La Luz de la Esperanza

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La Luz de la Esperanza
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© Plutón Ediciones X, s. l., 2020



Diseño de cubierta y maquetación: Saul Rojas



Edita: Plutón Ediciones X, s. l.,



 E-mail: contacto@plutonediciones.com




http://www.plutonediciones.com



Impreso en España / Printed in Spain



Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del «Copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.



I.S.B.N: 978-84-18211-24-9



A mi querida hermana mexicana,



María Antonieta Tapia Rodríguez,



ejemplo de mujer libre,



empoderada y positiva



que le ha dado,



un giro positivo a mi existencia.





Prólogo:

Tiempos de crisis



Dice el cabrero de mi pueblo que todos los tiempos son tiempos de crisis, lo que pasa es que no nos damos cuenta porque a veces vivimos en la ignorancia, con todo normalizado, y no nos fijamos en lo que sucede más allá de nuestras narices.



También dice que los tiempos cambian siempre, pero que a veces una vida entera no da para apercibirse de esos cambios.



El cabrero tiene más de cien años y todavía se ocupa de su rebaño recorriendo en franca trashumancia buena parte de la Extremadura española, por lo que de muy niño le tocó la pandemia de la influenza, la mal llamada Gripe Española, parte de la Primera Gran Guerra, las hambrunas de los años veinte, la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, todo el franquismo, la falsa democracia y el latrocinio de reyes y políticos, con las traiciones y puñaladas por la espalda que no dejan de darse los que aspiran al poder.



Don Jacinto, que así se llama el cabrero, ha visto nacer y morir a mucha gente, y recuerda perfectamente cuando los curas de la región decían que los libros eran cosa del Diablo, la radio un invento de Satanás, y la televisión una puerta al Infierno, porque lo único justo y verdadero era la palabra de Dios.



Don Jacinto aprendió a leer tarde en una escuela rural para adultos, y entonces leyó la Biblia por pura curiosidad para ver si ahí, como decía el párroco del pueblo, estaba la verdad revelada por la palabra escrita de Dios, con el resultado de que le pareció un libro de terror lleno de sangre, locura, violación y asesinato, lo suficientemente extraño como para no volver a pisar una Iglesia, porque si esa era la verdad, más valía vivir ateo y en la mentira.



Don Jacinto, salvadas todas las distancias, me recuerda mucho a Janice Wicka, nuestra bruja favorita, porque los dos hablan de una manera franca, espontánea y natural. Don Jacinto no ha probado una sola medicina farmacéutica en toda su vida y, como Janice, todo lo arregla con hierbas, pensamiento mágico y confianza en sí mismo. La diferencia es que Janice se dedica a ayudar a los demás, mientras que don Jacinto solo se ocupa de sus cabras y no quiere saber nada de los seres humanos ni de la humanidad, a los que considera animales de poca racionalidad, fatuos, temerosos e ignorantes, sobre todo cuando hay una crisis de verdad, como la curiosa pandemia que nos ha afectado recientemente.



Janice nos ilustra y nos recomienda el camino de la elección y la independencia para superar cualquier mal, cualquier crisis. Don Jacinto dice que no vale la pena dar consejos, porque al sabio no le sirven para nada y el necio es tan torpe que no va a entenderlos ni a seguirlos, lo que no deja de ser una forma de elegir.



Janice tiene confianza en la humanidad y siente que la educación espiritual y el despertar a la vida espiritual son posibles. No cree en las ideologías ni en las religiones, y sus númenes y musas son como mis ángeles. “Todos, absolutamente todos”, asegura Janice, “somos seres de luz que caminamos hacia la Luz de la Esperanza, consciente o inconscientemente, pero todos vamos hacia ella”.



En eso se parece más a mí que a don Jacinto, porque a don Jacinto no le interesa para nada el espíritu y solo espera descansar eternamente en los brazos de la nada, porque bastante ya tenemos con esta larga y aburrida vida, y que él no tiene ningún deseo de trascender o de seguir batallando en la siguiente existencia.



