Supuestos para un diálogo

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Supuestos para un diálogo
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EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

Vicerrectoría de Comunicaciones

Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile

editorialedicionesuc@uc.cl

www.ediciones.uc.cl

Supuestos para un diálogo

Precisando fronteras teológicas

Cristián Sotomayor Larraín

© Inscripción Nº 2020-A-6310

Derechos reservados

Agosto 2020

ISBN edición impresa Nº 978-956-14-2702-0

ISBN edición digital Nº 978-956-14-2703-7

Diseño:

Francisca Galilea R.

CIP-Pontificia Universidad Católica de Chile

Sotomayor Larraín, Cristián, autor.

Supuestos para un diálogo: precisando fronteras teológicas / Cristián Sotomayor

Larraín, S.J., Facultad de Teología.

Incluye bibliografía.

1. Dios.

2. Teología filosófica.


3. Apologética.

I. t.

II. Pontificia Universidad Católica de Chile, Facultad de Teología.

2020 231 + DCC23 RDA

Diagramación digital: ebooks Patagonia

info@ebookspatagonia.com www.ebookspatagonia.com


ÍNDICE

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN GENERAL

CAPÍTULO 1°: LOS PLANTEAMIENTOS DE LA CUESTIÓN DE DIOS

Modos de plantear la cuestión de Dios

El planteamiento filosófico

El planteamiento religioso

El planteamiento ateo

El planteamiento agnóstico

El planteamiento deísta

CAPÍTULO 2°: LOS ACCESOS DEL HOMBRE A DIOS

La forma mítica de acceso

Algunas formas filosóficas de acceso

La forma a priori, Anselmo de Canterbury

La forma a posteriori, Tomás de Aquino

La experiencia trascendental, Karl Rahner

La forma religiosa de acceso: la experiencia teofánica

La especificidad del cristianismo: Jesús como suprema teofanía

CAPÍTULO 3°: LA RECEPCIÓN DE DIOS

Aspectos del acto de la recepción

Universal

Particulares

Biográficos

Las crisis de la recepción

Dos consecuencias existenciales de la recepción

El culto

La ética

CONCLUSIÓN GENERAL

ANEXOS

BIBLIOGRAFÍA GENERAL

PRÓLOGO

El origen del libro

Este libro se inició —sin intención de que fuera un libro— hace ya muchos años y sin que yo previera entonces los cambios que tendría a lo largo de su desarrollo, ni lo que me entretendría en el diálogo con varias generaciones de alumnos. Un día me pidieron en la Facultad de Teología que diera un curso de formación general que se llaman TTF. Son los cursos que se ofrecen para todos los otros alumnos de la Universidad Católica, excluidos los de Teología. Quien es llamado a enseñar debe presentar el programa a una comisión de profesores para que sea aprobado.

La comisión que evaluó mi propuesta de curso estaba formada por los profesores Sergio Silva, Antonio Bentué y Joaquín Silva. Sus comentarios fueron francamente benévolos y me estimularon. Me hicieron dos observaciones que con los años se mostraron acertadas: se parecía demasiado a un curso clásico de Teología Fundamental, como se podía ver si se lo comparaba con el índice de cualquier manual clásico de la materia, comentario que era una sugerencia de cambio en cuanto a no hacer algo tan ambicioso, sino que más adaptado a los intereses de los alumnos de otras carreras. Ese programa inicial tenía cuatro capítulos y las experiencias de unos pocos semestres de docencia me convencieron de que en un semestre (que dura solo cuatro meses y medio) no se cubre bien más que tres capítulos. Eliminé, entonces el cuarto, aunque no sin incorporar algún elemento suyo a los capítulos anteriores.

La otra observación, muy positiva, se refería a algo que sobre el diálogo fructuoso digo en el objetivo del curso: que ese diálogo supone que se reconoce “qué significado tiene lo dicho cuando es oído del otro lado de la frontera”. De esta mención fronteriza dijo el profesor Sergio Silva que era esencial al verdadero diálogo, destacando así la importancia de tener conciencia de ello. Habiendo tenido alumnos que se declaran ateos, agnósticos, deístas, religiosos (sin presuponer lo que cada una de esas calificaciones exactamente significa, cosa no fácil de saber y objeto de nuestro primer capítulo), ese principio asociado al carácter fronterizo del curso se ha probado muy útil al diálogo.

