Escultura Barroca española. Nuevas lecturas desde los Siglos de Oro a la sociedad del conocimiento

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José Antonio Navarro Arteaga (Sevilla, 1966). Comienza su aprendizaje en el taller de Juan Ventura. Su obra escultórica no se ciñe a la imaginería, sino que realiza obra en materiales tan diversos como la madera, el marfil y el barro. También colaboró con el tallista Guzmán Bejarano en la elaboración de tallas para sus pasos procesionales. Ha realizado numerosos trabajos para hermandades y cofradías de Andalucía y resto de España, así como varias representaciones de Cristo crucificado, en las que se aprecia la influencia del clasicismo de Martínez Montañés y el realismo teatral de Mesa. Cristo de la Pasión y Muerte (1998, Sevilla), Cristo de la Buena Muerte (2002, El Ejido, Almería) y Crucificado para la hermandad del Silencio (2002, la Línea de la Concepción, Cádiz)[216].

Hermanos Ortega Alonso. En este epígrafe nos referimos a la obra de los tres hermanos hijos del escultor Augusto y sobrinos del escultor e imaginero Luis Ortega Bru. Hablamos de Manuel Ángel, nacido en 1952; Jesús Augusto, en 1953; y Juan Ramón, en 1959. Los dos primeros nacieron en Sevilla, el último en Madrid, puesto que Augusto y Luis abrieron un taller en la capital a finales de los años cincuenta. Los tres hermanos pasaron muchas tardes en los talleres escultóricos. Allí aprendieron las técnicas más básicas propias de unos jóvenes aprendices. Conforme crecieron fueron recibiendo una formación más específica, por lo que estudiaron en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Madrid. A la muerte de sus progenitores, heredaron el taller y abrieron taller en Sevilla. Han realizado muchas obras religiosas para iglesias y parroquias repartidas por toda la geografía española, sin embargo, en los años noventa comienzan la producción de imaginería religiosa con carácter procesional. Destacan el Cristo de la Clemencia (1993, Jerez, Cádiz) Su obra también se caracteriza por la restauración de esculturas de su tío y la colaboración en algunas imágenes con su primo, el también escultor e imaginero Luis Ortega León[217].

Luis Ortega León (Sevilla, 1953). Pronto marcha a Madrid con su familia, puesto que su padre y tío abrieron un taller en la capital. Es el hijo mayor del escultor e imaginero Luis Ortega Bru. Aprendió el oficio de la imaginería en el propio taller paterno con tan solo dieciséis años, donde permaneció hasta los veinte. Entre 1973 y 1983 fue docente, pero a partir de 1983 abre taller en Sevilla, dedicándose de pleno a la imaginería. Tiene obras de imaginería religiosa para culto público, como también imágenes para procesionar. Destacan las imágenes que su padre dejó inconclusas. Uno de sus primeros proyectos fue realizar las imágenes del misterio de la Hermandad del Descendimiento (1985, Málaga), quedando pues, un misterio de gran unidad estética, puesto que la idea que subyace en la obra de padre e hijo se mueve por una misma creencia religiosa, que queda impregnada en la escultura[218]. Tanto en el padre como en el hijo prevalece el interés por la obra del Renacimiento y el Barroco italianos, por la obra de Miguel Ángel y la influencia de la estética neobarroca[219].

Salvador Palao Baños (Jumilla, 1950). Procede de una familia sin antecedentes artísticos, por lo que su trabajo le viene por auténtica vocación. Su formación artística se gesta en Valencia, Mallorca y Salamanca. A partir del año 1993, está vinculado como docente a Sevilla. Allí conoció a Buiza y a su principal discípulo, Berlanga, con quien colabora de forma ocasional. Además de imaginero, es decorador de interiores y restaurador, por lo que alterna ambas profesiones. También tiene obra civil e imagen religiosa no procesional[220]. En cuanto a la imagen procesional, su obra se vincula a Palma de Mallorca. Su primera imagen fue la Virgen de la Salud, para la Cofradía de la Sagrada Cena, (1990), Nazareno, para la misma hermandad (1992). También ha realizado trabajos de restauración en Jumilla. En torno al final del siglo XX destaca el Cristo del Perdón, del Convento de Nuestra Señora del Socorro (2001, Sevilla)[221].

