El Fantasma De Girolamo Riario

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El Fantasma De Girolamo Riario
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Ivo Ragazzini

EL FANTASMA DE GIROLAMO RIARIO

Título original: Il Fantasma di Girolamo Riario

Traducido por: Mariano Bas

Un ajuste de cuentas con la conjura de los Pazzi que sigue reapareciendo en la historia.

Preparaos para descubrir secretos del renacimiento italiano que no sospechabais.

«El fantasma de Girolamo Riario»

© 2012 Ivo Ragazzini

Primera edición en formato electrónico de marzo de 2020

(Primera edición en papel 2012 – MJM Edizioni)

Edición en español: Diciembre de 2020

Traducido por: Mariano Bas

Editorial: Tektime – www.traduzionelibri.it

Todos los derechos de esta obra, incluida la traducción a cualquier otra lengua, están reservados al autor.

La reproducción y uso de la obra, aunque sea parcial y por cualquier medio, ya sea gráfico, electrónico o mecánico, no está permitida sin la autorización escrita del autor.

Igualmente, no se autoriza la modificación de una o más partes de esta.

Escribir a ragazzini.ivo@gmail.com o contactar con el autor en el teléfono 3477496534 para cualquier solicitud.

Prólogo

Esta es la historia de un hombre llamado Girolamo Riario, sobrino, o tal vez hijo ilegítimo, del papa Sixto IV, que gobernó y fue asesinado hace cinco siglos en la ciudad de Forlí, en el norte de Italia, pero que pocos o ninguno parecen recordar ya.

Por tanto, esta historia habla de una conjura que se produjo hace cinco siglos y desde entonces, aunque hayan cambiado muchas cosas, parece que cada cierto tiempo continúa reapareciendo.

Contrariamente a lo que se podría pensar, esta no es una historia nueva, sino una historia antigua olvidada por todos, que cada cierto tiempo reaparece y se repite en el tiempo.

En pocas palabras, parece que, por algún misterioso motivo, estos hechos fluctúan y flotan en el tiempo como algo que no quiere ser olvidado.

Ahora bien, una pregunta que podría plantearse para tratar de entender este tipo de cosas podría ser:

¿Por qué algo acaecido hace muchos siglos continúa flotando en el tiempo?

O bien:

¿Por qué algo parece no querer cesar y pervive en el tiempo?

Bueno, puede haber un par de motivos para comprender estas cosas.

Uno de ellos es que hay muchos pormenores y cosas no bien analizadas sobre esos hechos.

Y el otro es que las cosas poco claras e incompletas parecen tomarse su tiempo y reaparecer con el paso de este.

¿Cuál de estos dos será el verdadero motivo?

A mi juicio, un poco uno y un poco otro: el resto creo que lo descubriréis solos poco a poco al leer el resto de esta historia.

Buen descubrimiento.

El autor

EL FANTASMA DE GIROLAMO RIARIO

Introducción

Hacia finales de agosto de 2010, una persona, mientras se encontraba junto al palacio comunal de Forlí, vio la sombra de una figura bailar sobre los muros exteriores junto a una ventana del primer piso de dicho palacio.

Como era al atardecer, pero todavía había sol, creyó que se trataba de un reflejo sobre los cristales y no le dio mucha importancia.

Pero, unos días después volvió a ver a esa sombra gemir con un profundo tajo en la cabeza, salir de una habitación cercana a la sala de juntas municipal y huir por el pasillo.

Posteriormente algún otro contó, no solo haber visto la misma sombra, sino incluso haberla oído hablar.

En resumen, los testigos dijeron haber visto a un hombre con una parte de la cabeza rota o desaparecida, que hablaba y se lamentaba por querer defender a su señora en peligro y pedía venganza contra quien le había traicionado.

Algunos detalles de estos avistamientos fueron relatados luego el 31 de enero de 2011 en la primera página de los periódicos locales de Forlí y, en realidad, hubo más personas que reconocieron haberlo visto, aunque quisieron permanecer en el anonimato.

En un primer momento, algunos pensaron que se trataba de Jacopo Feo, el segundo marido de Catalina Sforza, pero, para el autor, se trataba de una vieja historia olvidada por todos, que se remontaba a 1488, cuando Riario fue asesinado en el palacio comunal de Forlí, por tres sicarios que lo apuñalaron en el primer piso y luego lo arrojaron a la plaza, algo que muchos historiadores, por algún motivo, parecen haber olvidado o rechazado.

¿Pero, qué se sabe hoy de Riario?

