"Por una merced en estos reinos"

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PRIMERA PARTE

1. “Qué corresponda el mérito al servicio”. Carreras eclesiásticas, colegialidad y promoción capitular de los prebendados del cabildo catedral de Popayán

La erección de la catedral y de su correspondiente cabildo eclesiástico en el obispado de Popayán fue realizada por Juan del Valle (1546-1562), su primer obispo, el 8 de septiembre de 1547, en la iglesia de Aranda del Duero, obispado de Osma.1 A partir de esta fecha el cabildo catedral fue una corporación cuyos procesos de promoción estuvieron ligados a la recurrencia de los nombramientos, a la larga permanencia de algunas dignidades en sus cargos y a la ya frecuente pobreza económica del obispado, que no permitió que la mesa capitular pudiera sustentarse de manera adecuada hasta bien entrado el siglo XVIII. No sobra decir que estas largas permanencias en las prebendas fortalecieron el cabildo catedral internamente y su arraigo local, situación que no fue exclusiva de esta corporación, como bien refiere Mazín, al exponer, para el caso del cabildo catedral de Valladolid de Michoacán, cómo aquellos capitulares con mayor permanencia en esta aseguraron el consenso y la continuidad de iniciativas y gestiones eclesiásticas.2 La permanencia, siguiendo la propuesta de Mazín, permitió que, en aquellos cabildos catedrales con presencia de extensos periodos de gestión de capitulares, “la corporación [centralizara] cada vez más la administración y [emprendiera] una activa profesionalización de sus miembros”.3 ¿Quiénes fueron los integrantes del cabildo catedral de Popayán entre 1548 y 1714?, ¿cuál fue su procedencia?, ¿dónde realizaron sus estudios u ordenaciones?, ¿cuáles fueron los cargos ocupados a lo largo de su carrera?, ¿por cuántos años permanecieron en el cabildo catedral de Popayán?, ¿cuáles fueron sus historias?, ¿cómo fue su actuación colegiada en el cabildo catedral payanés?, ¿cuáles los conflictos y desafíos que enfrentaron como corporación?, ¿cuál fue su cursus honorum?, ¿hacia dónde y en qué cargo fueron promocionados?, ¿cuál es el perfil social de las carreras eclesiásticas de los prebendados del cabildo catedral de Popayán? Todos estos interrogantes indagan tres temas en particular: las carreras eclesiásticas, la promoción religiosa y la colegialidad de una corporación eclesiástica.

En conclusión, fue posible trazar buena parte de las carreras eclesiásticas de los prebendados del cabildo eclesiástico de Popayán no solo construyendo sus cursus honorum, sino estudiando buena parte del proceso de elección y nombramiento de sus cargos, con lo cual se estudia un objetivo primordial: la vinculación entre una corporación eclesiástica perteneciente al obispado de Popayán con el ejercicio de gobierno patronal realizado por la Corona. Se presenta, por tanto, la historia de una corporación con énfasis tanto en el carácter individual de quienes la componen como en el colectivo.

Determinar los anteriores elementos mencionados (procedencias, méritos, servicios, planta capitular, promociones y permanencias) sirve de antesala para establecer los principales conflictos internos y obstáculos que el cabildo catedral de Popayán como cuerpo colegiado enfrentó y solucionó, con lo cual es posible, además, establecer el grado de colegialidad y gestión de los capitulares payaneses. Como menciona Mazín, también conviene entender que el cabildo catedral es un microcosmos que a pequeña escala permite la comprensión de la sociedad indiana y sus nexos con otras corporaciones y con la misma monarquía.4

Este capítulo tiene, por ende, varios momentos. El primero está referido al estudio de las procedencias geográficas y familiares de los capitulares del cabildo catedral de Popayán; el segundo trabaja los estudios superiores de los capitulares; el tercero presenta una nueva y tentativa planta del cabildo eclesiástico que evidencia los problemas que hubo para consolidar esta corporación; el cuarto se acerca al problema de la promoción analizando las principales características de la circulación eclesiástica de los capitulares payaneses; acto seguido, se presenta un acápite dedicado a los conflictos que pusieron a prueba la colegialidad del cabildo eclesiástico de Popayán, y finalmente, una breve reflexión sobre el estudio de esta corporación como una élite eclesiástica.

