Vida campesina en el Magdalena Grande

Tekst
Loe katkendit
Märgi loetuks
Kuidas lugeda raamatut pärast ostmist
Šrift:Väiksem АаSuurem Aa

Colonización de la vertiente occidental de la Sierra Nevada de Santa Marta

El corregimiento de San Pedro de la Sierra era un pueblo de los indígenas kogui llamado San Andrés y estaba ubicado en la cuenca del río Frío. Los indígenas kogui que poblaron este espacio llegaron a la cuenca del río Frío a finales del siglo XIX (Reichel, 1953). San Andrés fue un poblado próspero y con estabilidad económica, debido a que los indígenas se dedicaron a la cría de cerdos, gallina, ganado y panela que vendían a las poblaciones de colonos que estaban ubicadas en la parte baja de la Sierra Nevada. Para el año de 1944 llegan a la cuenca personas que se especializaban en la guaquería, provenientes del departamento de Antioquia, y se establecen cerca del pueblo de San Andrés, tal como lo describe Gerardo Reichel (1953):

Poco después de fundada, un antioqueño emprendedor, quien estaba atraído por las leyendas populares sobre los tesoros de Posiguica, estableció sobre una colina, a una hora de San Andrés, la hacienda San José de la Montaña, Su numerosa familia empezó a limpiar el monte, abrir caminos y pronto el pequeño centro colonizador estuvo rodeado de cultivos, cercas y corrales (p. 93).

Imagen 1. Corregimiento de Siberia


Fuente: Archivo Oraloteca (2020).

La presencia de estos primeros colonos hizo que la estabilidad económica y armoniosa que tenían los indígenas se fuera poniendo tensa. Los primeros colonos comenzaron a construir carreteables para conectar a las poblaciones de la Zona Bananera con el pueblo de San Andrés. Los colonos construyeron alambiques para la fabricación de aguardiente que era vendido a los indígenas; los indígenas cayeron en el consumo de alcohol y el pueblo de San Andrés cayó en una completa anarquía:

Las mujeres, quienes nunca tomaban parte en las borracheras, peleaban con sus maridos y como resultado recibían tremendas palizas y hasta fueron abandonadas. En 1949 los hombres efectuaban actos de sacrilegios, tales como fumar y cocinar en la casa ceremonial; los ancianos eran agredidos y aún máma Julián fue atacado en una ocasión, por uno de sus propios hijos y varias veces por otros jóvenes (Reichel, 1953, p. 99).

El caos, el descontrol y la desidia social en los que cayó el poblado de San Andrés fueron aprovechados por los colonos. Lo mismo hizo un empresario samario llamado Alfonso Campo Serrano, quien decidió hacer la finca Maroma para la explotación de café a escasos cinco minutos de San Andrés (Reichel, 1953). Los colonos habían rodeado por completo a San Andrés; los indígenas kogui, para no tener contacto con estos, deciden abandonarlo y venderles todo a los colonos, partiendo hacia la cuenca media del río Don Diego:

Pero pocos meses después operó un cambio. Con excepción de máma Julián y de su familia y de unos pocos indios, simultáneamente el resto de los kogi de San Andrés vendieron a los colonos sus casas, cultivo, ganado, trapiches y se retiraron otra vez del contacto, migraron hacia las cabeceras del río Don Diego, sobre la vertiente norte, a una distancia de casi a una semana a pie desde San Andrés, por caminos difíciles e intransitables durante muchos meses del año. Ya en 1947 y 1948 algunas familias habían precedido esta migración, pero ahora todo el grupo migró hacía allá (Reichel, 1953, p. 100).

De San Andrés no quedó ningún vestigio. Los grandes finqueros le pasaron una máquina al pueblo y lo arrasaron por completo, sin contemplación con las sepulturas de los indígenas. El terreno donde estaba ubicado San Andrés fue aplanado por completo y los nuevos dueños lotearon los terrenos y los comenzaron a vender. Los colonos construyeron sus casas y decidieron cambiar el nombre de San Andrés por el de San Pedro de la Sierra. El pueblo de San Pedro de la Sierra se constituye en el epicentro de la colonización de la parte occidental de la Sierra Nevada de Santa Marta; esto llevó a que nuevos empresarios crearán grandes fincas para la explotación del cultivo de café:

Existían estas casitas de aquí, había tres casas, está aquí donde estamos nosotros una aquí enfrente y una allá arriba, San Pedro se llamaba San Andrés, era un caserío poquitico, quizá más poquita gente que más caserío que ahora, San Pedro está más poblado. San Javier no existía, era un caserío una finquita regá y después se pobló y se fundó San Javier que hoy en día es una región muy buena… ahí siguieron otras (Entrevista citada en Ortiz, 2017, p. 5).