Poco. Actualmente se sabe que de él queda, o mejor está a salvo en el Vaticano, una presunta imagen al haber sido retratado al lado de su tío, el papa Sixto IV, por el pintor Melozzo degli Ambrogi, de Forlí.

Tampoco en Forlí, donde gobernó y fue asesinado, queda casi nada de él, a pesar de que en su época fue el comandante general del ejército pontificio, y pocos saben en realidad aun hoy quién fue realmente, por qué fue asesinado y quiénes fueron los que ordenaron matarlo.

Por otro lado, como veréis más adelante, muchos personajes y detalles de este hecho fueron olvidados y sepultados bajo una especie de damnatio memoriae,1 es decir, condenados a desaparecer de la memoria y el recuerdo histórico de las personas.

Pero los recuerdos y la memoria no se consiguen eliminar completamente y, en cuando se mira atentamente, parecen de algún modo reaflorar y reafirmar su presencia, como si protestaran por haber estado apartados durante tanto tiempo.

Y se podría suponer que un hombre con una memoria histórica muy grande podría crear cosas olvidadas que persisten y reaparecen en el tiempo, a las que se podrían llamar fantasmas del pasado, si así lo preferís.

Escrito de manera rápida y general, a medio camino entre el ensayo y la narración, este relato histórico desvela, tal vez por primera vez de modo franco y directo, muchos hechos, lugares y pormenores impensables relacionados con una persona llamada Girolamo Riario, primer marido de Catalina Sforza y sobrino del papa Sixto IV, asesinado hace más de 500 años por una conjura en el palacio comunal de Forlí.

También explica acontecimientos nunca observados o completamente olvidados desde hace mucho tiempo, que prácticamente nadie recuerda ya.

He aquí una lista de algunas cosas que descubriréis en este libro:

¿Se escribió un libro de profecías que anunciaban la muerte de Riario?

¿Quién lo escribió ¿Por cuenta de quién?

¿Era la primera vez que alguien veía el fantasma de Riario?

¿Por qué tenía el fantasma la cabeza rota?

¿Se vio al fantasma bailar sobre el muro exterior del palacio comunal? ¿Por qué?

¿Cuáles fueron los verdaderos instigadores de los sicarios de Riario?

¿Qué había hecho Riario para acabar asesinado?

Lorenzo el Magnífico y su hermano Juliano de Médicis, asesinado diez años antes en Florencia, ¿tuvieron algo que ver con esta historia?

¿Se creó una compañía de sicarios con el objetivo de asesinarlo? ¿Por parte de quién?

¿Por qué Riario solo entraba en una iglesia rodeado por muchos guardias?

¿Qué inscripciones aparecieron sobre las puertas y columnas de las iglesias de Forlí antes de su asesinato?

¿Qué hicieron los sicarios de Riario después de matarlo?

¿Es verdadera o falsa la historia de que Catalina Sforza mostró sus vergüenzas desde las almenas de la fortaleza de Forlí cuando sus enemigos le pidieron que se rindiera? ¿Qué hizo entonces?

Y muchas más cosas que descubriréis y entenderéis vosotros mismos durante la lectura.

Por tanto, os deseo una buena lectura y un buen redescubrimiento de este acontecimiento histórico completamente olvidado.

Y si, después de haber leído este libro, alguien se encuentra por casualidad con el fantasma, estoy seguro de que lo entenderá mucho mejor que antes.

Forlí, otoño de 2010

En una pequeña habitación no muy alejada del centro histórico, un investigador de fenómenos biomagnéticos, o un cazafantasmas si preferís llamarlo así, entrevista a algunos testigos de misteriosos hechos y presencias.

—¿Ha visto por tanto al fantasma, señora? —preguntó el investigador mientras entrevistaba a la señora, que deseaba permanecer en el anonimato.

—¡Sí! Aparece más a menudo al atardecer, o tal vez se vea mejor hacia esa hora —respondió la señora.

—¿Lo ha visto más veces?

—Sí —respondió de nuevo la mujer.

—¿Dónde y cuándo lo ha visto?

—En el palacio comunal de Forlí. Una vez lo vi fuera, en la Piazza Saffi,2 suspendido en el exterior del muro, junto a una ventana del primer piso del palacio —respondió la señora.

—¿Quiere decir que estaba de pie sobre el antepecho de una ventana o sobre una cornisa del muro? —pidió que precisara el investigador.

—No, estaba alejado del muro y parecía suspendido en el vacío.