Procedencias geográficas y familiares de los capitulares de Popayán

El estudio del origen social de los capitulares del cabildo catedral de Popayán obligó a pensar en los datos que ofrecían las Relaciones de méritos y servicios y las Informaciones de oficio y parte. Este ejercicio permitió definir los perfiles relacionales de los prebendados de Popayán y mostró que, así como existían elementos homogéneos entre ellos, también hubo historias diversas y movilidades únicas, con lo que se demuestra que la riqueza del estudio prosopográfico no está solo signado al elemento colectivo, al exponer entre las características uniformes de una élite, corporación o grupo de estudio, la diversidad de las historias propias. Basta decir, según José Manuel Latorre, que aquellos datos concernientes al origen social y geográfico de los prebendados de un cabildo catedral, en general, están vinculados a las familias nobles o de élite de una localidad; muchos de ellos pertenecían al lugar donde se ejercía la prebenda.5 Esta situación que caracteriza a los cabildos eclesiásticos hispánicos demuestra la relación estrecha que tenía la Corona con las élites locales de los diferentes reinos, virreinatos, audiencias y ciudades, y que se veía traducida en nombramientos de muchas de estas élites y familias en las corporaciones de poder local. Por supuesto, estas relaciones políticas permitían el fortalecimiento de redes, élites y clientelas locales mientras se aseguraba la pervivencia y el fortalecimiento de una corporación local a partir, incluso, de la permanencia de sus integrantes.

El primer tema de acercamiento a las informaciones de los capitulares payaneses fue el referido al lugar de procedencia. Como se muestra en la figura 1, de los 50 prebendados que ocuparon un cargo en el cabildo catedral de Popayán, solo 19 provenían de España, 24 eran naturales de la tierra, es decir, criollos descendientes o de conquistadores o de oficiales reales asentados en Indias;6 y de 7 prebendados no fue posible encontrar información de su lugar de origen. En términos porcentuales, el 47 % procedían de ciudades tanto de la provincia de Popayán como de otras provincias indianas.


Figura 1. Porcentaje de procedencia de capitulares de Popayán, 1548-1714

Fuente: Elaboración propia a partir de las fuentes documentales consultadas en el Archivo General de Indias, el Archivo Histórico Nacional y Miguel Wenceslao Quintero Guzmán, Linajes del Cauca Grande: Fuentes para la Historia (Bogotá: Universidad de los Andes, 2006).

La mayor parte de prebendados del cabildo catedral payanés fueron naturales de la tierra, muchos nacidos en distintas ciudades de la provincia de Popayán; no obstante, el número de capitulares provenientes de la peninsula no es despreciable. Esto muestra, contrario a lo que plantea Lucrecia Enríquez para el caso del clero secular chileno, que buena parte de los capitulares inició su carrera eclesiástica en la provincia de la que fueron originarios.7 Vale la pena presentar de manera más puntual las villas o ciudades que fueron enunciadas en las Relaciones de méritos y servicios y las Informaciones de oficio y parte de los sujetos de estudio (tabla 1).

Tabla 1. Procedencia geográfica de los capitulares de Popayán


ProcedenciaNombre
Provincia de PopayánCartagoFrancisco Vélez de Zúñiga
Pedro de Herrera Gaitán
Fernando de Solórzano
Juan Dávalos Guerrero
CaliFrancisco Ramírez Florián
Bernardo de Hinestrosa Príncipe
Andrés del Campo Salazar
PopayánJuan de Vargas Pecellín
Lucas del Campo Salazar
Agustín de Olea
Francisco Sánchez Alvarado
Antonio de Zúñiga
Francisco Javier Salazar de Betancur
Jerónimo Pérez de Ubillús
Hernán Ponce de León
Fernando Antonio de Salazar
Pedro Domínguez de Monroy
AnsermaPedro de Arboleda


Otros lugares de IndiasSanta FeGonzalo Guiral
Fernando de Oruña y Quesada
Lucas Fernández de Piedrahíta
Mérida (Yucatán)Diego de Ontiveros Hinojosa
PanamáAntonio de Landaeche
PerúLuis de Rojas Páramo


