Aquiles... un hetero curioso

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Aquiles... un hetero curioso
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Aquiles…

Un hetero curioso

Gonzalo Narvreón

© Aquiles… un hetero curioso

© Gonzalo Narvreón

ISBN formato papel: 978-84-685-2899-1

ISBN formato digital ePub: 978-84-685-2900-4

ISBN formato digital PDF: 978-84-685-2901-1

Impreso en España

Editado por Bubok Publishing S.L

“La normalidad es un camino pavimentado...

...el camino es cómodo, pero no crecen flores en él.”

- Vincent Van Gogh -

Dedicatoria

A todos aquellos que alguna vez sintieron curiosidad y se han animado a explorar su sexualidad y fundamentalmente, a aquellos que sienten curiosidad y aún no se han atrevido a cruzar la frontera.

Índice

Capítulo 1 – Aquiles -

Capítulo 2 - Segundo despertar -

Capítulo 3 - Tarde de fútbol -

Capítulo 4 - Noche de sábado -

Capítulo 5 - Mañana picante.-

Capítulo 6 - Un lunes cualquiera -

Capítulo 7 - La semilla sembrada -

Capítulo 8.- Los contactos de Alejandro -

Capítulo 9.- Incómoda situación -

Capítulo 10 - Promediando la semana -

Capítulo 11 - Visita al Doc. -

Capítulo 12 - Sábado primaveral -

Capítulo 13 - Aprendiendo de Alejandro... -

Capítulo 14 - Navegando en el río color de león -

Capítulo 15 - …y Alejandro se explayó -

Capítulo 16 - La ansiedad de Aquiles -

Capítulo 17 - Aquiles y su esperma -

Capítulo 18 - Una espina clavada -

Capítulo 19 - Corriendo con Alejandro -

Capítulo 20 - Noche de verano -

Capítulo 21 - Fin de año -

– Introducción –

Aquiles llevaba una vida tranquila y acomodada; disfrutaba junto a su mujer, compartía su tiempo libre con amigos y se sentía conforme con sus logros laborales. Sus días transcurrían amoldado a los mandatos que la sociedad establecía y respondiendo a todo lo que se esperaba de él...

...y de repente, sin buscarlo ni pensarlo, un mundo nuevo comenzó a desplegarse ante sus ojos.

Sin tenerlo aún muy en claro, fue entendiendo que nada era lo que parecía y que más allá de las estructuras cultura-les aceptadas, por las que transitaba cómodamente, había algo más...

...lo supo y ya nada sería igual; su curiosidad había despertado.

Capítulo 1
Aquiles

Buenos días mi amor... Fueron las cálidas palabras que acompañaron el apacible despertar de Aquiles y lo sacaron de un profundo y reparador sueño, tras una noche de viernes, cargada de placer y de lujuria, que lo habían dejado literalmente extenuado.

Con los ojos cerrados y sin poder moverse ni emitir palabra, percibió el olor a sexo aún impregnado en los labios de Marina y sintió como su miembro era firmemente apretado por la mano de su mujer...

–Papito... ¡¡¡Qué noche!!! –dijo Marina que, notablemente excitada, comenzaba a percibir la reacción del miembro de Aquiles.

Aquiles solo pudo dibujar en su rostro una tibia sonrisa y se dejó llevar por los deseos de su hembra, entregándose a que hiciera con él lo que quisiera.

Los firmes pechos de Marina, se apoyaron sobre su torso poblado de vellos. Pudo sentir la dureza de la punta de sus pezones y la húmeda vagina que se apretaba firmemente contra su pene, que ya se encontraba completamente erecto.

Aquiles y Marina sabían cómo satisfacerse; habían pasado los cuarenta y llevaban una vida sexual plena y activa, despojada de inhibiciones. Practicaban deportes y sus cuerpos eran realmente atractivos, sin exageraciones, pero tonificados.

Aquiles sabía muy bien qué puntos tocar, como manejar los tiempos y que hacer como para que Marina trepara hasta el cielo.