Quizá don Jacinto tenga razón, no en vano tiene más de cien años y ha visto de todo, incluso la aparición de Internet y los teléfonos móviles, que le parecen prácticos para contener al rebaño, pero inútiles para todo lo demás. Durante la reciente pandemia jamás se lavó las manos, ni se puso tapabocas, ni hizo cuarentena y ni siquiera se bañó, pues no le ha hecho ninguna falta. Hace cincuenta años que no ha tenido ni una simple gripa, aunque sí los achaques de la edad porque ya no corre ni salta como antes, y espera tranquilo a la muerte, sin miedo alguno. “Si la Tierra nos da de todo, para qué le buscamos tres pies al gato. Vivir y estar bien no tiene ningún misterio, basta con elegirlo”, dice don Jacinto, y en este punto vuelve a igualarse con Janice.



No cabe duda que la sabiduría es amplia y diversa, y que, a pesar de ella, sus caminos confluyen en lo importante, en lo esencial: la Tierra nos da de todo, basta con elegirlo.



La vida nos da de todo, basta con elegir el camino correcto y ser consecuente con la elección, porque nadie ha dicho que lo correcto sea fácil o gratis, vivos estamos y necesitamos aire, agua y alimento.



Elegir conlleva responsabilidades, tanto en los momentos más felices como en los momentos más difíciles de nuestra existencia, de la misma manera que tiene consecuencias y que requiere de esfuerzo, decisión y actividad.



Janice es muy clara en este punto, porque del cielo nos puede caer la lluvia, pero de nada sirve si no hacemos un hueco con las manos y bebemos de ella para calmar nuestra sed: todo nos es dado, pero de nada sirve si no estiramos la mano para hacernos con ello.



Janice no es amiga de jerarquías, apegos o dependencias, por eso te ofrece liberación, crecimiento, independencia y consciencia de tu ser interno a lo largo y a lo ancho de este libro, es decir, Janice Wicka te invita a que seas un ser único e irrepetible que camina junto a sus hermanos de luz hacia la Verdad por el camino de la Esperanza.



Rubén Zamora





Introducción:

El Amor Universal



Cuando te sientas herido,



cuando te sientas cansada,



cuando se escape la vida,



cuando te encuentres en crisis,



Luz de la Esperanza,



¡Luz de la Esperanza!



J.T.R.



Cuando todo parece gris y triste, extraño, difícil, doloroso, siempre nos queda la luz de la esperanza que brota desde los confines del cosmos dándonos aliento, paz, seguridad, y que no es otra cosa que el Amor Universal.



Quiero aclarar que no soy especialmente creyente, es decir, no profeso religión alguna, que prefiero ser bruja a ser psicóloga (a las cuales respeto mucho), como prefiero ser yo a interpretar el papel de mujer, madre, hija, abuela, esposa o lo que sea, y que esta independencia de ser y estar como pasajera momentánea de este planeta, no me impide experimentar un gran amor por todo lo que nos rodea.



No está nada mal tener pareja y dar a luz a nuevos seres.



No está nada mal el abrazo sincero y protector de una madre o de una abuela.



No está nada mal enamorarse.



No está nada mal un beso.



No está nada mal una aventura.



No está nada mal disfrutar del sexo.



No está nada mal amar a la naturaleza y al mundo entero.



Como no está nada mal amarse a una misma con toda la intensidad del universo.



El amor tiene muchas facetas, y como emoción o sentimiento de posesión, dependencia, celos, competencia, moda, miedo a la soledad, suele ser alocado, momentáneo, intenso, sí, pero a la vez momentáneo, esquivo, rijoso, doloroso, engañoso, tramposo, traicionero, e incluso, cuando dura más de la cuenta, aburrido y tedioso, es decir, volátil y cambiante.



La soledad, tan denostada y temida, puede ser maravillosa, enriquecedora y fuente de paz, armonía y equilibrio con una misma y con el cosmos.



Todas las emociones y los sentimientos, cuando no son libres ni francos, pueden convertirse en una condena, en un dolor de cabeza.



El amor, cuando no es sincero y universal, puede convertirse en fuente de toda clase de conflictos.



Si hace daño, no es amor sincero y universal.



El amor universal tiene que fluir, porque no es una meta ni un deseo para satisfacer al ego, y no estancarse en un solo sendero, en una sola persona, ni siquiera si esa persona es una misma.



Amor es compartir.



Amor es dar sin esperar recibir.



Amor es caminar en libertad sin miedo.



El amor universal no es un drama de comedia para poder vibrar a través de los propios miedos e inseguridades con grandes cantidades de llanto.



No hace falta entregarse, sacrificarse o despeñarse por él.