El poblamiento del corregimiento de San Pedro de la Sierra se da por la llegada de personas del interior del país; estas personas llegaron huyendo de la violencia partidista. Después del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, en el año de 1948, la violencia se recrudeció en los departamentos de la Zona Andina. Para no ser asesinados o masacrados en sus pueblos, los campesinos decidieron huir a otras zonas del país. Algunos se trasladaron a la capital del país y otros se fueron a las áreas periféricas del país, como los Llanos Orientales y el Caribe colombiano. Muchos campesinos se trasladaron hacia la Sierra Nevada de Santa Marta a trabajar en las fincas de café y colonizar tierras para hacer sus fundos y tener una prosperidad económica:

Nos radicamos en San Pedro de la Sierra hace 54 años aproximadamente. La razón de la migración fue también la violencia, en ese tiempo había unos grupos que denominaban la chusma, le decían los pájaros, entonces se peleaba por colores. Entonces en razón de que mi madre era, según ella liberal, entonces los grupos contrarios decidieron atacar a esos otros contrarios […]. O sea, había liberal y conservador: conservadores perseguían a liberales y liberales a conservadores, y nosotros éramos el blanco, los indefensos porque como todo el mundo andaba armado pero el que no estaba armado si pertenecía a algún color entonces ese era perseguido y le daban muerte. Y si no huía, se retiraba del lugar, pues lógicamente que moría con su familia, entonces en virtud a eso mi madre decidió emigrar para la costa, nos venimos en el mes de octubre como del sesenta, 1960. Nos bajamos de un tren desde Mariquita hasta Puerto Berrío, Antioquia. De Puerto Berrío cogimos un remolcador de esos que bajaba por el río Magdalena llamado “El Medellín”; llegamos a Barranquilla, gastamos como seis días más o menos… seis noches para llegar a Barranquilla, de Barranquilla cogimos hacía Ciénaga la carretera estaba destapada era un poco de huecos lleno de agua había que pasar por un ferri desde Barranquilla hacia acá al Magdalena, del Atlántico al Magdalena. Llegando a Ciénaga y ahí orientándonos más o menos a la Sierra Nevada (Entrevista citada en Ortiz, 2017, pp. 6-7).

En la colonización del corregimiento de San Pedro de la Sierra no solo estuvieron las personas que llegaron del interior del país: algunos empresarios de Santa Marta, Ciénaga y Santander ya tenían grandes fincas de cultivo de café. El cultivo de café se había convertido en una obsesión para la clase dirigente samaria y cienaguera debido a que, aunque el café daba buenos dividendos económicos, no tenía el conocimiento para explotarlo porque se había convertido en monopolio de los empresarios extranjeros, quienes tenían el conocimiento sobre cómo sembrarlo y exportarlo. Estos empresarios locales que empezaron a cultivar café en esta parte de la Sierra Nevada tuvieron que traer la semilla de la finca Jirocasa, propiedad de Georges y Guy Opdenbosch:

Jorge Sumbattoff, Julio Dangond, Mateo Vives, la familia Fernández de Castro y Celio Villalba. Este empresario santandereano estaba radicado en Barranquilla y era propietario de la tostadora “Café Almendra Tropical”. Dangond y Sumbattoff fueron los encargados de conseguir las semillas de café en la hacienda Jirocasaca, que diseminaron por toda la zona de San Pedro de la Sierra (Viloria, 2019, p. 168).

