Diario de Nantes

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Diario de Nantes
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José Emilio Burucúa

Diario de Nantes


Burucúa, José Emilio

Diario de Nantes / José Emilio Burucúa.- 1a ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 2020

Libro digital, EPUB - (biografías y testimonios)

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-987-4159-99-1

1. Diario de Viajes. I. Título.

CDD 910.4

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biografías y testimonios

Editor: Fabián Lebenglik

Diseño: Gabriela Di Giuseppe

Producción: Mariana Lerner

1ª edición en Argentina

1ª edición en España

Fotografías: Aurora Juana Schreiber

y José Emilio Burucúa.

© José Emilio Burucúa, 2020

©Adriana Hidalgo editora S.A., 2020

www.adrianahidalgo.com

ISBN Argentina: 978-987-4159-99-1

ISBN España: 978-84-16287-66-6

Queda hecho el depósito que indica la ley 11.723

Prohibida la reproducción parcial o total sin permiso escrito

de la editorial. Todos los derechos reservados.

Esta obra contiene referencias a paneles con imágenes que se podrán ver en un documento en formato PDF al que se puede acceder aquí.

Se colocan las referencias a las láminas entre corchetes: el primer número remite al panel, el segundo, a la lámina específica.

1º de octubre de 2015

Ma chérissime (A. S., naturalmente),

Bajá DOS cambios porque esto es maravilloso y te espera. De todos modos, me parece que hicimos bien en que yo viniese primero. Si hubieras llegado conmigo, creo que colapsabas de la alegría. Ahora tengo la posibilidad de irte enviando las bellas noticias de a poco. Aunque hay cosas en la casa que no descifré todavía para qué sirven. Pero habré de preguntarle a mi asesora en todo cuanto se refiere al manejo práctico de la casa, puesta para eso por el Instituto. Se llama Ramona Bunduc; es... ¡¡rumana!! Te está aguardando ya como al Mesías.

Verás en las fotos que te envío en varios mensajes lo que es el departamento donde vivo y viviremos. En los títulos, leerás de qué se trata cada cosa. El día que me tocó es espectacular, no hay una nube en el cielo, y la vista que me rodea, unos doscientos setenta grados, es increíble. Mostrale a Martina lo que será su cuarto. Y a Marta Rajtman, que no seré rico ni judío pero les doy, por fin, una vida de princesas Calender [01, 001-005].

El accueil no pudo ser mejor. He sido uno de los primeros en llegar y me agasajan todo el tiempo. En unos minutos, parto al supermercado a comprar las primeras vituallas para la casa.

* * *

2 de octubre

Nantes es una mezcla interesante de gótico, barroco neoclásico a la francesa y arquitectura muy contemporánea (erigida sobre todo en los barrios destruidos por los bombardeos aliados en 1943-44; aquí cerca, en Saint-Nazaire, los nazis tenían una de las bases más temibles de submarinos en todo el Atlántico). Escribiré algo al respecto cuando conozca mejor el sitio. En un rato, el director del Instituto homenajea a los fellows con una visita y un piscolabis en el castillo de los duques de Bretaña. Nada mal para comenzar. Lo más interesante de todo es que, aun cuando el formato sea muy parecido al del Wissenschaftskolleg en Berlín, aquí la parte del león se la llevan los países árabes, africanos y del subcontinente indio. No podía suponer nada mejor para zambullirme en el otro mundo y ver cómo se me abre todavía el horizonte en el umbral de los setenta. Soy, por ahora, el único latinoamericano, de manera que deberé empeñarme para mantener alto el honor de los herederos de Moctezuma, Atahualpa, Calfucurá y de nuestros abuelos europeos que emigraron a la tierra de promisión. Mañana, espero recorrer la catedral de Nantes, no dedicada a Nuestra Señora (estamos fuera de la Isla de Francia) sino a Pedro y Pablo, y hacerlo con un experto local.