EspañaLogroñoMiguel de Sarcosa
ZamoraGregorio Rodríguez Franco
Cañamares (Cuenca)Juan Guijarro
SegoviaBartolomé Ruiz
Villa de la Rambla (Córdoba)Juan Jiménez de Rojas
Usúrbil (Guipúzcoa)Miguel de Urdagaya
GranadaJacinto de Arboleda
La RondaJuan González de Maldonado
SevillaBaltasar de Mesa
Villa de LespeFrancisco González Grandino
No especificó lugarJuan Montaño
Laurencio Ruiz
Juan Álvarez Maldonado
Francisco de Santisteban
Francisco Hernández
Gonzalo de Torres y Ribera
Gregorio Belín de Baños
Melchor de Henao
Juan Cornejo


Sin datosMiguel Ramírez de Ressa Montoya
Bartolomé Díaz de Ortega
Alonso Ortiz
Gregorio Ibáñez de Caviedes
Francisco de Pino
Agustín de Barrasa
Cipriano de Salcedo

Fuente: Elaboración propia a partir de las fuentes documentales consultadas en el Archivo General de Indias, el Archivo Histórico Nacional y Miguel Wenceslao Quintero Guzmán, Linajes del Cauca Grande: Fuentes para la Historia (Bogotá: Universidad de los Andes, 2006).

 

Así, la mayor parte de los capitulares naturales de la tierra provenían de ciudades de la misma provincia de Popayán, entre ellas la capital Popayán, Cali que por un tiempo albergó las cajas reales hasta que estas fueron finalmente emplazadas en Popayán, Cartago que también tenía Caja Real y Anserma, ubicadas en uno de los principales distritos mineros de la provincia. La mayor presencia de prebendados de la misma provincia hace pensar en un incipiente fortalecimiento de las élites provinciales provenientes y descendientes en su mayoría de los conquistadores de este territorio. Para el caso de los cinco capitulares provenientes de Santa Fe, Mérida, Panamá y los reinos del Perú, estos descienden también de familias de conquistadores o de oficiales reales o de vecinos asentados en Indias desde el siglo XVI. No sobra decir que fue novedoso encontrar que no solo la mayoría de los prebendados fueron payaneses descendientes de primera, segunda y tercera generación de los conquistadores de Popayán, Santa Fe, Quito y el Perú, sino de capitanes a guerra que lideraron la pacificación de la frontera con los indios pijaos y chocoes en el siglo XVI, y asentados en el territorio consolidaron sus familias y su presencia corporativa en los estamentos de poder.

Referido a los orígenes familiares, la mención que hacen los capitulares a sus parientes muestra varias generalidades que para la época son de gran trascendencia: muchos dicen ser descendientes de cristianos viejos, sin ningún tipo de mancha morisca, mora o judía e hidalgos bien nacidos;8 otros, además, refieren los méritos y servicios prestados a la Corona por sus ancestros, entendiéndose esto como padres, abuelos, bisabuelos y hasta tíos lejanos; y hay otra buena cantidad de capitulares, específicamente los naturales de Indias, que evidencian su descendencia conquistadora, como bien se afirmó. Esto quiere decir que buena parte de los capitulares nacidos en Indias mencionaron ser descendientes en su gran mayoría de conquistadores y primeros pobladores del territorio indiano; en algunos casos, pocos por demás, hay hijos y nietos de oficiales reales llegados a Indias a realizar labores en diversas corporaciones civiles o a fundarlas.

Es necesario mencionar algunos casos que revelan datos interesantes. El primero es el de Gonzalo Guiral, quien, en los documentos que brindó al Consejo de Indias para ser considerado como candidato, anexó el memorial de servicios de su padre, el contador Pedro Guiral,9 quien, en 1573, con 9 años, comenzó a servir en los libros de tasación de la Real Audiencia de Granada bajo la supervisión de los contadores Martín Pérez de Arriola y Antonio de Herradas; dos años después, en 1575, fue escribiente de Francisco Garnica, contador mayor del rey Felipe II, confirmado su oficio en la corte en 1588. En 1589, se reveló su celo militar al ser parte del grupo de 150 soldados, que, comandados por el conde de Rivadavia don Álvaro Sarmiento de Mendoza, fueron al socorro de De la Coruña cercada por el pirata inglés Francis Drake. De esta campaña recibió la felicitación del marqués de Cerralbo, gobernador del Reino de Galicia por haberle hecho llegar buenas municiones. En 1590, volvió a su oficio de contador, por ser requerido por el virrey de Cataluña y conde de Valencia don Manrique de Valencia, quien, al encontrarse enfermo, le encomendó los papeles del virreinato y le supliera en las reuniones del Consejo de Aragón hasta que llegara el nuevo virrey, responsabilidad que, dice Guiral, cumplió a cabalidad.

