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Nada Sobra, Carlos Ingham

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También comenzaron a hacer Encuestas de Satisfacción. Nada nuevo en realidad, algo muy común en muchas empresas, pero muy poco habitual en las fundaciones en Chile. Entre los temas consultados en la encuesta a las organizaciones sociales figuran los siguientes:

• los productos

• modos y canales de entrega

• la gestión

• calidad de la atención

Como toda encuesta de satisfacción, busca mejorar la gestión de cara a los clientes, revelar puntos de mejora y detectar oportunidades. Por ejemplo, una de las respuestas de la encuesta se muestra en el siguiente gráfico:


Con un 92% de las organizaciones sociales de acuerdo con la frase planteada, la Red de Alimentos puede estar tranquila con que el trabajo de campo se está haciendo conforme a lo planeado.

Este instrumental es el que ha hecho posible que la administración de los últimos tres años (2016-2019) haya tenido –desde el punto de vista de los números– un despegue muy fuerte.

Otro de los hitos en la eficiencia es la forma de agrupar los alimentos. Hoy, la Red de Alimentos entrega alimentos en cuatro modalidades:

Comidas diarias: corresponden a alimentos para preparar desayuno/once y almuerzo/cena, que se entregan a organizaciones sociales que cuentan con un lugar donde cocinan y entregan estos tipos de alimentos a beneficiarios ambulatorios (como comedores sociales) o residentes (como hogares de ancianos o niños, entre otros).

Colaciones: para organizaciones sociales que ofrecen talleres, tales como las iglesias evangélicas o fundaciones como Edudown64, a las cuales la Red les provee alimentos como yogurt, fruta, etcétera, para que sean consumidos en esos eventos.

Canastas de apoyo familiar: para organizaciones sociales que colaboran con familias de escasos recursos a quienes le entregan productos para que lleven a sus casas.

Solicitudes especiales: para eventos específicos de una organización social, tales como cumpleaños, día del niño, Navidad, etcétera, en que la institución indica la cantidad de personas para las que necesita alimentos y se les entregan los productos según el tipo de evento.

Parte 4: El código enigma65

En marzo de 2017, Quena y Carmen Paz Álamos, entonces gerenta de desarrollo de la Red de Alimentos, asistieron a la conferencia del Global FoodBanking Network, en Houston. Para su sorpresa, las ponencias estaban enfocadas en los bancos virtuales. En ese momento se dieron cuenta de que la expansión de la Red no iba por el camino de implementar centros de distribución en las principales ciudades del país –como se hizo en su oportunidad en Concepción y en lo que Carmen Paz ya estaba trabajando intensamente–, sino a través de la tecnología.

A su regreso, en el directorio de la Red de Alimentos, Quena contó lo que habían visto. El planteamiento de los bancos virtuales como mecanismo para ampliar la cobertura de la Red dio la oportunidad a Jorge Armstrong –quien tras la experiencia con la campaña por redes sociales “#nadasobra” hacía tiempo que venía dándole vueltas a la necesidad de avanzar en el camino de lo colaborativo que impone el mundo digital–, para presentar una idea que le parecía muy necesaria.

–¿Y por qué no hacemos una App? –sugirió entusiasmado–. Como Uber, pero para distribuir alimentos a las organizaciones sociales.

La idea que tenía en mente era desarrollar una tecnología que les permitiera crecer, llevar la iniciativa a las ciudades donde la Red aún no tenía presencia y, de paso, hacer menos imprescindible a Calú y Cristián en el empuje de la Red de Alimentos.

No sintió que la idea despertara mucho interés en el directorio, como si no creyeran que se pudiera hacer o que ellos no eran capaces de llevarla a puerto. Jorge quedó algo desilusionado, pero sabía que era posible. Y así fue.

En la siguiente reunión de directorio Jorge sacó su teléfono y les mostró una maqueta de App que había hecho con la gente de su oficina. Aunque era una versión beta, la App vinculaba a las fundaciones con un supermercado, tenía una interfaz atractiva que mostraba cómo debía funcionar –muy similar a la actual App de la Red, que sí fue elaborada por expertos en el tema– y contenía el concepto de que fuera sencilla y, por ello, tenía solo dos pantallas: una mostraba la pregunta: “¿Qué necesitas?”, y la otra era la oferta de productos: “¿Qué tenemos?”. Y así se hacía un match.