* * *

3 de octubre

Ayer mismo por la noche, tuve un sacudón espeluznante. Resulta que la mairie de Nantes organiza un ciclo de lecturas públicas en el castillo de los duques de Bretaña. Algunas, sobre todo las relacionadas con textos sobre la esclavitud en tiempos de la Revolución, y otras referidas a retratos famosos de ciudades en la literatura europea, fueron realmente estimulantes. Pero hubo una, a la cual se otorgó la mayor importancia pues se realizó en el teatrito del ala del siglo XVIII en el dicho castillo, que derivó en un auténtico escándalo. ¿Recuerdan al actor que hace de clown en el film Delicatessen (Dominique Pinon, je crois)? Y bien, ese mismo leyó los dos primeros capítulos del volumen 1 de L’enjomineur (algo así como “el prestidigitador”), novela histórica escrita por Pierre Bordage ambientada en la Vendée de los años 1792 a 1794. Pierre se encontraba en el lugar y luego tuvo un contrapunto con una historiadora de las emociones, Sophie Wahnich, quien publicó en 2012 un libro asaz interesante, La Révolution française, un événement de la raison sensible. Menos mal que estaba esa colega pues pudo calzarle algunos bollos a Bordage, un vendeano convicto y confeso (los Pigna, para quienes la historia debe ser siempre caliente, no son invención argentina, por cierto). El autor, de todos modos, se salió con la suya, tuvo la última palabra y dijo entonces que “quedaba demostrado hasta qué punto la Revolución Francesa no había sido más que un petit événement”. La pobre Wahnich casi se desmaya y no pudo probar bocado en el cocktail que siguió. Por mi parte, puse los pies en polvorosa, no dije una sola palabra y me volví a mi casa, como Tato Bores, porque me mataba ya el jet lag.

Ma chérissime (A., por supuesto),

Quedé exhausto de la caminata por el centro de Nantes. Recorrí el castillo de los duques de Bretaña y la catedral, dos lugares maravillosos. Saqué muchas fotos de las que te envío una selección. El castillo es de finales del siglo XV [02, 001-002]. El duque Francisco II ordenó su construcción en 1466 y, a partir de 1472, puso la obra en manos del arquitecto Mathelin Rodier. Ana, hija de Francisco II y esposa de dos reyes de Francia, primos entre sí, Carlos VIII y Luis XII, terminó la fábrica de los dos cuerpos principales del castillo, el Grand Logis y el Grand Gouvernement, unidos por la torre de la Corona de Oro en la que se abren cuatro loggie a la manera del palacio ducal de Urbino [02, 003-004]. Lo interesante es que los arcos de esos balcones, igual que los gabletes y los marcos de las ventanas en los dos edificios destinados a la vida de la corte y a la burocracia del ducado, presentan la decoración típica del gótico tardío, no la de resonancias all’antica del modelo italiano [02, 005]. Es obvio que la insistencia de los monarcas franceses por casarse con Ana no se debía tanto a la belleza de la candidata (quien, por otro lado, parece haber sido una bonita mujer), sino al hecho de alcanzar con semejante matrimonio la unidad territorial de la antigua Galia bajo el dominio de la corona de los Luises. Ana dio dos hijas mujeres a su segundo marido real, de manera que la Ley Sálica obligó a derivar el trono a una línea colateral, descendiente de un varón hijo de rey y encarnada entonces en otro varón, Francisco de Valois-Angoulême en este caso, quien se convirtió en el primero de su nombre en Francia. Precavido, el joven ya había tomado por esposa a Claude, hija de Luis XII y de Ana, heredera del ducado, de manera que se pudo concretar entonces el proyecto de los antecesores Carlos VIII y el duodécimo Luis. Francisco I mandó erigir el Petit Gouvernement, donde aún se nota la inflexión renacentista en el hecho de que los gabletes han sido reemplazados por nichos avenerados [02, 006]. En 1532, el nuevo rey proclamó en nuestro castillo la unión definitiva e indisoluble de Francia y de Bretaña. En el mismo sitio, Enrique IV de Borbón firmó el famoso Edicto de tolerancia religiosa que dio libertad de culto y de creencia a los protestantes en 1598. Se ve que la tolerancia nunca dura mucho, ni siquiera cien años. El nieto de Enrique IV, Luis XIV, revocó el edicto en 1685 y mandó a todos los protestantes al exilio o al pilori (la picota, en Francia), a pesar de que el documento de su abuelo hubiese declarado que sus efectos serían “perpetuos e irrevocables”. Sin embargo, la unión del reino y del ducado ha durado hasta ahora y así parece que seguirá, si acaso los bretones y los habitantes del bajo Loira no toman el ejemplo de los catalanes y resuelven ventilar un independentismo algo trasnochado.