Gracias a estos servicios, decidió el rey Felipe II enviarlo a Italia “con título de entretenido de la galera real”,10 que estaba bajo el comando del príncipe Andrea Doria, para luego pasar a los navíos del marqués de Torrillo a fin de participar en el apresamiento de dos galeones de moros en el mar de Levante. Vuelto con el príncipe Andrea Doria, este le encomendó llevar un pliego del rey a Raimundo Farnesio, duque de Parma, quien lo alojó en su palacio y puso a su disposición dos ayudantes de cámara para que lo asistiesen. Los servicios de Guiral padre en los reinos italianos terminaron en 1595 cuando fue nombrado contador en la Contaduría Mayor de Cuentas de Castilla, y el año siguiente, en 1596, ocupó el cargo de contador mayor de esta corporación y encargado de investigar la cobranza y los fraudes de dinero del licenciado Luis de Obregón en el negocio de venta de tierras baldías en el partido de Calatrava (Andalucía), y luego, pasó a ser contador de la contaduría de su ciudad natal, Granada, por cuatro años. Siguió su carrera después como contador en Castilla (1603), visitador de la Casa de Moneda en La Coruña (1604), visitador de las cuentas y haciendas de don Fernando de Valdés, arzobispo de Sevilla e inquisidor general, y de don Fernando de Sala, consejero del Consejo de Indias (1605) y visitador de las cuentas de redención de cautivos de los religiosos de la Orden de la Merced (1605). Por toda esta larga carrera, decidió el Consejo de Indias enviarlo a Santa Fe, en el Nuevo Reino de Granada, para que fundara el Tribunal de Cuentas y visitara la contaduría de Cartago y de Cartagena de Indias. Murió en 1630 sin salario, con múltiples deudas y sus méritos finales mal recompensados, por lo que su hijo, Gonzalo, instó a la Corona a brindarle una prebenda como recompensa dado el expediente de méritos de su padre.11

Las menciones a los servicios y méritos de los padres por parte de los prebendados iban dirigidas a lo siguiente: a) manifestar el deseo de una recompensa por las labores hechas en nombre de la Corona y b) mencionar la idoneidad del prebendado para ser considerado para una promoción. No sobra decir que estas alusiones parentales deben ser entendidas en la lógica de la memoria familiar como fuente justificante de una gracia, entendida como el nombramiento y la promoción en un cargo.

Los capitulares, que fueron descendientes de conquistadores, muestran en sus méritos elogios permanentes a las proezas realizadas por sus padres y abuelos al conquistar tierras para el rey y al luchar contra los grupos de indios a guerra que asumieron la defensa de su territorio frente al avance peninsular, por lo que la fórmula enunciativa que se presenta en sus Relaciones o Informaciones es: “soy hijo [o nieto] de uno de los primeros conquistadores de estos reinos”. Con esto, se tiene un panorama histórico que muestra el fortalecimiento de las familias de conquistadores en los territorios colonizados donde recibieron encomiendas de indios, además de ofrecer importantes datos sobre el proceso de conquista y colonización de Popayán, Santa Fe y otros territorios indianos. Expongo a continuación algunos casos en particular.

Francisco Vélez de Zúñiga dijo ser nieto de Andrés Moreno, factor de la Real Hacienda en las cajas reales que hubo en Cali; su padre Francisco Vélez Zárate fue “de los conquistadores de Cartagena y Popayán, soldado de Francisco César y Jorge Robledo, factor y veedor de Cartago, donde poseyó las encomiendas de Co, Pormaza y Yaguayago con 384 tributarios”,12 sucedió a su suegro tanto en el cargo real como en las encomiendas de indios al contraer nupcias con doña Catalina de Zúñiga, hija de Moreno. Vélez de Zúñiga fue el mayor de cinco hermanos (dos hombres, tres mujeres), por lo que fue el heredero de las encomiendas de su familia; no obstante, dadas las expediciones lideradas por su hermano Manuel Moreno de Zúñiga entre los indios sindaguas de Barbacoas, al sur del obispado de Popayán y la pobreza de sus hermanas, decidió hacerse clérigo y legar las encomiendas a estas para que se mantuvieran.13 El padre de Juan de Vargas Pecellín, don Pedro de Manso, fue conquistador y poblador de Almaguer y Arma, además, primo del primer obispo de Popayán, don Juan del Valle.14 Francisco Ramírez Florián escribiría que su padre, Alonso Ramírez de Oviedo, sirvió al rey en el puerto de la Buenaventura, el cual defendió de ataques de los indios y revitalizó al proponerse que llegaran a este “muchos barcos de ropa de Castilla”,15 y luchó en la guerra contra los indios pijaos para luego ser designado por el rey tesorero de la Real Hacienda en Cali, mientras su abuelo, el capitán Francisco Fernández Florián, fue conquistador de los pueblos de Muso, Palma, Mariquita y Victoria en el Nuevo Reino de Granada, por lo que le fue concedida una partida de indios de encomienda como recompensa a sus méritos.16

