Conservación en la Patagonia Chilena

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EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

Vicerrectoría de Comunicaciones

Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile

editorialedicionesuc@uc.cl

www.ediciones.uc.cl

CONSERVACIÓN EN LA PATAGONIA CHILENA:

Evaluación del conocimiento, oportunidades y desafíos

Juan Carlos Castilla, Juan J. Armesto y María José Martínez-Harms

(Editores)

© Inscripción N° 2021-A-4379

Derechos reservados

Mayo 2021

ISBN 978-956-14-2820-1

ISBN digital 978-956-14-2821-8

Fotografía de portada:

Javier Godoy Fajardo

Diseño:

versión productora gráfica SpA

Diagramación digital: ebooks Patagonia

info@ebookspatagonia.com

www.ebookspatagonia.com

CIP – Pontificia Universidad Católica de Chile

Conservación en la Patagonia Chilena : evaluación del conocimiento, oportunidades y desafíos /

Juan Carlos Castilla, Juan J. Armesto y María José Martínez-Harms (editores).

Incluye bibliografías.

1. Ecología – Chile – Patagonia.

2. Conservación de los recursos naturales – Chile – Patagonia.

3. Protección del medio ambiente – Chile – Patagonia.

I. Castilla, Juan Carlos, editor.

II. Armesto, Juan J., editor.

III. Martínez Harms, María José, editor

2021577.0983 + DDC 23RDA


UNA BREVE VISIÓN DEL PASADO, PRESENTE Y FUTURO DE LA PATAGONIA CHILENA

La Patagonia es una región biológicamente única del mundo. Esta afirmación, se constata por hechos irrefutables para cualquier visitante. Su margen oeste (Patagonia chilena) alberga bosques cuyas especies arbóreas son evidencia de conexiones biogeográficas con distantes regiones del planeta, como Nueva Zelanda, Australia, y Nueva Guinea, que son prueba de una antigua conexión terrestre entre dichos territorios australes y Sudamérica, a través del continente Antártico(Segovia y Armesto, 2015). En particular, los bosques costeros de Aysén son notables reservas de biodiversidad, comparables a los bosques Valdivianos, desarrollados sobre suelos verticales que colindan con el mar, que se nutren en parte gracias a la gran riqueza de musgos y briófitas, que a su vez son alimentados por abundantes e interminables lluvias.

La flora a lo largo de la costa, es rica en especies de flores rojas y brillantes, además de los coihues y canelos centenarios de los bosques más al norte de Aysén, un verdadero tesoro. Estos bosques son conocidos por su alta cantidad de especies y géneros endémicos (Arroyo et al., 2004). Aunque conocemos bien las angiospermas y gimnospermas que habitan dichos bosques, nuestro conocimiento de la multitudinaria diversidad de musgos, hepáticas, líquenes y los hongos que recubren los pisos del bosque y abrigan completamente los troncos de los árboles es aún muy precaria. Por otro lado, la estepa patagónica, bajo un clima más seco, contiene ecosistemas más jóvenes que el bosque, cuyo origen en Patagonia está relacionado con el levantamiento andino, el cual produjo la sombra de lluvia que dio lugar al presente clima semiárido de la vertiente oriental (ver en este libro Radic et al., 2021). Además de la aparición gradual y más reciente de la estepa, el levantamiento de la cordillera posibilitó la emergencia del llamado piso andino por sobre el nivel de los bosques, con una flora única y frágil debido a las condiciones climáticas severas donde crece. Todos estos factores hacen que la biota patagónica tenga diversos valores ecológicos, paisajísticos y biogeográficos muchos de los cuales son destacados en los capítulos del libro.

La Patagonia chilena es un extraordinario laboratorio natural, donde conviven ecosistemas de diferentes edades y características en un espacio fisiográfico relativamente pequeño, que sin duda debemos apreciar y cuidar. Todos sus ecosistemas y organismos constituyen un gran tesoro para el desarrollo de la industria del turismo basado en la naturaleza, una industria que requiere la incorporación de personas y profesionales de distintas especialidades y que, por lo tanto, es ideal para el desarrollo regional patagónico (ver Guala et al., 2021). Se requieren expertos en flora y fauna, capacitados en fotografía digital, líderes en gastronomía, transporte, y la incorporación de ciudadanos patagónicos en general como por ejemplo los “gauchos” que me consta por mi propia experiencia, conocen muchos detalles valiosos sobre la zona.