Estos empresarios consolidaron la economía cafetera en la cuenca del río Frío, pero hay que tener en cuenta que fueron los colonos de la zona andina quienes la afianzaron, extendiendo las zonas de producción de café con la consolidación de pequeñas fincas que, a su vez, se constituyeron en veredas. Muchas personas del interior fueron contratadas como mano de obra para realizar diferentes labores en las grandes fincas. Las grandes fincas —productoras de café— y las pequeñas fincas de los campesinos le dieron un dinamismo económico a la zona, convirtiendo a San Pedro de la Sierra en el principal centro de servicios. Este dinamismo se da porque los empresarios y los campesinos ampliaron el carreteable que uniría a San Pedro con la carretera Troncal de Occidente. Esto llevó a que se consolidara un flujo comercial entre San Pedro de la Sierra y el casco urbano de Ciénaga y, a la vez, hizo que en el pueblo se instalaran comercializadoras de café, tiendas, restaurantes, panaderías y billares. Además, el carreteable hizo que fluyera la mano de obra en tiempos de recolección del grano de café.

El cultivo de café estabilizó a algunos campesinos en sus pequeños fundos de café en San Pedro de la Sierra; otros trabajadores de las grandes fincas que no tenían tierras decidieron fundar el corregimiento de Siberia, ubicado entre el río Frío y el río Córdoba. El poblamiento del corregimiento de Siberia comienza en la década del cincuenta y fue realizado por campesinos provenientes de la finca Cincinati y Vista Nieve, campesinos provenientes de la finca la Dilia en San Pedro de la Sierra y, por último, campesinos provenientes de la finca Lourdes, propiedad de la familia Fernández de Castro. Los primeros colonizadores que llegaron al río Córdoba fueron los que se independizaron de la finca la Dilia. La primera vereda que fundan se llamó Nueva Granada; esta vereda fue fundada por familias provenientes de Santander que lograron estabilizarse con el cultivo de café. El centro de abastecimiento de estas familias era San Pedro de la Sierra; este contacto hizo que el cultivo de café se desarrollara de manera satisfactoria debido a que podían comprar los insumos químicos para el sostenimiento del cultivo.

 

Otros trabajadores de la finca la Dilia se dirigen a la quebrada El Congo y fundan la vereda del mismo nombre. A diferencia de los campesinos que estaban en Nueva Granada, estos se dedicaron al cultivo de arroz, maíz, fríjol, y a la cría de ganado. Algunas familias de las dos veredas antes mencionadas no lograron sostenerse y regresaron de nuevo a San Pedro de la Sierra; otras, migraron hacia Ciénaga y Santa Marta. La migración hacia estos dos municipios hizo que se desvincularan de sus fundos completamente. La otra ola de migración que llegó a la parte media del río Córdoba provino de los trabajadores que salieron de la finca Cincinati y Vista de Nieve y que fundaron la vereda de Canta Rana. Las personas que fundaron esta vereda eran oriundas de Cáchira, Norte de Santander, y se dedicaron a los cultivos de hortalizas y a la cría de ovejos. Las zonas de abastecimiento de estos campesinos fueron Minca y Santa Marta, debido a que para esa época no existía un carreteable que conectara a la vereda con Ciénaga. Cuando comenzaron a cultivar el café, lo comercializaban en Santa Marta y tenían que llevarlo a los puntos de venta que tenía Almacafé allí.

En la parte media del río Córdoba la familia Fernández de Castro era la dueña de la finca Lourdes, donde tenían cultivos de café para la exportación y el consumo local. Los Fernández de Castro también tenían la finca llamada las Pampas para la cría y venta de ganado. En la parte de abajo tenían la finca La Isabel, dedicada a la explotación de banano. Estas tres fincas eran el sostenimiento económico de la familia Fernández de Castro. La finca Lourdes atrajo mucha mano de obra de personas del interior para la recolección de café y la finca las Pampas contrataba personas del Caribe para el cuidado del ganado. Son estos trabajadores quienes, posteriormente, colonizaron las tierras que estaban en los alrededores de estas dos grandes fincas y fundaron las veredas de Corea y Lourdes:

Todavía la caficultura en este sector no era fuerte, de hecho quiero mencionar que por los lados de Ciénaga había una finca que ya existía, cuyos propietarios eran los Fernández de Castro quienes hacían parte de la administración de Ciénaga, políticamente pertenecen a un grupo muy fuerte y tenían la facilidad de invertir en el sector y lógicamente en su finca que posteriormente fue llamada La hacienda cafetera, su vecindario era la zona plana, lo que hoy llamamos La Isabel y parte de las goteras de Ciénaga, ellos allí hicieron una finca muy importante y eso sirvió también de camino, digamos de interés de que otras clases de personas llegarán a la vereda cuyo nombre posterior fue Lourdes, eso sirvió para [que] más adelante por los años 60 y comienzos de los 70 [se] conformar[a] una gran vereda muy grande, por cierto donde estoy hoy aquí relatando estos acontecimientos se llama vereda Corea, entonces por aquel entonces ya existía la Nueva Granada, la vereda Lourdes (Entrevista citada en Negrete, 2020, p. 12).