Lucas del Campo Salazar y Andrés del Campo Salazar, hermanos, los dos con carreras eclesiásticas que los llevó de Huamanga a Popayán,17 dijeron ser hijos del capitán Andrés del Campo Salazar y doña Isabel de Figueroa, que fueron personas nobles y principales que habían servido a la Corona en la pacificación de indios en diversos alzamientos que hubo en la gobernación de Popayán y en los territorios del Perú, de mayor importancia son las entradas a las provincias de los paeces, toribios y pijaos, pueblos indios caracterizados por estar en guerra con la Corona y realizar “carnicerías en donde vendían carne humana”.18 También está el caso de Agustín de Olea Salazar, nieto del capitán Diego Delgado, quien, junto con Sebastián de Belalcázar, había participado en la conquista del Perú y Quito, y había enfrentado el levantamiento de Gonzalo Pizarro en Lima, por lo que logró el nombramiento de gobernador y justicia mayor de Popayán donde tuvo que oponerse al levantamiento general de Álvaro de Oyón, quien llegó a las puertas de la ciudad para saquearla, empresa que terminó con la pérdida de los sublevados, su ajusticiamiento y ejecución en la plaza central de Popayán.19

Lo anterior permite concluir que, al igual que en el caso de la Nueva España, y especialmente de la Catedral de México, como señala José Gabino Castillo, si bien en un primer momento los cargos catedralicios fueron ocupados por eclesiásticos peninsulares, no fue sino hasta el fortalecimiento de las nuevas élites asentadas en las capitales virreinales y provinciales que los descendientes pertenecientes a estos grupos empezaron a elevar sus pedidos de promoción a diversas corporaciones eclesiásticas apelando a los servicios prestados por sus ancestros a la Corona.20 Con esto, las plantas de los cabildos catedrales evidenciaban una continua alternancia de capitulares criollos y españoles, en la medida en que como corporación “recogía los elementos de su entorno inmediato y de lugares alejados [y] de áreas remotas del mundo hispánico”.21 Para el caso del obispado de Popayán, este proceso puede dividirse entre 1546 y 1714 en tres etapas: la primera en que los cargos fueron ocupados por españoles, la segunda en que se revela una propensión de nombramientos para naturales de la tierra y la tercera en que los criollos ocuparon mayoritariamente las dignidades del cabildo catedral, con lo cual se demuestra la gestación de un arraigo corporativo en el obispado.

Esta situación muestra que, probablemente, la red de catedrales indianas estuvo conformada, a medida que pasó el tiempo, por eclesiásticos naturales de la tierra, es decir, criollos nacidos en Indias e hijos de peninsulares pobladores de estos territorios, con lo que se revela un fuerte vínculo político entre la Corona y estas élites. Otro factor que, sin duda, posibilitó que esta mayor parte de nombramientos recayera en criollos tuvo que ser el referido al problema del desplazamiento y las largas distancias que obstaculizaron la aceptación de cargos, pero, además, propiciaron largas vacancias en las prebendas, y no está de más pensar en el legítimo reclamo de las élites y familias locales por obtener cargos en las corporaciones, en este caso eclesiásticas, fundado en la creencia de que tenían derecho por servicios y méritos a formar parte de estos cuerpos. Finalmente, hay que insistir en que esta alternancia en las prebendas entre criollos y españoles bien habla de la especificidad de una catedral, pero también del interés de la Corona por favorecer ciertas promociones.

