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Otra de las particularidades de los neomovimientos sociales es la innovación en los signos y relatos y en las formas de protestar y resistirse. En este caso, la fluida relación y unidad de criterio y acción entre problemas globales –como el extractivismo, el deterioro del medio ambiente o la creciente desigualdad económica en el mundo– y luchas locales expresan la necesidad de cambio para la supervivencia del sistema:

[…] Se trata de una actividad en la que los sujetos sociales refundan la democracia. Hoy no solamente lo democrático, sino también lo político se construyen en y desde las luchas sociales. El sistema político del capitalismo maduro es inerte, su dinámica es parasitaria, su norma es económica. El capitalismo maduro ya no conoce la política democrática, ignora la expresión del interés general, o mejor, la presenta bajo la forma de la generalización burocrática, de la globalidad necesaria y absoluta […] las luchas, por el contrario, muestran un renacimiento de lo político como poder constituyente, como síntesis entre actividad de los sujetos y nuevos objetivos sociales33.

Las movilizaciones sociales estudiantiles no solo sirven como medida pulsional para evidenciar el descontento de una generación, también son reutilizadas como estrategia política publicitaria para reavivar debates y para que los políticos ganen capital con miras hacia las siguientes elecciones. En las movilizaciones del año 2011, por ejemplo, los estudiantes reciben apoyo de los partidos que hacen oposición al gobierno del presidente Juan Manuel Santos Calderón, entre ellos el Polo Democrático Alternativo y algunos miembros del Partido Verde.

El modus operandi de las movilizaciones del año 2011 se enmarca en la lógica de los neomovimientos sociales, similar al de la Séptima Papeleta entre los años de 1989 y 1991. Si bien desde el año de 1991 hasta el año 2011 se produce toda una evolución acontecimental de apoyo o rechazo al neoliberalismo como alternativa política en Colombia, dicho modelo no es solución o se constituye en un paliativo de las acentuadas desigualdades económicas y sociales en Colombia y el mundo, lo cual conlleva a manifestaciones en distintas latitudes del globo.

Parte del éxito de las movilizaciones estudiantiles en los años de 1991 y 2011 es el uso de estrategias de divulgación. Las cuñas publicitarias en la radio y la televisión son la estrategia del movimiento de la Séptima Papeleta, aunque en aquella oportunidad también existe un apoyo de ciertos sectores del oficialismo político ante la intencionalidad de los estudiantes. En el caso de la movilización de la Mane del año 2011 se recurre a una estrategia divulgativa que enfrenta la institucionalidad del gobierno con los medios de comunicación tradicionales y ciertos medios desmonopolizados y alternativos que usan los estudiantes, como son las plataformas de la Internet, entre las que se cuentan YouTube, los blogs y redes sociales como Twitter y Facebook. Tanto en el movimiento de la Séptima Papeleta como en el de la Mane los estudiantes son conscientes de la necesidad de exportar las necesidades y temores no solo al target universitario sino a la opinión pública para buscar apoyo de otros sectores, y en los dos casos los estudiantes son capaces de unir en un mismo diálogo y propósito a universidades privadas y públicas.

El uso de las herramientas de las tecnologías de la información y de la comunicación y la búsqueda de apoyo de las movilizaciones estudiantiles en sectores tradicionalmente ajenos a la problemática de la educación superior remiten a la noción de enjambre, como ya se ha indicado, un nuevo aspecto de la acción social colectiva que aún está por exponerse. El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, retoma a McLuhan para reconstruir en El enjambre una preocupación por el comportamiento de las sociedades contemporáneas embotadas, sordas, ciegas y mudas ante el encuentro con la tecnología34. En este momento crítico de la sociedad se produce un crisol de movilizaciones, las cuales más que actuar como las masas entre los decenios de 1940 a 1970, parecen enjambres. Una nueva etapa en la cual, además, no es solo evidencia de un cambio en el modus operandi de las movilizaciones sino de un cambio en la sociedad. Han retoma el postulado de Gustave Le Bon en el análisis de las coyunturas de su contemporaneidad quien consideró que “la era que entramos, será, verdaderamente, la era de las masas”35. Los acontecimientos presenciados por Le Bon, en los que las masas crean sindicatos en el naciente siglo XX, lo llevan a hacer una lectura fatalista del porvenir, en el que la masa suplanta las soberanías y destruye la cultura36. Lejos de ver un futuro distópico, lo que Le Bon percibe es la germinación de una crisis insostenible debido a las precondiciones políticas, culturales y educativas en las cuales se origina el sentimiento de las masas. La revolución digital abre una era del enjambre digital:

Los enjambres digitales no son masas, no tienen características unificadoras; todos son individuos aislados. Las movilizaciones actuales son concentraciones causales de actores sociales, los individuos no desarrollan ningún nosotros, por tal razón no tiene voz, sino una multiplicidad de voces, inclusive apuntando a objetivos distintos, con filtración e inconsistencia en los contenidos. Por eso es percibido como un ruido37.

Han sostiene que los modelos colectivos de estos movimientos son fugaces e inestables, además, actúan de manera carnavalesca, lúdica, pero muy poco vinculante; por tal razón, no desarrollan una energía política38. Las acciones colectivas de los enjambres funcionan más como shitstorms39 o aluviones de críticas insultantes en los que no se cuestionan las relaciones de poder, sino que se recurre al escándalo mediático como mecanismo para ejercer presión.

Estas nuevas formas de movilización son resultantes de dos fuerzas contrapuestas que crea la globalización. Está el orden capitalista de dominación, mejor conocido como imperio global, y la multitud como una composición de singularidades que se comunican entre sí a través de la red. Este postulado es propuesto primeramente por Hardt y Negri con base en el modelo de la lucha de clases40. La clase multitud es la única que tiene la capacidad de realizar acciones en común.

Ahora bien, para Han no es necesario reavivar la lucha de clases para tematizar el antagonismo entre dos fuerzas. De hecho, la multitud es la única clase que existe, a ella pertenecen todos los que hacen parte del sistema capitalista. La creencia de que existe una clase con ínfulas oligárquicas que explota a los demás debe ser estudiada con mayor cuidado; hoy, cada quien se explota a sí mismo. Hoy todos somos explotadores y multitud; por demás, una connotación y dinámica capaz de producir mayor capital que cualquier forma anterior de capitalismo: hoy es posible una explotación sin dominación41. Uno de los principales factores que influyen en esta lógica de autoexplotación y la hace posible, es la transición de seres sociales a sujetos neoliberales en los que el egoísmo y la atomización destruyen cualquier capacidad de pensar en términos de “nosotros”. La erosión de lo comunitario hace cada vez menos probable una acción común, esto explica la continua intención del sistema de finalizar con cualquier representación de lo público –como es la educación superior– bajo la excusa de optimizar y generar rentabilidades.

En el estado social de esta contemporaneidad existe una lógica de autodominación: el máximo aporte de la democracia neoliberal es convertir a cada uno en su propio explotador, pequeños hologramas de capitalistas que buscan generar rentabilidad y capitalizar lo que tienen a mano, en este caso, el sí-mismo. La capitalización del sí-mismo es posible por la educación, esta se convierte en una estrategia de mercadotecnia para autopromocionarse. Los capitales económicos colosales invierten en universidades, programas educativos y cursos de corta y mediana duración como alternativa de “democratizar” el acceso a la capitalización.

Ahora bien, en una sociedad con una creciente desigualdad social es necesario crear alternativas para que las personas que no pueden acceder a la capitalización, puedan hacerlo, no por un espíritu altruista sino por la codicia de capitalizar al máximo, es por ello que aparecen cuotas de endeudamiento flexibles para créditos educativos. La propuesta del sistema capitalista nunca ha sido tan avasalladora como hoy, hasta el punto de generar capital con la idea de futuro; es un capitalismo que está por encima de la misma tensión temporal. Para lograrlo aparecen holdings educativos que venden una educación insuficiente a cuotas, en los que el “cliente” debe cursar para aspirar a un trabajo mal remunerado. Esta educación no concibe ningún tipo de investigación e incrementa la desigualdad educativa.

