Lo femenino en debate

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Bibliografía

Badiou, A., El siglo, Manantial, Buenos Aires, 2005.

Freud, S., (1921) “Psicología de las masas y análisis del yo”, en Obras completas, t. XVIII, Amorrortu, Buenos Aires, 1992.

Freud, S., (1918 [1917]) “El tabú de la virginidad (Contribuciones a la psicología del amor, III)”, en Obras completas, t. XI, Amorrortu, Buenos Aires, 1992.

Freud, S., (1937) “Análisis terminable e interminable”, en Obras completas, t. XXIII, Amorrortu, Buenos Aires, 2010.

Lacan, J., (1969-70) El Seminario, Libro 17, El reverso del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 2008.

El falo y más allá: el devenir mujer Gloria Aksman

Acerca de la vida sexual de la niña pequeña sabemos menos que sobre la del varoncito. Que no nos avergüence esa diferencia; en efecto, incluso la vida sexual de la mujer adulta sigue siendo un dark continent (continente desconocido) para la psicología.

Introducción

El tema acerca de la sexualidad femenina cobra mayor énfasis en la última parte de la obra de Sigmund Freud “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica de los sexos”, “33ª Conferencia: La feminidad”, “Sobre la sexualidad femenina” y otros), dado que Freud pone de relieve el haber dejado de lado la idea de un desarrollo de la feminidad en un “paralelismo uniforme con el desarrollo sexual masculino”, aquí sería la ausencia de pene, que se traduciría en el hombre por el horror de la castración y por el penisneid en la mujer.

Es cuando empieza un debate para esclarecer la teoría partiendo de la clínica y sostiene que le es más sencillo a las analistas mujeres trabajar el tema dada la prehistoria de la ligazón con la madre que posibilita la transferencia con ellas. Freud se encuentra investigando la importancia de la fase fálica en la niña.

Inicia el debate situando que no siempre se verifica el complejo de Edipo, y de este modo le quita su carácter universal, al mismo tiempo que acentúa la importancia de la historia preedípica en la mujer.

Se trata, entonces, para nosotros de presentar algunos conceptos que marcan la posición de Freud en estos años (1932/33) y las perspectivas que se abren a partir de la enseñanza de Lacan. Evocamos aquí la frase que, a nuestro entender atraviesa la investigación freudiana y que subrayamos: “La mujer no nace, se deviene mujer”.

Las investigaciones freudianas que culminan en la pregunta acerca de ¿qué quiere la mujer?, es decir, la pregunta por su deseo, ha recorrido el camino por la diferencia sexual anatómica, el Edipo, el superyó y el complejo de castración situando cada vez su particularidad. Si bien Freud no lo ubica específicamente es cierto que la sexualidad de la que habla se encuentra alejada del campo de la biología. El hecho de que la sexualidad esté dirimida por atravesamientos simbólicos y castraciones imaginarias para finalmente quedar referida al símbolo fálico, más acá o más allá, posiciona la sexualidad del parlante más cercano a la sexuación, a lo que Lacan denomina asunción del sexo por parte del “Mensch” [persona].

En el texto “Inhibición, Síntoma y Angustia” de 1926, Freud ubica el lugar nodal que tiene el complejo de castración para ambos sexos. Siendo que para la mujer no es posible que pensemos en términos de angustia de castración, dado que no hay nada del orden del tener que la atraviese. Además, en la lógica que viene trabajando, si así fuese, la castración en la niña ya tuvo lugar. Lo que sucede en este tiempo y que se le juega verdaderamente como amenaza es la pérdida del amor del objeto.

En términos de Lacan, es el tratamiento que ella dará al “no tener” lo que está en juego en el hecho de devenir mujer. Dice Lacan que la mujer necesita perder lo que no tiene.

Lo que hay que destacar es que nos encontramos dentro de la lógica freudiana, en el terreno del falo que vale como punto de referencia sin distinción de sexos. Entiéndase bien, es el primado del falo, no es el primado del genital, sino del falo.

En la “Conferencia 33ª La Feminidad”, de 1932, Freud concluye que el enigma de la feminidad no ha podido ser resuelto y que definir lo masculino por la actividad y lo femenino por la pasividad basándose en nociones anatómicas y psicológicas es insuficiente. Finalmente, declara una tarea imposible: indagar cómo deviene la mujer a partir del niño de disposición bisexual. Y lo articula con distintos tiempos referidos a la castración y al Edipo.

