Un corazón alegre

Tekst
Loe katkendit
Märgi loetuks
Kuidas lugeda raamatut pärast ostmist
Šrift:Väiksem АаSuurem Aa

13 de enero - Autoestima

Palabras que edifiquen

“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”

(Efesios 4:29).

Cecil era un joven de capacidad intelectual brillantísima. Conocía varias lenguas a la perfección y producía traducciones excelentes. Pero tenía serios problemas de relaciones interpersonales. No sabía iniciar una conversación; y si otros la iniciaban, él no sabía mantenerla; le resultaba difícil expresar aprecio y gratitud; se quedaba sin palabras ni gestos cuando se cruzaba con un amigo y no tenía noción de cuándo y cómo utilizar expresiones como “por favor”, “gracias”, “es un gusto hablar con usted”, entre otras. Y cuando hablaba, acababa expresando mensajes inadecuados y hasta hirientes. En suma, tenía una profunda carencia de las habilidades sociales más básicas. A pesar de su privilegiada inteligencia no era capaz de llevarse bien con las personas allegadas ni de entablar una relación íntima.

Daniel Goleman es quien relata el ejemplo de Cecil en su libro Inteligencia emocional para ejemplificar el fuerte componente social que tiene la falta de inteligencia emocional. Los psicólogos detectaron en Cecil un problema de autoestima y la inseguridad de ser capaz de decir algo que interesara a los demás. Para ayudarlo, tuvieron que enseñarle a emitir mensajes cálidos y acogedores y evitar los dichos fríos y repelentes.

En las ciencias de la conducta es bien sabido que la habilidad para iniciar y mantener relaciones sociales es de más valor para el éxito profesional y personal que cualquier otra destreza, incluida la intelectual. Pero su valor llega aún más lejos: el desarrollo del carácter y de la conducta cristiana. En el capítulo 4 de Efesios el apóstol Pablo explica lo que debe ser la nueva vida en Cristo. Prácticamente todas las cualidades morales que describe se refieren al buen convivir. Se nos insta a hablar verdad los unos a los otros (vers. 25), a no enojarnos (vers. 26), a no robar a los demás (vers. 28), a expresar palabras que edifiquen y den gracia al oyente (vers. 29), a no desplegar ira, gritería, ni maledicencia (vers. 31) y a ser misericordiosos y bondadosos los unos con los otros (vers. 32).

Nuestras palabras y nuestra actitud producen resultados muy diferentes. Escoge hoy hablar palabras que edifiquen a los demás, palabras que denoten bondad y misericordia y que den gracia al oyente. Palabras que serán un bálsamo para los demás y también una fuente de autoestima para ti. Palabras que, en última instancia, Dios utilice para beneficio de todos y le den gloria a él.

14 de enero - Autoestima

No ven lo bueno en sí mismos

“Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes ni desde que tú hablas con tu siervo, porque soy tardo en el habla y torpe de lengua”

(Éxodo 4:10).

Artie Knapp es autor de cuentos infantiles con enseñanzas morales. En su libro El tartamudo Stan cuenta una historia de animales del bosque, donde Stan es una ardillita que tartamudea y los demás animales se ríen de él por su dificultad para expresar sus ideas. Esto le produce mucha pena y una autoestima débil. Un día, cuando se encuentra solo y desanimado, otra ardilla joven, Shelby, le pregunta la razón de su desconsuelo y Stan le explica el porqué de su padecimiento. La amiguita no se burla ni lo critica, sino todo lo contrario. Le asegura que lo importante es lo que se dice y, si se trata de un mensaje importante y valioso, tendrá mucha fuerza, lo diga o no tartamudeando.

En una conversación con Shelby, Stan se desahoga, expresando toda su frustración y su conflicto. Después de esta “sesión de psicoterapia”, Stan se encuentra mucho mejor. Un poco más tarde, Stan se halla en una reyerta en la que varios animales, incluido el abusón mapache, se disputan la comida. El mapache empieza a reírse de todos los demás por ser pequeños y débiles y amenaza con arrebatar todo el alimento disponible. Stan se levanta y le reprende por su egoísmo, asegurando que es mucho mejor repartir la comida equitativamente que imponer la fuerza. Al final, los animalitos aplauden la intervención de Stan y reparten por igual.