La historia evolutiva de este notable sistema ecológico es solo una parte del cuento. Los bosques de la Patagonia chilena proporcionan a las sociedades locales valiosos servicios ecosistémicos. Los musgos y briófitas de los bosques fertilizan los suelos que han sido excavados y lavados hacia los ríos y océanos por los glaciares milenarios. Los bosques avanzaron desde el norte, colonizando montañas y suelos rocosos, mientras los glaciares retrocedían frente al calentamiento climático del Holoceno (Villagrán, 2018). Los bosques propios del sur de la región patagónica con la lenga, el ñirre (de hojas caducas) y el coigue de Magallanes como protagonistas, son algunos de los ecosistemas terrestres más australes del mundo (Rozzi et al., 2012). Se desarrollan sobre suelos muy delgados, donde grandes árboles deben resistir estoicos a los huracanes y vientos patagónicos, que los pueden derribar en cualquier momento. Los habitantes de este espacio físico tan extremo, incluyendo los seres humanos, sobreviven a catástrofes permanentes y mantienen sus poblaciones frente a la adversidad. La integridad de la flora de las montañas patagónicas y el piso andino con su gran diversidad de plantas y animales, son esenciales para la protección de los suelos y el suministro del agua a todas las zonas de menos altura.

Las riquezas de la Patagonia van más allá de su biodiversidad, funciones ecosistémicas y paisajes espectaculares. Tienen valores globales como una zona que preserva elementos de los ambientes preindustriales, que los seres humanos de hoy podemos usar como referencias frente al inclemente cambio climático y perturbaciones antropogénicas que han transformado el planeta. Esta región aún puede ser vista como una increíble máquina del tiempo, mediante la cual podemos trasladarnos a sitios en el sur donde somos testigos de la acción del enfriamiento de la edad glacial (que imperó en el último millón de años); lugares donde los árboles conviven aún con los grandes ventisqueros, separados por metros, así como de los períodos pasados cuando extensos humedales o turberas, circundados por hielo, dominaban el paisaje del sur de Chile. Actualmente, gracias al levantamiento andino, el territorio presenta gradientes altitudinales fuertes que proporcionan un escenario privilegiado para entender cómo las especies de plantas y animales se adaptan y sobreviven al cambio abrupto de las condiciones ambientales. En algunos de los capítulos de este libro, el estudio de estos gradientes y su biota nos enseña lecciones útiles para enfrentar el incierto futuro del planeta (ver Marquet et al., 2021).

Varios de los capítulos del libro enfatizan la necesidad de reconocer que nuestro conocimiento y saber sobre la Patagonia chilena tal como se presenta hoy, tiene raíces profundas en sus habitantes (ver Aylwin et al., 2021). Pueblos de navegantes que, durante siglos precedentes a la invasión europea, recorrieron y conocieron en detalle el territorio, su flora y su fauna. Nuestra Patagonia es conocida por muchos chilenos más bien por sus espectaculares paisajes (por ejemplo, glaciares y montañas como las Torres del Paine) que por sus valores biológicos y su patrimonio cultural, requiere una capacidad de mirar y apreciar más allá de los elementos paisajísticos más grandiosos. Sobrevive en muchos chilenos la impresión de la Patagonia como una tierra yerma, de baja productividad y climas extremos, con escasas riquezas minerales, que es la forma en que por mucho tiempo hemos apreciado el valor de nuestros territorios. Sin duda, las grandes riquezas de la Patagonia chilena están en sus parajes desconocidos, que, reguardados por glaciares, cordones montañosos verticales, lagos ocultos y extensas turberas, difícilmente han sido recorridos por los seres humanos. Estos lugares representan una riqueza medioambiental gigantesca para el mundo y para un país como Chile. Lamentablemente, en pocas décadas, muchos de estos ambientes perecederos han sufrido ya una fuerte degradación antropogénica (Relva et al., 2013; ver Marquet et al., 2021).