Para Freud, el complejo de castración será fundamental para devenir mujer y es a partir de su descubrimiento que hay tres salidas posibles para la niña. La primera lleva a la inhibición sexual o neurosis por renuncia a su sexualidad fálica. La segunda puede conducir a la homosexualidad y la tercera a la feminidad normal, que establece las condiciones para la realización de la equivalencia hijo-falo. Es decir que la maternidad era en la época victoriana un triunfo de la feminidad.

Lacan

En el Escrito “La significación del Falo”, él sostenía como Freud que había una sola libido y que esta es masculina, pero en el texto de “Ideas directivas para un congreso sobre sexualidad femenina” comienza un camino distinto donde ubica un goce contiguo al masculino y que es propiamente femenino, dice: “la sexualidad femenina aparece como el esfuerzo de un goce envuelto en su propia contigüidad para realizarse a porfía del deseo que la castración libera en el hombre dándole su significante en el falo”.

También leemos allí su discusión tanto con Jones como Helene Deutch respecto al tema del tratamiento del clítoris como un pequeño pene.

Dice que ellos “han olvidado el consejo que Freud repite a menudo de no reducir el suplemento de lo femenino a lo masculino, al complemento del pasivo al activo”. La referencia al suplemento para lo femenino nos reenvía al tema de la posición femenina.

Es algunos años más tarde, en el Seminario 15, “el acto psicoanalítico” donde declara que “[…] en definitiva convendría saber dónde se ubican las cosas, por ejemplo, en lo que respecta al goce femenino. Resulta muy claro que ha sido completamente dejado fuera del campo”.

El hecho de que la libido sea solo masculina, definida de este modo deja las cuestiones del lado del falo. Por ello, señala que, en tanto sea el falo la común medida, en lo tocante a la mujer hay que poner en duda la llamada frigidez.

Lacan no se caracterizó como Freud en quedar obstaculizado en su investigación acerca de lo femenino por cierto empecinamiento que podríamos llamar la roca viva: la envidia al pene.

En el Seminario 17 finalmente nos dice que “sobre esto a veces Freud escurre el bulto, nos abandona. Abandona la cuestión en torno al goce femenino”. Así la temática del goce femenino va cobrando mayor peso en su obra y es en los años 70 donde afirma que “Freud postula que sólo hay libido masculina, y qué quiere decir esto si no que un campo nada deleznable queda así ignorado”.

Las fórmulas de la sexuación, presentadas por Lacan entre los años 72-74, buscan dar cuenta de la variedad clínica a partir de la función fálica, función lógica que divide el campo en dos, hombres y mujeres, pero como posiciones, lugares, para cualquiera de los seres que hablan.

El goce femenino, lado derecho del cuadro, es un goce singular que separa la posición sexuada de ella, respecto del goce del hombre.

Se trata de un nuevo intento de matematizar una solución que intente escribir una fórmula transmisible. Nada menos que la de la relación sexual. Indica que el practicante debe utilizarla para no perderse en el sentido. Se trata justamente de una escritura de la clínica, de la asunción del goce de cada quien.

El goce femenino, más allá del falo, viene a dar cuenta que su relación al falo es contingente, ella no está tomada del todo allí. Eso la hace no-toda respecto del goce que caracteriza al hombre, el goce fálico.

Este es un paso más allá de Freud al que la roca viva de la castración detuvo a la mujer en la senda del más acá del falo.

Mujer y madre

Queda por ubicar que Lacan también se ocupó de distinguir la mujer de la madre. En el mencionado texto acerca de las “Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina” de 1958, se pregunta “si la mediación fálica drena todo lo que puede manifestarse de pulsional en la mujer y principalmente toda la corriente del instinto materno”. La pregunta misma ya supone su respuesta, que advendrá algunos años más tarde. La respuesta por la vía de que la mujer es no-toda, permite separar la mujer de la madre. “Suficientemente buena” señalaba Winnicott y en algún lado su amigo Lacan lo transmitía a su auditorio.