Con frecuencia encontramos personas de muy buenas cualidades pero que no pueden ver lo bueno en sí mismas. El texto de hoy nos muestra a un Moisés inseguro y temeroso que arguye ser torpe de lengua. Algunos comentaristas dicen que tal vez Moisés tartamudease o sufriese algún trastorno de foniatría. Sin embargo, su actitud bien podría ser una excusa porque “Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios, y era poderoso en sus palabras y obras” (Hech. 7:22, énfasis añadido). Dios le presenta un argumento mucho más convincente: “¿Quién ha hecho la boca del hombre? ¿O quién hace al hombre mudo o sordo, con vista o ciego?” (vers. 11).

Cuando te enfrentes a dudas personales referidas a tus cualidades o habilidades, clama a Aquel que puede crearlo y modificarlo todo y observa qué opciones van abriéndose en tu vida. Personajes tan capaces como Moisés también experimentaron dudas de sí mismos, pero el Señor tiene siempre una salida cuando nos ponemos en sus manos.

15 de enero - Autoestima

No ven lo malo en sí mismos

“¿O cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo’, no mirando tú la viga que está en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo y entonces verás bien para sacarla paja que está en el ojo de tu hermano”

(Lucas 6:42).

Un matrimonio joven cambió de domicilio. A la mañana siguiente, cuando se preparaban para el desayuno, el marido dijo a su esposa:

—¿Te has fijado en la ropa tendida de los vecinos? No está muy limpia que digamos…

Ante la evidencia, ella asintió. A partir de ese día, la ropa tendida de los vecinos era motivo de conversación de la joven pareja. Una mañana ella se asombró mucho al ver la limpieza y blancura de la ropa tendida de los vecinos. Se apresuró a darle la noticia al esposo:

—¡Ven y ve que hoy sí que tienen la ropa limpia!

Sonriendo y sacudiendo ligeramente la cabeza, dijo:

—Sí, querida, anoche limpié los cristales de nuestras ventanas.

Los problemas de autoestima que ven los psicólogos suelen ser los de aquellos que tienen buenas cualidades y no son capaces de verlas. Pero hay problemas de autoestima que van en la otra dirección: quienes son incapaces de ver sus propios errores y limitaciones y, al mismo tiempo, parecen aptos para identificar las faltas de los demás, como la pareja de nuestra historia.

Jesús condenó esta actitud hipócrita cuando hizo la pregunta: “¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” (Luc. 6:41). El ejemplo se ajusta muy bien al oficio probable del Maestro de Nazaret: artesano de la madera. La palabra traducida por “paja” corresponde a la expresión griega karfos, que puede referirse a una ramita o viruta de madera. Así podemos ver el contraste de las dimensiones: de una pequeña viruta a una viga capaz de sostener gran parte de un edificio. ¡Vaya contradicción! Con frecuencia el ser humano es capaz de notar una mota de serrín y no ver una viga de madera.

Pongámonos en manos del Señor Jesús en el día de hoy para que nos dote del entendimiento y la sabiduría para no juzgar a otros, pues si así lo hacemos, es probable que el problema que juzgamos sea el mismo en nosotros y aun magnificado, “porque al juzgar a otro, te condenas a ti mismo, pues tú, que juzgas, haces lo mismo” (Rom. 2:1).

16 de enero - Autoestima

La oveja perdida

“¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?”

(Lucas 15:4).

El más fuerte instinto de las ovejas es el de congregación. A pesar de las diferencias entre razas, todas tienen un marcado arraigo al rebaño. Y aun cuando pazcan esparcidas en momentos de tranquilidad, se reagruparán rápidamente ante cualquier signo de peligro que puedan percibir. De hecho, no necesitan cerciorarse del peligro; el movimiento de otras ovejas es suficiente para reproducir la conducta.