En la intimidad, Marina mantenía una actitud de tremenda puta, deseosa por ser satisfecha y por recibir pija hasta quedar desmayada... Era una estupenda mamadora y disfrutaba de manera morbosa practicándole felatios a su marido, disfrutaba al saborear el semen de su macho y sabía perfectamente manejar sus músculos pélvicos como para enloquecerlo. Aquiles solía sentir como su miembro era literalmente chupado por la vagina de Marina; una sensación, como si allí dentro, hubiese una boca que succionaba su glande de manera magistral...

Era frecuente que, el trabajo muscular de ella y el propio autocontrol de Aquiles, le permitiera experimentar múltiples orgasmos, sin la existencia de una eyaculación.

Salvo en muy raras excepciones en las que, impulsado por un estado irrefrenable de calentura extrema, la penetraba y comenzaba a bombear salvajemente hasta acabar, sin importarle más que su propio alivio y placer, sus sesiones sexuales solían ser prolongadas y mantenían una previa de sexo oral, en la que Marina llegaba a tener varios orgasmos previo a ser penetrada.

Aquiles sabía muy bien cómo trabajar con su lengua y con sus labios; el clítoris de Marina los amaba y los extrañaba. Era frecuente que Marina temblara descontroladamente y por momentos, hasta suplicara porque Aquiles se detuviese; tapaba su cara con una almohada para poder gritar desaforadamente, permitiéndose descargar la energía con que su hombre la cargaba.

Aquiles sentía un morbo, un ego y una exacerbación de su masculinidad, al ver que su trabajo hacía que Marina perdiera el control de su cuerpo al no poder soportar tanto placer...

De alguna manera, existía una especie de comportamiento sadomasoquista en él, ya que, no solo disfrutaba de esa situación de poder y de sometimiento, sino que no se detenía ante las súplicas de Marina y continuaba trabajándole el clítoris con la lengua, introduciéndole un dedo en la vagina para presionar con la yema hacia arriba y en ocasiones, jugaba con otro dedo en torno a su ano, e incluso, luego de untarlo con gel, se lo introducía lentamente, logrando que el cuerpo de Marina se contorsionara como si estuviese poseída...

La vagina de Marina se mojaba completamente y era frecuente que experimentara eyaculaciones, momentos en los que Aquiles, entraba en una especie de trance, metía su nariz y refregaba su cara entera por la vulva completamente empapada y luego comenzaba a subir por su pelvis, por su torso; tomaba sus pechos con ambas manos, llevándolos hacia el centro hasta unir los pezones, que comenzaba a chupar simultáneamente, intercambiando con pellizcos que le daba con la punta de los dientes, logrando que Marina no parase de gemir.

Aquiles comenzaba a besarla morbosamente, pasándole el jugo recolectado de su vagina que embebía su cara y su boca, y la penetraba profundamente con su miembro duro como estaca...

Aún sin poder reaccionar debido al cansancio, sintió como la vagina de Marina comenzaba a desplazarse hacia adelante y hacia atrás, haciendo que su clítoris se frotara firmemente contra su pene. Con ambas piernas apoyadas a cada lado del cuerpo de su macho, Marina elevó apenas su torso y sin tocarlo con las manos, logro que el pene de Aquiles la penetrara hasta lo más profundo... Se quedó quieta por un instante, disfrutando de esa sensación de plenitud que le provocaba el sentirse llena.

Aquiles permaneció inmóvil, con ambos brazos reposando al costado de su cuerpo extendido, sintiendo en su miembro el calor con el que lo abrigaba la vagina de su hembra.

Marina comenzó a moverse, frotando su vagina contra la pelvis de Aquiles y luego comenzó un lento movimiento de subir y bajar.

Aquiles solo entreabrió sus ojos y observó los pechos de Marina, que se mecían de un lado al otro bajo su cara de gozo, mientras que, con la lengua, humedecía sus labios...

El ritmo se aceleró junto a sus gemidos, lo que anunciaban un pronto orgasmo.

Aquiles se concentró en su propio placer y sintió que su eyaculación también era inminente.

