Pequeñas grandes... cuentos a cualquier hora para niñas soñadoras

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ANA FRANCISCA DE BORJA

VIRREINA DEL PERÚ

Érase una vez una niña sobrina nieta de Francisco de Borja y Aragón, virrey de Perú. Eso le hizo las cosas «más sencillas».

Un «virrey» era el «representante personal» del rey de España en un territorio determinado al que era destinado. Como suprema autoridad, impartía justicia, administraba el tesoro público y velaba por el catolicismo. ¡Existieron muchos virreyes durante la colonización del nuevo mundo!

¿Sabéis por qué?… No había otra forma de que el rey o la reina de España dieran «abasto» con tantas tierras que se incorporaban a «la Corona».

Y ¿cómo consiguió Ana ser virreina del Perú?… Pues su segundo marido fue designado también virrey. Cuando llegaron allí, había zonas insurreccionadas y rebeladas. Su marido tuvo que irse de Lima a poner orden y dejó el Gobierno en manos de «doña Ana».

No era una decisión habitual, pero acababa de llegar y no conocía a mucha gente —ni a alguien de su confianza— y su mujer cumplía perfectamente los requisitos: tomaba las decisiones correctas, enfrentaba las crisis, utilizaba y aplicaba los decretos del rey… ¡Qué más se podía pedir!

Sin ser un encargo fácil, ¡Ana ejerció enteramente el mandato! Se defendió militarmente ¡hasta del temido pirata Henry Morgan!, reforzó el puerto de la ciudad, luchó contra el contrabando y puso orden en el comercio.

¡Nadie se atrevía a cuestionar su autoridad! Era una virreina «interina», pero demostraba un gran arrojo, confianza y determinación.

A la muerte de su marido, ella permaneció allí, aunque pasado el tiempo, regresó a España. Recuperó el título de «condesa» y dada su valía, se dedicaría a intervenir en actos a favor de la monarquía.

Lima y Perú tuvieron una mujer que supo gobernar. ¡Y lo hizo muy bien!

Una española que ¡no se conformó!


22 DE ABRIL DE 1640 – JULIO DE 1706

GANDÍA – MADRID

ANA MARÍA DE SOTO

MARINO MILITAR

Hace mucho tiempo, en el recreo de los patios de colegio, las niñas jugaban cantando: «En Sevilla a un sevillano, siete hijas le dio Dios. La mala suerte que tuvo, que ninguna fue varón. A la hija más pequeña, le tiró la inclinación, de irse a servir al rey, vestidita de varón...».

¡Pues algo parecido le pasó a Ana María!

Quizás por su deseo romántico de ver mundo y vivir aventuras, quizás atraída por el vistoso uniforme de algún infante de Marina… El caso es que un día cualquiera —siendo adolescente— se marchó sin decir nada y emprendió viaje a San Fernando (Cádiz). Se alistó en los batallones de Marina y embarcó en una fragata como «voluntario».

Las fragatas eran barcos pequeños, ágiles, llenos de personas... Hacía falta mucha gente para manejar aquel «follón» de cabos y velas. Ana tuvo que hacerse pasar por «Antonio María», un supuesto varón de pelo castaño y ojos pardos… ¡Y pasó desapercibida!

Allí recibió la instrucción propia de los infantes de Marina: hacía guardia, rendía honores, combatía a los enemigos por tierra y mar… Estuvo mucho tiempo embarcada e iba de un barco a otro y permanecía días y días sin pisar tierra. Participaba en batallas y ataques, defendía la costa y los cabos…

Pero ¿cómo podía Ana guardar su secreto?

Un día —pasados los años— en un reconocimiento médico, descubrieron su verdadera identidad. ¡No era un hombre! Fue obligada a desembarcar, pero como había servido durante años con «bravura y heroicidad», la licenciaron. El rey le concedió sueldo y grado de sargento y le otorgó el derecho a que pudiera utilizar en sus ropas de mujer las mismas condecoraciones que «los hombres».

Ana María fue ¡la primera mujer española en ser «infante de Marina»!


16 DE AGOSTO DE 1775 – 4 DE DICIEMBRE DE 1833

AGUILAR DE LA FRONTERA – ?



