Trabajo Social Familiar

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Trabajo Social Familiar
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Nidia Aylwin Acuña (1929-2004) Trabajadora social por la Pontificia Universidad Cátolica de Chile, terapeuta familiar, magíster en trabajo social por la Catholic University of America, EE.UU. Docente e investigadora de la Escuela de Trabajo Social de la PUC por más de 25 años. Su línea de estudio se enfocó en la relación de la familia con las políticas sociales.

María Olga Solar Silva es trabajadora social por la Pontificia Universidad Católica de Chile, terapeuta familiar, mediadora familiar, magíster en trabajo social por la Catholic University of America, EE.UU. Profesora de la Escuela de Trabajo Social de la PUC por más de 25 años y miembro del Instituto Chileno de Terapia Familiar. Durante ya un largo tiempo, su línea de estudio ha sido la mediación familiar.

EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

Vicerrectoría de Comunicaciones

Alameda 390, Santiago, Chile

editorialedicionesuc@uc.cl www.ediciones.uc.cl

Trabajo Social Familiar

Nidia Aylwin A. y María Olga Solar S.

© Inscripción N° 120.600

Derechos reservados

Enero 2002

ISBN edición impresa 978-956-14-1806-6

ISBN edición digital 978-956-14-2625-2

Reimpresión cuarta edición, mayo 2016

Diseño:

José Miguel Cariaga

Diagramación digital: ebooks Patagonia

info@ebookspatagonia.com

www.ebookspatagonia.com

CIP-Pontificia Universidad Católica de Chile

Aylwin Acuña, Nidia

Trabajo Social Familiar / Nidia Aylwin, María Olga Solar

Incluye bibliografía

1. Trabajo Social Familiar

2. Servicios para la Familia

3. Familia-Aspectos Sociales

I. t.II. Solar Silva, María Olga

2001 361.32 dc21 RCA2

En memoria de Nidia Aylwin, maestra y amiga,

que hizo de la confección de este libro una experiencia de encuentro

placentera, rigurosa e inolvidable.

PRESENTACIÓN

Después de una larga enfermedad, Nidia Aylwin murió. Mi querida profesora, directora y amiga. La he extrañado mucho y creo que esta edición de Trabajo Social Familiar es un buen tributo a todos los años que se dedicó en cuerpo y alma a trabajar con las familias.

Este libro es el resultado del trabajo conjunto que iniciamos con Nidia en 1983. En esa época comenzamos un proceso de formación en el tema de la familia que nos permitió acceder a los últimos avances que se estaban desarrollando, provenientes, principalmente, del movimiento de terapia familiar.

El hecho de que alcance una cuarta edición confirma la convicción de que los temas que aborda son de gran utilidad para el conocimiento y la intervención con familias desde variados ámbitos y para distintas profesiones, en un momento en que en nuestro país el tema de la familia reviste particular relevancia.

La relación del Trabajo Social con la familia ha sido ambivalente y contradictoria a lo largo de la historia de la profesión. De grandes cercanías en su origen, tanto así que la primera revista de Trabajo Social se llamó “The Family”, y también de extremas distancias, como ocurrió en los años 60 en Chile y Latinoamérica con el Movimiento de Reconceptualización del Trabajo Social, que desvalorizó en la docencia y en la práctica el trabajo con la familia. Junto con eliminar del currículo los cursos pertinentes, se desecharon las instancias en que los alumnos y alumnas aprendían a trabajar directamente con la gente y sus problemas de una manera única y particular.

La formación se retoma a fines de los 70, partiendo de la base fundada de que Trabajo Social fue la primera profesión en trabajar con la familia, en focalizar sus intervenciones en ella y en realizar las conceptualizaciones iniciales sobre el funcionamiento familiar. El Capítulo II, “El Trabajo Social y la Familia”, profundiza en este aspecto.