No hace falta pedirlo, exigirlo, desearlo, esperarlo, porque siempre está ahí, dentro de todos los seres y las cosas.



El amor universal no es cuestión de fe o de creencias, está ahí, tan cierto como el calor del sol y el brillo de las estrellas, bañando nuestro ser todos los días y todas las noches de nuestra existencia independientemente de lo que creamos o dejemos de creer.

 



No importa la alegría o la pena que nos embargue, la luz sigue brillando incluso en la noche más oscura lo mismo que en el día más radiante.



No importan las crisis ni las ganancias, los logros o las derrotas, porque la luz es eterna y continua.



Esa luz que brilla en el sol y en las estrellas, también brilla dentro de todos los seres, tú y yo incluidos, porque estamos constituidos por el mismo espíritu, la misma energía y la misma materia, tanto en el sentido esotérico y mágico, como en el sentido físico y material.



Tenemos la misma edad del universo y estamos hechos y creados con los mismos elementos y de la misma manera.



Somos hermanos de las estrellas, ni menores ni mayores, hermanos.



Podemos superarlo todo, tenemos el poder del universo en nuestro interior.



No hay nada que no sea nuestra creación, pues no hay nada que no esté abrazado por nuestro amor.



Por supuesto que hay sombras y hasta plena oscuridad, pero basta una chispa de luz para rasgarlas y encontrar el camino.



Podemos meditar, pensar, crear a través de la luz y del amor.



La Luz de la Esperanza y el Amor Universal son equivalentes espirituales.








Una sola chispa de luz desgarra

la oscuridad del Universo entero



El rayo de la esperanza disipa todas las sombras del pasado y del presente, y abre los caminos hacia el destino anhelado.



Una sonrisa de luz rompe la oscuridad de la tristeza.



Cada ser, cada vida, cada existencia, sin importar en la forma que se manifieste, es energía pura, luz y esperanza de ser y estar, de continuar y de permanecer, sin importar las sombras que le rodeen.



Iluminar una sombra con la luz de la esperanza convierte el pesar en gozo, y nos recuerda que a pesar de toda adversidad nunca estamos perdidos, porque esa luz señala el sendero que ha de llevarnos de nuevo a nuestro hogar primigenio.



En el presente libro intentaré compartir los pasos que encienden esas luces interiores que todas y todos llevamos dentro, con meditaciones incluidas, para desgarrar cualquier oscuridad que intente arrebatarnos la luz de la esperanza.



Agradezco a Plutón Ediciones y a los compañeros de viaje que en ella coincidimos, como a Jay Tatsay y al Dr. Tapia, por su generosidad, y espero de todo corazón que a todos y cada uno de los seres que en este mundo habitan, se les ilumine el alma con la Luz de la Esperanza.



Gracias, gracias, gracias.



P.D.: Pido disculpas por mi manejo del castellano, que es mi segunda lengua madre, y doy gracias al equipo de Plutón Ediciones por corregirme y ayudarme a ser un poco más legible. Gracias, gracias, gracias.





I: Fe

¿Qué es exactamente la fe?



Mientras tu corazón



esté lleno de Fe,



no te hace falta creer



en nada.



Por increíble que parezca, a lo largo de nuestra vida se nos enseña muy poco a ser positivos. Contamos con muchas afirmaciones negativas, prohibiciones, pecados, arrepentimientos y sentimientos de culpabilidad, pero con muy pocas afirmaciones positivas que le den un giro positivo a nuestras existencias. Este libro es mi granito de arena para enfocarnos a lo mejor que nos ofrece esta experiencia vital en la que estamos temporalmente inmersos.



Para mí es todo un placer y un honor reencontrarme con las personas que me leen y que comparten conmigo una perspectiva positiva de la vida, y aún más, de la existencia, porque la vida es apenas un soplo de experiencias entre una y otra eternidad, y qué mejor que tomarla de manera positiva.



Por otra parte, sería injusto afirmar que la gente que sufre lo hace por vicio, dejadez, comodidad o negligencia, ya que muchas de ellas han tenido, o tienen, que enfrentarse a verdaderas pruebas de dolor y de pérdida, mientras que otras se regodean en el sufrimiento y en la descalificación de este mundo y sus habitantes, simplemente porque no se les ha concedido un capricho o porque les han cortado mal el pelo.