ANA MARÍA MATUTE

ESCRITORA NOVELISTA

Érase una vez una niña que nació «rara», cariñosamente hablando. Así lo decía su queridísima «tata» Anastasia. Le leía cada día por la tarde relatos sobre animalitos: conejos, ratones… fábulas con las que Ana María soñaba.

A los cinco años, ya sabía que quería «escribir». Y así escribió su primer cuento que ilustró y coloreó... Mientras, pasaba su infancia jugando a «trepar» por los árboles, ¡como los chicos de entonces!

Inquieta y tímida, era una niña «diferente». Sensible y precoz en casi todo... Creía en «gnomos» y en «hadas», en «duendes» y en «bosques».

Ana María tenía unos bonitos ojos con los que observaba todo. A su padre le gustaba viajar y cada vez que regresaba, le contaba historias fantásticas. Una vez le trajo un muñeco negro, «Gorogó». ¡Ella lo convirtió en su «amigo y acompañante» y lo llevaba a todos los sitios debajo de su camisa!

No tenía demasiadas amigas y prefería jugar con ella misma y con su imaginación. Y así fue creciendo… y publicando cuentos «mágicos» y novelas que resultaron ser muy, muy leídas. Algunos hombres se fijaban en su belleza y se enamoraban de ella y de su literatura… Y tuvo dos maridos: uno «malo» primero y otro «bueno» que la quiso después.

Ana María se levantaba sin madrugar… Escribía por las mañanas acompañada en su hogar de una gran «casa de muñecas» a su lado. Corregía, tachaba… Nunca lo hacía para ganar premios, ¡pero los ganó casi todos!

Hasta tuvo «un sillón» en la RAE —la letra «K»—.

Ha sido la escritora de mayor prestigio de las letras españolas y sus cuentos, traducidos a lenguas exóticas y lejanas.

Vestida de beis, con el pelo blanco perfecto y esa mirada que absorbía tu atención…

¡Ahí sigue su imagen intacta en el recuerdo imborrable!


26 DE JULIO DE 1925 – 25 DE JUNIO DE 2014

BARCELONA - BARCELONA

ANA PATRICIA BOTÍN

BANQUERA

Érase una vez un «todopoderoso» banquero que tenía cuatro hijas y dos hijos. A su hija mayor —Ana— se encargaron de darle una formación brillante: educación en colegios en Suiza, Austria, Reino Unido... Aprendió cinco idiomas y estudió entre otras, en la Universidad de Harvard.

A Ana le encantaba practicar deportes: baloncesto, yudo, golf, esquí... ¡Era exigente con todo! A los diez años, suspendió un examen y se juró que «Nunca volverían a catearla».

Pensó una vez en hacerse periodista. Pero su abuela le quitó la idea y le dijo:

—¡«Anapé», quítate eso de la cabeza, los periodistas se mueren de hambre!

Ana destilaba «genes financieros» por los cuatro costados: bisabuelo, abuelo, padre… todos dedicaron su vida «a la banca». Así que empezó a acumular una experiencia profesional enorme: trabajó en agencias financieras, fue presidenta de otro banco...

Siempre con buena reputación, se había ganado una imagen de directiva influyente y ser una de las mujeres de negocios más acreditadas de Europa y del mundo entero.

Un día falleció su padre y fue nombrada heredera de la presidencia de su gran banco, el «Banco de Santander». Los anteriores presidentes habían sido ¡siempre hombres!

La discreción sobre su vida es completa y prefiere que la llamen solo «Ana». Ella piensa que el momento más importante de su vida es cuando llamó por teléfono a su marido para pedirle «que se casara con ella».

A veces viste de rojo, como los colores de su querido banco y…

¿Sabéis un secreto?

¡Su tatarabuelo y su bisabuela descubrieron las cuevas de Altamira!


NACIÓ EL 4 OCTUBRE DE 1960

SANTANDER



ÁNGELA RUIZ ROBLES

MAESTRA, PEDAGOGA, ESCRITORA E INVENTORA

Érase una vez una niña que «quiso ser maestra». Pero llegó el momento de su primer día de dar clase y observó que sus alumnos se aburrían... «Angelita» quería que los niños fueran los protagonistas y se divirtieran aprendiendo.