La desigualdad educativa es el apartheid del siglo XXI, limita la investigación y el desarrollo científico en zonas específicas; desde los países del “primer mundo” se domina no solo la industria, la economía y la geopolítica, sino el conocimiento y los avances tecnológicos. Espacios como Silicon Valley se convierten en la meca de la civilización del siglo XXI, mientras que la investigación en otras latitudes es recortada y condenada a reproducir lo investigado en una ilusión de innovación.

§ Nuevos actores sociales y psicopolítica

Si se habla de una nueva construcción en los movimientos sociales, de una nueva forma de protestas y de organizarse, es posible que también haya una nueva formación de actores sociales. Las innovaciones tecnológicas del siglo XXI modifican al individuo mismo. Vilém Flusser plantea un panorama futurista de los individuos del siglo XXI:

El hombre con sus aparatos digitales vive ya hoy en la “vida sin cosas” de mañana. Es característica de esta nueva vida la atrofia de las manos. Los aparatos digitales hacen que las manos se atrofien. Pero ellos traen también la liberación del peso de la materia. El hombre del futuro ya no necesitará manos. No tendrá que tratar y elaborar porque ya no tendrá que habérselas con cosas materiales, sino solo con informaciones ajenas a la condición de cosas. En el lugar de las manos se introducen los dedos. El nuevo hombre teclea en lugar de actuar. Él solamente querrá jugar y disfrutar. Lo que caracterizará su vida será la musa y no el trabajo. El hombre del futuro no cósico no será un trabajador, un homo faber, sino que será el jugador, el homo ludens42.

 

Más que una descripción de cómo la cultura de los medios modifica a los seres humanos, el trabajo de Flusser representa toda una radiografía de la generación milénica y sus formas de operar frente a la virtualidad. Al ser humano de Flusser no le interesa actuar, solo quiere jugar y cuando debe hacerlo confunde actuar con teclear. La protesta del siglo XXI tiene doble faceta, por un lado, está la clásica protesta que se toma las calles y muestra la inconformidad con arengas, pancartas y, en algunos casos, enfrentamientos con la fuerza pública. Pero también ejerce presión por medio de iniciativas virtuales como los ataques cibernéticos a páginas gubernamentales ocasionados en la última década y extendidos por todo el mundo. En Colombia estos ataques son visibilizados a partir del año 2011. Actualmente los embates contra el oficialismo no se dan en su mayoría contra instalaciones físicas sino contra portales gubernamentales. Durante el año 2011 es muy común encontrar despliegues en los medios de información en los que se muestra de manera alarmante los ataques a portales institucionales y gubernamentales del Estado colombiano como el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), el Ministerio del Interior o la cuenta en Twitter del presidente Juan Manuel Santos Calderón. Grupos como Anonymous43 con ataques de denegación de servicios (DDoS) saturan los servidores44 y es así como ponen en jaque las instituciones del Estado.

Si el año 2011 se configura como un nodo de protestas y movilizaciones es conveniente preguntarse: ¿de dónde sale tanto malestar? Nuevamente, el filósofo Han reflexiona al respecto en Psicopolítica. El problema radica en la ilusión de libertad en contradicción con ideas que comercializan la ilusión en los sujetos de creerse libres para replantearse y reinventarse permanentemente. Esta libertad da lugar a coacciones45 en una sociedad que flexibiliza los deberes y no considera límites, paradójicamente termina aprisionando al sujeto en una jaula de libertad.

Este hiperbolismo de la libertad convierte a los sujetos neoliberales en empresarios del sí mismo, con una obligación continua a triunfar o por lo menos a sobresalir. Tal imposición lleva a que los individuos sean incapaces de relacionarse con otros individuos empresarios del sí mismo. El aislamiento al que se está sometido por la necesidad de autosuperarse y superar a los demás conduce a una ausencia de amistad o relación alguna. Un contrasentido porque ser libre significa estar con amigos46. En otras palabras, la libertad es una cuestión plenamente relacional. No obstante, la obligación de triunfar y consumir explota incluso el concepto de libertad y a todas aquellas prácticas libres como las emociones, el juego y la comunicación.