Era la misma idea de Tinder, pero calzando las necesidades de las fundaciones con los productos disponibles para ser retirados desde el supermercado. –Jorge Armstrong.

Jorge sabía lo que iba a pasar cuando los demás directores la vieran. Y, tal cual, se quedaron con la boca abierta. Por dos razones: (1) por lo sencilla que era y (2) porque la había hecho Jorge con su gente, como parte del trabajo pro bono que hacen para la Red de Alimentos. Junto con las felicitaciones y aplausos, la respuesta fue inmediata: hagámoslo.

La idea y la maqueta de Jorge fueron traspasadas a los celulares de Calú, Quena y Carmen Paz. Esto las impulsó –a ellas dos– a embarcarse en el anteproyecto de la plataforma que ya tenían en mente. Trabajo que fue más arduo de lo que se imaginaban.

El equipo de Jorge recomendó a la empresa 2Brains66 para apoyar el desarrollo del anteproyecto. Con ellos se hizo un trabajo de campo entrevistando tanto a empresas como organizaciones sociales, para entender bien los requerimientos de cada usuario.

Sabían que este proyecto no sería sencillo ni barato de desarrollar. Pero, como si los astros se hubiesen alineado, en los últimos días de abril Quena recibió un e-mail de Google anunciando el lanzamiento del “Desafío Google.org 2017”.

Así fue como se enteraron de este concurso. Un certamen a nivel latinoamericano que estuvo vigente entre abril y noviembre de 201767 y cuyo objetivo68 era apoyar a las instituciones que trabajan en el ámbito de la innovación con impacto social, a fin de fomentar sus proyectos.

Quena y Carmen Paz trabajaron silenciosamente para completar todos los formularios de postulación y, cuando ya lo tuvieron listo, se lo enviaron a Calú, Cristián y Jorge para sus comentarios.

El 23 de mayo de 2017 Carmen Paz envió la postulación.

El desafío incluía tres etapas. En la primera, el jurado estuvo compuesto por figuras relacionadas a la innovación, el impacto social y personajes relevantes para motivar a las organizaciones a participar. En Chile, estos fueron el empresario e innovador Leo Prieto; la periodista Mónica Rincón y el atleta olímpico Tomás González. Además, estuvo presente el CEO de Google Chile, Edgar Frías.

En esta etapa, en cada país el jurado seleccionó tres proyectos ganadores, los que recibieron US$350.000 cada uno.

En la versión chilena, los ganadores fueron:

i. Red de Alimentos: el proyecto creará una App colaborativa para que las fundaciones inscritas que necesitan alimentos reserven los que necesitan y los retiren directamente en la ubicación más cercana a ellos.

ii. Centro de Conservación de la Biodiversidad “Chiloé-Silvestre”: el proyecto MicroToxMap proveerá a las comunidades costeras con microscopios económicos hechos de papel y les enseñará cómo usarlos para detectar y monitorear la marea roja, identificando microalgas tóxicas que conllevan riesgos a la salud.

iii. Fundación Piensa Verde: propone un programa de reciclaje que consiste en la instalación de máquinas que recompensan el reciclaje de botellas de plástico con crédito en las tarjetas de transporte público.

La competencia repartió más de un millón de dólares por país a organizaciones sin fines de lucro de Argentina, Chile, Colombia, México y Perú.

En la segunda etapa, el público por internet seleccionó el mejor proyecto por país, y los ganadores viajaron en noviembre a la final en Ciudad de México, para presentar su idea al jurado regional.

Allá partieron Quena, Carmen Paz, Jorge y Calú. Este último expuso el proyecto. Todos quedaron muy impresionados, en especial por su aplicabilidad a una iniciativa social como la Red. De hecho, a ningún otro banco de alimentos en el mundo se le había ocurrido algo como lo propuesto por la Red.

Finalmente, la Red de Alimentos no ganó, pero fue finalista del concurso regional69 y recibió US$50.000 adicionales para poner en marcha el desarrollo de la App en Chile70. Lo anterior porque –según Google.org– el proyecto de la Red de Alimentos era sustentable en el tiempo, podía escalar, regionalizarse y, además, resolvía un problema social (como la escasez de alimentos) con alto impacto en la población. Por si lo anterior fuera poco, generaba un impacto positivo en el medioambiente71.

