El desafío de la cultura moderna: Música, educación y escena en la Valencia republicana 1931-1939

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REACCIÓN POLÍTICA CONSERVADORA TAMBIÉN EN LA CULTURA: VALÈNCIA, 1931-1939

Juan Carlos Colomer Rubio

Universitat de València

Con la proclamación de la Segunda República en València, concretamente el 14 de abril de 1931, la ciudad experimentó una serie de cambios sustanciales que se escapan del ámbito de la política. Tal y como demostraron Aragó y otros (2007), la ciudad vivió, con este suceso político, transformaciones en su nomenclatura urbana y sus centros de ocio y sociabilidad y, lo que es más importante, nuevas manifestaciones culturales cuya incidencia ha sido lo suficientemente reflejada en monografías, documentales o exposiciones de diferente tipo (AA. VV., 2016).

A la proclamación de la nueva forma de gobierno republicana le sucedieron también otra serie de actos políticos y culturales que, ya fuera desde el republicanismo o por oposición a él, supusieron una respuesta ante los hechos que se iban produciendo. Esta contestación, proveniente de grupos conservadores y reaccionarios, se instrumentalizó políticamente a partir de determinados medios de comunicación –ahora ya de masas–, asociaciones culturales, partidos u otras manifestaciones culturales concretadas en casinos, cafés o tertulias. Unas reacciones que pusieron en jaque al Gobierno republicano y se situaron en la base de su derrumbe en julio de 1936.

El presente texto pretende reflejar, por medio de las aún escasas fuentes que tenemos a nuestra disposición, las diferentes formas de reacción conservadora que se dieron en el mundo político y cultural en València durante la Segunda República (1931-1939). Reacción que estuvo en la base de la formación de diferentes partidos, medios de comunicación y entidades culturales en ese contexto y que necesariamente llevaron a la creación de ámbitos y espacios diferentes en un mundo político y cultural ampliamente progresista.

SEGUNDA REPÚBLICA Y REACCIÓN POLÍTICA CONSERVADORA EN VALÈNCIA

Desde distintos barrios de la capital y de la Vega avanzaban hacia la Casa de la Democracia manifestaciones parecidas a la descrita, Valencia quedó cruzada en todas direcciones por interminables desfiles republicanos, compactos y ordenados. Conducían a modo de trofeos de victoria los títulos electorales que acreditaban su legitimidad. Empezaron a mezclarse con los vítores de la República otras aclamaciones de reparación. Ningún grito de odio,

¡Viva la República!

¡Viva España!

¡Viva Blasco Ibáñez!

¡Vivan Galán y García Hernández!

(Citado en Aragó y otros, 2007: 21)

Como comentábamos anteriormente, la proclamación de la República –con las esperanzas que pueden entreverse reflejadas en la descripción anterior– llevó también a cierta reacción política, no solamente desde los ámbitos de la izquierda, sino también desde grupos conservadores que, organizados tras el exilio del rey Alfonso XIII, expandieron su acción política en València durante esos años. Así sucedió en los inicios de la etapa republicana con la fundación de Juventud Monárquica Valenciana, que, encabezada por A. Larrea Sanz, publicaba, el 15 de marzo en el diario conservador Las Provincias, un llamamiento a la juventud valenciana en apoyo del monarca exiliado. Entre los firmantes del manifiesto se encontraban miembros de las familias monárquicas y de la alta burguesía como Rafael de Balbín de Luca, alumno de derecho, socio además de la Federación Regional de Estudiantes Católicos y del Centro Escolar y Mercantil. Con él, entre los jóvenes partidarios del monarca también firmaban Gonzalo Rodríguez Gay, de la Facultad de Medicina y afiliado a la Sociedad de Estudiantes Católicos, y Vicente Trénor de Arróspide, de la Facultad de Filosofía y Letras. Este grupo político estuvo presidido por el estudiante de derecho Rafael Luis Gómez y Carrasco y contó en la junta directiva, entre otros, con Adolfo Rincón de Arellano García (Perales, 2009: 303).

Como vemos, esta reacción conservadora vino de estudiantes, en su mayoría, aglutinados en torno a las facultades de Medicina y de Derecho y que encabezaron las primeras formaciones conservadoras en la ciudad, donde tuvieron gran peso las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS). Como demostró Ellwood (1984), en València, las JONS tuvieron un gran auge en los años treinta. Antes de su creación, varios grupos de jóvenes con nombres como «la Garra Hispánica» y el «Imperio Solar» ya se hacían ver por las calles; a estos les siguió la célula de la publicación La Conquista del Estado –fundada en 1931 por Ramiro Ledesma Ramos–, dirigida en València por el estudiante Bartolomé Beneyto Pérez. Entre sus componentes encontramos también a destacados miembros de la élite de la ciudad como Juan Beneyto, Maximiliano Lloret y Gaspar Bacigalupo. El peso de esta reacción conservadora se vio en el apoyo que tuvo en la ciudad el golpe militar de Sanjurjo en 1932 y que fue aplastado por las autoridades políticas con multitud de detenidos (Beneyto y Herrero, 1939; Colomer, 2013).