 

Cuando la escuela cerraba, ella se iba a dar clases nocturnas gratuitas a las personas mayores con pocos recursos. «Doña Angelita» se convirtió pronto en una gran maestra. Su afán por mejorar la educación era tal, que llegó a crear su propia academia ¡Y casi todos aprobaban!

Tenía una actitud incansable, escribía libros de gramática, ortografía, daba conferencias… Angelita pensaba:

«Si algo no existe, ¡pues se inventa!».

Su mente, inquieta e inconformista, comenzó a gestar una idea asombrosa. Veía a los alumnos cargados de libros e imaginó un artilugio que les simplificara la lectura… ¡E inventó «el libro mecánico»!

Era un ingenio tecnológico de gomas elásticas, plástico y electricidad. Contenía todas las asignaturas y se presentaban mediante pulsadores y botones. Todo cabía dentro de un bonito maletín: ligero, robusto y fácil de llevar. Incorporaba cintas de texto e ilustraciones que pasaban con carretes bajo una lámina transparente con zoom y una luz para leer en la oscuridad.

Su «libro» interactivo presentaba la información de forma gráfica, sonora o textual y podía leerse en vertical u horizontal. Tenía una pantalla para escribir y dibujar y cuando pulsabas, el contenido se iluminaba y abría otra información (como un «enlace»). Además, se podían modificar los temas y el idioma intercambiando unas bobinas que eran como una «tarjeta de memoria».

EE. UU. quiso comprar la patente, ¡pero ella quería desarrollarlo en su país! Desafortunadamente, no dispuso de dinero y el prototipo cayó en el olvido.

¡Podría haber sido «el abuelo» de los e-books o de las tabletas!


28 DE MARZO DE 1895 – 19 DE OCTUBRE DE 1975

VILLAMANÍN – FERROL

ANITA DELGADO

BAILARINA Y PRINCESA DE KAPURTHALA

Érase una vez unos padres que tenían un pequeño café llamado «La Castaña». En él, pronto revelaría sus inquietudes artísticas su hija. Un día, la familia se vio obligada a recomenzar la vida en una nueva ciudad.

Ya en Madrid, Ana y su hermana daban clases de baile. Unos empresarios que buscaban caras nuevas, las vieron bailar y las contrataron para hacer de teloneras en el café-concierto «Central Kursaal». Allí, «Anita» empezaría a entonar cuplés y sería testigo de movimientos culturales y tertulias entre personalidades. Su desparpajo y espontaneidad hicieron de ella una niña «única».

A raíz del enlace real en España de Alfonso XIII y Victoria Eugenia, la aristocracia de medio mundo viajó para asistir a la boda. En el séquito de la princesa inglesa se encontraba Jagatjit Singh (el «maharajá» —como el rey de ese Estado— indio de Kapurthala. Pensad que, por aquel entonces, la India pertenecía a la Corona británica). Una noche, el maharajá acudió al famoso teatro-café y tras cruzar el umbral y ver a Anita bailar, quedó prendado inmediatamente de ella.

Él —veinte años mayor— inició una odisea para enamorarla. Enviaba flores, escribía cartas de amor… Ella finalmente se «dejó querer» y se casaron en París y luego en la India por el rito sigh. La ceremonia de entrada al palacio fue de ensueño: elefantes guiando, súbditos arrodillándose ante la nueva «maharaní» de Kapurthala… ¡Como un cuento de hadas!

Anita creía haber alcanzado la gloria en un mundo lejano, pero la realidad no era tan idílica. La joven desconocía la situación sentimental de su marido ¡y él tenía más esposas y había más princesas allí! Además, dentro del palacio, la aristocracia británica no quería aceptarla por sus orígenes.

La relación duró catorce años. Anita abandonaría la India y regresaría a España.

Aunque se divorció, el maharajá siempre procuró la seguridad, bienestar y felicidad tanto de ella como del hijo que tuvieron juntos y al morir Jagatjit, Anita cayó «en una profunda tristeza».