Tampoco se trata de aplaudir la alegría de las personas que ríen y bailan a pesar de encontrarse hundidos en la droga, el alcoholismo, la inmundicia, la guerra, el crimen o la miseria. El ego a menudo nos juega malas pasadas y nos hace creer que lo que hacemos, decimos o pensamos es lo correcto, e inventa toda clase de excusas, pretextos y justificaciones para darnos la “razón” a pesar de lo absurdo, negativo o inmoral de nuestras creencias y de nuestros actos. Por tanto, ser positivo no se trata de encubrir nuestros errores, malos pensamientos o peores acciones, sino de darles un giro de ciento ochenta grados.



Ser positivo no se trata de animar falsas felicidades y fáciles alegrías, sino de reflexionar, meditar y hacer aquello que en realidad tiende a la certitud, la bondad y lo creativo.



Olvidemos, por tanto, lo positivo como lo contrario a lo negativo, lo dicotómico y lo maniqueísta, y centrémonos en el maravilloso aprendizaje que nos ofrece la vida, siempre adelante, superando obstáculos y espejismos, experimentando lo más que podamos de la existencia, y compartiendo lo que nos enriquece, transmutando absolutamente todo nuestro bagaje vital en un giro positivo.



Este giro positivo es la fe.



La fe no es creer a ciegas en tal o cual creencia, porque creer a ciegas en dogmas solo porque está escrito en un libro, lo dice un “sabio” o un “santo”, lo repiten los medios de comunicación o lo inculcan a través de las escuelas y la educación, tiene otros nombres, como ignorancia, ingenuidad, pereza mental, dependencia o conveniencia, pero no fe.



La fe responde a lo esencial, a lo que se siente y se presiente, a lo que no se pude ver ni tocar, pero sí percibir.



Cuando se conoce o se sabe algo, ya no es fe, es conocimiento.



Saber de la existencia de otros mundos, de otros seres, no es fe, es conocimiento.



La fe no pide sacrificios.



La fe no pide que nadie salte al vacío.



La fe no pide dinero.



La fe no obliga.



La fe no persigue.



La fe es una intuición positiva que todos llevamos dentro y que nos guía a lo largo y ancho de esta vida.



La fe no es un prejuicio, es una sensación.



La fe no juzga ni emite juicios, no compara, no ofende ni trata de tener la razón.



La fe no es religiosa.



La fe no compite con nadie ni contra nada.



La fe es siempre creativa y positiva.



La fe no es ego ni pasto de ovejas, por lo que puede compartirse, pero no imponerse, ya que la fe lo inunda todo en el mar del universo.



No hay fe buena ni fe mala, aunque a menudo muchas personas tienen “mala fe”, es decir, ganas de molestar o herir a los demás, de mentir y de engañar, porque el marasmo de la vida se los come por dentro, pero la fe, la verdadera fe, no tiene nada qué ver con las sombras que se ciernen sobre las personas que se esconden de la luz.



La falta de fe es duda y desconfianza, pero no real ausencia, sino apetencia de ella; es decir, que aquellos que temen le ponen un escudo a su alma y a su corazón para no escuchar lo que la fe les dice a gritos.



La fe no es confiarse del todo a algo o a alguien, sino escuchar lo que el alma y el corazón nos dicen de manera libre e independiente.



El miedo, por tanto, es lo que nos hace “perder la fe” en lo que sentimos en el interior de nuestro ser, y nos aboca a refugiarnos en la negatividad, la negación, la falta de responsabilidad propia y en la responsabilidad de otro.



Los maestros y los guías están para enseñarnos y para que aprendamos de ellos, no para que dependamos de ellos; podemos tener confianza en ellos, pero la fe debe ser propia e interna, porque al final, y en realidad siempre, somos responsables de nosotros mismos.



Nadie puede experimentar la vida por nosotros, nadie puede ir al baño por nosotros y, por supuesto, nadie puede tener fe por nosotros.



Despertar o seguir durmiendo



Mucho se habla del despertar de la humanidad.



También de despertar al que está dormido.



Incluso de despertar uno mismo.



Pero, ¿quién está dormido y quién está despierto?



¿Quién tiene la razón y quién está equivocado?



¿Qué es lo falso y qué es lo verdadero?



¿Quién miente y quién dice la verdad?



¿Cuál es la realidad de todo y de todos?