¿Cómo proteger la Patagonia y todo su esplendor? No es una tarea fácil, pero con un trabajo bien planificado e integrado, como se propone en este libro es posible avanzar (ver Tacón et al., 2021; Tecklin et al., 2021)

El libro destaca la necesidad de una estrategia de conservación integral a distintos niveles, que va desde el manejo adecuado de los grandes parques y reservas terrestres y marinas, hasta la implementación de metas que aseguren que sus habitantes y cualquier visitante admiren y respeten la naturaleza que los rodea, donde sea que se encuentren en este vasto territorio. Gracias a una larga tradición en Chile de crear áreas protegidas, con apoyo del Estado y de personas individuales de mucha visión, pasión y generosidad, hemos avanzado hoy a un panorama regional con grandes áreas protegidas. Sin embargo, es posible que, con la concurrencia de un mayor número de personas a los ecosistemas de los parques y reservas nacionales apartadas, ellas se vuelvan cada vez más susceptibles a incendios, a la introducción de especies invasoras dañinas, y la extracción de plantas y animales, en suma acciones que interfieren con los procesos que mantienen su integridad ecológica.

 

Es esencial que el país implemente acciones concretas para contener el avance de estos impactos que, a su vez, atentan contra el bienestar de los chilenos que habitan la zona y que dependen de las industrias del turismo y ecoturismo, creando de esta manera situaciones complejas en cuanto al bienestar social. Para la conservación terrestre, es urgente cambiar los diseños de carreteras y caminos, minimizando las áreas intervenidas, previniendo los impactos en su entorno natural y monitoreando el avance de especies invasoras que utilizan estas vías.

Como se destaca en los capítulos iniciales del libro, hay que pensar seriamente en reglamentar la carga de visitantes en los parques patagónicos y las áreas de acceso, disminuyendo así la posibilidad de grandes y desastrosos incendios, ya que la recuperación de estos requiere décadas y tiene grandes costos económicos para el país. Está demás decir, que parques tan extensos como los patagónicos deben contar con una adecuada dotación de guardaparques, hombres y mujeres, bien entrenados en estos temas y adecuadamente remunerados. Estas son materias que deberían ser desafíos del naciente Servicio Nacional de Biodiversidad y Áreas Protegidas. Sin embargo, no debemos subestimar la importancia de preservar la biodiversidad de la Patagonia chilena fuera de sus grandes parques. La conservación de la biodiversidad de la Patagonia requiere de la colaboración de todos y todas, a través de la implementación de programas de educación ambiental masivos dirigidos a los numerosos visitantes y a la sociedad en general.

Finalmente, en la década de los 80’ tuve la oportunidad de trabajar intensamente, por varios veranos, en las altas y frías cumbres del Parque Nacional Torres del Paine y la Sierra de los Baguales, con la ayuda de la gente local y personal de la Corporación Nacional Forestal. Puedo decir con toda honestidad que los ecosistemas de la Patagonia chilena y los relatos de los habitantes fueron una gran inspiración para mi investigación científica. Agradezco a ellos la gentileza de mostrarme su belleza y sus secretos e invito a todos los científicos jóvenes de la región a darse cuenta del enorme valor de estos ecosistemas remotos para avanzar en el conocimiento universal de cómo funciona la biósfera.

Mis felicitaciones a los editores del libro por reunir una gran cantidad de expertos e información valiosa para respaldar una renovada estrategia de conservación patagónica, con capacidad de mejorar la vida de los habitantes y favorecer la realización de futuros trabajos científicos.

Referencias

Arroyo, M. T. K., Marquet, P. A., Marticorena, C., Simonetti, J. A., Cavieres, L., Squeo, F., y Rozzi, R. (2004). Chilean winter rainfall-Valdivian forests. En: R. A., Mittermeier, P. R., Gil, M., Hoffmann, J., Pilgrim, T., Brooks, J., Lamoreux, y G. A. B., Da Fonseca (Eds.), Hotspots revisited: Earth’s biologically wealthiest and most threatened ecosystems, pp. 99-103. México D. F.: CEMEX.

Relva, M. A., Damascos, M. A., Macchi, P., Mathiasen, P., Premoli, A. C., Quiroga, M. P., Radovani, N. I., Raffaele, E., Sackmann, P., Speziale, K., Svriz, M., y Vigliano, P. H. (2013). Impactos humanos en la Patagonia. En: E., Raffaele, M., de Torres-Curth, C. L., Morales, y T., Kitzberger (Eds.), Ecología e historia natural de la Patagonia andina: un cuarto de siglo de investigación en biogeografía, ecología y conservación, pp. 157-181. Buenos Aires: Fundación de Historia Natural Félix Azara.