La catedral, levantada en el siglo XV, no despliega un gótico tardío sino un estilo muy puro, más vertical y más estricto incluso que el de las grandes catedrales del XIII (Chartres, Reims, Amiens) [02, 007-008]. La tumba de los duques Francisco II y Margarita de Foix, tallada en 1499 por el escultor Michel Colombe a partir de dibujos de Jean Perréal, tiene estatuas de gran factura, sobre todo las figuras que representan a las virtudes cardinales: la Justicia, la Fuerza moral que mata a un dragón, la Templanza que empuña el freno para caballos y el reloj sin minutero, la Prudencia con el espejo, el compás que todo lo mide y la cara de un anciano en la nuca [02, 009-010]. Los animales simbólicos, el león ligado a la fuerza del duque, el perro a la fidelidad de la duquesa, son también dos piezas estupendas. Los retratos de los muertos, bastante embellecidos por el más allá, como esos recuerdos sólo buenos que uno conserva de ciertos muertos [02, 011-012]. Un friso inferior del sarcófago desenvuelve la caravana usual de llorones, en forma de bustos frontales vestidos con túnicas de frailes: se trata de un resumen escueto, un signo apenas que recuerda a los llorones contundentes de los cuerpos de Felipe el Atrevido y Juan sin Miedo y, más lejos aún, a los portadores monumentales de Philippe Pot, gran senescal del ducado de Borgoña [02, 013].

 

El Loira es un río arenero. Es increíble la cantidad de sedimentos que arrastra en su desembocadura. Además, hoy, a las seis de la tarde, invirtió su corriente y comenzó a fluir hacia arriba. Me dijeron que el fenómeno es frecuente cuando la marea alta llega con fuerza, cosa que ocurre una vez cada semana por lo menos. Los vientos oceánicos del oeste son intensos.