Los Fernández de Castro construyeron un carreteable desde la finca Lourdes hasta la finca La Isabel para llevar insumos y sacar la cosecha de café. Este carreteable también sirvió para que los campesinos de las veredas de Lourdes y Corea bajaran hasta Ciénaga para hacer sus abastecimientos de víveres y comprar insumos para el sostenimiento de las fincas de café. Los campesinos, en sus trabajos comunales, lograron llevar el carreteable hasta la vereda Corea. Para mediados de los años ochenta el proceso de colonización no había terminado y, con la llegada de la guerrilla a la Sierra Nevada de Santa Marta, se dieron nuevos procesos de colonización. La guerrilla no solo llegó a imponer su ley, sino que también llegó a generar un proceso de colonización. La guerrilla dio un insumo para que campesinos sin tierras invadieran las tierras de la reserva forestal y fundaran la vereda la Reserva, la Unión, Nueva Unión y Siberia; esta última, en la parte más alta y fría de la zona (Camacho, 2020). El caserío está conformado por 50 familias que tienen sus fincas en las veredas Siberia y la Reserva.

A comienzos de los noventa el carreteable que llegaba hasta la vereda Corea fue construido hasta la vereda Siberia, convirtiendo a Siberia en el centro económico de la zona debido a que muchos campesinos de todas las veredas llegaban a hacer sus compras de víveres para el sostenimiento de la familia. Además, siendo Siberia el último poblado que se funda, se le da el nombre de “corregimiento”. La construcción del carreteable hasta Siberia hizo que las personas que vivían en las demás veredas comenzaran a bajar hasta la parte urbana del municipio de Ciénaga para hacer sus diligencias comerciales.

Campesinos y conflicto en la Sierra Nevada de Santa Marta

Imagen 2. Casa campesina en la vereda Corea


Fuente: Archivo Oraloteca (2020).

La bonanza marimbera

Los corregimientos de Minca, Siberia y San Pedro de la Sierra estuvieron ligados al proceso de producción, transporte y comercialización de marihuana. Esta bonanza económica ligada a cultivos ilícitos produjo una imagen de los campesinos como “violentos” y “despilfarradores de dinero”. La marihuana que se producía en la Sierra Nevada se posicionó tan rápido en los mercados internacionales que llevó a los grandes marimberos a posicionarse en el mercado local y, a la vez, a que distribuyeran las labores dentro de la cadena de producción, recolección, transporte y comercialización. En la cadena de producción encontrábamos a los que descombraban las montañas para que se diera el cultivo, al que distribuía las semillas, al encargado de cultivar la marihuana y darle el mantenimiento al cultivo, a los “raspachines” y a los prensadores. En estas labores intervienen personas de la localidad y de otras partes del país. A todas esas personas que intervienen en la cadena de producción se les designaba como “marimberas”. En la cadena de producción, el “raspachín” tenía un trabajo importante:

Los raspadores armaban ranchos que les servían de lugar de trabajo durante la raspada y el empaque de la yerba, después estos ranchos servían de caleta mientras llegaba el momento de transportarla, los ranchos igualmente eran utilizados en las noches como dormitorios. Después de armar el rancho al siguiente día se comenzaba el corte, separaban la florescencia de la mata hembra, que era lo que llamaban el desmoñe, donde se separaban las semillas que servían para la próxima cosecha. La mata de marihuana era cortada y puesta en horquetas de madera que estaban clavadas en la tierra, las cuales eran sostenidas por largas hileras de varas en las cuales se enganchaban las matas ya cortadas. Alrededor de los cultivos de marihuana, algunos colonos siempre observaban grandes cantidades de pájaros volando debido a que las semillas de marihuana les servían de alimentos. El desperdicio de la mata como los tallos y las ramas eran arrumados en cantidad para echarle candela, debido que estos no lo compraban. A los tres días la marihuana quedaba prensada en sacos de papel, solo en el momento de transportarla se envolvía en los sacos para evitar un posible deterioro con la lluvia (Ardila, Acevedo y Martínez, 2013, p. 62).