El propósito del libro

El subtítulo del curso, Supuestos para un diálogo, lo expresa. Este fue el subtítulo que le puse a un curso cuyo título oficial no escogí y que era “Teología Fundamental”. Tal nombre me parecía excesivo porque solo desarrolla algunos temas de TF y porque no destaca lo que yo pretendía con el programa, que era ayudar a dialogar con utilidad, no para derrotar a nadie, sino para entender y darse a entender. Para esto, como dice la descripción, hay que saber “cómo suenan las cosas dichas desde el otro lado de la frontera”. Cuando llegó el momento de publicar el curso, el subtítulo quedó como título porque me pareció menos inadecuado que “Teología Fundamental”, que es demasiado amplio. Debo confesar que el actual título no me deja demasiado contento, pero no encuentro uno mejor. Puede ayudar a justificarlo el hecho de que solo dialoga verdaderamente el que entiende los supuestos de su interlocutor, quien descubre desde qué experiencia vital le habla. Por eso es importante sensibilizar frente a los supuestos que son las experiencias desde las que conoce y también observar desde qué conceptos habla mi interlocutor: si no se cumple esta condición, no entenderé profundamente lo que intenta decir. En ese sentido, el religioso es quien está, potencialmente, en las mejores condiciones para entender a los demás, porque él tiene en sí algo de todos los otros. Lo que este texto intenta abrir es la compresión del otro por conocimiento de los supuestos “desde los cuales”, e.d., por ofrecer materiales para intuir las vivencias que respaldan los planteamientos. Incluso acaso más allá del grado de conciencia expresa que tenga de ellas el que las ha vivido, pero esta relativa ignorancia no afecta menos su pensamiento.

Diálogo y frontera

El auténtico diálogo debe cruzar fronteras de experiencia vital y de pensamiento. Para que ese paso de frontera se dé, es necesario tener conciencia de cómo se entiende lo que se dice (especialmente, ciertos vocablos que se emplean) cuando son oídos desde el otro lado de la frontera, e.d., desde otra vivencia. Esta es otra razón para evitar vocabulario técnico que ha adquirido mala fama, como es el caso de la apologética. Esta función, permanente en el pensamiento, es esencialmente respuesta, lo que significa tomar en cuenta lo que el interlocutor vive y es el fondo de referencia de su pensamiento.

 

Esto aconseja no aislar vocablos (cargándolos de sentidos tal vez no intentados —al menos, expresamente— por quienes los usan) e ir más lejos, a intuir la experiencia vital desde la que habla el que pregunta u objeta. La frontera verdadera no está en el vocabulario sino entre experiencias, y son estas las que hay que atender para que haya buena apologética, e.d., verdadera respuesta.

Características del libro

Desde que comencé a enseñar este curso me di cuenta de la conveniencia de evitar, en cuanto fuera posible, el vocabulario teológico técnico ya consagrado por el uso. La ventaja de este procedimiento es que no se gasta tiempo ni energía en aprender vocabulario técnico no estrictamente necesario y, en cambio, se favorece la posibilidad de concentrarse en el contenido. De pasada, aviso cuáles son los nombres clásicos, pues al estudiante les pueden ser de importancia alguna vez, pero no los uso regularmente porque me parece que, en un curso inicial como este, no son indispensables.

El propósito de la exposición es práctico: es facilitar el diálogo reflexivo sobre la materia. Este se ejerce ya en las mismas clases, sobre cuyos temas aviso previamente por el correo electrónico junto con alguna lectura que resulta conveniente antes de la sesión (se trata de una lectura que generalmente está en los Anexos). Además, hay dos sesiones del curso —al medio y al final—dedicadas a un diálogo formal y organizado entre ellos, que se desarrolla en la sala de clases.

Un lector suficientemente formado en teología muy probablemente no terminará de leer este texto, porque no encontrará novedad en él. En efecto, sus contenidos son parte de los contenidos comunes de la teología y lo novedoso, si lo tiene, es el intento por explicarlos claramente a alumnos de los primeros años de universidad.