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4 de octubre

Llegó el otoño. Está nublado y llovizna. Hace frío. Igual me voy hasta el castillo, pues quiero repetir algunas fotos que salieron mal y también asistir a la lectura, en el marco del mismo programa Échos que nos congregó el viernes, de un relato fascinante, escrito por la libanesa Hoda Barakat, fellow de este año en el IEA. Ya leí algo más de la mitad del texto. Se trata del monólogo de una muerta, Chajarat al-Durr, sultana legendaria de Egipto en el siglo XIII, cuyos ejércitos derrotaron a la séptima cruzada de Luis IX el Santo en las afueras de Damieta. La sultana, ferozmente ejecutada en El Cairo en 1257, se dirige a Ana de Bretaña, aparentemente gracias al arte de Hoda que transcribe sus reflexiones. El discurso suena fluido, acariciante, como las narraciones de Scheherezade, claro que con un mensaje, amable y algo subliminal, de feminismo. Chajarat exhibe su sabiduría, sus dotes de escritora, su sensibilidad tolerante, su devoción hacia una religio humana más que hacia una religión delimitada, tal cual podría ser el islam. La actriz Marianne Denicourt leyó todo el libro La Nuit de la Sultane, con una dicción perfecta y una entonación atenta a las inflexiones emocionales, máximas y mínimas. Imaginábamos estar en un palacio de las Las mil y una noches. Después, Hoda habló de su relación privilegiada con la lengua árabe y aclaró que ese amor por su heredad cultural no implicaba nostalgia ni dolor de exilio por el hecho de haber abandonado el Líbano en 1989 y venirse a vivir a Francia. Dijo algo entonces que iluminó mi propia situación de exilio interior en la Argentina. Como ella, no puedo sentirme representado por ninguno de los partidos sociopolíticos en pugna en mi país. ¿Por qué estaría obligado a serlo? Tácita y calladamente, me han repudiado porque me insuflaron la vergüenza, falsa e insidiosa, de creerme extraño a mi propio pueblo. Si así lo fuera en verdad (y creo que efectivamente ocurre por tantos motivos, buenos y malos), ¿qué hay con ello? ¿Cuál es la razón por la que me doblegué tantos años, agaché la cabeza y no tuve el coraje de decir: “Señoras, señores, hice lo posible por acercarme a ustedes. No lo he logrado. Adiós”? Y mandarme a mudar. A la de Hoda Barakat, siguió una segunda presentación de un libro de Éric Pessan, una ficción sobre el museo histórico de Nantes en el castillo. El título es El mundo y lo inmundo, con lo cual Pessan me enseñó también algo nuevo: “mundo” quiere decir “puro”, antónimo de lo “inmundo”. ¡Vaya con los aprendizajes de este domingo de lluvia en Nantes, melancólico como el que más! Mañana, se celebra la primera sesión del seminario de los fellows. Nos recibe el profesor Samuel Jubé, director del IEA, hombre joven y afable a quien conocí el jueves de mi llegada. Nos presenta a todo su equipo y nos invita a exponer, en tres minutos cada cual, el proyecto que nos trajo hasta aquí. Estoy atemorizado como el día en el que di mi ingreso al Buenos Aires, un 9 de diciembre de 1957. ¿Qué será de mí el 19 de octubre, cuando tenga que “abrir el fuego” de las presentaciones anuales de los fellows? ¡Silueta terrible de Giuliani, no me abandones!

