Escultura Barroca española. Nuevas lecturas desde los Siglos de Oro a la sociedad del conocimiento

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1.1.Contexto histórico-artístico español a comienzos de siglo

El panorama artístico español a principios del siglo XX es muy heterogéneo. De una parte tenemos un arte fin de siglo que es heredero de la pintura académica e histórica, del costumbrismo y de otras manifestaciones artísticas que se han desarrollado durante el XIX. También encontramos un incipiente número de jóvenes artistas que están en periodo de formación y que, pese a seguir una tendencia académica inicial, pronto contactan con el arte parisino y la experimentación artística iniciada por grandes maestros durante finales del XIX, lo que dará pie a una larga sucesión de ismos y movimientos que se expanden a todas las manifestaciones artísticas, desde la arquitectura hasta los medios de comunicación de masas. En España, es en este contexto es donde surge el modernismo y, más tardíamente, el Noucentisme¸ y lo que se conoció como Arte Nuevo[1], expandido desde Barcelona hasta Madrid[2]. Esa es la raíz de distintas manifestaciones que llevarían a una renovación artística española que se iría sucediendo a lo largo de las décadas posteriores. (Fig. 1)


Fig. 1. Vista Exposición Universal 1888.

Archivo Fotográfico de Barcelona (AFB).

Autor desconocido

Los países cambian, las ciudades se desarrollan y ya a principios del XX, la Revolución Industrial nos hizo la vida más cómoda. El mundo del arte se nutre de estas influencias, de los nuevos objetos, materiales, técnicas y procedimientos. Las sociedades se benefician de las comodidades que ofrece la industrialización, e incluso se comienzan a reproducir industrialmente obras artísticas a gran escala, bajo coste y calidad inferior a la realizada de forma artesanal[3]. Sin embargo, a lo largo de todo el territorio nacional se mantiene la tradición religiosa y las manifestaciones públicas que se gestaron en el periodo Barroco, aquellas que heredamos y trasmitimos bajo la fiesta popular que ya era popular a comienzos del XX, la Semana Santa, la cual a lo largo de todo el siglo se declara en distintos pueblos y ciudades como “Fiesta de interés turístico y nacional”, lo que permitirá el auge de la imaginería para su devoción y consumo masivo.

La Semana Santa y el arte procesional del barroco conviven y gozan de gran esplendor en esta sociedad moderna en los inicios del siglo XX (Fig. 2). Las hermandades y cofradías instauran los desfiles procesionales, itinerarios y demás puestas en escena, que con más o menos vicisitudes se mantendrán durante casi todo el siglo XX. Esto puede verse en las ciudades y municipios donde se crearon las grandes escuelas y focos durante el Barroco, aquellas con más raigambre, tanto pública en sus manifestaciones, como docente en su enseñanza: Andalucía, Castilla y Levante. Por toda la geografía nacional, la Semana Santa se convierte en una manifestación que va más allá del sentir popular, atrayendo a los foráneos por el interés artístico, cultural y turístico que despierta, caracterizándose pues por ser una manifestación donde conviven nuevas tendencias y estilos artísticos fruto de la renovación plástica de la imaginería religiosa, con las grandes obras heredadas de siglos anteriores. Este hecho ha sido determinante para entender la evolución estética de las imágenes religiosas del XX, puesto que estéticamente debían adecuarse al sentir popular, y perpetúan el realismo de la imagen, algo que se va tornando en nueva figuración, en neobarroco e hiperrealismo a medida que nos aproximamos al siglo XXI.


Fig. 2. Paso de la Caída de la Cofradía de la Vera Cruz de Salamanca,

en la procesión del Santo Entierro celebrada el

Viernes Santo 8 de abril de 1898 a su paso por la plaza de las Agustinas.