Esta conceptualización de libertad no es novedosa. De hecho, Karl Marx afirma que “solamente dentro de la comunidad con otros, todo individuo tiene los medios necesarios para desarrollar sus dotes en todos los sentidos; solamente dentro de la comunidad es posible, por tanto, la libertad personal”47. Ser libre es un desarrollo mutuo y esta reciprocidad solo es posible con el desarrollo de interacción política, económica y social.

El afán desaforado de éxitos y consumo auspiciado por la lógica neoliberal hace creer que cualquier forma de fracaso, tómese como ejemplo, la pobreza, el analfabetismo o la inseguridad, es culpa del mismo sujeto. Así mismo, la autoexplotación que esto trae afecta a todas las clases sociales en una sociedad supuestamente sin clases:

Quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. En esto consiste la especial inteligencia del régimen neoliberal. No deja que surja resistencia alguna contra el sistema. En el régimen de la explotación ajena, por el contrario, es posible que los explotados se solidaricen y juntos se alcen contra el explotador. Precisamente en esta lógica se basa la idea de Marx de la “dictadura del proletariado”. Sin embargo, esta lógica presupone relaciones de dominación represivas. En el régimen neoliberal de la autoexplotación uno dirige la agresión hacia sí mismo. Esta autoagresividad no convierte al explotado en revolucionario, sino en depresivo48.

Esto hace logísticamente imposible cualquier revolución social; no hay ningún “nosotros” político, por esta razón, no hay capacidad real para una acción común. Para el sistema neoliberal, los actores sociales son enfermos que deben sus fracasos o problemas a coyunturas personales.

Ahora bien, si existe todo un proceso de aislamiento y pérdida gradual de la libertad relacional de los actores posibles: ¿cómo se pueden explicar las movilizaciones del año 2011 en torno a un objetivo? Una de las razones posibles para explicarlas es el surgimiento de una idea lo suficientemente fuerte e innovadora para unir las personas y reavivar la esperanza de un futuro en común, y esta idea que se desarrolla y va de la mano con los neomovimientos sociales es el procomún.

§ El procomún

El concepto de lo común tiene su origen en las luchas sociales y culturales contra el orden capitalista. Christian Laval y Pierre Dardot analizan en Común, las manifestaciones sociales del siglo XXI con una variable transversal y alternativa al neoliberalismo, la lógica del procomún busca oponerse a la extensión de la propiedad privada en todas las esferas de la sociedad, de la cultura y de la vida49. El término común designa la emergencia de una forma nueva de oponerse al capitalismo, incluso de pensar su superación. Se trata también de dar la espalda al comunismo estatal. El Estado propietario de todos los medios de producción aniquila metódicamente el socialismo. Se trata, pues, para aquellos a quienes no satisface la libertad neoliberal, de abrir otro camino50.

El concepto se remonta al uso del término commons51, por parte de los movimientos altermundistas y ecologistas de la década de 1990, pero tiene un principal desarrollo en coyunturas latinoamericanas como las luchas por el agua en Cochabamba (Bolivia) y las campañas de organizaciones no gubernamentales para blindar el conocimiento como un bien del procomún.

La lucha por el procomún ha salido de la clandestinidad y su discurso antineoliberal retumba en las organizaciones transnacionales, como en el año 2009 en el Foro Social Mundial de Belem, en Brasil, cuando se conoce el Manifiesto por la recuperación de los bienes comunes:

La privatización y la mercantilización de los elementos vitales para la humanidad y para el planeta son más fuertes que nunca. Tras la explotación de los recursos naturales y del trabajo humano, este proceso se acelera y se extiende a los conocimientos, la cultura, la salud, la educación, las comunicaciones y el patrimonio genético. El bienestar de todos y el bienestar de la Tierra se sacrifican en aras del provecho financiero a corto plazo de algunos. Las consecuencias de este proceso son nefastas. Son visibles y conocidas por todos: […] empobrecimiento de la diversidad cultural, reducción del acceso al conocimiento y la educación mediante el establecimiento del sistema de propiedad intelectual sobre los conocimientos, impacto nefasto de la cultura consumista52.