Ricardo Rivera Martínez (Morón de la Frontera, 1930). Entra en los Talleres Salesianos, obteniendo el título de escultor cinco años después. Tiene como profesor de talla al escultor Rafael Barbero. También colabora con el tallista Francisco Ruiz Rodríguez. A partir de principios de los setenta vive de nuevo en Sevilla e inicia su vínculo con el mundo de la imaginería, lo que le llevó a entablar una estrecha amistad con Luis Ortega Bru y con Buiza. La mayor parte de su obra la encontramos en Sevilla y provincia, destacando tanto imágenes no procesionales como pequeñas imágenes para pasos y misterios[222]. En cuanto a imágenes titulares, destaca el Cristo Yacente de la Hermandad del Santo Sepulcro de Marbella (Málaga) y la Virgen de la Esperanza, para Zafra, (1990, Badajoz)[223].

A Rafael Amadeo Rojas Álvarez le interesa la escultura en sus diferentes temáticas, desde la profana, civil y monumental hasta la religiosa, además de otras manifestaciones artísticas como la fotografía o el diseño. Además de la madera policromada, domina y trabaja con otros materiales y técnicas, tales como el bronce y el hormigón. Entre las imágenes de imaginería procesional destaca el Misterio de la Coronación de Espinas, de Écija (1993-1997). Además, destacan otras imágenes secundarias para otros pasos de misterio de Écija, tales como los que realiza para la Hermandad de la Columna y Azotes (1995), o las que va realizando a finales del XX para el Misterio de Negaciones y Lágrimas de San Pedro[224].

Gabriel Cuadrado Díaz (Villanueva del Ariscal, Sevilla, 1936-1985). Con solo dieciséis años, en 1952, es aprendiz en el taller del escultor Manuel Escamilla, coincidiendo allí con Manuel Carmona Martínez. En 1960 marcha a Madrid. En la capital contacta con Luis Ortega Bru, trabajando en el taller de este. Colabora en las obras del maestro, tanto en la talla como en la escultura. Asiste al mismo taller su hermano, Bernardo Cuadrado, quien se dedicaría a policromar la obra de Ortega Bru. A partir de 1968, monta taller propio en Madrid, siendo uno de los productores de la empresa Compañía Española de Artículos Religiosos Santarrufina, hasta que en 1975 trabaja como escultor en exclusividad para la citada empresa. También trabaja para hermandades e iglesias, destacando imágenes secundarias del Misterio del Santísimo Cristo de la Humildad en su Flagelación, de Sanlúcar la Mayor (Sevilla). El Cristo es de Aurelio López Azaustre (1965); Virgen de la Paz, comprada en los talleres Santarrufina (1975, Tarifa). Unos años después, Gabriel Cuadrado recibía los encargos que le hacía la Cofradía de la Virgen de la Cabeza (1981, Alcaudete-Jaén) y el de la realización de Nuestra Señora de la Paz de Sanlúcar la Mayor (1981).

Jesús Santos Calero (Sevilla, 1938). Hijo del imaginero Sebastián Santos Rojas, tiene la influencia de su padre. Se matricula en la Escuela de Artes y, en la década de los sesenta, ingresa en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla. Además de las colaboraciones con su progenitor, también lo hace en el taller de Francisco Buiza. A partir de finales de los setenta, y coincidiendo con la muerte de su padre, se dedica de nuevo a la imaginería, sobre todo a la restauración[225]. Por sus aulas han pasado autores de relevancia a finales de los noventa y en los primeros años del siglo XXI, tales como Miguel Bejarano, Juan Herrera Cala, Manuel Téllez, etc.[226] A pesar de que su producción no es muy extensa, podemos citar algunas obras, como la Virgen de la Aurora (1970, Sevilla), posteriormente sustituida por una de Dubé, y la Virgen de la Alegría, de la Hermandad de la Borriquita de Algeciras (1989).

Manuel Ramos Corona (Sevilla, 1966)[227]. Pasa por distintos talleres escultóricos, hasta llegar al taller de Luis Álvarez Duarte en 1980. Unos años más tarde, en 1985 abre taller propio y recibe los primeros encargos, entre los que destaca la Virgen de la Paz (1985, Utrera, Sevilla). Viaja por distintas ciudades de Francia e Italia, y se influenciará de la voluminosidad de la escultura de Bernini, trasladando esa expresividad y movimiento a sus imágenes de nueva realización. Crea un gran número de imágenes religiosas, tanto de culto eclesiástico como procesional[228].