De regreso en Santiago, la pregunta que rondaba en el directorio de la Red era: y ahora, ¿cómo seguimos?

Una parte de la pregunta se refería a los fondos que necesitaban, porque lo del premio Google no era suficiente, pero eso se solucionó rápido. La idea era tan buena que empresas donantes de la Red como Walmart se entusiasmaron de inmediato. Así lo cuenta Horacio Barbeito, ex CEO de Walmart para Chile y Argentina, actualmente radicado en Canadá, donde dirige Walmart en ese país.

La idea de la App es excelente. Nosotros fuimos donantes para su creación, si bien se ganaron el premio Google, tuvimos el gusto de aportar para su desarrollo. Gracias a la App nos va a ser posible donar directamente desde las tiendas y eso es genial porque así no tenemos que hacerlo desde el centro de distribución y tendremos un mayor impacto del que tenemos hoy en día. –Horacio Barbeito.

Fue tal el compromiso de Walmart con el desarrollo de esta idea, que incluso involucró a algunos de sus ingenieros en India y, además, fue la contraparte de la Red de Alimentos para el diseño de la App, una especie de voluntario para pruebas de testeo.

 

Pero había otro punto pendiente: quién se hacía cargo de desarrollar la App y todo el sistema computacional que la sustenta para que funcione como se espera.

–¿Por qué no llamamos a licitación y analizamos varias propuestas? ¿Para qué casarnos sin pololear primero? –dijo Cristián Steffens.

–Eso debería funcionar –dijo Calú.

–Y ¿a quién invitamos? –preguntó Cristián.

–No sé… a los típicos, supongo –replicó Calú.

–Se me ocurre preguntarle a Cristián Balart, de Copec, ellos tienen harta experiencia en esto –dijo Juan Pablo Guzmán, consejero y gerente de administración de Abastible.

Y así fue. Cristián Balart, subgerente de Innovación Digital de Copec, les recomendó a Innobyte, una empresa de desarrollo de software que les había dado muy buenos resultados.

Por su parte, Calú hizo sus propias averiguaciones con Jorge Bolla, quien había sido gerente de sistemas de JP Morgan Chile y después lo fue para América Latina. Él recomendó dos firmas argentinas y una chilena. Con estas recomendaciones, Carmen Paz comenzó de inmediato a diseñar las bases para invitarlos a una licitación cerrada.

Finalmente ganó Innobyte. Y la razón por la que la Red de Alimentos optó por la empresa más pequeña de todas las que participaron –porque en lo técnico, todas las empresas de software (mejor o peor) resuelven el problema– fue por la capacidad de análisis demostrada y su presencia local. Esa fue su carta de triunfo.

Pero, además de la satisfacción de haber ganado la licitación, Hugo Erazo y Marcos Maigret –fundadores de Innobyte– sintieron una gran alegría, porque en sus propias palabras, ellos se habían “enamorado del proyecto”.

Nos pareció que era una buena obra, pero además era lo más inteligente que se puede hacer en un mundo como el que vivimos. Una iniciativa que no solo beneficia personas, sino que mejora el mundo, muchas de las cosas que nosotros hacemos deben aportar y este era un gran hito. No solo está el costo material y proteico de lo que se bota, como basura esos alimentos generan una contaminación terrible, los volúmenes a niveles globales son impresionantes. Era un gesto de inteligencia hacerse cargo de un tema como este. –Hugo Erazo y Marcos Maigret.

Además, el equipo quedó muy entusiasmado de trabajar en un diseño de este tipo, ya que por lo general les toca hacer proyectos en el mundo de la ingeniería de software corporativo, que son mucho más áridos, como gestión de riesgo, de dinero, de márgenes, etcétera. Para algunos, los números pueden ser bonitos, pero en esta ocasión había personas necesitadas que se beneficiarían mucho. Por eso, para construir el “algoritmo” de la App tomaron el camino largo.

Dada la envergadura del proyecto se formó un comité, el cual estaba integrado por Jorge Bolla, de JP Morgan, Cristián Balart, de Copec, Leo Prieto (que había sido jurado en la final chilena de Desafío Google), Hugo Erazo y Marcos Maigret, de Innobyte, Carmen Paz y Quena.