El papel de los alumnos que han seguido este curso

Aunque es un curso con bastante abandono de parte de los estudiantes, si suponemos un promedio de 40 alumnos semestrales durante 14 semestres, ellos alcanzarán a un total de 560. El programa que al comienzo aprobó la comisión ha sufrido algunos cambios por el camino, los que tienen mucha relación con la experiencia de los estudiantes que han seguido el curso. A medida que observaba qué les interesaba, qué les costaba más entender, qué preguntas se repetían con frecuencia, etc., yo adaptaba las explicaciones y buscaba nuevos anexos que ilustraran lo que quería decir en mis clases. El texto, en su estado actual, debe mucho a las conversaciones tenidas en ellas. Las preguntas y objeciones modelaron en parte la exposición, en el sentido de que responden a esas inquietudes, aunque no lo digan expresamente.

El propósito de publicar el libro es continuar el diálogo que constituyó este curso en su versión de aula. Un diálogo tiene mucho de imprevisible, especialmente en su decurso, debido a que cada intervención depende de la recepción del interlocutor. El texto escrito, a diferencia del diálogo presencial, es más rígido, pues ya está fijado. Al lector esto le pide flexibilidad para hacer vivo a un interlocutor cuyo discurso está fijado.

Este texto se publica gracias al aporte efectuado el año 2018 por la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile, que ha instituido el Premio Padre Hurtado en favor de la Facultad de Teología. Este reconocimiento a la mejor monografía presentada durante el año para la formación de los estudiantes de la Universidad incluye el costo de publicación de la obra, una contribución a la Biblioteca de Teología para compra de libros y un aporte para el autor.

INTRODUCCIÓN GENERAL

Los contenidos del libro

El libro, como el curso en su estado actual, tiene tres capítulos y no cuatro, como era el proyecto inicial. La experiencia mostró que lo que se logra estudiar bien en un semestre corresponde a solo tres capítulos. El primero es de teología general y se titula “Los planteamientos de la cuestión de Dios”. Este no es todavía un tema de la teología fundamental, como son los dos que siguen, pero es una preparación necesaria para mostrar las posiciones generales desde las que se dialoga sobre el tema. Los dos siguientes son una materia que tradicionalmente ha pertenecido a la teología fundamental. El segundo se titula “Los accesos del hombre a Dios” y trata sobre las formas de la revelación, y el tercero se titula “La recepción de Dios” y se refiere a la teología del acto de fe.

Detalle de los capítulos

El capítulo inicial se detiene sobre cinco planteamientos y espera dar una visión panorámica del tema. Se empieza con el planteamiento filosófico por su universalidad y lo sigue el religioso, pues importa que se observe pronto la diferencia entre ellos. Es verdad que los que continúan —el ateo, el agnóstico y el deísta, respectivamente— son filosóficos y debieran, en consecuencia, preceder al religioso en la exposición. Pero esto alejaría demasiado al planteamiento religioso del filosófico y se perdería claridad sobre la diferencia y la relación que hay entre ellos. Es oportuno, por tanto, presentarlos de manera sucesiva.

Los planteamientos se expresan en singular

Puede ser engañoso que los planteamientos se expresen en singular, siendo que tienen variantes internas que, sin descalificar la unidad, justifican el plural. Por ejemplo, el planteamiento ateo, que, lejos de ser unitario, está conformado en realidad por muchos que poseen diversos motivos para fundar la negación de Dios. Distintos ateos no coinciden en su ateísmo, aunque coincidan en negar que haya Dios. Lo mismo debe decirse de las variantes del agnosticismo. El uso del singular no desconoce, por lo tanto, que las razones para ser ateo o agnóstico pueden ser muy distintas, y no pretende homogeneizarlos.

En el pensamiento común suelen acercarse más de lo justo y hasta confundirse el ateísmo con el agnosticismo, pese a que su diferencia filosófica es sustancial, como se explica oportunamente. Por esta razón están aquí separados en secciones distintas.

A la exposición del planteamiento religioso sigue un apéndice titulado “Dios y la religión”.

Parece el momento oportuno para hacer esa aclaración porque en la consideración común —la no técnica— suelen mezclarse hasta la confusión Dios y la religión, como si fuesen del mismo género de realidad. La religión se justifica por razón de la experiencia de Dios, pero son dos realidades muy diferentes. Como esta necesaria aclaración no es parte del planteamiento, va como Apéndice. Los capítulos segundo y tercero desarrollan aspectos del planteamiento religioso, el que en el primer capítulo queda solo planteado en su especificidad y diferencia con los otros.