En la población turca de Gevas, al este del país, unas 1.500 ovejas se abalanzaron sobre un acantilado de 15 m de profundidad porque una de ellas saltó primero. Al final, murieron unas 450 y las demás pudieron salvar la vida por la amortiguación producida por los cuerpos de las primeras. Se trata de animales sin iniciativa propia, seguidoras por naturaleza de otras más sabias (como la madre, una oveja de más edad o un carnero), pero que también pueden seguir por instinto a cualquier congénere que inicie un movimiento rápido.

Las ovejas necesitan tanto la presencia del grupo que los expertos en conducta animal recomiendan no tener menos de cinco ovejas en una grey para contar con un nivel aceptable de estrés. En soledad o grupo muy reducido, no cuentan con suficientes compañeras en su ángulo de visión y el estrés puede afectar su salud.

Sin embargo, estas características resultan beneficiosas para el manejo del rebaño. Su naturaleza pacífica y dócil y su deseo de permanecer juntas hacen que hasta un niño con un perro adiestrado puedan pastorear un gran rebaño. El problema es cuando una de ellas se extravía o se aparta por sentirse enferma y acaba perdida. Sin la presencia del pastor o del grupo, el temor y el terror la sobrecogen, el miedo la paraliza y queda expuesta a todo tipo de peligros hasta ser identificada y devuelta a la seguridad de la grey.

En este contexto entendemos el magnífico relato del texto de hoy. Tal vez hayas experimentado la sensación de estar perdido y amedrantado, o te hayas sentido con la autoestima por los suelos. El temor o la duda han tomado tu ser de modo que hasta las decisiones simples parecen dificilísimas. ¡Cuánta paz encontrarás en saber que Jesús, el Buen Pastor (Juan 10:11), está dispuesto a dedicar toda su atención y su poder para devolverte la tranquilidad! Invítalo hoy para que te recoja, te conduzca a la situación óptima y permanezca constantemente a tu lado.

 

17 de enero - Autoestima

La dracma perdida

“¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, barre la casa y busca con diligencia hasta encontrarla?”

(Lucas 15:8).

Cuando nuestra hija (J) tenía tres o cuatro años perdía con frecuencia algún juguete, ropa u objeto. Buscábamos por todas partes y al final le preguntábamos:

—Claudia, ¿dónde está tu muñeca?

Echando una ligera ojeada a su alrededor y con tranquilidad, respondía encogiendo los hombros:

—¡Está perdida!

De esa manera se despreocupaba y pasaba a otra actividad. Pero tal actitud no es fácil de encontrar en los mayores. Cuando perdemos algún utensilio, herramienta u objeto, nos irritamos y no somos capaces de hacer otra cosa hasta encontrar lo perdido.

Esta es la conducta de la mujer que tenía diez monedas y perdió una. En primer lugar, se trataba de una pérdida importante: una dracma era el valor del salario de un día, una suma relevante para una mujer sencilla. Existía además en aquel tiempo la costumbre de que, antes de una boda, el padre de la novia le entregaba diez dracmas a modo de dote en caso de necesidad. Algunos comentaristas nos dicen que las casadas llevaban sus diez dracmas en una diadema a la vista de todos; así que todo el mundo se daba cuenta cuando se perdía alguna moneda.

En segundo lugar, la búsqueda fue intensa. Las casas en el oriente eran oscuras y llenas de polvo y tierra. Por ello, nuestra mujer enciende la lámpara, barre la casa y se resuelve a encontrar la moneda. Finalmente, la búsqueda es exitosa. Encuentra la dracma, acude a sus amigas y vecinas y todas se gozan en el hallazgo. Jesús añade: “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (Luc. 15:10), dando a entender que cada uno de nosotros somos esa moneda cada vez que nos perdemos.

La parábola tiene un valor especial en términos de estima propia. La moneda, por preciosa que sea, no puede cumplir su misión de proporcionar bienes mientras esté perdida. Lo mismo ocurre con nosotros: no participamos del gozo de servir hasta que nos encontramos con Jesús y llegamos a ser completos. Con frecuencia el Señor usa a otros (la mujer en la parábola) para que nos busque y nos invite a regresar a Dios. Otras veces, el Espíritu Santo actúa directamente sobre el corazón y nos convence.