Lo primero era que Innobyte conociera el “negocio” de la Red de Alimentos y, por lo tanto, empezaron por analizar todo lo que hacía. La conclusión fue que la Red es una fundación/empresa de logística. Algo que no es tan obvio.

Después, tuvieron que conocer a sus participantes. Para eso, le pidieron a la Red que hicieran una encuesta entre sus organizaciones sociales respecto del conocimiento que la propia Red tenía sobre estas. El resultado fue sorprendente: la Red de Alimentos no se ajustaba a lo que se necesitaba para un software. Luego, se dedicaron a identificar problemas. Solo en esta parte dedicaron 4 o 5 meses. Esto porque el problema a resolver es fácil de plantear, pero difícil de solucionar.

¿Y cuál es el problema? Escribir un programa o desarrollar un algoritmo, que incluya el modelo de gestión de la Red de Alimentos. Efectivamente, algo fácil de plantear. Pero, ¿cómo se implementa eso?

Primero, hay que modelar. En matemáticas, esto significa que hay que escribir una fórmula que refleje lo que la Red de Alimentos hace, aunque la fórmula –el modelo– simplifique demasiado su labor. Lo que importa es que cumpla con la misión de describir bien su quehacer. En simple, llevar alimentos de un punto a otro.

Pero eso no era nada de fácil, porque había que hacerlo –en ese momento– para 111 empresas que donaban alimentos a 923 centros de atención (que pertenecen a 294 fundaciones). Y de las 111 empresas se reciben múltiples tipos de alimentos, en tanto que las 294 fundaciones son de distinto tamaño, y los beneficiarios de los 923 centros de atención tienen diferentes requerimientos. Es decir, no necesita lo mismo un hogar de ancianos donde viven cien adultos mayores, que un hogar de cincuenta niños, desde bebés hasta adolescentes. Y para complicar aún más el panorama, estos centros se encuentran distribuidos entre las regiones de Valparaíso y el Maule.

Como si lo anterior fuera poco, el software/algoritmo debe permitir aumentar la base de datos para que la Red de Alimentos pueda extenderse a las regiones del norte y del extremo sur del país a las cuales la Red no llegaba. O sea, tanto el software como la plataforma sobre la cual este se instala, deben ser escalables.

Al comienzo, Innobyte usó un montón de supuestos que debieron validar y modificar en el camino. De hecho, la App partió con supuestos en un 90% de sus variables, porque no había evidencia que corroborara lo que iba a ocurrir al entrar en funcionamiento efectivamente.

La Red manejaba el concepto de que la entrega de alimentos debía definirse sobre la base de la capacidad de consumo de los beneficiarios, para que los alimentos fueran ingeridos antes de que vencieran. Pero eso era una idea, un título, un concepto. En términos matemáticos duros, ¿cómo se calcula eso? Además, cuando creíamos tenerlo listo, iban apareciendo nuevas complejidades como rango etario, sexo, o que, por ley, a los niños no se les puede entregar alimentos con sello, o que en los centros de rehabilitación no pueden tomar bebidas cola. Fue una labor muy ardua entre la gente de la Red y nosotros para convertir una unidad de producto (dependiendo del embalaje, el volumen del embalaje), en un equivalente en cantidad de raciones. Así nació el algoritmo. – Marcos Maigret, Innobyte.

Hay que recordar que, desde el principio, las empresas iban a dejar alimentos al centro de distribución de la Red y las fundaciones los iban a buscar allí. El proceso tomaba largas horas, pero las fundaciones se acomodaban a las esperas. Con la App, una vez que a una organización se le asigna una donación, esta tiene un margen definido de tiempo para ir a buscarlo al lugar donde se encuentre, por ejemplo, un supermercado o la misma bodega de la Red. Estos lugares les son asignados por estar más cerca de su ubicación geográfica. Es decir que a la organización social se le asigna una ventana de tiempo para ir a retirar los alimentos a un sitio determinado. O sea, la logística ahora es completamente distinta.