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5 de octubre

Gran día. Primera sesión plenaria del seminario. Habló el director del IEA, Samuel Jubé. Estuvo fantástico. Nos recordó las razones que nos trajeron a este lugar: amor por el conocimiento y la ciencia, libertad de la investigación (sólo restringida por el principio hipocrático latinizado del Primum non nocere [en primer lugar no dañar]) y una visión de la sociedad como un conjunto perfectible y abierto de personas unidas por la consecución del bien común. ¡Bravo! Los fellows presentamos nuestros proyectos. Empecé yo, por orden alfabético. Estuve flojito, quizá debido a ser el primero. Me pareció, no obstante, que todo el mundo merecía estar donde estaba, yo inclusive al menos por el hecho de llevar esta crónica. Por afinidades de disciplina y cronología o simplemente por la brillantez de la síntesis, me impresionaron cinco propuestas: la de Gad Freudenthal (CNRS) sobre la apropiación del pensamiento científico por parte de la tradición judía entre los siglos XII y XV más allá de cualquier fundamentalismo; la del senegalés Mor Ndao (Universidad Cheikh Anta Diop) acerca del proceso de colonización y la investigación médica en Senegal de 1895 a 1958; la del tunecino Hamadi Redissi (Universidad Al-Manar) en torno a la controversia monoteísta entre judíos, musulmanes y cristianos, realizada en lengua árabe en tiempos medievales; la del brasileño Fernando Rosa Ribeiro, exprofesor en Malasia y Macao, actualmente investigador en Ciudad del Cabo, quien se ocupa de las relaciones entre cosmopolitismo y creolización en lugares tan dispares y tan comparables como Malaca, Kerala, la costa swahili y, ahora, el Sahel (el pebete lee y habla, amén del portugués y del inglés, malayo, swahili y árabe); quinto y último proyecto que me entusiasmó, el de Samuel Truett, profesor norteamericano en la Universidad de Nuevo México, cuyo trabajo se ubica en la intersección de la historia global y de la historia de fronteras y migraciones, y ahora apunta a contarnos las experiencias vividas por un tal John Denton Hall, un “rechazado del Imperio”, un inglés que recorrió el planeta en el siglo XIX y terminó como campesino en México. Por mi parte, tuve la gran fortuna de conocer a Pierre Maréchaux, un latinista de nota, profesor en la Universidad de Nantes, quien, al enterarse del tema de mi investigación, me recomendó varios textos importantes donde se vierten ensayos de traducciones “droláticas” (dijo él muy bien) al francés moderno de las comedias de Aristófanes (Victor-Henry Debidour para Folio Classique, 1987) y del Satiricón de Petronio (Laurent Thailade, amigo de Mallarmé, 1910).

