El adolescente y sus conductas de riesgo

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El adolescente y sus conductas de riesgo
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EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

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www.puc.cl/edicionesuc/

EL ADOLESCENTE Y SUS CONDUCTAS DE RIESGO

Ramón Florenzano Urzúa y Macarena Valdés Correa

© Inscripción N° 143.925

Derechos reservados

Noviembre 1998

I.S.B.N. edición impresa 956-14-0806-6

I.S.B.N. edición digital 978-956-14-2576-7

Segunda edición ampliada: enero 2002

Tercera edición: mayo 2005

Actualización de datos de Gabriela Huepe.

Producción de portada: Paulina Lagos e Isabel del Río

Diagramación digital: ebooks Patagonia

www.ebookspatagonia.com info@ebookspatagonia.com

C.I.P - Pontificia Universidad Católica de Chile

Florenzano, Ramón

El adolescente y sus conductas de riesgo /

Ramón Florenzano Urzúa y Macarena Valdés

Correa.

Incluye bibliografía

1. Adolescentes—Chile

I. Valdés Correa, Macarena.

II. t.

2004 305.2350983 dc 21 RCA2

A nuestros hijos ya adultos jóvenes: Matías, Francisca, Cristóbal y Pablo,

hombres y mujeres en buen pie para formar una nueva generación,

sin duda más integral

A nuestra hija pos-adolescente, Alejandra, que trabaja para agregar

a la ciencia lo que siente como esencial: el mundo del espíritu.

A nuestra hija adolescente, María Paz, nuestro "concho"

que como todos ellos, nos ha enseñado más sobre este tema

que cualquier teoría o trabajo de investigación. Que con el ejemplo

de sus hermanos pueda ser una mujer plena y feliz.

Índice

Prefacio

CAPÍTULO I Introducción

CAPÍTULO II Los Conceptos de Juventud y Adolescencia hoy

CAPÍTULO III Las Etapas de la Adolescencia

CAPÍTULO IV Adolescencia y familia

CAPÍTULO V Adolescencia, pares, escuela y medios masivos de comunicación

CAPÍTULO VI Conductas de riesgo adolescentes y factores protectores

CAPÍTULO VII Farmacodependencias

CAPÍTULO VIII Sexualidad precoz

CAPÍTULO IX Delincuencia y conductas violentas

CAPÍTULO X Bajo rendimiento escolar

CAPÍTULO XI Problemas e intervenciones en la salud mental del adolescente

CAPÍTULO XII Intervenciones preventivas

CAPÍTULO XIII Vulnerabilidad psicosocial y desarrollo yoico

CAPÍTULO XIV Sobre la resiliencia

Bibliografía

Nueva Bibliografía

Indice Temático

Prefacio

Éste es un libro sobre los adolescentes y los jóvenes chilenos. Ellos han sido el objeto de nuestros estudios en los últimos quince años. En una publicación de ese entonces(1) afirmábamos que se sabía poco de nuestros jóvenes. Lo que se repetía venía de los países del norte, y había poca investigación con datos empíricos sobre nuestra juventud. Comenzamos entonces una serie de estudios, tanto clínicos como epidemiológicos, acerca de los adolescentes chilenos y sus conductas de riesgo. Hoy, estamos más provistos de información propia, y podemos decir que nuestra realidad no es tan diversa de la descrita en otras latitudes, pero que no es tampoco idéntica. Este libro pretende cerrar un ciclo de investigaciones y mostrar las diferencias y semejanzas del adolescente chileno con los de otros países, sea de Iberoamérica o del mundo anglosajón.

En el campo de los marcos referenciales y de las teorías sobre la adolescencia, estos quince años han visto un desplazamiento desde el interés en el mundo interno del adolescente hacia la interfase con su contexto social. El tema de la importancia de la familia ha ido surgiendo con progresiva fuerza, así como el del papel de amigos y de la escuela en el moldeamiento de su personalidad. En nuestros estudios hemos tratado de cuantificar la relativa importancia de estos entornos(2),(3).