Innobyte descubrió también un importante aspecto derivado del uso de la App. Esto es que, gracias a ella, la Red de Alimentos ya no iba a necesitar preguntarles a las organizaciones sociales qué necesitaban, sino que ahora la App lo podía calcular. Ese es el gran cambio de paradigma que propone esta tecnología: la App sintetiza y sistematiza todo el conocimiento que hoy en día se maneja en la Red de Alimentos. Gracias a la información requerida para operar, la App “sabe”, de acuerdo con la cantidad de beneficiarios y a las comidas que entrega, cuántos y qué tipo de alimentos necesita cada centro de atención y cuándo se le deberían acabar los alimentos, ya que guarda la historia de qué alimentos se le entregó y cuál era su fecha de vencimiento. Estos conceptos son los que se aplican a los “refrigeradores inteligentes”.

Ahora bien, no todo es miel sobre hojuelas. Un elemento que se debe considerar en el desarrollo de la App es la escasez de recursos de algunas organizaciones sociales, porque no todas son tan profesionales y organizadas como las más grandes. En muchas de ellas aún se observa cierta precariedad en la entrega de las ayudas a los beneficiarios y dificultades de administración. Por otro lado, el que haya cajas o pallets disponibles para retirar en un supermercado no garantiza que la organización que se la adjudique la pueda ir a retirar en el tiempo asignado. Y si este problema se verifica en la Región Metropolitana, no es aventurado imaginar que puede llegar a ser más complejo aún en algunas regiones en donde la distancia que hay entre la bodega donde están los alimentos y la fundación que debe ir por ellos puede ser un obstáculo mayor.

Otro elemento que podría generar ciertos inconvenientes es que a cargo de las bodegas en las fundaciones suele también haber gente mayor y muchos de ellos no se manejan bien con los dispositivos digitales. Es por ello que era muy importante que la Red Virtual fuera lo más simple posible. De este modo, incluso las personas mayores la podrían operar, sin temor a “dañar” algo.

El trabajo de Innobyte hizo que la maqueta de la App, que tenía unas 120 líneas de código, se convirtiera en uno que, si se imprimiera y se pusiera sobre la vereda de una calle del centro de Santiago72, parecería una alfombra que va de una esquina a la otra y quizás hasta doblaría la esquina.

Pero eso no es todo.

Es cierto que la App es muy simple y tiene una gran funcionalidad, al punto que una persona al ingresar se registra como usuario y la App le ofrece solo dos pantallas:


• muestra si la fundación tiene cajas disponibles para retiro desde tiendas de empresas, donde ya se le validó la capacidad de consumo.

• los productos disponibles en la bodega de la Red, en las cantidades requeridas por sus beneficiarios, basado en lo entregado en retiros anteriores.

Para ello, considera una serie de variables:

• tipos de comida requerida

• cantidad de raciones por día

• rango etario

• etcétera

Y gracias a la App, el ciclo de asignación a las fundaciones que antes demoraba unas cinco horas, hoy toma solo cinco minutos.

Pero además de la App, las organizaciones sociales también cuentan con una plataforma web, que tiene muchas más funcionalidades, ya que está pensada para el administrador de las organizaciones y, por ello, le permite configurar una serie de variables tales como cuánta gente hay en su centro, cuál es el rango etario, qué restricciones tienen, etcétera, y una ventana final que exhibe “un clic”, y que es la validación que recibe el equipo de gestión social de la Red.


Hacer esta labor necesitó muchas horas de consultoría, trabajo interdisciplinario, reuniones, encuestas y preguntas tanto para las organizaciones sociales como para las empresas donantes de alimentos. En total, Innobyte necesitó más de dos años para pasar de la maqueta al producto terminado. Finalmente, su puesta en marcha comenzó en febrero de 2020.

Ahora que la App ya está terminada, dejó de ser una App y pasó a convertirse en una Red Virtual. Y, tal como la Red de Alimentos se comprometió en México, va a liberar el código fuente para que en caso de que otro banco de alimentos lo necesite, lo pueda usar sin pagar ningún royalty.

Como ejemplo tangible del resultado de la App, valen las palabras de la Agrupación Calle Larga, la que ha crecido de la mano de la Red de Alimentos, y gracias a la App, hoy puede llevar alimentos a más personas.