Un gemido y un grito de Marina, anunciaron que estaba siendo invadida por un orgasmo, e hizo inevitable que Aquiles no pudiese contener por más tiempo su eyaculación; tampoco tenía energías ni el deseo de que la sesión matutina e improvisada de sexo durase mucho más, por lo que dejó que su energía fluyera, para comenzar a llenar de esperma la vagina de su hembra.

Marina dejó caer su torso sobre el de Aquiles, quedando inmóvil, satisfecha y relajada.

 

Aquiles notó que la respiración de Marina se hacía más profunda y espaciada. Aún con su pene semi erecto dentro de la vagina de Marina, percibió como los fluidos de la reciente sesión de sexo comenzaban a deslizarse por el costado de su pierna. No pudo moverse, ni lo intentó, solo se entregó y quedó nuevamente dormido.

Capítulo 2
Segundo despertar

Aquiles abrió los ojos y lentamente comenzó a recordar lo acontecido durante la noche anterior, más la reciente sesión de sexo mañanero. Observó que la sábana, apenas cubría su ingle y que parte de su pierna izquierda colgaba por fuera de la cama. Se desperezó y se acomodó sobre el colchón; extendió un brazo buscando a Marina y se dio cuenta de que estaba solo; giró su cabeza para mirar el reloj despertador... Era la una y media del ya pasado mediodía; la mañana del sábado se había consumido entre descanso, sexo y más descanso.

Los sábados por la tarde, como rito riguroso, se encontraba a jugar fútbol con su grupo de amigos; algunos de la infancia y otros que se habían incorporado en el transcurso de la vida. Siempre los mismos, salvo que alguno de ellos no pudiese asistir y que era reemplazado por otra persona.

Permaneció tirado, mirando hacia el cielorraso; por un instante, pensó en no levantarse... Se sentía agotado y estaba disfrutando de ese momento de fiaca.

Comenzó a pensar sobre lo afortunado que era por la vida que llevaba.

Aquiles provenía de una familia de clase media acomodada, vivía en la zona norte del Gran Buenos Aires; había estudiado en un colegio bilingüe inglés, en el que había conocido a los que hoy, eran sus amigos más cercanos. Finalizados sus estudios secundarios, había estudiado Ciencias Económicas en la Universidad de Buenos Aires y ya recibido, decidió viajar al exterior para cursar un posgrado de especialización en administración.

Había tenido la fortuna de viajar bastante y luego de transitar por diferentes trabajos, había logrado independizarse y conformar su propia consultora junto Marcos, uno de sus amigos de la infancia, también devenido en socio.

Se conocieron con Marina en un evento privado al que habían sido invitados por amigos en común. El flechazo fue instantáneo y recíproco, amor a primera vista... Ya habían pasado diez años desde aquel momento y no se habían separado más...

La historia de Marina era muy similar a la de Aquiles, misma zona, colegios parecidos, situación familiar similar. Marina se había especializado en Marketing y también tenía su propia consultora junto a Karina, su amiga y socia.

Sus carreras los mantenían viviendo bajo una intensa agenda, por lo que tenían postergado el formar una familia. Era un tema conversado y decidido. Ambos deseaban tener hijos, pero la energía estaba focalizada en lo laboral. Los años habían pasado y sabían que ya no les quedaba demasiado margen como para embarazarse.

Aquiles quedó tildado en ese pensamiento, se sentía satisfecho por como venía transitando su vida. Además de su formación académica y de sus logros laborales, había sido beneficiado por la naturaleza con un rostro atractivo y con un buen físico que, desde joven, se había preocupado por mantenerlo a fuerza de ejercicios y de deportes. Si existía algo que le faltaba y que tenía pendiente, era el vivir la experiencia de ser padre. Ya era momento, tenía ganas de formar una familia.

Escuchó que Marina se aproximaba y la vio ingresar al cuarto con una sonrisa instalada en su rostro, aún en bata y con el pelo mojado. Traía una bandeja con frutas, tostadas, jugo de naranja y percibió el aroma del café recién preparado.