La imagen de la moneda es excelente pues las monedas llevan la marca de la autoridad que las acuña. Tú y yo llevamos la marca del Creador en cada cual y su imagen se restaura en nosotros cuando él nos encuentra. Respondamos hoy afirmativamente al Señor cuando nos busque.

18 de enero - Autoestima

El hijo perdido

“Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde’. Y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo, el hijo menor se fue lejos a una provincia apartada, y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente”

(Lucas 15:11-13).

Kenneth Bailey, un experto en Nuevo Testamento que vivió en el medio Oriente muchos años, preguntó repetidamente a multitud de personas lo que significaría si un hijo le pidiera a su padre la herencia. La respuesta siempre fue la misma; el significado de esa petición es lo mismo que decir: “Padre, ¡deseo tu muerte!" En el contexto de aquel tiempo y lugar, una herencia solo estaba disponible después de la muerte del progenitor. Además, el hijo menor contaba con muy pocas posibilidades de recibir herencia, pues la parte mayor siempre iba al primogénito. Por lo tanto, la petición “dame la parte de los bienes que me corresponde” representa una clara insolencia.

Pero el joven hizo algo aún peor. La expresión “juntándolo todo” (sinagós) significa que vendió su herencia y la convirtió en efectivo. A continuación, se marchó a malgastarlo. Esto constituye una violación flagrante de la tradición judía. La Mishná, que recoge el legado oral israelita acumulado a lo largo de los siglos, indica que cuando un padre escogía entregar en vida la herencia a su hijo, ya no podía venderla por haber pasado al descendiente. Pero su hijo tampoco podía venderla por estar aún bajo el control del padre. Cualquier operación de venta solo se permitía después del fallecimiento del padre.

El resto de la historia (vers. 14-24) es conocido: el hijo pródigo malgastó todo, padeció hambre y necesidad y acabó apacentando cerdos. Un día volvió en sí y decidió regresar a la casa paterna, no ya como hijo, sino como sirviente. El padre no le recriminó su abominable conducta, sino que “cuando aún estaba lejos, lo vio y fue movido a misericordia, y corrió y se echó sobre su cuello y lo besó” (vers. 20). Le puso ropa fina, sandalias y el anillo de autoridad, haciendo una gran fiesta para regocijo de todos.

La parábola puede aplicarse a cada uno de nosotros que, en algún momento, decidimos alejarnos del Padre celestial y usar sus dones en la complacencia propia. Puede que estés apartado de Dios y te sientas indigno para regresar. La transgresión de la historia de hoy es colosal, pero no fue obstáculo para que el padre lo recibiera.

Dios está dispuesto a perdonarte, correr hacia ti, echarse a tu cuello y besarte para que disfrutes de tu verdadera condición: la de su amado hijo.

19 de enero - Autoestima

Cuidado con perder el escudo

“No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene una gran recompensa”

(Hebreos 10:35).

El pasaje de hoy insta a los creyentes a no perder la confianza. Y para expresar tal idea, el autor utiliza el verbo apobalo, que tiene un sentido castrense y se utilizaba cuando un soldado perdía o abandonaba su escudo en la batalla. Cuando un soldado se desanimaba en la lucha, podía caer en una de las reacciones más indignas: arrojar el escudo para aligerar la carga y huir. Luego informaba a su superior que había “perdido” el escudo. Tal acción denotaba gran cobardía y dicho soldado no podía asistir a las ceremonias de celebración y honra a los guerreros.

No perder la confianza significa conservar la valentía, la audacia y el dinamismo propios de un buen soldado. No es de extrañar el uso de estos recursos lingüísticos, pues la carta va dirigida a la segunda generación de judeocristianos que les tocó vivir después de la persecución de Nerón y antes de la de Domiciano. Eran tiempos tensos pues, aunque los cristianos no estaban siendo perseguidos en ese momento, sus padres sí habían sufrido la persecución y ellos estaban a punto de padecerla (Heb. 12:4).