Muy similar a las declaraciones del año 2009, son las realizadas por François Houtard durante el Foro Mundial de las Alternativas, evento al margen de Río+20. En este acercamiento, los bienes comunes no necesitan ser identificados uno por uno, sino que son reagrupados en una metacategoría como Bien Común; esta fórmula inspira los movimientos indianistas latinoamericanos y es una convergencia entre los movimientos sociales y políticos.

Las consideraciones teóricas y fenomenológicas previas sirven para encontrar nexos en los relatos utilizados durante las movilizaciones del año 2011. La necesidad de explicar una historia del tiempo presente, ampliamente cargada de neomovimientos sociales en países como Bolivia, Colombia, Chile o incluso del norte de África, sacude las entrañas del neoliberalismo, mientras nuevos actores sociales que son presionados por normas impuestas por una libertad sin límites, llevan a que cada uno se convierta en su propio explotador. A partir de este momento, ya no hay revolucionarios. El neoliberalismo se encarga de destruir cualquier construcción relacional y desdibuja los patrones de amos y esclavos convirtiendo a todos en ambas cosas. Solo es a partir de la fortaleza de un concepto que nace desde la praxis como lo común –el cual no reconoce ni al neoliberalismo ni al comunismo estatal–, que millones de personas pueden creer de nuevo, uniéndose en un accionar colectivo y reclamar en las calles un porvenir común.

§ Breve revisión histórica de los movimientos sociales en Colombia

En Colombia, el movimiento estudiantil, especialmente el universitario, es reconocido por la sociedad en general. El amplio recorrido histórico y temporal del mismo hace que tenga cierta complejidad al momento de teorizar y tipificar las acciones colectivas del estudiantado. Ante tal reto, historiadores como Mauricio Archila categorizan la protesta estudiantil en seis grandes momentos. El historiador denomina como primeros pasos a las apariciones de los estudiantes entre los años de 1909 y 1929, posteriormente hay una etapa de variabilidad oscilante en los años comprendidos entre 1930 y 1945, sigue un periodo de resistencia democrática entre los años de 1946 y 1957, para llegar a una etapa de radicalización contra el bipartidismo que toma como referente los años entre 1958 y 1974; luego hay una etapa que se orienta hacia un movimiento popular entre los años de 1975 y 1990. Una vez es puesta en práctica la Constitución Política de 1991 se abre de nuevo un espacio para la consolidación de los movimientos sociales y nuevas formas de protesta en Colombia, protegidas y garantizadas en un estado social de derecho.