¿Por qué la mentira tiene tantos adeptos y la verdad muy pocos?



¿Soy yo quien está despierto mientras los demás duermen, o los demás están despiertos mientras yo, torpe y negligentemente, duermo?



Se nos pide que despertemos de una vida que es, como dijo Calderón de la Barca, un largo sueño.



En la cultura hindú se nos dice que vivimos en Maya, la ilusión, que todo es un sueño de Visnú, un sueño que desaparecerá cuando Visnú despierte, por lo que se nos pide que, con el yoga y la meditación despertemos a la verdadera realidad para que al despertar Visnú no nos destruya y nos desaparezca como si no hubiéramos existido nunca.



En el Tao nos hablan del Todo y la Nada, donde, si somos conscientes y estamos despiertos, podemos experimentarlos sin miedo, reconociendo que la vida y la muerte son procesos de un mismo fenómeno: la existencia, que en sí es eterna y no teme ni al Todo ni a la Nada porque se encuentra inmersa en ellos, siendo Todo y Nada siempre y eternamente.



Despertar cada mañana es un milagro, nos dicen, pero a menudo la vida misma no es un premio, pues tiene problemas, violencia, guerras, asesinatos, enfermedades, malestares, vejez y muerte, además de rutina, obligaciones, responsabilidades, necesidades y un tiempo que se nos escurre entre las manos a pesar de hacerse demasiado largo.



La juventud es tan breve como intensa, pero da muy poco lugar para la experiencia, el conocimiento y la sabiduría.



La madurez dura un poco más, pero suele colmarnos de obligaciones y a menudo no nos deja tiempo para reflexionar.



La vejez dura mucho, pero reduce el tiempo y carece de energía.



La lucidez, sin embargo, puede llegar a cualquier edad, y aunque para muchos pensadores es una carga, en realidad puede permitirnos darnos cuenta de nuestro propio despertar, el cual, para estar completo, requiere que no intentemos despertar a nadie más.



Si despertamos y pretendemos despertar a los demás, lo único que haremos será molestar a los demás y ponerlos de mal humor.



No nos engañemos, dormir y soñar, siempre y cuando no haya insomnio ni pesadillas, es una verdadera delicia, y que venga alguien a despertarnos para que vivamos en una verdad o realidad que no nos agrada o que desconocemos, no es nada agradable.



La verdadera lucidez nos dice que cada quien despierta cuando quiere o cuando puede, y que de nada sirve “despertarlo” para salvarlo, redimirlo, hacerlo mejor, o, simplemente para alimentar nuestro ego por haberlo “despertado”.








La lucidez nos lleva a despertar como

parte real del Universo



Pensar que la humanidad entera va a despertar de un momento a otro, puede ser una hermosa idea, otro sueño más, pero parece que no se corresponde con la realidad que vive actualmente el mundo, con la noticia de que tal vez no esté preparada, ni física, ni anímica ni espiritualmente, para hacerlo, porque su propio cuerpo animal sigue siendo ansioso, violento, carnívoro, fisiológico, reactivo; su mente está llena de falsos conocimientos, construcciones sociales y culturales, apegos y necesidades económicas, programaciones mediáticas y enseñanzas académicas que lo abocan a la dependencia mental y a la esclavitud laboral; y el espíritu ni siquiera se conoce ni se reconoce a sí mismo, porque se confunde con las falsas creencias, las religiones, y la dependencia de dioses, demonios, santos, héroes, guías, expertos, sabios, monjes, santos, con el alma atada a toda clase de prejuicios, guerras, odios, descalificaciones, donde el miedo y la comodidad se venden al mejor, o a cualquier, postor, y el verdadero espíritu brilla por su ausencia.



Los númenes y las musas existen, son y están, pero no son seres superiores responsables de la humanidad.



Claro que es más cómodo pensar que hay seres superiores que lo pueden todo, y que están ahí para destruirnos o para salvarnos, pero esta idea primitiva, dependiente y conveniente para las jerarquías terrestres, no tiene nada en común con el despertar, sino todo lo contrario, es decir, que el creer en seres superiores no es más que un sueño inducido dentro de otro sueño que no ayuda en nada a la humanidad ni a sus componentes individuales, a menos que se dediquen al negocio de las creencias y las religiones, que cobran por mantener al ser completa y perfectamente dormido, a sabiendas de la falsa placidez del sueño.