8 DE FEBRERO DE 1890 – 7 DE JULIO DE 1962

MÁLAGA - MADRID



ARANTXA SÁNCHEZ VICARIO

TENISTA

Cuando la pequeña Arantxa veía a sus dos hermanos —Emilio y Javier— jugar al tenis, cogía una raqueta, un chupa chups y una bolsa de patatas y se iba a la pista a intentar emularles. ¡Tenía solo cuatro años!

Empezó a perderse su juventud, los cumpleaños de amigos y a hacer los exámenes en solitario. Todo por estar en la escuela de tenis. Pasaba tanto tiempo allí, que necesitaba de vez en cuando respirar aire puro y escaparse.

El tenis era su vida... ¡Y a los catorce años llegó a ser jugadora profesional!

Ella no era tan alta como otras jugadoras del circuito. Así que, si quería ganar debía de ser más fuerte, tener unas piernas más musculadas para correr más y llegar a todas las bolas.

¡Y vaya que si lo hizo! Su apodo fue «el abejorro de Barcelona».

Aquella niña era puro nervio, un portento de fuerza y voluntad con una garra increíble. ¡Devolvía «todo» y «chillaba» animándose en el campo!

Cuando la joven comenzó a triunfar, su madre era su acompañante a todos los partidos. Siguió jugando y subiendo posiciones en el ranking.

—¡Quiero jugar mi torneo favorito! ¡Me voy a Roland Garros! —dijo.

Salía siempre a la pista con una muñequera y una cinta blanca en el pelo. Arantxa no era muy conocida aún, pero fue ganando y pasando las rondas. Llegó a la final y derrotó ¡a la mejor tenista del mundo! —Steffi Graf—, convirtiéndose en la jugadora «más joven» en ganar aquel torneo.

Su vida cambió de repente. ¡Toda España quería verla jugar! Era una mujercita llena de pundonor con un corazón enorme.

Rápidamente se convirtió en «la número 1» mundial y al mismo tiempo, también en «dobles».

Hoy, su palmarés es histórico para el tenis femenino y español, y ya retirada, sigue luchando por otras causas.


NACIÓ EL 18 DE DICIEMBRE DE 1971

BARCELONA

BEATRIZ GALINDO

ESCRITORA Y HUMANISTA

Érase una vez una niña de cuyos padres y fecha exacta de nacimiento se tienen dudas, pues sucedió hace muchos años.

Se sabe que estuvo bien educada y ya con quice años, era capaz de hablar y traducir idiomas tan difíciles como el «griego» y el «latín».

¿Tú sabes hablarlos?... ¡Yo diría que no!

Esta habilidad y destreza no era normal en la época y menos, en una mujer. Así, llamó la atención nada más y nada menos que de la propia reina de entonces: ¡Isabel la Católica!

Su destino era ingresar en un convento, pero la reina la hizo llamar para que la ayudara en la Corte. Sería camarera real y encargada de enseñarle latín, ¡el idioma de la diplomacia europea! De ahí, el apelativo cariñoso con el que fue conocida: «la Latina».

Beatriz era sabia y prudente. Con el tiempo, se convirtió en la consejera de confianza de la reina. ¡Hablaban de todo! Su relación era casi de amigas y ella compartía con la reina las nuevas tendencias del Renacimiento que venían desde Italia y participaba activamente en la política de renovación del país.

Tan apreciaba era por la reina, que le buscó a Beatriz ¡un marido! Se llamaba Fernando y era un gran capitán del ejército, aunque desafortunadamente, fallecería temprano en una de tantas batallas de la época.

Beatriz se quedó entonces muy triste. Continuó prestando sus servicios fielmente a su reina, pero dedicó su esfuerzo intelectual a la escritura de textos «humanísticos» y a impulsar fundaciones religiosas donde seguía unas normas muy estrictas: ayudar a personas desfavorecidas, pobres y sin recursos. ¡A nadie más!

Hoy, en Madrid, en homenaje a esta mujer adelantada a su tiempo y una de «las damas más inteligentes del momento», se conserva el barrio de La Latina. Un distrito céntrico, ¡justo donde estaba el hospital que ella creó!