La plataforma es espectacular porque nos ahorra mucho tiempo. Como entregamos en localidades lejanas, nos acorta las fechas de entrega. Aún estamos en marcha blanca con la App y cuando retiramos está todo preparado. Por ejemplo, antes llegábamos a la bodega a las 11:00 y nos íbamos a las 6:00 de la tarde. Ahora nos toma unos 15 minutos –explicaba Rosa Avendaño, pocos meses antes de que la App estuviera 100% operativa.

Parte 5: La red

Mientras Hernán Miranda se encargaba de ordenar a través de procesos para mejorar la eficiencia en la operación de la Red de Alimentos, Quena conversaba con Cristián Steffens para ver cuál era la mejor manera de entregar más alimentos. Y si bien la reducción del tiempo de entrega era una variable, no era suficiente. Al final, llegaron a la conclusión de que había que buscar nuevas fundaciones.

 

Al principio, el asunto no era tan difícil, pero con el desarrollo de la App se hizo más real la posibilidad de expandirse a regiones. Preguntaron, llamaron, averiguaron, investigaron y llegaron a una conclusión lapidaria: “no existe un catastro verdadero de organizaciones sociales en Chile”73. Hay datos, pero dispersos, desactualizados, mal ingresados y sin posibilidad de ser utilizados en forma práctica.

Hacia fines del tercer trimestre de 2018, Quena pensó que necesitaba contratar a alguien especialmente para esto. Llamó a la empresa de head hunters Pegas con Sentido. Ellos analizaron currículos, hicieron entrevistas, test sicológicos y finalmente Quena recibió en su oficina a tres candidatas(os) para liderar el área de gestión social.

Y ahí se encontró con María José Vergara, una cientista política que había trabajado justamente en el área de organizaciones sociales en los dos gobiernos de la presidenta Bachelet. Es más, ella había sido directora del Fondo para Organizaciones Sociales74, en donde había tenido que interactuar con más de tres mil organizaciones sociales y, además, había trabajado en el Consejo para la Transparencia. Parecía la persona ideal, tenía una buena mezcla de conocimientos de organizaciones sociales, planificación y estructura.

Para incorporar a una organización social a la Red de Alimentos, esta tiene que cumplir dos requisitos. Primero, tener personalidad jurídica, esto es, ser una organización de derecho privado sin fines de lucro y tener vinculación con población vulnerable. Segundo, el Estado tiene que haberle reconocido el derecho de recibir y entregar alimentos no comercializables, es decir, debe estar registrada en el catastro especial que tiene el SII75, llenando el formulario 3.207.

La integración de nuevas organizaciones sociales a la Red de Alimentos, la gran mayoría menos estructuradas que las grandes y más conocidas, era un riesgo importante, porque cuando se entregan alimentos a la Fundación Las Rosas, por ejemplo, el riesgo de reventa es muy bajo, pero cuando se le entrega a una organización pequeña –como una junta vecinal– la probabilidad de reventa o de que esos alimentos no se consuman, es mayor.

Para solucionarlo, la Red de Alimentos implementó un “índice de riesgo”. Así, por ejemplo, antes de inscribir a una organización, esta debe entregar la nómina completa de beneficiarios con nombre y teléfono de cada uno de ellos, de modo que aleatoriamente se los llama para verificar que efectivamente reciben la ayuda de la organización o junta vecinal. Después, cuando ya están inscritos y se les comienza a distribuir los alimentos, los encargados llaman aleatoriamente para corroborar que hayan recibido lo que se les entregó. También se verifica que no hayan pagado nada por recibir la donación.

La gestión de María José se divide en dos áreas: incorporación de nuevas organizaciones y acompañamiento (o supervisión). En esta última, el objetivo es verificar las entregas de productos, por eso, van presencialmente a las organizaciones a comprobar que se hayan entregado los productos y que no estén vencidos.

Dicho de otra forma, el equipo de María José instala capacidades de control en las organizaciones sociales. Por ejemplo, si una junta de vecinos quiere que les manden canastas, tienen que enviar una nómina de los miembros. La Red de Alimentos los llama a todos (si son 300, llama a los 300) y si la mitad de los miembros quiere participar, entonces se le envía a la junta de vecinos esa cantidad de canastas (la mitad más un delta) junto con la nómina de quienes quieren recibir los productos. La junta de vecinos hace la entrega de las canastas y pide a los beneficiarios que recibieron las canastas que firmen el listado. Luego, la Red de Alimentos toma una muestra aleatoria de los beneficiarios y verifica si efectivamente recibieron los artículos.