Cuando hace una década y media hablábamos de salud del adolescente, la reacción escéptica de muchos médicos o especialistas en salud pública era: "¿Para qué preocuparse de los adolescentes? ¡Son el grupo de edad más sano!". De allí surgió el foco en conductas de riesgo para la salud.. Si bien es cierto que los jóvenes mueren poco y enferman menos que cualquier otro grupo de edad, no es menos real que las costumbres y estilos de vida que se adoptan en la segunda década de la vida serán el germen de muchas de las enfermedades crónicas del adulto. El concepto de conductas de riesgo, que surgió de las investigaciones de Jessor y Jessor en 1977 fue empíricamente validado por Maddaleno y nuestro grupo en 1987(4). La demostración cuantitativa de que un subgrupo de adolescentes concentraban un porcentaje importante del consumo de alcohol y drogas, de las conductas violentas o delincuentes, de los embarazos tempranos y de los problemas de rendimiento escolar nos llevó, por una parte, a desarrollar una serie de estudios(5),(6) destinados a profundizar en las características de esas conductas y, por otra, a colaborar en los programas desarrollados en Peñalolén, una comuna de bajos ingresos en la Región Metropolitana de Santiago de Chile.

Estos estudios comenzaron con descripciones de las características de nuestros adolescentes, con encuestas a escolares y consultantes en la comuna de La Reina(7), y con descripciones de sistemas de atención de adolescentes en un servicio local de la Región Metropolitana, el Servicio de Salud Metropolitano Oriente (8), con especial foco en los consultorios Hernán Alessandri (Providencia) y La Faena (Peñalolén). Posteriormente, volvimos a profundizar en el tema de servicios al adolescente al analizar la población de quince a veinticuatro años en un estudio colaborativo sobre problemas emocionales en el nivel primario de atención, coordinado desde Ginebra por la Organización Mundial de la Salud(9).

En cuanto a los factores de riesgo, los estudiamos a través de dos encuestas amplias, una en 1991 y otra en 1994, a muestras representativas de más de un tercio de millón de estudiantes de la Región Metropolitana, iniciando, así, el Estudio Periódico de la Salud del Adolescente de Santiago de Chile(10),(11). Para ello, contamos con el apoyo del Consejo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica de Chile, y con el trabajo colaborativo de un equipo de la Universidad de Minnesota, que había desarrollado ya varias encuestas que fueron extremadamente útiles para ser adaptadas a nuestra realidad. El grueso de la información sobre conductas de riesgo que presentamos en este libro provienen de dichas encuestas.

En una etapa posterior, el foco de atención se desplazó al concepto de factores protectores, en general, y al papel de la familia, en particular. El giro desde el concepto de riesgo al de protección es de importancia, al priorizar lo positivo sobre lo deficitario, y buscar, entonces, cómo promover el crecimiento y desarrollo normales sobre la prevención de la enfermedad. La estructura familiar tiene un papel privilegiado al ser el entorno más cercano donde se desarrolla el adolescente. Nuestro libro sobre Familia y Salud de los Jóvenes(12) profundizó en ese punto.

En nuestro equipo de trabajo en la Universidad de Chile, Macarena Valdés asumió el liderazgo de un proyecto de investigación sobre el papel protector de la familia en las conductas de riesgo adolescentes, implementando una nueva encuesta en la Región Metropolitana, esta vez, centrada en más de seiscientas familias y sus hijos adolescentes(13). El instrumento -adaptado otra vez de la batería de la Universidad de Minnesota- ha sido ya utilizado en varios países (Colombia, Argentina, Brasil y Costa Rica, fuera de Chile y los Estados Unidos), y está siendo difundido en el ámbito continental por la Organización Panamericana de la Salud(14). Ha dado, también, origen a proyectos bilaterales con grupos interesados en el tema en la Universidad de Buenos Aires, con especial participación de los médicos Carlos Bianculli y Enrique Berner, del proyecto EDISA.

 

Todos los estudios previos se han desarrollado insertos en un contexto de investigación-acción en el mejor sentido del término. El programa de Salud Integral del Adolescente en el consultorio La Faena creció en forma importante en la década de los 90 bajo la conducción de Matilde Maddaleno. Con el apoyo de la Fundación W. K. Kellogg se desarrolló una intensa labor de capacitación del personal de esa unidad, labor en la que participamos hasta hoy. Además, el programa se amplió a otros consultorios de la Comuna de Peñalolén y posteriormente a todo el Servicio de Salud Metropolitano Oriente. Al asumir la Dra. Maddaleno responsabilidades como Asesor Regional del tema en la Organización Panamericana de la Salud en Washington, D.C, distintos grupos chilenos han mantenido una activa asesoría a profesionales de salud, educación y otras áreas, a nivel no sólo nacional, sino internacional: en varias oportunidades se han desarrollado actividades conjuntas de capacitación para profesionales del Cono Sur, y especialmente de la República Argentina. Nuestro texto Guías Curriculares de Salud Integral del Adolescente(15) es un producto de este permanente esfuerzo de capacitación.