Fuente: Revista Madrugada. Hermandad Dominicana de Salamanca,

Autor: Anónimo

1.2.La escultura barroca y su revalorización. Pervivencia de una tradición: la Semana Santa a comienzos del siglo XX

Como ya hemos comentado, la Semana Santa y la imagen procesional vivió una época de impopularidad durante el siglo XIX, pero hacia el cambio de siglo, encontramos un resurgimiento de la Semana Santa como fiesta y manifestación pública de la fe, que arrastra de una gran densidad de población implicada en su puesta en escena. Será durante las tres primeras décadas del siglo XX, cuando gracias a la restaurada monarquía de Alfonso XII, las hermandades y cofradías consoliden su carácter grupal. Por ejemplo, en Andalucía, la Semana Santa siempre gozó de un fuerte arraigo, vinculado con la tradición y raíces del propio pueblo andaluz, sin embargo a comienzos del XX, se vivirá un esplendor que institucionalizará el carácter procesional, la oficialización de las procesiones y los desfiles procesionales que año a año pasearán a sus titulares por sus calles al llegar la Semana Santa. Málaga será pionera en este aspecto, y creará la Agrupación de Cofradías (1921), surgiendo posteriormente en Granada la Real Federación de Hermandades (1927). Este asociacionismo implicó un renacer de la imagen y la fiesta barroca. El sentir de la estación de penitencia se inicia con la calidad de la imagen de los titulares. Las cofradías y hermandades mantienen el culto a las imágenes barrocas creadas para tal fin. En otros casos, se procesionan esculturas de retablos, o familias privadas que donan imágenes de capilla para el culto público. Es un primer resurgir de la imagen religiosa, el primero de los cuatro que se irán produciendo a lo largo del siglo XX, siempre vinculado a aspectos socioculturales y políticos. Los siguientes serán; uno durante la posguerra, otro en los años setenta y, por último, el de los años noventa, enlazando con la imaginería del siglo XXI.

2.PRODUCCIÓN ESCULTÓRICA DURANTE EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX

En este apartado trataremos la obra de escultores nacidos en el último tercio del siglo XIX cuyo quehacer se desarrolla durante las tres primeras décadas del siglo XX. En ellos se aprecia una gran formación académica que va evolucionando hacia una relectura de los grandes maestros del barroco. La influencia de los grandes maestros es notable y en cada zona geográfica se mantiene la estética dominante de la escuela, tanto patrones como modelos iconográficos de sus maestros, diferenciándose claramente la influencia de la escuela castellana, la escuela andaluza y la escuela levantina (Fig. 3). Durante estos años, también es relevante la introducción de los procesos industriales para la producción de obras, destacando los focos de Madrid y Cataluña.


Fig. 3. Procesión de La Verónica. Murcia. C. 1900

(Fuente: http://www.portapasosdolorosa.es/encuentro.html)

En 1875 se restituye el sistema monárquico con Alfonso XII, las “instituciones católicas comienzan a recuperar sus bienes y se restituyen las manifestaciones religiosas, y entre ellas las procesiones de Semana Santa”[4]. Las cofradías recuperan su identidad, se fundan algunas nuevas y se reorganizan otras existentes en siglos anteriores. El país vive un proceso de recuperación nacional en términos generales, la política apoya a la religión, y la sociedad se alía a la vivencia y credo religioso, por lo que la actividad escultórica se renueva y recupera hacia el cambio de siglo. Hay un hecho significativo que marca la preparación del escultor que realiza imágenes religiosas, puesto que la formación académica tendrá un peso destacado y dividirá para el resto de las décadas a los escultores e imagineros, destacando por un lado a los que se han formado en academias de bellas artes y escuelas de artes aplicadas y oficios artísticos, mientras que conviven con los escultores-aprendices que trabajan en los talleres de los maestros que están en activo a comienzos del XX. De otra parte, otro cuantioso número de hermandades encargan sus imágenes a empresas de arte religioso y producción industrializada que surgen en Madrid y Cataluña, destacando la popularidad los talleres de Olot o los talleres Granda de Madrid, entre otros.

2.1.Focos tradicionales: Andalucía, Castilla y Levante

A comienzos del siglo XX, hay una tónica común en todos ellos, y es que hay grandes escultores que están en activo en estos momentos y en sus talleres se forman los jóvenes discípulos, que en la mayoría de las ocasiones frecuentan también las escuelas de artes y oficios distribuidas por la Península buscando esa formación académica. Además, muchos intentan ingresar en la Escuela Superior de San Fernando en Madrid. También, después de esta etapa de formación, otros serán docentes e impartirán magisterio en escuelas de artes o en sus propios talleres. En cuanto a los rasgos estéticos, vamos a ver cómo se transmite la estética dominante en cada zona o región, perviviendo aún la estética de los grandes maestros del barroco.