Miguel Bejarano Moreno (1967). Formado en la escuela sevillana, su obra se caracteriza por volver a la esencia misma de los grandes escultores e imagineros de la escuela sevillana, a los modelos de Juan Martínez Montañés y Juan de Mesa. Se forma en la Escuela de Artes Aplicadas de Sevilla y en el taller de Luis Álvarez Duarte y Jesús Santos Calero, sus maestros más inmediatos y de quienes aprende el modelado, la talla y el oficio del imaginero. Entre sus obras destaca la Sagrada Cena, para Dos Hermanas, Sevilla (1994), el Cristo de la Entrada en Jerusalén, de Almería (1996), o Jesús de la Misericordia, para Cartaya, Huelva (1995).

4.2.Imagineros en Córdoba

Manuel Cubero Ribera (Priego de Córdoba, 1959). Su padre, Manuel Cubero Molina, dirige un taller de ebanistería y talla en su localidad. Colabora en el taller paterno, y más tardíamente en el taller de otro prieguense, José Hinojosa. Durante cinco años permanece en su taller. Unos años más tarde monta taller propio. Tiene influencia de la escuela granadina, colaborando con frecuencia con el imaginero Antonio Díaz. Su primera obra de imaginería fue la Virgen de la Esperanza (1989, Alcalá la Real, Jaén).

Miguel Ángel González Jurado (Alemania, 1965- ). Con poco más de un año, su familia retorna de Alemania y se establece en Córdoba capital. Miguel Ángel pronto se matricula en la Escuela de Artes Aplicadas de Córdoba. Estudia extraescolarmente en varios estudios y talleres locales, destacando su aprendizaje en el taller de restauración y dorado de los hermanos Camacho y el taller de Rafael Rivera[229], hijo del restaurador sevillano José Rivera. En la década de los ochenta, llegan a Córdoba obras de un joven escultor sevillano, Luis Álvarez Duarte. Se trasladó a Sevilla para seguir su formación en imaginería, conociendo a otro escultor e imaginero del momento, Juan Ventura, por quien siente una gran predilección. Nuestra Señora Madre del Redentor (1988, Córdoba) será la primera obra que realice para la ciudad cordobesa, donde su obra tiene un gran impacto y calado[230].

 

Salvador Guzmán Moral (Cabra, 1961) pronto destacó en el dibujo, demostrando aptitudes para las artes. A finales de los noventa se matricula en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla[231], donde recibe una formación académica. Tuvo en él gran influencia el magisterio de Francisco Arquillo Torres, quien le hizo decantarse por la restauración. No obstante, unos años más tarde, se inclina por la imaginería y recibe el magisterio de Manuel Miñarro, a quien Guzmán considera su maestro. Se produce una simbiosis entre la faceta restauradora inculcada por Arquillo y la imaginera por Miñarro. En busca de su estilo, Guzmán se da cuenta de que en su localidad natal hay un gran impacto de la escuela granadina, por lo que sus primeras obras y encargos serán una muestra de la fusión entre ambas escuelas, la granadina y la sevillana, destacando la Virgen del Rosario (1985, Cabra) y otras obras posteriores, como Nuestra Señora de la Aurora (1987). Sin embargo, la faceta restauradora es la más relevante en la obra de Guzmán Moral.

Antonio Salto Román (Córdoba, 1964). Se forma en el colegio Salesiano. Conoció a Martínez Cerrillo y a Antonio Castillo Ariza, gran amigo de su padre, quien junto con Antonio Dubé de Luque serán los máximos impulsores de la vinculación definitiva del escultor al mundo de la imaginería. Será en el taller de Castillo Ariza donde Salto se inicie en la talla de imágenes, por lo que a este el escultor lo considera su primer gran maestro. Esta estancia en el taller de Castillo se complementa con la asistencia a la Escuela de Artes de Córdoba, donde recibe el magisterio de Rafael Rivera. De él aprenderá el sacado de puntos, tan necesario en el oficio de imaginero. Por razones profesionales, es trasladado a Sevilla. Allí conoce a Antonio Dubé, quien le invita a colaborar en su taller por las tardes. La influencia de Dubé será decisiva, puesto que de él aprende el modelado de la imagen. De vuelta a Córdoba, comienza a recibir sus primeros encargos.