Uno de los temas reiterativos en toda esta trayectoria ha sido la convicción de que es mejor integrar los esfuerzos preventivos dirigidos al adolescente en programas comunes. La tradición de separarlos en categorías fragmentarias (programas de prevención de farmacodependencias, de medicina reproductiva, de prevención de la violencia o del fracaso escolar) lleva a múltiples duplicaciones de esfuerzo y a gastos innecesarios para terminar, generalmente, ayudando a los mismos adolescentes desde nichos administrativos o burocráticos diversos. Si bien nuestra aproximación al tema fue desde la salud mental y la prevención del alcoholismo y la drogadicción(16), tema en el cual pudimos demostrar la importancia especial del grupo de pares en los programas educativos(17), progresivamente hemos llegado a la convicción de que los factores antecedentes de estos temas, que se revisarán en detalle en varios de los capítulos de este texto, son comunes. Los programas preventivos, creemos, debieran desarrollarse en forma cada vez más integrada. El camino recorrido nos permite señalar en algunas direcciones: además del fortalecimiento de la familia y la integración de programas, ya mencionados, agreguemos el foco en los sistemas escolares y la participación juvenil.

Todo éste no ha sido un recorrido solitario: hemos integrado parte de un equipo, al cual es oportuno agradecer en este momento. El poder comunicar estos resultados ha sido posibilitado por muchas instituciones y personas. En primer lugar, y antes que nada, por la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, que fue el lugar desde donde se desarrolló la mayoría de nuestros estudios. Ésta más que centenaria institución mostró, una vez más, su compromiso con el mandato de Bello acerca de estudiar los problemas urgentes de nuestro país. Los temas de adolescencia tienen en ella una larga trayectoria, con nombres como los de Paula Peláez, Ana María Kaempffer y, actualmente, Santiago Muzzo y Ramiro Molina. Dentro de esa Facultad, el equipo de la Unidad de Salud Mental contribuyó permanentemente con aportes y comentarios a esta línea de estudios. Debemos mencionar en especial a Gabriela Venturini, Anita Marchandón, Nina Horwitz, así como a Gloria Estrada y Elba Andrade. El trabajo colaborativo con la unidad de Medicina de la Adolescencia de la Universidad de Minnesota y, en especial, con Robert Blum, Trisha Beuhring y Michael Resnik, ha sido una experiencia extremadamente satisfactoria. En el plano editorial, han difundido nuestros estudios en forma de libros la Editorial Universitaria, las Ediciones de la Universidad Católica de Chile y la Corporación de Promoción Universitaria. Esta última institución, además, ha realizado diversos seminarios académicos para discutir nuestros hallazgos y puntos de vista. El apoyo financiero para las investigaciones ha venido del Departamento Técnico de Investigación de la Universidad de Chile, del Fondo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica, del fondo de subsidios a la investigación de la Organización Panamericana de la Salud y, en forma muy especial, de la Fundación W. K. Kellogg. Esta última, fuera de prestar su apoyo directo al Proyecto Peñalolén, antes descrito, ha subsidiado la Subred de Familia y Juventud, que ha permitido intercambiar experiencias sobre estos temas con otros grupos nacionales y con aquellos allende los Andes. La Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud nos han invitado a participar en reuniones de expertos, dándonos una visión más global de estos temas. La preocupación de esa Organización por ellos es antigua: la visión profética de Jorge Rosselot promovió iniciativas que han sido concretadas por Elsa Moreno, Joao Yunes, Néstor Suárez Ojeda, Carlos Serrano, Mabel Munist y, actualmente, Matilde Maddaleno.

Finalmente, y en forma muy especial, vayan nuestros agradecimientos para la Fundación Rockefeller, que nos ha permitido redactar este libro en su Centro de Estudios en Bellaggio, a las riberas del lago de Como en Italia. Esta invitación ha posibilitado el tiempo y las condiciones de trabajo ideales para esta tarea.