La perspectiva que toma la enseñanza de Lacan es la de responder a los cambios de época y de allí que las fórmulas surgieron como modo de respuesta a las presentaciones clínicas de los últimos años, en las cuales las discusiones con las feministas tomaron mayor relevancia. Lacan declara en “El Atolondradicho”, que no obliga a las mujeres a tomar la vía de la solución fálica y es donde sitúa la especificidad de lo femenino en un más allá del falo, pero no sin él. Es un goce suplementario.

La modalidad de goce femenino que Lacan reserva para la mujer, una por una, está abierto a la contingencia del encuentro y en la especificidad que se sitúa más allá del falo, posición femenina resultante del devenir… de los anudamientos entre el deseo, el goce y el amor.

 

Bibliografía

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Freud, S., (1926) “¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial”, en Obras completas, t. XX, Amorrortu, Buenos Aires, 2010.

Freud, S., (1931) “Sobre la sexualidad femenina”, en Obras completas, t. XXI, Amorrortu, Buenos Aires, 1979.

Freud, S., (1933 [1932]) “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis 33ª Conferencia: La feminidad”, en Obras completas, t. XXII, Amorrortu, Buenos Aires, 1991.

Lacan, J., (1958) “La Significación del Falo”, en Escritos 2, Siglo XXI, Buenos Aires, 2008.

Lacan, J., (1958) “Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina”, en Escritos 2, Siglo XXI, Buenos Aires, 2009.

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Lacan, J., Seminario 15, “El acto psicoanalítico”, (1967-68), inédito.

Lacan, J., (1969-70) El Seminario, Libro 17, El reverso del Psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 2008.

Lacan, J., (1972-73) El Seminario, Libro 20, Aún, Paidós, Buenos Aires, 2011.

Lacan, J., (1972) “El Atolondradicho”, en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012.

Postulados freudianos sobre lo femenino Larisa Santimaría

En este trabajo se realizará un recorrido por la obra de Freud ubicando sus diferentes postulados sobre lo femenino. Para ello se realizará una breve síntesis de las propuestas freudianas acerca del Edipo de la niña y las salidas femeninas del mismo, así como su relación a la histeria.

Desde el comienzo de la obra de Freud encontramos que hay una oposición entre la histeria y la feminidad. En principio, dicha oposición se encuentra en el terreno de la sexualidad, particularmente del desarrollo libidinal en la niña y los efectos que este tiene en su vida adulta.

En “Tres ensayos de teoría sexual”, Freud postula que es necesario que la mujer, a través de una nueva oleada de represión, transfiera la excitabilidad del clítoris a la vagina para que pueda acceder a la función sexual femenina. La feminidad queda aquí enlazada a la práctica sexual de la mujer, siendo las condiciones de este entramado el cambio de zona erógena rectora, del clítoris a la vagina, y la oleada represiva que adviene en la pubertad. Cuando estas condiciones no se logran, la mujer queda proclive a contraer una neurosis.

En 1917, en sus “Conferencias de introducción del psicoanálisis”, Freud retoma este escrito, aunque sitúa en el complejo de castración y sus consecuencias, la envidia de pene, como un punto fundamental en la contracción de la neurosis en la mujer.

“De la niñita sabemos que a causa de la falta de un gran pene visible se considera gravemente perjudicada; envidia al varón tal pertenencia y por este motivo, esencialmente, desarrolla el deseo de ser hombre, deseo que se retomará más tarde en la neurosis sobrevenida a causa de un fracaso en su papel femenino”.

Queda ubicado aquí que la neurosis sobreviene cuando hay un fracaso en la mujer de su papel femenino, separando así tajantemente una de otra.

Jacques Lacan, en el Seminario 3, Las Psicosis, retoma estas conceptualizaciones y sostiene que si la histérica se pregunta ¿Qué es una mujer? es porque ella misma no lo es, aclarando que está identificada a un hombre.