La perspectiva elegida, entonces, fue y sigue siendo que en toda evaluación o intervención social, sean éstas con niños, hombres, mujeres o ancianos, y desde cualquier campo o problema, se consideren las poderosas fuerzas familiares que operan en la vida de las personas. Los fundamentos a estas ideas se despliegan en el Capítulo I, “Familia y Sociedad” y se extienden a lo largo de todo el libro.

Los capítulos III y IV incluyen diferentes marcos conceptuales y estrategias de intervención consistentes con estas representaciones. El capítulo III, “Diferentes perspectivas para analizar la familia”, da cuenta de variadas vías conceptuales, elegidas desde un orden cronológico, tal como fueron germinando en el campo y con el propósito de que el lector disponga de la mayor amplitud conceptual posible y pueda así seleccionar lo que le sea útil en la complejidad de su trabajo con familias.

El Capítulo IV, “Trabajando con la Familia”, pone en juego las conceptualizaciones del capítulo anterior y abunda en estrategias desde el inicio de la intervención hasta el cierre. En dichas estrategias es especialmente útil y recomendable aplicar los diferentes mapas en que se grafican las familias, los que van respaldados con sus fundamentos y que permiten representar en forma sencilla el sistema familiar y sus relaciones. Además, los mapas le otorgan al profesional la posibilidad de co-construir con la familia la evaluación de su realidad y las alternativas de solución y de cambio de una manera sencilla y clara, con lo cual la familia puede reconocerse en forma sistémica y relacional, ampliando eventualmente la perspectiva de sus circunstancias.

A pesar de que el libro está orientado básicamente a la intervención directa con las familias, el Capítulo IV incluye también lo que en Trabajo Social se denomina intervención indirecta, tratando los supuestos de la intervención a nivel de programas y políticas sociales.

Este texto es el producto del proceso de formarse, de actuar, de educar y escribir. Ha sido probado y examinado en la práctica, propia y ajena, tanto en las clases para alumnos de pregrado, como en las que hemos impartido a miles de profesionales de las más diversas áreas.

Agradezco especialmente a las trabajadoras sociales norteamericanas Ann Hartman y Joan Laird, quienes nos aportaron sus conocimientos y experiencia sobre la familia y que llegaron a ser muy cercanas a nosotras.

Y, al igual que ayer, quiero agradecer, y creo que Nidia estaría de acuerdo, a nuestras familias de origen, a nuestra historia, a nuestras raíces. Y también a las familias que nosotras formamos, a nuestros maridos, hijos y nietos, con los que hemos aprendido la esencia de la vida familiar: sus gozos y sus alegrías, sus aflicciones y desconsuelos, y sus anhelos y esperanzas.

María Olga Solar

INDICE

INTRODUCCION

CAPITULO I. FAMILIA Y SOCIEDAD

1.1 Contexto actual de la familia: el proceso de modernización

1.2 ¿Qué se espera hoy de la familia?

1.3 Familia-sociedad: una relación compleja

1.4 Tendencias de cambio en la familia chilena

1.5 Familia y equidad

1.6 Las familias pobres

1.7 Política social y familia: una relación esquiva

1.8 El papel mediador de la familia en las políticas sociales

1.9 ¿Política familiar o enfoque familiar de las políticas?

1.10 La perspectiva familiar en el análisis de las políticas

1.11 ¿Por qué es necesario invertir en la familia?

1.12 Profesionales, sociedad y familia

Referencias Bibliográficas

CAPITULO II. EL TRABAJO SOCIAL Y LA FAMILIA

2.1 Recuperando una historia

2.2 Nuestra tradición en el trabajo con familias

2.3 ¿Qué es hoy el Trabajo Social con Familias?