No podía ser tan afortunado. Llevaba una vida acomodada, que compartía con una hermosa mujer a la que amaba y que lo amaba.

Marina apoyó la bandeja sobre la cama y se sentó al lado de Aquiles, se acercó a él y le dio un tierno beso en los labios.

A pesar de haber tenido sexo la noche anterior y hacía apenas unas horas, el hecho de ingresar al dormitorio y de haber visto a su marido tirado sobre la cama boca arriba, con la sabana entre ambas piernas peludas y musculosas tapando apenas su ingle, dejando al descubierto su firme torso poblado de pelos y pensativo, le habían alborotado nuevamente las hormonas...

Realmente, disfrutaba del sexo con Aquiles y salvo por alguna fantasía, incluso compartida con él mientras tenían sexo, jamás se le había cruzado la idea de acostarse con otro hombre. En Aquiles encontraba y tenía todo lo que necesitaba y le entregaba todo lo que él deseara, como para hacerlo feliz y por propio placer.

–Buenos días, amor –dijo Aquiles, con una sonrisa y haciéndole una caricia en la cara con la palma de su mano, agregó:

–¡Qué buen servicio! el de anoche, el de esta mañana y ahora se suma esto...

Marina respondió con una sonrisa cargada de picardía.

Aquiles se incorporó y quedó sentado, reposando sobre el respaldo de la cama. Tomó un vaso de jugo y untó unas tostadas con queso crema, que acompañó con fetas de queso y con café con leche.

– ¿En qué estabas pensando que mirabas el techo tan concentrado? –preguntó Marina.

–Pensaba en todo lo que hice y en lo que estoy haciendo, en lo afortunado que soy y en el deseo que tengo de que formemos una familia; creo que es tiempo de que tomemos una decisión al respecto –contestó Aquiles.

Marina quedó sorprendida por la respuesta; si bien era un tema pendiente, no esperaba en ese momento semejante planteo. A pesar de la sorpresa, sintió como que su cuerpo había interpretado perfectamente las palabras de Aquiles y que, como una explosión hormonal, ya se preparaba para encarar los cambios que vendrían.

Pudo sentir que su vagina comenzaba a humedecerse y que sus pezones se endurecían. Su cuerpo estaba avanzando más rápido de lo que lo hacía su cabeza.

Miró fijamente a Aquiles, agarró la sabana que cubría su pelvis y la desplazó hacia atrás, dejándolo completamente desnudo. Giró y se sentó frente a él, entre sus piernas.

–¿Querés que comencemos ahora? –dijo Marina, dándole un tremendo beso y metiéndole la lengua hasta casi ahogarlo.

Aquiles no esperaba esa reacción; solo había respondido a la pregunta de Marina y, en todo caso, tenía interés en continuar con su desayuno/almuerzo y conversar sobre el tema hijos.

–Pará amor, déjame respirar –dijo Aquiles, intentando separar su boca de la de Marina, y continuó– me tengo que levantar, me esperan los muchachos para jugar.

–Yo también quiero jugar... juguemos un rato –contestó Marina, que, sin darle chances de escaparse, comenzó a descender con su lengua recorriendo el torso peludo de Aquiles, llegando a su ombligo, a su pelvis, a su pene flácido y aun cubierto de fluidos ya secos. Pudo percibir el aroma característico del semen y de su propio néctar. Se sintió excitada como pocas veces lo había estado.

Aquiles intentó zafar y quiso levantarse, pero Marina no lo dejó.

–Amor, en serio... esta noche lo hacemos –insistió Aquiles.

Marina no tenía intención de detenerse y comenzó a lamerle el escroto, sabiendo que era una de las mayores debilidades de Aquiles.

–Sos una hija de puta –dijo Aquiles, entregándose nuevamente a la ninfómana en la que parecía haberse convertido su mujer.

–Haceme un hijo –dijo Marina, sabiendo que no sería factible, ya que tenía colocado un DIU y debía visitar a su ginecólogo para que se lo quitara.