A las cinco y media, me encontré con Karine Durin, una catedrática de literatura española del Siglo de Oro en la Universidad de Nantes. Nuestro contacto ha sido Daniel Waissbein. Fue una cita de primera, en el café La Cigale de la plaza Graslin, frente a la fachada de la ópera. El café es una joyita del art nouveau, y el edificio de la ópera, del neoclásico más temprano de finales del siglo XVIII. Mejor, imposible. Karine me puso al tanto de un libro suyo, que está por salir, sobre el epicureísmo en España en los siglos XVI y XVII. Ignoré hasta el día de hoy que pudiera haber habido epicureísmo en España. Pero así fue, por la vía de los comentarios de la Historia Natural de Plinio, según lo descubierto por la colega Durin en el manuscrito de un astrónomo Muñoz, de finales del siglo XVII, donde ese autor se explaya sobre la filosofía del Jardín a propósito de las nociones de Plinio acerca de la inmortalidad o la mortalidad del alma, expuestas en el Libro II de su enciclopedia colosal de la naturaleza. Quedamos en que yo prepararía una conferencia para sus colegas del departamento sobre la vexata quaestio [espinosa cuestión] de la perspectiva en España. La daría en febrero próximo.

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6 de octubre

Día de aprendizaje. Tuvo lugar la primera exhibición del cineclub en el anfiteatro Simone Weil. Vimos un documental de Gérald Caillat, con guión de Pierre Legendre, sobre la Escuela Nacional de Administración, Miroir d’une nation : L’Ecole Nationale d’Administration. La cámara sigue la carrera de la cohorte Cyrano de Bergerac (cada una de ellas lleva el nombre de un poeta o artista de Francia), desde el momento de las pruebas de ingreso, la selección de un centenar de “elegidos”, su paso por las aulas, sus pasantías en prefecturas de provincia o en instituciones como el Consejo de Estado y, por fin, la reunión larga y difícil en que, según los promedios obtenidos, cada cual elige la vacante donde iniciar su currículum. Que si a alguien se le pasa por la cabeza modificar el sitio elegido en desmedro de quienes siguen en el orden de méritos, la rechifla y las protestas son en voz alta. El traidor termina abochornado y vuelve a su primera elección. Las imágenes muestran muy bien el proceso riguroso (a menudo despiadado) de educación de una élite que acunó a los funcionarios más calificados del país, sus hombres de empresa, sus políticos (Hollande es un graduado de la ENA). El guión, entre tanto, tiene su propio vuelo: Legendre demuestra hasta qué punto esa escuela ha sido una herramienta nuclear del Estado nación y, en tal sentido, heredó la misión de los proyectos inconclusos de la monarquía (extraordinario, el haberme topado con una reedición de la teoría de Tocqueville sobre el Antiguo Régimen y la Revolución). Claro que Legendre también revela cómo la crisis de las funciones y las prácticas del Estado nación, provocada por el influjo dominante del modelo de la empresa y la gestión capitalistas, tiene por supuesto su correlato con las incertidumbres que invaden a los estudiantes, graduados y otros cuerpos académicos de la ENA. Hay mucha melancolía en ese discurso, una suerte de canto fúnebre a las grandezas perdidas del Estado francés. ¿Cómo se gobierna Francia?, es la pregunta del punto de partida. ¿Cómo se hará en la Francia después de Francia? (sic), esto es, en el país a la vuelta de la esquina donde se haya diluido o bien haya estallado la nación francesa como tal, la primera de la historia. Mis colegas criticaron la disparidad de mensajes entre lo visible y el discurso. No creo que allí resida la contradicción, sino más bien en la inexistencia aparente de un vínculo entre casi la totalidad del film y la excepcionalidad de la primera escena: la Guardia Republicana saluda el ingreso del presidente de la Asamblea Nacional a la sala de sesiones (¡Delphine Gardey, cuántos recuerdos!); a su llegada, el recinto aún se encuentra vacío. Se me ocurre que, en verdad, esta primera alusión al lugar donde los representantes del pueblo transmiten su bullicio, sus movimientos y deseos, pacíficos pero también violentos e incontenibles, vale decir, el lugar donde se actúa el principio democrático, nada tiene que ver con cuanto se exhibe, a lo largo de una hora y cuarto, de la ENA, una organización que podría servir así a un Estado despótico cuanto a uno liberal y democrático (confieso que la Escuela parece ser más funcional a uno del primer tipo que a otro del segundo). Sentí tener el derecho de decir que la mayor parte de la película nada tenía que ver con cualquier principio liberal-democrático concebible, sí, en cambio, con la idea de una burocracia esclarecida y de escaso interés hacia el pueblo (atención, es el mensaje del film, guárdeme Dios de decir que tales relaciones no existen en la República Francesa real). Samuel Jubé, el director del Instituto, es un antropólogo especialista en el devenir del desarrollo de los sistemas contables en la época moderna. Unas horas antes de la proyección de Espejo..., tuve una conversación privada con él. Me contó entonces cómo cree que la ausencia de un sistema monetario internacional, sin referencias ni patrones garantizados desde 1971, cuando Richard Nixon abolió la convertibilidad del dólar en oro, ha profundizado paulatinamente la anomia y la hipertrofia financieras, de modo que toda la economía resulta cada día más imprevisible, al mismo tiempo que sus vaivenes se tornan paroxísticos y dominantes en la vida cotidiana. Las empresas que navegan en medio de ese caos y logran sobrevivir determinan los modelos de administración, tanto de lo público cuanto de lo privado, siempre a los tumbos y bastante improvisados. Las prácticas y los gráficos contables serían, a la manera de una nueva teoría hamiltoniana, las representaciones que mejor permiten medir y diagnosticar algo de semejante disparate. Tras ver el film, concluí que las preocupaciones científicas o conceptuales de Jubé apuntan a señalar, quizá desde una perspectiva diferente a la de Legendre, los mismos estallidos que este descubre en una de las instituciones por antonomasia del Estado nación, la ENA.