Ramón Florenzano Urzúa y Macarena Valdés Correa

CAPÍTULO I

Introducción

Julián observaba cabizbajo cómo sus compañeros se inscribían en diversas carreras universitarias. Hijo de una familia humilde, pasó a ser el jefe de hogar cuando a los ocho años de edad su padre abandonó la casa. Su madre, con esfuerzo y tenacidad, trabajó y pudo mantener a sus tres hijos en la escuela y liceos de su sector. Julián respondió estudiando seriamente y ayudándola con trabajos ocasionales que podía hacer los fines de semana. Al terminar su enseñanza media, comprobó cómo su puntaje ponderado en la Prueba de Aptitud Académica no era, sin embargo, suficiente para entrar a alguna de las universidades tradicionales. Su madre no contaba con los recursos para inscribirlo en una privada. Sus compañeros más afortunados elegían alegremente entre diversas carreras que eran anunciadas por los multicolores folletos de la prensa de fines de año. Resignado a trabajar, comenzó una larga peregrinación con su curriculum y diploma de licencia secundaria por varios lugares. Pudo allí comprobar cómo éstos no acogían su nivel deformación como útil más que para tareas de empleado administrativo, junior o de aseador. En la gran mayoría de los lugares se exigía formación técnica o profesional. Progresivamente se percató de que su posibilidad ocupacional real era uno de esos empleos. En diversas industrias a las que acudió se le dijo que debería tener una formación técnica más específica, que con una licencia secundaria tampoco calificaba para actuar como obrero especializado. Julián observaba cabizbajo cómo sus compañeros se inscribían en diversas carreras universitarias. Por primera vez entendió a quienes, frustrados, se refugiaban en la marihuana.

Vivimos en mundo para los jóvenes, pero no de los jóvenes. Los temas ligados a la juventud aparecen a diario en la prensa, a veces, pintados en forma entusiasta e ilusionada, con una visión idealizada de lo que es ser joven hoy día. En muchas otras oportunidades, los adolescentes aparecen como los chivos expiatorios de múltiples males sociales: la droga, la promiscuidad sexual, la despreocupación y falta de responsabilidad son presentados como problemas exclusivamente de ellos. Los jóvenes son halagados y vilipendiados a la vez: los políticos cortejan su apoyo pensando en futuras elecciones, y los administradores de sistemas educacionales y laborales los ven como los sujetos a quienes hay que incorporar en sus sistemas sin que alteren demasiado el funcionamiento de éstos. La opinión pública los tiene constantemente en el foco de su atención. Los departamentos de prensa de los medios televisivos y escritos saben que las noticias sobre el aumento de consumo de cocaína, de los embarazos tempranos, de la delincuencia juvenil y otros temas ligados a la juventud, venden y, por lo tanto, les dan espacio en titulares y en tiempo estelar de noticiarios y de programas de conversación.

Al mismo tiempo, los jóvenes se sienten excluidos y fuera del sistema. El teatro, los suplementos juveniles de periódicos, los programas juveniles de radio y televisión transmiten ese tema una y otra vez. La no inserción en el sistema social es un tópico recurrente en grupos focales y en proyectos ligados a la juventud. La paradoja, entonces, consiste en que un grupo altamente importante para toda la sociedad no se siente incluido como actor significativo de esta preocupación: los adolescentes, como grupo, no se sienten protagonistas de su propio destino. ¿Cómo explicar esta paradoja?

Es posible pensar que el cambio social rápido, no solo en Chile sino en toda América Latina, ha creado una crisis de inserción para los grupos juveniles. Esta crisis está directamente ligada a un conjunto de problemas sociales más amplio, pero su repercusión entre adolescentes y jóvenes lleva, muchas veces, a consecuencias negativas para la salud: la vulnerabilidad a las conductas de riesgo aumenta en situaciones de crisis, tanto sociales como familiares e individuales.