Antonio Bernal Redondo (Córdoba, 1957). Es, junto a Romero Zafra y Miguel Ángel González, uno de los escultores e imagineros actuales a los que se les debe la renovación de la imaginería andaluza de las últimas décadas del siglo XX. Si bien la escuela sevillana se caracteriza por la recuperación de la estética del barroco, la escuela cordobesa, capitaneada por estos escultores, se va a caracterizar por el hiperrealismo de sus esculturas, además de la calidad de sus obras y unos estudios compositivos de grupos de misterio que recuerdan a las grandes composiciones que ya hiciera Castillo Lastrucci en los años veinte. Son composiciones muy escenográficas, documentadas y realistas, tanto en sus gestos como en su atrezo, lo que ha llevado a una gran popularidad e influencia en otros escultores e imagineros que estaban en activo en la última década del XX, además de tener una gran influencia en la imaginería que se desarrolla desde comienzos del siglo XXI. Bernal Redondo aprende dibujo, modelado y talla en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de la ciudad. A partir de 1990 comienzan a llegarle los primeros encargos de imágenes[232]. Lo que realmente hizo popular a Bernal a principios de los noventa fue su particular forma de hacer las escenificaciones de los grupos de misterio. Realizó el grupo de la Hermandad de la Esperanza, de Córdoba (1993), el paso de Jesús de la Humildad y Paciencia, imágenes del Misterio del Prendimiento de Córdoba (1998-2000) y el Grupo del Descendimiento, de Montilla (1994-1999), además del grupo de las Negaciones y Lágrimas de San Pedro (Fig 37) para Málaga, diseñado a finales de los noventa, el cual comenzó con la ejecución de la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Soledad (2000), continuado en la actualidad, sin olvidar la talla de la bella imagen de Nuestra Señora del Dulce Nombre (Fig 38).


Fig. 37a, b, c. Bernal Redondo, Grupo escultórico de Negaciones y Lágrimas de San Pedro, 2000-2016, Málaga (Fuente: Archivo Hdad.).

Francisco Romero Zafra (La Victoria, Córdoba, 1956). De formación autodidacta, es uno de los imagineros más relevantes del panorama andaluz actual. Su participación a principios de los noventa en una exposición de temas cofrades en Córdoba, con la imagen María Santísima del Rocío y Lágrimas, titular de la Hermandad del Perdón, le hace popular en el mundo de la imaginería y la talla de imágenes religiosas[233]. A partir de ese momento, recibe numerosos encargos, donde manifiesta la gran influencia de las escuelas barrocas, pero de ningún otro artista contemporáneo. Su técnica es precisa y virtuosa, tanto en talla, como en policromía y composición, de ahí que se adapten adecuadamente a la tradición y a las exigencias de la imagen procesional o con fines devocionales. Su producción es prolífica, destacando las imágenes de Cristo representando distintos momentos de la pasión[234].


Fig. 38. Bernal Redondo, María Santísima del Dulce Nombre, 2005, Málaga. (Fuente: Archivo Hdad.).

4.3.Foco malagueño

Suso de Marcos (Jesús López García) (Boi Morto, La Coruña, 1950). Gallego afincado en Andalucía, escultor de profesión cuyo interés por la imaginería responde más a su deseo por integrarse en las tradiciones locales que por una propia vivencia y deseo de perdurar una estética y tradición. Su padre era carpintero, lo que le ayudó a mostrar tempranamente su vocación por la talla en madera[235]. Estudia en la Escuela de Artes de Madrid, donde recibe el magisterio de Manuel Castro Llamas. En la capital trabajó en diversos talleres industriales. A la vez aprende con los escultores Pau Paissa, Augusto Ortega Bru, e incluso en una ocasión colaboró con Juan de Ávalos. Trabaja en un taller de escultura en piedra, viaja por Europa para conocer la escultura de vanguardia y abre taller propio, donde a partir de 1973 aproximadamente comienza a recibir sus primeros encargos. Estos serán un Cristo Resucitado para Santander y una Virgen de la Piedad para Valencia. En 1978, colabora con los hermanos Ortega Bru en la talla de Oración en el Huerto para la Semana Santa de Huelva, y un año más tarde, en 1979, ocupa la plaza de profesor de talla, carpintería y ebanistería en la Escuela de Artes de Málaga. La década de los ochenta será muy productiva para él, puesto que combina la docencia con la producción artística, la cual se bifurca en dos líneas: de una parte, la escultura contemporánea, donde prevalece la experimentación formal y el diálogo de materiales, mientras que de otra parte viene a ocupar un hueco en la producción imaginera local, ya que por esos años la producción escultórica en Málaga es casi inexistente[236], reviviendo con distintas iniciativas el resurgimiento de la talla y la imaginería en Málaga, que ya a finales de los noventa y en el siglo XXI es una realidad. Una de sus primeras obras de carácter religioso que realiza en Málaga es la imagen de Nuestro Padre Jesús Resucitado para Alhaurín el Grande (1988); el Crucificado del Perdón[237], para la Cofradía de los Dolores del Puente (1987, Málaga)[238].