—¿Tal vez estaba suspendido sobre una cornisa antigua que ya no está en ese muro? —comentó el investigador.

—No lo sé.

—La entiendo, señora. ¿Qué hacía alejado del muro? —continuó el investigador.

—Nada. Solo parecía bailar junto a una ventana —respondió la mujer.

—¿Qué ventana?

 

—Era la tercera ventana del palacio comunal, contando desde la derecha —respondió la mujer.

—¿Cómo era el fantasma?

—Grisáceo, era una sombra gris y tenía la cabeza abierta y rota por un lado, como si le faltara o lo hubieran cortado una parte de la cabeza.

—No está mal como tarjeta de visita para presentarse a alguien. Imagino que se quedó un poco sorprendida, señora —comentó el investigador.

—Sí, correcto.

—Está bien, señora. ¿Lo ha visto más veces? —preguntó el investigador.

—Sí, varias veces en un pasillo, otra en una sala antigua más grande.

—¿Lo ve cuando está oscuro o hay poca luz? —pregunta el investigador, cada vez más curioso.

—No. Siempre lo he visto al atardecer, pero nunca cuando está completamente oscuro.

—De acuerdo, señora. ¿Qué otras cosas ha visto al respecto?

—Le he oído gemir y decir algo.

—¿Qué decía?

—No le entendí, su voz era muy tenue y débil, igual que su imagen —respondió la mujer.

—Está bien, señora ¿Qué más ha visto?

—Nada más. Eso es todo —respondió la mujer.

—Gracias por sus informaciones, señora. Si es necesario le haré más preguntas —dijo el investigador al tiempo que concluía la entrevista con la señora y se preparaba a entrevistar a otro testigo presente en la habitación.

—¿Y usted cómo llegó a verlo? —preguntó el investigador, dirigiéndose a otro testigo que también decía haber visto al fantasma.

—Supe por unos amigos de esta presencia en el palacio y lo he estado buscando.

—¿Por qué quería buscarlo? —preguntó curioso el investigador.

—Me interesaba verlo.

—¿Y qué vio?

—Más o menos lo que vio la señora, pero con algunos detalles más —respondió el testigo.

—¿Qué es lo que usted vio de más?

—Más bien le oí decir algo —respondió el testigo.

—¿Qué le oyó decir?

—Estaba preocupado por su esposa.

—¿Hablaba directamente con usted?

—Más que otra cosa, se lamentaba ante cualquiera que pudiera escucharlo —respondió el testigo.

—¿Se lamentaba de qué?

—De lo que le habían hecho y quería vengarse contra los traidores y conjurados que le habían atacado—respondió el testigo.

—¿Le dijo quién era su esposa?

—No, pero decía que debía apresurarse a defenderla, porque estaba en peligro en la habitación de al lado.

—¿Así que se preocupaba porque que su mujer estaba en peligro en la habitación contigua? —preguntó el investigador.

—Sí, más o menos se lamentaba de eso y pedía venganza contra los conjurados que habían hecho todo esto —explicó el testigo.

—¿Le dijo el fantasma qué habían hecho?

—No lo dijo, pero sabía bien quiénes eran los conjurados y reclamaba venganza contra ellos —respondió con firmeza el testigo.

—¿Le dijo quiénes eran los sicarios y conjurados?

—Sí. Y sabía quiénes eran los verdaderos instigadores.

—¿Quiénes eran? —preguntó curioso el investigador.

—No se lo voy a decir.

—¿Por qué?

—Es una larga historia y no creo que usted me entienda.

—No es así, pero respeto su parecer. En todo caso, ¿tiene alguna idea de quién podría ser la mujer a la que quería defender? —preguntó el investigador curioso.

—Sí. Era Catalina Sforza, en esa época señora de Imola y de Forlí —respondió el testigo.

—¿Y el fantasma quién sería por tanto? ¿Uno de sus tres maridos?3

—Ese fantasma no era uno cualquiera de sus tres maridos, sino Girolamo Riario, primer marido de Catalina Sforza y sobrino del papa Sixto IV,4 que fue asesinado en ese palacio hace 500 años por una conjura, mientras Catalina se encerraba y parapetaba en la habitación contigua y pedía ayuda desesperadamente. Es una historia que sigue sin aclararse y misteriosa en bastantes puntos hasta hoy —respondió de golpe el testigo.

El investigador quedó ligeramente sorprendido por algo de lo que acababa de oír y luego preguntó:

—¿Y no podía ser Jacopo Feo? ¿No fue él también marido de Catalina Sforza y murió en una emboscada por un golpe de espada en la cabeza?