4 DE MARZO DE 1465 – 23 DE NOVIEMBRE DE 1535

SALAMANCA – MADRID



BLANCA FERNÁNDEZ OCHOA

ESQUIADORA

Blanca nació después de cinco hermanos varones. Luego vendrían un hermano y una hermanita más. Toda su familia se trasladó a vivir a un precioso pueblo en las montañas. Estaba tan alto, que la nieve cubría el puerto una buena parte del año. Permanecían muy unidos y ella pasaba el tiempo jugando por las calles a «indios y vaqueros».

Allí, sobre un manto blanco, empezaron a vivir la experiencia del esquí. Bajaban unos y otros... Como Blancanieves y sus 7 «hermanitos».

Su hermano mayor, Paco, era el más veloz. Llegaría un día a ser campeón olímpico de invierno. ¡El único de la historia de España!

Blanca no se iba a quedar atrás. Con ocho años, la entrevistaron:

—¡Seré campeona cuando sea mayor! ¡Voy a ganar! —dijo.

Al principio no le gustaba esquiar. Sentía frío y le daban miedo las pendientes heladas. Seguramente le hubiese gustado convertirse en veterinaria, pero con once años se trasladó a un centro de entrenamiento en el Pirineo. Los otros chicos y ella competían hasta que llegaba el calor y la nieve desaparecía. Descansaban unas semanas y viajaban muy lejos, allí donde nuestro verano es invierno y existe la nieve perpetua.

Años después, Blanca participó en unas Olimpiadas de invierno. Cuando estaba casi acariciando la medalla de oro —¡horror!— perdió el control de un esquí y rodó ladera abajo. ¡Qué mala suerte!

Blanca rompió a llorar... pero era tenaz. En Albertville, se convertiría en «la primera española en conseguir una medalla en los juegos de invierno». Era de bronce y la consiguió en la disciplina de eslalon.

¡Ella nos hizo soñar que aquello era posible!

Ganó muchas copas, pero echaba de menos a su familia, sus amigos... Cuando se retiró, volvió a su pueblecito a vivir y reencontrarse con la niña que un día se fue para poder cumplir sus sueños de «grandísima campeona».


22 DE ABRIL 1963 – 25 DE AGOSTO DE 2019

MADRID - CERCEDILLA

CARME RUSCALLEDA

CHEF Y COCINERA

Érase una vez un pueblo muy bonito en el que había una casa donde vivía Carme y su familia. En la parte baja tenían una tienda de «tocinos». Vendían butifarras, embutidos elaborados en la propia casa y alimentos de la comarca. Era como una tienda de delicatessen.

Cuando Carme se levantaba, veía frente a su ventana «una torre». Iba al colegio y, al regresar, ayudaba a sus padres en la tienda. Pero un día dijo:

 

—¡Compraré ese lugar frente a mi casa y montaré un restaurante!

Conoció trabajando a quien sería su marido y transformaron aquel viejo inmueble. Abrían al mediodía y ofrecían una selección de platos cuidados: quesos, patés, algún guiso, canelones, ensaladas... ¡Todo con mucho «amor» y calidad!

Lo llamaron Sant Pau. Entonces, ella era como una mujer «orquesta». ¡«Dirigía» todo! El restaurante disponía de diez mesas y era modesto, pero muy, muy coqueto. Tenía vistas a un jardín, al mar y a un apeadero del tren.

Ella había aprendido todo por sí misma. Hacía comidas con los alimentos de temporada y cuidaba a las personas que allí acudían. Una vez llegó un crítico gastronómico y realizó una valoración muy buena y se lo dijo a sus jefes, que le otorgaron a su restaurante un simbolito distintivo en forma de «estrella». Más tarde, otros inspectores le otorgaron dos estrellas, ¡y luego tres!

Carme fue cimentando su fama en un mundo —el de los grandes chefs— en manos de hombres. Recibía comensales de todos los «rincones» del planeta. Abrió otro restaurante en Japón y —¡voilà!— tuvo el mismo éxito.

Carme es la primera española en tener esas tres «estrellitas» y solo hay cuatro mujeres en el mundo que posean esa preciada distinción.

Una noche, tras más de treinta años trabajando, reunió a amigos y les dijo que iba a servir «la última cena» y que justo después, cerraría.

¡Así lo hizo!, y hoy sigue trabajando en cumplir «otros» sueños.


NACIÓ EN 1952

SAN POL DE MAR


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