Rozzi, R., Armesto, J. J., Gutiérrez, J., Massardo, F., Likens, G., Anderson, C. B., Poole, A., Moses, K., Hargrove, G., Mansilla, A., Kennedy, J. H., Willson, M., Jax, K., Jones, C., Callicott, J. B., y Kalin, M. T. (2012). Integrating ecology and environmental ethics: Earth stewardship in the southern end of the Americas. BioScience 62(3), 226-236.

Segovia, R. A., y Armesto, J. J. (2015). The Gondwanan legacy in South American biogeography. Journal of Biogeography, 42(2), 209-217.

Villagrán, C. (2018). Biogeografía de los bosques subtropical-templados del sur de Sudamérica. Hipótesis históricas. Magallania (Punta Arenas), 46(1), 27-48.

MARY T. KALIN ARROYO

Premio Nacional de Ciencias, 2010

Profesora titular, Universidad de Chile

Investigadora Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB)

LA PATAGONIA CHILENA, UNA MIRADA DESDE EL OCÉANO

La Patagonia chilena, con su magnificente geomorfología, esculpida con la gubia de los glaciares, es uno de los grandes reservorios de agua dulce del mundo y un bastión austral para la estabilidad del clima regional y global. Tanto la dinámica de la atmósfera (y por ende del clima) y de la circulación del océano (y por ende la distribución de calor, gases y nutrientes) son parcialmente moduladas desde la Patagonia. Esta parte del planeta nos ofrece actualmente una enorme cantidad de servicios ecosistémicos que se explicitan a lo largo de este libro, y que han provisto a los pueblos originarios para su bienestar desde milenios (Dillehay et al., 2008; ver en este libro Aylwin et al., 2021). Esto es lo que queremos conservar y esta es la visión de nuestra Patagonia chilena desde el océano. ¿Por qué es importante conservarla? Porque la Patagonia es parte central de la historia y la cultura de nuestro país, porque es necesario mantener la naturaleza lo más saludable posible para que cumpla su función de regulación climática, ecológica, medioambiental y cultural, y porque es una de las zonas más vulnerables a los Cambios Globales y Climáticos (CG y CC), a los impactos/contaminación antrópica y al mal uso de su enorme potencial para actividades económico-productivas (ver Buschmann et al., 2021).

En este sentido se hace necesario destacar a los servicios ecosistémicos menos conocidos del maritorio de la Patagonia chilena, como su capacidad de capturar, exportar y secuestrar carbono durante el período productivo (Torres et al., 2011). Además, varios grupos funcionales del plancton (como eufáusidos) y/o cetáceos (como ballenas), realizan significativos aportes en la fertilización del océano y/o en la exportación de carbono a través de sus desechos metabólicos (i.e.,pellets fecales) o comportamiento (migraciones verticales) (González et al., 2016; Ratnarajah et al., 2018). Todas estas acciones forman parte de las soluciones basadas en la naturaleza, que contribuyen, sin costos para nosotros, al gran desafío de proteger y mantener la Patagonia “saludable”. ¿Cómo? usando herramientas legales como áreas marinas protegidas, planificación espacial marina, áreas municipales de conservación, uso racional del borde costero y por sobre todo, integrando en esta conservación a las comunidades que conviven en estas áreas (i.e., espacios marinos costeros para pueblos originarios) (ver Hucke-Gaete et al., 2021; Tecklin et al., 2021; Haussermann et al., 2021).

A través de este libro se desprende la necesidad de acciones de conservación urgentes en toda la Patagonia chilena. Compromisos con la protección del medio ambiente, uso sustentable y responsable de sus bienes y servicios en una Patagonia que está conformada por “Sistemas Híbridos Terrestres-Marinos” (SHT-M), donde la parte del maritorio patagónico, no solo interactúa con sistemas terrestres, sino también con los ecosistemas oceánicos adyacentes (Pavés et al., 2015; ver Rozzi et al., 2021). Esta realidad determina una gobernanza muy compleja, pues incluye: i) diferentes ecosistemas tipo SHT-M; ii) amenazas a funciones y servicios ecosistémicos que son transversales a estos sistemas; iii) actividades socio-económicas y culturales que los incluyen y los influencian (Pittman y Armitage, 2017). La Patagonia chilena con su sistema dominado por fiordos, canales, bahías, etc. alberga un sistema muy productivo, cuasi-prístino y que para su funcionamiento recibe nutrientes, materia orgánica e inorgánica particulada y disuelta y una abundante descarga de agua dulce desde los sistemas terrestres (González et al., 2019). Estos flujos se proyectan en el maritorio como “plumas” de aguas salobres superficiales y parcialmente hacia zonas más profundas (corrientes subantárticas salinas). La entrada de agua dulce es lo que, en parte, sustenta el funcionamiento del maritorio, pero a su vez, lo hace más vulnerable a la acidificación. Esto, junto a la pérdida de masa de glaciares y el calentamiento de sus aguas está gradualmente cambiando las condiciones físicas y químicas, donde una rica biodiversidad y endemismo de organismos del plancton y bentos, convive con aves, mamíferos y cetáceos que hacen uso de sus servicios ecosistémicos y que podrían servir de “focales y centinelas” para el cambio climático (ver Hucke-Gaete et al., 2021).