2.4 Lo antiguo y lo nuevo en el Trabajo Social Familiar

2.5 Trabajo Social Familiar: funciones y niveles de intervención

 

2.6 Intervención profesional y estratificación social

2.7 Trabajo Social Familiar: un tema abierto

Referencias Bibliográficas

CAPITULO III. DIFERENTES PERSPECTIVAS PARA ANALIZAR LA FAMILIA

3.1 Un panorama diverso

3.2 La familia como sistema

3.3 El enfoque ecológico de la familia

3.4 La perspectiva intergeneracional

3.5 La teoría del ciclo de vida familiar

3.6 La construcción social de la realidad

3.7 La perspectiva del poder y de las fuerzas en la familia

Referencias Bibliográficas

CAPITULO IV. TRABAJANDO CON LA FAMILIA

4.1 Aspectos generales

4.1.1 Definiendo el nivel de intervención

4.1.2 Aspectos éticos en el trabajo con familias

4.2 El trabajo directo con familias

4.2.1 El inicio de la intervención

4.2.1.1 La vinculación con la familia

4.2.1.2 La evaluación de la situación-problema que afecta a la familia

4.2.1.3 El establecimiento de un acuerdo de trabajo

4.2.2 Modalidades de intervención directa

4.2.2.1. La intervención centrada en la relación de la familia con su medio ecológico

4.2.2.2 La intervención centrada en la relación con la familia de origen

4.2.2.3 La intervención centrada en la relación interna entre los miembros familia

4.2.2.4 La intervención en crisis

4.2.2.5 La mediación familiar

4.2.3 El fin de la intervención

4.2.4 Principios para el trabajo directo con las familias

4.2.5 Un relato de intervención directa en Trabajo Social Familiar

4.2.6 El uso del sí mismo en el trabajo con las familias

4.3 El trabajo indirecto con familias

4.3.1 Las metas del programa o de la política

4.3.2 Las áreas de acción

4.3.3 El análisis de la política o programa desde la perspectiva familiar

4.3.4 El cambio a un enfoque familiar de las políticas

4.3.5 Las perspectivas de las fuerzas en la formulación de políticas dirigidas a las familias

4.3.6. Una experiencia de acciones integradas para familias de extrema pobreza dirigidas a las familias

Referencias Bibliográficas

ANEXOS

I. Carta de los Derechos de la Familia

II. Guía de Evaluación Familiar

III. Instructivo para construir e interpretar genogramas

IV. El círculo familiar

INDICE TEMÁTICO

INTRODUCCION

Entre las diversas profesiones que se ocupan de la familia en el mundo, Trabajo Social presenta características que la distinguen y caracterizan su forma de aproximación a este fenómeno. Entre estas características se destacan tres. La primera se relaciona con la experiencia y conocimiento acumulado en el trabajo de terreno con familias, por ser la primera profesión que históricamente abordó esta tarea. La segunda se relaciona con el contexto social desde el cual la profesión se ubica para acercarse a la familia. Lo hace siempre desde una perspectiva más amplia, de la sociedad, de la pobreza o de los problemas sociales, lo que hace que su trabajo con las familias esté permanentemente referido a ese contexto más amplio que las condiciona, ofreciéndoles posibilidades y limitaciones, recursos y carencias. Finalmente, la tercera característica tiene que ver con la visión de la familia como una totalidad y la profunda valoración que la profesión desarrolló tempranamente por la familia y la importancia de los lazos familiares para el bienestar y desarrollo humanos.

Ninguna aproximación a la familia es neutra, sino que está basada en presupuestos o axiomas básicos que habitualmente no se discuten, y que dan origen a diferentes visiones o perspectivas que se encuentran incluso conformando el sustrato de estos diversos enfoques.

Estas diferentes visiones se pueden observar en el debate actual sobre la familia en la sociedad contemporánea y lo marcan profundamente.

Es importante, por lo tanto, plantear en esta introducción una perspectiva axiológica de la familia, que nos lleva a precisar nuestra concepción de familia y los valores que asociamos a ella, perspectiva que está basada en el principio profesional básico de respeto a la dignidad de la persona humana.