—No. Era Riario y fue asesinado en ese palacio. Jacopo Feo fue asesinado en la calle en un lugar muy distante a ese, en mitad de la calle del actual corso Garibaldi, donde en su momento estaba el puente de los Morattini5 —respondió el testigo.

—¿Y entonces por qué al fantasma le faltaba parte de la cabeza?

—Porque alguien se la había puesto así — respondió el testigo.

—¿Por qué razón iba a hacer una cosa así? —preguntó el investigador.

—Me parece usted un ingenuo. Puede haber muchos motivos en el mundo para poner así a alguien —respondió sonriendo el testigo.

—Dígalos.

—Ya le he dicho que es una larga historia.

—Intente resumirla —lo apremió el investigador.

—Está bien. Oficialmente Riario fue asesinado por la tarde en la Sala de las Ninfas de ese palacio por tres conjurados a los que consideraba amigos de confianza. Uno de ellos, mientras los demás esperaban fuera, entró con una excusa en aquella sala que ya no existe y lo apuñaló.

»Después de la primera puñalada, Riario cayó al suelo y trató de esconderse detrás de una mesilla, pero enseguida lo alcanzaron y liquidaron los otros dos conjurados, que lo sujetaron y apuñalaron hasta matarlo, mientras Catalina Sforza se parapetaba con unos sirvientes en la habitación de al lado y gritaba pidiendo ayuda.

»Después de cerca de media hora, fue arrojado de mala manera al exterior por la ventana por otros conjurados, que entretanto se habían apoderado del palacio comunal y su cuerpo fue despedazado por otros amotinados que gritaban libertad mientras lo arrastraban por la plaza —respondió el testigo de un tirón.

—Parece una historia muy fea —respondió el investigador, pensando en ella por un momento. Luego, tratando de intuir más o menos cómo pudieron haber pasado las cosas, añadió—: Por tanto, si lo he entendido bien, ¿podría ser que Riario, cuando fue arrojado por la ventana, cayera de cabeza como un peso muerto y se la rompiera?

—No. No he dicho eso ni tampoco me cuadra. Más bien creo que Riario cayó de pie y no de cabeza —explicó el testigo.

—¿Entonces cómo se produjo la fractura de la cabeza?

—Existen muchos modos de romperle al cabeza a alguien —respondió el testigo.

—Entonces, ¿cómo habrían pasado las cosas?

—Hay que conocer un poco otros hechos para entender bien todo.

—¿Y usted los conoce?

—Bastantes sí —respondió el testigo.

—¿Y cómo consiguió saber todas estas cosas? ¿Es que se las contó el fantasma? —preguntó sonriendo un poco el investigador.

—No. Soy hijo del hijo del hijo del hijo de gente de Forlí desde hace muchas generaciones y algo he heredado de ellos —respondió el testigo.

—Vamos… cómo puedo creerle… —El investigador sonrió de nuevo—. ¿Tal vez está intentando ocultarme la realidad?

—No.

—¿Entonces se lo ha contado todo el fantasma? —pregunta el investigador.

—No, él solo ha dicho algunas cosas. Otras, en cambio pasaron después de su muerte y tal vez tampoco él las sepa —explicó el testigo.

—¿Y usted sí las sabe?

—Ya le he dicho que bastantes sí.

—Perdone, pero ¿quién es el fantasma? ¿Usted o él? —preguntó en broma el investigador.

—Él, naturalmente.

—¿Y usted quién es?

—Un ciudadano de este lugar —respondió el testigo.

—¿Y cómo consiguió saber todo esto?

—Lo sé y basta —respondió el testigo, que no parecía querer entrar en detalles.

—¿Tal vez ha leído todo en libros de historia?

—Algunas cosas he tratado de comprobarlas en libros de historia, pero muchas no están escritas en ningún libro de historia —respondió el testigo.

—¿Y entonces cómo las sabe? —insistió el investigador.

—Ya se lo he dicho. Soy hijo del hijo del hijo de gente de estos lugares y he heredado algo…

—Es usted muy curioso. ¿Qué más le ha dicho el fantasma? —preguntó el investigador que cada vez se sentía más envuelto en esta historia.

—Prometía venganza y muerte a quien lo mató y le hizo todo esto.

—¡Usted le preguntó algo?

—Sí.

—Usted también es muy valiente. ¿Qué le preguntó?

—Le pregunté acerca de algunos detalles.

—¿Y qué le dijo?

—No me respondió.