Junto con ello, a este grupo político le siguió la fundación de Falange, años después, heredera de las ideas de José Antonio Primo de Rivera y que se implantó rápidamente gracias a la asimilación de muchos de los militantes de las JONS. Tras la fundación del Partido en 1933 en Madrid, su implantación en València fue rápida gracias a las manos de Rincón de Arellano y sus contactos entre los jóvenes estudiantes de las facultades de Medicina y de Derecho, muchos militantes jonsistas. Falange y las JONS compartían, aparte de sus semblanzas ideológicas, vínculos de amistad entre sus miembros –Rincón de Arellano y Lloret, por ejemplo–, una misma sede física en el centro de la ciudad y la revista Patria Sindicalista. Esta publicación se constituyó como un órgano de expresión fundamental y constó de seis números hasta su desaparición. En ella se publicaron artículos de la más variada índole cultural y política de la mano de autores del mundo conservador y reaccionario de la ciudad como Bartolomé Beneyto, Maximiliano Lloret, José María Herrero Higón y el propio Adolfo Rincón de Arellano (Colomer, 2013). En marzo de 1934 se produjo la unificación definitiva de Falange y las JONS en la ciudad, no sin dificultad, pues una de las primeras reuniones celebradas tras esta fue desmantelada por la policía (Arias, 1996).

A partir de aquí, la nueva organización realizó una serie de actividades y reuniones públicas con una amplia renovación de sus dirigentes, muchos de ellos jóvenes que marcharon al extranjero por tema de estudios, abandonando la responsabilidad política. Este fue el caso particular del propio Adolfo Rincón de Arellano, que llegó a ser posteriormente presidente de la Diputación y alcalde de València durante el franquismo.

En el caso de la ciudad, Falange tendrá un peso fundamental también en el apoyo al golpe militar de 1936 con el asalto a Unión Radio y la radiación del siguiente mensaje:

¡España una! ¡España, grande! ¡España libre! Españoles: la Falange acaba de tomar militarmente la emisora de Unión Radio, para comunicarle que dentro de breves días se hará la revolución nacional-sindicalista. ¡España una!, ¡Grande! ¡Libre! (citado en Beneyto y Herrero, 1939).

Muchos de los asaltantes fueron detenidos a las pocas horas del suceso y otros aprovecharon para huir. El asalto trajo como consecuencia una manifestación de la ciudad al día siguiente encabezada por el alcalde Cano Coloma y una escalada de tensiones políticas que ya no tendría vuelta atrás. La propia Falange tomó posiciones, aunque no tuvo el protagonismo en la organización del golpe en la ciudad como sí tuvieron otros grupos, como Derecha Regional Valenciana (DRV) (Mainar, 1996; Safón y Simón, 1986).

De hecho, junto con los grupos políticos reaccionarios como fueron las JONS y Falange, no es desdeñable la creación y el desarrollo de otros grupos, de naturaleza conservadora, como la propia DRV, partido fundado por Luis Lucia Lucia en 1930, o el propio Partido Unión Republicana Autonomista (PURA), creado por el escritor Vicente Blasco Ibáñez en 1908. Por lo que respecta al primero, tal y como han demostrado las investigaciones del profesor Rafael Valls y hemos destacado recientemente (Colomer y Valls, 2017), estamos ante un grupo político republicano eminentemente conservador fundamental para entender la implantación de las ideas republicanas en la provincia de València. DRV, con gran presencia en las comarcas del interior, disputó tradicionalmente el electorado al PURA y representó un partido que concilió los intereses de la burguesía industrial y terrateniente con los de una clase media floreciente de la ciudad y próxima a los intereses regionalistas. Durante el golpe militar, se sitúo mayoritariamente a favor de los golpistas pese a que su líder, encarcelado, se oponía a este. En el caso del PURA, durante la Segunda República se vinculó con los intereses conservadores del Partido Radical de Alejandro Lerroux, lo que le supuso un descenso electoral considerable hasta prácticamente su desaparición en 1936. Su presencia política en la ciudad fue notable en un hecho: el poder de los sucesivos alcaldes desde la proclamación de la República, como fueron Agustín Trigo Mezquita, Vicente Alfaro Moreno, Vicente Lambies Grancha, Manuel Gisbert Rico y José Olmos Burgos, todos pertenecientes al PURA (Pérez, 1979).

VIDA CULTURAL CONSERVADORA EN VALÈNCIA (1931-1939)

Una vez presentados los principales grupos conservadores y reaccionarios que dominaron la escena política del momento en València, cabe destacar los espacios, lugares e instituciones que ayudaron en la difusión de su mensaje en diferentes capas de la población.