Los transportadores también eran personas de la localidad y eran contratados por los dueños del cultivo. En los cultivos de marihuana no hubo actor armado que regulara las compras ni quiénes podían acceder a ellos. El cultivo generaba tanta ganancia que cualquiera podía entrar al negocio sin restricciones. Como todo negocio ilícito, hubo personas que todavía están en las memorias de los campesinos por sus excentricidades, parrandas o menciones en una canción vallenata. Los transportadores de marihuana eran los arrieros del café; estos transportadores eran móviles y tenían que transportar marihuana hasta donde lo exigiera el dueño del cultivo. Cuando transportaban las cargas de marihuana, los arrieros se proveían de alimentos para el viaje. En el cultivo de marihuana los productores y transportadores ganaban mucho dinero a pesar de que el ciclo de producción del cultivo era de nueve o diez meses. El cultivo generó muchas fuentes de empleos y ganancias; tantas, que muchos trabajadores de la Zona Bananera, productores de café y recolectores dejaron sus trabajos abandonados para insertarse en el negocio ilícito:

Las fincas cafeteras que estaban en la zona rural de Santa Marta en la época de la bonanza decayeron porque el jornal de trabajo lo pagaban a 300 pesos y los trabajadores de las fincas preferían raspar marihuana que recolectar café o jornalear en las fincas de la Zona Bananera. Muchos de estos trabajadores se dedicaron a talar, sembrar, recoger, transportar y custodiar marihuana, así las grandes fincas perdieron mucha producción de café inclusive el contrabando de café hacia Venezuela se incrementó debido a que los propietarios de las finas no encontraban trabajadores y además la Federación de Cafeteros estaba pagando mal el grano de café (Ardila, Acevedo y Martínez, 2013, p. 61).

El cultivo de marihuana generaba dinero fácil; así como los trabajadores ganaban, así se despilfarraba. En los tiempos de la bonanza de la marihuana las personas que se dedicaban al cultivo, a raspar y transportar, gastaban su dinero en cantinas, ropa y cadenas de oro. El comercio de estos pueblos se vio favorecido debido a que los marimberos no tenían seguridad alimentaria en sus fincas y compraban cantidad de víveres en las tiendas; lo anterior se convirtió en otra forma de gastar dinero. Cuando decayó el cultivo de marihuana, muchos de los que participaron en la cadena de producción quedaron sin dinero. La bonanza marimbera generó violencia en la zona rural y urbana: todos los que participaban en el negocio estaban armados y estaban fuera de control. Las transacciones de dinero, armas, carros y mulas se hacían en los cascos urbanos de los corregimientos. Estas transacciones terminaban en consumo de licor, peleas y, por último, en muertos.

Para muchos habitantes de estos tres corregimientos el cultivo de marihuana se volvió tan legal como cultivar café. Había personas que la producían, otras que la compraban y otras que la vendían. Como con cualquier negocio, se hacía en los cascos urbanos de los tres corregimientos a la vista de todo el mundo. Algunos productores de marihuana invirtieron en construcción de casas, graneros, cantinas y almacenes de ropa en los cascos urbanos de los corregimientos y otros, más osados, invirtieron dinero en Santa Marta o Ciénaga. Como toda felicidad tiene su final, en la década de los años ochenta el negocio de la marihuana decayó y la violencia se incrementó porque todos los que participaban en la cadena de comercialización querían controlarlo. Para el año de 1986 el gobierno de turno comenzó un plan de erradicación manual y fumigación aérea para acabar con los cultivos. Las fumigaciones aéreas acabaron con los cultivos de marihuana y con los cultivos de pancoger de los campesinos, sin mencionar que las fumigaciones ocasionaron problemas de contaminación en los ríos y quebradas que bajan de la Sierra, así como problemas de salud a la población campesina e indígena de la Sierra Nevada de Santa Marta. Los pobladores de estos tres corregimientos no se apartaron de los cultivos de marihuana porque todos ganaban dinero. Nunca tuvieron una posición en contra del cultivo porque tanto el cultivo de café como el de marihuana les generaban ganancias económicas, viendo al cultivo de marihuana como una oportunidad para generar ganancias.