2.1.1.Andalucía

Durante las últimas décadas del XIX y las primeras del XX, se produce una reactualización del sentimiento cofrade. Así pues, cabe destacar la revalorización que se hace en estos años de la imagen escultórica de calidad, fruto, bien de los grandes maestros de siglos anteriores, o bien, de nueva ejecución, pero inspirada en estos. En Sevilla, durante la última década del XIX y primeras del XX, encontramos obras de Gabriel de Astorga, José Ordóñez Rodríguez o Antonio Castillo Lastrucci, quienes desde Sevilla renuevan la estética de la imagen procesional, expandiéndose a otras provincias como Granada, donde también se vivirá ese resurgir de la imagen religiosa en la primera década del siglo XX.

 

2.1.1.1.Escuela sevillana

El escultor Antonio Susillo (Sevilla, 1857-1896) pronto se convirtió en una referencia para el panorama artístico sevillano. Está considerado como uno de los grandes escultores del XIX español, siendo incluso reconocido en el panorama artístico nacional[5]. Fue el maestro de otros tantos escultores que trabajaron por toda Andalucía en las primeras décadas del siglo XX, como por ejemplo Antonio Castillo Lastrucci o Joaquín Bilbao[6]. Hábil en el modelado en barro, en plena eclosión del modernismo, estilo que traslada a la madera y al metal, con esas formas blandas, bulbosas y sinuosas que solo el barro, por sus cualidades plásticas, era capaz de crear. Susillo realizó retratos, escultura religiosa y monumentos públicos[7], escenas alegóricas, de historia y costumbristas, muy del gusto de la academia y la sociedad burguesa de ese momento. Sin embargo, su muerte prematura[8] hizo que no se produjese una mayor renovación de la escultura religiosa de la mano de su gubia. En 1894 restauró la Virgen de la Amargura tras el incendio que sufrió el paso de la Virgen. Su discípulo más relevante fue Antonio Castillo Lastrucci, quien siguió la estela del maestro, copiando y llevando a la práctica el boceto del Beso de Judas del Grupo del Prendimiento de la Hermandad malagueña, que realizó en el año 1925[9].

Antonio Castillo Lastrucci (Sevilla, 1882-1967) es sin duda el escultor más importante de la escuela sevillana de comienzos del siglo XX. Renovó la composición de los misterios procesionales paras las hermandades y cofradías, sobre todo de Sevilla, para las que trabajó durante años. Solía acudir al taller el escultor Antonio Susillo para hacer pequeñas figuras de barro. Destacó pronto en la realización de imágenes religiosas, convirtiéndose pronto en un referente en la imaginería. A partir de la década de los años veinte, realiza las primeras obras de imaginería que le valdrán un rápido reconocimiento[10]. Fue muy productivo, destacando obras titulares y grupos de misterio que pronto tuvieron una gran repercusión fuera de las lindes sevillanas.

Destaca la escena sevillana de Jesús ante Anás (1923) o la representación del Prendimiento (Málaga, 1925) (Fig. 4)[11]. Además, realizó una gran cantidad de imágenes para pasos procesionales[12] y restauró imágenes titulares de gran relevancia en la Semana Santa de Sevilla, como la Esperanza de Triana (1929)[13]. Antonio Castillo también realizó obra profana[14], obra que complementa la religiosa, creando modelos iconográficos para generaciones posteriores durante el siglo XX[15].


Fig. 4. Antonio Castillo Lastrucci. Jesús del Prendimiento. Iglesia de la Divina Pastora, Málaga.

(Fuente: http://www.nosoloalameda.es/ntro-padre-jesus-del-prendimiento-2/)

Francisco Marco Díaz-Pintado (Valencia, 1887-Javea, 1980) estudió en la Academia de San Carlos, y fue docente en la Escuela de Artes de Santiago, Valencia y finalmente Sevilla, a la que llega en 1917. Allí fué catedrático de la Escuela de Artes y Oficios. Su obra y magisterio influyó a númerosos escultores en el primer tercio del siglo XX, gracias a los galardones y menciones honoríficas que obtiene en algunas de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de Madrid, en la Exposición de Artes Decorativas de Madrid, etc., en las que participa, lo que llevará a la difusión de su obra[16]. Ya en Sevilla, en torno a los años veinte, expone parte del misterio del grupo del Cristo de la Sangre de Málaga, compuesto por Longinos a caballo, un soldado y María Magdalena. En 1923, realiza un Nazareno para Camas (Sevilla), obra de gran perfección técnica y anatómica[17]. En 1924, concluye y expone las imágenes restantes del misterio del Cristo de la Sangre de Málaga; la Virgen María, María Cleofás, san Juan Evangelista y María Salomé[18]. Durante la década de los años veinte recibe encargos a nivel nacional, siendo muy extensa su estatuaria pública de carácter conmemorativo[19]. Sin embargo, el tiempo que permaneció en Sevilla introdujo una de las imágenes secundarias más características de los misterios andaluces: el soldado a caballo en la escena de la lanzada (1922-1924)[20].