Estructura del capítulo primero

El primer capítulo comienza con una introducción que justifica el título del capítulo y explica el modo como se presenta Dios ante la conciencia cognoscitiva humana. Luego presenta el modo filosófico de plantear la cuestión de Dios, seguido inmediatamente del religioso. El propósito de estas dos presentaciones sintéticas es notar la diferencia y relación entre ellas. A la presentación religiosa sigue un apéndice que pretende mostrar la diferencia y relación entre la religión y Dios, ya que la justa relación y la clara diferencia no son normalmente reconocidas en el discurso popular. El cuerpo del capítulo, una vez terminada la introducción, se dedica a explicar tres planteamientos de la cuestión de Dios: el ateo, el agnóstico y el deísta.

Estructura del capítulo segundo

El segundo, bajo el título “Accesos”, desarrolla los modos en que Dios se le hace presente al hombre en distintas experiencias humanas. Primero se explica la forma mítica de acceso por ser la más frecuente, y en ella Dios aparece mezclado con la experiencia de lo más inmediato al hombre: el mundo. Esta forma de experiencia de Dios es no solo probablemente la más antigua, sino que es permanente y la delata el vocabulario con que se expresa sobre él.

Se presentan a continuación tres planteamientos filosóficos: el de Anselmo de Canterbury, el de Tomás de Aquino y el de Karl Rahner, respectivamente. Es claro que esta elección es parcial, porque el planteamiento de la cuestión de lo absoluto es más amplio, y se ha dejado fuera —por ejemplo— el acceso por medio de la experiencia ética y por la experiencia estética. Pero la limitación de tiempo del curso obliga a seleccionar algunas presentaciones del tema.

Luego, la tercera parte del capítulo entra en la experiencia religiosa como acceso del hombre a Dios y lo hace en dos secciones: una explica la experiencia religiosa en general y la siguiente, la experiencia religiosa específicamente cristiana. En la primera se estudia la teofanía en general como experiencia humana específica y, por eso, distinta a otras; y, en la segunda, la teofanía experimentada en la humanidad de Jesús.

Estructura del capítulo tercero

El tercer capítulo complementa al segundo como respuesta de parte del hombre hacia quien se le ha mostrado en la experiencia teofánica. Es este el capítulo que más aclaraciones, tanto de contenido como de vocabulario, debe hacer de toda la materia del texto. Los preconceptos, que son en todo contenido necesarios, son en este tema particularmente equivocados en la teología “de sentido común”. Basta, como ejemplo, el significado que tiene en el uso coloquial para cosas mundanas el término “fe”, que se suele trasladar automáticamente al uso teologal. Este capítulo se inicia con la explicación de la estructura fiducial del ser humano. Esta es la base antropológica del acto de fe teologal, en cuyo acto la estructura se aplica a un objeto distinto, no mundano. Este cambio de objeto y no de estructura explica el parecido de los actos y justifica la unidad de nombre entre la fe en algo mundano y la fe en Dios. Se explican a continuación algunos aspectos que, según la estructura psíquica humana, tiene dicho acto. Aquí se detallan brevemente los aspectos intelectual, volitivo, emotivo, socio-cultural y biográfico de la recepción de Dios. Esta explicación pretende ilustrar la humanidad del acto a pesar de que su objeto es sobrehumano. Continúa el capítulo con un somero examen de algunas crisis de la recepción y su probable evolución. Termina con la explicación de dos expresiones existenciales de la recepción de Dios que son fácilmente perceptibles en el converso: su expresión en el culto y en la ética.

Relación entre los capítulos

El primer capítulo es una preparación a los dos siguientes y pretende esencialmente indicar con claridad algunos modos ya establecidos de plantearse ante la pregunta por Dios, los que han tenido permanencia histórica. Los alumnos se suelen reconocer en alguno de esos modos de pensar y es importante que vean el fundamento y las limitaciones de cada uno de ellos. Los dos últimos capítulos consideran al primero como su referencia filosófica general, aunque traten de dos cuestiones formalmente distintas. Los capítulos segundo y tercero son complementarios entre sí. El primero se refiere a las formas en que Dios se hace reconocible al conocimiento humano y es por eso un capítulo epistemológico. Tal vez lo más importante del capítulo es que el alumno vea la necesidad con que en cada uno de esos modos Dios se hace presente al hombre, o, lo que es lo mismo, la necesidad de reconocer allí una revelación de Dios. En las distintas formas de revelación, el hombre percibe lo que son —para él— aspectos distintos de Dios y ellas son, por tanto, complementarias entre sí, según las distintas experiencias humanas en las que Dios se le hace presente. El tercer capítulo es en cierto modo el reverso del segundo, en el sentido de que pretende exponer —de forma simplificada y por eso accesible— el tema más difícil de la Teología Fundamental: cómo se establece a través del aparato psíquico humano una relación con el Dios que se ha presentado —en distintas formas— en el segundo capítulo. A fin de cuentas, estos dos capítulos forman una unidad que se puede explicar así: el segundo es el aspecto objetivo y el tercero el subjetivo de la relación del hombre con Dios. Aunque esta explicación solo vale si se entienden bien los términos “objetivo” y “subjetivo”.