Rafael Ruiz Liébana (Almería, 1938). De familia vinculada al oficio de la carpintería, desde niño mostró predilección por el dibujo. Pasó por la Escuela de Artes y Oficios de la ciudad malagueña y entró como aprendiz en el taller de Adrián Risueño. Con la jubilación de este, se ocupa del taller y recibe los primeros encargos para la ciudad. Salen de su gubia las figuras de Anás, Caifás y un centurión romano. A pesar de realizar algunas figuras, como un san Juan para Fuengirola, Málaga o la Virgen del Buen Pastor (Málaga), no se considera un imaginero, sino que su producción se centra sobre todo en pasos procesionales como el de Jesús Nazareno de Alhaurín el Grande, el del Cristo Yacente para Campillos o el del Cristo del Amor para Málaga[239].

4.4.Foco granadino

Antonio Barbero Gor (1935). Antonio Barbero Gor es hijo del también escultor Benito Barbero Medina y hermano del imaginero y restaurador José Barbero Gor (1933). Desde muy joven se sintió atraído por el mundo artístico, siendo continuador de la tradición familiar, notándose su predilección por la escultura. Estudió en la Academia de las Angustias y en la de San Fernando, también en la de Artes y Oficios, teniendo como “profesores a Joaquín Capulino, Nicolás Prados y Antonio Martínez Olalla[240]”. Pronto se trasladará a Sevilla, donde ingresa en la Escuela de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría. Allí completa su formación y colabora en el taller de su tío Rafael Barbero. Siente una gran predilección por la escuela granadina del XVII, por Alonso Cano y Pedro de Mena. Sus obras no tienen grandes influencias de otros maestros, puesto que hace su propio estilo, donde destacan los Crucificados, temática donde puede demostrar el gran conocimiento y dominio de la anatomía[241].

Antonio Díaz Fernández (Granada). Comenzó estudiando diferentes profesiones vinculadas con el mundo de la madera, como la ebanistería. Unos años más tarde, ingresa en el taller de Fernando Correa Antúnez, y posteriormente en el de Nicolás Prados López. En la década de los cincuenta comienza a realizar sus primeras obras. Entre ellas destacan: Crucificado (1953, Loja, Granada). En la década de los sesenta, marcha a París, allí vivirá una década, montando un taller de escultura de gran renombre, dedicado a la restauración del patrimonio público[242]. A pesar de tener algunas obras titulares repartidas por la comunidad andaluza, no puede desligarse de los otros oficios de la madera que tanto le apasionan: la talla, la ebanistería, el dorado, etc. Entre sus obras principales destaca el Cristo de la Redención (1984, Granada); Virgen de la Salud (1986, Granada); Cristo de la Buena Muerte (1989. Cofradía de los Ferroviarios, Granada)[243] Su hijo ha seguido la estela de su padre, sobre todo en restauración[244].

Eduardo Espinosa Alfambra (1927). Sobrino de Espinosa Cuadros. Entre sus obras destacan: Nuestra Señora de la Luz (1992, Granada) restaurada en 1998 por él mismo; restauración de Jesús de las Tres Caídas (2000), obra realizada por Domingo Sánchez Mesa en 1949 (Loja-Granada).

Miguel Zúñiga Navarro (1939). No procede de una familia con tradición artística, pero ello no fue impedimento para que con tal solo trece años entrara como aprendiz en el taller de Domingo Sánchez Mesa. Estuvo vinculado al taller del maestro hasta que se cerró en los años ochenta, de modo que montó taller propio y comenzó a realizar obra religiosa para algunas hermandades y cofradías. En el taller de Sánchez Mesa aprendió todo lo que sabe, ambos se tenían una gran estima. Estuvo más de treinta años vinculados al taller del maestro, en el que trabajaban una nómina de más de veinte artistas[245].