Por cuanto hoy ha sido un martes, nos tocó la cena comunitaria. Entonces tuve mis pequeñas iluminaciones de Vincennes de la jornada, pues compartí la mesa con Elisabeth Toublanc (la simpática jefa de servicios generales del IEA, incluida la alimentación, por supuesto), y los profesores Gad Freudenthal (del CNRS) y Samuel Alfayo Nyanchoga (de la Universidad Católica de África del Este, en Kenia). Gad nació en Jerusalén en 1944, pero tiene nacionalidad exclusivamente francesa después de haber renunciado a la israelí, que le correspondía por lugar de nacimiento y por ser judío. Disconforme con la política antipalestina de su país, consiguió deshacerse de su identidad nacional automática. Admiré enseguida su gesto y la tenacidad que tuvo para conseguir tamaño imposible. No obstante, Gad se dedica de lleno al estudio del judaísmo medieval, su pensamiento religioso y filosófico, sus inclinaciones hacia la tolerancia y el rechazo de cualquier fundamentalismo. Puesto que no puedo impedir la comparación permanente entre mis vivencias de Nantes y de Berlín, ¿qué hice sino preguntar al profesor Freudenthal acerca de sus opiniones sobre las tesis de mi querido Daniel Boyarin? No ardió Troya, pero estuvo a punto. La gentileza pudo más que cualquier indignación en el corazón de Gad, quien rechazó con elegancia la postura de Boyarin sobre una diáspora casi feliz y no traumática entre los judíos del Mediterráneo del siglo XII al XIV. Trajo a colación la postura inequívoca de Maimónides en tal sentido, quien había visto en la dispersión del pueblo judío los efectos de un castigo divino, sin atenuantes. Gad entiende que Boyarin es demasiado posmoderno, demasiado californiano en cuanto a sus argumentos algo peregrinos y caprichosos (los adjetivos corrieron por cuenta de mi nueva acquaintance, claro está). Tras la ducha de agua fría que recibió mi memoria berlinesa, pedí a Samuel Nyanchoga que me explicase los objetivos de su investigación sobre los efectos todavía palpables de la esclavitud en la costa índica de Kenia. Un horizonte desconocido, impensado, se abrió delante de mí en diez minutos. Tengo todavía una excitación tal que, después de recibir las noticias sobre el infarto de Roberto Livingston, temo terminar yo también en algo parecido. Samuel ha puesto el foco en grupos dispersos, sin una etnicidad clara ni lenguaje o religión comunes, descendientes de los esclavos de plantaciones en el sudeste de Kenia. Los propietarios, miembros de una élite de origen árabe, se aprovisionaban de esa mano de obra infame en el mercado de Zanzíbar, bajo la égida de un sultán. En 1890, Zanzíbar aceptó la abolición de la esclavitud pero, en varios sitios de la costa keniana, la trata siguió sin mayores trabas hasta 1907. De modo semejante, la esclavitud doméstica no fue suprimida legalmente hasta... 1937. La procedencia de los seres humanos traficados por Zanzíbar era muy variada: Tanzania, Uganda, Malawi, Congo. Ninguna construcción identitaria podría haberse apoyado sobre la base de los orígenes de estas poblaciones. Lo cierto es que sus miembros carecen de reconocimiento alguno por parte de la administración de Kenia, son indocumentados, no pueden hacer efectivos sus derechos al trabajo o al beneficio de los servicios sociales de salud y educación provistos por el Estado nacional. Con el auxilio de antropólogos e historiadores, como mi colega Nyanchoga, esas gentes intentan recorrer un camino de asociación, a pesar de encontrarse geográficamente separados, y basan sus esfuerzos en unas pocas coincidencias culturales, que van desde las técnicas agrícolas aplicadas en sus pequeñas propiedades rurales de donde extraen cocos, clavo de olor y otras especias, hasta la vestimenta, el canto, la música con instrumentos y, más que nada, una narrativa oral que todos ellos cultivan para recordar el pasado de dolor y oprobio que les impuso la esclavitud. Eso mismo los ha llevado a confluir en la recuperación histórica de sus asentamientos y ciudades –Frere Town, Rabai, Gasi, Mwele, Vanga– así como a preocuparse por la investigación arqueológica de los sitios de su desgracia, por ejemplo, las cuevas de Fikirini donde se conservan las cadenas y las anillas metálicas de los cautivos. Comer y beber, mientras escuchaba la historia de los sin nombre en la costa sudoriental de Kenia, se me antojó blasfemo a pesar del hambre que tenía. Pensé que mejor era interrumpir la cena y llegué a pensar que el cocinero francés de Berlín era mejor profesional que el seguramente francés de Nantes (improbable que el de aquí fuese alemán). La finalidad de los devaneos era atenuar los efectos del puñetazo de realidad contemporánea que acababa de recibir. Bendito Nyanchoga, has sido un sparring partner fantástico para toda el África y el Asia que se me vendrán encima.