 



Pero no todos los sueños son iguales, y tener sueños e ilusiones no es equivalente a estar “dormido” física, mental y espiritualmente, porque hay sueños lúcidos y creativos, dilucidadores y constructivos, con los cuales se puede nutrir a la mente, descubrir los insondables secretos de la ciencia y de la naturaleza, y crear nuevas realidades sólidas y positivas.



Sueños lúcidos



No hay que confundir el estar dormido y tener sueños vanos, e incluso pesadillas, con el soñar de forma despierta y lúcidamente.



Soñar también es vivir



Reflexión



No hace falta ser iluso e irresponsable para soñar, para desear, para buscar, para investigar, para observar el mundo desde otra perspectiva. Lo que hacen los otros, aunque sean una inmensa mayoría, no tiene por qué ser lo único, lo normal, lo correcto, lo utilitario, lo material, porque la vida en sí, y mucho menos la existencia, es el sistema de valores en que nacemos, crecemos y vivimos, sino mucho más, como la poesía, como los sueños, como las ilusiones, como la imaginación.



Meditación



Descansa, haz la siesta, duerme ocho horas diarias, libera tu mente de lo cotidiano, de las obsesiones, de los falsos sueños, del ego, de la identidad transitoria, del nombre propio, de los malos pensamientos, de todo aquello que te moleste, haga daño o te lleve a la oscuridad. Sueña en libertad, vuela, deja que tu alma y tu espíritu disfruten de su propia existencia.



Análisis



Los sueños forman parte de la vida. Pasamos un tercio de nuestra presencia en este mundo durmiendo, y, por lo tanto, soñando, viajando más allá del espacio y del tiempo, viendo el futuro, creando la realidad cotidiana, cambiando el pasado, moviéndonos por esa cuarta dimensión que nos muestra a lo largo y a lo ancho las posibilidades de nuestra existencia. Sí, es posible que el mundo de los sueños sea completamente real y creativo, no renuncies a lo que te ofrece, disfrútalo, conviértelo en parte positiva y creadora de tu existencia.



La verdad, la razón y la realidad



La verdad es una, clara y concisa, pero casi siempre se mantiene oculta.



La razón intenta encontrar o descubrir a la verdad, entenderla, comprenderla.



La realidad es una creación, una construcción externa e interna, dura o blanda, que nos limita y encierra, o que nos ilumina y abre las puertas.



Si no tuviéramos el don, o el defecto, de interpretar los que vemos, lo que oímos y lo que sentimos, tendríamos un acceso más fácil y directo hacia la verdad.



A menudo sucede que las confundimos, las mezclamos y les damos nuevos valores y nuevos sentidos, creyendo, por ejemplo, que cada persona tiene su propia verdad, confundiendo la perspectiva relativa, la interpretación de los hechos y la opinión personal con la verdad.



Cada cabeza es un mundo, pero la verdad inmanente está fuera de toda cabeza, eterna e inmutable.



La razón, que todos llevamos dentro, es la capacidad de analizar, ver comparar, aceptar, rechazar, estudiar, conocer y aprender lo que sucede a nuestro alrededor y en nuestro interior.



La razón busca la lógica de las cosas, pero a menudo se pierde en falacias lógicas, comparando, prejuzgando, impostando, presumiendo, suponiendo, deduciendo, para ahorrarse trabajo y ganarle sentido a las cosas.



La razón pura, a decir de Kant, no existe, porque los seres humanos somos emocionales, celosos, competitivos, supersticiosos y vanidosos, que queremos tener la razón por encima de los demás, e incluso por encima de todas las cosas.



Básicamente la razón busca la verdad, cierto, pero a menudo recorre demasiados senderos para llegar a ella y se pierde con facilidad.



Lo peor de todo, es que muchas veces la razón no puede compartir sus frutos con los seres humanos, ni ellos pueden compartir sus razones unos con otros, y entonces deviene el conflicto, a veces creativo cuando se llega a un acuerdo final, y generalmente destructivo donde cada quien se queda con su propia razón al haber sido incapaz de compartirla o de imponerla al otro, a los demás.



Entonces la razón se convierte en un arma arrojadiza, en un “yo sé y tú no sabes”, en supuesta ignorancia deleznable de la cual se acusan unos y otros, en un juego o en una guerra donde la razón desap