acerca del diseño de Dios para el cuidado de Su pueblo, y acerca de cómo Dios llama a algunos a ministrar ese cuidado de otros en el cuerpo de Cristo. Los propósitos de Dios son evidentes desde el principio, y se extienden a lo largo de las Escrituras. La historia de la Biblia hace evidente el diseño de Dios para la iglesia a través de un tema clave: Los líderes designados por Dios son llamados a instruir, cuidar y pastorear al pueblo de Dios bajo la autoridad de Dios.

Una de las mejores formas de entender cómo Dios cuida de Su pueblo es a través de la imagen bíblica de Dios como pastor. En la actualidad, algunos sugieren que es inútil o culturalmente irrelevante pensar en el cuidado de Dios por Su pueblo usando esta imagen de pastoreo. A un conocido pastor de una de las iglesias más grandes de América se le preguntó una vez si deberíamos dejar de referirnos a los ministros como “pastores”. Él respondió:

 

Esa palabra [pastor] tiene que desaparecer. Jesús habló de los pastores porque en ese momento había pastores entre los pastizales, a los cuales podía señalar. Pero nosotros en la actualidad no debemos utilizar esa imaginería, diciendo cosas como “Pastor, usted tiene que pastorear al rebaño”. No, yo nunca he visto un rebaño. Nunca he pasado al menos cinco minutos con un pastor ovejero. Eso era algo culturalmente relevante en los tiempos de Jesús, pero ya no es relevante para nuestra cultura.

Nada funciona en nuestra cultura con ese modelo, excepto el sentido del cuidado pastoral afectuoso. Obviamente ese es una parte del ministerio de la iglesia, pero eso no es liderazgo.3

¿Existe algún mérito en ese tipo de crítica? ¿Acaso esta imagen del cuidado de Dios como pastor que protege a las ovejas es innecesaria hoy en día, o quizás anticuada? ¿Será verdad que es una imagen poco útil para ilustrar nuestro propio liderazgo del pueblo de Dios? Antes bien, yo diría que es difícil entender con precisión la concepción bíblica del ministerio pastoral si no entendemos la forma en la que Dios es un pastor para Su propio pueblo. Esta imagen, más que cualquier otra, capta la esencia del papel al que Dios llama a aquellos a los que comúnmente nos referimos como “pastores”. El liderazgo de la iglesia, antes que nada, se trata de pastorear a la gente.

La Creación

La Biblia comienza su narrativa histórica con un mundo que es ajeno a nosotros hoy en día. Dios creo los cielos, la tierra, y todas las criaturas vivientes (Génesis 1-2). Él también creó al hombre y a la mujer a Su imagen (Génesis 1:27) y “vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31). Dios puso al hombre y la mujer en el huerto del Edén, en donde se les dio la tarea de gobernar Su creación y se les dijo que fueran fructíferos y se multiplicaran. El huerto era hermoso, del Edén salía un río para regar el huerto y el árbol de vida que era bueno para comer (Génesis 2:9-10). Ese era un mundo perfectamente hecho: el hombre fue creado a la imagen de Dios, podía disfrutar de una comunión sin obstáculos con Dios, y gobernaba sobre la creación al mismo tiempo que se sometía completamente al gobierno de Dios sobre él.

Como resultado, el hombre también disfrutaba sin obstáculos del cuidado, el liderazgo y la autoridad de Dios en su vida. Dios lideraba perfectamente al hombre, y el hombre lo seguía perfectamente. El hombre confiaba en la bondad, el cuidado y la provisión de Dios y no se resistía a la autoridad que el Creador ejercía sobre la creación.