La Patagonia chilena se caracteriza por una gran variabilidad estacional, que incluye una productividad acuática que transita entre un control principalmente de luz solar y fotoperíodo en invierno, a uno principalmente de nutrientes en verano (González et al., 2010; 2016). Los impactos del CG y CC (natural y antrópico) en la Patagonia son multifactoriales y dado que tenemos un solo gran océano (con diferentes nombres) y una sola gran atmósfera, las potenciales amenazas provienen de Chile y el mundo. Esto nos obliga a esfuerzos y compromisos a nivel país con todos los actores involucrados: academia, sectores público y privado, organismos gubernamentales, ONG’s, comunidades y pueblos originarios. El gran compromiso es proteger y conservar la Patagonia chilena de amenazas descritas a lo largo de este libro. ¿Qué hacer? las áreas marinas protegidas son un primer paso, hacerlas efectivas para que cumplan su función, es el segundo y mayor desafío.

Las naciones que están liderando los esfuerzos por el CC en el Panel del Océano (entre ellas, Chile), han indicado la urgencia de 5 acciones: i) el manejo sustentable de los recursos del mar; ii) la mitigación del CC; iii) evaluar las posibilidades de la recuperación económica; iv) el manejo integral del océano y v) frenar la pérdida de biodiversidad (Lubchenco et al., 2020). Todos estos esfuerzos aparecen representados en la Patagonia chilena y tratados en el libro por los especialistas en diversas áreas del conocimiento. Tendríamos que agregar la interface entre las ciencias naturales y sociales y los cambios generados producto de estresores (medioambientales, actividades extractivas y productivas como turismo, acuicultura, pesca, etc.) y el aporte de los pueblos indígenas en la conservación de los sistemas acuáticos Patagónicos (ver Aylwin et al., 2021).

Este libro describe las amenazas a la biodiversidad acuática, la introducción de especies exóticas (i.e., salmónidos, Dydimo) y el riesgo de frecuentes floraciones de algas, muchas de ellas nocivas y que afectan las actividades productivas (artesanales e industriales) y la salud pública. En los últimos años se ha reportado la expansión de especies tóxicas hacia el norte (Alexandrium catenella) y hacia el sur (Pseudochattonella cf. verruculosa) de la Patagonia chilena (Trainer et al., 2020). Estos procesos podrían estar relacionados con una expansión de la actividad antrópica y/o a cambios en las condiciones químicas y físicas del medio marino debido al CC y que operan a diversas escalas espaciales y temporales. El rango de procesos es muy amplio, incluyendo desde factores atmosféricos (i.e., régimen de vientos) y oceanográficos (i.e., surgencias de masas de agua), hasta factores más locales de aportes de agua dulce que cambian la estratificación y estequiometría de fiordos y canales. El maritorio recibe una gran incursión de agua dulce desde una cordillera de baja altura con sectores cubiertos con campos de hielo y glaciares, la mayoría de los cuales están en proceso de pérdida de masas de hielo (ver Rivera et al., 2021) que oscilan entre 20 y 30 Gt a-1 durante las últimas dos décadas (Dussaillant et al., 2019). La amplia extensión de la zona costera bajo los 10 m en la Patagonia chilena, la hacen susceptible a eventos extremos como inundaciones, derrumbes, avalanchas y marejadas, con efectos negativos sobre la provisión de servicios ecosistémicos (Iriarte et al., 2010; ver Rivera et al., 2021).