Pero la separación de la función femenina y la reproduc­ción no es tan tajante como la encontrada sobre histeria y fe­minidad. No todo lo sexual tiene que ver con la reproducción o con la genitalidad, pero sí todo lo referido a la reproducción entra en el concepto de sexualidad freudiano. Entonces, se puede sostener, provisoriamente, que la función sexual femenina para Freud sí podría estar ligada a la reproducción como meta ¿Está entonces necesariamente ligada a la maternidad? Según lo dicho por Freud en esta Conferencia, en el complejo de Edipo la niña quiere ocupar el lugar de la madre junto al padre. A diferencia del varón, al descubrir la diferencia sexual anatómica, la niña no incurre en el rechazo de la misma, sino que la acepta y cae presa de la envidia de pene. Este deseo de pene, más tarde, en la pubertad, será reemplazado por deseo de varón (como apéndice del pene) o deseo de hijo.

Al investigar la neurosis de la mujer, Freud encuentra un deseo infantil reprimido de tener un pene como el varón. Pero también encuentra que en otras mujeres con lo que se topa es con un deseo de hijo, cuya frustración podría desencadenar la neurosis. A su vez, hay otras mujeres en las que estuvieron ambos deseos en su infancia y que fueron reemplazados uno por el otro: primero quisieron tener un pene y luego un hijo. Estos dos deseos para Freud serían en el fondo idénticos.

El deseo infantil de pene es entonces contrario a la función sexual propiamente femenina, pero, si se muda en deseo de varón o deseo de hijo posibilita una vida amorosa, aunque del tipo masculino. Podríamos plantear entonces que si el deseo de hijo y el deseo de varón (sustitutos del deseo de pene) caen del lado masculino de la vida amorosa, entonces no serían propiamente femeninos. Así, quedaría separada a la maternidad del campo de la feminidad en los postulados freudianos. La vida amorosa de la mujer, a partir de aquí, podría tomar dos caminos, ya no por la presencia o no de la neurosis, pero sí de acuerdo al tipo masculino o femenino.

En “Introducción del narcisismo”, Freud trabaja sobre el tipo de elección de objeto en la mujer. Para ella, la elección de objeto es narcisista, o sea que se busca a sí misma como objeto de amor. Freud explica que las mujeres se aman a sí mismas y que su necesidad se sacia siendo amadas más que amando.

Pero, como retoma en 1914, no todas las mujeres aman según el tipo femenino “un número indeterminado de mujeres aman según el modelo masculino y también despliegan la correspondiente sobrestimación sexual”. Y explica que aún para las mujeres narcisistas, hay un camino que las llevaría al pleno amor de objeto, el hijo que dan a luz. Se ama según el tipo narcisista cuando se ama lo que uno mismo es (sí mismo), lo que uno mismo fue, lo que uno querría ser y la persona que fue una parte del sí mismo propio. Para otras, en cambio, será un ideal masculino ansiado como continuación de un ser varonil que alguna vez fueron.

Sobre el complejo de Edipo femenino

En el escrito de 1925 “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de los sexos”, Freud intenta explicar cómo atraviesa el complejo de Edipo la niña. Allí hace hincapié en que en ésta el complejo de castración es previo y posibilita la entrada al complejo de Edipo. Ello ocurre debido a que, al descubrir la diferencia anatómica con el varón, la niña se siente perjudicada, y hace responsable de ello a la madre, primer objeto de amor. Así, entra en el complejo de Edipo al dirigirse al padre en busca de un hijo como resarcimiento. Pero antes de que esta ecuación simbólica tenga lugar, la niña, como se vio en textos anteriores, desarrolla lo que Freud llamó “envidia de pene” y que no es sin consecuencias para ella. En este artículo se describen cuatro: la primera es el complejo de masculinidad, que traerá graves dificultades para el desarrollo posterior de la feminidad; otra posible consecuencia psíquica de la envidia de pene es el sentimiento de inferioridad generado por el desprecio que le genera sentirse mutilada; una tercera consecuencia es el aflojamiento de los vínculos tiernos con el primer objeto de amor la madre, lo que posibilita el establecimiento del complejo de Edipo, ya que permitiría a la niña dirigirse al padre como nuevo objeto de amor; por último, Freud encuentra que a partir de la envidia de pene hay una renuncia por parte de la niña a la masturbación clitorídea. Sostiene aquí que la masturbación en el clítoris es una práctica masculina y que el despliegue de la feminidad tendría por condición la remoción de la sexualidad clitorídea. “El conocimiento de la diferencia anatómica entre los sexos esfuerza a la niña pequeña a apartarse de la masculinidad y del onanismo masculino, y a encaminarse por nuevas vías que llevan al despliegue de la feminidad”. Nuevamente nos encontramos con que el deseo de hijo llevaría a la mujer hacia el desarrollo de lo femenino. “Ambos deseos, el de poseer un pene y el de recibir un hijo, permanecen en lo inconsciente, donde se conservan con fuerte investidura y contribuyen a preparar al ser femenino para su posterior papel sexual”.