La primera afirmación que surge de esta visión es que la familia es un bien esencial para la persona humana, lo que significa que el hombre y la mujer necesitan de la familia para nacer, para educarse y para desarrollarse como personas.

Buttiglione (1944) afirma que la familia está en la encrucijada de las cuatro dimensiones fundamentales del hombre y de la mujer: el nacimiento, el amor, el trabajo y la muerte. Ella constituye el espacio humano esencial dentro del cual se verifican los acontecimientos que influyen en forma decisiva en la constitución de la persona y en su crecimiento hasta su madurez y libertad. “Por ello, la familia es considerada, ante todo, no como una institución que se relaciona con otras instituciones sociales, sino como una dimensión fundamental de la existencia, una dimensión de la persona, su modo de ser: el modo más inmediato en el que se manifiesta que la persona existe para la comunión, y que se realiza a sí misma sólo en comunión con otras personas” (Buttiglione, 1994, pág. 13).

De este modo es posible destacar el valor antropológico intrínseco de la familia como comunidad de personas, trascendiendo el análisis funcional con su postulado de que la importancia de la familia surge sólo de las funciones que ella desempeña en la sociedad, lo que conduce a la conclusión de que, en la medida que muchas de estas funciones han ido siendo asumidas por otras instituciones, la familia va teniendo cada vez menor importancia y significado.

Siendo la familia básicamente una comunidad de personas, es importante especificar cuáles son las características de tal comunidad.

Morandé (1994) caracteriza a la comunidad como una forma de organización que se diferencia de las formas contractuales de las organizaciones racionalizadas, al menos en tres aspectos fundamentales: “a) en que las personas no escogen pertenecer a ella, sino que han nacido en su interior, o se integran libremente pero estableciendo un vínculo que es definitivo y que no está sujeto a revisión; b) en que las responsabilidades no son limitadas ni por monto ni por tipologías, como son las obligaciones contraídas en las distintas sociedades reconocidas por el derecho; y c) en que las funciones y roles sociales son inseparables de la individualidad y subsistencia de las personas que las sirven. En virtud de estas tres características, puede decirse que el vínculo que une a los miembros de una comunidad es de pertenencia y no de carácter funcional” (pág. 24).

Según este autor, la familia combina tres tipos de relaciones: la filiación, la consanguinidad y la alianza conyugal. Al analizar estas relaciones de acuerdo a la definición anterior, se observa que ellas cumplen las características señaladas, porque ninguno de estos tres tipos de relaciones es de carácter funcional, sino que involucra a las personas mismas en su integridad.

La familia es, pues, básicamente una comunidad de personas que conforma la célula social más pequeña y como tal, y en cuanto tal, es una institución fundamental para la vida de la sociedad.

Precisamente por ser una comunidad de personas, la familia cumple en la sociedad una función básica humanizadora. Vidal (1986) afirma que esta función se concreta de diversos modos según las épocas históricas y las variaciones culturales, y que en la actualidad, la función humanizadora de la familia se pone de manifiesto en una doble vertiente: su dinamismo personalizador y su fuerza socializadora.

Dentro de esta función humanizadora, Morandé (1994) destaca como uno de sus aspectos más relevantes y permanentes, la transmisión de la cultura, es decir, de la sabiduría y de la memoria histórica de una generación a otra, proceso que se realiza a través de la convivencia y el diálogo intergeneracional cotidiano. Ello constituye a la familia en una de las instituciones más importantes de la oralidad, que se da en la presencia cara a cara y que reconoce en el rostro humano “enfrente” no sólo un objeto, sino un espíritu encarnado que se pregunta por su dignidad y por su vocación.

Pedro Morandé señala dos grandes dimensiones constitutivas del acto de trasmitir y, al mismo tiempo, engendrar la cultura: la formación de la identidad personal y la formación del ethos común.