Por lo que respecta a la prensa escrita, encontramos en esta época medios como El Pueblo o El Mercantil Valenciano que convivieron con prensa más conservadora como Las Provincias, que durante la Segunda República actúo como uno de los medios de comunicación por excelencia. Desde su nueva sede en la Alameda, el diario fue foro de expresión de católicos, conservadores y monárquicos, como así también lo harían La Voz Valenciana o Diario de Valencia, este último cauce de las opiniones de DRV.

 

A estos medios escritos les siguieron otros lugares que registraron los ecos de la élite conservadora. Es el caso del Ateneo Mercantil de València, institución fundada en 1879 y que había reunido a la burguesía valenciana agrícola, financiera e industrial desde su sede en la plaza Emilio Castelar (hoy Ayuntamiento). Durante la Segunda República, sus intereses fueron muy próximos al PURA, que gobernó la ciudad por medio de diferentes alcaldes, como hemos destacado, durante todo este proceso histórico; o al Partido Radical de Alejandro Lerroux, del que el presidente del Ateneo, Ricardo Samper, fue también miembro, así como presidente del Gobierno de España en 1934.

Al peso político y cultural del Ateneo debemos unir otras instituciones sociales como el Casino de Agricultura de València, nacido en 1858 de la extinta Sociedad Valenciana de Agricultura, y que albergó tertulias y cafés de la alta burguesía valenciana de la época, especialmente vinculada a DRV o al PURA. Finalmente, otros grupos más liberales, como la Sociedad Económica de Amigos del País, se vieron envueltos en presiones por parte de la dictadura de Primo de Rivera, lo que redujo sensiblemente su actividad, aunque contó siempre con la presencia en su junta directiva y en órganos de decisión de conservadores como Joaquín Maldonado Almenar, entre otros (AA. VV., 2006).

En paralelo al desarrollo y la consolidación de estas instituciones, los cines y teatros vivieron su esplendor cultural durante esos años gracias al empresariado local, como es el caso de los cines Avenida, Doré, Tyris o Metropol. A este tipo de espectáculos se sumó el éxito de los teatros, algunos de ellos con obras de sentido religioso o conservador, como el de los Niños de la Calle San Vicente, próximo al actual Teatro Principal.

Al desarrollo de este tipo de espacios le siguió el de los cafés, en cuyo centro se sucedían tertulias diarias sobre los más variados temas políticos, también conservadores, como en el Bar Aparicio de la calle Ruzafa o en el propio Ateneo Mercantil (Arias, 1996). De hecho, algunos autores señalan que era en estos cafés donde se hacía la verdadera política de la época y donde se pactaban y negociaban aspectos que tendrían su trascendencia en decisiones concretas de ámbito local.

Dentro de las actividades culturales republicanas, orientadas políticamente a la defensa de valores conservadores y autonomistas, cabe destacar los acontecimientos sociales y políticos que tuvieron lugar entre el 29 de octubre y el 5 de noviembre de 1932. Aquí un multitudinario desfile recibió los restos mortales de Blasco Ibáñez desde su traslado de Francia hasta la ciudad de València. El féretro estuvo varios días en el Ayuntamiento, donde fue visitado por miles de ciudadanos y finalmente depositado en el cementerio general. El acto, preparado concienzudamente por el partido fundado por Blasco, supuso una forma de prepararse para las elecciones que iban a tener lugar el 19 de diciembre y, de hecho, fue uno de los grandes actos culturales que se recuerdan para honrar al líder conservador republicano.

La actividad de estos centros culturales se mantuvo prácticamente inalterada hasta el golpe militar de julio de 1936. Tras este hecho, la mayoría de los centros cívicos, sedes de los partidos y medios vinculados a la élite conservadora o reaccionaria fueron incautados por los partidarios del Gobierno legítimo de la República. Los defensores del golpe o se exiliaron de la ciudad o mantuvieron sus actividades de forma clandestina en lo que se consideró desde ese momento la «Quinta columna».

Sobre esta, contamos con escasa información por la desaparición de multitud de fuentes, pero sabemos que se trataba de un grupo de civiles que pretendían desestabilizar las acciones de las fuerzas leales a la República mediante pequeños disturbios urbanos, pintadas, robo de material bélico o cartográfico y el suministro de información al enemigo. Cada vez conocemos mejor que sus actividades no se llevaban a cabo de forma aislada, sino que eran organizadas, sistematizadas, siguiendo las directrices del mando franquista, según la documentación con la que contamos en la actualidad (Paniagua y Lajo, 2002). Así, siguiendo las directrices franquistas, se constituyeron diferentes grupos de apoyo dentro de la ciudad con una función principal: aportar información sobre los principales enclaves estratégicos y lanzar mensajes derrotistas en forma de pasquines o pintadas, incluso el sabotaje de algunas actividades culturales.