 

Estudios e instituciones de formación de los capitulares payaneses

La revisión de los tipos documentales con los que se elaboró este capítulo permitió también la identificación de los lugares de estudio de varios de los capitulares del cabildo catedral de Popayán. Este tipo de información no se encontró de manera profusa en las fuentes, posiblemente porque algunos capitulares solo tuvieron las órdenes menores y fueron ordenados por los obispos; no obstante, de aquellos de los que fue posible obtener estos datos, se reconocieron los grados, el tipo de estudios y las universidades o seminarios donde estudiaron, lo que resulta vital más si se considera que, al no poseer Popayán un colegio seminario que confiriera grados o una universidad, el clero secular natural del obispado se vio obligado a realizar sus estudios en otros lugares alejados. También se evidenciaron ciertas falencias en el tipo de estudios superiores optados, pues la mayoría de los capitulares fueron graduados en Artes y Teología, y hubo muy pocos en Cánones, lo cual perjudicó notablemente el concurso de oposición de la tesorería en la planta capitular. No sobra decir que este ciclo de estudios requería a lo menos siete años, con dedicación a los cursos de Artes o Filosofía tres años, y al de Teología, cuatro.22 Señala Salazar, con respecto a los estudios en Cánones, que estos no tuvieron tanta intensidad en el Nuevo Reino de Granada, “porque se considerase su estudio menos propio del estado religioso, que debía distinguirse más por una asidua consagración a las disciplinas teológicas y escriturísticas, como entonces se pensaba”.23 Es más, no hubo, en los colegios de las órdenes regulares, cátedras de formación en Cánones hasta finales del siglo XVIII, situación que no fue particular del obispado de Popayán, pues, en los obispados que conformaban el Reino de Chile, los colegios seminarios existentes solo concedían el título de doctor en Teología sin incluirse grados en Cánones o Leyes.24 En la tabla 2 se presentan los prebendados con sus grados, títulos e instituciones de las que egresaron.

Tabla 2. Estudios y grados de los capitulares del cabildo eclesiástico de Popayán

Fuente: Elaboración propia a partir de las fuentes documentales consultadas en el Archivo General de Indias, el Archivo Histórico Nacional y Miguel Wenceslao Quintero Guzmán, Linajes del Cauca Grande: Fuentes para la Historia (Bogotá: Universidad de los Andes, 2006).

El resto de los capitulares o no menciona su título o simplemente ratificaron haber sido ordenados sin referir la realización de algún tipo de estudios en específico. La tabla 2 expone que la mayor parte de los capitulares peninsulares realizó sus estudios en dos de los centros de mayor importancia y alcurnia en la España moderna: Alcalá y Salamanca; además, fueron muy pocos los prebendados graduados de universidades que en general tuvieron grados superiores no universitarios, situación que denota la precariedad de los estudios eclesiásticos no solo del clero secular de Popayán, sino del Nuevo Reino de Granada, por lo menos en el siglo XVI y hasta bien entrado el siglo XVII.

La ausencia de una universidad o una institución educativa que brindara estudios y grados superiores tuvo que motivar, primero, el desplazamiento de los clérigos a otros sitios donde existiera el lugar idóneo para realizar los estudios eclesiásticos superiores, como Quito o Lima. Este vacío, esta ausencia, debió motivar a muchos sacerdotes a realizar sus carreras en otros episcopados que tuvieran colegios seminarios y universidades donde pudieran cosechar sus méritos literarios y desde donde lograran acceder a otros cargos de renta e importancia. Esta pobreza de elementos de formación eclesiástica es sustantiva en el obispado payanés y es uno de los argumentos que permite explicar la ausencia de candidatos idóneos para suplir las vacantes parroquiales y del cabildo catedral, así como las permanencias de ciertos capitulares y las largas vacancias en la corporación catedralicia. Es necesario resaltar que, a pesar de la falta de estudios y, sobre todo, de grados mayores de los capitulares del cabildo catedral de Popayán, no fue impedimento para que clérigos y beneficiados con grados menores pudieran presentar su candidatura y optar por una promoción en esta corporación eclesiástica, suceso que es muestra de la política adaptativa de la Corona en el proceso de nombramiento de cargos eclesiásticos, que, para el caso payanés, benefició a aquellos clérigos que tenían carreras destacadas en su localidad o que eran integrantes de las élites locales.