Marina comenzó a practicarle una felatio, logrando que el pene de Aquiles estuviese totalmente erecto y rígido.

Como lo había hecho a la mañana, pero de manera directa, se posicionó y lo introdujo dentro de su vagina, mientras que agarraba sus pechos con ambas manos y se concentraba en su propio placer.

Aquiles estaba entregado y se sintió sometido como nunca antes. Marina había tomado la iniciativa y estaba decidida a satisfacer sus deseos, sin importarle cómo, ni otra cosa más que eso y que ella.

Comenzó a moverse con un constante sube y baja, que cada vez se hizo más intenso.

Aquiles, a pesar de su cansancio, se sintió alborotado por las palabras emitidas por Marina “Haceme un hijo...” A pesar de las sesiones previas, sintió que su pene estaba absolutamente erecto y que respondía para satisfacer los deseos de su mujer, pero no pensaba hacer ningún tipo de esfuerzo para moverse, simplemente, no tenía energías como para hacerlo.

Marina comenzó a gemir y a descontrolarse. Súbitamente, fue invadida por un orgasmo que la hizo gritar. Aquiles sintió en su pene las contracciones de los músculos vagina–les y percibió el estado de lubricación extrema de la vagina de Marina. Se concentró en lograr su propio orgasmo y en llegar a eyacular.

Se concentró en lograr su propio orgasmo y en llegar a eyacular.

Rápidamente, sintió que ya no tenía control y que su esperma había comenzado el recorrido hacia su glande...

Emitió un gemido cortado, arqueó su espalda y hundiendo la cabeza en la almohada, sintió como su semen comenzaba a fluir. No fue el mejor orgasmo de su vida, pero fue placentero.

–Mi amor –exclamó Marina, que sin dejar que Aquiles terminase de acabar, se incorporó y fue con su boca en busca del miembro erecto y mojado de su macho; lo introdujo en su boca y con los dedos, comenzó a masajearle el perineo. Aquiles sintió desmayarse de placer y percibió que eyaculaba un nuevo chorro de semen, que Marina saboreó como si fuese crema helada. Continuó mamándoselo, hasta estar segura de que no quedaba más nada por sacar.

Aquiles comenzó a sentir espasmos que lo hicieron temblar. Su glande estaba muy sensible y era la cuarta eyaculación que experimentaba en menos de 24 horas; dos el viernes, una hacía apenas unas horas, más la reciente.

–Basta amor, no doy más y me tengo que ir –dijo Aquiles, con tono de súplica.

Marina se puso nuevamente sobre él y tomó con ambas manos la cara de Aquiles; acercó su boca a la de él y de una manera muy morbosa, dejó que una mezcla de saliva y de semen, comenzara a caer. Aquiles intentó esquivar el hilo de fluidos, pero no pudo hacerlo.

Si bien no era una práctica habitual, en algunas ocasiones, con la boca de Marina cargada de semen, se habían dado besos blancos; incluso, Aquiles había limpiado con su lengua la vagina de Marina luego de haber eyaculado dentro de ella.

Marina continuó lo que había iniciado, dándole un beso profundo, haciendo que Aquiles tragase su propio semen y como si nada hubiese pasado, se incorporó.

–Ahora sí amor podés irte a jugar con tus amigos, dijo Marina sonriendo, mientras se levantaba para dirigirse al baño.

Aquiles se incorporó, pasó por al lado de Marina y tocándole el culo dijo:

–Sos muy pero muy puta... y sin darle tiempo a responder, siguió camino hacia el baño para darse una ducha y quitarse el olor a sexo impregnado en todo su cuerpo.

Capítulo 3
Tarde de fútbol

Aquiles tomó una rápida y reparadora ducha, anudó un tallón a su cintura y fue hacia el vestidor en buscar de ropa.

Eligió calzas y short blanco, la remera de fútbol que usaba con su equipo, medias, botines, canilleras, un buzo liviano y preparó su bolso con algo de ropa deportiva extra y ropa interior, por si luego del partido decidía ducharse en el vestuario.