Joaquín Bilbao (Sevilla, 1866-1934). De familia adinerada, estudia derecho, profesión que dejó para dedicarse a su gran pasión, el arte. Fue discípulo de Antonio Susillo, e intentó introducir el modernismo hacia finales del XIX y principios del XX en la escultura, destacando la estatua ecuestre de san Fernando en la Plaza Nueva de Sevilla[21]. La ejecución de imágenes religiosas es cuantiosa, pero en su lugar es llevada a la práctica con menos gloria que el resto de escultores. Una de sus primeras obras para Sevilla fue un Jesús atado a la columna, bendecido con el título de “Nuestro Padre Jesús del Dolor” (1916)[22] (Fig, 5), la antigua imagen titular de la Hermandad de Cigarreras. La escultura no fue bien aceptada en la ciudad a pesar de ser monumental y tener un detallado estudio anatómico, puesto que es palpable la influencia de la escultura del modernismo y las formas blandas de Auguste Rodin, plasticidad que no enlaza con la tradición hiperrealista imaginera andaluza de la escuela sevillana. También realizó figuras secundarias de otros pasos, como las que aparecen en el misterio de la Coronación de Espinas de la Cofradía del Valle (1922)[23], para la Quinta Angustia, la del Cristo de la Expiración, además de una Oración en el Huerto para Huelva. Fue un gran maestro, siendo algunos de sus discípulos más destacados el extremeño Enrique Pérez Comendador y Vicente Rodríguez-Caso, además de Agustín Sánchez-Cid Agüero, quien se influenció de su obra. Además, entre sus colaboradores destacaron Adolfo López Rodríguez, Eduardo Muñoz Martínez y José Ordoñez Rodríguez[24].

Fig. 5. Joaquín Bilbao. Primera salida del Señor Atado en la Columna, 1916.

Hermandad de Las Cigarreras, Sevilla.

(Fuente: http://lafotocofrade.blogspot.com.es/2013/07/fotos-del-ayer-jueves-santo.html

http://oclise.com/cofradias/la-semana-santa-del-siglo-xx-i/

http://sevilla.abc.es/pasionensevilla/actualidad/noticias/el-cristo-que-calza-un-55.html)

Agustín Sánchez-Cid Agüero (1886-1955), fue médico y catedrático en la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría. También discípulo de Joaquín Bilbao, su obra más destacada es el monumento público realizado a “Martínez Montañés, (1924). Realizó numerosa obra religiosa[25], y tras la Guerra Civil restauró importantes imágenes titulares[26].

José Ordóñez Rodríguez (Sevilla, 1867-1945), fue un escultor entre dos siglos, destacando por una triple actividad: de una parte creador, de otra restaurador y, finalmente la última, como docente en la Escuela de Artes e Industrias de Sevilla[27]. Se formó en Sevilla y París, y cuando vuelve a Sevilla, entra en el círculo académico introduciendo las corrientes realistas y naturalistas europeas vigentes en ese momento. Su primera imagen para una hermandad es la Magdalena arrodillada (1886), que cede a la Hermandad de San Bernando, hipotéticamente desaparecida en los disturbios de 1936. También realiza obras de arte decorativo y ornamental, como la canastilla para el paso de la Hermandad del Silencio, figuras secundarias para pasos de misterio, destacando el trabajo junto con Joaquín Bilbao para el desaparecido Misterio de la Coronación de Espinas de la Hermandad del Valle, sustituidas en 1918 por otras del propio Bilbao más acordes con la estética barroca. Realizó numerosas restauraciones, algunas muy importantes para el momento[28].