 

Resumiendo, el maritorio patagónico chileno es un sistema muy complejo, diverso y con gradientes muy conspicuos, tanto en sentido este – oeste como norte – sur. La cordillera de Los Andes, con una orientación N-S a lo largo de Sudamérica, cambia de sentido (90°) en la cordillera de Darwin, quedando con orientación E-O (i.e., canal Beagle), producto de la presión de la placa Antártica sobre el continente Sudamericano. Estos cambios orográficos han abierto rutas bi-oceánicas a las que se suma el estrecho de Magallanes exacerbando las singularidades geográficas, climáticas, biogeográficas y fisicoquímicas (ver Rozzi et al., 2021).

Finalmente, nuestra Patagonia, es un híbrido entre mar y tierra, Pacífico y Atlántico, Antártica y Sub-Antártica, con influencias físicas desde la atmósfera, la criósfera y el océano. El desafío es lograr una conservación eficiente de los ecosistemas, sus legados culturales, sociales y ecológicos, que subyacen a los diversos servicios ecosistémicos que nos provee la Patagonia chilena, para el bienestar de la población actual y los que vienen detrás de nosotros.

Agradecimientos

Al programa FONDAP 15150003 y a los editores (JCC, JJA y MJM-H) y DT (UACh) por su gran liderazgo, compromiso y esfuerzo en llevar a término esta gran obra.

Referencias

Dillehay, T. D., Ramírez, C., Pino, M., Collins, J., Rossen, y Pino-Navarro, J. (2008). Monte Verde: seaweed, food, medicine, and the peopling of South America. Science, 320, 784-786.

Dussaillant, I. E., Berthier, F., Brun, M., Masiokas, R., Hugonnet, Favier, V., Rabatel, A., Pitte, P. y Ruiz, L. (2019). Two decades of glacier mass loss along the Andes. Nature Geosciences, 12, 802-808.

González, H. E., Graeve, M., Kattner, G., Silva, N., Castro, L., Iriarte, J. L., Osmán, L., Daneri, G., y Vargas, C. (2016). Carbon flow through the pelagic food web in southern Chilean Patagonia: relevance of Euphausia vallentini as key species. Marine Ecology Progress Series, 557, 91-110.

González, H. E., Nimptsh, J., Giesecke, R., y Silva, N. (2019). Organic matter distribution, composition and its possible fate in the Chilean north-Patagonian estuarine system. Science of the Total Environment, 657, 1419-1431.

Iriarte, J. L., González, H. E., y Nahuelhual, L. (2010). Patagonian fjord ecosystems in southern Chile as a highly vulnerable region: problems and needs. Ambio, 39(7), 463-466.

Lubchenco, J., Haugan, P., y Pangestu, E. (2020). Five priorities for a sustainable ocean economy. Nature, 588, 30-32.

Pavés, H., González, H. E., Castro, L., y Iriarte, J. L. (2015). Carbon flows through the pelagic sub-food web in two basins of the Chilean Patagonian coastal ecosystem: the significance of coastal-ocean connection on ecosystem parameters. Estuaries and Coasts, 38, 179-191.

Pittman, J., y Armitage, D. (2016). Governance across the land-sea interface: a systematic review. Environmental Science Policy, 64, 9-17.

Ratnarajah, L., Nicol, S., y Bowie, A. R. (2018). Pelagic iron recycling in the Southern Ocean: exploring the contribution of marine animals. Frontiers in Marine Sciences, 5, 109.

Torres, R., Pantoja, S., Harada, N., González, H. E., Daneri, G., Frangopulos, M., Rutllant, J. A., Duarte, C., Ruiz-Halpern, S., Mayol, E., y Fukasawa, M. (2011). Air-sea fluxes along the coast of Chile: from CO2 outgassing in central-northern upwelling waters to CO2 uptake in southern Patagonia fjords. Journal of Geophysical Research-Oceans, 116.

Trainer, V. L., Moore, S., Hallegraeff, G., Kudela, R., Clement, A., Mardones, J., y Cochlan, W. (2020). Pelagic harmful algal blooms and climate change: lessons from nature’s experiments with extremes. Harmful Algae, 91, 101591.

HUMBERTO E. GONZÁLEZ

Profesor titular, Instituto de Ciencias Marinas y Limnológicas,

Universidad Austral de Chile y Centro de Investigación

en Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (FONDAP-IDEAL)