Este tipo de procedimiento les ayuda a las mismas organizaciones a ordenarse y, si lo necesitan, se les enseña a usar una planilla de cálculo. Y si no tienen un computador, usan uno en las oficinas de la Red.

En cuanto a la incorporación de nuevas organizaciones sociales, la Red de Alimentos está haciendo su propio catastro por comunas. Por ejemplo, en La Pintana hay 36 centros que trabajan con la Red de Alimentos, que tan solo por ser de esa comuna deben ser calificados como de alta prioridad. Esta categoría surge de considerar el ingreso medio de la comuna (pobreza unidimensional), el porcentaje de adultos mayores con pensión no contributiva (reciben pensión asistencial), la tasa de hogares monoparentales, entre otras. Con todo eso en mente, se define un plan de incorporación, que se enfoca en organizaciones sociales pequeñas, que habitualmente no reciben ayuda de terceros76.

Ahora bien, una cosa es incorporar organizaciones sociales de la Región Metropolitana y otra muy distinta es hacerlo en regiones.

Calú conocía a un joven geógrafo de la PUC. Así que a comienzos de 2019 le hizo una oferta.

–Necesitamos armar un catastro de organizaciones sociales en todo Chile. ¿Te interesara? –le ofreció.

–Feliz. ¿Cuándo partimos? –le respondió Federico Natho.

Pero no lo podía hacer solo. Así que sumaron a María Paz Flores, otra geógrafa.

Su misión: mapear las organizaciones sociales de regiones, en especial, en las extremas. Aunque el objetivo de fondo era otro: que la Red pudiera estar presente en todo el país. Esto implicó que entre ambos se distribuyeran los viajes a Puerto Montt y Chiloé en el extremo sur77; a las regiones de Valparaíso (costa y cordillera), O’Higgins y el Maule, la zona central, e Iquique y Antofagasta, en el Norte Grande.

Un elemento que descubrió la Red es que casi no había ninguna información sobre la mitad del universo de Organizaciones Sociales sin Fines de Lucro (OSFL) registradas en Chile.

Hay un catastro de organizaciones sociales que tiene el Registro Civil, y que antes lo llevaba el Ministerio de Justicia, pero hace siete años cambió la ley y lo lleva el Registro Civil. Hoy la gente puede constituirse como organización en forma más expedita. El trámite es similar, pero se realiza a través de la municipalidad y no del Ministerio de Justicia. Nosotros recurrimos al catastro del Registro Civil, pero está muy desordenado. Hay cosas sin clasificación. Fue nuestra base, pero tuvimos que cruzar esa información con datos del SENAME, del Ministerio de Desarrollo Social y armamos planillas de bases de datos que empezamos a intervenir. Es decir, que las completamos tras llamar, buscar, reunirnos… Nosotros vamos a tener un mapa de organizaciones sociales activas, con trabajo directo de entrega de alimentos, única a nivel nacional. Yo creo que va a ser un súper buen legado. –María José Vergara.

Durante el 2021 la Red de Alimentos espera tener el mayor y más completo catastro de organizaciones sin fines de lucro de Chile, instalado en una base de datos que incluirá ciudad, región, objetivo, encargados, albergados, etcétera. A fines de 2020, los resultados obtenidos se podían dividir en dos: (i) se han incorporado a la Red de Alimentos más de 200 nuevas organizaciones sociales y (ii) están en proceso de incorporación más de 1.500 ubicadas en las regiones de:

• Antofagasta

• Araucanía

• Arica

• Atacama

• Aysén

• Coquimbo

• Los Lagos

• Los Ríos

• Magallanes

• Maule

• O’Higgins

• Tarapacá

• Valparaíso

Todas ellas –dentro de su línea programática– distribuyen alimentos a población vulnerable. La información recopilada ha permitido a la Red generar mapas georreferenciados a nivel nacional y regional. De aquí va a surgir información muy poderosa, que –se supone– será de gran utilidad para el Estado de Chile, porque la información que hoy está disponible en sus distintas ramas, oficinas o ministerios, no es tan exhaustiva y no está consolidada.