2.1.1.2.Escuela malagueña

El siglo XX se inició con un periodo de decaimiento. La escuela malagueña estaba rota y no generaba obras de gran relevancia estética, y será el artífice malagueño Francisco Palma García quien inicie una lenta recuperación estudiando a los grandes imagineros. Realizó una plástica renovada hacia el cambio de siglo, plástica que perdurará gracias a la continuación de su escuela en Francisco Palma Burgos (su hijo), Pedro Pérez Hidalgo, Pedro Moreira o Adrián Risueño. Estos últimos se ocuparán de la realización de las imágenes titulares, muchas de ellas son restitución de imágenes que fueron destruidas en los sucesos de los años 1931 al 1936. La escuela malagueña de imaginería decayó en la segunda mitad del XX, recuperándose levemente en las dos últimas décadas del siglo, gracias a la presencia en la ciudad de Suso de Marcos y el trabajo de nuevos imagineros y escultores locales que siguen en activo durante el siglo XXI y que serán tratados en el capítulo correspondiente.

Encontramos a dos tallistas relevantes, por una parte a Andrés Rodríguez Zapata, que es un tallista malagueño que trabaja a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Afloran hermandades, y con ello el encargo de pasos, tronos o andas procesionales a distintos tallistas y talleres locales, donde destacan también los hermanos Casasola. Rodríguez Zapata realizó una gran cantidad de retablos para iglesias[29]. Entre sus obras más destacadas para la Semana Santa malagueña encontramos una serie de tronos, de estética barroca a veces, neogóticos otros, que son el antecedente de los que realizará Luis de Vicente y Pedro Pérez Hidalgo en años sucesivos[30]. El otro tallista fue Antonio Barrabino, tallista y entallador malagueño que trabajó para Málaga y provincia. Creó y remodeló tronos procesionales. El florecimiento de la estética barroca y los distintos neos —como el estilo neogótico o el estilo Luis XVI— durante las primeras décadas del siglo, inspiraron a Antonio Barrabino para la realización del trono del señor de la Puente en 1916[31].

Francisco Palma García (Málaga, 1887-1938). Antequerano de nacimiento, a él se le debe la gran renovación de la escultura procesional en las primeras décadas del siglo XX. Realizó obra variada, desde monumentos públicos, hasta fachadas e imágenes religiosas en técnicas y con materiales diversos. Destaca el grupo escultórico de la Piedad, que actualizaba la estética de Pedro de Mena[32]. Se formó en la Escuela de Bellas Artes de la ciudad (1901), teniendo por maestros a José Pérez Cid, a José Nogales y a César Álvarez Dumont, quienes influirían decisivamente en su formación[33]. Durante sus años de formación asiste al taller de los hermanos Casasola. En 1904, se encuentra en Madrid trabajando en el taller del malagueño Enrique Marín Higuero. Allí contacta con Capulino Jaúregui y con Juan Sansó, iniciando sus estudios en la Escuela Superior de San Fernando, teniendo como docentes a Ferrándiz, Mateo Inurria, Aniceto Marinas y Muñoz Degrain, entre otros. En 1912, de vuelta a Málaga, abre taller en la popular calle Cobertizo del Conde, donde permanecerá hasta su muerte, en 1938[34]. Fue académico en la Academia de San Telmo, reconociéndose su trabajo como escultor e imaginero. Fue docente en la Escuela de Artes de la ciudad desde 1920. Su obra más destacada es el grupo escultórico de la Piedad (1928-1929) (Fig. 6), destruida en los incendios de los años treinta y restituida por su hijo Palma Burgos en la posguerra.

Fig. 6. Fotografía de 1929 en el interior de la iglesia de la Merced. Málaga.

Grupo de la Piedad, realizado por Francisco Palma.

(Fuente: Archivo Hermandad, disponible en: http://www.lapiedad.com.es/Historia/historia_imagen%201_0_0_0.html)

Adrián Risueño Gallardo (Málaga, 1896-1966) se formó en la Escuela de Artes de Málaga, y en la Escuela de San Fernando. Allí entró en contacto con el taller de Coullaut-Valera[35]. Fue un escultor académico, que se encontró en una situación privilegiada tras la Guerra Civil, lo que le llevó a ser nombrado académico de la Academia de San Telmo, y a recibir numerosos encargos de perfil monumental e institucional para enaltecer a los adeptos al régimen y embellecer la ciudad[36]. En cuanto a las imágenes religiosas, destaca la talla del Cristo Mutilado (1940) o el Nazareno de Viñeros (1948, Málaga)[37].