Las canchas quedaban no muy lejos de su casa, por lo que aún tenía margen de tiempo como para llegar a horario.

Vio que Marina ingresaba al baño y que se metía bajo la ducha. Se despidió y fue hacia la cocina para agarrar de la heladera un par de botellas de bebida isotónica que puso dentro de su bolso. Agarró las llaves de su auto, la billetera y salió rumbo al encuentro con sus amigos.

Era una espléndida tarde primaveral, sin viento y con el cielo absolutamente despejado.

Aquiles manejó distendido, disfrutando del día, estacionó su auto dentro del complejo y se unió al grupo que ya estaban dentro de la cancha.

Años más, años menos, todos habían pasado los cuarenta, algunos estaban en forma como Aquiles y otro no tanto.

Jugaron durante hora y media, con algunos goles, algunos roces y bastantes bromas que se hacían entre ellos. Era un grupo que se encontraba para entretenerse, sin el afán desmedido por ganar, por lo que solía ser un momento de encuentro entretenido, que utilizaban como una excusa para juntarse.

Terminó el partido, se despidieron y Aquiles se quedó tomando algo con Félix, con Adrián y con Marcos, sus tres amigos de la infancia.

 

–Estoy molido –dijo Aquiles.

–Vamos... no corriste tanto hoy –comentó Félix.

–Me parece que este está molido por otra cosa, miren la cara demacrada que tiene –dijo Adrián.

Los cuatro rieron.

–Dale, contá –dijo Marcos

Esbozando una sonrisa y con un gesto de vergüenza, Aquiles, blindado por la confianza que se tenían y por el hecho de haberse contado siempre todo, comenzó a relatarles con lujo de detalles los episodios sexuales que había tenido con su mujer, desde el viernes a la noche, hasta lo sucedido hacía apenas un rato, antes de ir a jugar.

–Uy boludo... tu mujer te está consumiendo –dijo Adrián riendo.

–Lo estás pasando bomba, que afortunado... yo, con el tema de la cuarentena, hace treinta días que no la pongo; solo pajas bajo la ducha –comentó Félix.

–Mirá como se te puso la chota –dijo Marcos, dirigiéndose a Félix, que estaba sentado con ambas piernas abiertas y a quien se le marcaba notablemente el bulto y el pene erecto por debajo del short.

Ante el comentario de Marcos, Aquiles no había podido evitar el clavar su vista en el paquete de su amigo. Nunca antes había prestado atención a ese tipo de cosas.

–Y ¡que querés! Yo sin ponerla desde hace un mes y Aquiles contando con lujo de detalles las sesiones de sexo que tiene con Marina... Cuatro polvos en menos de 24 horas como si fuese un adolescente... envidiable –dijo Félix.

–Es cierto; yo, cuatro polvos por mes y si tengo suerte –comentó Marcos riendo.

–Che, ¿se van a duchar acá? Yo estoy muy chivado y no quiero meterme en el auto así –dijo Adrián.

–Yo me voy rápido a casa, que está Sofi sola con los nenes y con el bebé... además, no me voy a poner en bolas en el vestuario con la chota dura como me la dejó este guacho con sus relatos –dijo Félix, que agarró sus cosas, saludó y se dirigió hacia su auto.

–Dale, te hago pata –dijo Aquiles.

–Yo también, así ya llego a casa limpito –dijo Marcos.

Agarraron los bolsos y se dirigieron hacia el vestuario, donde se cruzaron solo con dos flacos que ya estaban saliendo de las duchas.

Se quitaron la ropa y fueron hacia las duchas. Marcos y Adrián se ubicaron en cubículos contiguos y Aquiles en uno enfrentado al de ellos.

Más allá de las jodas propias durante la juventud compartida, Aquiles nunca había prestado demasiada atención en los miembros de sus amigos. No sabía bien por qué, si quizá por el reciente episodio de la erección de Félix o por qué, pero mientras sus amigos estaban lavándose las cabezas y mantenían los ojos cerrados, clavó su mirada en ambos paquetes. Por cierto, notó que las dimensiones de su pene, superaban ampliamente a las del miembro de Marcos y eran similares a las del miembro de Adrián.