Es sorprendente notar que para Freud la envidia de pene sería el camino que lleva a la niña hacia el despliegue de la feminidad. Sin embargo, es por este mismo camino que la llevaría a un complejo de masculinidad. Sobre este punto es importante tener en cuenta la definición de masculino y femenino para Freud. En “La organización genital infantil”, (1923) explica que lo masculino es el sujeto, la actividad y la posesión del pene, mientras que lo femenino es el objeto y la pasividad. Es interesante pensar que, de acuerdo a lo anteriormente tra­bajado, el papel sexual (para el que el complejo de castración prepara al ser femenino) tiene que ver con el deseo de hijo (convertirse en madre) o con ser el objeto de deseo para un hombre, como formulará posteriormente Lacan (1951). A esta altura podríamos pensar que está ligado a ambos. Será quizás en las conceptualizaciones sobre la feminidad, tardías en la obra de Freud, donde podría encontrarse una respuesta acerca de ¿qué es lo femenino para este autor?

La feminidad en la obra freudiana

Freud trabaja el tema de la feminidad explícitamente en dos lugares. El primero, en 1931, en un escrito llamado “Sobre la sexualidad femenina” y en 1933, en una conferencia titulada “La feminidad”.

Hasta este momento sostenía que lo fundamental en la asunción de la feminidad por parte de la mujer tenía que ver con una mudanza de la zona genital rectora del clítoris a la vagina y, además, con el pasaje de un deseo de pene a un deseo de hijo. Pero en este texto de 1931, Freud agrega algo que, según explica, no habían podido discernir antes la importancia de la ligazón al objeto madre y del trueque de este por el objeto padre.

“Dos hechos me llamaron sobre todo la atención. He aquí el primero toda vez que existía una ligazón-padre particularmente intensa, había sido precedida, según el testimonio del análisis, por una fase de ligazón-madre exclusiva de igual intensidad y apasionamiento. La segunda fase apenas si había aportado a la vida amorosa algún rasgo nuevo, salvo el cambio de vía del objeto [...] El segundo hecho enseñaba que habíamos subestimado también la duración de esa ligazón-madre. En la mayoría de los casos llegaba hasta bien entrado el cuarto año, en algunos hasta el quinto, y por tanto abarcaba la parte más larga, con mucho, del florecimiento sexual temprano. Más aún era preciso admitir la posibilidad de que cierto número de personas del sexo femenino permanecieran atascadas en la ligazón-madre originaria y nunca produjeran una vuelta cabal hacia el varón”.

Lo que Freud se pregunta en este texto es cómo se articulan ambos en el desarrollo de la sexualidad femenina. Cómo se articula algo que sucede, podríamos decir en el campo de lo sexual, del goce y algo que acontece en el campo del amor. Me parece esta una distinción muy interesante, ya que hasta el momento Freud sólo se plantea lo femenino como la asunción de su papel sexual. Ahora surge la pregunta por el objeto de amor y qué consecuencias tiene en el desarrollo de la feminidad.

“La mencionada fase de la ligazón-madre deja conjeturar un nexo particularmente íntimo con la etiología de la histeria, lo que no puede sorprender si se repara en que ambas, la fase y la neurosis, se cuentan entre los caracteres particulares de la feminidad”.

Esta separación tan tajante que encontrábamos antes, entre la sexualidad femenina y la sexualidad perturbada del campo de la neurosis, de la histeria, parece desde este nuevo punto de vista, no tan fácil de separar. Así, la histeria pareciera ser uno de los caracteres de la feminidad.

 

En el texto, vuelve a enunciar los efectos del complejo de castración en la niña, aclarando que sólo uno de ellos la lleva por el camino del Edipo y de la feminidad

“Enunciamos ya las tres orientaciones que se abren entonces a) la suspensión de toda la vida sexual; b) la porfiada híper insistencia en la virilidad, y c) los esbozos de la feminidad definitiva.” La segunda orientación, podría llevar a una elección de objeto homosexual, mientras que la tercera, “desemboca en la final configuración femenina que toma al padre como objeto y así halla la forma femenina del complejo de Edipo”.