La verdad es que cuando las adversidades o la dureza de la confrontación son extremas, nada podemos hacer por nosotros mismos. No es de extrañar que la reacción orgánica ante el peligro o las amenazas la lleve a cabo el llamado sistema nervioso autónomo, que obra independientemente de nuestra voluntad. Se sabe que, en los campos de batalla, algún soldado ha muerto literalmente de miedo. Esto es debido a un mecanismo biológico llamado “rebote parasimpático”. En circunstancias de alarma normal, el sistema nervioso simpático nos alerta del peligro con una serie de reacciones: fuertes latidos, sudor, dilatación de los conductos respiratorios, dilatación de los vasos sanguíneos, energía muscular, entre otros. Ante esto, el sistema nervioso parasimpático reacciona para amortiguar los efectos de tanta conmoción orgánica y acercarnos a la normalidad. Pero cuando la alarma es extrema (como el temor a la muerte en la batalla), el efecto parasimpático puede producir un paro cardíaco y acabar con la vida de la persona.

En las batallas espirituales, solo Dios puede hacernos valientes frente a la dureza de la tentación y las amenazas de la vida. Tal vez estés en lo peor de la lucha y te sientas tentado a arrojar el escudo y abandonarte a la derrota. Pero hay una opción mucho mejor. Entrégate a Jesús y él te dará la victoria. Como a Jairo le dijo mientras su hija agonizaba, ahora te dice a ti: “No temas, cree solamente” (Mar. 5:36).

20 de enero - Autoestima

¡Qué hermosa eres!

“¡Qué hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres!”

(Cantares 4:1).

Una de las fuentes principales de autoestima para la mujer son las palabras de aprecio de su esposo. Por eso, las víctimas del maltrato doméstico (que incluye el abuso verbal) tienen la autoestima por el suelo. El trato vejatorio empuja a las personas a sentirse humilladas, inferiores y a no confiar en su propia capacidad. En la relación de pareja, está en manos del marido afirmar y edificar a su esposa o hundirla en la infelicidad con palabras hirientes.

No es de extrañar que los psicoterapeutas que tratan los problemas de relación en la pareja siempre incluyan técnicas de comunicación interpersonal. Mucho del éxito o del fracaso en las relaciones depende de los mensajes mutuos que emiten los miembros de la pareja. Tristemente, muchos hombres tienden a carecer de palabras de honesta alabanza hacia sus esposas. Elena de White aconsejó a un hombre con esta necesidad en 1869, cuando los derechos de la mujer apenas se consideraban: “Usted puede ayudarle y conducirla. No debería censurarla jamás. Nunca la reprenda si sus esfuerzos no son lo que usted piensa que deberían ser. Por el contrario, anímela con palabras tiernas y amorosas. Puede ayudarle a conservar su dignidad y su respeto propio. Nunca encomie las acciones de otras personas en su presencia, para que ella no crea que lo hace a fin de que sus deficiencias resalten. Usted ha sido duro e insensible en este sentido. Ha manifestado más cortesía para su servidumbre que para ella; ha puesto a sus servidores por encima de ella en la casa” (Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 273).

El texto bíblico de hoy se centra en la hermosura. La belleza física es un valor preciado y es parte de la creación de Dios. Sin embargo, existen otras cualidades aún más valiosas. Por ello, el libro de Proverbios nos dice: “Engañosa es la gracia y vana la hermosura, pero la mujer que teme a Jehová, esa será alabada” (Prov. 31:30).

Sirva el pasaje de hoy para recordarnos a todos, jóvenes o mayores, hombres o mujeres, dentro o fuera del matrimonio, que hemos de usar palabras de aprecio, aliento y aprobación hacia otros en los momentos debidos. El Cantar de los Cantares se centra en la pareja, pero su mensaje, tomado en términos generales, puede ser útil para cualquier relación interpersonal. Y en especial, utilicemos mensajes de afirmación hacia las personas queridas y cercanas, pues tenemos tendencia a olvidar este principio con los que más amamos.