Comenzó a lavarse la cabeza y cerró los ojos.

–Encima, flor de pija tiene este turro... buen lomo, fachero y portando semejante caño –comentó Marcos, desde la ducha de enfrente.

–Es cierto... completito el hombre y afortunada Marina... por eso es que garcha tan seguido –agregó Adrián.

Aquiles solo atinó a sonreír y más allá de que no se sentía muy cómodo con los comentarios, respondió:

No solo el tamaño es lo importante... lo importante es como se usa y como se acompaña con la lengua.

–Para boludo... no comiences con tus relatos, que vamos terminar con la chota dura en medio del vestuario y va a ser un papelón –dijo Adrián.

Los tres rieron, terminaron de ducharse y fueron hacia los bancos para vestirse. Aquiles se sentó y apoyo su espalda contra la pared.

–Realmente, estoy cansado.... Creo que llego a casa, me meto en la cama y no me despierto hasta mañana –dijo Aquiles.

–Por lo que contaste, eso sucederá solo si Marina te deja –comento Adrián.

–No, que ni lo sueñe... no se me para más ni con un cricket –respondió Aquiles.

Se terminaron de vestir, fueron hasta el estacionamiento y se despidieron.

Aquiles estaba por ingresar a su auto, cuando Marcos le gritó:

Ah... pará que te quería comentar algo que sucedió en la oficina y que ayer no pude hacerlo.

–Si son temas de trabajo, mejor no... ahora no quiero saber nada de trabajo –contestó Aquiles.

–No, no... tiene que ver con la oficina, pero no es nada relacionado con lo laboral –respondió Marcos, acercándose hacia el auto de Aquiles.

Aquiles permaneció parado al lado de la puerta abierta de su auto, esperando a que Marcos se acercara.

–Sabés que, ayer al mediodía, cuando se habían ido todos a almorzar, salí de mi oficina y vi que Alejandro tenía abierta una ventana de videochat, en la que se veía a un tipo en ropa interior... Me resultó una situación medio incómoda, por lo que me hice el boludo y volví a entrar en mi despacho sin que él se diera cuenta –comentó Marcos.

–Me jodes –dijo Aquiles.

–No boludo, yo también me quedé sorprendido... la verdad, es que no quise decirle nada para no incomodarlo, pero me pareció extraño –dijo Marcos.

–Y... la verdad es que si... Además, es un empleado nuestro y no debería estar utilizando horario laboral para hacer esas cosas –dijo Aquiles.

–La realidad, es que era horario de descanso, por lo que, por ese lado, no me parece sancionable; que haga lo que quiera durante ese tiempo... Lo que sí me resultó raro, fue que del otro lado hubiese un hombre en ropa interior –agregó Marcos.

–Sí, es cierto... es raro... Alejandro es un flaco súper masculino; hasta vino a jugar con nosotros algunas veces y me parece que está de novio ¿no? –dijo Aquiles.

¡Y eso que tiene que ver boludo! Puede estar de novio, puede estar casado y aún así garchar con tipos... no tiene por qué ser necesariamente amanerado –dijo Marcos.

–Ah bue... ¡qué moderno! –dijo Aquiles.

–¡Es así bolas! –contestó Marcos.

–Es cierto, tenés razón... de todas maneras, quizá sea un familiar, un amigo, que sé yo... alguien que está en algún lugar donde hace mucho calor y estaba solo con ropa interior... Más allá de lo que fuese o de quien fuese esa persona, no me parece correcto que tenga una videoconferencia con alguien que aparezca en ropa interior, al menos, no en la oficina... que lo haga en su casa si quiere –dijo Aquiles.

–Es cierto, en eso te doy la derecha... Si sucede nuevamente, más allá de la situación incómoda que se producirá, creo que tendremos que decírselo –dijo Marcos.

–Bueno, nos vemos el lunes –dijo Aquiles, cerrando la conversación.

Se despidieron y cada uno tomó su camino.