En la Conferencia 33ª titulada “La feminidad”, Freud retoma lo expuesto en 1931

“La niña debe trocar zona erógena y objeto, mientras que el varoncito retiene ambos. Así nace el problema de averiguar cómo ocurre esto y, en particular, cómo pasa la niña de la madre a la ligazón con el padre o, con otras palabras, de su fase masculina a la femenina, que es su destino biológico”.

Explica que el extrañamiento de la madre se produce por la hostilidad, y que esta ligazón acaba en odio.

Así, retoma y explica las tres consecuencias de la envidia de pene en la niña, pero esta vez ubica la neurosis en la primera, en las inhibiciones sexuales y en la tercera a la feminidad normal. (Freud 1933). La feminidad se logra cuando luego del cambio de objeto, el deseo de pene se transforma en deseo de hijo por la ecuación simbólica ya mencionada. El deseo de un hijo del padre deviene la más intensa meta del deseo femenino.

“En la expresión compuesta «un hijo del padre», muy a menudo el acento recae sobre el hijo, y no insiste en el padre. Así, el antiguo deseo masculino de poseer el pene sigue trasluciéndose a través de la feminidad consumada. Pero quizá debiéramos ver en este deseo del pene, más bien, un deseo femenino por excelencia”.

Sobre el final de esta conferencia, Freud presenta algunas particularidades de la feminidad madura, aclarando que no se distingue fácilmente qué se debe a la función sexual y qué a las influencias sociales. Como lo había expuesto anteriormente, adjudica a la feminidad un alto grado de narcisismo, que influye en la elección de objeto en la que buscan más ser amadas que amar.

También dice que la fase preedípica es la decisiva y que prepara a la mujer para cumplir, no solo con su papel sexual (de esposa y madre podríamos aclarar), sino también para la adquisición de las cualidades con las que luego “costeará sus inapreciables rendimientos sociales”.

Como síntesis podríamos decir que, para Freud la feminidad se desarrolla en dos campos que están articulados entre sí uno el de la sexualidad y otro del amor. Que los avatares de este desarrollo traen consecuencias en la mujer madura, pudiendo ser la inhibición sexual, a la que equipara a la neurosis, el complejo de masculinidad, donde ubica la posibilidad de una elección homosexual manifiesta y, por último, el camino del complejo de Edipo con la elección del objeto-padre y la transformación del deseo de pene en deseo de hijo.

Así, la feminidad no se alcanza sin este rodeo por el padre, y es esencial en su consecución el deseo de pene. Llamativamente, para que la mujer acceda a su tipo sexual debe dirigirse al sexo opuesto. Me parece interesante destacar que para Freud ambos caminos, el de la posición viril y el de la feminidad, tienen un mismo punto de partida el complejo de castración y la envidia de pene. Será el pasaje por el padre lo que posibilite tomar el camino de la feminidad.

Para concluir, me parece interesante destacar la referencia a lo social en estos textos. Podríamos ubicar en la feminidad madura tanto la asunción de la sexualidad propia de la mujer como las demandas sociales. Estás últimas estarían sujetas a las variaciones mismas de lo que es ser femenina en cada época y lugar, ligadas más a un ideal que a algo constitucional. Esto es planteado por Freud en una nota al pie en “Análisis terminable e interminable”, donde subraya que la actitud pasiva sería un aspecto social de la feminidad.

Si la feminidad tiene que ver con postularse como objeto de intercambio, entonces la forma y el valor de ese objeto cambian con las épocas. Pero podríamos plantear que lo estructural que se oculta tras eso es la falta del significante de la mujer, y la necesidad de las mujeres de hacer un rodeo por el padre en el Edipo para poder asumir su sexo. Quizás la histeria ponga esto de manifiesto en su estructura en forma de pregunta por ¿qué es una mujer? La feminidad es entonces algo a inventar en cada caso, a asumir por cada mujer frente al sinsentido en que la deja el tener que acceder a lo ideal de su sexo a través del sexo opuesto.