Cuadro 1. Síntesis de los periodos del movimiento estudiantil colombiano


PeriodoCaracterística
Los primeros pasos(1909-1929)Época en la que se presentan algunas protestas caracterizadas por la inconformidad estudiantil con la enseñanza de tipo escolástica. Los estudiantes son reconocidos como un actor social diferenciado. Los motivos de las protestas giran en torno a un acelerado crecimiento económico y escasas posibilidades de ascenso social lo que refleja una baja tasa de alfabetismo. En 1929 se presenta el primer caso de un estudiante muerto en una protesta.
Visibilidad oscilante(1930-1945)Tras el ascenso liberal al gobierno en el año de 1930, el movimiento estudiantil se proyecta. Algunos dirigentes estudiantiles hacen parte del gabinete del gobierno de López Pumarejo. A pesar de los avances del movimiento estudiantil, el autor demuestra cómo el bipartidismo de la época influye en las movilizaciones y da paso a la violencia
Resistencia democrática(1946-1957)Ascenso conservador al poder con Mariano Ospina Pérez en el cual aumenta la tensión entre los partidos tradicionales, y lleva a la confrontación reflejada en una violencia política en campos y ciudades. En este periodo, las agitaciones estudiantiles son reprimidas por el gobierno a través de las fuerzas militares, desde ese momento, nace una creciente enemistad estudiantil con la fuerza pública
Radicalización contra el bipartidismo(1958-1974)Aunque en el periodo anterior el movimiento estudiantil está inscrito en el bipartidismo, en este periodo se observa una radicalización contra el mismo tras la firma de la paz entre los Partidos Conservador y Liberal con la creación del Frente Nacional. Esto crea un malestar generalizado en la comunidad estudiantil universitaria. A inicios de la década de 1970 toma nuevamente fuerza la idea de la reforma universitaria, lo cual genera tensiones entre los estudiantes y el gobierno, dando como resultado hechos violentos que cobran la vida de algunos estudiantes. Los encuentros estudiantiles permiten la creación de un programa mínimo propuesto por universidades públicas y privadas. Este Programa Mínimo de los Estudiantes Colombianos contiene seis puntos entre los que se resalta la necesidad de financiamiento adecuado para las universidades, siendo este punto de carácter estructural. El autor rescata de este periodo la capacidad estudiantil de movilizarse e incluir además del sector público, el privado, en torno a temas centrales como la educación superior, el desarrollo científico y la democracia
Hacia el movimiento popular(1975-1990)En América Latina a finales de las décadas de 1970 y 1980 se dan cambios históricos tras el abandono del modelo industrializador para dar paso a la apertura económica de corte neoliberal que lleva al aumento de las brechas sociales. El movimiento estudiantil se inscribe en las luchas sociales de los años ochenta, unido a otros sectores subalternos colombianos. Aumentan las protestas que giran en torno a la exigencia de presupuesto adecuado para la dotación física y académica de las universidades. Tras el aumento de las protestas se incrementa la represión y con ello, la violencia, traduciéndose en casos de violaciones de derechos humanos
Crisis y recomposición (1991-2011)Esta etapa inicia con el debilitamiento del horizonte de las izquierdas tras la caída del socialismo. Se retorna a la democracia liberal. En el contexto nacional continúa la guerra interna produciendo una crisis humanitaria nunca antes vista. Con el gobierno de Gaviria se concreta una nueva reforma de la educación superior: la Ley 30 de 1992. A través de esta reforma se define la educación como un servicio público. Posteriormente, con el mandato de Álvaro Uribe, las luchas estudiantiles incrementan. Se presentan protestas contra el referendo que pretende modificar la Constitución, contra los Tratados de Libre Comercio (TLC) y contra el Sistema General de Participaciones comúnmente llamado de “Transferencias del Ejecutivo a las regiones”. Se presenta la militarización de las universidades y la violencia paramilitar contra miembros de las universidades públicas. Tras la entrada del gobierno de Juan Manuel Santos Calderón y su apuesta por la privatización de la educación superior mediante el Proyecto de Ley 112, el movimiento estudiantil se unifica y genera una ola de movilizaciones dentro del marco de lo que se conoce como Mesa Amplia Nacional Estudiantil (Mane), obligando al gobierno a retirar el proyecto, lo cual se constituye en un triunfo del movimiento estudiantil

Fuente: ARCHILA, Mauricio. El movimiento estudiantil en Colombia. Una mirada histórica. Revista del Observatorio Social de América Latina. 2012, nro. 31, pp. 73-95.