En cuanto a la formación de la identidad personal, la familia contribuye a ella ante todo porque es el lugar de la pertenencia, simbolizada por el apellido –que alude a esa realidad mayor a la que pertenecemos, pero que nos trasciende individualmente– y el nombre, que nos aporta una especificidad individual no intercambiable. “Esta experiencia de nombrar a otros y de ser nombrados por ellos constituye el núcleo de la cultura oral y está vinculada, por lo dicho, de manera estrecha a la familia, no existe, hasta la fecha, un sustituto funcional de la familia a este respecto. Ella sigue siendo el lugar donde se nombra a cada persona y donde se le enseña a nombrar todas las cosas, dando forma así, a aquellas dimensiones de la identidad personal que no son elegibles por el arbitrio o deseo individual” (Morandé, op. cit., pág. 43).

 

Este vínculo de pertenencia que une a los miembros de la familia, hace que ella sea una de las instituciones sociales que más contribuyen a la formación de la libertad y de la conciencia moral.

Los aspectos clave de esta intermediación son la formación de criterios de selectividad y valor para discernir las influencias provenientes de la sociedad; el diálogo intergeneracional, en el cual se trasmiten experiencias y se aprende el respeto a la discrepancia; y la experiencia de la vida familiar como taller laboral en que se aprenden algunas habilidades laborales básicas, como la responsabilidad en el trabajo y el uso del tiempo.

Complementando lo anterior, Degler (1980) afirma que los valores centrales de la familia hacen de ella la negación del individualismo y una fuerza que constituye la mejor alternativa conocida a la competitividad y egoísmo que impregna el mundo industrial moderno.

Desde el campo de la psiquiatría, Ackerman confirma que la familia es la unidad básica de desarrollo y experiencia, de realización y de fracaso. Es también la unidad básica de la enfermedad y la salud. Refiriéndose a la grave-dad de los problemas de salud mental existentes en nuestra época, este autor afirma su convicción de que “la razón más universal del notorio fracaso que hasta ahora hemos tenido para impedir la enfermedad mental, deriva de nuestro fracaso en enfrentar los problemas de salud mental de la vida familiar” (Ackerman, 1977, pág. 28). Y plantea la urgencia de esta tarea: “en la crisis social contemporánea no hay razón para dejarse estar. Especialmente el médico, el psiquiatra, el trabajador social, el educador, el líder religioso –todos los encargados de curar y proteger a los desdichados e incapacitados– deben trabajar juntos para salvaguardar los valores esenciales de la familia del hombre” (Ackerman, op. cit., pág. 22).

En palabras de Juan Pablo II, la familia es un camino para el ser humano, el primero y el más importante de los caminos. “Es un camino común aunque particular, único e irrepetible, como irrepetible es todo hombre. Un camino del cual no puede alejarse el ser humano. En efecto, él viene al mundo en el seno de una familia, por lo cual puede decirse que debe a ella el hecho mismo de existir como hombre. Cuando falta la familia, se crea en la persona que viene al mundo una carencia preocupante y dolorosa que pesará posteriormente durante toda su vida... Normalmente el hombre sale de la familia a realizar, a su vez, la propia vocación de vida en un nuevo núcleo familiar. Incluso cuando decide permanecer solo, la familia continua siendo, por así decirlo, su horizonte existencial como comunidad fundamental, sobre la que se apoya toda la gama de sus relaciones sociales, desde las más inmediatas y cercanas hasta las más lejanas” (Juan Pablo II, 1994).

Dada la importancia de la familia en la sociedad y su contribución esencial al desarrollo humano, se ha planteado la necesidad de reconocer los derechos de la familia. “La familia es también sujeto de derecho. Dicho de otra manera, la familia participa de la dignidad humana y es también titular de derechos fundamentales que la sociedad y el Estado deben contribuir a descubrir y reconocer” (Eroles 1998, p. 95).

La Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas, en 1948, reconoce que “la familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad” y que “tiene derecho a protección de la sociedad y del Estado”. Reconoce también el derecho a contraer matrimonio (artículo 16-1), al libre consentimiento para el matrimonio (artículo 16-2), a la igualdad de los cónyuges (artículo 16-1), a la igualdad de los hijos (artículo 25-2), a la protección de las madres (artículo 25-2) y a la intimidad familiar (artículo 12). Los derechos de la familia son también reconocidos en la Carta de los Derechos de la Familia de la Santa Sede, que se incluye en el Anexo 1.

Sin embargo, estos derechos no son respetados en la sociedad actual para una gran mayoría de familias y por eso tantas de ellas experimentan grandes dificultades para constituirse efectivamente en un bien para sus miembros. La pobreza, el desempleo, la violencia, el consumismo, la drogadicción, el individualismo, la falta de oportunidades, el aislamiento, afectan profundamente la vida familiar, generando en su interior fuerzas negativas que muchas veces contribuyen a su desintegración.

Siendo tan central la experiencia familiar para todos sus miembros, es fácilmente comprensible el potencial deshumanizador que puede tener esta experiencia en la vida cotidiana de las personas cuando la familia no logra constituirse como un espacio favorable a su desarrollo humano. Conscientes de los graves efectos de esta situación, diversas instituciones y profesiones se ocupan de apoyar a la familia: Trabajo Social es una de ellas.

Este texto es ante todo la expresión del valor que como trabajadoras sociales y educadoras asignamos a la familia, y de nuestra convicción acerca del aporte que nuestra profesión ha hecho y debe seguir haciendo para mejorar la calidad de vida de las familias de nuestro país. Este valor y esta convicción nos han llevado a dedicar parte importante de nuestra tarea académica a la docencia e investigación en familia en la Escuela de Trabajo Social de la Pontificia Universidad Católica de Chile, con alumnos y con profesionales de terreno, en numerosos encuentros, cursos y seminarios.

Hoy queremos dar un paso más en este esfuerzo, a través de este texto que está orientado a apoyar la docencia en familia, aportando de manera sistemática contenidos correspondientes al currículum de formación básica en Trabajo Social, que contribuyen a la formación de pregrado de los alumnos y también al perfeccionamiento profesional de los trabajadores sociales en el país.

El primer Capítulo analiza las relaciones entre la sociedad y la familia y la influencia del contexto socioeconómico y de los procesos de cambio social en la vida familiar. En el segundo Capítulo se presenta la trayectoria de nuestra profesión en el trabajo con familias, desde sus orígenes hasta el momento actual. El tercer Capítulo presenta un panorama de las conceptualizaciones sobre familia más relevantes, a nuestro juicio, para la práctica profesional. El cuarto Capítulo se centra en la intervención profesional con familias tanto a nivel directo como indirecto. Finalmente, en los Apéndices se incluye material complementario que puede ser útil para el trabajo social con familias.

Referencias Bibliográficas

Ackerman, N. Diagnóstico y tratamiento de las relaciones familiares, Ediciones Hormé, Buenos Aires, 1977.

Buttiglione, R. El hombre y la familia, Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, México D.F., 1994.

Castán, J.M., La recepción de la familia en las declaraciones de los derechos humanos del siglo XX, en Laboa et al.: Políticas de la familia, Universidad Pontificia Comillas, Madrid 1993.

Juan Pablo II., Carta a las familias, Ediciones Paulinas, Santiago, 1994.

Degler, C. At Odds, Oxford University Press, London, 1980.

Eroles, C. (coordinador). Familia y trabajo social, Espacio Editorial, Argentina, 1998.

Morandé, P. Persona, matrimonio y familia, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 1994.

Santa Sede. Carta de los derechos de la familia, Ediciones Paulinas, Santiago, 1983.

Vidal, M. Familia y valores éticos, Promoción Popular Cristiana, Madrid, 1986.