—Espere un momento. ¿Realizó una sesión de espiritismo o algo similar para hacer esas preguntas? —preguntó el investigador, empezando a sospechar que debía haber ocurrido algo por el estilo.

—No, yo no. No soy espiritista —respondió el testigo.

—¿Entonces quiénes las han hecho?

—Muchas personas, por lo que sé, pero no han conseguido nada.

—¿Y por qué no están aquí entonces en su lugar?

—Ha pasado muchísimo tiempo y muchos ya han muerto —respondió el testigo.

—¿Quiénes eran?

—Prefiero no contarle eso tampoco.

—¿Por qué?

—Me temo que no lo entendería.

—Adelante… me lo puede decir con toda tranquilidad. Soy un investigador y he visto muchas cosas a lo largo de mi vida.

—Creo que yo he visto más, pero si eso es lo que quiere… —añadió en testigo.

—Eso quiero.

—Está bien, póngase cómodo, que la historia no es breve —dijo el testigo, mientras se preparaba para contar el resto de la historia.

No era la primera vez que alguien veía el fantasma de Girolamo Riario en el palacio comunal…

—dijo el testigo al investigador. Luego explicó—: Ya en el año 1500 se afirmaba que el lugar donde cayó Riario estaba manchado y sucio para siempre por su sangre y, casi doscientos años después, en torno a 1650, algunos cristianos llegaron a escribirlo.6

»En el año 1700 había quienes hablaban del espíritu o alma de Riario y en el 1800 corrían algunas historias de cómo, a partir de su homicidio, su fantasma vagaba en busca de alguien.

»En la segunda mitad del siglo XIX se llegó a la culminación y varios grupos de espiritistas y masones dijeron estar en contacto, no solo con él, sino también con Catalina Sforza7 y con algún otro que estuvo en la fortaleza de Ravaldino.8

»En pocas palabras, después de su asesinato ocurrido en la Sala de las Ninfas, sala que fue destruida y ya no existe, ese fantasma fue visto más veces y en distintas épocas dando vueltas por el palacio, alguno incluso decía haberlo visto en la fortaleza de Ravaldino. Solo que la mayor parte de la gente prefería olvidarlo o callárselo todo.

»También la tercera ventana del primer piso contando desde la izquierda delante de la fachada del palacio comunal fue considerada maldita por muchos, porque algunos pensaban que fue desde allí desde donde fue arrojado Riario tras su asesinato, bajo una multitud que gritaba y que despedazó su cadáver. Pero esa no era la verdadera ventana desde la que fue arrojado Riario después de su asesinato.

—¿Y desde dónde fue arrojado? —preguntó el investigador.

—Desde otra ventana. Riario fue asesinado en la Sala de las Ninfas, pero luego su cuerpo se trasladó fuera y se llevó a otra sala.

—¿Y entonces cuál fue la ventana desde la que fue arrojado? —le interrumpió el investigador.

—La ventana estaba en la parte opuesta de la fachada del palacio, la tercera ventana contando desde la derecha.

—Pero esa es la ventana donde la mujer ha dicho haber visto bailar al fantasma —dijo estupefacto el investigador.

—Exactamente, esa mujer lo ha visto en esa ventana, solo que en realidad no estaba bailando —respondió sonriendo un poco el testigo.

—¿Entonces qué estaba haciendo?

—Es demasiado pronto para entenderlo, hay muchas otras cosas que debería saber antes —explicó el testigo al investigador.

—Está bien. Entonces, ¿la Sala de las Ninfas es aquella en la que se le vio bailar? —preguntó el investigador.

—No, esa era solo una ventana junto a la cual se trasladó su cadáver después de su muerte. La Sala de las Ninfas la destruyó su esposa Catalina Sforza después de su homicidio y hoy ya no existe.

—¿Y después de cinco siglos usted conoce aún detalles similares?

—A decir verdad, conozco muchos otros.

—Entiendo, continúe entonces —respondió el investigador.

—Volviendo a la ventana desde la que fue arrojado, el punto en que Riario cayó a la plaza permaneció señalado por mucho tiempo y muchas personas en todas las épocas y todos los siglos sabían esto. Solo que hoy pocos o nadie lo recuerda ya. Desde entonces muchas personas en todas las épocas dijeron haber visto su fantasma y alguno haberlo escuchado —explicó el testigo.

 

—¿Cómo sabe todo esto? —preguntó el investigador.

—Corre demasiado. Ya le he dicho que hay que saber otras cosas —respondió el testigo mientras se preparaba para contar más.