 

Por su parte, Álvaro Acevedo Tarazona propone dos grandes diferenciaciones de la movilización estudiantil desde sus inicios en el siglo XX hasta su radicalización en los años sesenta y setenta. La primera etapa comprende entre los años de 1910 y 1957. Este periodo tiene como acontecimiento de primer orden la reforma de Córdoba, Argentina. Para este periodo existe una contextualización común en las realidades latinoamericanas como son los cambios demográficos, el crecimiento económico, la urbanización y el ingreso de la juventud como actor social y como un consumidor que mueve mercados y grandes recursos económicos. Las discusiones de este primer momento pasan por la conceptualización de la autonomía universitaria y la consolidación de los gobiernos universitarios. Entre los principales exponentes de la movilización estudiantil de este periodo en Colombia se destaca Germán Arciniegas en compañía de jóvenes de la Universidad Nacional. De aquí se rememoran importantes sucesos como la manifestación de 1929 que da origen al primer mártir del estudiantado colombiano. Los estudiantes caídos se constituyen en una representación de la lucha estudiantil y en una constante de su enfrentamiento desigual con las fuerzas del Estado, dando pie a una representación legendaria y heroica a la protesta53.

La segunda etapa comprendida entre los años de 1958 y 1977 corresponde a la radicalización estudiantil54. En esta nueva etapa los estudiantes son ambiguamente democráticos, autoritarios o radicales, un comportamiento que se puede considerar causalidad de condiciones internas como las tensiones entre valores tradicionales y nuevos en una sociedad que transita del campo a la ciudad55, o de condiciones externas como los procesos de Guerra Fría y colonialismo que se han gestado como políticas globalizadoras56. En este periodo radical la universidad se construye como un espacio de tensiones donde confluyen intereses políticos, valoraciones culturales, proyectos de sociedad e ideologías, especialmente aquellas de la nueva izquierda con sus múltiples matices o visiones contrapuestas57.

Desde los años veinte hasta principios de la década del setenta del siglo pasado la movilización estudiantil en la universidad colombiana ha defendido la autonomía universitaria y la libertad de cátedra, dos principios que se mantienen aún muy vigentes en las reivindicaciones estudiantiles en lo que ha avanzado el siglo XXI. La composición de los Consejos Superiores es un asunto que interesa a estudiantes, profesores, rectores y sectores externos a la universidad. Dicho interés tiene su raíz en los postulados de la reforma liberal de Córdoba en el año de 1918, momento en el que se piensa como necesaria la modernización de las casas de estudio para sacarlas del anquilosamiento en que se encuentran. Aunque las luchas de los estudiantes colombianos se centran inicialmente en cuestiones gremiales y en la defensa de la libertad de cátedra, la inquietud por conseguir mayor injerencia en las instancias del gobierno y poder universitario politiza e influye en la movilización estudiantil. Hasta los años cincuenta del siglo pasado la relación de los estudiantes con los partidos políticos tradicionales tampoco es óbice para que se reivindique la autonomía universitaria y se proponga un gobierno de los estudiantes y los profesores, actores esenciales de la vida universitaria. La convicción que existe en el fondo de estas pretensiones consiste en asumirse como una especie de vanguardia intelectual que está llamada a organizar y determinar libremente los destinos de las instituciones universitarias.

Luego del giro hacia la nueva izquierda de los principales líderes estudiantiles, el estudiantado asume la necesidad de incidir en el gobierno de las universidades y hace de esta reivindicación una causa de primera línea. Ciertamente, la lucha de los estudiantes por ser mayoría en los Consejos Superiores –junto con los profesores– demanda esfuerzo y requiere organización, no solo para sostener la propuesta en escenarios propiamente estudiantiles sino para diferenciar posiciones respecto a las iniciativas de reforma provenientes de las autoridades universitarias y del propio Ministerio de Educación. La lucha por el cogobierno universitario revela un aspecto poco conocido del movimiento estudiantil de principios de los años setenta: el hecho de que el estudiantado coincida con ciertas autoridades universitarias en la defensa de la autonomía y en la pertinencia de modificar las estructuras de poder en las universidades. Aunque se sabe que no existe consenso entre los estudiantes por la causa del cogobierno debido al lugar que los diferentes grupos políticos le otorgan a la universidad en el proceso de cambio social, lo relevante reside en constatar que su adopción en algunas universidades, pese a su corta duración, es quizás el triunfo más importante de la movilización estudiantil en los años setenta del siglo pasado58.

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