Los cuatro capítulos iniciales de este libro se centrarán en describir la adolescencia normal, tal como ha sido normativamente retratada en Occidente, y su contexto. La transición adolescente, con sus cambios físicos y sicosociales, se da en un sistema donde la familia, la escuela y los pares juegan un papel central. El mundo social externo llega hoy al joven a través de los medios masivos de comunicación y, en especial, de la televisión. Usaremos el modelo ecológico de Bronfenbrenner(18) para revisar los elementos del contexto del desarrollo "normal". Luego, pasaremos a describir cuáles son las principales conductas y factores de riesgo juveniles hoy día para, enseguida, mostrar las diversas consecuencias de estas conductas. Hemos trabajado en este modelo de riesgo acopiando documentación empírica al respecto, que será utilizada para ilustrar esta tesis. Por otra parte, afirmamos que es posible prevenir o minimizar el impacto de este riesgo, y que el concepto de resiliencia y de factores protectores es una aproximación útil para el diseño de intervenciones efectivas. En los capítulos finales nos centraremos en ese aspecto y, en especial, en el impacto de los programas preventivos.

En este capítulo pretendemos retratar el contexto global de la situación de los adolescentes en una sociedad de cambio rápido, para esbozar una explicación de la paradoja antes descrita. Algunos de los elementos de esta contextualización son los siguientes:

• Cambios demográficos en cuanto a la cantidad y características de las poblaciones juveniles.

• Inadecuación relativa de los sistemas educacionales.

• Progresiva desideologización y secularización de la sociedad.

• Inestabilidad de las estructuras familiares.

Cambios demográficos en cuanto a la cantidad y características de las poblaciones juveniles. Los avances en materia de salud pública han llevado a disminuciones espectaculares en las cifras de mortalidad infantil: hoy es cada vez más raro que un niño muera en el primer año de vida, ocurrencia frecuente hasta la vuelta del siglo XIX. Las novelas románticas están llenas de historias de huérfanos, viudas, viudos, padres cuyos hijos mueren en la guerra o quedan dañados por plagas y enfermedades. Hoy esa realidad nos parece lejana, aunque las guerras del siglo XX probablemente han tenido un costo de muertes y enfermedades superior a muchas del pasado. El hecho de que la mayoría de los niños que nacen sobrevivan hasta la edad adulta hace que la humanidad deba enfrentar un desafío cada vez mayor: acomodar más gente, educarla y darle un espacio en un mundo progresivamente complejo. Esta realidad es especialmente notoria en América Latina y en países jóvenes como Chile. Los adolescentes pasan a constituir un porcentaje importante de la población de estos países, que no presentan aún las pirámides envejecidas de Europa u otros países del norte. Las tasas de natalidad se concentran, además, en zonas rurales o en sectores urbano-marginales de bajos recursos, lo que hace que surja un número importante de personas que quieren acceder a los logros de la modernidad, que están muy conscientes de los estilos de vida de los países desarrollados y de los grupos de elevados ingresos en sus propios países, pero que se sienten excluidos de estos avances por razones que no comprenden bien. La cobertura masiva de los medios actuales de comunicación y, en especial, la llegada de la televisión a los sectores geográficamente más apartados o socialmente más excluidos, hacen aún más patente estas diferencias.

 

Diciendo lo anterior de otro modo: Han sido precisamente los cambios importantes de los indicadores demográficos chilenos, producto de los avances en salud pública y el desarrollo global del país, los que han hecho que el grupo juvenil tenga hoy mayor visibilidad que antes. De acuerdo con los datos sobre indicadores comparativos de desarrollo humano, proporcionados por el Human Report de 2003, en Chile, la expectativa de vida al nacer subió de 57.1 años en 1960 a 75,8 en 2001. En nuestro país, este índice aumentó más para las mujeres (de 66 a 78.8 entre 1970 y 2001), que para los hombres (entre 59 y 72,8 años, en el mismo periodo). Esto debe ser comparado con las variaciones ocurridas en América Latina: de 63 a 73 para las mujeres y de 58 a 67 para los hombres. En los EEUU, en tanto, la variación es de 75 a 79,7 para las mujeres, y de 67 a 74.0 para los hombres. La tasa de mortalidad infantil bajó de 117 por 1.000 nacidos vivos en 1960 a 10 en 2001 y, coincidentemente, en el mismo período, el producto geográfico per cápita subió de 3.130 a 9.417 dólares anuales. El descenso de la mortalidad infantil se puede comparar con un descenso de 82 a 28 en toda América Latina y con uno de 20 a 7 en los EE.UU. En Chile, el porcentaje de población urbana ascendió del 75% en 1970 a 86% en 2001. El 2001, el 40,2% de la población total del país vive en la ciudad capital. Las cifras equivalentes para América Latina son de 57% en 1970 y 75,8% en 2001. Durante este periodo, el 16.2% de la población vive en la capital. En los EE.UU., el índice es de 74% en 1970 y de 77,4% en 2001. Cabe consignar que el los EE.UU. un 1,86% de la población vive en la capital el país. (Fuente: Informe sobre Desarrollo Humano 2003. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio: un pacto entre las naciones para eliminar la pobreza. PNUD. Ediciones MundiPrensa 2003.)