Los Anexos

El documento complementario llamado “Anexos” contiene textos que sirven de ejemplos (no de pruebas) de los contenidos del curso. A una explicación teórica le ayuda la ilustración vital de lo dicho, porque le muestra al lector que la explicación que recibe es fruto del examen de experiencias humanas y responde a ellas. La vida, como realidad, precede a la explicación y, en buena parte, el valor de la explicación está en que permite entender mejor lo vivido. Los “Anexos” no pretenden ilustrar todos los aspectos de lo explicado en los capítulos. He incorporado a los Anexos materiales ya publicados, a veces no fácilmente encontrables, en la medida en que los veo útiles, y podrían incorporarse muchos otros.

 

El Anexo 0, que contiene el “Vocabulario de Términos Difíciles”, cumple una función distinta a la del resto de los anexos. Se lo antepone porque hay que advertir desde el comienzo sobre la importancia del vocabulario en las materias de las que estamos tratando. Aunque, como se ha dicho, se evita en cuanto se puede el vocabulario técnico, esto es posible solo limitadamente. En materias abstractas no hay otro modo de traer a la conciencia cognoscente del interlocutor el objeto sino por medio de su nombre que, si es malentendido, impide la comunicación. La mayor fuente de malentendido está en que el vocabulario técnico que usamos está constituido por palabras que también se emplean en el uso coloquial, aunque con distinto sentido. Su traslado inadvertido al uso técnico es fácil de hacer para quien no es experto. Este diccionario fue incorporando términos que a lo largo de los años se empleaban en clase, hasta que me pareció conveniente incluirlo entre los anexos para que pudiera ser consultado cuando fuera necesario y por eso quedó al comienzo, como Anexo 0.

Carácter y propósito de la bibliografía presentada

El curso, en el que inadvertidamente se fue preparando este libro, abarca un tema amplio y se dicta a alumnos no especialistas y muy jóvenes. Estas dos condiciones hacen que la bibliografía posible, siendo amplísima, es en buena parte que por ser muy técnica no sea apta para los alumnos. Lo que se presenta como “Bibliografía” es una selección de algunos textos que pueden servir para ampliar o profundizar lo comentado en clase. De ninguna manera sustituye las exposiciones y diálogos tenidos en la sala, porque estos no son un resumen de bibliografía, sino una reflexión guiada en buena medida por el diálogo.

Para facilitar el recurso a la bibliografía, ella ha sido ordenada por subtítulos según la ayuda que pueden ofrecer las obras incorporadas en ella: Manuales de Teología, que se pueden consultar selectivamente gracias a los índices detallados; Diccionarios que se consultan por voces, y artículos sobre temas tratados en los capítulos.

Los Manuales que se proponen tienen la ventaja práctica de contar con índices detallados, de modo que, aunque sean obras extensas, en ellas se puede consultar específicamente lo que se necesita, que bien puede estar expuesto en pocas páginas.

Los Diccionarios tienen para los no especialistas la ventaja de contener entradas específicas según voz y ofrecer una explicación sintética sobre el tema.

Por fin, expreso una consideración sobre la relación entre la pasión y la ciencia. Para que nos empleemos enteros en un esfuerzo, es necesario que el tema nos apasione. Un trabajo profundo será uno apasionado. Pero apasionado no es iracundo, sino intenso. El planteamiento sobre Dios suele darse en un contexto interesado, e.d., ideológico en el mal sentido de esa palabra, con ira en contra o con énfasis a favor de Dios. La serenidad y la radicalidad de la ciencia piden que dejemos la pasión ideológica fuera. Que podamos pensar las razones de otro planteamiento distinto al nuestro con serenidad y pesando su valor intelectual y vital.