La Caída

Sin embargo, este mundo de Génesis 1-2, no es el mismo mundo en el que vivimos hoy. La realidad de la vida actual es que algo está mal en el mundo y en aquellos que están hechos a imagen de Dios. La razón detrás de esta manera de entender el mundo que vemos hoy en día se remonta a Génesis 3, en donde vemos que Adán y Eva pecaron al desobedecer la Palabra de Dios, pues comieron del árbol de la ciencia del bien y del mal y sufrieron las consecuencias (Génesis 3:6). Dios le había dicho a Adán y Eva que no comieran de este árbol o de lo contrario morirían (Génesis 2:17). Satanás tentó a Eva, y ella comió del árbol y le dio del fruto a su esposo (Génesis 3:6). En lugar de obedecer el mandamiento de Dios, se revelaron en contra de Él. Ellos querían gobernar en vez de ser gobernados por Dios.

Y como resultado del pecado, la maldición de la muerte, que Dios les había advertido, vino sobre ellos y afectó a toda Su creación. En ese día, el pecado (con todas sus ramificaciones) entró al mundo. Adán y Eva fueron removidos del huerto y se les impidió el acceso al árbol de la vida, cuyo fruto les habría concedido la vida eterna (Génesis 3:22). El dolor y las dificultades ahora estropearían las actividades de la vida, desde el parto hasta el trabajo diario. Ahora existiría una gran separación entre ellos y su Creador, y ya no tendrían la comunión sin obstáculos que alguna vez tuvieron con Dios. Y lo más sobresaliente es que la muerte había entrado junto con el pecado, y como resultado, el hombre sufriría no sólo la muerte física, sino también los efectos de la muerte: envejecimiento, dolor, y sufrimiento.

Otra ramificación significativa de la separación entre el hombre y Dios es que Dios ya no lidera, cuida y pastorea al hombre como lo hacía antes de la caída. En lugar de someterse a Dios, el hombre se rebeló contra su autoridad, rechazando el cuidado amoroso de su Creador y alejándose del rebaño del buen pastor. Partiendo de este punto de confusión y desesperanza en la historia de la Biblia, vemos nuestra urgente necesidad de redención. Y de inmediato se le revela al hombre y a la mujer (y a nosotros) que sólo un Dios soberano y eterno puede intervenir para salvar a la creación de la maldición del pecado y de la muerte. La esperanza del evangelio incluye esta promesa de una comunión restaurada y sin obstáculos con el Príncipe de los pastores, y desde las primeras páginas de la Escritura comienza a desarrollarse en una gloriosa obra de redención que finalmente culmina con la vida, muerte y resurrección de Jesús.

La Vida de Israel

La primera parte del plan redentor de Dios ocurre a través de una nación escogida por Dios para ser Su pueblo entre todas las demás naciones de la tierra. Esta nación le fue prometida a un hombre llamado Abraham (Génesis 12) a través de su hijo, Isaac (Génesis 21). Isaac engendró a Jacob, quien más adelante sería conocido como Israel. Y a través de los doce hijos de Jacob y sus descendientes, podemos ver el surgimiento de la nación de Israel, y el principio del cumplimiento de las promesas de Dios a Abraham. Después, uno de los hijos de Jacob, José, dirigiría a su familia, la futura nación de Israel, a resguardarse en Egipto durante un tiempo de hambruna, y durante los siglos que siguieron, el pueblo se multiplicó en número (Éxodo 1:7). Y con el pasar del tiempo se convirtieron en esclavos de los egipcios. Esto no tomó por sorpresa a Dios, ya que Él había prometido cientos de años antes de esto (Génesis 15:13 - 14) que liberaría a Su pueblo de la opresión y que juzgaría a la nación que los tendría cautivos. A través de los eventos que ocurrieron para liberarlos de Egipto, Dios designó a un hombre llamado Moisés, que guiaría, cuidaría y pastorearía al pueblo de Dios.