Las actividades de la «Quinta Columna» fueron bastante efectivas de cara al exterior. La actividad de espionaje fue la más destacada y sobresaliente, como lo demuestra el informe desclasificado del Estado Mayor del Aire, emitido el 14 de marzo de 1938, donde se reflejaba un índice de objetivos con las correspondientes coordenadas en el plano para facilitar un futuro bombardeo aéreo. Su confección se realizó gracias a los informes elaborados por la «Quinta Columna» valenciana y no se dejaba de lado ningún elemento: centrales eléctricas, cuarteles, localización y tipología de la defensa antiaérea, centros militares y políticos, depósitos de armas, municiones, carburantes, fábricas y talleres. Algo que ayudó a estas actividades quintacolumnistas fue la libertad aparente con la que se vivía dentro de la ciudad, especialmente durante la capitalidad de la Segunda República. La prensa, por ejemplo, no tenía inconveniente en notificar la ubicación de ministerios o reuniones de ministros, lo que provocó el justificado enojo de Azaña, que hizo constar en sus memorias (Azaña, 1981: 164-165).

La creación del Servicio de Información Política y Militar (SIPM) en febrero de 1938 por parte de los sublevados consolidó la labor de estos grupos, y los quintacolumnistas focalizaron sus esfuerzos en señalar a determinadas personalidades leales a la República que posteriormente serán represaliadas por los tribunales franquistas. Como ha señalado el propio Javier Paniagua:

En los sumarísimos que se han podido consultar en el Tribunal Togado Militar de València, aparecen antiguos testimonios, a favor y en contra de determinados encausados, efectuados por antiguos confidentes del bando franquista, aquellos que formaban parte de la «Quinta Columna» en València y que en su mayoría se incorporaron a los servicios de información de Falange tras la guerra. Entre los miembros encontramos desde familiares de represaliados por los milicianos republicanos, antiguos militantes de DRV o de Falange y monárquicos (Paniagua y Lajo, 2002).

CONCLUSIONES

La proclamación de la Segunda República en València trajo la novedad de un tiempo político nuevo vivido también por culturas políticas conservadoras y reaccionarias cuyos espacios culturales y medios de difusión se compartieron con los de otras sensibilidades progresistas. Esta convivencia no fue fácil ni mucho menos pacífica y, en muchas ocasiones, la reacción conservadora incentivó el aumento del malestar político general. Las tertulias, cafés, espacios como el Ateneo o medios de comunicación de masas recogían parte de esa sensibilidad conservadora y la trasladaban a las diferentes capas de la población, constituyendo grupos de presión constante que hicieron tambalearse al régimen republicano.

La guerra civil iniciada en 1936 arrinconó esas sensibilidades y las llevó a la clandestinidad en la ciudad por medio de las actividades quintacolumnistas en colaboración con el grupo de militares sublevados. Esa colaboración fue constante y no decayó durante toda la contienda. Por tanto, no es de extrañar la trayectoria política posterior de muchos de los miembros de esa «Quinta Columna», que vinieron a desempeñar cargos políticos tras la victoria del franquismo. Desde el punto de vista cultural, aunque el exilio afectó a gran parte de los artistas e intelectuales que se habían mostrado partidarios del Gobierno de la República, muchos de los intelectuales conservadores y figuras próximas al falangismo continuaron teniendo presencia posterior a la guerra civil. De hecho, incluso el propio franquismo llegó a reivindicar la figura de Blasco Ibáñez años más tarde.

Desde el punto de vista político, la tradición de DRV fue recogida por parte de la élite franquista. Así, en las nuevas corporaciones municipales podemos encontrar numeroso personal perteneciente a este partido, algo que también sucederá con los miembros provenientes de la Falange de preguerra, como el propio Adolfo Rincón de Arellano. De hecho, muchos de los nuevos dirigentes tendrían un papel determinante en el nuevo Estado por el mero hecho de haber pertenecido a esa «Quinta Columna», y haber participado como informantes de los franquistas desde dentro. Esta es la explicación más evidente de la cantidad de salvoconductos y avales surgidos meses después del fin de la contienda, que vinieron a proteger a una parte de los habitantes de la ciudad.

Ideológicamente, los discursos reaccionarios y conservadores, presentes también en el mundo cultural, fueron explotados intensamente tras la victoria franquista en 1939. Así, el nuevo partido único (FET-JONS) asumió todo el marco conceptual trazado por los grupos conservadores y lo revistió de toda la simbología fascista tomando como modelos la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler. A partir de 1939 «los enemigos España» quedaron claramente delimitados, también en la cultura, y ese discurso dejó una importante huella en varias generaciones de habitantes de la ciudad de València.

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