La salud de los adolescentes chilenos, como en todas las Américas, es buena si uno utiliza los indicadores clásicos de mortalidad, la cual es baja en este grupo de edad, como muestra la tabla 1.1. Por otra parte, si se está consciente de que muchas de las causas de muerte de los adultos vienen de estilos de vida y conductas de riesgo adoptadas en la adolescencia, es posible comprender la preocupación de los especialistas por este grupo de edad.

El crecimiento demográfico chileno se hizo mayor desde 1992 hasta 2002. La tasa chilena es menor al promedio de crecimiento hispanoamericano (1,2% vs. 1,7% para la región). Esta tendencia general hace que la población joven, que se incrementó significativamente desde 1950 hasta la primera mitad de la década del 80, comience a disminuir. Según datos del INE, en el 2001, la población joven, que representaba en 1982 el 30% de la población total del país, se redujo al 24,3%. La mayor disminución porcentual se dio en las regiones extremas geográficamente (I y XII) y en las más pobladas (V y Metropolitana).

Tabla 1.1 Mortalidad específica en el grupo de edad de los 15 a los 24 años, por país, según datos de la Organización Panamericana de la Salud(20). Tasas por 100.000 habitantes.


País Ambos sexos Varones Mujeres
Costa Rica 61 80 41
Martinica 66 98 33
Barbados 66 80 50
Jamaica 67 83 51
Saint Lucia 73 98 49
Canadá 78 115 39
Uruguay 79 105 52
Argentina 87 114 56
República Dominicana 87 103 71
Chüe 88 131 43
Surinam 90 145 61
Panamá 94 132 55
Perú 100 116 83
Estados Unidos 102 152 50
Trinidad y Tobago 103 145 61
Cuba 105 132 78
México 106 154 57
Guyana Francesa 110 146 74
Ecuador 129 166 90
Guyana 129 162 97
Belize 130 148 112
Bahamas 132 198 53
Brasil 142 218 67
Colombia 192 309 72
El Salvador 205 319 94
Guatemala 210 252 166

• Inadecuación relativa de los sistemas educacionales. La respuesta tradicional a las necesidades anteriormente descritas ha sido la educación. Hace un poco más de cincuenta años un presidente chileno llegó a La Moneda con el slogan de "Gobernar es Educar". Muchos de los grupos profesionales y de las clases medias hoy en el poder obtuvieron una importante movilidad social a través de tener una educación superior facilitada por apoyos y subsidios estatales. El sistema educacional actual experimenta una demanda sin precedentes, y nuevamente los gobernantes cifran sus esperanzas de desarrollo del país en la mejoría de la calidad de la educación. El contexto económico es diferente, sin embargo al de la década del 40, y aparece comparativamente más complejo el dar acceso equitativo a la educación a todos los jóvenes que la buscan. Los modelos sociales han también cambiado, y la identificación con futbolistas, cantantes o figuras artísticas es mayor que aquella con poetas, literatos o científicos que aparecían como imágenes prestigiosas en décadas anteriores. La educación tiende por otra parte a centrarse aún en modelos retóricos, que dan destrezas en manejo de conocimientos no siempre útiles, y que consideran como de menor categoría a oficios y destrezas ligadas a las nuevas tecnologías. La educación actual adolece, por lo tanto, de fallas en su profundidad y en sus áreas de concentración. El relativo descuido de los establecimientos técnico-profesionales es un ejemplo de la anterior afirmación. Cada vez más observamos como el contar con un grado secundario o con una licenciatura en humanidades no califica para muchas de las ofertas del mercado, que valorizan habilidades y destrezas en informática, administración, u otras tecnologías cada vez más necesarias en el mercado ocupacional. En suma: la oferta educacional, insuficiente en cantidad, no prepara tampoco a los jóvenes para el tipo de ofertas laborales del presente.