Al igual que muchos de los que Dios designa divinamente para dirigir y cuidar a su pueblo, Moisés se sintió incompetente para su llamado. Durante la experiencia de la zarza ardiente que tuvo Moisés, Dios lo llamó a liberar a su pueblo esclavizado (Éxodo 3:10). Moisés (en varias ocasiones) trató de escapar de su llamado. Moisés discutió con Dios, diciéndole que era incapaz de ejecutar la tarea que se le había encomendado (Éxodo 3:11; 4:1, 10). Y en la respuesta de Dios a Moisés vemos un patrón que se repetirá una y otra vez a lo largo de la historia de la Biblia. Siempre que Dios llama a un líder para su pueblo, ese líder resulta ser débil e inadecuado. Sin embargo, Dios le da poder a ese líder para llevar a cabo su llamado. En el caso de Moisés, Dios le dio el poder, las palabras y la capacidad para ser fiel a su llamado de guiar y pastorear al pueblo de Dios. ¿Qué sentido tiene la repetición de este patrón? Su intención es ayudarnos a ver que incluso cuando Dios usa a los hombres para liderar, en última instancia es el mismo Dios el que lidera. Dios guía a su pueblo a través de la persona que él designa. Ese líder no tiene la autoridad para actuar de forma independiente y sin la ayuda de Dios.

Dios da a Moisés su bendición y le dice que se presente ante el Faraón y el pueblo de Israel en el nombre de YHWH, el gran Yo Soy (Éxodo 3:14). Dios le dio a Moisés el poder de realizar señales y prodigios, señales que apuntaban a Dios; afirmando que Dios realmente estaba con Moisés (Éxodo 4:1-5). Dios incluso le ayudó hablando en nombre de Moisés cuando le faltaban las palabras (Éxodo 4:10 - 12). Cuando Dios designa a un hombre para que dirija, cuide y pastoree a Su pueblo, promete obrar a través de él para cuidar de Su pueblo y cumplir Sus propósitos.

En el ejemplo de Moisés, también aprendemos que hay consecuencias devastadoras cuando aquel que dirige al pueblo de Dios falla. Cuando Moisés liberó al pueblo por medio de la guía y el poder de Dios, los condujo a hacer un pacto con Dios y viajó a la montaña para obtener la ley de Dios para el pueblo, pero en su ausencia el pueblo se apartó y se rebeló. Mientras Moisés estaba ausente, su hermano Aarón no ejerció su liderazgo fielmente, y cedió ante la presión del pueblo (Éxodo 32:1). Y como resultado hubo gran idolatría y rebelión entre el pueblo. (Éxodo 32:1-10). Aquí podemos ver las consecuencias nefastas de un liderazgo fallido. Cuando el pastor no dirige fielmente, las ovejas se desvían fácilmente.

Más adelante, al establecerse la monarquía israelita, vemos más ejemplos de la fiel provisión de Dios a pesar del fracaso del liderazgo humano. Aunque Israel era el pueblo escogido de Dios, con Dios como su Rey, en su desobediencia y pecado clamaron a Dios por otro rey, un rey humano que los guiara como a las otras naciones (1 Samuel 8:5). Aunque este deseo era un rechazo al liderazgo de Dios (1 Samuel 8:8), Dios les permitió tener un rey, al mismo tiempo que les advirtió del desastre que vendría después. A medida que la historia se desarrolla, vemos que todo lo que el Señor les había advertido se cumplió cuando Saúl se convirtió en el primer rey de Israel (1 Samuel 8:10 - 22). El reinado de Saúl trajo consigo dolor, tragedia y desobediencia que finalmente provocó un gran sufrimiento para el pueblo de Dios. No obstante, Dios, en su misericordia, eligió a otro rey (1 Samuel 16:1), quien, a pesar de sus imperfecciones, gobernó con rectitud, justicia y humildad ante el Señor. El rey David, al igual que Moisés, también era pastor. David también es descrito como un varón conforme al corazón de Dios (Hechos 13:22). Dios designó a David para que cuidara de Su pueblo y lo gobernara como un pastor-rey, guiando y cuidando al pueblo de Dios en nombre de Dios. Pero lo más importante es que, a través de los descendientes de David, el Mesías (el eterno Redentor, Pastor y Rey de Dios) finalmente vino al mundo, redimiendo a Su pueblo de la maldición de la muerte y del pecado (2 Samuel 7).

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