Fue solo hasta 1643 cuando el rey Felipe IV aprobó para Popayán la fundación y las constituciones del Colegio Seminario de San Francisco que debía estar regentado por la Compañía de Jesús; de hecho, el obispo fray Francisco de la Serna y Rimaga (1640-1645) fue uno de los mayores impulsores de esta iniciativa. No obstante, la primera mención que en las fuentes históricas se hace sobre este proyecto se encuentra en el acta del cabildo eclesiástico del 21 de mayo de 1618, en que se trató única y exclusivamente de la posibilidad de fundar un seminario más si el Concilio de Trento y algunas cédulas reales estipulaban que “todas las iglesias catedrales cabezas de obispado”25 tuvieran un seminario de colegiales en que se enseñaran gramática y ciencias, fundación que a esa fecha y después de setenta y dos años de erigido el obispado no se había llevado a cabo, porque “muchas veces se ha tratado sobre ello [y] jamás ha habido cuerpo ni principio en cosa de lo principal y para que lo haya”.26

En el sínodo diocesano realizado por el obispo fray Juan González de Mendoza (1609-1618) se determinó que fueran el deán y su cabildo los que decidieran la creación del seminario en el momento en que les conviniere, dado que la votación para una fundación formal quedó vacante.27 De acuerdo con estas disposiciones, en 1618, un año después de realizado el sínodo, el cabildo eclesiástico dispuso y decidió que, para que entrara en ejercicio el seminario, se debía conseguir una persona que leyera gramática y otras “buenas artes”. Además, se mandó a todos los eclesiásticos que residían en el obispado, tanto regulares como seculares del alto y bajo clero, a que pagaran 4 pesos de 20 quilates cada año para el mantenimiento de dicho seminario y la concesión de becas para los colegiales.28 Tres años después, el 26 de abril de 1621,29 se discutió que había sido imposible, con los réditos cobrados y las rentas que tenía el obispado, construir un edificio solo para el seminario por falta de dinero, material y peones, y que no había una casa que se pudiera dotar de aulas y habitaciones para los colegiales y sus maestros, agregando, además, que el dinero recaudado, del cual no se hace mención, no permitía sustentar ni a cuatro colegiales. Frente a este panorama tan desalentador, los capitulares decidieron aprovechar los recursos tanto humanos como materiales para corresponder a su obligación de establecer un espacio de formación de los clérigos del obispado, aunque no fuera un seminario en sentido estricto.

Así es como se decide, primero, aprovechar el estudio de gramática que en su casa había fundado y dictaba el clérigo Pedro Sánchez Triguero, que era ofrecido a los hijos de hombres pobres de la ciudad que no podían desplazarse a otros lugares a estudiar. Con esto, se dispuso que “el colegio se convierta en el dicho estudio que tiene el dicho Pedro Sánchez Triguero”,30 y los réditos de los eclesiásticos los que “han de entrar en el dicho estudio”.31 Además, se decidió lo siguiente: a) que Sánchez Trigueros y sus sucesores llevaran la cuenta de los 20 pesos que cada año debían pagar los seminaristas por sus estudios, determinando que, por los 12 seminaristas inscritos en 1621, debía tener 240 pesos, y si en caso de que algún colegial no pagara, se supliera la suma de las rentas colectadas, así tanto Trigueros no asumía los costos de su estudio y el seminario iría acrecentando con el tiempo más seminaristas; b) que por lo menos cuatro de los 12 seminaristas que había fueran enviados a la catedral todos los días en vísperas y los domingos para que sirvieren en lo que surgiere; c) que los ornamentos de estos cuatro seminaristas debían correr por cuenta de ellos o de sus padres; d) que todos los seminaristas estuvieren a la orden de Sánchez Trigueros para lo que le ocupase a él como encargado y responsable de vigilar la vida y costumbre de ellos, y e) que se ratificaba el pago a los eclesiásticos de todo el obispado a razón de 4 pesos cada uno para el sostenimiento del estudio de gramática.32 Tal como sucedió con la postergación de la construcción de la catedral, este proyecto de seminario se ajustó a las carencias y realidades que bien entendían en su momento los capitulares del cabildo catedral de Popayán. Esta iniciativa fue aprobada y apoyada por el obispo fray Ambrosio de Vallejo (1620-1631), quien dotó las becas de los 12 seminaristas con bienes eclesiásticos.33