 

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7 de octubre

Nada, escribo y escribo. Logro terminar el texto que leeré en la presentación del lunes 19 de octubre. Roger me ayudó para que lo que diga no suene absurdo en francés, o bueno, menos absurdo de lo que ya es por el tema. De cualquier manera, estoy tan conforme que me animo a gritar: ¡Viva Roger Chartier! ¡Viva el general Perón! El macarrónico ES peronista. Abassum mercatores patriae, traditores, simia maiora quae gorillae appellantur! [¡Abajo, mercaderes de la patria, traidores, simios mayores, llamados gorilas!] Descubrí una veta de investigación de mi asunto sobre la que escribiré mañana. Ahora sigo con mis traducciones macarrónicas. Me concentro en el máximo mottus peronianus: Argentina Barbarorum quam nos omnes volumus, Peronus sognavit et Christina definitive cagavit. En macarrónico francés: Argentina Barbarorum quam nos omnes volumus, Peronus revuit et Cristina definitive chiattavit. En el macarrónico de Su Majestad Británica: Argentina Huliganorum quam nos alles wantumus, Peronus drimuit et Cristina definitive shittavit.

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8 de octubre

Mientras espero a Prescillia, Priscila en realidad, a quien monsieur Moreau me envía para planchar la ropa, y antes de correr al primer piso del IEA con el objeto de asistir al almuerzo de los jueves, comienzo a escribir acerca de los fenómenos lingüísticos de contacto y las hibridaciones resultantes. Un tema básico al que ingreso ahora gracias a los fellows ocupados en esos temas. Algunas indicaciones de Nyanchoga resultaron fundamentales igual que, hoy mismo, las del holandés Jan Houben (École Pratique) y las del ya mencionado Hamadi Redissi. Porque amén del Kenian English acerca del que me desayuné ayer, acabo de enterarme de varios detalles importantes en torno a las gramáticas más antiguas. El sánscrito fue la lengua que tuvo la primera obra del género, realizada por un tal Panini, el decano de los gramáticos de la historia, nacido en Saladura (la Lahor actual en la región de Gandhara en Pakistán) a fines del siglo VI a.C. El hombre acuñó las nociones de fonema, morfema y raíz de las palabras, que nuestros lingüistas sólo comenzaron a utilizar dos milenios y algo más después de la redacción del Ashtadhyayi o Paniniya, que así suele llamarse la obra del primer gramático de la historia. Houben, quien, no obstante ser un personaje obviamente salido de los Países Bajos o de una pintura de Jordaens, compone todavía poemas y canciones en sánscrito, nos explicó que la difusión del budismo fue el factor fundamental para la transformación de esa lengua en una herramienta de comunicación generalizada, cortesana y sagrada, cuyo conocimiento se extendió desde la India hasta Indonesia, por un lado, China y Japón, por el otro. Si bien el sánscrito es el idioma de los Vedas y, en un principio, Gautama procuró no usarlo en sus prédicas ni en sus textos con el fin de acercar su ejercicio de la religión y la piedad al pueblo, los monjes budistas lo adoptaron muy pronto para poder discutir con los brahmanes los altos temas de la tradición hindú. Y puesto que existía ya la gramática de Panini, el sánscrito pudo ser enseñado con relativa facilidad en los centros de educación budista del norte de la India, organizados bajo el estímulo del emperador Ashoka, a los que, bastante antes del nacimiento de Cristo, acudían estudiantes de todo el sudeste de Asia, del Tíbet e incluso del oeste de China. Hamadi no se quedó atrás a la hora de las precedencias respecto de los bárbaros occidentales y recordó que Al-Jalil, muerto en 768, y su alumno Sibawayhi, muerto en 791, compusieron una gramática monumental y sistemática del árabe. El tratado griego de Dionisio el Tracio, Techné Grammatiké, escrito en el siglo II a.C., es directamente un texto de principiantes al lado de las obras de Panini y de Sibawayhi.